Selección de escritos
Hoy la Revolución Española sigue siendo una fuente de inspiración inmensa. Trotsky dijo que la clase obrera española pudo hacer no una, sino diez revoluciones. Ésta desplegó un tremendo coraje, iniciativa y energía. Pero al final fracasó, y el pueblo español pagó un precio terrible por ese fracaso. Por tanto, es esencial que la nueva generación preste mucha atención a las razones de esa derrota. Y no hay mejor manera de entender las lecciones de la década de 1930 que leer este libro.
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Esta obra ha sido tomada de la edición digital del Archivo Marxista de Internet y del CEIP con agregados del Centro de Estudios Socialistas Carlos Marx.
Índice
La revolución española (1931-1937)
Ted Grant
España está en las primeras etapas de un movimiento en dirección hacia la revolución. El régimen fascista está totalmente minado. La clase obrera se ha recuperado de la terrible derrota infligida por las fuerzas de la reacción en la guerra civil. La clase media está llena de odio hacia la dictadura y mira con simpatía la lucha de los trabajadores. La burguesía está buscando una salida porque siente la presión de las masas.
La maquinaria represiva de la dictadura está debilitada y ha perdido todo el apoyo de masas. De ser un Estado fascista totalitario se ha transformado en un Estado policíaco militar basado en la maquinaria estatal de opresión y represión, consecuentemente, se ha transformado más en un régimen bonapartista que en un régimen fascista. Esto marca el principio de su caída.
Cuando los trabajadores, los campesinos y clases media comiencen a entrar en acción de una forma conjunta en todo el Estado, habrá llegado la hora del colapso del régimen. Comenzará la gran venganza de la clase obrera. ¿Pero qué régimen sustituirá a la dictadura de Franco? Esta es la cuestión inmediata a la que se enfrenta el proletariado español.
Los marxistas británicos, siguiendo el espíritu de la solidaridad internacional, (la revolución española también es su revolución como lo es cada revolución en el mundo) están publicando material sobre la cuestión española para discutirlo en sus filas e internacionalmente. Este estudio de los orígenes y el rumbo de la revolución de 1931-1937 no intenta tratar todo, sino más bien los puntos más destacados de este período de la historia del movimiento obrero español.
Si los marxistas españoles no tienen una concepción clara de estos acontecimientos, no serán capaces de orientar el movimiento y preparar una línea política que vaya de acuerdo con las perspectivas actuales para España. Las lecciones de la historia, si no se aprenden, pueden llevar a una situación donde el proletariado puede sufrir una debacle aún más terrible.
Marx y Engels elaboraron sus concepciones teóricas sobre la base de la experiencia de la clase obrera, que ellos generalizaron en la teoría. La concepción de la dictadura del proletariado fue elaborada por Marx basándose en la experiencia de la Comuna de París.
Lenin y Trotsky prepararon la victoria de la Revolución de Octubre de 1917 en Rusia mediante el estudio de las lecciones de la Comuna de París y la revolución derrotada de 1905. Sin esto, el éxito de la Revolución Rusa habría sido imposible. De igual manera, sin un estudio riguroso de las lecciones de la derrotada revolución española sería imposible la victoria de la revolución socialista española. La historia de España es rica en lecciones. “Aquellos que no aprenden de la historia están condenados a repetirla”. Por eso, debido especialmente a las dificultades de los compañeros españoles en unas condiciones de clandestinidad, deben tener acceso al material necesario. Consideramos que es nuestro deber fraternal e internacionalista intentar ayudar, aunque modestamente, en el rearme de los cuadros de los socialistas españoles para las tareas que se les avecinan. Una revolución española triunfante sería una victoria para la clase obrera de toda Europa y prepararía el colapso del capitalismo en América Latina y algunas zonas de África. Tendría implicaciones mundiales. España es clave para la situación internacional. Por lo tanto, la responsabilidad de la dirección del proletariado español es aún más grande. Pero la clave para la victoria en España reside en comprender las lecciones de la revolución de 1931-1937. Por tanto, estudiar las lecciones de este período armará a los cuadros contra la repetición de los errores del pasado.
España sigue siendo aún un país atrasado donde las tareas de la revolución democrático burguesa no se han llevado a cabo. El régimen capitalista-terrateniente con una estrecha base económica, y sin un apoyo de masas, fue derrotado en su guerra colonial contra la independencia marroquí en 1921-1925 y tuvo que ser rescatado por los ejércitos del imperialismo francés. Esta aventura ignominiosa y cara llevó al establecimiento de la dictadura policiaco-militarbonapartista de Primo de Rivera. Esta, como todas las dictaduras bonapartistas, intentó equilibrarse entre las clases para mantener el poder de la clase dominante. La CNT, el PCE y los anarquistas fueron ilegalizados, pero el PSOE y la UGT pudieron seguir su existencia legal. Caballero, dirigente de UGT, ¡incluso se convirtió en consejero ministerial bajo la dictadura!
La recesión económica mundial de 1929 minó las bases del régimen e intentó salvar a la monarquía deshaciéndose de Primo de Rivera en 1930. Pero la profundización de la recesión golpeó duro a España, la burguesía y los terratenientes intentaron poner la carga sobre los hombros de los trabajadores y campesinos. Ya existía un terrible sufrimiento y hambre entre los trabajadores y campesinos cuando la clase dominante cortó aún más sus salarios y niveles de vida.
En las elecciones municipales de abril de 1931 las ciudades, especialmente las grandes, con la excepción de Cádiz, votó mayoritariamente por los candidatos socialistas y republicanos.
En unas elecciones amañadas, en el campo, bajo la presión de la aristocracia y los terratenientes, los monárquicos consiguieron la mayoría. Pero esto no reflejaba los sentimientos reales de los campesinos, como demostrarían los acontecimientos posteriores, simplemente era una muestra del terror ejercido por los terratenientes y sus agentes.
En las ciudades se celebraron manifestaciones de masas nada más anunciarse los resultados electorales. España se fue moviendo hacia la revolución, tan poderoso era el movimiento que la clase dominante tuvo que sacrificar a la monarquía.
Alfonso XIII abdicó rápidamente y huyó del país. Se proclamó la República. La revolución había comenzado. Según los dirigentes socialistas y republicanos: “Había comenzado una época gloriosa, pacífica y democrática de reconciliación popular”. Después de las elecciones se formó una coalición de republicanos y socialistas. Esta coalición, debido a la crisis capitalista mundial y la crisis del capitalismo y el latifundismo en España, fue incapaz de cumplir sus promesas. Estallaron toda una serie de huelgas de trabajadores que fueron rotas y reprimidas. El campesinado intentó tomar la tierra y se encontró con la respuesta del uso de la policía y los soldados para aplastar estas “actividades ilegales”. La consecuencia de esto fue el aumento de la desesperación, la apatía y la inercia entre la clase obrera y, especialmente, entre los campesinos. La CNT y los anarquistas emprendieron toda una serie de ocupaciones aisladas e insurrecciones locales que fueron reprimidas de manera sangrienta.
Ultraizquierdismo
El Partido Comunista, en común con todos los partidos de la entonces Internacional Comunista, mantuvo la enloquecida línea política del “socialfascismo”, denunciando a todas las demás tendencias del movimiento obrero como socialfascistas, declarando que el gobierno de coalición republicano-socialista era un “gobierno fascista”. De este modo añadían más confusión y desorganización al movimiento obrero con esta política infantil y ultraizquierdista.
Esta coalición o gobierno de “Frente Popular” no consiguió resolver ni una sola de las tareas básicas de la revolución democrático burguesa en España. (En este momento, cambiando el nombre de esta coalición con los liberales, el PC pretende cambiar la realidad de la correlación de clases).
Hoy, dentro de las filas de los revolucionarios, dentro del Partido Socialista en el Estado español, en nuestra opinión, falta claridad sobre la cuestión de la “revolución democrático burguesa”, así que es necesario hacer un breve análisis de esta cuestión que fue confirmado por la experiencia española. Durante cientos de años, la incapacidad de los capitalistas españoles de realizar hasta el final la revolución burguesa siempre acabó en la derrota de la revolución y en la victoria de la reacción.
La burguesía española entró tarde en escena, como ocurrió con la burguesía rusa. Antes de que estuviera totalmente formada ya estaba desafiando el proletariado su supremacía y su liderazgo de la nación.
Tenía muchos vínculos con los terratenientes e incluso con la aristocracia. Los bancos tenían hipotecadas las tierras. Los terratenientes invertían en la industria. La Iglesia era al mismo tiempo el mayor terrateniente y el mayor capitalista. Consecuentemente, la principal tarea de la revolución burguesa, la redistribución de la tierra y la expropiación de la clase terrateniente, no la podían realizar los capitalistas sin socavar el propio sistema capitalista. Frente a esta situación, los republicanos, igual que los cadetes (Demócratas Constitucionales) en Rusia, siempre prefirieron no tocar a la reacción.
Como demostrará la descripción de los acontecimientos en España, los republicanos, los representantes del capitalismo, no podían resolver las tareas de la revolución burguesa.
Lenin y Trotsky, especialmente el último, en un país con una estructura social similar, comprendieron este problema. Inculcaron a los trabajadores la idea de mantener una actitud implacable e irreconciliable hacia los representantes liberales, cobardes, del capitalismo.
La teoría de la “revolución permanente” adelantada por Trotsky incluso antes de la revolución de 1905, explicaba que como los capitalistas, debido a sus intereses creados, no podían dar la tierra a los campesinos, emprender acciones contra la Iglesia y la monarquía o eliminar el Estado burocrático semifeudal, siempre intentaría llegar a un acuerdo con él, en contra de los trabajadores y los campesinos, por lo tanto, la tarea de llevar a cabo la revolución burguesa recaía sobre el proletariado. Pero el proletariado, una vez en el poder, aboliría la monarquía y ayudaría a los campesinos a tomar la tierra, y no se detendría ahí. El proletariado, después de haber realizado las tareas de la revolución burguesa con el apoyo de los campesinos y la pequeña burguesía, no abandonaría el poder sin emprender las tareas socialistas desposeyendo a los capitalistas, pero el socialismo no se puede construir en un solo país. Con el éxito de la revolución en Rusia, la revolución se extendería a los países más desarrollados de Europa donde el proletariado estaría contagiado y animado por la Revolución Rusa.
La revolución en Rusia se desarrolló como Trotsky había elaborado teóricamente. Provocó una revolución en Alemania, Austria y Hungría, y una situación revolucionaria en Francia, Gran Bretaña e Italia.
Por muchas razones que no se pueden tratar aquí, ninguna de estas revoluciones y situaciones revolucionarias terminó en victoria y, consecuentemente, la revolución en Rusia quedó aislada. Esto llevó a la reacción del estalinismo que supuso un terrible peaje para el movimiento revolucionario en el mundo, especialmente en España.
La coalición de gobierno republicano-socialista de 1931-1933, fue incapaz de resolver los problemas a los que se enfrentaba el pueblo español, porque era un gobierno que incluía a representantes de los capitalistas. Los campesinos llevados por el hambre intentaron tomar la tierra y se encontraron con la represión sangrienta de la policía y el ejército. Los trabajadores en huelga para conseguir salarios más altos se encontraron con la represión y la fuerza del gobierno. La desesperación y la desilusión de los trabajadores y campesinos prepararon el camino para la reacción, especialmente en el campo.
En el periódico del Partido Comunista, International Press Correspondence, mientras defendía la política del frentepopulismo, en la página 94 de su número del 1 de agosto de 1936 había un artículo titulado: Secretos de España, que admite el fracaso de los republicanos a la hora de resolver los problemas de la revolución democrático burguesa.
“¿Qué te da de comer la República?’ preguntan los campesinos. Esta es una de las grandes cuestiones en España, donde el problema agrario domina la política debido a que de cada cuatro españoles tres son campesinos [en ese momento, TG] La miseria extrema es sin duda una característica de todos ellos En 1931, 1.173.000 campesinos poseían 6 millones de hectáreas y 105.000 terratenientes 12 millones de hectáreas, 5 millones de trabajadores agrícolas (proletarios agrícolas) no tenían nada
“En 1873 la primera república prometió tierra a los campesinos. Fue derrocada porque no mantuvo su promesa. En 1931 la república del 14 de abril renovó la promesa La ley se aprobó el 15 de septiembre. Afectó a un gran número de extensiones de tierra, que se tomaron con o sin compensación También las propiedades feudales o no feudales de los jesuitas, así como las de los Grandes de España y los monárquicos que participaron en el golpe de Estado de Sanjurjo, que fueron tomadas sin compensación, granjas cultivadas o escasamente cultivadas, con compensación, en otras palabras, la tierra no se entregó a los campesinos como propiedad de pleno dominio: les fue y les es entregada en arrendamiento, por lo que deben pagar un alquiler al Instituto de Reforma Agraria’ Esta ley fue un compromiso entre la pretensión de los socialistas y la resistencia de la burguesía Cinco años después del establecimiento de la Segunda República la reforma agraria apenas había comenzado ”
Caballero, líder de los socialistas de izquierda, condenó más tarde la coalición socialista con los capitalistas en los primeros años de la república, pero no sacó de ello todas las conclusiones necesarias.
Cuando se celebraron las siguientes elecciones en octubre de 1933, la reacción se había podido aprovechar del fracaso de los republicanos y socialistas. Las mujeres recibieron el derecho al voto y cayeron bajo la presión de los curas para que votasen a los candidatos reaccionarios. En medio de la desilusión general, los republicanos de Lerroux y los fascistas clericales de Gil Robles consiguieron grandes avances. Los últimos recurriendo a la demagogia habitual de los fascistas.
Pero la llegada al poder de Hitler en 1933 y el aplastamiento de los trabajadores austriacos en febrero de 1934 alarmaron a la clase obrera internacional. Presenciaron la supresión de las organizaciones obreras y la desaparición de derechos duramente conquistados por los trabajadores austriacos y alemanes. Quedaron reducidos a la condición de esclavos. Los trabajadores españoles estaban decididos a que no les ocurriera lo mismo.
Bajo la influencia de este ambiente, Caballero en secreto organizó la importación de armas y armó a muchos militantes socialistas. Caballero hizo una advertencia, cuando el gobierno de Lerroux giró más hacia la reacción y comenzaba las conversaciones con el líder de la CEDA, el fascista clerical Gil Robles. La clase obrera nunca toleraría la entrada en el gobierno de los fascistas porque esto significaría la destrucción de sus organizaciones y derechos.
Lerroux vaciló y después metió a los representantes de la CEDA en el gobierno. El Partido Socialista respondió organizando una huelga general en Asturias, y en Catalunya con una insurrección armada.
Esto provocó la toma de Asturias por parte de los trabajadores y la organización de la Comuna Asturiana. Podría haber triunfado de no haber sido por la estupidez de los anarquistas. Arguyendo que era una “lucha entre políticos” y que la coalición republicano-socialista les había reprimido y hasta disparado, hicieron de esquiroles e incluso transportaron en ferrocarril las tropas envidas para aplastar la Comuna Asturiana. Los moros y la Legión Extranjera bajo el mando del general Franco aplastaron brutalmente el movimiento.
Muchos trabajadores fueron ejecutados y decenas de miles encarcelados, pero como los trabajadores habían luchado con las armas en la mano, el espíritu de resistencia permaneció irrefrenable. A diferencia de la traición de los dirigentes socialistas y comunistas a los trabajadores alemanes, era imposible consolidar un régimen fascista.
Siguió el Bienio Negro, pero la lucha de los trabajadores continuó. El Partido Comunista, a petición del régimen estalinista de Moscú, había cambiado su “línea”. Abandonaron la teoría estalinista del “socialfascismo” sin ninguna explicación. En su lugar adoptaron la desacreditada teoría, condenada implacablemente por Lenin, de coalición con la burguesía “liberal”, que ellos renombraron para que fuera más aceptable para sus militantes y la clase obrera como la teoría del “Frente Popular” o “Frente del Pueblo”.
La burguesía en España se encontraba en dificultades. No podía mantener en el poder al gobierno reaccionario. Sentía la marea ascendente de resistencia de los trabajadores y los campesinos. En estas condiciones tuvieron que recurrir a la “conspiración rompehuelgas” del “Frente Popular” como la calificó Trotsky. El POUM y los anarquistas se unieron con el Partido Socialista, el Partido Comunista y los partidos republicanos de “izquierda” para formar el Frente Popular.
Debido a la experiencia de los trabajadores con los republicanos de “izquierda” en el período de 1931-1933, estaban desencantados con ellos, así que los líderes de los partidos socialista y comunista, a espaldas de sus militantes, presentaron el Frente Popular como una “maniobra” donde ellos estaban “utilizando” a los dirigentes liberales. Esta es la forma en que convencieron a sus militantes para que lo aceptaran.
Sin embargo, en las elecciones de febrero de 1936, debido a la marea ascendente de radicalización de los trabajadores y de los campesinos, el Frente Popular salió victorioso. Como resultado del acuerdo de Frente Popular, los republicanos de izquierda consiguieron más escaños que el apoyo real que tenían entre la población, el resultado fue que su número de diputados en comparación con el de los partidos obreros estaba inflado. El Frente Popular consiguió 268 escaños, de ellos 153 eran de los republicanos de izquierda. El Partido Comunista consiguió 16 escaños y el Partido Socialista 98. Los partidos de derechas consiguieron 157 escaños y los llamados partidos de centro 48. Sin embargo, el voto de la derecha estaba inflado por el terror y la intimidación, especialmente en los pueblos. Así que realmente la victoria del Frente Popular fue mucho más grande.
La clase obrera, que había aprendido a desconfiar de los liberales por su amarga experiencia entre 1931 y 1933, inmediatamente entró en acción. A los pocos días, mediante la acción directa llevaron a cabo el programa del Frente Popular: impusieron a los empresarios las vacaciones pagadas, la jornada laboral de 44 horas semanales y aumentos salariales. Sin esperar la amnistía los trabajadores se dirigieron a las cárceles, derribaron las puertas donde fue necesario y liberaron a 30.000 prisioneros políticos que aún languidecían como resultado de la huelga general y la insurrección asturiana. Impusieron las condiciones a los empresarios no en el programa del Frente Popular.
La razón para la victoria del Frente Popular en las elecciones aparece en International Press Correspondence del 4 de abril de 1936 en la página 461:
“ Ni una de las cuestiones planteadas por la revolución democrático burguesa se ha resuelto. Todo lo contrario, se han agudizado más. La insoportable situación política, social y económica que los partidos de derechas, mediante su política fatal y reaccionaria, ha creado para las masas explotadas, los trabajadores, los campesinos, los oficinistas, los pequeños comerciantes, etc.
“La gran experiencia que las masas han adquirido en todas sus luchas anteriores, y sobre todo, de los movimientos insurreccionales de octubre de 1934, las heroicas acciones de los trabajadores de Asturias.
Los trabajadores bajo ataque
“ Los dos años de gobierno de los radicales y la CEDA se caracterizaron por un constante Estado de emergencia. Los trabajadores y los campesinos fueron privados de todas sus conquistas. Las huelgas y los movimientos de los trabajadores y campesinos por sus reivindicaciones y por las mejoras inmediatas fueron brutalmente ahogados y reprimidos. Los ataques y los asesinatos de trabajadores por parte de las bandas fascistas, era protegidas por el gobierno como algo ‘normal’ que sucedía cotidianamente en España. Las organizaciones de trabajadores eran perseguidas y disueltas, sus locales cerrados, las reuniones y conferencias de trabajadores estaban prohibidas.
“ Cien sentencias de muerte, 30.000 encarcelados y torturados Los terratenientes y los capitalistas bajaban los salarios y empeoraban las ya miserables condiciones de vida de los trabajadores Los salarios de los trabajadores en las ciudades pasaron de 10-12 pesetas a 4-5 pesetas. Los salarios en el campo pasaron de 8-9 pesetas a 1,50 para los hombres y 60 céntimos para las mujeres por un día de trabajo que duraba desde el amanecer hasta la puesta de sol
“El desempleo aumentó de 536.000 en 1933 a 780.242 en 1935. En realidad, sin embargo, había más de 11 millones de parados en España. El presupuesto para 1933 dotaba de 873 millones de pesetas para obras públicas, pero el de 1935 sólo 628 millones ”.
En su número del 29 de febrero de 1936, el IPC trata los resultados de la victoria electoral:
“ Pero España demuestra también algo más, que el Frente Popular no es una coalición parlamentaria (¿!).
“ La gente trabajadora de España, sin embargo, reunida en las calles y gritando con firme resolución: ‘¡No vamos a esperar a que se reúna el Parlamento y derogue o no las leyes reaccionarias! ¡Abrid los clubes de trabajadores y lugares de reunión de una vez por todas! ¡Abrid ya las puertas de la prisión!”.
Las fuerzas armadas aparecieron en escena. Pero como los gloriosos luchadores de la Comuna y en cada revolución popular, las masas confraternizaron con las tropas, las ganaron a su lado
“ El destino del golpe de Estado (preparado por Franco y los generales) estaba por lo tanto sellado. Por supuesto se abrieron las puertas de las prisiones, como las puertas de los clubs de trabajadores y los lugares de reunión que ya habían sido abiertos
“ Los trabajadores estatales y municipales, y también el resto de trabajadores que habían sido despedidos durante y después de octubre de 1934 por haber tomado parte en la lucha se reincorporaron y por otro lado, muchos trabajadores que habían actuado como rompehuelgas en octubre fueron despedidos (sólo en el municipio de Madrid más de mil). Las medidas agrarias reaccionarias fueron eliminadas.
“ Leemos en el London Sunday que el Jefe del Estado Mayor, el general
Franco, el amigo de Gil Robles y general en jefe de la Fuerza Aérea, que estaba a la cabeza del golpe militar propuesto, simplemente fue quitado de su puesto en lugar de ser llevado al paredón. Es altamente probable que todas las autoridades, todos los jueces que tomaron parte en el aplastamiento y en los juicios de los luchadores de octubre estén aún en sus cargos”.
Acción independiente
Las masas se movían de manera independiente. Era necesario organizarlas, aumentar y fortalecer su desconfianza en el gobierno liberal. Cuando el Liberal News Chronicle del 20 de julio de 1936 anunciaba el programa del gobierno Azaña decía: “ Con el apoyo de la izquierda (que aún se negaba realmente a unirse al gobierno) su gobierno (es decir el de Azaña) anunciaba un programa que no era más radical que un regreso a la constitución de 1931, con reformas bastante corrientes como escuelas, obras públicas y la revisión del sistema bancario”. Era necesario comenzar la creación de comités independientes y preparar la toma del poder por las masas. Claramente no estaban dispuestas a basarse en los desacreditados liberales. En el mismo número de IPC —en la página 294, en una carta desde España—, informa de tal manera que inconscientemente condena del todo la política del frentepopulismo.
“ Las masas están cosechando los frutos de su victoria de una manera muy diferente de lo que ocurrió tras la caída de la monarquía en 1931. Mientras en ese momento las masas se echaban a las calles con mucho ruido y regocijo ahora su acción es mucho más tranquila y de más alcance
“En general el movimiento de las masas por todo el país tiene el objetivo de la acción independiente. Todos los esfuerzos del gobierno y su prensa de contener a las masas sólo han tenido el efecto de aumentar su espíritu militante y fortalecer su deseo de actuar por su cuenta”.
Claridad, el órgano de la izquierda socialista de Largo Caballero, escribe lo siguiente:
“Estaremos al lado del gobierno para ayudarle a llevar a cabo el programa conjunto con toda la determinación necesaria, incluso si este programa no nos satisface completamente. Sin embargo, no daremos al gobierno nuestra confianza completa como hicimos en 1931-1933. La lección fue demasiado dura y no renunciaremos a nuestro derecho a criticar para mantener la vigilancia de la clase obrera, que ahora camina hacia el objetivo final de nuestra clase, y, ante el más leve signo de debilidad, poner a la propia clase obrera en contra de sus actuales aliados”.
Este rumbo, dictado por la desconfianza de los representantes capitalistas “liberales” por las masas, y su presión, era sin embargo falso. El deber de los socialistas de “izquierda” debería haber sido no depositar ninguna confianza en las falsas promesas de los liberales en las circunstancias de España en aquel momento. Deberían haber reforzado y fortalecido la confianza de las masas y prepararlas para la lucha inevitable, para la construcción de órganos de poder aunque en esa etapa tuvieran aún un carácter incipiente. Por eso estaban luchando las masas, incluso aunque fuera en un sentido inconsciente o sin expresar, como indicaba la actitud y las acciones de los partidos obreros.
Tras el escenario, bajo la protección del gobierno del Frente Popular, la conspiración de los generales, los monárquicos y los fascistas comenzó inmediatamente. Empezó una comedia de coros musicales. Franco fue trasladado a Canarias, el general Sanjurjo y Del Llano fueron trasladados a las Islas Baleares, Marruecos y Sevilla. El mando militar se arrastraba alrededor.
Los sindicalistas, el partido socialista e incluso el comunista avisaban del peligro de un alzamiento fascista o militar. Pero el Partido Socialista y el Comunista, todos exhortaron al gobierno para que “emprendiera la acción”.
Esto era imposible, si se acepta el análisis marxista de la sociedad de clases. El poder del capitalismo depende del poder de la maquinaria estatal que está formada por el ejército, la policía, los tribunales, las prisiones, etc., La clase dominante, tanto en su forma liberal, conservadora o fascista, depende del apoyo de los generales y oficiales del ejército de la casta militar, los oficiales de policía y los altos funcionarios, que han sido seleccionados especialmente, elegidos y formados para servir al sistema capitalista. Realizar cualquier acción en su contra sería como socavar y destruir toda la base del Estado capitalista. Pedir a los liberales que hagan esto es pedir a un tigre que se vuelva vegetariano. ¡Por razones de clase es imposible!
Por eso, hasta la insurrección, las quejas de los dirigentes obreros sobre la “acción” del gobierno, de haber tenido algún efecto, simplemente habría sido el de calmar a la clase obrera e impedir que ésta emprendiera por sí sola las acciones necesarias.
El gobierno del Frente Popular no hizo ninguna acción contra los oficiales del ejército fascista. ¿Cómo podrían hacerlo cuando eso significaba la destrucción de la maquinaria estatal sobre la que descansa la clase dominante?
Al mismo tiempo, los grandes capitalistas les suministran servilmente fondos, desatando su arma de reserva, las bandas fascistas, contra las organizaciones de la clase obrera. Poco más de dos meses después de la “gran victoria”, Cesar Falcón se quejaba en las páginas de Press Correspondence:
“Desde la victoria electoral del pueblo las bandas fascistas, recuperadas de la consternación momentánea , incitadas por los dirigentes reaccionarios y, especialmente, por los grandes terratenientes, han comenzado una campaña de provocación y asaltos por todo el país Madrid pueblos con la plena cooperación de los elementos fascistas en el ejército y la guardia civil Se basaron principalmente en la pasividad del gobierno del Frente Popular.
“El Ministerio de Interior que se había comprometido a una actitud constitucional y tolerante, vaciló (¿?) para adoptar esas medidas enérgicas que exigían tanto la naturaleza de la ofensa como la opinión popular el asalto al representante socialista por Madrid Los jóvenes estudiantes que pertenecían a la Falange Española intentaron asesinar a Largo Caballero y bombardear la casa de Ortega y Gasset, un liberal La indulgencia del gobierno sólo servía para impulsar más a los fascistas.
“Jiménez Asua [ ] socialista representante por Madrid. Los fascistas inmediatamente respondieron asesinando a un juez ¿Qué pasos rápidos y drásticos se tomaron entonces contra los provocadores y criminales fascistas? Ninguno”.
Constantemente, hasta el período de la sublevación militar en julio de 1936, los partidos obreros apelaron al gobierno liberal del Frente Popular para que “tomara medidas”. Se comportaron como los dirigentes socialrevolucionarios y mencheviques bajo la dirección de Kámenev y Stalin hasta la llegada de Lenin, utilizando la fórmula de “apoyo al gobierno provisional hasta que .” Lenin en sus Las Tesis de Abril se opuso y exigió que se hicieran los preparativos para una nueva revolución, explicando esto pacientemente a las masas, consiguiendo ganar a la aplastante mayoría de la base y haciendo posible el triunfo de la revolución rusa.
Si se hubiera adoptado la postura del PC y el PS españoles eso habría provocado el naufragio de la revolución. La política de los dirigentes de estos partidos era como plagiar la política del menchevismo y los socialrevolucionarios. Para ser más correctos, la suya fue una respuesta inútil a las presiones del conflicto de clase y su fracaso a la hora de aplicar una política de clase clara.
La traición de los oficiales
Después de conseguir la promesa del gobierno de que tomaría medidas y disolvería las organizaciones fascistas, dos meses más tarde en el número del 4 de julio del IPC Vicent Uribe escribe: “Los tribunales de justicia, ante los que eran llevados los fascistas, les soltaban o les condenaban a dos meses de prisión, una simple parodia de la justicia. En innumerables casos los fascistas se libraron de los cargos de asesinato. Esta suavidad y complicidad en lo que se refiere a los fascistas, contrasta vivamente con las penas bárbaras impuestas a los trabajadores durante el período en el cual la reacción estaba en el poder y con el castigo aún impuesto por los tribunales a los trabajadores con armas en su posesión”.
Los tribunales, la policía, el ejército y las capas superiores de los funcionarios son la base del Estado y, consecuentemente, era pedir la luna esperar que los políticos liberales, que representan a la burguesía, destruyan su propia maquinaria estatal y se queden totalmente indefensos ante cualquier ataque de las masas, especialmente cuando los oficiales del ejército se habían pasado mayoritariamente a la reacción.
En su número del 4 de julio de IPC en un artículo titulado: Secretos de España, decía lo siguiente: “Sólo hay unos pocos oficiales republicanos. Yo creo que había un 3% entonces un oficial que trabaja para el jefe del Estado Mayor me dijo ‘Tu informador es optimista quizás hay 100 oficiales de los cuales uno puede ser seguro”
Los generales y los oficiales del ejército ignoraban las órdenes, confraternizaban con los fascistas y provocaban a los trabajadores para crear enfrentamientos. Se prepararon incesantemente para un final sangriento para los trabajadores.
Mientras tanto, el Frente Popular era incapaz de llevar a cabo reformas fundamentales en interés de los trabajadores y los campesinos. La cuestión agraria había aquejado a España durante más de siglo y medio. Los liberales eran incapaces de resolver el problema de la revolución democrático burguesa.
Castrillo Santos en su libro: Cuatro años de experimento republicano: 1931-1935, declaraba lo siguiente: “El 95% de las empresas agrícolas en España consisten sólo en 5 millones de hectáreas de tierra, mientas que el 0,35% del total está formado por 9 millones de hectáreas. Un millón de propietarios poseen 6 millones de hectáreas, mientras que 100.000 propietarios poseen 12 millones de hectáreas. Estas estadísticas representan en última instancia los problemas sociales de la agricultura española .”.
IPC dice en su número del 4 de junio: “30.000 terratenientes poseen dos tercios de España” y comentando el papel de los capitalistas españoles dice: “El sabotaje de la revolución agraria cuando ha llegado al poder con la ayuda de las fuerzas revolucionarias, y después el resurgimiento repentino en el campo de la reacción para aplastar con su ayuda la rebelión de los trabajadores y los pobres”. En los 6 meses de Frente Popular, 190.000 campesinos consiguieron tierra. Esto era el 2,5% de los campesinos.
El artículo Secretos de España, continuaba en el número de agosto de 1936 en la página 27, y se ocupa de la actitud de los capitalistas y los grandes terratenientes “En palabras, declaraban su disposición a reconciliarse con la república democrática creada en España. Pero realmente el sabotaje económico y las intrigas solapadas comenzaron inmediatamente después del derrocamiento de su gobierno.
“La oligarquía financiera comenzó a llevarse el capital al extranjero. Los tiburones más despreciables de la bolsa comenzaron a minar el nivel de la peseta los grandes manufactureros exigían la anulación de las medidas del gobierno que pretendían aliviar las necesidades de las masas, amenazando con cierres patronales”.
Los grandes terratenientes, apoyados por los grandes banqueros, amenazaron con una “huelga” si el gobierno no desistía en sus planes de reforma agraria no harían la siembra de otoño el gobierno desplegó una excesiva tolerancia hacia los elementos reaccionarios que habían sufrido una derrota en las elecciones. A pesar de las advertencias y consejos de las organizaciones obreras, los dirigentes de los monárquicos y los fascistas pudieron seguir en libertad, incluso mantener sus altos puestos en el ejército, la armada y dentro de la maquinaria estatal ”.
“La condición de los campesinos y los trabajadores agrícolas era la del hambre y la semihambruna. Menos de uno por cada cuarenta campesinos recibió tierra como resultado de la reforma agraria: 190.000 de 8 millones Había pueblos en Las Hurdes, en La Mancha donde los campesinos absolutamente desesperados ya ni se rebelaban. Comían raíces y fruta A treinta millas de Madrid, los aldeanos viven de sopa hecha de pan, agua, aceite y vinagre
“Los caciques todavía tienen algún poder los usureros todavía continúan con su negocio rapaz y en absoluto se ha desposeído a los grandes terratenientes. Uno ha visto cómo en Almendralejo, en la provincia de Badajoz, veinte millonarios privan de comida a uno de los rincones más ricos de España, negándose incluso a discutir la cuestión de los salarios de los trabajadores agrícolas La tierra no era cultivada.
“ ¿Qué te ha dado de comer la República? Las cosas deberían haberse acelerado para los campesinos hambrientos Los dirigentes campesinos calculan que la ley agraria planea 50.000 asentamientos al año, eso significa que se tardarán 20 años para recolocar a un millón de campesinos: más de un siglo para dar tierra a todos”.
En Rusia, antes de la Revolución de Octubre, la burguesía reconocía que se tardaría un cuarto de siglo en medir y dividir la tierra, y por tanto la reforma agraria era impracticable. Los campesinos bajo la dirección de la clase obrera y el Partido Bolchevique consiguieron la revolución agraria en días mediante la ocupación de la tierra.
En España también los campesinos comenzaron a ocupar la tierra, pero a diferencia de los bolcheviques, ni los dirigentes del Partido Socialista ni del Partido Comunista hicieron suya la política de realizar la revolución agraria.
Los campesinos proporcionan la infantería de la revolución. La clase obrera en las condiciones modernas es la clase decisiva y la fuerza motriz de la revolución. Es España las conquistas en salarios conseguidas por la militancia de la clase obrera se las comía la inflación. Se producían constantes enfrentamientos entre los trabajadores y los empresarios. La policía y los fascistas eran utilizados por los empresarios para aterrorizar a la clase obrera. Todos estos intentos fracasaron. Los trabajadores estaban atemperados y curtidos en la lucha. No estaban desmoralizados por los fracasos de los dirigentes sindicales, socialistas y comunistas. La reacción cada vez estaba más alarmada.
Enfrentamientos diarios
Después del asesinato de Calvo Sotelo, portavoz de la reacción monárquica y del fascismo, por miembros de la guardia civil en represalia por el asesinato fascista de su teniente socialista de policía, tanto los fascistas como los monárquicos se retiraron del parlamento. Esto era la preparación del alzamiento fascista.
Este incidente simplemente precipitó los preparativos que los generales del ejército estaban haciendo desde las elecciones de febrero. Los capitalistas estaban alarmados por el ambiente y la combatividad de la clase obrera. Económica, financiera, políticamente, ellos no podían ver otra salida que el aplastamiento de las organizaciones de la clase obrera.
Se producían enfrentamientos diarios entre trabajadores y fascistas. El 5 de julio de 1936 el Times informaba: “Dos fascistas fueron asesinados el jueves Como represalia, hombres armados ametrallaron el viernes por la noche a un grupo de hombres que abandonaban sus locales sindicales, asesinando a dos e hiriendo a cinco”. El 13 de julio el Times informaba de que el día anterior “seis hombres armados entraron en la emisora de radio sindical de Valencia y después de haber maniatado al locutor y su ayudante, uno de ellos anunció a través del micrófono que las fuerzas fascistas habían tomado todos los puntos estratégicos de la ciudad. Los hombres habían desaparecido antes de que pudiera llegar la policía.
“A pesar de lo avanzado de la hora, los republicanos (¿?) y otros grupos de izquierda organizaron una manifestación de protesta que desfiló por la calles. La multitud incendió los locales del Partido Regional, que es el principal partido de la derecha, y el edificio quedó destruido (Hubo un) intento de quemar los edificios del periódico La casa del político de derechas, el señor Lucía, y el mobiliario de uno de los cafés más grandes varios clubes políticos de la derecha también fueron incendiados”.
La situación económica según se explica en el artículo del Times del 14 de julio de 1936 casi en víspera de la insurrección era la siguiente: “El déficit presupuestario se ha hecho crónico. La peseta se está hundiendo mientras el comercio languidece debido al aumento de los costes de producción y el fracaso en el pago de las importaciones”.
Enfrentamiento final
Los capitalistas tenían la necesidad de aplastar a los sindicatos y organizaciones obreras para poder seguir reduciendo los niveles de vida de los trabajadores. Debido al callejón sin salida, económico y político, en el que se encontraban, estallaba un conflicto tras otro entre trabajadores y empresarios en la industria y por la cuestión de la tierra. Entre febrero y julio, hubo 113 huelgas generales y 228 parciales en distintas ciudades del país. Por esa razón, los capitalistas exigían la restauración del “orden”, es decir, la utilización del terror para subyugar a la clase obrera.
Las clases preparaban sus fuerzas para el enfrentamiento final. El Times del 15 de julio de 1936 decía lo siguiente: “Los monárquicos y los tradicionalistas publicaron una declaración: el asesinato del señor Calvo Sotelo fue un verdadero ‘crimen de Estado’ sin precedente en España.
“ El (asesinato) fue posible como resultado de la incitación a la violencia contra los diputados de la derecha expresada en el parlamento. La nota añade que los monárquicos no pueden continuar colaborando en un Estado sumido en la anarquía”.
Al otro lado, las autoridades prepararon el funeral del teniente Castillo para las 6 de la tarde y de este modo evitar las manifestaciones. A pesar de esto, la multitud era inmensa, el cuerpo era saludado con los puños cerrados. El ataúd estaba cubierto con una bandera roja Las milicias socialistas desfilaban con banderas.
El escenario estaba preparado para una lucha a muerte entre los trabajadores y las fuerzas del capitalismo y el latifundismo. Toda la política equivocada de los dirigentes del movimiento obrero desde febrero y durante toda la guerra civil se pudo ver en la declaración de Largo Caballero en una entrevista con el London News Chronicle el 9 de julio de 1936: “¿Cree usted que el cambio de este gobierno republicano por un gobierno socialista se consumará en las urnas? Eso no lo se, realmente no habría republicanos sin nosotros. Somos su fuerza y si les retiramos nuestro apoyo ellos no existen”.
Palabras significativas cuando se tiene en consideración el rumbo de la guerra civil y las acciones de Largo Caballero y otros dirigentes obreros en el posterior enfrentamiento.
Los generales y oficiales del ejército llevaban preparando la sublevación desde los primeros días del gobierno de Frente Popular. El alzamiento comenzó en Marruecos y en las Islas Canarias el 17 de julio. El gobierno del Frente Popular intentó ocultar las noticias al pueblo español. Cuando ya no podían ocultarse, el primer ministro Quiroga y el gobierno, intentaron convencer a la población de que esta sublevación no afectaría a la península. La radio de Madrid, bajo control del gobierno, anunció el 18 de julio que “nadie, absolutamente nadie en la península española, ha tomado parte en este complot absurdo, que rápidamente sería suprimido” (The Times, 20 de julio de 1936).
Las noticias de la rebelión fueron transmitidas por radio a los trabajadores a través de los marineros de la flota española que habían ocupado los barcos en los puertos marroquíes.
Cien mil trabajadores se manifestaron en Madrid exigiendo armas. Quiroga, el primer ministro, no dudó en anunciar que: “cualquiera que entregue armas a los trabajadores sin órdenes será ejecutado”. Mientras tanto, en toda Andalucía seguían los preparativos de los conspiradores, comenzaron las sublevaciones. Según Hugh Thomas, el académico “historiador” de la guerra civil: “Casi en todas partes, el 18 de julio, los gobernadores civiles de las grandes ciudades siguieron el ejemplo del gobierno de Madrid y se negaron a cooperar plenamente (¡!) con las organizaciones de la clase obrera que clamaban pidiendo armas” (The Spanish Civil War, p. 185).
En Sevilla, Granada y Córdoba, los oficiales fascistas tuvieron éxito, porque después de la manifestación y la exigencia de armas, los dirigentes socialistas y comunistas convencieron a los trabajadores de que regresaran a sus casas. Esa misma noche, los oficiales armados con listas de nombres, fueron a los locales obreros y ejecutaron sumariamente a cada secretario sindical, comunista, socialista y a cada militante destacado que pudieron encontrar.
El gobierno de Quiroga intentó llegar a un compromiso con los generales fascistas. El gobierno de Quiroga dimitió y ocupó su lugar en el gobierno alguien aún más a la derecha: Martínez Barrio.
El compromiso
Ellos querían llegar a un acuerdo con los oficiales fascistas. Si hubiera dependido de los liberales, todos se habrían entregado al fascismo sin luchar. Temían el movimiento de las masas mucho más de lo que temían la llegada al poder de Franco. Esto era una cuestión de clase. Sin la traición de los liberales burgueses, los fascistas nunca habrían sido capaces de tomar ni una de las ciudades españolas. La insurrección habría nacido muerta. Pero por mucho que temieran a los fascistas españoles, los políticos liberales temían mil veces más a la clase obrera armada.
El gobierno permaneció pasivo frente a la arremetida del ejército. El temor patológico de clase de los liberales ante una clase obrera armada, se puede ver en los informes procedentes de todo el país. Uno de los casos más ilustrativos fue la situación en Valencia dos semanas después de la insurrección. En un informe del propio periódico oficial del Partido Comunista, IPC, en su número del 5 de agosto de 1936 en la página 987 bajo el título: Valencia, podemos leer lo siguiente:
“Durante catorce días, desde el 18 de julio, se ha mantenido en la ciudad la tropa amotinada del 18 Regimiento de Caballería. Los trabajadores de Valencia, la mitad de ellos militantes de la UGT, la otra mitad de la CNT, llevan exigiendo días que se arme a la población, para reforzar la milicia y que se fortalezca suficientemente a los regulares [¿cuántos?, Nota de TG] para saltar sobre el cuello de los fascistas. Los miembros del gobierno de la Unión Republicana de Valencia (la tendencia republicana moderada de Martínez Barrio) vacilaron y finalmente se negaron a distribuir armas. Los trabajadores declararon una huelga general que duró dos días antes de que la presión de las masas, finalmente, consiguiera que el gobierno y los líderes militares decidieran tomar los barracones de la caballería a los pocos minutos, los trabajadores levantaron barricadas de motocicletas la milicia antifascista, los soldados y los trabajadores fortalecieron sus posiciones y estaban dispuestos al asalto a pesar de la indecisión de los dirigentes los trabajadores asaltaron los barracones y tomaron los rifles sin preguntar nada”.
Esto dice mucho de la actitud del “Frente Popular” burgués y los “aliados” del Partido Comunista. Apenas requiere comentarios.
Sin embargo, ante la insurrección y la contrarrevolución de los fascistas, la revolución de la clase obrera respondió. Empezando por los inmortales trabajadores de Barcelona, la clase obrera tomó la iniciativa.
Respondiendo a la llamada de los marineros, que en muchos casos habían arrojado por la borda a los oficiales fascistas, los trabajadores barceloneses marcharon contra el ejército.
Citando de nuevo al corresponsal estalinista del IPC en el mismo artículo titulado Barcelona:
“Los acontecimientos han refutado totalmente la teoría reformista según la cual es imposible que la clase obrera en las ciudades, con esas amplias calles modernas, pueda hacer frente a un ejército equipado con armamento moderno. Las masas de Madrid, Barcelona y docenas de otras ciudades de España, con unas pocas pistolas, navajas y sus puños desnudos, han hecho frente a un ejército de combate Barcelona los trabajadores nos dijeron cómo capturaron la primera ametralladora: corrieron a través de la enorme plaza con sólo una pequeña fuerza en el medio como cobertura, frente a las filas de un fuego furioso, los trabajadores de las primeras filas caían muertos o heridos, pero ninguno flaqueó, el avance continuó hasta que los trabajadores tomaron la ametralladora cuando aparecieron en la calle las baterías de artillería los trabajadores montados en camiones de motor ligero, los dirigieron repentinamente desde los lados de las calles, a una velocidad de 120 kilómetros por hora, contra el flanco de la artillería.
“Madrid.
“Con la excepción de los cuerpos volantes toda la guarnición se amotinó, fueron las masas de trabajadores de las Juventudes Socialistas, Comunistas y Republicanos los que se movilizaron con asombrosa rapidez y determinación, capturando las principales posiciones del alzamiento fascista”.
Según los informes de los corresponsales burgueses, el coraje y la ingenuidad de los trabajadores eran insuperables. Marcharon contra los barracones con patas de sillas, cuchillos de mesa y unas cuantas armas deportivas cogidas de los escaparates de las tiendas de deportes”.
The Times del 24 de julio de 1936 informa desde Barcelona: “San Martí calles arrebatadas de hombres armados con carabinas y pistolas mujeres armadas en algunos camiones hemos tomado todas las armas de los barracones de San Andreu”.
Se podrían escribir libros enteros sobre la forma en que la clase obrera desarmada, espontáneamente, sin la guía de sus dirigentes, tomó medidas contra la amenaza de los fascistas y los derrotaron en la mayoría de las ciudades y en dos tercios del territorio español. Sin la vacilación de la dirección del Partido Comunista y del Partido Socialista en el sur, eso habría ocurrido en todo el país.
Pero ahora, en la llamada España Republicana, el ejército estaba aplastado. La policía había desaparecido y sólo había una fuerza armada decisiva: la clase obrera.
En el análisis de la sociedad hecho por Marx y Lenin, explicaban que el poder del Estado se puede reducir a cuerpos de hombres armados y sus apéndices: tribunales, prisiones, etc. En ese sentido, los trabajadores habían aplastado el Estado capitalista. Ellos tenían el poder: el “gobierno republicano” estaba suspendido en el aire. La mayoría de los propietarios de fábricas habían huido y estaban apoyando a Franco. Los trabajadores tomaron las fábricas y comenzaron a dirigirlas sin los capitalistas.
Los trabajadores instintivamente intentaban cambiar la sociedad y comenzar la revolución socialista. La clase capitalista apoyaba a Franco. Azaña y compañía no representaban nada. Los dirigentes del proletariado se negaban a aceptar esta iniciativa de las masas. Formaron una coalición no con los capitalistas, sino con la sombra de los capitalistas, como señaló Trotsky, los abogados, parlamentarios, etc., de los partidos liberales que en esta situación no representaban a nadie excepto a sí mismos.
Los capitalistas comprendían claramente la situación. El corresponsal antes citado en el mismo artículo continuaba su relato a The Times: “Un hombre me dijo muchos oficiales se han ido y otros fueron arrestados. Se les dijo a los soldados que podían irse a donde quisieran. No es agradable que los trabajadores tengan armas y poder”. Este trabajador de base comprendía, como lo hacía instintivamente la masa de trabajadores, que el poder de facto estaba en sus manos. Eran los dirigentes de sus propias organizaciones los que bloqueaban el camino de la revolución socialista y de este modo traicionaron la revolución, llevándola al camino de la terrible derrota.
El portavoz de la clase capitalista comprendía claramente cuál era la cuestión. Ellos planteaban el problema en términos serios, desde el polo opuesto de la lucha de clases, como hacían los marxistas. El 23 de julio de 1936 en un artículo publicado en The Times se comentaba con seriedad: “El proletariado armado estaba en posesión de la ciudad (Barcelona). ¿Quién iba a desarmarlo? ¿Cuál sería el colofón? ¿El alzamiento militar y de las fuerzas armadas preparó el camino para que el proletariado gobierne en Catalunya? Esas eran las preguntas en boca de todos y en los cuarteles de ‘guerra’ del gobierno era evidente que esta cuestión era su principal preocupación”.
Una vez más, mostrando la verdadera situación, The Times el 25 de julio informaba: “Barcelona: los comités revolucionarios compuestos por anarquistas y comunistas han intervenido en las fábricas hasta nada menos que su incautación el personal de oficina y técnico está trabajando bajo la supervisión de los proletarios El gobierno catalán publicó un decreto declarando su intención de intervenir en toda la banca de la región nombrando una comisión bancaria”. (Así impedían que los trabajadores tomaran el control de la banca, una medida vital sin la que no podría avanzar el desarrollo de la revolución socialista. Marx señaló que el fracaso de la Comuna de París al no tomar los bancos como primer paso, fue uno de los principales factores de su caída. Uno de los primeros pasos de los bolcheviques después de la Revolución de Octubre fue la ocupación de los bancos).
Doble poder
“ Vuestro corresponsal ha obtenido ya el permiso del comité revolucionario de Puigcerdá para regresar a Barcelona ”.
Esto demuestra la existencia de lo que denominamos los marxistas doble poder. El gobierno en Barcelona y Madrid no tenía fuerzas armadas sobre las que basarse. Estaba suspendido por un hilo. Sólo podía existir debido a la tolerancia de la dirección de los partidos obreros, que no estaban dispuestos a dejarlos de lado, por lo que de este modo traicionaron la revolución. De momento, habían tolerado el incipiente poder de los trabajadores. La participación en esta traición o su falta de comprensión se dieron en la dirección de todos los partidos obreros: socialistas, anarquistas, poumistas. Aunque sobre todo, la principal fuerza de la contrarrevolución en el campo de los trabajadores fue la dirección del Partido Comunista. Ésta se resistió a todos los esfuerzos de los trabajadores y abortó la creciente revolución.
En un artículo aparecido en el periódico liberal News Chronicle el 21 de julio, el corresponsal relata lo siguiente: “Mi jornada de anoche en coche desde Madrid a Barcelona fuimos detenidos cada pocas millas bien por gendarmes o por piquetes de trabajadores y campesinos”.
“ Ellos (hombres del Frente Popular) atribuían el colapso de su población en las ciudades del sur en parte al hecho de que en Sevilla y Granada, por ejemplo, las autoridades locales no consiguieron seguir las instrucciones (¿?) del gobierno central y armar a los trabajadores”. (Ya hemos citado a Casares Quiroga y se ve que no existían instrucciones del gobierno central. Los republicanos liberales estaban sin policía ni fuerzas armadas).
El corresponsal del Chronicle continuaba: “La parte de Catalunya contigua a la frontera francesa está en manos de un comité revolucionario compuesto por anarquistas y comunistas. La bandera soviética [roja, TG] está ondeando en el Ayuntamiento de Puigcerdá El Frente Popular está formado parcialmente por trabajadores, parcialmente por campesinos ”.
El 23 de julio el News Chronicle publicaba lo siguiente: “Las tripulaciones de todos los barcos de guerra han tomado el control .”. En la misma fecha este periódico de los capitalistas liberales de Gran Bretaña, hermanos de sangre del partido republicano burgués español, escribía sobre el temor y la inquietud:
“Cualquiera que pueda haber sido la amenaza del comunismo [es decir, la revolución socialista, TG], que los generales fascistas eligieron como pretexto para levantarse contra la república, es una realidad ahora”.
“La milicia socialista y comunista, y sus elementos en el ejército y la armada, han sido la columna vertebral de la defensa contra el ataque fascista. Están luchando por la república y el Frente Popular bajo la bandera roja.
“Las banderas rojas ondean desde Málaga además de las banderas con la frase Unión Hermanos Proletarios, la célebre frase de la insurrección proletaria de Asturias.
“Si los generales son golpeados por las tripulaciones de los barcos de guerra que han tenido una prueba de sangre y las tropas han vencido a sus oficiales, ¿estarán dispuestos a trabajar en serio, incluso que los oficiales republicanos y los trabajadores de las ciudades se reconcilien con la república burguesa cuando prácticamente se han defendido ellos solos?”.
La revolución traicionada
El mismo número continuaba con el siguiente tema: “En el norte de Catalunya ayer los comunistas, socialistas y anarquistas, armados con armas, capturadas de las tropas rebeldes derrotadas, tienen el control. En Puigcerdá el ejército de trabajadores tomó el ayuntamiento, se hizo con el control de la ciudad”. El 24 de julio el corresponsal informa “Hablando con estos miembros de la milicia obrera trabajadores curtidos, artesanos cualificados, jóvenes aprendices Algeciras los trabajadores incendiaron las casas de los fascistas aunque la ciudad ocupada por el ejército fascista los republicanos ven el régimen ya aplastado. El Frente Popular es ahora una historia pasada.
“Es difícil imaginar elementos socialistas, comunistas y sindicalistas que se han hecho cargo de la lucha por la defensa de la república en el sur continuando bajo la tutela de un puñado de republicanos puramente burgueses”.
Este “puñado de republicanos burgueses” iba a retener el control decisivo debido a la política de la dirección de todas las organizaciones obreras: anarquistas, poumistas, socialistas y comunistas. En un sentido u otro, traicionaron la reacción heroica y espontánea contra el alzamiento fascista. Traicionaron el movimiento elemental de clase de los trabajadores, colaborando con los corruptos dirigentes republicanos burgueses, que en esta ocasión no representaban a nadie excepto a sí mismos.
En este trabajo sucio de contrarrevolución “democrática”, la dirección del Partido Comunista jugó el papel principal. Lo hicieron siguiendo las instrucciones de Stalin. En esta ocasión los partidos de la Internacional Comunista se habían convertido en agentes de la política exterior de la burocracia rusa. Esta última estaba aterrorizada ante la posibilidad de que triunfase una revolución socialista en España o en cualquier otro país de Europa Occidental y que pudiera socavar su poder, llevar a su derrocamiento y a la restauración de la democracia obrera en Rusia. En realidad, la revolución en España animó a los trabajadores rusos más que cualquier otro acontecimiento desde la usurpación del poder por parte de Stalin. En un intento de mantener su poder, a través de Stalin, la burocracia se vio obligada a lanzar la “caza de brujas”, asesinando a cientos de miles de militantes del Partido Comunista. Esto fue en parte debido a las repercusiones de la revolución en España. La victoria del socialismo habría sonado a toque de difuntos para la burocracia soviética.
Además, los burócratas no estaban interesados en la diplomacia revolucionaria, como hizo Lenin, sino simplemente en consideraciones puramente nacionalistas. Ellos querían en aquel momento aplacar a los capitalistas británicos y franceses, conseguir una alianza contra Alemania. No deseaban alterar esta situación con una conflagración revolucionaria que se habría extendido a Francia y destruido totalmente el equilibrio social y político mundial.
En España, el Partido Comunista puso el ritmo a la traición de la revolución y de este modo a la terrible derrota de la clase obrera. Pero el Partido Comunista no fue el elemento decisivo. Mucho más poderosos eran los anarquistas y el Partido Socialista, la CNT y la UGT.
Los anarquistas traicionaron todos los preceptos del anarquismo, por no hablar del socialismo. Los principios de no apoyar a ningún gobierno fueron pisoteados entrando en un gobierno burgués, y en un momento en que las bases de apoyo para ese gobierno, con la correlación real de fuerzas de clase, habían desaparecido.
Los socialistas de derecha de Prieto defendían la colaboración con la burguesía republicana, pero en ese momento tenían poco peso dentro de la base. Si Caballero y el ala de izquierdas del Partido Socialista hubieran estado firmemente en contra de este rumbo, como hicieron Lenin y Trotsky en Rusia en 1917, la situación habría cambiado radicalmente. La situación, objetivamente, era mucho más favorable que en Rusia después de la revolución de febrero de 1917. Los trabajadores eran prácticamente la única fuerza armada. Intentaron tomar la industria, como los campesinos intentaron tomar la tierra. Así los trabajadores anunciaban las tentativas de una revolución socialista que ellos instintivamente intentan emprender.
Si Caballero y los socialistas de izquierda hubieran organizado comités de trabajadores o sóviets, en las fábricas y en los barrios, si hubieran defendido la creación de un gobierno obrero, librándose de los remanentes de los capitalistas y los representantes de los republicanos, políticos capitalistas que ya ni siquiera reflejaban, directamente al menos, ni a su clase No se dio ningún paso en dirección a la organización de un gobierno obrero y tampoco una lucha victoriosa de la clase obrera que hubiera llegado a una lucha socialista contra Franco.
Los poumistas en Catalunya siguieron la cola de los anarquistas y entraron en el gobierno burgués de Catalunya. Así prepararon su terrible destino a manos de los estalinistas.
Caballero, rendido a la presión de los estalinistas y en lugar de iniciar la lucha por el poder, esto es una exageración, habría sido sólo una cuestión de barrer hacia un lado a los representantes republicanos desacreditados que sólo se representaban a sí mismos, convocando a los trabajadores para la creación de sus juntas revolucionarias y organizando el poder socialista y la dictadura del proletariado. Los estalinistas habrían sido incapaces de resistirse. Después de haber hecho esto habrían perdido la mayoría aplastante de sus seguidores obreros. Los anarquistas se habrían visto obligados a seguir esta dirección. El POUM (centristas situados entre el reformismo y el marxismo) lo habría apoyado y el ala de derechas de Prieto en el Partido Socialista se habría quedado aislada e incapaz de ofrecer resistencia. Un gobierno obrero podría entonces haber iniciado una guerra socialista revolucionaria contra Franco y haber hecho un llamamiento a la clase obrera internacional en busca de apoyo. Caballero y los socialistas de izquierda no consiguieron entender la oportunidad y los peligros, eso preparó inevitablemente el camino para el descarrilamiento de la revolución y la posterior victoria de Franco.
El Daily Worker del 27 de julio de 1936 informaba de un discurso del dirigente del Partido Comunista británico, Harry Pollitt:
“A la luz de los acontecimientos actuales ahora se puede ver que fue un gran error no destituir a todos los oficiales del ejército contrarios al Frente Popular.
“ el objetivo (de la contrarrevolución) sin duda era destruir la España popular y salvaguardar los intereses de los terratenientes, familias feudales, grandes capitalistas y monárquicos, y controlar una nueva posibilidad de avance de los trabajadores”.
“ Los trabajadores del mundo tras el pueblo español son su medio de victoria ”.
La inútil petición de los republicanos burgueses de desmantelar el baluarte del dominio burgués, el guardián de su dominio y derechos de propiedad, el ejército, se repitió sólo cuando el movimiento espontáneo del proletariado ha demostrado su estupidez, su adormecimiento del proletariado, dejándole indefenso ante la reacción. También pedir a los capitalistas que voluntariamente donen su propiedad al proletariado, como hicieron los socialistas utópicos, es pedirles que desmantelen el aparato de su dominio, la maquinaria estatal de cuerpos de hombres armados y sus distintos apéndices.
Las acciones de los fascistas estaban determinadas por los intereses de los terratenientes, familias feudales y grandes capitalistas, dice Pollitt, y fue repetido ad nauseam por los dirigentes de los partidos comunistas del mundo. Pero derrocarles era precisamente la tarea de la revolución socialista. “Defender la propiedad” y el “orden” era defender los intereses de los organizadores y los financieros de la contrarrevolución fascista. Las palabras de los dirigentes del PC eran totalmente contradictorias. Traicionaron a los trabajadores mientras pronunciaban inconsistentes declaraciones anticapitalistas.
La milicia de los trabajadores
El 27 de julio de 1936 Frank Pitcairn, el corresponsal del Daily Worker en Barcelona escribía: “ Entre las reivindicaciones ya planteadas por las distintas organizaciones, sin embargo, está la inmediata nacionalización de toda la marina mercante y la entrega de varias fábricas vitales a los sindicatos
“ Las milicias obreras armadas permanecerán como cuerpos permanentes de defensa, haciéndose cargo de la mayoría de las funciones del ejército. Gran número de soldados oficialmente de permiso que están alejados de la influencia de los oficiales fascistas se han enrolado ya en la milicia”.
Y una vez más el 29 de julio: “ En todas partes encontré una confianza tranquila y un avance rápido allí donde los trabajadores desarrollaron su control de la situación en la defensa contra el fascismo”.
“ Por ejemplo en Tárrega el presidente del comité local me dijo: ‘La socialización de todos los productos esenciales se ha conseguido aquí desde el pasado miércoles’. ‘Cosecha, aceitunas, vino y todos los demás principales productos agrícolas de la región ahora son propiedad de los trabajadores, a través de sus cooperativas. Estos cultivos anuales serán totalmente propiedad de los campesinos pobres. Primero era necesario llevar a cabo la reorganización de la cooperativa de los terratenientes que, hasta la semana pasada, constituía tanto a campesinos pobres como ricos donde estos últimos naturalmente dominaban la política. Ahora los grandes terratenientes son rechazados la cooperativa, que está totalmente en manos de los campesinos pobres, ha tomado toda la cosecha.
“Estas cooperativas están bajo el control supremo del comité de defensa, sobre el que la Alianza Obrera, y los pequeños partidos burgueses, están también representados
“ Ahora no estamos trabajando para los ricos, sino para nosotros mismos y para los trabajadores de Barcelona y otras ciudades de Catalunya.
“ Barcelona existe un control estricto de los precios y se impone una multa fuerte a la explotación.
“ Los anarquistas han dado instrucciones para la formación de escuadrones volantes para ocuparse de los saqueadores”.
Estas citas en los primeros días de la revolución demuestran la situación que se estaba desarrollando en España, los trabajadores querían hacer la revolución y los campesinos de Catalunya y Aragón, siguiendo su dirección, ocuparon la tierra yendo más allá que los campesinos rusos en los primeros días de la revolución, y colectivizaron la tierra.
Harry Pollitt, escribiendo en el Daily Worker el 29 de julio desde París:
“ Los fascistas han hecho bien sus preparativos. Cuando se dio la señal de revuelta hace quince días, sólo un regimiento en toda Catalunya se negó a unirse. “Pero la iniciativa y la osadía de las masas rápidamente se dejó sentir. Armados con las armas disponibles, los trabajadores tomaron el terreno y, en 36 horas, habían aplastado el alzamiento fascista en y alrededor de Barcelona.
“La milicia obrera tomó los barracones, capturó rifles y artillería, improvisó tanques, capturó las emisoras de radio y rápidamente pasó de la defensiva a la ofensiva.
“Los soldados en los regimientos rebeldes comenzaron a desertar y se pasaban a la milicia obrera. Aquellos que eran capturados eran internados en los barracones y se enviaba a trabajadores para que confraternizaran con ellos, que les explicaran la locura para la que intentaban utilizarles sus superiores ”.
Así se dibujaban claramente las líneas de clase. Todo lo que hacía falta a los trabajadores, bajo una dirección marxista, era organizar su propio Estado, la dictadura del proletariado, y comenzar una guerra revolucionaria contra Franco. Pero el PC, obedeciendo los dictados de sus maestros estalinistas en Moscú, deliberadamente creó confusión. En el Daily Worker del 27 de julio se dice:
“Cualquiera puede ver ahora que los fascistas en España eran capaces de organizar una revuelta militar no porque el gobierno fuera demasiado ‘revolucionario’, sino precisamente porque creían (como los dirigentes obreros) que podrían ‘moldear y adaptar el Estado para su propósito democrático”.
Si el gobierno español hubiera echado a los oficiales fascistas de las fuerzas armadas, si hubiera despedido a los oficiales fascistas de la policía, si hubiera creado una milicia obrera para defender el gobierno e imponer su decisión, no se habría producido la rebelión fascista y se habrían salvado miles de vidas. Pero el pueblo español había aprendido su lección incluso aunque los dirigentes laboristas británicos estén ciegos para ver el significado de la heroica lucha española”.
¡El ciego dirigiendo al ciego! Los estalinistas se negaron a plantear los problemas en términos de clase. Preferían considerar las medidas republicanas burguesas de Casares Quiroga, de los Azaña y Companys como “errores” en lugar de estar motivadas por sus intereses e ideología de clase. Así abandonaron totalmente el método marxista. Marx, Lenin y Trotsky constantemente insistían en la necesidad de abandonar la retórica abstracta y descubrir despiadadamente los defectos de los argumentos de los demócratas burgueses.
En un momento en que el poder real estaba en manos de la clase obrera, los dirigentes socialistas y comunistas preferían devolver el poder a los desacreditados representantes de la burguesía republicana, mientras que la propia burguesía se había pasado mayoritariamente al lado de Franco, en eso reside la tragedia de la revolución y la guerra civil españolas.
Si en España no había una revolución social ¿a qué se supone que se parece una revolución social? Los pocos abogados, médicos y parlamentarios que estaban al lado de la República, constituían una minoría pequeña, las primeras victorias sobre los fascistas las consiguieron los trabajadores luchando por objetivos obreros.
El Partido Comunista era la vanguardia de lucha de la contrarrevolución democrática de la España republicana. Arrastró tras de sí a los dirigentes socialistas y anarquistas. La dirección del PS no había elaborado una perspectiva propia y fue arrastrada por el PC, el ala de derechas apoyó con entusiasmo y el ala de izquierdas alrededor de Caballero simplemente protestó. Pero el ala de Caballero no estaba dispuesta a mantenerse firme. Si lo hubiera hecho, los acontecimientos en España habrían tomado un rumbo totalmente diferente y habría sido posible una victoria socialista.
El POUM era la organización más de izquierdas, presentándose como marxista, pero siguió a los anarquistas en Catalunya al gobierno y preparó el camino para su destrucción. Pasaron de ser un partido con 1.000-1.500 a 30.000 militantes en seis semanas. Según algunos informes esta cifra subió a 60.000. En proporción a la población eran más fuertes que los bolcheviques en los primeros días de la revolución rusa. Además, la situación en España era mucho más revolucionaria.
La milicia obrera estaba organizada como un ejército obrero. Pero el PC en España tenía sus órdenes. El 5 de agosto de 1936, poco más de quince días después del intento de contrarrevolución y el movimiento de respuesta, publicó la siguiente declaración:
“El comité de control del Partido Comunista de España el pueblo español, en su lucha contra la rebelión, no está luchando por el establecimiento de la dictadura del proletariado sino que sólo tiene un objetivo: la defensa del orden republicano al mismo tiempo que respeta la propiedad.
“ Este trabajo cuenta con la cooperación de partidos conservadores como el Partido Nacionalista Vasco, cuyos militantes son católicos. Este hecho desmiente la declaración hecha por el general Franco del ‘peligro marxista’ en España, y demuestra que el deber impuesto a todas las personas amantes del orden, sin excepción, es el de ponerse al lado de los defensores del orden, en España”. Esto aparecía en el Manchester Guardian el 6 de agosto, el periódico liberal tradicional de Gran Bretaña.
Qué llamamiento tan inspirador y edificador de la moral para las masas españolas: éstas no deberían tomar medida alguna contra la propiedad de los millonarios terratenientes e industriales, que habían promovido y financiado el movimiento de los fascistas y la insurrección de los generales del ejército. Estas palabras estaban incluso a la derecha de la posición de los republicanos de izquierda. José Giral, el primer ministro en Madrid, maniobrando bajo la presión de los trabajadores y temeroso de que ellos tomaran los bancos, informó sin comentarios al Daily Woker el 8 de agosto:
“Explicando las medidas para el control de la industria y los bancos, el señor Giral dijo: ‘Es necesario socavar las bases económicas del fascismo. Los grandes bancos y la gran industria han sido los maestros adinerados del fascismo, suministrando fondos con los cuales los generales fascistas han sido capaces de llevar a cabo su ataque criminal sobre nuestro pueblo. Por eso es ahora necesario el control vigilante”.
¡Qué argumento tan contundente para la expropiación de los terratenientes, banqueros y capitalistas! ¿Qué significaba ‘control’? Simplemente preservar las bases del capitalismo hasta mejores tiempos o la victoria de Franco. Los trabajadores no se sacrificaban y derramaban heroicamente su sangre por esto.
Tomando unos pocos despachos aleatorios del periódico liberal Guardian que tratan las medidas adoptadas por los trabajadores españoles. El 23 de julio de 1936 el Guardian informa desde Madrid:
“Un comité de organizaciones sindicales ha tomado hoy el control de todos los servicios ferroviarios de Madrid, echado al director, a los subdirectores y funcionarios de la Compañía Ferroviaria del Norte, sustituyéndoles por republicanos probados”.
Después un despacho de Barcelona del 27 de agosto de 1936: “Un decreto del gobierno publicado este fin de semana hace efectiva la jornada laboral de 40 horas semanales y un 15% de aumento de los salarios para los trabajadores industriales que ganan menos de 600 pesetas al mes. El PSUC (Partido Socialista Unificado de Catalunya) y los anarquistas proponen una jornada semanal de 36 horas semanales. 10% para los salarios inferiores a las 500 pesetas mensuales. Un 25% de reducción en los alquileres. El pago de los días de huelga, indemnización para los desempleados. Control de la producción por parte de los trabajadores. Supresión de distintos sectores del ejército. La continuidad de las milicias populares. Un consejo de guerra sumario para los jefes militares de la insurrección actual”.
Esto fue aceptado —en palabras— por el presidente catalán Companys como una maniobra desesperada e inútil para ganar tiempo con la esperanza de que la situación mejorara.
En el mismo número se habla de la huída de extranjeros de Barcelona:
“Los viajantes dijeron que la huelga fue el contragolpe de los trabajadores a los fascistas Al día siguiente no había sirvientes en el hotel y quedaba poca comida”.
En el Guardian del 29 de julio de 1936 había una entrevista con un francés
propietario de un garaje de Barcelona que había huido a Toulouse:
“ Nadie en Barcelona obedece ya al gobierno, o, más bien lo que es la izquierda del gobierno. El poder ha pasado a manos de grupos de trabajadores, que a menudo son guiados por sus pasiones sociales y políticas. La gente obedece a los dirigentes de estos distintos grupos, muchos de los cuales son anarquistas y comunistas. Es bastante curioso encontrar que el Ayuntamiento de Port Bou es el único de izquierdas que todavía funciona normalmente bajo el control de la guardia civil. En todas partes se han creado comités locales en otros edificios y los ayuntamientos han sido abandonados. En el campo los campesinos continúan trabajando las tierras y son pagados en aves de corral, ganado y otras provisiones en bonos. La mayoría de estos bonos están firmados por el Partido Comunista o el Partido Trotskista Unificado de los Trabajadores [en realidad el POUM, formado por ex trotskistas y nacionalistas catalanes anteriormente militantes del Partido Comunista, TG] Los bancos están abiertos y reciben cheques firmados pero no los pagan ”.
Y después de nuevo el 3 y 4 de agosto desde Barcelona:
“Los servicios públicos están funcionando eficazmente bajo la dirección de sindicalistas que ahora controlan todo el transporte, incluidos los ferrocarriles catalanes y ciertas industrias importantes”.
Y otra vez el 4 de agosto de 1936:
“Todos los servicios públicos como el agua, el gas, la electricidad, los tranvías y los ferrocarriles, están ahora administrados por los trabajadores. Los anteriores administradores y externos técnicos están, no obstante, retenidos y consultados donde es necesario. Pero mientras que los salarios de los trabajadores han aumentado un 30%, en los servicios técnicos se ha limitado estrictamente a 1.500 pesetas al mes”.
Algunas veces la esencia de un acontecimiento se puede discernir en cosas sin importancia, que son sintomáticas de procesos más profundos. El Daily Worker del 7 de agosto de 1936 habla al mismo tiempo de cómo el comité central español del Partido Comunista está balbuceando sobre el orden y la defensa de la democracia y la propiedad.
“Las ciudades controladas por las tropas del gobierno español ven como se cambian los nombres de las calles. Los nombres que tienen alguna conexión con el capitalismo se cambian. Las calles Libertad Proletaria y Carlos Marx las sustituyen”.
Este informe de la propia prensa estalinista demuestra los deseos y aspiraciones reales de la clase obrera armada en aquel momento. Ellos estaban intentando imponer una política revolucionaria a la dirección que estaba demasiado ciega o acobardada, o en el caso de la dirección del PC y de los socialistas de derechas, también escéptica, cínica y traidora para comprender la realidad de la situación. En el mismo número del Daily Worker su corresponsal en Madrid escribe:
“ . La fábrica de aviación de Cuatro Vientos está funcionando directamente bajo control de un comité obrero, formado por representantes de trabajadores de todas las ramas
“ De manera similar la mayoría de las fábricas, ferrocarriles, tranvías y plantas de energía están funcionando bajo el control de los comités de fábrica “ Todas las operaciones bancarias también están bajo el estricto control de comités formados por representantes del sindicato de oficinistas, de este modo garantizan la imposibilidad de que los adinerados fascistas puedan hacer operaciones perjudiciales para la causa republicana”.
Estas pocas citas y el material de las anteriores páginas sólo proporcionan un pálido reflejo de la magnificencia de la revolución, de la revolución obrera, debemos llamarla por su nombre, la revolución socialista que se estaba desarrollando en España. Los trabajadores estaban intentando romper con el capitalismo, tanto en las pequeñas cosas como en la cuestión del poder. La dirección de sus organizaciones y a través de ellas las propias organizaciones, bloqueaban su camino. No había partido o fracción en los partidos, dispuesta a oponer resistencia, como hicieron los bolcheviques en Rusia o Rosa Luxemburgo y Karl Liebknecht en Alemania.
Los bolcheviques, de una pequeña minoría, se convirtieron en la mayoría en la revolución rusa y llevaron a los trabajadores a la victoria. En España en una situación excepcionalmente favorable, no existía un partido ni una dirección capaces de hacer una estimación correcta de la situación, sacando las conclusiones necesarias y dirigiendo a los trabajadores firmemente hacia la toma del poder. Todo lo que era necesario en esta situación era explicar a los trabajadores la correlación real de fuerzas, los pasos vitales y necesarios, demostrarles dirigentes y sus organizaciones suyos, cuál era el camino.
El poder estaba en manos de los trabajadores, pero no estaba centralizado ni organizado. Se deberían haber organizado comités, juntas o sóviets, el nombre no importa, en cada fábrica y distrito, elegidos por los trabajadores, amas de casa y en todos los sectores de la población trabajadora, incluidos los campesinos y por supuesto en las milicias obreras. Estas a su vez deberían haber estado vinculadas a través de delegados para formar un comité de área, regional y nacional. Esto podría haber formado el marco de un nuevo régimen que echara a un lado al inútil y despreciable gobierno, y estableciera la dictadura del proletariado.
Los revolucionarios aislados
El ambiente y las acciones de la clase obrera habrían conseguido una respuesta mayoritaria. Fuera de España, día a día, León Trotsky y los trotskistas, hicieron el análisis correcto, pero en ese momento en España no había ninguna autoridad ni organización capaz de influir en los acontecimientos. La aplastante mayoría de los militantes activos del PSOE, PCE, POUM y militantes anarquistas, desgraciadamente no tenían acceso al material publicado por los trotskistas y de este modo no podían reaccionar ante él. Esa fue la tragedia de la revolución española, que la condenó a la derrota y preparó el camino para la victoria de Franco en la guerra civil.
Aquí podemos tratar los acontecimientos de la guerra civil sólo de una forma incompleta e incluso como una sinopsis. Si es necesario regresaremos a este tema con la documentación necesaria. Sin embargo, Félix Morrow ha escrito un clásico del marxismo: Revolución y contrarrevolución en España, que es un registro inestimable de los hechos. Esperamos que pronto esté disponible en castellano para el beneficio de los compañeros de las Juventudes Comunistas y Socialistas. José Giral, como primer ministro de un gabinete formado exclusivamente por republicanos de izquierda, cada vez era más y más incompatible con la correlación real de fuerzas. Consecuentemente, Giral dimitió el 14 de septiembre y entregó el gobierno a Caballero, que formó un gobierno que consistía en socialistas —de derecha e izquierda—, comunistas, republicanos de izquierdas e incluso republicanos de derechas. De ese modo, en lugar de desmantelar el Estado burgués, Caballero y los socialistas de izquierda colaboraron con los estalinistas en apuntalarlo con las formas parlamentarias “correctas”.
Ellos no representaban a los sectores decisivos de la burguesía pero tampoco a un sector considerable del proletariado. Estaban en el limbo, sin ni siquiera la base normal de un Estado burgués: el control de las fuerzas armadas. Las milicias obreras estaban bajo el control de las organizaciones obreras y miraban a ellos en busca de guía y dirección.
En lugar de alentar a los trabajadores en sus intentos de tomar el control, Caballero prometía un mundo mejor ¡Después de la guerra! En las Cortes anunciaba: “ Es importante afirmar inmediatamente que la estructura del país cambiará después de nuestra victoria y que el primer artículo de la constitución irá de acuerdo con que España es una república de las masas oprimidas se podrá por fin conseguir ” (International Press Correspondence, 19 de septiembre de 1936, p. 1.260).
¡Pero la esencia de una guerra civil es que las masas no pueden esperar! Un cambio en la estructura social se tiene que llevar a la práctica inmediatamente si se quiere tener un efecto en los trabajadores y especialmente los campesinos. Se las ha engañado en tantas ocasiones que se han vuelto escépticas e indiferentes ante las promesas. Las declaraciones de cambios sociales, especialmente cuando son tan vagas, y las frases indefinidas pueden no tener efecto, especialmente para los campesinos.
Ellos quieren hechos y no palabras en una situación donde las palabras están acentuadas por las balas. Lenin explicó hace tiempo que: “una onza de experiencia vale más que diez de teoría”. Especialmente en lo que se refiere a promesas. Si las masas tienen que hacer grandes sacrificios de sangre y sufrimiento deben ser por un objetivo que merezca la pena, y no la desacreditada “república” burguesa que había preparado el camino para la contrarrevolución fascista.
Embelleciendo la “república” como había hecho Caballero, puede que no convenza a los campesinos. Ellos piensan en términos de tierra. Esa es la realidad para ellos. Cuando la propaganda por los altavoces al ejército rebelde estaba dirigida a las trincheras, la respuesta de los campesinos conscriptos en el ejército de Franco a los llamamientos a pasarse a la república era: ¿qué ha hecho la república por nosotros? Para ellos era una lucha entre generales. No querían luchar pero no eran capaces de ver la diferencia fundamental entre los dos bandos.
¿Para qué arriesgarse a las represalias contra sus familias o arriesgar sus propias vidas si se pasaban? Consecuentemente, luchaban por su propia esclavización, así como la de los trabajadores y campesinos de toda España.
Para dejar claro que no era cuestión de cambios sociales reales, el secretario general del Partido “Comunista”, José Díaz, escribía en el mismo número: “Ante la alarma de la opinión pública internacional [¿qué opinión? La de los capitalistas, TG] sus enemigos han afirmado que es un gobierno socialista-comunista, en realidad no es nada más y nada menos que la continuación de los ministros republicanos y democráticos”. Esto es por una vez correcto ¡y ya hemos visto los hechos de estos ministros! “Allí donde los campesinos en masa han emprendido la lucha armada contra los rebeldes ahora están organizando la lucha guerrillera en la retaguardia de los bandidos reaccionarios ”.
Buscando ejemplos de esa criatura mítica en condiciones modernas, la “burguesía revolucionaria”, el escritor del Partido Comunista continúa: “El éxito considerable del partido de Martínez Barios en las elecciones (de febrero de 1936) no se puede explicar de otra forma que por los sentimientos antifascistas de una parte de la burguesía (después de la insurrección fascista de julio)”. José Giral, Francisco Barnes, Casares Quiroga (su papel se ve suficientemente en sus amenazas de dar instrucciones de ejecutar a cualquier que armara a los trabajadores), Enrico Kames y Manuel Blasque Garón. Los industriales y los terratenientes que forman parte del ministerio de José Giral ”. En realidad ellos representaban no a su clase sino a sí mismos como individuos, dentro del campo republicano maniobraban desesperadamente contra la revolución socialista.
Aparte del hecho de que los primeros días y horas del alzamiento fascista antes de que ellos hubieran perdido el control de los acontecimientos, el gobierno liberal intentó llegar a un acuerdo con los gánsteres de Franco. El artículo, continúa con un humor horroroso e inconsciente: “ . De haberse desarrollado los acontecimientos de manera diferente es posible que algunas de estas personas hubieran buscado un compromiso con la reacción ”.
El artículo continúa:
“ No puede haber duda de que la aplastante mayoría de la burguesía simpatiza con los insurgentes y los apoya, pero hay grupos de la burguesía, especialmente entre las minorías nacionales. Por tanto estos grupos no deben quedar excluidos en el campo antifascista Una amplia base social en un momento de una lucha tan profunda es uno de los factores que garantían el éxito de la revolución El Frente Popular antifascista español, como forma pacífica de la unificación de las distintas clases frente al peligro fascista Al mismo tiempo la peculiaridad del Frente Popular español el ritmo relativamente lento mediante el cual las masas del campesinado están entrado en la lucha armada ”.
“Añadir” combustible a las llamas difícilmente aumenta las fuerzas. Tener el apoyo del remanente de la burguesía, como demostraron los acontecimientos, sólo debilitaba y socavaba, no fortalecía la lucha contra Franco. La medida de expropiar a los terratenientes y los capitalistas habría fortalecido el campo de los trabajadores un millón de veces más. Pero en realidad los estalinistas, siguiendo instrucciones de Moscú, intentaban desesperadamente restaurar el régimen republicano burgués. En Catalunya, y España, como el partido que defendía la “ley” y el “orden”, “la defensa de la propiedad privada”, ellos se convirtieron en el partido de la clase media en las ciudades y los campesinos ricos en el campo. En aquel momento dos tercios de la militancia estaba formada por tenderos, capataces, pequeños empresarios, campesinos ricos, técnicos de alto nivel, etc., Sólo un tercio estaba formado por trabajadores, la mayoría el sector más atrasado de la clase obrera.
¿Ejército de trabajadores o ejército capitalista?
Los estalinistas como defensores de la “burguesía revolucionaria” estaban intentando restaurar la situación en la España republicana que existía antes de la revolución. Esto requería la contrarrevolución —sangrienta y vil— dentro del campo republicano.
Tan pronto como en octubre de 1936, persuadieron a Caballero para que comenzara el proceso de transformación de la milicia en un “ejército regular”. Actualmente está claro que en una guerra civil es necesario un mando centralizado. Pero la cuestión fundamental de un ejército en la sociedad moderna es ¿sobre qué intereses está organizado? ¿Qué base de clase tiene? ¿Cuál es su motivación? ¿De qué clase procede el personal general y los oficiales? ¿Qué intereses representan? ¿Qué bases de clase tienen? Ningún llamamiento mítico a la unidad antifascista puede evitar las cuestiones de clase mientras permanezca existiendo la sociedad de clases.
Trotsky y los bolcheviques construyeron un ejército también desde cero. Pero el ejército de los trabajadores estaba en el poder. Utilizaron decenas de miles de oficiales del ejército zarista, pero estaban bajo el control estricto de los comisarios obreros leales al Estado obrero y a los ideales de la revolución socialista.
Si se construye un ejército centralizado sólo puede ser herramienta de un Estado capitalista o de un Estado obrero, no puede ser un ejército sin clase, es imposible esa neutralidad mítica de clase. Consecuentemente, temeroso o incapaz de consumar la revolución socialista, Caballero y los otros dirigentes ayudaron a llevar a cabo la organización de un ejército capitalista. Esto una vez más tuvo consecuencias desastrosas para la guerra civil.
Como ya se ha demostrado, la aplastante mayoría de los oficiales y los generales estaban con los fascistas, mucho más a la vista incluso que en Rusia. En una lucha puramente militar ellos claramente contarían con ventaja. Pero la guerra, incluso una guerra civil amplificada, es la continuación de la política por la fuerza. En la guerra, dice Napoleón, la relación de la moral con la fuerza física es de 4 a 1.
Con la creación de un ejército no basado en el modelo del Ejército Rojo de 1918-1920, sino en un ejército capitalista, toda la base de la lucha de clases era socavada. Sistemáticamente, en Barcelona y Madrid, los estalinistas se afanaron por recrear el Estado burgués. El primero de los grandes éxitos se había conseguido gracias a los métodos de la revolución social. Las milicias al primer impulso conquistaron Aragón. Se tomó la tierra en Catalunya y Aragón. Ese era un avance mayor al que consiguió la Revolución Rusa en sus primeros días, como respuesta a generaciones de propaganda anarquista la tierra fue colectivizada por los propios anarquistas. La milicia se quedó a las puertas de Huesca, Teruel y Zaragoza.
Pero el gobierno central privó a este frente de armas y suministros por temor a las consecuencias sociales revolucionarias que supondría la victoria del mismo. Caballero se permitió ser chantajeado por el PC bajo amenaza de que los rusos dejarían de suministrar armas, el grueso eran enviadas al frente de Madrid, donde el PC jugó un papel importante.
El creciente conflicto entre las aspiraciones de los trabajadores y el regreso gradual a la “normalidad” burguesa es lo que precipitó la crisis conocida como las “Jornadas de Mayo de 1937”.
Toda revolución ha presenciado movimientos similares de los trabajadores cuando sentían que la revolución estaba siendo traicionada. Las Jornadas de Junio en Francia en 1848, las Jornadas de Julio en Rusia de 1917 y las Jornadas de Enero en Alemania en 1919. Las masas sentían que el poder se les escapaba de las manos. Se levantan convulsivamente, en un movimiento elemental, para protestar por la “capitulación” ante la burguesía.
El poder en manos de los trabajadores
La causa inmediata de la insurrección de la clase obrera en Barcelona y Catalunya fue el intento de los estalinistas de retomar el control de Telefónica para el gobierno catalán. Ésta estaba bajo el control de los trabajadores de la CNT desde los primeros días de la revolución y representaba un elemento de control obrero.
Los estalinistas en la Generalitat, el gobierno autónomo catalán, envió algunos tanques y tropas para tomar el control del edificio. Los trabajadores respondieron con una huelga general. Aparecieron barricadas en Barcelona y otras ciudades catalanas. El gobierno se sentía impotente. Se intentó enviar tropas de asalto desde Valencia y enviaron a las Brigadas Internacionales para sofocar el movimiento de los trabajadores, pero este intentó colapsó por la negativa de las tropas a emprender acción alguna contra los trabajadores.
Una vez más ¡el poder estaba en manos de los trabajadores! No había tropas en Barcelona ni en ninguna otra parte sobre las que se pudiera basar el gobierno para aplastar el movimiento.
Aquí la CNT y el POUM salieron al rescate del reactivado Estado burgués. Argumentando que era imposible comenzar una guerra civil dentro de la guerra civil, estos “marxistas” apelaron a los trabajadores para que regresaran al trabajo. Para acabar con el conflicto habría que llegar a algún tipo acuerdo entre los trabajadores y el gobierno. Durante cuatro días los trabajadores controlaron las calles. ¡Si el POUM hubiera llamado a la toma del poder ninguna fuerza les habría detenido! Los anarquistas y el POUM convencieron a los trabajadores para que “regresaran al trabajo”. ¡La crisis estaba terminada! La oportunidad de transformar la situación se había perdido.
Si el POUM hubiera tomado el poder podían haber ofrecido al gobierno de Madrid un frente único contra Franco. El gobierno no tenía tropas en las que basarse. Rápidamente las masas de Madrid, Valencia y en los otros frentes se habrían reunido bajo la bandera del socialismo en Barcelona. El poder del gobierno de Madrid se habría derrumbado y desaparecido.
El POUM fracasó. Había entrado en el gobierno burgués catalán con los anarquistas y esperaba milagros. En palabras estaban contra la colaboración de clase, pero en los hechos colaboraban con la sombra de la clase capitalista.
A las seis semanas recibieron la recompensa por su cobardía y falta de perspectiva. En una revolución las masas aprenden rápido, pero estos “dirigentes” no habían aprendido nada. Los estalinistas aprovecharon la oportunidad que les daba el hecho de que las masas hubieran quedado reducidas a la pasividad y la desesperación. Utilizando el pretexto de que el POUM estaba implicado en un complot con Franco, fue ilegalizado. Nin y otros dirigentes fueron asesinados por agentes de la GPU en España. El partido desapareció de la escena.
Caballero se había negado a la supresión del POUM. Por consiguiente debía ser sustituido. El PC ideó un complot con Prieto, el ala de derecha socialista y los burgueses republicanos del gabinete. Caballero fue sustituido por Negrín, que era más manejable en manos de los estalinistas. La Pasionaria lo aclamó como el “¡gobierno de la victoria!” Hubo algunas victorias militares. ¡Muy pocas! Pero la transformación de la lucha en algo puramente militar hizo que se sembrara una de las semillas para la derrota. Los oficiales burgueses que tenían formación militar no eran de confianza.
Después de la disolución de las milicias, Málaga y el País Vasco fueron traicionados por un sector de los mandos en manos de los fascistas.
Pero en cualquier caso, como una lucha puramente militar, la guerra no se ganó. Las excusas generales, sin tratar el tema en absoluto, explican la derrota como lo hacen los reformistas y los estalinistas, ¡la intervención extranjera y los moros! Hitler y Mussolini suministraron armas, 100.000 italianos y de 20.000 a 60.000 alemanes, decenas, si no cientos de miles de moros estaban en el ejército de Franco.
Pero en la Revolución Rusa también, hubo intervención de tropas extranjeras. Veintiún ejércitos de todas las grandes potencias intervinieron. Rusia estaba bloqueada. En las primeras etapas de la guerra civil sólo una provincia junto con Petrogrado permanecía en manos de los bolcheviques. El resto de Rusia estaba en manos del Ejército Blanco y de los ejércitos de intervención.
Los bolcheviques no ganaron porque tuvieran armas o habilidades militares superiores, sino porque dirigieron la guerra civil como una lucha social. Tierra para los campesinos, libertad para las nacionalidades oprimidas, fábricas para los trabajadores e internacionalismo proletario eran el método de los bolcheviques. Por consiguiente, cada ejército blanco enviado contra los bolcheviques, los trabajadores, los campesinos rusos y su poder, se amotinaba y tenía que ser retirado. Detrás de las líneas capitalistas e imperialistas los campesinos y los trabajadores saboteaban la lucha. Suministraban al Ejército Rojo información valiosa sobre sus enemigos. Organizaron la guerra de guerrillas. Los Ejércitos Blancos al sentir esa hostilidad de la población se desmoralizaban. Decenas de miles de conscriptos desertaban para pasarse a los rojos. Los trabajadores rusos salieron victoriosos en la guerra civil.
En China, Mao Tse-Tung y el PC chino, llevaron adelante una guerra semirevolucionaria y consiguieron la victoria. La guerra civil comenzó con una aplastante mayoría de las fuerzas de Chiang Kai-Shek, tanto militar como numéricamente. Tenían el equipamiento más moderno en tanques, aviones y armas, suministrado por el imperialismo estadounidense. La mayor parte de China estaba en sus manos. Pero entregando tierra a los campesinos, reservando un pedazo de tierra a los soldados de los ejércitos de Chiang en las aldeas donde llegaban, ganaron a las tropas. Por cientos de miles, divisiones enteras, desertaban hacia el Ejército Rojo. Con la guerra social —una guerra semirrevolucionaria— también consiguieron victorias militares, gracias a la elevada moral de las tropas. Desde los oficiales campesinos hasta el cabo más inferior, esa es la manera, aunque se carezca de material sofisticado, aunque los puntos de ventaja militares parecían estar aplastantemente contra ellos en el territorio, tanto en número como en material, pero triunfaron.
Cuando se examina la guerra civil se pueden ver los procesos contrarios. La magnífica iniciativa de los trabajadores, que sin armas consiguió victorias deslumbrantes en dos tercios del territorio español. La flota se pasó al lado de los trabajadores. Parte de la Fuerza Aérea y la Artillería.
Pero la revolución no se consumó. Palmo a palmo los trabajadores eran barrenados. La contrarrevolución democrática en la retaguardia socavaba la lucha en el frente. La tierra en Catalunya y Aragón era devuelta a los terratenientes. Las fábricas gradualmente reconquistadas por los capitalistas. Se restauró el Estado y el ejército burgués. El poder estaba en manos del “capitalismo democrático”.
¿Cuáles son las consecuencias? Los moros eran las tropas de choque de Franco. ¿Por qué lucharon para esclavizarse a sí mismos y a sus hermanos, los trabajadores y los campesinos españoles? Abd El Krim, que dirigió la lucha por la independencia morisca de España y Francia, estaba en el exilio en una isla en el Mediterráneo. Él ofreció al gobierno republicano ir a España y hacer un llamamiento a los moros para que se pasaran al lado de la República. Todo lo que pedía era la devolución de la autonomía de Marruecos. Pero dar autonomía a Marruecos sería ofender a las “democracias” de Gran Bretaña y Francia, porque socavaría sus imperios en África. Además, ¿no se comprometió el gobierno del Frente Popular a mantener todo el territorio español? Al no seguir métodos revolucionarios en la guerra la oferta fue rechazada. Durante todo el conflicto los moros permanecieron como las mejores y más feroces tropas de Franco. Lo más irónico de este hecho particular es que más tarde, temerosos del colapso y ante el temor de tener que enfrentarse a una guerra colonial, Franco concedió, no la autonomía, sino la independencia. De este modo ¡los fascistas fueron los primeros en arriesgar lo que el miserable gobierno del Frente Popular no estaba dispuesto a conceder cuando estaba luchando por su vida!
Es verdad que Mussolini y Hitler suministraron enormes cantidades de material y también tropas a Franco. Pero estas tropas eran campesinos y trabajadores italianos, campesinos y trabajadores alemanes. Se podía llegar a ellos, pero sólo con un llamamiento socialista internacional como hicieron los bolcheviques en Rusia. Pero a pesar de todo, las tropas extranjeras y los moros eran auxiliares. El cuerpo principal de las tropas de Franco eran españoles, principalmente campesinos conscriptos al ejército de Franco. Sólo se les podía ganar mostrando las diferencias sociales fundamentales entre los dos ejércitos. Tierra a los campesinos, fábricas a los trabajadores, libertad para las nacionalidades oprimidas en España y África, ese era el único programa para la victoria.
El programa de devolver el poder a los terratenientes y capitalistas no podía tener ningún efecto sobre las tropas del ejército de Franco. La superioridad militar en oficiales, tanques, en este nivel todas las ventajas estaban en el lado de Franco. Llevando a cabo la lucha como una “guerra militar”, no como una guerra social por armas, garantizaron la derrota. El “Frente Popular” francés y la “democrática” Gran Bretaña no enviaban armas a la España “republicana” con la farsa hipócrita de la “no intervención”. La Rusia estalinista participó en esta farsa. Sólo proporcionaron armas, después de que se perdieron unos meses preciosos, y sólo a condición de detener la revolución social.
La política de los partidos obreros en la revolución y en la guerra civil garantizó la derrota. Pero debemos asumir por un momento que se hubiera conseguido algún fantástico milagro militar sin una victoria social, ¿entonces qué? El poder había regresado a manos de los capitalistas y terratenientes. Los remanentes de la vieja casta de oficiales y clase media habían tomado sus empleos y reconstruido el ejército burgués. El país estaba arruinado y hecho trizas por la terrible guerra civil.
Al reprimir la iniciativa de los trabajadores y su naciente control de las fábricas se habían desmoralizado y frustrado los ideales de la clase obrera. Los generales, situados al mando del renovado ejército decidían todo. Al final de la lucha era evidente que la victoria estaba lejos.
El incontrolado mando del ejército, del ejército regular restaurado, tenía el poder para intentar y promover un compromiso con Franco (¡!): el general Casado y el general Miaja. Miaja con un carné de militante del Partido Comunista en su bolsillo ¡estableció una dictadura militar! Como recompensa por ser la vanguardia de la contrarrevolución democrática dentro de la revolución, el Partido “Comunista” fue ilegalizado y obligado a pasar a la clandestinidad. Ahora había dos dictaduras en España: ¡a ambos lados de las trincheras!
Incluso si la España “republicana” hubiera ganado la guerra civil ¡el resultado habría sido un Estado policíaco militar en España! Esta fue la condena final de la política de todas las organizaciones obreras.
España, después de más de tres décadas de dictadura se mueve de nuevo hacia la revolución. Los dirigentes del PC, después de no haber aprendido nada, juegan el mismo pérfido papel.
La tarea de las Juventudes Socialistas españolas es llevar las lecciones de la guerra civil a la clase obrera y por supuesto a la base de los luchadores del Partido Comunista. Tanto interna como internacionalmente la perspectiva es favorable. El anarquismo está desacreditado en su “último reducto latino” y es muy débil. El Partido Socialista y el Partido Comunista son dos fuerzas reales dentro de la clase obrera. La base del PC responderá ante la dirección audaz del PS y las JS si se basan en las ideas del marxismo.
La victoria de la revolución socialista en España puede transformar la situación internacional. El único camino de los trabajadores españoles para garantizar el éxito de la revolución, es aprender las lecciones de la revolución española de 1931-1937 y de la guerra civil. Sin esta comprensión estarían condenados a cometer errores similares y sufrir el destino de sus padres y abuelos.
Otoño de 1973
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Las tareas de los comunistas en España
Carta a la redacción de ‘Contra la Corriente’[1]
13 de junio de 1930
Saludo calurosamente la aparición del primer número de vuestro periódico. La Oposición Comunista española sale a la arena en un momento particularmente propicio y no menos decisivo.
Ahora, la crisis que atraviesa España se desarrolla con una regularidad notable, que permite a la vanguardia proletaria prepararse durante un cierto tiempo. Pero es muy dudoso que este tiempo sea de larga duración.
La dictadura de Primo de Rivera ha caído sin revolución, por agotamiento interior[2]. Esto quiere decir, en otros términos, que en su primera etapa la cuestión fue resuelta por las enfermedades de la vieja sociedad y no por las fuerzas revolucionarias de una sociedad nueva. No es un simple azar. El régimen de la dictadura, que, para las clases burguesas, no encuentra a su justificación en la necesidad del aplastamiento inmediato de las masas revolucionarias, se encuentra simultáneamente en contradicción con las necesidades de la burguesía en los terrenos económico, financiero, político y cultural. Pero la burguesía eludió la lucha con todas sus fuerzas hasta el último momento; dejó a la dictadura el tiempo de pudrirse y de caer como una fruta agusanada.
La burguesía y la dictadura
Después de este acontecimiento, las clases dirigentes, en la persona de sus grupos políticos, se encuentran obligadas a adoptar una posición neta ante las masas populares. Y así observamos un fenómeno paradójico. Los mismos partidos burgueses que, gracias a su conservadurismo, renunciaban a llevar a cabo alguna lucha seria contra la dictadura militar, rechazan actualmente toda la responsabilidad de esta dictadura sobre la monarquía y se declaran republicanos. En efecto, se podría creer que la dictadura ha estado durante todo el tiempo suspendida de un fino hilo del balcón del Palacio real, y que sólo se apoyaba sobre el sostén, en parte pasivo, de las capas más sólidas de la burguesía, que paralizaban con todas sus fuerzas la actividad de la pequeña burguesía y pisoteaban a los trabajadores de las ciudades y de los campos.
¿Y cuál es el resultado? Mientras que no solamente los trabajadores, el pequeño pueblo urbano, los jóvenes intelectuales y casi toda la gran burguesía son republicanos o se declaran como tales, la monarquía sigue existiendo y actúa. Si bien Primo sólo mantenía de un hilo a la monarquía, ¿de qué hilo se mantendrá la monarquía, incluso en un país tan “republicano”? A primera vista esto parece un enigma insoluble. Pero el secreto no es en manera alguna tan complicado. La misma burguesía que “sufría” a Primo de Rivera, lo sostenía, en efecto, como sostiene actualmente a la monarquía mediante los únicos medios que le quedan, es decir, declarándose republicana y adaptándose así a la psicología de la pequeña burguesía, para engañarla y paralizarla lo mejor posible.[3]
Para quien la observa de lado, esta escena, a pesar de su aspecto dramático profundo, no está desprovista de un aspecto cómico. La monarquía está sentada sobre la espalda de la burguesía republicana, que no tiene mucha prisa por alzar esa espalda. La burguesía se desliza, con su preciosa carga, entre las masas populares que se agitan, grita como respuesta a las protestas, a las reclamaciones y a las maldiciones, con una voz de bufón: “Como veis, esta criatura sobre mi espalda es mi enemigo maldito, voy a enumerar sus crímenes, prestad atención atentamente”, etc., y cuando la multitud, divertida por esta presentación, se pone a bromear, la burguesía aprovecha el momento para llevar un poco más lejos su carga. ¿Si esto significa una lucha contra la monarquía, que sería, pues, una lucha por la monarquía?
Las manifestaciones activas de los estudiantes[4] sólo son una tentativa de la joven generación de la burguesía, sobre todo de la pequeña burguesía, para dar una salida al equilibrio inestable en que el país se ha encontrado después de la pretendida liberación de la de la dictadura de Primo de Rivera, de la que se ha conservado íntegramente la herencia en sus elementos fundamentales. Cuando la burguesía renuncia consciente y obstinadamente a resolver los problemas que se derivan de la crisis de la sociedad burguesa, cuando el proletariado no está aún presto para asumir esta tarea, son los estudiantes los que ocupan el proscenio. En el desarrollo de la primera revolución rusa, hemos observado este fenómeno más de una vez; este fenómeno siempre ha tenido para nosotros una significación enorme y sintomática. Esta actividad revolucionaria o semirrevolucionaria, significa que la sociedad burguesa atraviesa una crisis profunda. La juventud pequeñoburguesa, sintiendo que una fuerza explosiva se acumula en las masas, tiende a encontrar a su manera la salida de ese atolladero y a impulsar más adelante el desarrollo político.
La burguesía considera el movimiento de los estudiantes, mitad con aprobación, mitad con prevención; si la juventud da algunos empujones a la burocracia monárquica, no está mal del todo, con tal de que esos “chicos” no vayan demasiado lejos y que no arrastren a las masas laboriosas.
Al apoyar el movimiento estudiantil, los obreros españoles han mostrado un positivo instinto revolucionario. Aunque claro está, deben actuar bajo su propia bandera y bajo la dirección de su propia organización proletaria. El comunismo español es el que debe asegurar esto, y para ello es indispensable una política justa. Por lo cual, la aparición de vuestro periódico, como dije antes, coincide con un momento extraordinariamente importante y crítico en el desarrollo de toda la crisis, más precisamente aún, con un momento en que la crisis revolucionaria está en camino de transformarse en una revolución.
El movimiento huelguista de los obreros, la lucha contra la racionalización y el paro forzoso, adquieren una importancia muy diferente, incomparablemente más profunda en medio de un descontento extraordinario de las masas pequeño-burguesas y de una crisis aguda de todo el sistema. Esta lucha obrera debe estar estrechamente ligada a todas las cuestiones que se derivan de la crisis nacional. Este hecho de que los obreros se hayan manifestado con los estudiantes es el primer paso, claro está, todavía insuficiente y mal asegurado, en el camino de la lucha de la vanguardia proletaria por la hegemonía revolucionaria.
Las consignas democráticas
Este camino supone, por parte de los comunistas, un lucha resuelta, audaz y enérgica, por las consignas democráticas. No comprenderlo sería cometer la mayor falta sectaria. En la etapa actual de la revolución, en el terreno de las consignas políticas, el proletariado se distingue de todos los otros grupos “izquierdistas” de la pequeña burguesía, no por el hecho de que niega la democracia, como lo hacen los anarquistas y sindicalistas, sino por el hecho de lucha resuelta y abierta por esta consigna, al mismo tiempo que denuncia implacablemente las vacilaciones de la pequeña burguesía.
Poniendo por delante las consignas democráticas, el proletariado no quiere con ello decir que España va hacia la revolución burguesa. Sólo podrían plantear así la cuestión fríos pedantes atiborrados de fórmulas rutinarias. España ha dejado muy lejos tras de sí el estadio de una revolución burguesa.
Si la crisis revolucionaria se transforma en revolución, superará fatalmente los límites burgueses y, en caso de victoria, deberá entregar el poder al proletariado; pero el proletariado no puede dirigir la revolución en dicha época, es decir reunir alrededor suyo las más amplias masas de trabajadores y de oprimidos y convertirse en su guía, más que a condición de desarrollar actualmente, con sus reivindicaciones de clase y en relación con ellas, todas las reivindicaciones democráticas, íntegramente y hasta el fin.
Esto tendría ante todo una importancia decisiva en lo que concierne al campesinado. Este no puede conceder al proletariado su confianza a priori, aceptando como prenda verbal la dictadura del proletariado. El campesinado, como clase numerosa y oprimida, ve inevitablemente en una cierta etapa, en la consigna de democracia, la posibilidad de dar la preponderancia a los oprimidos sobre los opresores. El campesinado relacionará, inevitablemente, la consigna de la democracia política con reparto radical de las tierras. El proletariado asume abiertamente el apoyo de estas dos reivindicaciones. En el momento oportuno, los comunistas explicarán a la vanguardia proletaria por qué camino estas reivindicaciones pueden ser realizadas, sembrando de esta manera la semilla del sistema soviético futuro.
Incluso en las cuestiones nacionales, el proletariado defiende hasta el fin la consigna democrática, declarando que está dispuesto a apoyar, por un camino revolucionario, el derecho de los diferentes grupos nacionales a la libre disposición de ellos mismos, incluso llegando a la separación.
La cuestión nacional
Sin embargo, ¿la vanguardia proletaria hace suya la consigna de la separación de Cataluña? Si es la expresión de la mayoría de la población, sí. No obstante, ¿cómo puede expresarse esta voluntad? Claro está, por medio de un plebiscito libre, por una asamblea de representantes de Cataluña, por los partidos influyentes a los que siguen las masas catalanas, o finalmente por una rebelión nacional catalana. Esto nos demuestra de nuevo, y hay que hacerlo notar de paso, todo el pedantismo reaccionario que significaría por parte del proletariado el renunciar a las consignas democráticas. Sin embargo, hasta el momento en que la voluntad de la minoría nacional no se haya expresado, el proletariado no debe hacer suya la consigna de separación, pero garantizará por anticipado, abiertamente, su apoyo íntegro y sincero a esta consigna, en la medida en que exprese la voluntad de Cataluña.
Inútil es decir que los obreros catalanes no tienen en esta cuestión la última palabra. Si llegan a la conclusión de que sería inoportuno desperdigar sus fuerzas, en las condiciones de la crisis actual que abre al proletariado español los caminos más amplios y más audaces, los obreros catalanes deben llevar a cabo la propaganda para el mantenimiento de Cataluña, sobre bases determinadas, en el seno de España, y en cuanto a mí creo que el sentido político sugiere tal solución. Semejante solución sería momentáneamente aceptable, incluso para los separatistas más fervientes, puesto que es muy claro que, en caso de victoria de la revolución, sería inmensamente más fácil que hoy llegar a la libre disposición de Cataluña, como también de otras regiones.
Apoyando todo movimiento verdaderamente democrático y revolucionario de las masas populares, la vanguardia comunista lleva a cabo una lucha sin compromiso contra la llamada burguesía republicana, desenmascarando su perfidia, su traición y su reaccionarismo, y resistiendo s su tentativa de someter a su influencia a las clases laboriosas.
Los comunistas no renuncian jamás, en ninguna condición, a la libertad de su política. No hay que olvidar que, durante una revolución, las tentaciones de este género son muy grandes; la historia trágica de la revolución china es un testigo irrefutable. Al mismo tiempo que salvaguardan la completa independencia de su organización y de su propaganda, los comunistas aplican, sin embargo, de la manera más amplia, la política del frente único, a la que la revolución abre un amplio campo.
El papel de la Oposición de Izquierda
La Oposición de Izquierda comienza la aplicación de la política de frente único con el Partido Comunista oficial. No hay que permitir a los burócratas el crear la impresión de que la Oposición de Izquierda tiene relaciones hostiles con los obreros que siguen la bandera del Partido Comunista oficial. Inversamente, la Oposición está dispuesta a tomar parte en toda acción revolucionaria del proletariado y a luchar juntamente a su lado.
Si los burócratas renuncian a llevar a cabo la acción con la Oposición, la responsabilidad debe recaer sobre ellos para la clase obrera.
La continuación del desarrollo de la crisis española significa el despertar revolucionario de millones de hombres en las masas laboriosas. Nada permite creer que se alistarán de un solo golpe bajo la bandera del comunismo. Por el contrario, es muy probable que reforzarán ante todo al partido del radicalismo pequeño burgués, es decir, en primer lugar el Partido Socialista, sobre todo su ala izquierda, en el espíritu, por ejemplo, de los Independientes alemanes durante la revolución de 1918-1919.[5]
En esto, la radicalización efectiva y amplia de las masas encontrará su expresión y en manera alguna en un crecimiento del “socialfascismo”[6]. El fascismo no podrá de nuevo triunfar -y esta vez en una forma más “social” que “militar”, es decir principalmente el socialfascismo a la manera de Mussolini- mas que como consecuencia de la derrota de la revolución y de la decepción de las masas engañadas que creían en ella. Pero ante el desarrollo regular de los acontecimientos actuales, una derrota sólo puede tener lugar a consecuencia de errores extraordinarios de la dirección comunista.
Es preciso desacreditar políticamente a la socialdemocracia ante las masas, pero no es por medio de insultos como se puede llegar a ello. Las masas sólo tienen fe en su propia experiencia colectiva. Hay que dar la posibilidad a las masas, durante el período preparatorio de la revolución, de comparar en los hechos la política del comunismo con la de la socialdemocracia.
Siento muchísimo hasta qué punto las consideraciones anteriores son poco concretas. Es muy probable, e incluso verosímil, que haya omitido una serie de circunstancias de una importancia extraordinaria. Ya lo veréis vosotros mismos. Armados de la teoría de Marx y el método revolucionario de Lenin, encontraréis vuestro camino. Sabréis captar los pensamientos y los sentimientos de la clase obrera y darles una clara expresión política. El objeto de estas líneas es solamente recordar en sus grandes rasgos generales los principios de estrategia revolucionaria, verificados mediante la experiencia de las tres revoluciones rusas.
Notas
[1] B.O. nº 12/13, junio-julio de 1930, pp 44-47. El fundador de la oposición de izquierda española a través de los “grupos comunistas” de Bélgica y Luxemburgo, Francisco García Lavid (a) Henri Lacroix, vuelto a España desde comienzos de 1930, había conseguido reagrupar alrededor suyo a un cierto número de militantes, y sobre todo de antiguos dirigente del PCE, como Juan Andrade. Su primer objetivo es la publicación de un boletín. Este objetivo parece haber sido casi alcanzado , puesto que La Verité del 30 de mayo de 1930 anuncia la aparición, a partir del 1 de junio, de un bimensual, Contra la Corriente, publicado en Valencia. El 13 de junio, publica la carta de Trotskya este último, pero revela el 20que el periódico no ha sido autorizado y no ha podido aparecer. Sólo tras la caída de la monarquía aparecerá finalmente la revista Comunismo, como órgano de la oposición de izquierda.
[2] El antiguo presidente del consejo de la monarquía, J. Sánchez Guerra, en enero de 1929 había intentado organizar un pronunciamiento en cuyos preparativos había comprometido a los generales Queipo de Llano y López Ochoa. Alarmado con razón, Primo de Rivera había esbozado una “liberalización” de la dictadura. El 31 de diciembre de 1929, constataba que “las clases aristocráticas, los conservadores, los Bancos y los industriales, los funcionarios, la prensa” ya no le apoyaban. A finales de enero, como consecuencia del descubrimiento de un nuevo complot militar –en el que uno de los principales papeles lo desempeñaba el general Goded- el rey despedía al dictador. El general López Ochoa debería, durante el bienio negro, dirigir la represión contra los obreros asturianos. Queipo de Llano y Goded formarán parte de los generales insurrectos en 1936 tras Sanjurjo y Franco.
[3] En abril de 1930, en un discurso pronunciado en Valencia, el antiguo ministro liberal de la monarquía Niceto Alcalá Zamora se declara republicano conservador, y promete que el nuevo régimen podrá ser servido por hombres situados todavía más a la derecha que él
[4] La agitación estudiantil que se desarrollaba desde el 1º de Mayo había llevado a las autoridades a cerrar varias universidades
[5] Trotsky formula aquí, a propósito de la revolución alemana, una observación que generaliza en otra parte como una lección de las revoluciones del siglo XX: las masas que se despiertan a la vida política, en la primera fase de la revolución, se dirigen hacia los partidos tradicionales
[6] La I.C., y tras ella los P.C., llaman “socialfascismo” en esta época a la socialdemocracia y los partidos socialistas
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La crisis revolucionaria madura[1]
(Extractos de cartas a Andrés Nin)
13 septiembre 1930
[( ) No dudo que en Paris le pondrán al corriente de la batalla interna que se desarrolla en el seno de la Ligue.[2]” Es por ello que encuentro necesario exponerle mi punto de vista sobre esta cuestión.
Si en Paris entra en todos esos asuntos internos ?y pienso que debería hacerlo? es necesario que escuche a las dos partes. Me gustaría que me escribiese con detalle las impresiones que saque de ello[3]]
* * *
21 noviembre 1930
En mi artículo[4] he expresado de manera muy circunspecta la idea de que después de varios años de dictadura, después de un movimiento de oposición de la burguesía, después de todo el ruido artificialmente creado por los republicanos, después de las manifestaciones estudiantiles, conviene esperarse una acción obrera inevitable, y he dejado entender que esta acción podría coger desprevenidos a los partidos revolucionarios. Si no me equivoco, ciertos camaradas españoles han estimado que exageraba la importancia como síntoma de las manifestaciones estudiantiles y al mismo tiempo las perspectivas del movimiento obrero revolucionario. Luego, sin embargo, la lucha huelguística ha tomado en España una formidable amplitud. Es absolutamente imposible discernir claramente quiénes son los dirigentes de estas huelgas. ¿No cree que España podría pasar por el ciclo de acontecimientos que conoció Italia a partir de 1918?19: una fermentación, huelgas, la huelga general, la toma de las fábricas, la ausencia de dirección, el reflujo del movimiento, el ascenso del fascismo y una dictadura contrarrevolucionaria? El régimen de Primo de Rivera no era una dictadura fascista, pues no se apoyaba en una reacción de las masas pequeño burguesas. ¿No cree que, como consecuencia del indudable ascenso revolucionario que se está produciendo en España ?permaneciendo la vanguardia proletaria, en tanto que partido, como en el pasado, pasiva e incapaz? la situación podrá prestarse a un auténtico fascismo? Lo que es más peligroso en tales circunstancias, es perder el tiempo ( )
[Mientras que la oposición en Europa occidental no ha conocido permanentemente una vida ideológica y política, no ha reaccionado sobre las grandes cuestiones, no se ha mezclado en la vida interna del partido, sus seguidores ocasionales (Urbahns, Overstraeten, Souvarine, Paz)[5] podían creer ellos mismos y parecer a los demás ser nuestros partidarios. Pero en el fondo nos han causado el mayor perjuicio cortando el paso a las ideas de la oposición de izquierda en el partido, al que han declarado liquidado y muerto, puesto que esto simplifica todo y permite vivir tranquilo en su rincón consagrando una hora por semana a las conversaciones de la oposición
En su carta destaco la frase: “La escisión en Francia tendría consecuencias catastróficas para nosotros”.[6] Evidentemente, toda escisión tiene un carácter malsano. Evidentemente, la marcha del camarada Rosmer sería un golpe para La Verité, y, en lo que me concierne, estoy dispuesto a hacer todo lo posible para evitarlo. Es en este sentido que escribo a los camaradas franceses y al propio Rosmer. Pero debo decir que tal escisión no puede ser catastrófica para nosotros
Para que pequeños grupos nacionales, sin base teórica suficiente, sin tradiciones, sin experiencia, no se pierdan en el proceso de esclarecimiento paciente, es necesaria una ligazón firme entre ellos, una verificación recíproca constante, el control ideológico organizado, ser dos o tres veces más implacable en el terreno ideológico
Escribe usted que Landau sin su autorización, ha anunciado la publicación de nuestras cartas. Pero en ese caso, ¿dónde las ha conseguido?[7]‘]
* * *
29 noviembre 1930
Habla usted del retraso de los obreros españoles y de la necesidad de hacerles conocer las ideas fundamentales del comunismo antes de poderles plantear las cuestiones de la oposición de izquierda.[8] ‘ ( )
Confieso que no imagino poder dar una conferencia sobre el comunismo a los obreros más atrasados sin plantear al mismo tiempo las cuestiones de la oposición de izquierda. Si diera una conferencia sobre el comunismo a grupos de obreros muy atrasados, españoles o no, despejaría el camino desde el principio con la siguiente declaración: “En el comunismo, hay varias corrientes; yo pertenezco a tal corriente y voy a exponeros cómo enfoca esta corriente las tareas de la clase obrera”.
Para concluir, llamaría a los obreros a unirse a la organización que defiende los puntos de vista que acabo de exponer. De otro modo, propaganda y agitación revestirían un carácter académico, estarían desprovistas de un eje organizativo y, en definitiva, ayudarían a nuestros adversarios, es decir, los centristas y los derechistas].
* * *
12 diciembre 1930
( ) ¿Cuáles son pues las perspectivas? Por lo que puedo juzgar Según su última carta, todas las organizaciones, todos los grupos se dejan llevar por la corriente, es decir participan en el movimiento en la medida que este les arrastra. Ninguna de las organizaciones posee un programa de acción revolucionario, ni perspectivas suficientes elaboradas.[9]’
( ) Me parece que el conjunto de la situación sugiere la consigna de soviets, si se entiende por ello los consejos obreros que se crearon y desarrollaron entre nosotros, en Rusia. Primeramente fueron poderosos comités de huelga. Ninguno de los que formaban parte de ellos al principio podía suponer que los soviets eran los primeros órganos del poder. Claro está, no se pueden crear soviets artificialmente. Pero, en cada huelga local, si afecta a la mayor parte de los oficios y toma un carácter político, hay que provocar el nacimiento de soviets. Es el único tipo de organización que, en las circunstancias actuales, es capaz de tomar la dirección del movimiento y de instaurar en él la disciplina de la acción revolucionaria.
Creo que, aunque la oposición de izquierda sea débil, si toma la iniciativa de plantear las cuestiones políticas (agrarias) y organizativas de la revolución, podría ocupar en breve plazo una posición dirigente en el movimiento. Le digo francamente que temo mucho que el historiador del futuro tenga que acusar a los revolucionarios españoles de no haber sabido aprovechar una situación revolucionaria excepcional.
* * *
12 enero 1931
¿Tendrán lugar las elecciones el 1º de marzo?[10]” [Según los periódicos, los partidos burgueses de oposición se preparan a boicotear las elecciones a Cortes., Razón de más para que los obreros recurran a la táctica del boicot.] En la situación actual, me parece que se podrían hacer fracasar las elecciones de Berenguer[11] mediante una táctica de boicot enérgicamente aplicada: en 1905, fue así como hicimos fracasar las elecciones a una Duma legislativa, que no era sino consultiva. ¿Cuál es la táctica de los comunistas sobre este punto? ¿Distribuyen octavillas, llamamientos, proclamas sobre este asunto?
Pero si se boicotean las Cortes, ¿en nombre de qué? ¿En nombre de los soviets? En mi opinión, sería erróneo plantear la cuestión de esta forma. En este momento no es posible unir a las masas de la ciudad y el campo sino por consignas democráticas. Aquí es donde intervienen las Cortes constituyentes elegidas sobre la base del sufragio universal, igual, directo y secreto. No creo que en la situación actual, podáis privaros de esta consigna. Pues, finalmente, no hay aún soviets. Los obreros españoles no saben —al menos por su propia experiencia— lo que son los soviets. ¿Y qué decir de los campesinos? Ahora bien, la lucha sobre y alrededor de las Cortes concentrará en el próximo periodo toda la vida política del país. En tales circunstancias, seria erróneo oponer la consigna de soviets a la de Cortes. Por el contrario, en el periodo que viene, parece que no será posible crear soviets sino movilizando a las masas por consignas democráticas. Entendámoslo de la siguiente manera: para impedir a la monarquía convocar unas Cortes elegidas fraudulentamente, truncadas y conservadoras, para que estas Cortes puedan dar la tierra a los campesinos y hacer muchas otras cosas más, hay que crear soviets de obreros, de soldados, y de campesinos que fortalecerán las posiciones de las clases trabajadoras.
Notas
[1] Estos textos son extractos de cartas dirigidas a Andrés Nin por Trotsky. Fueron publicadas en dos veces: una primera en los boletines internos y en anexo a un folleto sobres la revolución española bajo el título “La revolución española al día”, habiendo tomado Trotsky el cuidado de suprimir todos los pasajes que podrían molestar a Andrés Nin revelando la amplitud y la naturaleza de los desacuerdos que había expresado. (Boletín interno de la Oposición de izquierda internacional n.º 9?10, septiembre 1931); y una segunda vez cuando Trotsky prefirió hacer conocer a las secciones de la Oposición extractos de su correspondencia con Nin revelando estas divergencias (Boletín interno de la oposición de izquierda publicado por el Secretariado Internacional de izquierda (B.L.) nº 2?3 abril 1933). Hemos puesto entre corchetes los pasajes que Trotsky no juzgó oportuno publicar hasta 1933.
Andrés Nin, antiguo secretario de la Internacional Sindical roja, miembro de la oposición de izquierdas en la U.R.S.S. acaba de ser expulsado en septiembre de 1930. La Verité del 1º de septiembre publicaba sobre este asunto ??con su acuerdo? el siguiente texto: “Stalin acaba de usar su poder arbitrario expulsando violentamente a Nin fuera de la U.R.S.S. durante la celebración misma del 5º Congreso de la I.S.R. Lozovsky acaba de cometer una bajeza más haciendo votar por las delegaciones francesa y china una resolución aprobando esta expulsión. Estos métodos no nos sorprenden y no cambian un ápice nuestra línea de conducta. Andrés Nin es un opositor de izquierda. Su lucha por la defensa de la U.R.S.S., y por la revolución proletaria mundial continuarán como en el pasado. Derrocar a la burguesía, arruinar a la socialdemocracia reforzando la situación internacional de la U.R.S.S., esto no puede hacerse sino combatiendo por una política justa de la I.C. contra la burocracia estalinista. La U.R.S.S., salida de la revolución de Octubre, debe ser defendida por los trabajadores del mundo entero. Los métodos estalinistas que la debilitan deben ser rechazados. Es por ello por lo que lucha la oposición de izquierda. Nin, como todos los opositores, combate con ardor en sus filas para alcanzar este objetivo. Los Stalin y Lozovsky pueden deportar, encarcelar, expulsar, exiliar a nuestros mejores camaradas. Ésto no debilitará nuestra actividad por la defensa de Octubre. Si la prensa socialdemócrata y burguesa se ampara en hechos como la expulsión de Nin para desacreditar y combatir a la U.R.S.S. en el espíritu de los trabajadores, la culpa de ello incumbe únicamente a la fracción estalinista. Pero los métodos estalinistas no pueden destruir la confianza de los opositores, por el contrario, no pueden sino reafirmarla.”
[2] Trotsky hace alusión al conflicto, en el interior de la Ligue Comuniste francesa, entre Raymond Molinier de una parte, Alfred Rosmer y Pierre Naville de la otra. En junio de 1930, Naville y Rosmer, con el ejecutivo de la Ligue, habían pedido que Molinier fuera separado de toda responsabilidad. Rosmer le tenía por un “aventurero”, saboteador del trabajo, “hasta tal punto que se puede decir que un agente estalinista en nuestras filas no hubiera conseguido hacernos tanto daño”. (Carta del 28 de junio 1931, archivos Mougeot.)
[3] Trotsky debería ulteriormente reprochar a Nin el no haber visto en París más que a Rosmer y sus partidarios. En realidad, Nin había visto a aquellos que conocía, Rosmer y Naville. Conocía a este último desde 1927, y a Rosmer desde los orígenes de la Internacional sindical roja en Moscú en 1920. La reputación de Rosmer era grande en el seno de la vieja guardia comunista: Antonio Grarnsci, que le había conocido en 1922?23 en Moscú, le consideraba, así como Monatte, como “el hombre más inteligente del movimiento obrero francés”. Alfonso Leonetti, Note su Gramsci, P. 182.)
[4] “Las tareas de los comunistas españoles” (Carta a Contra la corriente), del 25 de mayo, había sido publicada en La Verité del 13 de junio de 1930.
[5] Hugo Urbahns (1890?1947), antiguo dirigente de la izquierda alemana con Ruth Fischer y Maslow, líder del Leninbund, donde se encontraron algún tiempo los partidarios alemanes de la oposición de izquierda. Ward Van Overstraeten (nacido en 1891), antiguo secretario del P.C. belga, Boris Souvarine (nacido en 1893), antiguo dirigente del P.C.F., Maurice Paz (n. en 1895) habían sido de los primeros partidarios de la oposición de izquierda en Europa occidental; pero todos habían roto con ella poco después de la expulsión de Trotsky de la Unión Soviética.
[6] Nin había respondido el 23 de octubre a la carta de Trotsky del 13 de septiembre que habla visto en París a “muy poca gente” y que sus interlocutores no le “habían hablado más que de manera muy vaga” de estos desacuerdos, que le habla presentado como “de carácter puramente personal”. Pero, el 2 de noviembre, había vuelto sobre el asunto, escribiendo a Trotsky que la situación en Francia le inquietaba mucho, añadiendo sin embargo que no podía dar un juicio personal: “Estoy muy poco al corriente. Sus cartas han contribuido a orientarme un poco. Espero cartas que los camaradas franceses me han anunciado.” Es verosímil que estas cartas proviniesen de Naville o de Rosmer. Precisamente, es en el mes de noviembre cuando este último dimitía de la Ligue Comuniste
[7] El conflicto entre Kurt Landau, austriaco fijado en Berlín, uno de los principales dirigentes de la oposición de izquierda en Alemania y el Secretariado Internacional, estaba en aquella época en camino de envenenarse. La pregunta brutal de Trotsky parece indicar por su parte una cierta desconfianza hacia Nin, como si sospechase que no tenía hacia Landau una posición clara
[8] El 2 de noviembre, Nin había escrito a Trotsky: “A esas personas, hay que enseñarles las primeras nociones del comunismo; no se puede comenzar por darles propaganda a la Oposición.”
[9] En estas cartas del 23 de octubre y del 2 de noviembre, Nin había dado a Trotsky algunas indicaciones sobre el partido oficial, “que no tiene ninguna fuerza efectiva y cuya autoridad es nula entre las masas”, así como sobre las federaciones comunistas del Levante y Catalunya y sobre el partido comunista catalán. Había insistido sobre la necesidad de convencer a su viejo amigo Joaquín Maurín, líder de la Federación Catalano?Balear, y de llevarle a la oposición de izquierda.
[10] El gobierno había aprovechado el fracaso de un levantamiento de oficiales republicanos en Jaca el 15 de diciembre de 1930 para intentar organizar elecciones a Cortes de acuerdo con la Constitución de 1876 de la que se reclamaba desde el comienzo de la dictadura de Primo de Rivera. Esta noticia provocó una ola de protestas, huelgas estudiantiles y luego obreras. Los republicanos de Sánchez Guerra y el partido socialista habían llamado al boicot de las elecciones que denunciaban como “desleales”. Algunos hombres políticos de derechas, como el catalán Cambó y el conde de Romanones, sugerían al rey hacer “Cortes constituyentes”. Trotsky veía claro cuando se preguntaba si estas elecciones tendrían lugar el 1º de marzo: efectivamente no tuvieron lugar.
[11] Jefe de gobierno después de la caída de Primo de Rivera, el general Berenguer dimitía el 1º de febrero y sus sucesores renunciaban a elegir sus Cortes
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En España: la consigna de los soviets[1]
(Carta a la oposición china, 8 enero 1931)
( ) En España, la situación es evidentemente diferente a la de los otros países. España atraviesa actualmente un período de auge revolucionario netamente caracterizado. La hirviente atmósfera política debe facilitar considerablemente el trabajo de los bolcheviques-leninistas en tanto que son el ala revolucionaria más intrépida y más consecuente.
La I.C. ha dispersado las filas del comunismo español, ha debilitado y hecho impotente al partido oficial. Como en muchos otros casos importantes, la dirección de la I.C. ha dejado pasar una situación revolucionaria. Los obreros españoles han sido abandonados a su propia suerte en el momento más grave. Casi sin dirección, están desarrollando una lucha de huelgas revolucionarias de una amplitud notable.
En estas condiciones, los bolcheviques-leninistas españoles lanzan la consigna de los soviets. Según la teoría de los estalinistas y conforme a la práctica de la insurrección de Cantón, los soviets deben ser creados la víspera de la insurrección. ¡Una teoría y una práctica funestas! Los soviets deben ser creados cuando el movimiento real y vivo de las masas manifiesta la necesidad de tal organización. Los soviets son constituidos al comienzo bajo la forma de amplios comités de huelga. Es precisamente el caso de España.
Está fuera de dudas que la iniciativa de los bolcheviques-leninistas (Oposición) encontrará en estas condiciones un amplio eco en la vanguardia proletaria. Ante la Oposición española puede abrirse próximamente una amplia perspectiva. ¡Deseemos el éxito a nuestros amigos españoles! ( )
Notas
[1] Extracto de una carta a la oposición de izquierda china, 8 enero 1931. (Boletín interno de la oposición comunista de izquierda, n.º 5, marzo 1931)
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La revolución española y la táctica de los comunistas
Prinkipo, 24 de enero de 1931
I.
La vieja España
La cadena del capitalismo se ve de nuevo amenazada con romperse en el eslabón más débil: ha llegado el turno a España. El movimiento revolucionario se desarrolla en este país con una fuerza tal que priva de antemano a la reacción de todo el mundo de la posibilidad de creer en el rápido restablecimiento del orden en la península ibérica.
Indiscutiblemente, España pertenece al grupo de los países más atrasados de Europa. Pero su atraso tiene un carácter peculiar, determinado por el gran pasado histórico del país. Mientras que la Rusia de los zares siempre quedaba muy atrás con respecto a sus vecinos de Occidente y avanzaba lentamente bajo su presión, España conoció periodos de gran florecimiento, de superioridad sobre el resto de Europa y de dominio sobre la América del Sur. El poderoso desarrollo del comercio interior y mundial iba venciendo el aislamiento feudal de las provincias y el particularismo de las regiones nacionales del país. El aumento de la fuerza y de la importancia de la monarquía española se hallaba indisolublemente ligado en aquellos siglos con el papel centralizador del capital comercial y la formación gradual de la nación española.
El descubrimiento de América, que en un principio fortaleció y enriqueció a España, se volvió contra ella. Las grandes vías comerciales se desviaron de la península ibérica. La Holanda enriquecida se desgajó de España. Después de Holanda fue Inglaterra la que se elevó por encima de Europa a una gran altura y por largo tiempo. Y a partir de la segunda mitad del siglo XVI la decadencia de España es evidente. Después de la destrucción de la Armada Invencible (1588) esta decadencia toma, por decirlo así, un carácter oficial. Es el advenimiento de este estado de la España feudal-burguesa que Marx calificó de “putrefacción lenta e ingloriosa”.
Las viejas y las nuevas clases dominantes - la nobleza latifundista, el clero católico con su monarquía, las clases burguesas con sus intelectuales- intentan tenazmente conservar sus viejas pretensiones, pero sin los antiguos recursos. En 1820 se separaron definitivamente las colonias sudamericanas. Con la pérdida de Cuba en 1898, España quedó casi completamente privada de dominios coloniales. Las aventuras en Marruecos no han hecho mas que arruinar al país y alimentar el descontento ya asaz profundo del pueblo.
El retraso del desarrollo económico de España ha debilitado inevitablemente las tendencias centralistas inherentes al capitalismo. La decadencia de la vida comercial e industrial de las ciudades y de las relaciones económicas entre las mismas determinó inevitablemente la atenuación de la dependencia recíproca de las provincias. Tal es la causa que no ha permitido hasta ahora a la España burguesa vencer las tendencias centrífugas de sus provincias históricas. La pobreza de recursos de la economía nacional y el sentimiento de malestar en todas las partes del país no podían hacer otra cosa que alimentar las tendencias separatistas. El particularismo se manifiesta en España con una fuerza particular, sobre todo en comparación con la vecina Francia, donde la Gran Revolución afirmó definitivamente la nación burguesa, una e indivisible, sobre las viejas provincias feudales.
El estancamiento económico, al mismo tiempo que no permitía que se formara la nueva sociedad burguesa, descomponía asimismo las viejas clases dominantes. Los altivos nobles cubrían a menudo su orgullo con capas raídas. La Iglesia despojaba a los campesinos, pero de tiempo en tiempo se veía obligada a sufrir el pillaje por parte de la monarquía. Esta última, según la observación de Marx, tenía más rasgos comunes con el despotismo asiático que con el absolutismo europeo. ¿Cómo interpretar este pensamiento? La comparación, establecida más de una vez, del zarismo con el despotismo asiático, parece mucho más natural, tanto desde el punto de vista geográfico, como del histórico. Pero por lo que respecta a España esta comparación conserva también toda su fuerza. La diferencia consiste únicamente en que el zarismo surgió sobre la base del desarrollo extraordinariamente lento, tanto de la nobleza como de los centros urbanos primitivos. La monarquía española se formó en las condiciones creadas por la decadencia del país y la putrefacción de las clases dominantes. Si el absolutismo europeo pudo desarrollarse gracias a la lucha de las ciudades consolidadas contra las viejas castas privilegiadas, la monarquía española, lo mismo que el zarismo ruso, hallaba su fuerza relativa en la impotencia de las viejas castas y de las ciudades. En esto consiste su analogía indudable con el despotismo asiático.
La preponderancia de las tendencias centrífugas sobre las centrípetas, tanto en la economía como en la política, ha privado de base al parlamentarismo español. La presión del gobierno sobre los electores ha tenido un carácter decisivo: durante todo el siglo pasado, las elecciones daban invariablemente la mayoría al gobierno. Como las Cortes dependían del ministerio de turno, el ministerio mismo caía de un modo natural bajo la dependencia de la monarquía. Madrid hacía las elecciones y el poder caía en manos del rey. La monarquía era doblemente indispensable a las clases dominantes desunidas y descentralizadas, incapaces de dirigir el país en su propio nombre. Y esa monarquía, que reflejaba la debilidad de todo el Estado, era -entre dos sublevaciones- suficientemente fuerte para imponer su voluntad al país. En suma, el sistema estatal de España puede ser calificado de absolutismo degenerativo limitado por pronunciamientos periódicos.
Al lado de la monarquía y en alianza con ella, el clero representaba otra fuerza centralizada. El catolicismo sigue siendo hasta nuestros días la religión del Estado, el clero desempeña un gran papel en la vida del país y es el eje más firme de la reacción. El Estado gasta anualmente muchos millones de pesetas para la Iglesia. Las ordenes religiosas, extraordinariamente numerosas, poseen bienes inmensos y una influencia todavía mayor. El número de frailes y monjas es de 70000, número igual al de los alumnos de las escuelas secundarias, y superior en dos veces y media al de los estudiantes. En estas condiciones, no tiene nada de sorprendente que el 45% de la población no sepa leer ni escribir. La masa principal de los analfabetos está concentrada, ni que decir tiene, en el campo.
Si los campesinos de la época de Carlos V (Carlos I) obtuvieron escaso provecho del poderío del imperio español, ulteriormente fueron ellos los que soportaron las consecuencias más graves de la decadencia de dicho imperio. Durante siglos arrastraron una existencia miserable, que en muchas provincias fue una existencia de hambre. Los campesinos, que forman el 70% de la población, soportan sobre sus espaldas el peso principal del edificio del Estado. Falta de tierras, insuficiencia de agua, arriendos elevados, utillaje agrícola primitivo, métodos de cultivo rudimentarios, impuestos crecidos, precios elevados de los artículos industriales, exceso de población agraria, gran número de vagabundos, de mendigos, de frailes; he aquí el cuadro que ofrece el campo español.
La situación de los campesinos ha empujado a los mismos, desde hace mucho tiempo, a participar en numerosos levantamientos. Pero esas explosiones sangrientas han tenido un carácter no nacional, sino local, y los matices más variados; en la mayor parte de los casos, un matiz reaccionario. De la misma manera que las revoluciones españolas han sido pequeñas revoluciones, los levantamientos campesinos han tomado forma de pequeñas guerras. España es el país clásico de las guerrillas.
II.
El ejército español y la política
Después de la guerra contra Napoleón, surgió en España una nueva fuerza: la oficialidad metida en política, la joven generación de las clases dominantes, heredera de la ruina del que fue en otro tiempo gran imperio y déclassée en un grado considerable.
En el país del particularismo y del separatismo, el ejército ha adquirido, por la fuerza de las cosas, una importancia enorme como fuerza de centralización y se ha convertido, no sólo en el punto de apoyo de la monarquía, sino también en el conductor del descontento de todas las fracciones de las clases dominantes y, ante todo, de su propia clase: lo mismo que la burocracia, la oficialidad se recluta entre los elementos, extremadamente numerosos en España, que exigen ante todo del Estado medios de existencia. Pero como los apetitos de los diferentes grupos de la sociedad “ilustrada” sobrepasan en mucho la totalidad de los cargos gubernamentales, parlamentarios y otros, el descontento de los eliminado alimenta al partido republicano, el cual, por otra parte, es tan inestable como todos los demás grupos de España. Pero como bajo esta inestabilidad se oculta a menudo una indignación auténtica y aguda, se forman de vez en cuando en el movimiento republicano grupos revolucionarios decididos y valerosos para los cuales la república es una divisa mística de salvación.
El ejército español está formado por cerca de 170 000 hombres, de los cuales más de 13 000 son oficiales; a esto hay que añadir unos 15000 marinos de guerra. Los oficiales, que son los instrumentos de las clases dominantes del país, arrastran a sus conspiraciones a la masa del ejército. Ya en el pasado, los suboficiales intervinieron en la política sin los oficiales y contra ellos. En 1836 los suboficiales de la guarnición de Madrid se insurreccionaron y obligaron a la reina a proclamar la constitución. En 1866 los sargentos de artillería, descontentos de las reglas aristocráticas en el ejército, promovieron también una rebelión. Sin embargo, en el pasado, el papel directivo quedó siempre en manos de los oficiales. Los soldados marchaban tras sus jefes descontentos, aunque el descontento de aquéllos, políticamente impotente, se alimentaba en otras fuentes sociales más profundas.
Las contradicciones en el ejército corresponden ordinariamente a las distintas armas. Cuanto más calificada es el arma, esto es, cuanta más inteligencia exige por parte de los soldados y oficiales, más aptos son éstos para asimilarse las ideas revolucionarias. Mientras que la caballería se inclina habitualmente por la monarquía, los artilleros suministran un tanto por ciento considerable de republicanos. No tiene nada de sorprendente que la aviación, esta nueva arma, se haya puesto al lado de la revolución y aportando a la misma los elementos de aventurismo individualista propios de esta profesión. La última palabra debe decirla la infantería.
La historia de España es la historia de convulsiones revolucionarias ininterrumpidas. Los pronunciamientos y las revoluciones de palacio se han sucedido unos tras otros. En el transcurso del siglo XIX y del primer tercio del siglo XX se produce un cambio continuo de regímenes políticos y en el interior de cada uno de ellos un cambio caleidoscópico de ministerios. La monarquía española, no hallando un apoyo suficientemente sólido en ninguna de las clases poseyentes - aunque todas tenían necesidad de ella- ha caído más de una vez bajo la dependencia del propio ejército. Pero la disgregación provincial de España imprimía su sello al carácter de los complots militares. La rivalidad mezquina de las juntas no era más que la expresión exterior de que las revoluciones españolas carecían de una clase dirigente. Precisamente por esto la monarquía salía invariablemente triunfante de cada nueva revolución. Sin embargo, poco después de la victoria del orden, la crisis crónica se manifestaba nuevamente en una explosión aguda de indignación. Ninguno de esos regímenes que se derribaban mutuamente removía el terreno profundamente. Cada uno de ellos se gastaba rápidamente en la lucha con las dificultades, engendradas por la pobreza de la renta nacional, insuficiente para satisfacer los apetitos y las pretensiones de las clases dominantes. Hemos visto particularmente el modo ignominioso como terminó sus días la última dictadura militar. El terrible Primo de Rivera cayó incluso sin un nuevo pronunciamiento: sencillamente se deshinchó, como un neumático que tropieza con un clavo.
Todos los golpes de Estado anteriores fueron movimientos de una minoría contra otra: las clases dirigentes y semidirigentes se arrebataban impacientemente de las manos el pastel del Estado.
Si se entiende por revolución permanente la sucesión de levantamientos sociales que transmiten el poder a las manos de la clase más decidida, la cual se sirve luego de dicho poder para la supresión de todas las clases y, por consiguiente, de la posibilidad misma de nuevas revoluciones, hay que constatar que a pesar del carácter “ininterrumpido” de los levantamientos españoles, no hay en ellos nada parecido a la revolución permanente; se trata más bien de convulsiones crónicas en las cuales halla su expresión la enfermedad inveterada de una nación que se ha quedado atrás.
Ciertamente, el ala izquierda de la burguesía, sobre todo la representada por la juventud intelectual, se ha asignado como fin hace ya tiempo la transformación de España en república. Los estudiantes españoles, que, por los mismos motivos que los oficiales, han sido reclutados principalmente entre la juventud descontenta, están acostumbrados a desempeñar en el país un papel completamente desproporcionado a su importancia numérica. La dominación de la reacción católica ha encendido la oposición de las universidades, dando a la misma un carácter anticlerical. Sin embargo, no son los estudiantes los que crean un régimen.
En sus sectores dirigentes, los republicanos españoles se distinguen por un programa social extremadamente conservador: su ideal lo ven en la Francia reaccionaria de hoy, creyendo que con la república vendrá la riqueza, y no están dispuestos, ni son capaces de ello, a seguir el camino de los jacobinos franceses: su miedo ante las masas es más fuerte que su odio a la monarquía.
Si las grietas y los poros de la sociedad burguesa se llenan en España con los elementos déclassés de las clases dominantes, con los innumerables buscadores de empleos y de provechos, abajo, en las grietas de los cimientos, el mismo sitio es ocupado por numerosos “lumpenproletarios” , por los elementos déclassés de las clases trabajadoras. Los lazaroni con corbata, lo mismo que los lazaroni en andrajos, forman las arenas movedizas de la sociedad y son tanto más peligrosos para la revolución cuanto menos esta última encuentra un verdadero punto de apoyo motor y una dirección política.
Los seis años de dictadura de Primo de Rivera ahogaron y comprimieron todas las formas de descontento e indignación. Pero la dictadura llevaba en sí el vicio incurable de la monarquía española: fuerte frente a cada una de las clases por separado, era impotente con respecto a las necesidades históricas del país. Esta fue la causa de que la dictadura se quebrara contra los escollos submarinos de las dificultades financieras y de otro género antes de que fuera alcanzada por la primera oleada revolucionaria. La caída de Primo de Rivera despertó todos los descontentos y todas las esperanzas. Fue así como el general Berenguer se convirtió en el portero de la revolución.
III.
El proletariado español y la nueva revolución
En esta nueva revolución observamos, a la primera ojeada, los mismos elementos que en la serie de revoluciones precedentes: una monarquía pérfida; las fracciones escindidas de los conservadores y de los liberales que odian al rey y se arrastran ante él; republicanos de derecha siempre dispuestos a traicionar, y republicanos de izquierda siempre dispuestos a la aventura; oficiales conspiradores, de los cuales unos quieren la república y otros, ascensos; estudiantes descontentos a los cuales sus padres observan con inquietud y, en fin, los obreros huelguistas, dispersos en distintas organizaciones, y campesinos que tienden la mano hacia las horquillas y aun el fusil.
Sería, sin embargo, un grave error creer que la crisis actual se desarrollará de un modo parecido a todas las precedentes. Las últimas décadas, y sobre todo los años de la guerra mundial, han aportado modificaciones considerables a la economía del país y a la estructura social de la nación. Naturalmente, España sigue marchando a la cola de Europa. No obstante, en el país se ha ido desarrollando una industria nacional, extractiva de una parte, y ligera de otra. Durante la guerra se desarrolló considerablemente la producción hullera, la textil, la construcción de centrales hidroeléctricas, etc. Han surgido en el país centros y regiones industriales. Esto crea una nueva correlación de fuerzas y abre nuevas perspectivas.
Los éxitos de la industrialización no han atenuado en lo más mínimo las contradicciones internas. Al contrario, el hecho de que la industria de España, a consecuencia de la neutralidad de este país, progresara bajo la lluvia de oro de la guerra, se convirtió, al terminar esta última, cuando desapareció la demanda acentuada del extranjero, en fuente de nuevas dificultades. No solamente han desaparecido los mercados exteriores -la parte de España en el comercio mundial es actualmente aún inferior a la de antes de la guerra (1,1%, contra 1,2%), sino que la dictadura se vio obligada, con ayuda de la barrera aduanera más elevada de Europa, a defender el mercado interior contra la afluencia de las mercancías extranjeras. Los derechos arancelarios elevados han provocado el aumento de los precios, lo cual ha disminuido la capacidad adquisitiva, ya muy reducida, del pueblo. Por esto, después de la guerra, la industria no sale del estado de marasmo, que se traduce por el paro forzoso crónico, de una parte, y por explosiones agudas de la lucha de clases, de otra.
La burguesía española, en la actualidad aun menos que en el siglo XIX, puede tener la pretensión de desempeñar el papel histórico que desempeñó en otro tiempo la burguesía británica o francesa. La gran burguesía industrial de España, que ha llegado demasiado tarde, que depende del capital extranjero, que está adherida como un vampiro al cuerpo del pueblo, es incapaz de desempeñar, aunque sea por un breve plazo, el papel del caudillo de la “nación” contra las viejas castas. Los magnates de la industria española forman un grupo hostil al pueblo, constituyendo uno de los grupos más reaccionarios en el bloque, corroído por las rivalidades internas, de los banqueros, los industriales, los latifundistas, la monarquía, sus generales y funcionarios. Bastará indicar el hecho de que el punto de apoyo más importante de la dictadura de Primo de Rivera fueran los fabricantes de Cataluña.
Pero el desenvolvimiento industrial ha reforzado al proletariado. Sobre una población de 23.000.000 (ésta sería mucho mayor a no ser por la emigración), hay que contar cerca de un millón y medio de obreros de la industria, del comercio y del transporte. A éstos hay que añadir una cifra aproximadamente igual de obreros del campo.
La vida social de España se ha visto condenada a moverse en un círculo vicioso mientras no ha habido una clase capaz de tomar en sus manos la solución de los problemas revolucionarios. La entrada del proletariado español en la arena histórica cambia radicalmente la situación y abre nuevas perspectivas. Para darse cuenta de ello hay que comprender ante todo que el afianzamiento de la dominación económica de la gran burguesía y el aumento de la importancia política del proletariado han privado definitivamente a la pequeña burguesía de la posibilidad de ocupar un puesto dirigente en la vida política del país. La cuestión de saber, si las sacudidas revolucionarias actuales pueden conducir a una verdadera revolución capaz de transformar las bases mismas de la existencia nacional, se reduce, por consiguiente, a saber si el proletariado español es capaz de tomar en sus manos la dirección de la vida nacional. En la nación española no hay otro pretendiente a este papel. La experiencia histórica de Rusia nos ha mostrado en estos tiempos de un modo evidente el peso específico del proletariado, unido por la gran industria, en un país con una agricultura atrasada, presa en las redes de unas relaciones semifeudales.
Ciertamente, los obreros españoles tomaron ya una participación combativa en las revoluciones del siglo XIX; pero siempre a la cola de la burguesía, siempre en segundo término, en calidad de fuerza auxiliar. En el transcurso del primer cuarto del siglo xx se robustece el papel revolucionario independiente de los obreros. La insurrección de Barcelona de 1909 mostró las fuerzas que encerraba el joven proletariado de Cataluña. Numerosas huelgas, transformadas en levantamientos, surgieron asimismo en otras regiones del país. En 1912 se desarrolló la huelga de los ferroviarios. Las regiones industriales se convirtieron en territorio de valerosos combates proletarios. Los obreros españoles se manifestaron libres de toda rutina, se mostraron capaces de reaccionar ante los acontecimientos y de movilizar sus filas con no menos rapidez y dieron pruebas de audacia en el ataque.
Los primeros años que siguieron a la guerra, más propiamente los primeros años que siguieron a la revolución rusa (1917-1920), fueron años de grandes combates para el proletariado español. 1917 fue testigo de una huelga general revolucionaria. Su derrota, así como la de una serie de movimientos que la siguieron, preparó las condiciones para la dictadura de Primo de Rivera. Cuando el derrumbamiento de esta última planteó nuevamente en toda su magnitud la cuestión del destino ulterior del pueblo español; cuando las taimadas intrigas de las viejas camarillas y los esfuerzos impotentes de los radicales pequeño-burgueses mostraron claramente que la salvación no podía venir de esta parte, los obreros, con una serie de acciones huelguísticas valerosas gritaron al pueblo: ¡presentes!
Los periodistas burgueses europeos de “izquierda” y, siguiendo su ejemplo, los socialdemócratas, gustan de filosofar, con una pretensión científica, sobre el tema de que España se apresta sencillamente a reproducir la Gran Revolución francesa con un retraso de cerca 150 años. Discutir sobre la revolución con estas gentes es lo mismo que discutir a propósito de colores con un ciego. A pesar de todo su retraso, España está mucho más adelantada que la Francia de fines del siglo XVIII. Grandes establecimientos industriales, 16.000 kilómetros de líneas férreas, 50.000 kilómetros de telégrafos, representan en sí para la revolución un factor más importante que los recuerdos históricos.
Intentando dar un paso adelante, el conocido semanario inglés Economist dice a propósito de los acontecimientos españoles: “Aquí obra más bien la influencia del París de 1848 y de 1871 que la influencia del Moscú de 1917”. Pero el París de 1871 representa un paso del de 1848 hacia 1917. Por esto la contraposición de estas dos fechas carece absolutamente de contenido.
Incomparablemente más seria y más profunda era la conclusión que sacaba Andrés Nin en su artículo publicado el año pasado en La lutte des classes: “El proletariado (de España), apoyándose en las masas campesinas, es la única fuerza capaz de tomar el poder en sus manos”. Esta perspectiva es trazada como sigue: “La revolución debe conducir a la dictadura del proletariado, la cual realizará la revolución burguesa y abrirá audazmente el camino a la transformación socialista”. ¡Es así y sólo así como se puede plantear actualmente la cuestión!
IV.
El programa de la revolución
Ahora, la divisa oficial de lucha es la república. Sin embargo, el desarrollo de la revolución empujará hacia la bandera de la monarquía, no sólo a las fracciones conservadoras y liberales de las clases dirigentes, sino también a las fracciones republicanas.
Durante los acontecimientos revolucionarios de 1854, Cánovas del Castillo escribía: “Aspiramos a mantener el trono, pero sin la camarilla que lo deshonra”. Hoy, Romanones y otros desarrollan esta gran idea. ¡Como si la monarquía fuera, en general, posible sin camarilla y con tanto mayor motivo en España! No está excluida, es cierto, una situación tal en que las clases poseyentes se vean obligadas a sacrificar la monarquía para salvarse a sí mismas (ejemplo, ¡Alemania!). Sin embargo, es muy posible que la monarquía madrileña se mantenga, aunque sea con el rostro lleno de cardenales, hasta la dictadura del proletariado. La divisa de república es también, ni que decir tiene, la divisa del proletariado. Pero para él no se trata simplemente de reemplazar al rey por un presidente, sino de un baldeo radical de toda la sociedad, destinado a limpiar a ésta de las inmundicias del feudalismo. En este sentido ocupa un lugar preeminente la cuestión agraria.
Las relaciones existentes en el campo español ofrecen el aspecto de una explotación semifeudal. La miseria de los campesinos, sobre todo en Andalucía y Castilla, el yugo de los terratenientes, de las autoridades y de los caciques han impulsado ya más de una vez a los obreros agrícolas ya los campesinos pobres a manifestar abiertamente su indignación. ¿Significa esto que sea posible en España, aunque sea mediante una revolución, emancipar las relaciones burguesas de las feudales? No, esto significa únicamente que en las condiciones de España el capitalismo puede explotar a los campesinos únicamente bajo la forma semifeudal. Dirigir el arma de la revolución contra las supervivencias del medioevo español, significa dirigirla contra las raíces mismas de la dominación burguesa.
Para arrancar a los campesinos del localismo y de las influencias reaccionarias, el proletariado tiene necesidad de un programa revolucionario-democrático claro. La falta de tierras y de agua, la esclavitud del arriendo, plantean netamente la cuestión de la confiscación de las grandes propiedades agrarias en beneficio de los campesinos pobres. Las cargas fiscales, las deudas insoportables del Estado, la rapacidad burocrática y las aventuras africanas plantean la cuestión del gobierno barato, el cual podría ser establecido, no por los propietarios de los latifundios, los banqueros, los industriales o los liberales nobles, sino por los trabajadores mismos.
La dominación del clero y las riquezas de la Iglesia plantean un objetivo democrático: separar la Iglesia del Estado y desarmarla cediendo sus riquezas al pueblo. Estas medidas decisivas serán sostenidas incluso por los sectores más supersticiosos del campo cuando se convenzan de que las sumas del presupuesto destinadas hasta ahora a la Iglesia, lo mismo que las riquezas de esta última, no irán a parar, después de la secularización, a los bolsillos de los liberales librepensadores, sino que estarán destinadas a la fecundación de la economía campesina exhausta.
Las tendencias separatistas plantean a la revolución el objetivo democrático de la libre determinación nacional. Estas tendencias exteriormente se han acentuado durante el periodo de la dictadura. Pero mientras que el “separatismo” de la burguesía catalana no es para ella, en su juego con el gobierno de Madrid, más que un instrumento contra el pueblo catalán y español, el separatismo de los obreros y de los campesinos es la envoltura de su indignación social. Hay que establecer una distinción rigurosa entre estos dos géneros de separatismo. Ahora bien, precisamente para separar de su burguesía a los obreros y campesinos oprimidos nacionalmente, la vanguardia proletaria debe adoptar en la cuestión de la libre determinación nacional una actitud audaz y sincera. Los obreros defenderán hasta sus últimas consecuencias el derecho de los catalanes y de los vascos a organizar su vida en un Estado independiente en el caso de que la mayoría de la población de dichas naciones se pronuncie por la separación completa. Pero esto no significa, naturalmente, que los obreros avanzados empujen a los catalanes y a los vascos a la separación. Al contrario, la unidad económica del país, con una amplia autonomía de las nacionalidades, ofrecería grandes ventajas a los obreros y campesinos desde el punto de vista económico y cultural.
No está descontada una tentativa de la monarquía para contener el desarrollo ulterior de la revolución con ayuda de una nueva dictadura militar. Pero lo que está descontado es un éxito sólido y durable de una tentativa semejante. La lección de Primo de Rivera está demasiado fresca. Sería preciso aplicar las cadenas de la nueva dictadura a las llagas no cicatrizadas aún de la antigua. A juzgar por los telegramas, en las alturas no se tendría inconveniente alguno en intentar la experiencia, y, a este efecto, se busca nerviosamente a un candidato conveniente, pero no aparece, por ahora, ningún voluntario. Lo que aparece con claridad es que una nueva dictadura militar costaría cara a la monarquía, y daría un nuevo y poderoso impulso a la revolución. Faites vos jeux, pueden decir los obreros a las clases dirigentes.
¿Puede esperarse que la revolución española saltará por encima del periodo del parlamentarismo? Teóricamente, no está excluido. Se puede suponer que el movimiento revolucionario alcanzará, en un periodo relativamente breve, una fuerza tal que no dejará a las clases dominantes ni el tiempo ni el lugar para el parlamentarismo. Sin embargo, una perspectiva tal es poco probable. El proletariado español, a pesar de sus excelentes cualidades combativas, no cuenta aún con un partido revolucionario reconocido por él ni con la experiencia de la organización soviética. Además, en las filas comunistas, poco numerosas, no hay unidad, ni un programa de acción claro y admitido por todos. Sin embargo, la cuestión de las Cortes ha sido puesta ya a la orden del día. En estas condiciones, hay que suponer que la revolución tendrá que pasar por una etapa de parlamentarismo.
Esto no excluye en ningún modo la táctica del boicot con respecto a las Cortes ficticias de Berenguer, del mismo modo que los obreros rusos boicotearon con éxito la Duma de Buliguin en 1905 y consiguieron hacerla fracasar. La cuestión táctica relativa al boicot debe resolverse sobre la base de la correlación de fuerzas en una etapa dada de la revolución.
Pero aun boicoteando las Cortes de Berenguer, los obreros avanzados deberían oponer a las mismas la consigna de Cortes Constituyentes revolucionarias. Debemos desenmascarar implacablemente el charlatanismo de la consigna de las Cortes Constituyentes en los labios de la burguesía de “izquierda”, la cual en realidad no quiere más que unas Cortes de conciliación por la gracia del rey y de Berenguer para hacer un trato con las viejas camarillas dirigentes y privilegiadas. Unas verdaderas Cortes Constituyentes pueden ser convocadas únicamente por un gobierno revolucionario, como resultado de la insurrección victoriosa de los obreros, de los soldados y de los campesinos. Podemos y debemos oponer las Cortes revolucionarias a las Cortes de Conciliación; pero, a nuestro juicio, sería erróneo renunciar, en la etapa actual, a la consigna de las Cortes revolucionarias.
Constituiría un doctrinarismo lamentable y estéril oponer escuetamente la consigna de la dictadura del proletariado a los objetivos y divisas de la democracia revolucionaria (república, revolución agraria, separación de la Iglesia del Estado, confiscación de los bienes eclesiásticos, libre determinación nacional, Cortes Constituyentes revolucionarias). Las masas populares, antes de que puedan conquistar el poder, deben agruparse alrededor de un partido proletario dirigente. La lucha por la representación democrática, así como la participación en las Cortes en una u otra etapa de la revolución, pueden facilitar incomparablemente la realización de este cometido.
La consigna del armamento de los obreros y de los campesinos (creación de la milicia obrera y campesina), debe adquirir inevitablemente en la lucha una importancia cada vez mayor. Pero en la etapa actual, esta consigna debe asimismo enlazarse estrechamente con las cuestiones de la defensa de las organizaciones obreras y campesinas, de la transformación agraria, de la libertad de las elecciones y de la protección del pueblo contra los pronunciamientos reaccionarios.
Un programa radical de legislación social, particularmente el seguro de los sin trabajo, la transferencia de las cargas fiscales a las clases poseyentes, la enseñanza general obligatoria, todas estas y otras medidas análogas, que no sobrepasan aún el marco de la sociedad burguesa, deben ser inscritas en la bandera del partido proletario.
Sin embargo, deben propugnarse ya paralelamente reivindicaciones de carácter transitorio: nacionalización de los ferrocarriles, los cuales son todos en España de propiedad privada; nacionalización de las riquezas del subsuelo; nacionalización de los bancos; control obrero de la industria; en fin, reglamentación de la economía por el Estado. Todas estas reivindicaciones, inherentes al paso del régimen burgués al régimen proletario, preparan esta transición para, después de la nacionalización de los bancos y de la industria, disolverse en el sistema de medidas de la economía organizada según un plan que sirve para preparar la sociedad socialista.
Sólo los pedantes pueden ver una contradicción en la combinación de consignas democráticas con otras transitorias y puramente socialistas. Un programa combinado así, que refleja la estructura contradictoria de la sociedad histórica, se desprende inevitablemente de la diversidad de problemas legados en herencia por el pasado. Reducir todas las contradicciones y todos los objetivos a un solo denominador: la dictadura del proletariado, es una operación necesaria, pero completamente insuficiente. Aun en el caso de dar un paso adelante, admitiendo que la vanguardia proletaria se haya dado cuenta claramente de que sólo la dictadura del proletariado puede salvar a España de la descomposición, sigue planteada en toda su amplitud la tarea preliminar de reunir y cohesionar alrededor de la vanguardia a los sectores heterogéneos de la clase obrera ya las masas trabajadoras del campo, todavía más heterogéneas. Oponer pura y simplemente la consigna de la dictadura del proletariado a los objetivos históricamente condicionados que impulsan actualmente a las masas hacia la senda de la insurrección, significaría reemplazar la comprensión marxista de la revolución social por la comprensión bakuninista. Sería el mejor medio de perder la revolución.
Ni que decir tiene que las consignas democráticas no persiguen en ningún caso como fin el acercamiento del proletariado a la burguesía republicana. Al contrario, crean el terreno para la lucha victoriosa contra la izquierda burguesa, permitiendo poner al descubierto a cada paso el carácter antidemocrático de la misma. Cuanto más valerosa, decidida e implacablemente luche la vanguardia proletaria por las consignas democráticas, más pronto se apoderará de las masas y privará de base a los republicanos burgueses y a los socialistas reformistas, de un modo más seguro los mejores elementos vendrán a nuestro lado y más rápidamente la república democrática se identificará en la conciencia de las masas con la república obrera.
Para que la fórmula teórica bien comprendida se convierta en hecho histórico vivo, hay que hacer pasar esta fórmula por la conciencia de las masas a base de la experiencia, de las necesidades y de las exigencias de las mismas. Para esto es preciso, sin perderse en detalles, sin distraer la atención de las masas, reducir el programa de la revolución a unas pocas consignas claras y simples y reemplazarlas según la dinámica de la lucha. En esto consiste la política revolucionaria.
V.
Comunismo, anarcosindicalismo, socialdemocracia
Como es de rigor, los acontecimientos españoles han empezado por pasar inadvertidos para la dirección de la Internacional Comunista. Manuilski, “jefe” de los países latinos, declaraba aún recientemente que los acontecimientos de España no eran dignos de atención. No podía ser de otro modo. Esa gente proclamaba en 1928 que Francia se hallaba en vísperas de la revolución proletaria. Después que durante tanto tiempo habían, amenizado un entierro con su música nupcial, no podían acoger, una boda con una marcha fúnebre. Obrar de otro modo significaba para ellos traicionarse a sí mismos. Cuando resultó, sin embargo, que los acontecimientos de España, no previstos por el calendario del “tercer periodo”, seguían desarrollándose, los jefes de la Internacional Comunista sencillamente decidieron callar; esto, en todo caso, era más prudente. Pero los acontecimientos de diciembre no hicieron posible la continuación del silencio. Y de nuevo, de acuerdo rigurosamente con la tradición, el jefe de los países latinos describió sobre su propia cabeza un círculo de 180°. Nos referimos al artículo de la Pravda del 17 de diciembre.
En dicho artículo la dictadura de Berenguer, como la dictadura de Primo de Rivera, es declarada “régimen fascista”. Mussolini, Mateoti, Primo de Rivera, MacDonald, Chang Kai Chek, Berenguer, Dan, todo eso son variedades del fascismo. Puesto que existe una palabra a punto, ¿qué necesidad hay de pensar? Lo único que queda es añadir a esta lista, para completarla, el régimen “fascista” del Negus de Abisinia. Con respecto al proletariado español, la Pravda comunica que éste no solamente “va asimilándose cada día más rápidamente el programa y las consignas del partido comunista español”, sino que “ha comprendido ya que en la revolución le corresponde la hegemonía”. Al mismo tiempo, los telegramas oficiales de París dan cuenta de la constitución de soviets de campesinos en España. Como se sabe, bajo la dirección stalinista son, ante todo, los campesinos los que se asimilan y realizan el sistema de los soviets (¡China!). Si el proletariado “ha comprendido ya que en la revolución le corresponde la hegemonía”, y los campesinos han empezado a organizar soviets, y todo esto bajo la dirección del partido comunista oficial, la victoria de la revolución española se puede considerar como asegurada, por lo menos hasta el momento en que el “Ejecutivo” de Madrid sea acusado por Stalin y Manuilski de haber aplicado erróneamente la línea general, la cual aparece nuevamente en las páginas de la Pravda como la ignorancia y la ligereza generales. Corrompidos hasta la médula por su propia política, estos “jefes” no son capaces de aprender nada.
En realidad, a pesar de las poderosas proporciones tomadas por la lucha, los factores subjetivos de la revolución -partido, organización de las masas, consignas- se hallan extraordinariamente retrasados con respecto a los objetivos del movimiento, y en este atraso consiste hoy el principal peligro. El desarrollo semiespontáneo de las huelgas, determinantes de sacrificios y derrotas, o que terminan en nada, constituye una etapa completamente inevitable de la revolución, un periodo de despertar de las masas, de su movilización y de su entrada en lucha. No hay que olvidar que en el movimiento toma parte no sólo de la “élite” de los obreros, sino toda su masa. Van a la huelga los obreros de las fábricas, pero asimismo los artesanos, los chóferes y panaderos, los obreros de la construcción y, finalmente, los jornaleros agrícolas. Los veteranos ejercitan sus músculos, los nuevos reclutas aprenden. A través de estas huelgas la clase empieza a sentirse clase.
Sin embargo, lo que en la etapa actual constituye la fuerza del movimiento -su carácter espontáneo- puede convertirse mañana en su debilidad. Admitir que el movimiento siga en lo sucesivo librado a sí mismo, sin un programa claro, sin una dirección propia, significaría admitir una perspectiva sin esperanzas. No hay que olvidar que se trata nada menos que de la conquista del poder. Aun las huelgas más turbulentas, y con tanto mayor motivo esporádicas, no pueden resolver este problema. Si en el proceso de la lucha el proletariado no tuviera la sensación en los meses próximos de la claridad de los objetivos y de los métodos, de que sus filas se cohesionan y robustecen, se iniciaría inevitablemente en él la desmoralización. Los anchos sectores, impulsados por primera vez por el movimiento actual, caerían en la pasividad. En la vanguardia, a medida que se sintiera vacilar el terreno bajo los pies, empezarían a resucitar las tendencias de acción de grupos y de aventurismo en general. En este caso, ni los campesinos ni los elementos pobres de las ciudades hallarían una dirección prestigiosa. Las esperanzas suscitadas se convertirían rápidamente en desengaño y exasperación. Se crearía en España una situación parecida hasta cierto punto ala de Italia después del otoño de 1920. Si la dictadura de Primo de Rivera fue no una dictadura fascista, sino una dictadura de camarillas militares típicamente española que se apoyaba en determinados sectores de las clases poseyentes, en caso de producirse las condiciones más arriba indicadas -pasividad y actitud espectativa del partido revolucionario y carácter espontáneo del movimiento de las masas-, en España podría aparecer un terreno propicio para un fascismo auténtico. La gran burguesía podría apoderarse de las masas pequeño burguesas, sacadas de su equilibrio, decepcionadas y desesperadas, y dirigir su indignación contra el proletariado. Hoy nos hallamos aún lejos de esto. Pero no hay tiempo que perder.
Aún admitiendo por un instante que el movimiento revolucionario, dirigido por el ala revolucionaria de la burguesía -oficiales, estudiantes, republicanos- pueda conducir a la victoria, la esterilidad de esta victoria resultaría, en fin de cuentas, igual a una derrota. Los republicanos españoles, como ya se ha dicho, permanecen enteramente en el terreno de las relaciones de propiedad actual. No se puede esperar de ellos ni la expropiación de la gran propiedad agraria, ni la liquidación de la situación privilegiada de la Iglesia católica, ni el baldeo radical la de los establos de Augias de la burocracia civil y militar. La camarilla monárquica sería reemplazada sencillamente por la camarilla republicana. Y tendríamos una nueva edición de la efímera e infructuosa república de 1873.
El hecho de que los jefes socialistas vayan a la cola de los republicanos es completamente normal. Ayer la socialdemocracia apoyaba con el hombro derecho a la dictadura de Primo de Rivera. Hoy apoya con el hombro izquierdo a los republicanos. La finalidad superior de los socialistas, los cuales no tienen ni pueden tener una política propia, consiste en la participación en un gobierno burgués sólido. Con esta condición, en fin de cuentas, no tendrían incluso ningún inconveniente en conciliarse con la monarquía.
Pero el ala derecha de los anarcosindicalistas no se halla garantizada contra la posibilidad de seguir este mismo camino: los acontecimientos de diciembre constituyen en este sentido una gran lección y una severa advertencia.
La Confederación Nacional del Trabajo agrupa indiscutiblemente a su alrededor a los elementos más combativos del proletariado. En dicha organización la selección se ha efectuado en el transcurso de una serie de años. Reforzar dicha confederación, convertirla en una verdadera organización de masas es el deber de todo obrero avanzado y ante todo del comunista. Se puede asimismo contribuir a ello actuando en el interior de los sindicatos reformistas, denunciando incansablemente la traición de sus jefes e incitando a los obreros a agruparse en el marco de una confederación sindical única. Las condiciones de la revolución favorecerán extraordinariamente esta labor.
Pero al mismo tiempo no debemos hacemos ninguna ilusión respecto a la suerte del anarcosindicalismo como doctrina y como método revolucionario. El anarcosindicalismo, con su carencia de programa revolucionario y su incomprensión del papel del partido, desarma al proletariado. Los anarquistas “niegan” la política hasta que ésta les coge por el pescuezo: entonces dejan el sitio libre para la política de la clase enemiga. ¡Así fue en diciembre!
Si el partido socialista adquiriera durante la revolución una situación dirigente en el proletariado, sería capaz sólo de una cosa: de transmitir el poder conquistado por la revolución a las manos agujereadas del ala republicana, de las cuales pasaría automáticamente luego a los que lo detentan actualmente. El gran parto terminaría en un aborto.
Por lo que se refiere a los anarcosindicalistas, podrían hallarse a la cabeza de la revolución sólo en el caso de que renunciaran a sus prejuicios anarquistas. Nuestro deber consiste en ayudarlos en este sentido. Hay que suponer que, en realidad, parte de los jefes sindicalistas se pasará a los socialistas o será dejada de lado por la revolución; los verdaderos revolucionarios estarán con nosotros; las masas irán con los comunistas, lo mismo que la mayoría de los obreros socialistas.
La ventaja de las situaciones revolucionarias consiste precisamente en que las masas aprenden con gran rapidez. La evolución de estas últimas provocará inevitablemente diferenciaciones y escisiones no sólo entre los socialistas, sino también entre los sindicalistas. En el transcurso de la revolución son inevitables los acuerdos prácticos con los sindicalistas revolucionarios. Nos mostraremos lealmente fieles a estos acuerdos. Pero sería verdaderamente funesto introducir en los mismos elementos de equívoco, de reticencia, de falsedad. Incluso en los días y las horas en que los obreros comunistas luchan al lado de los obreros sindicalistas, no se puede destruir la barrera de principios, disimular las divergencias o atenuar la crítica de la falsa posición del aliado. Sólo con esta condición quedará garantizado el desarrollo progresivo de la revolución.
VI.
Junta revolucionaria y partido
Atestigua hasta qué punto el proletariado tiende a una acción mancomunada la jornada del 15 de diciembre, caracterizada por el hecho de que los obreros se levantaron simultáneamente no sólo en las grandes ciudades, sino también en las poblaciones secundarias aprovechándose de la señal de los republicanos porque ellos no disponen de un vocero propio suficientemente sonoro. Por lo visto, la derrota del movimiento no ha provocado ni una sombra de decepción. La masa considera las propias acciones como experimentos, como escuela, como preparación. Es este uno de los rasgos más elocuentes de los periodos de impulso revolucionario.
El proletariado, si quiere entrar en la senda de las grandes acciones, tiene necesidad, ya en el momento presente, de una organización que se levante por encima de las separaciones políticas, nacionales, provinciales y sindicales existentes en las filas del proletariado y que corresponda a la envergadura tomada por la lucha revolucionaria actual. Una organización tal, elegida democráticamente por los obreros de las fábricas, de los talleres, de las minas, de los establecimientos comerciales, del transporte ferroviario y marítimo, por los proletarios de las ciudades y del campo, no puede ser más que el soviet. Los epígonos han causado un daño incalculable al movimiento revolucionario en todo el mundo al afirmar en muchas mentes el prejuicio de que los soviets se crean únicamente para las necesidades del levantamiento armado y únicamente en vísperas del mismo.
En realidad los soviets se constituyen cuando el movimiento revolucionario de las masas obreras, aunque se halle lejos todavía de la insurrección, engendra la necesidad de una organización amplia y prestigiosa capaz de dirigir los combates políticos y económicos que abarcan simultáneamente establecimientos y profesiones diversas. Sólo a condición de que los soviets, durante el periodo preparatorio de la revolución, penetren en el seno de la clase obrera, resultarán capaces de desempeñar un papel directivo en el momento de la lucha inmediata por el poder. Ciertamente, la palabra soviet ha adquirido ahora, después de 13 años de existencia del régimen soviético, un sentido considerablemente distinto del que tenía en 1905 o a principios de 1917, cuando los soviets surgían no como órganos del poder, sino únicamente como organizaciones combativas de la clase obrera. La palabra Junta, íntimamente ligada con toda la historia de la revolución española, expresa de un modo insuperable esta idea. La creación de Juntas obreras está a la orden del día en España.
En la situación actual del proletariado, la organización de Juntas presupone la participación en las mismas de los caudillos de la lucha huelguística, comunistas, anarcosindicalistas, social-demócratas y sin-partido. ¿ Hasta qué punto se puede contar con la participación de los anarcosindicalistas y socialdemócratas en los soviets? Es imposible predecirlo desde lejos. El empuje del movimiento obligaría indudablemente a muchos sindicalistas y acaso aún a una parte de los socialistas a ir más allá de lo que quisieran si los comunistas saben plantear con la debida energía el problema de las Juntas obreras.
Con la presión de las masas, las cuestiones prácticas de la organización de los soviets, de las normas de representación, del momento y los procedimientos de elección, etc., etc., pueden y deben ser objeto de acuerdo no sólo de todas las fracciones comunistas entre sí, sino también con los sindicalistas y socialistas dispuestos a ir ala creación de dichos organismos. Los comunistas, ni que decir tiene, en todas las etapas de la lucha actuarán con sus banderas desplegadas.
Contrariamente a lo que supone la novísima teoría del estalinismo, es poco probable que las Juntas campesinas, como organizaciones electivas, surjan, al menos en un número considerable, antes de la toma del poder por el proletariado. En el periodo preparatorio, es más probable que se desenvuelvan en el campo otras formas de organización fundadas no en el principio electivo, sino en la selección individual : asociaciones campesinas, comités de campesinos pobres, células comunistas, sindicatos de obreros agrícolas, etc. Sin embargo, ya ahora se puede poner a la orden del día la propaganda en favor de las Juntas campesinas sobre la base del programa agrario revolucionario.
La insurrección republicana de diciembre de 1930 será indudablemente inscrita en la historia como un jalón entre dos épocas de la lucha revolucionaria. El ala izquierda de los republicanos estableció contacto con los jefes de las organizaciones obreras a fin de obtener la unidad de acción. Los obreros desarmados tuvieron que desempeñar el papel de coro cerca de los corifeos republicanos. Este objetivo fue realizado en la medida necesaria para poner de manifiesto de una vez para siempre la incompatibilidad del complot militar con la huelga revolucionaria. El gobierno halló en el interior del propio ejército suficientes fuerzas contra el complot militar, que oponía un arma a la otra. Y la huelga, privada de objetivo independiente y de dirección propia, quedó reducida a nada tan pronto la sublevación militar fue vencida.
El papel revolucionario del ejército, no como instrumento de los experimentos de la oficialidad, sino como parte armada del pueblo, se halla determinado en fin de cuentas por el papel de los obreros y de las masas campesinas en la marcha de la lucha. Para que la huelga revolucionaria pueda obtener la victoria, ha de enfrentar a los obreros y al ejército. Por importantes que sean los elementos puramente militares de este choque, la política predomina. La masa puede ser conquistada sólo planteando de un modo claro los fines sociales de la revolución.
Para llevar a cabo eficazmente todas estas tareas son necesarias tres condiciones: el partido, el partido y el partido.
Es díficil juzgar desde lejos cómo se formarán las relaciones entre las distintas organizaciones y grupos comunistas actualmente existentes y cuál será el destino en el futuro. La experiencia lo mostrará. Los grandes acontecimientos someten infaliblemente a prueba las ideas, las organizaciones y los hombres. Si la dirección de la Internacional Comunista se muestra incapaz de proponer a los obreros españoles algo más que una falsa política, el mando burocrático y la escisión, el verdadero partido comunista de España se formará y templará fuera del marco oficial de la Internacional Comunista. Sea como sea, el partido debe ser creado. Dicho partido debe ser único y centralizado.
La clase obrera no puede en ningún caso constituir su organización política de acuerdo con el principio federativo. El partido comunista, que no es el prototipo del régimen estatal futuro de España, sino la palanca de acero destinada a derrumbar el régimen existente, no puede ser organizado más que a base de los principios del centralismo democrático.
La Junta proletaria será la vasta arena en que cada partido y cada grupo serán sometidos a prueba a la vista de las grandes masas. Los comunistas opondrán la divisa del frente único de los obreros a la práctica de la coalición de los socialistas y parte de los sindicalistas con la burguesía. Sólo el frente único revolucionario hará que el proletariado inspire la confianza necesaria a las masas oprimidas de la ciudad y del campo. La realización del frente único es concebible sólo bajo la bandera del comunismo. La Junta tiene necesidad de un partido dirigente. Sin una firme dirección, se convertiría en una forma vacía de organización y caería indefectiblemente bajo la dependencia de la burguesía.
A los comunistas españoles les está asignada, por consiguiente, una gran misión histórica. Los obreros avanzados de todos los países seguirán con apasionada atención el desarrollo del gran drama revolucionario que tarde o temprano exigirá de ellos no sólo simpatía, sino ayuda efectiva. ¡Estaremos con el arma al brazo!
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Hay que organizar a la Oposición de Izquierda
(Extractos de. cartas a Andrés Nin, enero - abril 1931)
31 enero de 1931
[ Desde el punto de vista revolucionario, la cuestión se resume así: ¿aspira el partido catalán a la independencia política y organizativa? ¿Se considera, desde el comienzo, como una sección regional del partido español? Se puede admitir el federalismo en el Estado, pero en ningún caso en el partido ( )
( )A pesar de su debilidad intrínseca, el partido oficial se beneficia de. factores históricos exteriores: la U.R.S.S. y todo lo que a ella está ligado. Esto es por lo que me parece peligroso no tener en cuenta, en la práctica, más que la relación actual de fuerzas ( )[1]
( ) La entrada de los comunistas de izquierda en organizaciones más amplias e informales se justifica en España más que en cualquier otra parte, por el estado de las filas comunistas por una parte, y, por la otra, por la situación revolucionaria. Pero esta táctica pone a los opositores de izquierda en peligro de llevarles a desaparecer en el seno de otras corrientes o fracciones[2]. Por ello la creación de un centro de la oposición de izquierda me parece la condición necesaria y urgentes de la entrada de sus militantes en otras organizaciones. Son necesarios un periódico de la oposición de izquierda y un boletín interno.]
Los comunistas españoles deben rehacer su unidad: esta consigna constituirá sin duda, en el próximo periodo, una formidable fuerza de atracción, que crecerá al mismo tiempo que la influencia del comunismo. Las masas, y lo mismo su vanguardia, no aceptarán más fracciones que las que les sean impuestas por su propia experiencia. Es por ello, me parece, que la consigna del frente único en dirección a los obreros sindicalistas y comunistas debe ser acompañada por la de unificación de los comunistas, sobre la base de una plataforma determinada.[3]
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5 de febrero de 1931
Creo que difícilmente le será posible renunciar a la consigna de Cortes constituyentes revolucionarias. ¿No cuenta la población española con más de un 70 % de campesinos? ¿Cómo comprenderían la consigna de una “república obrera”? Los socialistas y los republicanos por un lado, los curas por el otro, dirían a los campesinos que los obreros quieren someterles y reinar sobre ellos. ¿Qué les explicaríais? No veo más que una sola respuesta a dar en las presentes circunstancias: queremos que los obreros y los campesinos expulsen a los funcionarios nombrados por el poder superior, y, de forma general, a todos los responsables de violencias, a todos los opresores, y que expresen su libre voluntad por el sufragio universal. Se podrá conducir a los campesinos a la republica obrera, es decir a la dictadura del proletariado, en la lucha que se desarrolle por. la conquista de las tierras y por sus demás objetivos; pero no es posible proponer a prior¡ a los campesinos la fórmula de la dictadura del proletariado.
[Por lo que se refiere al boicot, no estoy convencido ( )]. Evidentemente los comunistas han cometido un error al no tomar la iniciativa en ello. Eran los únicos capaces, con los obreros revolucionarios en general, de dar a la campaña de boicot audacia y combatividad. Sin embargo, parece claro que, en los partidos de oposición, la opinión está muy ampliamente dispuesta al boicot, y ello constituiría la señal de una efervescencia profunda entre las masas. Si los comunistas les hubieran zarandeado a tiempo, republicanos y socialistas hubieran tenido muchas dificultades para abandonar el proyecto de boicotear. Mientras tanto, Berenguer y su gobierno pudieron plantearse las, elecciones del 10 de marzo. Si el boicot obligase a Berenguer a retroceder de una u otra forma, las consecuencias serían formidables: las masas tomarían mejor conciencia de sus disposiciones revolucionarias, sobretodo si los comunistas hubieran jugado en esta táctica el papel de instigadores y de guías.
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13 de febrero de 1931
A propósito de la “república obrera”. De ninguna de las maneras se puede renunciar a esta consigna. Pero, actualmente, compete más a la propaganda que a la agitación. Debemos explicar a la vanguardia obrera que vamos hacia una república obrera, pero que antes hay que llevar a los campesinos a esta idea. Ahora bien, convertir a los campesinos a la república obrera, es decir, de hecho, a la dictadura del proletariado, no podremos hacerlo apenas más que después de varias “experiencias transitorias”, entre ellas la del parlamentarismo. Los campesinos no aceptarán la dictadura del proletariado más que cuando todas las demás opciones estén agotadas. Cierto, bastantes posibilidades han sido ya experimentadas en España. Sin embargo queda la de una democracia “completa”, “consecuente”, obtenida por el camino revolucionario, quiero decir las Cortes constituyentes. Por supuesto, no tenemos hacia esta fórmula un apego fetichista. Si los acontecimientos van más rápido de lo previsto, sabremos reemplazar, a tiempo, esta consigna por otra.
[( ) El que la federación catalana nos confíe la redacción de sus principales documentos, incluida la respuesta a la declaración política del partido, constituye una adquisición política muy preciosa y prometedora[[4]( )
( ) No obstante, renuevo mi propuesta de editar en Madrid ?o en otra ciudad? un boletín de la oposición de izquierda española, así como un órgano mensual, sólido a nivel teórico ( ) De otra manera, la próxima etapa de la revolución puede coger desprevenida a la oposición de izquierda, y, teniendo en cuenta la debilidad del partido y la confusión de la federación catalana, ello podría conducir a los peores desastres, irreparables.]
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15 de febrero de 1391
( ) Creo recordar, que bajo forma de “sueño”, le haya escrito que estaría bien que el boicot obligase a la monarquía a arrodillarse, aunque fuera con una sola rodilla. Ahora, es un hecho. La dimisión de Berenguer[5] no tiene en sí misma una gran importancia política, pero, como síntoma, es muy significativa. La impotencia de la monarquía, la disgregación de las bandas dirigentes, su falta de confianza en sí mismas, su miedo, miedo del pueblo, miedo de la revolución, miedo del mañana, sus tentativas por prevenir mediante concesiones importantes las consecuencias más temibles, todo esto se deduce de la dimisión de Berenguer y de la semicapitulación del rey. ¡Es espléndido! ¡Verdaderamente espléndido! ¡No podría imaginarse algo mejor! El respeto fetichista del poder en la conciencia de las masas populares habrá recibido un golpe mortal. Millones de corazones van a desbordar de satisfacción, seguridad, audacia: este flujo les caldeará, inspirará, les empujará hacia delante.
El conjunto de la situación revolucionaria en la que debe actuar el partido revolucionario es en la actualidad extremadamente favorable. Todo el asunto está en saber cómo se comportará el partido. Desgraciadamente, los comunistas no han tenido una voz propia en el concierto de partidarios del boicot. Es por ello que no han progresado apenas durante la campaña de los dos o tres últimos meses. En períodos en que el ascenso revolucionario se hace impetuoso, la autoridad del partido crece rápidamente, de forma febril, a condición de que, en los giros decisivos, en las nuevas etapas, el partido lance la consigna necesaria, cuya justeza será pronto confirmada por los acontecimientos Durante estos últimos meses, estos últimos años, se han dejado pasar bastantes ocasiones. Pero ¿para qué volver sobre el pasado? Hay que mirar adelante. La revolución no está más que en sus comienzos. Se puede centuplicar lo ganado respecto lo que se ha dejado perder.
El problema del parlamento y de la Constitución se encuentra en el centro de la vida política oficial. No podemos hacer como si lo ignorásemos. Para mi, hay que redoblar energías a fin de lanzar la consigna de Cortes revolucionarias constituyentes. No hay que rechazar el empleo de fórmulas claramente democráticas. Se pedirá, por ejemplo, el derecho a votar para todos, sin distinción de sexo, a la edad de 18 años, y sin ninguna restricción. 18 años, para este país mediterráneo puede ser incluso demasiado: hay que apostar por la juventud.
( ) La cuestión del frente único de todas las fracciones comunistas, incluido el partido oficial, estará inevitablemente al orden del día. Las masas sentirán durante las semanas y meses que se avecinan una necesidad imperiosa de ser dirigidas por un partido revolucionario unido y serio. Las disensiones de los comunistas desorientarán a las masas. Éstas impondrán la unidad ?sin duda no para siempre, pues los acontecimientos pueden aún rechazar a las diferentes tendencias por caminos diferentes; pero para el próximo período, el acercamiento de las fracciones comunistas me parece completamente inevitable. Sobre este punto, así como en la cuestión del boicot y en cualquier otra cuestión política de actualidad, la fracción que haya tomado la iniciativa de rehacer la unidad de las filas comunistas se aprovechará de ello. Para que la izquierda comunista sea capaz de tomar esta iniciativa, primero tiene que unificarse y organizarse ella misma. Es indispensable crear inmediatamente una fracción bien organizada de la oposición comunista de izquierda, aunque al comienzo sea poco numerosa, que publique su boletín y tenga su grupo organizado de teóricos. Por supuesto, esto no excluye la posibilidad, para los comunistas de izquierda,.de participar en organizaciones más amplias; por el contrario, esto presupone tal participación; pero es su condición indispensable.
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4 de marzo de 1931
[( ) La experiencia política del periodo de Berenguer muestra que el partido proletario debe tomar firmemente posición en favor del boicot de las Cortes del almirante[6]. Los socialistas, los republicanos, corren el riesgo de abandonar las posiciones de boicot que actualmente ocupan si no son fustigados continuamente por la izquierda. En el estadio actual de la revolución, la organización comunista puede jugar el papel de un enganche, pequeño pero sólido, que obligue a girar las ruedas dentadas de los socialistas, de los republicanos e incluso de los partidarios de las Cortes constituyentes ¡si no rompe sus dientes!
Tendríamos que lanzar la consigna de boicot activo; ello significaría que no sólo nos abstenemos de participar en las elecciones, sino que desarrollamos una ofensiva enérgica contra las Cortes falsamente constituyentes ?mediante reuniones populares, proclamas, manifestaciones, denuncias de los candidatos oficiales como enemigos del pueblo, boicot público de los candidatos a las elecciones, etc. Creo que la táctica de boicot activo permitiría crear comités obreros de boicot que podrían transformarse en juntas obreras en el momento oportuno
En mis cartas precedentes, he hablado en detalle de la cohesión de la oposición de izquierda y de su actitud hacia el partido oficial. No sé si ha recibido mis cartas y espero impacientemente que me informe de sus puntos de vista sobre estas cuestiones y de las medidas prácticas tomadas por usted y sus camaradas. Las cuestiones de estrategia y táctica revolucionaria no tienen sentido más que a condición de que exista el “factor subjetivo”, es decir, una organización revolucionaria, aunque sea poco numerosa al principio.]
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13 de marzo de 1931
Algunas palabras a propósito de las juntas de soldados. ¿Tenemos interés en que se constituyan en organizaciones independientes? Es una cuestión muy seria, a propósito de la cual se debe trazar, desde el principio, una cierta línea de conducta, mientras se reserva, por supuesto, el derecho de hacer correcciones según la experiencia.
En 1905, en Rusia, no se habla llegado aún a crear soviets de soldados. Pareció bien crear diputados del ejército en los soviets obreros, pero sólo de forma episódica. En?1917 los soviets de soldados jugaron un papel formidable. En Piter, el soviet de soldados se fusionó con el de los obreros desde el comienzo, y los representantes del ejército formaban en él la aplastante mayoría. Pero entonces era una cuestión de organización técnica: en efecto, el inmenso ejército contaba entonces de diez a doce millones de campesinos.
En España los efectivos del ejército son los de tiempo de paz, son insignificantes en relación a la cifra global de la población, e incluso en relación a los efectivos del proletariado. En estas condiciones, ¿es inevitable que los soldados se constituyan en soviets independientes? Desde el punto de vista de la política proletaria, tenemos interés en atraer a los delegados de los soldados a las juntas obreras, a medida que se vayan creando. Las juntas compuestas exclusivamente de soldados podrían no formarse más que en el momento en que la revolución alcance su punto culminante, o bien cuando consiga la victoria. Las juntas obreras pueden ?¡y deben!? constituirse antes, a partir de las huelgas, del boicot a las Cortes, y, luego, de la participación en las elecciones. Por consiguiente se pueden asociar delegados del ejército a las juntas obreras bastante antes de que puedan organizarse juntas puramente militares. Pero voy más lejos: si se toma a tiempo la iniciativa de crear juntas obreras y de asegurar su acción en el ejército, se conseguirá, quizá, evitar después la creación de juntas de soldados independientes, expuestas a caer bajo la influencia de oficiales arribistas y no bajo la de los obreros revolucionarios. Los débiles efectivos del ejército español testimonian en favor de esta hipótesis. Por otra parte, este ejército poco numeroso tiene sin embargo tradiciones propias de política revolucionaria más señaladas que en cualquier otro país. Circunstancias que podría, en cierta medida, impedir la fusión de los delegados de los soldados con las juntas obreras.
Ya ve usted que, sobre este punto, no me atrevo a pronunciarme categóricamente; además, tampoco los camaradas que ven de cerca la situación están, probablemente, en estado de dar una respuesta categórica. Me limito a abrir el debate: cuanto antes se empiecen a discutir ciertas cuestiones, en los amplios círculos de la elite obrera, más fácil será resolverlas luego. En cualquier caso, convendría intentar incorporar los delegados de los soldados a las juntas obreras. Si no resulta más que parcialmente, ya está bien. Pero precisamente con vistas a este resultado hay que estudiar a tiempo y minuciosamente las disposiciones del ejército, de los diferentes cuerpos, de las distintas armas, etc.
En suma, sería bueno intentar levantar colectivamente un mapa político de España con el objetivo de definir con más precisión las relaciones de fuerzas en cada región y las relaciones entre ellas. Habría que indicar en este mapa las regiones obreras, los focos revolucionarios, las organizaciones sindicales y los partidos, las guarniciones, las relaciones de fuerzas entre rojos y blancos, las regiones en las que hay un movimiento campesino, etc. Por poco numerosos que sean los opositores, podrían tomar en diversos sitios la iniciativa de este estudio uniéndose a los mejores representantes de los otros grupos revolucionarios. Así se pondrían en pie los elementos de un gran estado mayor de la revolución. El núcleo central daría a este trabajo la necesaria unidad. Este trabajo preparatorio, que podría parecer de entrada que presenta un carácter académico, tendría posteriormente un extraordinario valor, incluso, quizás, una importancia decisiva. En una época como la que atraviesa España, la mayor falta que se puede cometer es perder el tiempo.
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15 de marzo de 1931
[( )¿Cómo será` definida, cómo se explicará políticamente su participación en el Bloque?[7] ¿Como la de un representante de una fracción comunista o como la de un conocido revolucionario aislado? En el caso en que les hiciera falta entenderse con la burocracia de la I.C., ciertos elementos de la federación podrían declarar que formaban un bloque con el campesinado y la pequeña burguesía revolucionaria en la persona de Nin. Quedar sin pasaporte político, sobre todo durante la revolución, es muy peligroso
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20 de marzo de 1931
[Recibo de Paris cartas cada vez más inquietantes a propósito de la situación en España. Debo decirle que comparto esta inquietud. En España, la situación es revolucionaria. En España tenemos representantes completamente cualificados de la oposición de izquierda. Por cartas, artículos, etc., hemos elaborado algo parecido a un proyecto de plataforma de la oposición de izquierda. Todas las miradas están vueltas hacia España. Y cada día perdido se pagará caro en los momentos decisivos. Nadie fuera de la oposición de izquierda es capaz de dar una orientación justa, de fijar una política justa, en las condiciones revolucionarias de España. Y, sin embargo, la oposición de izquierda no existe: y ello provoca inquietud en muchos camaradas, y, esta inquietud, la comparto
¿Dónde está la salida? Los camaradas de Madrid[8] creen que con el concurso de los camaradas de Asturias[9] es posible publicar un órgano teórico mensual. Están igualmente dispuestos a editar un boletín de la fracción de izquierda. Me parece que hay que apoyarlos con todas nuestras fuerzas. Guardando una ligazón permanente entre usted y Madrid, por una parte, España, París y Constantinopla[10]por otra, se puede llegar al acuerdo político, teórico y organizativo necesario. Espero con gran impaciencia su respuesta a esta cuestión. tanto más ya que todas mis cartas precedentes han quedado sin respuesta sobre este punto ( )
El que usted sea candidato a las municipales es evidentemente muy importante.[11] ” Pero evidentemente usted estará de acuerdo en admitir que en política, y sobre todo durante la revolución, no son preciosas más que las conquistas que se traducen por un crecimiento del partido, o, en el caso precedente, de la fracción. Sin ello la tempestad de la revolución disipará completamente la iniciativa individual, lo mismo en caso de victoria que en caso de derrota de la revolución
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1 de abril de 1931
[Sus conferencias y sus éxitos me alegran enormemente.[12] Su intención de ocuparse durante su viaje de la organización de una fracción de la oposición de izquierda me da quizá aún más esperanzas. Es importante tener un crisol dispuesto: el desarrollo de la revolución creará una solución saturada ( )]
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12 de abril de 1931
[Acabo de recibir la carta en la que me informa por primera vez de su ruptura con la federación catalana y de la próxima aparición de un órgano de la oposición de izquierda, Comunismo[13] . La última carta me lleñó de tal alegría que me niego a lamentar los meses perdidos en el asunto de la formación de una oposición de izquierda[14] . No dudo que recuperaréis cien veces el tiempo perdido.]
Notas
[1] El 17 de junio de 1931, Nin había escrito a Trotsky: “Aquí el partido se formará fuera del partido oficial”, y subrayado: “La Federación Catalana cuenta con la simpatía de los mejores elementos del resto de España.” Ahora bien, todos los partidarios de la Oposición no compartían este punto de vista. Así, Henri Lacroix escribía en La Verité del 13 de junio precedente que el grupo Maurín era la “fracción más perjudicial al desarrollo del partido comunista”, precisando que Maurín debía ser considerado como “estalinista con reservas”.
[2] Nin, que había sido detenido en diciembre de 1930, estaba preso en una celda vecina de la de Maurin con el que tenía discusiones diarias. En su carta a Trotsky del 17 de enero, le anunciaba su intención de unirse a la Federación Catalana
[3] La idea de la “unificación de los comunistas” iba a abrirse un camino entre los opositores comunistas de diversa procedencia. Hasta el punto que la Federación Catalana reclamará su paternidad. En realidad, las cartas de Trotsky a Nin eran leídas por todos los detenidos, incluso Maurín, con pasión. Parece ser que Trotsky había sido el primero en lanzar la consigna de “unificación de los comunistas”.
[4] En su carta del 26 de enero, Nin había anunciado a Trotsky que había redactado casi completamente las tesis políticas de la Federación Catalana, y en la del 5 de febrero que acababa de confiar la redacción en La Batalla de la respuesta a la “declaración política” del partido oficial.
[5] El general Berenguer, conocido por su “liberalismo” había sido “dimitido” por Alfonso XIII, venido en persona a su cabecera el 14 de febrero de 1931.
[6] El almirante Aznar había sido designado por Alfonso XIII para reemplazar al general Berenguer a la cabeza del gobierno.
[7] Nin había escrito a Trotsky que juzgaba necesaria su entrada en la Federación Catalana, y el 7 de marzo: “He debido luchar enérgicamente contra la idea de la creación de un “partido obrero y campesino”. Esta idea ha sido ahora rechazada. Sin embargo no he podido evitar la adopción de un proyecto de creación de un “Bloque obrero y campesino”. Al fin, precisaba, de que su eventual adhesión a la Federación no agravase las relaciones de esta última con la I.C., adherida solamente a este Bloque.
[8] El grupo de la Oposición se había constituido alrededor de Henri Lacroix y de Juan Andrade.
[9] El animador de la oposición de izquierda en Asturias era uno de los fundadores del P.C. en la provincia, José Laredo Aparicio, el cual iba a asumir durante el primer año la responsabilidad de la revista mensual Comunismo.
[10] Trotsky estaba entonces en la Isla de los Príncipes, cerca de Constantinopla, y el secretariado internacional de la Oposición en París.
[11] Después de haber hecho varias veces alusión a una eventual candidatura por su parte, Nin había indicado a Trotsky en su carta del 25 de enero que sería sin duda candidato de la Federación de Vendrell, luego, el 15 de marzo que probablemente sería candidato en nombre del futuro “Bloque obrero y campesino”.
[12] Alusión, principalmente, a la conferencia dada por Nin en el Ateneo enciclopédico de Barcelona.
[13] El primer número de Comunismo debía aparecer el 15 de mayo de 1931, con una carta de Trotsky con fecha del 12 de abril. El periódico había sido puesto en pie de resultas de un viaje de Nin a Madrid, y luego a Asturias
[14] No poseemos ningún texto de Nin explicando esta frase de Trotsky. En una carta del 10 de abril, se defendía de ser partidario de “una entrada sin condiciones” y el mismo día 12 escribía: “Hay que entrar en la Federación, llevar un trabajo sistemático y crear nuestra fracción. Es posible. Estoy seguro de que si, hoy, mi entrada no ha sido posible, lo será pronto, quizá antes de un mes.”
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Decir lo que es[1]
(Carta a Comunismo, 12 de abril de 1931)
Queridos camaradas:
He recibido por fin la noticia tanto tiempo esperada de que la Oposición Comunista de Izquierda emprende la publicación de su órgano Comunismo.[2] No dudo ni un momento de que esta publicación tendrá un gran éxito.
España pasa por un período revolucionario. En un periodo así, el pensamiento despierto de la vanguardia proletaria aspira ávidamente a abordar las cuestiones, no de un modo aislado, sino en toda su complejidad general. Las épocas revolucionarias han sido siempre tiempos de avance de la curiosidad teórica de las clases históricamente progresivas. Ninguna teoría, excepto el marxismo, puede dar una respuesta a los gigantescos problemas planteados actualmente a los comunistas españoles. Pero podemos y debemos decir de un modo categórico que ningún grupo, a excepción de la oposición de izquierda, es capaz actualmente de dar a los obreros españoles una interpretación auténticamente marxista de las condiciones de la revolución, de sus fuerzas motrices, de sus perspectivas, de sus fines. Mientras que la fracción centrista oficial de la Internacional Comunista subordina los problemas de la revolución proletaria a las consideraciones y las necesidades de un prestigio burocrático seriamente comprometido, y no permite el planteamiento critico de ninguna cuestión, la Oposición de Izquierda se propone como misión decir lo que es. La claridad, la precisión teórica y por consiguiente la honradez política, he aquí los rasgos que hacen invencible a una tendencia revolucionaria. Que con esta bandera viva y se desarrolle Comunismo.
Os prometo el apoyo más resuelto, y, ante todo, la colaboración más asidua, e invito a hacer lo mismo a nuestros camaradas de todos los países. Os envío mi proyecto de plataforma sobre la U.R.S.S., que he terminado estos días.
Espero que los comunistas españoles avanzados presten a las cuestiones internas del primer estado obrero, la misma atención que los comunistas de la U.R.S.S..deben prestar a los problemas de la revolución española.
¡Viva Comunismo! ¡Vivan los bolchevique?leninistas españoles! ¡Viva el proletariado revolucionario español!
12 de abril de 1931
Notas
[1] T. 3380. Esta carta saludo debía aparecer en el número 1 de Comunismo, el 15 de mayo de 1931, al igual que un texto muy semejante de Alfred Rosmer, que había roto con la organización de la oposición internacional desde hacía varios meses.
[2] Ya hemos visto como ya un año antes, Trotsky enviaba un saludo parecido a Contra la corriente, texto que no llegaría a publicarse.
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Los Diez Mandamientos del comunista español
Kadikei, 12 de abril de 1931
1. La monarquía ha perdido el poder, pero espera reconquistarlo. Las clases poseedoras están todavía firmes en sus estribos. El bloque de republicanos y socialistas se ha colocado en el terreno del cambio republicano para evitar que las masas tomen el camino de la revolución socialista. ¡Desconfiad de las palabras! ¡Actuar es lo que hace falta! ¡Para comenzar: detención de los dirigentes más destacados y sostenedores del antiguo régimen, confiscación de los bienes de la dinastía y de sus lacayos más comprometidos! ¡Armamento para los obreros!
2. El gobierno, apoyándose en republicanos y socialistas, se esforzará por todos los medios por ampliar sus bases hacia la derecha, en dirección de la gran burguesía, e intentará capitular a fin de neutralizar a la Iglesia. El gobierno es un gobierno de explotadores creado para protegerles de los explotados. El proletariado está en oposición irreconciliable con el gobierno de los agentes republicanos “socialistas” de la burguesía.
3. La participación de los socialistas en el poder significa que irán acrecentándose los choques violentos entre obreros y jefes socialistas. Esto abre amplias posibilidades a la política revolucionaria del frente único. Cada huelga, cada manifestación, cada acercamiento de los obreros a los soldados, cada paso de la masa hacia la verdadera democratización del país, se va a enfrentar de ahora en adelante con la resistencia de los jefes socialistas como hombres “del orden”. Por consiguiente, es tanto más importante para los obreros comunistas el participar en el frente único con los obreros socialistas, sindicalistas y sin partido, y arrastrarles más tarde detrás de ellos.
4. Los obreros comunistas constituyen hoy una pequeña minoría en el país. No pueden aspirar al poder de una manera inmediata. Actualmente no pueden proponerse como objetivo práctico la caída violenta del gobierno republicano-socialista. Toda tentativa en este sentido sería una aventura catastrófica. Es necesario que las masas de obreros, soldados y campesinos atraviesen la etapa de las ilusiones republicanas “socialistas” a fin de liberarse de ella más radical y definitivamente. No engañarse con frases, observar los hechos con los ojos muy abiertos, preparar tenazmente la segunda revolución, la revolución proletaria.
5. La tarea de los comunistas en el periodo actual, consiste en ganarse a la mayoría de los obreros, la mayoría de los soldados,la mayoría de los campesinos. ¿Qué hace falta para eso? Agitar, educar a los cuadros, “explicar con paciencia” (Lenin), organizar. Todo eso a base de la experiencia de las masas y de la participación activa de los comunistas en esta experiencia: la política amplia y audaz del frente único.
6. Con el bloque republicano-socialista o bien con partes de éste, los comunistas no deben hacer ninguna transacción que pueda limitar o debilitar de una forma directa o indirecta la libertad de crítica y de agitación comunista. Los comunistas explicarán, por todas partes y sin descanso, a las masas populares que en las luchas contra todas las variedades de la contrarrevolución monárquica estarán en primera fila, pero que para semejante lucha no es necesario ninguna alianza con los republicanos y los socialistas, cuya política estará inevitablemente basada en concesiones a la reacción e intentarán ocultar las intrigas de ésta.
7. Los comunistas emiten las más radicales consignas democráticas: libertad completa para las organizaciones proletarias, libertad de auto administración local, elegibilidad de todos los funcionarios por el pueblo, admisión al voto de hombres y mujeres a partir de 18 años, etc., creación de una milicia obrera y, más tarde, de una milicia campesina. Confiscación de todos los bienes de la dinastía y de los bienes de la Iglesia en favor del pueblo, en primer lugar en favor de los parados, de los campesinos pobres y para el mejoramiento de la situación de los soldados. Separación completa de la Iglesia y del Estado. Todos los derechos cívicos y libertades a los soldados. Elegibilidad de los oficiales en el ejército. El soldado no es un verdugo del pueblo, tampoco un mercenario armado de los ricos, ni un pretoriano, sino un ciudadano revolucionario, hermano de sangre del obrero y del campesino.
8. La consigna central del proletariado es la de soviet obrero. Esta consigna deberá anunciarse, popularizarse incansable y constantemente, y a la primera ocasión hay que proceder a su realización. El soviet obrero no significa la lucha inmediata por el poder. Es ésa sin duda la perspectiva, pero a la que la masa sólo puede llegar por el camino de su experiencia y con la ayuda del trabajo de clarificación de los comunistas. El soviet obrero significa hoy la reunión de las fuerzas diseminadas del proletariado, la lucha por la unidad de la clase obrera, por su autonomía. El soviet obrero se encarga de los fondos de huelga, de la alimentación de los parados, del contacto con los soldados a fin de evitar encuentros sangrientos entre ellos, de los contactos entre la ciudad y el pueblo, con objeto de asegurar la alianza de los obreros con los campesinos pobres. El soviet obrero incorpora representantes de los contingentes militares. Es así solamente, como el soviet llegará a ser el órgano de la insurrección proletaria y, más tarde, el órgano del poder.
9. Los comunistas deben elaborar inmediatamente un programa agrario revolucionario. La base de éste tiene que ser la confiscación de las tierras de las clases privilegiadas y ricas, de los explotadores, empezando por la dinastía y la Iglesia, a favor de los campesinos pobres y de los soldados. Este programa debe adaptarse concretamente a las diferentes zonas del país. Teniendo particularidades económicas e históricas singulares, es necesario crear inmediatamente en cada provincia una comisión para la elaboración concreta del programa agrario en estrecha relación con los campesinos revolucionarios de la región. Es necesario saber comprender la voz de los campesinos para formularla de una manera clara y precisa.
10. Los socialistas que se dicen de izquierda (entre los cuales hay honrados obreros) invitarán a los comunistas a hacer un bloque e incluso a unificar las organizaciones. A esto los comunistas responden: “Estamos dispuestos, en el interés de la clase obrera y para la solución de determinadas tareas concretas, a trabajar unidos con todo grupo y con toda organización proletaria. Con este fin proponemos correctamente la creación de soviets. Representantes obreros, pertenecientes a diferentes partidos, discutirán en esos soviets sobre todas las cuestiones actuales y todas las tareas inmediatas. El soviet obrero es la forma más natural, más abierta, más honesta y más sana de la alianza en vista del trabajo común. En el soviet obrero, nosotros los comunistas, propondremos nuestras consignas y nuestras soluciones y nos esforzaremos para convencer a los obreros de lo correcto de nuestro camino. Cada grupo debe gozar en el seno del soviet obrero de una entera libertad de crítica. En la lucha para los objetivos prácticos propuestos por el soviet, nosotros, los comunistas, estaremos siempre en primera fila”. Esta es la forma de colaboración que los comunistas proponen fraternalmente a los obreros socialistas, sindicalistas y sin partido.
Asegurando la unidad en sus propias filas, los comunistas ganarán la confianza del proletariado y de la gran mayoría de campesinos pobres, con su brazo armado ellos tomarán el poder, y abrirán la era de la revolución socialista.
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El peligro del confusionismo
(Extractos de cartas a Nin)
14 de abril de 1931
Gracias por las citas del discurso de Thaelmann[1] sobre la revolución “popular”, de las que no me había dado cuenta. Es imposible imaginar una manera más estúpida y más cazurra de embrollar la cuestión al plantearla. ¡Dar esta consigna de “revolución popular” y además, invocando a Lenin! Pero veamos, ¡cada número del periódico fascista de Strasser[2] expone la misma consigna oponiéndola a la fórmula marxista de revolución de clase! Claro está, toda gran revolución es “nacional” o “popular” en el sentido de que agrupa en torno a la clase revolucionaria a todas las fuerzas vivas y creadoras de la nación, y que reconstruye a ésta alrededor de un nuevo centro. Pero esto no es una consigna, no es más que la descripción sociológica de una revolución, una descripción que exige además aclaraciones precisas y concretas. Hacer de ello una consigna, es una tontería, es charlatanería, es oponer a los fascistas una competencia de bazar, y serán los obreros los que paguen las consecuencias de este engaño.
Es asombrosa la evolución de las consignas de la Internacional Comunista precisamente sobre esta cuestión. Desde el III Congreso de la Internacional Comunista, la fórmula “clase contra clase” se ha convertido en la expresión popular de la política del frente único proletario. Fórmula absolutamente justa: todos los obreros deben cerrar filas contra la burguesía. Pero enseguida se ha sacado de la misma consigna una alianza con los burócratas reformistas contra los obreros (la experiencia de la huelga general inglesa). Después se ha pasado al otro extremo: ningún acuerdo es posible con los reformistas. “Clase contra clase”, esta fórmula que debía servir para el acercamiento entre los obreros socialdemócratas y los obreros comunistas ha adquirido durante el “tercer período”[3]. el sentido de una lucha contra los obreros socialdemócratas; como si estos últimos perteneciesen a una clase diferente. Ahora, nueva voltereta, la revolución ya no es proletaria, es popular. El fascista Strasser dice que el 95 % del pueblo tiene interés en la revolución y que, en consecuencia se trata de una revolución popular, no de clase. Thaelmann repite la misma canción. De hecho, sin embargo, el obrero comunista debería decir al obrero fascista: Sí, evidentemente, el 95 %, si no es el 98 % de la población, es explotada por el capital financiero. Pero esta explotación está organizada jerárquicamente: explotadores, subexplotadores, explotadores de tercera clase. Sólo por medio de esta gradación los superexplotadores mantienen en servidumbre a la mayoría de la nación. Para que la nación pueda efectivamente reconstruirse alrededor de un nuevo centro de clase, debe reconstruirse ideológicamente, lo que sólo es realizable si el proletariado, lejos de dejarse absorber por el “pueblo”, por la “nación” desarrolla su programa particular de revolución proletaria y obliga a la pequeña burguesía a elegir entre los dos regímenes. La consigna de una revolución popular es una canción de cuna, que adormece tanto a la pequeña burguesía como a las amplias masas obreras, les invita a resignarse a la estructura jerárquica burguesa de “pueblo” retardando su emancipación. En Alemania, en las actuales circunstancias, esta consigna hace desaparecer toda demarcación ideológica entre el marxismo y el fascismo, reconcilia a una parte de los obreros y de la pequeña burguesía con la ideología fascista, permitiéndoles creer que no es necesaria una elección, puesto que, tanto para unos como para otros, se trata de una revolución popular. Estos revolucionarios incapaces, cada vez que topan con un enemigo serio, piensan ante todo en acomodarse a él, en adornarse con sus colores y en conquistar a las masas, no mediante una lucha revolucionaria sino mediante algún ingenioso truco. Verdaderamente es una forma ignominiosa de presentar la cuestión. Si los débiles comunistas españoles empleasen esta consigna, acabarían en su país con una política de Kuomintang.[4].
* * *
20 de abril de 1931
Muchos rasgos de semejanza saltan a los ojos entre el régimen de febrero de 1917 en Rusia y el régimen republicano actual en España. Pero se advierten también profundas diferencias: a) España no está en guerra, por lo tanto no tenéis que lanzar la penetrante consigna de lucha por la paz; b) no tenéis aún soviets obreros, ni ?¿es preciso decirlo?? soviets de soldados; incluso no veo en la prensa que esta consigna se haya propuesto a las masas; c) el gobierno republicano dirige desde el principio la represión contra el ala izquierda del proletariado, lo que no se produjo en nuestro país en febrero, porque las ?bayonetas estaban en disposición de obreros y soldados y no en manos del gobierno liberal.
Este último punto tiene una importancia enorme para nuestra agitación. El régimen de febrero realizó de entrada, en el terreno político, una democracia completa y, en su género, casi absoluta. La burguesía no se mantenía más que por su crédito en las masas obreras y en el ejército. En vuestro país la burguesía no se apoya sólo en la confianza, sino también en la violencia organizada que ha heredado del antiguo régimen. No tenéis las plenas libertades de reunión, de palabra, de prensa, etc. Las bases electorales de vuestros nuevos municipios distan mucho del verdadero espíritu democrático. Ahora bien, en una época revolucionaria, las masas son particularmente sensibles a toda desigualdad de derecho y a las medidas policíacas de cualquier género. Dicho de otra forma, es indispensable que los comunistas se manifiesten por el momento como el partido democrático más consecuente, más resuelto y más intransigente.
Por otra parte es necesario ocuparse inmediatamente de construir soviets obreros. A este respecto, la lucha por la democracia es un excelente punto de partida. Ellos tienen sus ayuntamientos, nosotros los obreros, tenemos necesidad de nuestra junta local para defender nuestros derechos y nuestros intereses.
[( ) En su segunda carta usted demuestra la necesidad de influenciar en la Federación Catalana, amigablemente y con tacto. Estoy totalmente de acuerdo ( ) pero no puedo dejar de señalar desde aquí, lejos, el segundo aspecto de la cuestión. Hace dos o tres meses usted pensaba que podía conquistar esta organización sin dificultad; elaboró las tesis con Maurín, etc.; poco después evidenció que la Federación encontraría inoportuna la entrada en sus filas, a causa de sus equivocas relaciones con la I.C.. Desde mi punto de vista este hecho es un argumento en contra de toda tentativa de influenciar en la Federación sólo de manera personal, individual, pedagógica, al margen de una fracción de izquierda organizada, que agita su bandera desplegada por todas partes. ¿Trabajar en el seno de la Federación? Si. ¿Trabajar con paciencia, amigablemente, sin temer los fracasos? Si, si, si. Pero trabajando abiertamente, en tanto que oposicionista de izquierda, como bolchevique?leninista, que tiene su propia fracción y que exige para ella la libertad de critica así como la libertad de exponer sus opiniones.]
* * *
22 de abril de 1931
[La información más importante entre las contenidas en vuestra carta es la referente a vuestra entrada en el comité central de la Federación Catalana y la redacción del órgano diario de la Federación por usted. No hay ni que decir el significado que tiene esto[5]. Sin embargo, las premisas políticas me resultan desgraciadamente poco claras. Hace pocas semanas usted me escribía que se veía obligado a romper con la Federación ya que sus dirigentes consideraban que su pertenencia a la oposición de izquierda era incompatible con su pertenencia a la Federación. Dicho de otra forma, sus dirigentes se han mostrado hostiles a nosotros, y han empleado los métodos y la fraseología de la burocracia estalinista.
Me desorienta su entrada a los puestos dirigentes de la Federación al cabo de algunas semanas. ¿Qué pasa en la Federación? ¿Sus dirigentes han cambiado de opinión? ¿Han cambiado su disposición de espíritu bajo la influencia del desorden republicano y del repentino ablandamiento de los corazones? ¿Han perdido la confianza de reconciliarse con la burocracia de la I.C.? ¿En qué condiciones ha entrado usted en la Federación? Espero impacientemente vuestra respuesta a todas estas cuestiones.
Usted escribió que estaba dispuesto a aprovechar su gira para organizar la fracción de izquierda. Desgraciadamente no hace mención a esto en su carta.
Ahora, sobre el aspecto político general de los hechos, la Federación Catalana, según creo yo, ni tiene, ni intenta tener una organización para toda España. Si esto es verdad, va hacia la derrota, conduciendo tras de si al proletariado catalán. La fuerza de la oposición de izquierda en España podría y debería consistir en elevar todas las cuestiones a una altura histórica, no dejando que grupos aislados ni sectas destruyan la revolución por el provincialismo, el nacionalismo activo o pasivo, la miopía burocrática, etc. Se ha perdido demasiado tiempo en esto, y el tiempo es algo precioso en la revolución. Otra pérdida de tiempo seria un crimen. Los comunistas españoles y usted personalmente, querido amigo, tienen una gigantesca responsabilidad histórica. La Federación Catalana no es más que el terreno para adquirir influencia, no es una palanca segura. La Federación Catalana no tiene una base seria ni una línea estratégica clara, se encuentra inmovilizada por numerosos prejuicios; sería incapaz de salir airosa de la prueba de la revolución, sufriendo una derrota al primer revés. Un núcleo marxista pequeño, pero firme, con una idea clara de lo que quiere, puede salvar no sólo a la Federación Catalana, sino a la revolución española. Una sola condición: este pequeño grupo debe marcar con su propio programa, un programa claro, y bajo su propia bandera.
Le ruego que me responda detalladamente y lo más rápido posible a todas estas cuestiones, pues según mi punto de vista, tiene una importancia decisiva.]
Notas
[1] Ernest Thaelmann (1886-1944), dirigente del partido comunista alemán, celoso servidor de Stalin y seguidor fiel de todos los “virajes” de la I.C.
[2] Gregor Strasser (1892-1934), jefe del ala “plebeya” del nacional-socialismo, cuyo diario Arbeiter Zeitung, se dirigía fundamentalmente a los trabajadores. Sería suprimido un año despuésde la llegada de Hitler al poder.
[3] Trotsky llama “el tercer periodo de errores de la Internacional Comunista”, el que comienza en 1928 y se caracteriza por una política aventurerista y ultraizquierdista, que conducirá principalmente a la derrota en Alemania
[4] El “mimetismo” denunciado aqui por Trotsky es, según él, una de las características del centrismo. La alusión al Kuomintang recuerda al período precedente, durante el cual, la adaptación de los comunistas chinos al Kuomintang llevó a la victoria de Chiang-Kai-check (1927). Trotsky lanzará algo más tarde contra el Bloc de Maurín la acusación de “Kuomintanguismo”.
[5] El 16 de abril, Nin había escrito a Trosky: “La Federación Catalana ha pedido mi colaboración. No podía negarme, y heme aquí trabajando inmediatamente (en realidad en gran medida como dirigente) en el comité central de esta organización Publicamos una hoja diaria, que redacto yo.”
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Carta al Buró Político del Partido Comunista de la URSS
(Escrita el 24 de abril de 1931)
El destino de la revolución española depende completamente de saber si podrá crearse durante los próximos meses un partido combativo y con autoridad en España. Esto es irrealizable con el sistema de escisiones artificiales impuestas desde fuera al movimiento. En 1917, el partido bolchevique reunió en torno a él todas las corrientes que combatían a su lado. Respetando al detalle la unidad en sus filas y la disciplina en la acción, el partido dio al mismo tiempo la posibilidad de una larga y fructuosa discusión sobre los problemas esenciales de la revolución (Conferencia de marzo, Conferencia de abril, periodo anterior a Octubre). ¿Hay otros caminos y otros métodos que permitirán a la vanguardia proletaria de España la elaboración de sus puntos de vista y convencerse firmemente de la justeza de sus opiniones, lo cual le permitirá dirigir, sola, a las masas populares en el asalto definitivo?.
Ya el hecho -lo cito como ejemplo- de que el partido oficial en la situación actual, se vea obligado a tratar a Andrés Nin como contrarrevolucionario, sólo puede llevar a una confusión monstruosa, sobre todo en las propias filas comunistas. En la confusión ideológica el partido no podrá crecer. El fracaso de la revolución española, que será inevitable si la diseminación y la debilidad de los comunistas continuasen, desembocaría casi automáticamente en la instauración de un régimen verdaderamente fascista, al estilo de Mussolini. Es inútil decir cuáles serían las consecuencias para toda Europa y para la URSS. Por otra parte, el desarrollo favorable de la revolución española en las condiciones de la crisis mundial, que está lejos de solucionarse, abriría grandiosas posibilidades.
Las profundas divergencias en una serie de problemas que conciernen a la URSS y al movimiento obrero mundial no deben impedir que se haga una tentativa honesta de frente único en la arena de la revolución española. ¡No es demasiado tarde todavía! Hay que poner fin inmediatamente a la política de escisión artificial en España, aconsejando -precisamente aconsejando y no ordenando- a todas las organizaciones comunistas españolas que convoquen lo antes posible un congreso de unificación que garantizaría a todas las tendencias, bajo condición de una disciplina obligatoria en la acción, al menos la misma libertad de crítica que gozaban en 1917 las diferentes corrientes del bolchevismo ruso, que tenían una experiencia y un temple incomparablemente superiores a los de los comunistas españoles.
No cabe duda que si el partido español oficial comprendiera la desproporción entre su debilidad y la importancia de las tareas e hiciese una tentativa seria de unificar las filas comunistas, encontraría el apoyo completo por parte de los comunistas revolucionarios que actualmente están organizados de modo separado, por causas que os son conocidas y las cuales tienen como origen, en sus nueve décimas partes, condiciones exteriores a la revolución española.
Para no crear dificultades exteriores, hago esta proposición, no en la prensa, sino por carta [No tuvo respuesta. NDE]. La marcha de los acontecimientos en España confirmará cada día más la necesidad de la unidad de las filas comunistas. La responsabilidad de la separación será, en este sentido, una responsabilidad histórica formidable.
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La cuestión catalana[1]
(Extracto de cartas a Nin y a Lacroix)
23 de abril de 1931 (a Nin)
( ) La Federación Catalana debe esforzarse por unirse a la organización comunista pan?española. Cataluña es una vanguardia, pero si esta vanguardia no marcha al mismo paso que el proletariado y, más tarde, que los campesinos de toda España, el movimiento catalán, a lo más terminará como un episodio grandioso, al estilo de la Commune de París. La posición especial de Cataluña puede provocar semejantes resultados. El conflicto nacional puede agravarse de tal manera que la explosión catalana se produzca mucho antes de que España, en su conjunto, esté madura para una segunda revolución. Sería una grandísima des gracia histórica, si el proletariado catalán, cediendo a la efervescencia, a la fermentación del sentimiento nacional, se dejase arrastrar en una lucha decisiva antes de haber podido ligarse estrechamente a toda la España proletaria.La fuerza de la Oposición de izquierda, tanto en Barcelona como en Madrid, podría y debería elevar todas estas cuestiones a un nivel histórico ( ).
* * *
17 de mayo de 1931 (a los camaradas de Madrid)[2]
) Hablemos de eso que se suele llamar el nacionalismo de la Federación Catalana. Es una cuestión muy importante, muy grave. Los errores cometidos sobre esta cuestión pueden tener consecuencias fatales.
La revolución ha hecho despertar en España, todas las. cuestiones, más poderosamente que nunca, y entre ellas la de las nacionalidades. Las tendencias y las ilusiones nacionales están representadas fundamentalmente por los intelectuales pequeño burgueses, que se esfuerzan por encontrar entre los campesinos un apoyo contra el carácter desnacionalizador del gran capital y contra la burocracia del estado. El papel dirigente ?en la actual fase? de la pequeña burguesía en el seno del movimiento de emancipación nacional, como en general en todo el movimiento democrático revolucionario, introduce inevitablemente prejuicios de toda clase. Procedentes de ese medio, las ilusiones nacionales se filtran también entre los obreros. Esta es, seguramente, en su conjunto, la situación de Cataluña, y quizá hasta cierto punto de la Federación Catalana. Pero lo que acabo de decir no disminuye en nada el carácter progresista, revolucionario?democrático de la lucha nacional catalana contra el imperialismo burgués, la soberanía española y el centralismo burocrático.
No se puede perder de vista ni por un momento que España entera y Cataluña, como parte constituyente de ese país, actualmente, están gobernadas, no por nacionales demócratas catalanes, sino por burgueses imperialistas españoles, aliados a los grandes latifundistas, a los viejos burócratas y a los generales, con el apoyo de los socialistas nacionales. Toda esta cofradía tiene la intención de mantener, por una parte, la servidumbre de las colonias españolas, y, por otra. asegurar el máximo de centralización burocrática de la metrópoli; es decir, quiere el aplastamiento de los vascos, los catalanes y de las otras nacionalidades por la burguesía española. Dada la combinación presente de fuerzas de clase, el nacionalismo catalán es un factor revolucionario progresista en la fase actual. El nacionalismo español es un factor imperialista reaccionario. El comunista español que no comprenda esta distinción, que la ignore, que no la valore en primer plano, que, por el contrario, se esfuerce por minimizar su importancia, corre el peligro de convertirse en agente inconsciente de la burguesía española, y de estar perdido para siempre para la causa de la revolución proletaria.[3]
¿Dónde está el peligro de las ilusiones nacionales pequeño burguesas? En que pueden dividir al proletariado español en sectores nacionales. El peligro es muy serio. Los comunistas españoles pueden combatirlo con éxito, pero de una sola manera: denunciando implacablemente las violencias cometidas por la burguesía de la nación soberana y ganando así la confianza del proletariado de las nacionalidades oprimidas. Una política distinta equivaldría a sostener al nacionalismo reaccionario de la burguesía imperialista que es dueña del país, en contra del nacionalismo revolucionario?democrático de la pequeña burguesía de una nacionalidad oprimida.
* * *
20 de mayo de 1931 (a Nin)
Me escribe usted que las mentiras de LHumanité provocan indignación en Cataluña. Es fácil de imaginar. Sin embargo no es suficiente con indignarse. Es indispensable que la prensa de la Oposición trace sistemáticamente, el cuadro de lo que ocurre. Es una cuestión de una enorme importancia. Según la viva experiencia de la revolución española, es como debe hacerse la reeducación de los cuadros del comunismo internacional. Si llegasen de Madrid y Barcelona correspondencias minuciosamente ajustadas ?no ya simples cartas?, serian documentos de una importancia primordial. Si esto falta, los estalinistas son capaces de crear en torno a la Federación Catalana una atmósfera de aislamiento y hostilidad, que, por sí sola, podría impulsar a los obreros catalanes por el camino de la aventura y de la catástrofe.
* * *
26 de mayo de 1931 (a Nin)
Me siento obligado a señalar que, en sus cartas, usted prefiere informarme sobre acontecimientos que ya conozco por los periódicos, esquivando los asuntos que tienen una importancia decisiva[4]. Indudablemente no tengo derecho a exigirle información, aunque sea de respuestas breves, sobre todas las cuestiones que planteo, pero comprenda que esta correspondencia “diplomática” no puede satisfacerme. El resultado final de mis intervenciones para lograr una claridad elemental a través de esta correspondencia, ha sido que he llegado a la conclusión de que usted no desea esa claridad. ¿Por qué? Evidentemente se debe a que usted ha tomado una postura contradictoria, deja correr las cosas hasta que se resuelvan por ellas mismas. La experiencia y la teoría me dicen que este tipo de política tiene consecuencias fatales.
Notas
[1] El temor de Trotsky de una desviación “catalanista” por par te de Nin, se acrecienta por la falta de organización de la Oposición en Cataluña.
[2] En esta época, los responsables madrileños eran Francisco Garcia Lavid (Lacroix) y Juan Andrade.
[3] Este temor al “Chauvinismo” español tenia una gran importancia, desde el punto de vista de Trotsky, ya que en las filas de la Oposición en Madrid, se había desarrollado una gran hostilidad no sólo a la Federación Catalana, sino también a la táctica de entrada preconizada por Nin
[4] De hecho, las informaciones de Nin, generalmente contenían lagunas, a veces eran contradictorias en cuestiones que, desde el punto de vista de Trotsky, tenían una importancia decisiva. Hasta el 5 de febrero parecía haberse identificado con los dirigentes de la Federación Catalana; el 7 de marzo la adhesión le parecía imposible, y ya no hablaba más que de adhesión al Bloc; el 12 de abril se declara partidario de entrar en la Federación, pero le parecía imposible hacerlo antes de un mes; el 15 anunciaba su entrada en el comité central de la Federación, y el 29 de junio hablaba de rupturas hasta el congreso de unificación.
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La revolución española y sus peligros
Kadikei, 28 de mayo de 1931
La revolución española avanza. En el proceso de lucha crecen también sus fuerzas internas. Pero al mismo tiempo crecen igualmente los peligros. Hablamos, no de los peligros que tienen su origen en las clases dominantes y en sus servidores políticos republicanos y socialistas. Estos son enemigos declarados; nuestra misión con respecto a ellos es perfectamente clara. Pero hay otros peligros interiores.
Los obreros españoles miran con confianza a la Unión Soviética, hija de la Revolución de octubre. Este estado de espíritu constituye un capital precioso del comunismo. La defensa de la Unión Soviética es el deber de todo obrero revolucionario. Pero no se puede permitir que se abuse de la confianza de los obreros en la revolución de octubre para imponer a los mismos una política que se halla en contradicción fundamental con todas las experiencias y las enseñanzas de octubre.
Hay que decirlo claramente; hay que decirlo de un modo tal que lo oiga la vanguardia del proletariado español e internacional: la revolución proletaria de España se halla amenazada de un peligro inmediato por parte de la dirección actual de la Internacional Comunista. Toda revolución, incluso la que nos inspire más esperanzas, puede ser aniquilada, como lo ha demostrado la experiencia de la revolución alemana de 1923, y, de un modo más elocuente, la experiencia de la revolución china de 1925-1927. Tanto en un caso como en otro, la causa inmediata del desastre fue la dirección errónea. Ahora le ha llegado el turno a España. Los dirigentes de la Internacional Comunista no han aprendido nada de sus propios errores o, lo que es peor, para cubrir los errores precedentes se ven precisados a justificarlos. En todo lo que depende de ellos, preparan a la revolución española la misma suerte de la revolución china.
En el transcurso de dos años se desorientó a los obreros avanzados con la desventurada teoría del “tercer período”, que ha debilitado y desmoralizado a la IC. Finalmente los dirigentes se batieron en retirada. Pero, ¿cuándo? Precisamente en el momento en que la crisis mundial marcaba un cambio radical de la situación y daba a la luz las primeras posibilidades de una ofensiva revolucionaria. Los procesos interiores de España se desarrollaban, entre tanto, de un modo imperceptible para la IC. Manuilski declaraba -¡y Manuilski desempeña hoy las funciones de jefe de la IC!- que los acontecimientos de España no merecían ninguna atención.
En nuestro estudio La revolución española y la táctica de los comunistas, escrito antes de los acontecimientos de abril, e anticipábamos que la burguesía, adornándose con todos los matices del republicanismo, salvaguardaría con todas sus fuerzas, y hasta el último instante, su alianza con la monarquía. “Es verdad que no está excluida la circunstancia -decíamos- de que las clases poseyentes se vean obligadas a sacrificar a la monarquía para salvarse ellas mismas (ejemplos: ¡Alemania!).” Estas líneas sirvieron de pretexto a los estalinistas naturalmente después de los acontecimientos- para hablar de un pronóstico falso[1]. Un agente que no ha previsto nunca nada, pide a los otros no pronósticos marxistas, sino previsiones teosóficas, para saber qué día y en qué forma se producirán los acontecimientos; es así como los enfermos ignorantes y supersticiosos exigen milagros de la medicina. La previsión marxista consiste en ayudar a orientarse en el sentido general del desarrollo de los acontecimientos ya interpretar sus “sorpresas”. El hecho de que la burguesía española se haya decidido a separarse de la monarquía se explica por dos razones igualmente importantes. El desbordamiento impetuoso de la cólera popular impuso a la burguesía la tentativa de hacer servir de mingo a Alfonso, odiado por el pueblo. Pero esta maniobra, que traía aparejada consigo serios riesgos, le ha sido posible realizarla a la burguesía española únicamente gracias a la confianza de las masas en los republicanos y los socialistas ya que en el cambio de régimen no se tenía que contar con el peligro comunista. La variante histórica que se ha realizado en España es, por consiguiente, el resultado de la fuerza de la presión popular, de una parte, y de la debilidad de la IC, de otra. Hay que empezar con la comprobación de estos hechos. El principio fundamental de la táctica debe ser el siguiente: si quieres ser más fuerte no empieces por exagerar tus propias fuerzas. Pero este principio no tiene ningún valor para los epígonos-burócratas. Si en víspera de los acontecimientos, Manuilski[2] predecía que o ocurriría nada serio al día siguiente del cambio de régimen, el irreemplazable Péri, encargado de suministrar informaciones falsas sobre los países latinos, empezó a mandar telegrama tras telegrama, diciendo que el proletariado español apoyaba casi exclusivamente al partido comunista y que los campesinos españoles creaban soviets. La Pravda publicaba estas estupideces, completándolas con otras sobre los “trotsquistas”, que van a remolque de Alcalá Zamora, cuando la verdad es que éste metía y mete en la cárcel a los comunistas de izquierda En fin, el 14 de mayo, la Pravda publicaba un artículo de fondo titulado “España en llamas”, que pretendía tener un carácter programático y que representa la condensación de los errores de los epígonos traducidos al lenguaje de la revolución española.
¿Cómo actuar ante las Cortes?
La Pravda intenta partir de la verdad indiscutible de que la propaganda abstracta es insuficiente: “El partido comunista debe decir a las masas lo que deben hacer hoy”. ¿Qué propone la propia Pravda en este sentido? Agrupar a los obreros “para el desarme de la reacción, para el armamento del proletariado, para la constitución de los comités de fábrica, para la introducción por iniciativa propia de la jornada de siete horas, etcétera etc.” Etc. etc., así se dice textualmente. Las consignas enumeradas son indiscutibles, aunque se dan sin ninguna conexión interior y sin la consecuencia que debe desprenderse de la lógica del desarrollo de las masas. Pero lo que es sorprendente es que el artículo de la Pravda no diga ni una sola palabra sobre las elecciones a las Constituyentes, como si este acontecimiento político en la vida de la nación española no existiera o como si no tuviera nada que ver con los obreros. ¿Qué significa este mutismo?
Aparentemente, la transformación republicana se produjo, como es sabido, por mediación de las elecciones municipales. Ni que decir tiene; son mucho más profundas las causas del cambio de régimen, de las cuales hemos hablado mucho antes de la caída del ministerio Berenguer. Pero la forma “parlamentaria” de la liquidación de la monarquía ha servido enteramente los intereses de los republicanos burgueses y de la democracia pequeño burguesa. Actualmente hay en España muchos obreros que se imaginan que pueden resolverse las cuestiones fundamentales de la vida social con ayuda de la papeleta electoral. Estas ilusiones no pueden ser destruidas más que por la experiencia. Pero hay que saber facilitar ésta. ¿Cómo? ¿Volviendo la espalda a las Cortes o, al contrario, participando en las elecciones? Hay que dar una respuesta.
Además del artículo de fondo citado, el mismo periódico publica un artículo “teórico” (números del 7 y del 10 de mayo) que pretende dar un análisis marxista de las fuerzas internas de la revolución española y una definición bolchevique de su estrategia. En dicho artículo tampoco se dice una sola palabra a propósito de si se deben boicotear las elecciones o participar en las mismas. En general, la Pravda guarda silencio sobre las consignas y los fines de la democracia política, a pesar de que califique de democrática la revolución. ¿Que significa este mutismo? Se puede participar en las elecciones, se puede boicotearlas. Pero, ¿se puede ignorarlas?
Con respecto a las Cortes de Berenguer, la táctica del boicot era enteramente justa. Se veía de antemano con claridad, que, o bien Alfonso conseguiría adoptar nuevamente por un cierto periodo el camino de la dictadura militar, o bien que el movimiento desbordaría a Berenguer con sus Cortes. En estas condiciones, los comunistas debían tomar sobre sí la iniciativa de la lucha por el boicot de las Cortes. Es precisamente lo que tratamos de hacer comprender con ayuda de los débiles recursos que teníamos a nuestra disposición [3].
Si los comunistas españoles se hubieran pronunciado oportuna y decididamente por el boicot, difundiendo en el país incluso pequeñas hojas sobre el particular, su prestigio en el momento de la caída del ministerio Berenguer habría aumentado considerablemente. Los obreros avanzados se hubieran dicho: “Esa gente es capaz de comprender las cosas”. Por desgracia, los comunistas españoles, desorientados por la dirección de la IC, no comprendieron la situación e iban a participar en las elecciones aunque sin convicción alguna. Los acontecimientos los desbordaron y la primera victoria de la revolución no aumentó la influencia de los comunistas.
Actualmente es el gobierno de Alcalá Zamora el que se encarga de la convocatoria de las Cortes Constituyentes. ¿Hay algún motivo para suponer que la convocatoria de estas Cortes será impedida por una segunda revolución? De ningún modo. Son perfectamente posibles poderosos movimientos de las masas, pero este movimiento, sin partido, sin dirección, no puede conducir a una segunda revolución. La consigna de ese boicot sería en la actualidad una consigna de autoaislamiento. Hay que tomar una participación activísima en las elecciones.
El cretinismo parlamentario de los reformistas y el cretinismo antiparlamentario de los anarquistas
El cretinismo parlamentario es una enfermedad detestable, pero el cretinismo antiparlamentario no vale mucho más, como lo pone de manifiesto con claridad el destino de los anarcosindicalistas españoles. La revolución plantea en toda su magnitud los problemas políticos y, en su fase actual, les da la forma parlamentaria. La atención de la clase obrera no puede dejar de estar concentrada en las Cortes, y los anarcosindicalistas votarán “sigilosamente” por los republicanos e incluso por los socialistas. En España, menos que en ninguna otra parte, se puede luchar contra las ilusiones parlamentarias sin combatir al mismo tiempo la metafísica antiparlamentaria de los anarquistas.
En una serie de artículos y cartas hemos demostrado la enorme importancia de las consignas democráticas para el desarrollo ulterior de la revolución española. La ayuda a los parados, la jornada de siete horas, la revolución agraria, la autonomía nacional, todas estas cuestiones vitales y profundas están ligadas en la conciencia de la gran mayoría de los obreros españoles, sin excluir a los anarcosindicalistas, con las futuras Cortes. En el periodo de Berenguer era necesario boicotear las Cortes de Alfonso en nombre de las Cortes Constituyentes revolucionarias. En la agitación era necesario colocar desde el principio, en primer término, la cuestión de los derechos electorales. Sí; ¡la cuestión prosaica de los derechos electorales! Ni que decir tiene que la democracia soviética es incomparablemente superior a la burguesa. Pero los soviets no caen del cielo. Es preciso crecer para llegar a ellos.
Hay en el mundo gentes que se permiten llamarse marxistas y que manifiestan un espléndido desprecio por consignas tales como, por ejemplo, la del sufragio universal igual, directo y secreto para los hombres y las mujeres a Partir de los dieciocho años. Sin embargo, si los comunistas españoles hubieran lanzado a su tiempo esa consigna, defendiéndola en discursos, artículos y manifiestos, habrían adquirido una popularidad enorme. Precisamente porque las masas populares de España están inclinadas a exagerar la fuerza creadora de las Cortes, es por lo que todo obrero consciente, todo campesino revolucionario quieren participar en las elecciones. No nos solidarizamos ni un instante con las ilusiones de las masas; pero lo que tienen de progresivo dichas ilusiones debemos utilizarlo hasta el fin; de lo contrario, no somos revolucionarios, sino unos despreciables pedantes. Aunque no sea más que porque la reducción de la edad electoral interesa vivamente a muchos millares de obreros, de obreras, de campesinos y campesinas. Y ¿a cuáles? A los jóvenes, a los activos, a los que están llamados a realizar la segunda revolución. Oponer estas jóvenes generaciones a los socialistas que se esfuerzan en apoyarse en los obreros de más edad, constituye la misión elemental e indiscutible de la vanguardia comunista.
Es más. El gobierno de Alcalá Zamora quiere hacer aprobar una Constitución con dos cámaras. Las masas revolucionarias que acaban de derribar la monarquía y que están impregnadas de una aspiración apasionada, aunque muy confusa todavía, hacia la igualdad y la justicia, acogerán con ardor la agitación de los comunistas contra el plan de la burguesía, consistente en colocar sobre la espalda del pueblo una “cámara de señores”. Esta cuestión particular podrá desempeñar un papel enorme en la agitación, crear grandes dificultades a los socialistas, sembrar la discordia entre los socialistas y republicanos, es decir, dividir, aunque no sea más que temporalmente, a los enemigos del proletariado y, lo que es mil veces más importante, establecer una línea divisoria entre las masas obreras y los socialistas.
La reivindicación de la jornada de siete horas, lanzada por la Pravda, es muy justa, extraordinariamente importante e inaplazable. Pero, ¿se puede plantear esta reivindicación de un modo abstracto, ignorando la situación política y los fines revolucionarios de la democracia? Al hablar únicamente de la jornada de siete horas, de los comités de fábrica y del armamento de los obreros, ignorando la política, sin mencionar ni una sola vez en sus artículos las elecciones a Cortes, Pravda hace el juego al anarco sindicalismo, lo alimenta, lo cubre. Sin embargo, el joven obrero, al cual los republicanos y los socialistas privan del derecho al voto, a pesar de que la legislación burguesa lo considera suficientemente maduro para la explotación capitalista, o al cual se quiere imponer la segunda cámara, en la lucha contra estas ignominias, querrá mañana volver la espalda al anarquismo y tender la mano hacia el fusil. Oponer la consigna del armamento de los obreros a los procesos políticos reales que arrastran vigorosamente a las masas, significa aislarse de estas últimas y aislar a éstas de las armas.
La consigna de la autodeterminación nacional reviste actualmente en España una importancia excepcional. Sin embargo, esta consigna se plantea también hoy en el terreno democrático. No se trata, evidentemente, para nosotros, de incitar a los catalanes ya los vascos a separarse de España, sino de luchar para que se les dé esa posibilidad si expresan ellos mismos esta voluntad. Pero, ¿cómo determinarla? Muy sencillamente: mediante el sufragio universal, igualitario, directo y secreto de las regiones interesadas. Hoy no existe otro medio. Más adelante, las cuestiones nacionales, lo mismo que todas las otras serán resueltas por los soviets, como órganos de la dictadura del proletariado. Pero no podemos imponer los soviets a los obreros en cualquier momento. Lo único que podemos hacer es conducirlos hacia ellos. Aún menos podemos imponer al pueblo los soviets que el proletariado creará únicamente en el porvenir. Pero hay que dar una respuesta a las cuestiones de hoy. En el mes de mayo los municipios de Cataluña fueron llamados a elegir sus diputados para la elaboración de la Constitución catalana, es decir, para decidir su actitud hacia España. ¿Es que los obreros catalanes pueden mostrarse indiferentes ante el hecho de que la democracia pequeño burguesa, que, como siempre, se somete al gran capital, intente resolver la suerte del pueblo catalán por medio de unas elecciones antidemocráticas? La consigna de la autodeterminación nacional, sin las consignas de la democracia política que la completan y la concretan, es una fórmula vacía, o, lo que es mucho peor, un modo de engañar a la gente.
Durante un cierto periodo, todas las cuestiones de la revolución española aparecerán, en una u otra forma, a través del prisma del parlamentarismo. Los campesinos esperarán, con una tensión extrema, lo que digan las Cortes a propósito de la cuestión agraria. ¿No es fácil comprender la importancia que podría tener en las condiciones actuales un programa agrario comunista sostenido desde la tribuna de las Cortes? Para esto son necesarias dos condiciones: hay que tener un programa agrario y conquistar un acceso a la tribuna parlamentaria. Ya sabemos que no son las Cortes las que resolverán el problema de la tierra. Es necesaria la iniciativa audaz de las propias masas campesinas. Pero para una iniciativa semejante las masas tienen necesidad de un programa y de una dirección. La tribuna de las Cortes es necesaria a los comunistas para mantener el contacto con las masas. y de este contacto nacerán los acontecimientos que desbordarán las Cortes. En esto consiste el sentido de la actitud revolucionaria - dialéctica hacia el parlamentarismo.
¿Cómo se explica, entonces, el hecho de que la dirección de la I.C guarde silencio sobre esta cuestión? Unicamente porque es prisionera de su propio pasado.
Los estalinistas rechazaron demasiado ruidosamente la consigna de la Asamblea Constituyente para China. El VI Congreso estigmatizó oficialmente como “oportunismo” las consignas de la democracia política para los países coloniales. El ejemplo de España, país incomparablemente más avanzado que China e India, pone al descubierto toda la consistencia de las decisiones del VI Congreso. Pero los estalinistas están atados de pies y manos. Como no se atreven a incitar al boicot del parlamentarismo, sencillamente se callan. ¡Que perezca la revolución, pero que se salve la reputación de infalibilidad de los jefes![4]
¿Cuál será el carácter de la revolución en España?
En el artículo teórico citado más arriba, que parece escrito expresamente para embrollar los cerebros, después de los intentos de definir el carácter de clase de la revolución española, se dice textualmente lo siguiente: “A pesar de todo esto (!), sería falso, sin embargo (!), caracterizar ya la revolución socialista”. (Pravda, 10 de mayo.) Esta frase basta para apreciar todo el análisis. ¿Es que hay alguien en el mundo -debe preguntarse el lector- capaz de creer que la revolución española “en la etapa actual” puede ser considerada como socialista sin que corra el riesgo de ir a parar a un manicomio? ¿De dónde ha sacado en general la Pravda la idea de la necesidad de semejante “delimitación”, y en una forma tan suave y condicional? “A pesar de todo esto sería falso, sin embargo ” Se explica esto por el hecho de que los epígonos han hallado, por desgracia suya, una frase de Lenin sobre la “transformación” de la revolución burgueso-democrática en socialista. Como no han comprendido a Lenin y han olvidado o deformado la experiencia de la revolución rusa, han puesto en la base de los errores oportunistas más groseros la noción de la “transformación”. No se trata, ni mucho menos -digámoslo inmediatamente-, de sutilezas académicas, sino de una cuestión de vida o muerte para la revolución proletaria. No hace aún mucho tiempo, los epígonos esperaban que la dictadura de Kuomintang se “transformaría” en dictadura obrera y campesina, y esta última en dictadura socialista del proletariado. Se imaginaban, además -Stalin desarrollaba este tema con una profundidad particular -, que de una de las alas de la revolución se irían desprendiendo poco a poco los “elementos de derecha”, mientras que en la otra ala se irían reforzando los “elementos de izquierda”. Así se veía el progreso orgánico de la “transformación”. Por desgracia, la magnífica teoría de Stalin-Martínov está enteramente basada en el desprecio más absoluto hacia la teoría de clases de Marx. El carácter del régimen social, y, por consiguiente, de toda revolución, está determinado por el carácter de la clase que detenta el poder. El poder no puede pasar de manos de una clase a las de otra más que mediante un levantamiento revolucionario, y de ningún modo mediante una “transformación orgánica”. Los epígonos pisotearon esta verdad fundamental, primero en China y ahora en España. Y vemos en la Pravda a los sabios científicos ponerse los manguitos y colocar el termómetro bajo el sobaco de Alcalá Zamora, mientras reflexionan: ¿se puede o no se puede reconocer que el proceso de “transformación” ha conducido ya la revolución española a la fase socialista? y los sabios -rindamos justicia a su sabiduría- llegan a la conclusión siguiente: No; por ahora aún no se puede reconocer.
Después de habernos dado una apreciación sociológica tan preciosa, la Pravda entra en el terreno de los pronósticos y de las directivas. “En España -dice- la revolución socialista no puede ser la finalidad inmediata. La finalidad inmediata (!) consiste en la revolución obrera y campesina contra los grandes terratenientes y la burguesía.” (Pravda, 10 de mayo). Es indudable que la revolución socialista no es en España la “finalidad inmediata”. Sin embargo, sería mejor y más preciso decir que la insurrección armada con el objetivo de la toma del poder por el proletariado no es en España la “finalidad inmediata”. ¿Por qué? Porque la vanguardia diseminada del proletariado no arrastra aún tras de sí a la clase, y ésta no arrastra tras de sí a las masas oprimidas del campo. En estas condiciones, la lucha por el poder sería aventurismo. Pero, ¿qué significa en este caso la frase complementaria: “la finalidad inmediata es la revolución obrera y campesina contra los grandes terratenientes y la burguesía”? ¿Es decir, que entre el régimen republicano burgués y la dictadura del proletariado actual habrá una revolución particular “obrera y campesina”? Además, ¿es que esta revolución intermedia, “obrera y campesina”, particular en oposición a la revolución socialista, es en España una “finalidad inmediata”? ¿Está, pues, a la orden del día un cambio de régimen? ¿Por la insurrección armada o por otro medio? ¿En qué se distinguirá precisamente la revolución obrera y campesina “contra los terratenientes y la burguesía” de la revolución proletaria? ¿Qué combinación de fuerzas de clase le servirá de base? ¿Qué partido dirigirá la primera revolución en oposición a la segunda? ¿En qué consiste la diferencia de programas y métodos de esas dos revoluciones? Buscaremos en vano una respuesta a estas preguntas. La confusión y el barullo mental están cubiertos por la palabra “transformación”. A pesar de todas las reservas contradictorias, esa gente sueña en un proceso de tránsito evolutivo de la revolución burguesa a la socialista, por una serie de etapas orgánicas que se presentan bajo distintos seudónimos: Kuomintang, “dictadura democrática”, “revolución obrera y campesina”, “revolución popular”, y en este proceso el momento decisivo en que una clase arrebata el poder a otra, se disuelve imperceptiblemente.
El problema de la revolución permanente
La revolución proletaria, claro está, es al mismo tiempo una revolución campesina; pero en las condiciones contemporáneas es una revolución campesina fuera de la revolución proletaria. Podemos decir a los campesinos con pleno derecho que nuestro fin es la creación de una república obrera y campesina, de la misma manera que después del levantamiento de octubre hemos dado el nombre de “gobierno obrero y campesino” al gobierno de la de la dictadura proletaria. Pero no oponemos la revolución obrera y campesina a la proletaria, sino que, por el contrario, las identificamos. Es ésta la única manera justa de plantear la cuestión.
Aquí chocamos de nuevo con el centro mismo de la cuestión de la llamada “revolución permanente”. En su lucha contra esta teoría los epígonos han llegado hasta la ruptura completa con el punto de vista de clase. Es verdad que después de la experiencia del “bloque de las cuatro clases” en China, se han vuelto más prudentes. Pero a consecuencia de esto se han embrollado aún más y procuran con todas sus fuerzas embrollar a los demás.
Por fortuna, gracias a los acontecimientos, la cuestión ha salido de la esfera de los sabios ejercicios de los profesores rojos sobre los viejos textos. No se trata de recuerdos históricos, ni de seleccionar extractos, sino de una nueva y grandiosa experiencia histórica que se desarrolla ante nuestros ojos. Aquí dos puntos de vista son confrontados en el campo de la lucha revolucionaria. No se puede escapar a su control. El comunista español que no se dé cuenta a tiempo de la esencia de las cuestiones relacionadas con la lucha contra el “trotsquismo”, se verá teóricamente desarmado ante las cuestiones fundamentales de la revolución española.
¿Qué es la “transformación” de la revolución?
Sí, Lenin propugnó en 1905 la fórmula hipotética de la “dictadura democrática del proletariado y de los campesinos”. De existir en general un país en el cual pudiera esperarse una revolución agraria democrática independiente anterior a la toma del poder por el proletariado, ese país era precisamente Rusia, donde el problema agrario dominaba toda la vida nacional, donde los movimientos campesinos revolucionarios se prolongaban durante décadas, donde existía un partido agrario revolucionario con una gran tradición y una amplia influencia entre las masas. Sin embargo, aun en Rusia, no hubo sitio para una revolución intermedia entre la burguesa y la proletaria. En abril de 1917 Lenin repetía sin cesar, refiriéndose a Stalin, Kamérev y otros que se aferraban a la vieja fórmula bolchevique de 1905: “No hay y no habrá otra “dictadura democrática” que la de Miliukov-Tseretelli-Chernov: la dictadura democrática es, por su esencia misma, una dictadura de la burguesía sobre el proletariado; sólo la dictadura del proletariado puede suceder a la “dictadura democrática”. Quien invente fórmulas intermedias es un pobre visionario o un charlatán.” He aquí la conclusión que sacaba Lenin de la experiencia viva de las revoluciones de febrero y de octubre. Nosotros seguimos colocados sobre la base de esa experiencia y de esas conclusiones.
¿Qué significa, pues, en este caso, para Lenin la “transformación de la revolución democrática en socialista”?. Desde luego nada de lo que ven en su imaginación los epígonos y razonadores hueros pertenecientes al grupo de profesores rojos. Hay que saber que la dictadura del proletariado no coincide, ni mucho menos de una manera mecánica, con la noción de revolución socialista. La conquista del poder por la clase obrera se produce en un medio nacional determinado, en un periodo determinado y para la solución de cuestiones determinadas. En las naciones atrasadas dichas cuestiones de solución inmediata tienen un carácter democrático: liberación nacional del yugo imperialista y revolución agraria, como en China; revolución agraria y de los pueblos oprimidos, como en Rusia. Lo mismo vemos actualmente en España, aunque en otra disposición. Lenin decía incluso que el proletariado ruso había llegado en octubre de 1917 al poder, ante todo, como agente de la revolución burgueso-democrática. El proletariado victorioso empezó por la resolución de los problemas democráticos, y, poco a poco, mediante la lógica de su dominación, enfocó las cuestiones socialistas. Sólo doce años después de su poder ha empezado a emprender seriamente la colectivización de la economía agraria. Es esto lo que Lenin calificaba de “transformación” de la revolución democrática en socialista. No es el poder burgués el que se transforma en obrero-campesino y luego en proletario, no; el poder de una clase no se “transforma” en poder de otra, sino que se arrebata con las armas en la mano. Pero después que la clase obrera ha conquistado el poder, los fines democráticos del régimen proletario se transforman inevitablemente en socialistas. El tránsito orgánico y por evolución de la democracia al socialismo es concebible sólo bajo la dictadura del proletariado. He aquí la idea central de Lenin. Los epígonos han deformado todo esto, lo han embrollado, falsificado, y ahora envenenan con sus falsificaciones la conciencia del proletariado internacional.
Dos variantes: el oportunismo y el aventurismo
Se trata -repitámoslo nuevamente- no de sutilezas académicas, sino de cuestiones vitales de la estrategia revolucionaria del proletariado. No es cierto que en España esté a la orden del día la “revolución obrera y campesina”. No es cierto que, en general, esté hoy a la orden del día en España una nueva revolución, es decir, una lucha inmediata por el poder. No; lo que está a la orden del día es la lucha por las masas, para libertarlas de las ilusiones republicanas y de su confianza en los socialistas, por su agrupamiento revolucionario. La segunda revolución vendrá; pero será la revolución del proletariado conduciendo tras de sí a los campesinos pobres. No habrá sitio para una “revolución obrera y campesina” especial entre el régimen burgués y la dictadura del proletariado. Contar con una revolución semejante y adaptar la política a la misma significa “kuomintanguizar” al proletariado, es decir, matar la revolución.
Las fórmulas confusionistas de Pravda abren dos caminos que fueron experimentados en China hasta sus últimas consecuencias: el camino oportunista y el camino de la aventura. Si hoy Pravda no se decide aún a “caracterizar” la revolución española como revolución obrera y campesina, quién sabe si no lo hará mañana, cuando Zamora Chang Kai-Check sea reemplazado por el “fiel Van-Tan-Vei”: en este caso el izquierdista Lerroux. ¿No dirán entonces los sabios profesores -los Martínov, Kuusinen y Cía- que nos hallamos en presencia de una república obrera y campesina que hay que “sostener en tanto en que ” (Fórmula de Stalin en marzo de 1917) o sostenerla enteramente? (Fórmula del mismo Stalin con respecto al Kuomintang en 1925-1927.)
Pero hay también una posibilidad aventurista, que acaso responda aún mejor al estado de espíritu centrista de hoy. El editorial de la Pravda dice que las masas españolas “empiezan asimismo a dirigir sus golpes, contra el gobierno.” Sin embargo, ¿es que el partido comunista español puede lanzar la consigna del derrumbamiento del gobierno actual como una finalidad inmediata? En la sabia incursión de la Pravda se dice, como hemos visto, que la finalidad inmediata es la revolución obrera y campesina. Si se entiende esta “fase” no en el sentido de la transformación, sino en el derrocamiento del poder, aparece completamente ante nosotros la variante del aventurismo. El débil partido comunista puede decir en Madrid, como dijo (o como se le mandó que dijera) en diciembre de 1927 en Cantón: “Para una dictadura proletaria, naturalmente, no estamos todavía en sazón; pero como hoy se trata de un grado intermedio, de la dictadura obrera y campesina, intentemos la insurrección de aunque no sea más que con nuestras débiles fuerzas, y acaso salga alguna cosa de ello.” En efecto no es difícil prever que cuando se ponga de manifiesto el retraso criminal con que se ha obrado en el primer año de la revolución española los culpables de esta pérdida de tiempo empezarán a azotar a los “ejecutores” y les empujarán, acaso, a una aventura trágica por el estilo de la de Cantón.
Las perspectivas de las “jornadas de julio”
¿Hasta qué punto es real este peligro? Es completamente real. Tiene sus raíces en las condiciones interiores de la revolución misma, que revisten un carácter particularmente amenazador a causa de los equívocos y de la confusión de los jefes. En la situación española de hoy se oculta una nueva explosión de las masas que corresponde más o menos a aquellos combates de 1917 en Petrogrado, que han entrado en la historia con el nombre de “Jornadas de julio” y que no condujeron al desastre de la revolución gracias a la justa política de los bolcheviques. Es necesario detenerse en esta cuestión candente para España.
Hallamos el prototipo de las “Jornadas de julio” en todas las antiguas revoluciones, empezando por la gran revolución francesa, con distintos resultados, pero, como regla general, desdichadas y a menudo catastróficas. La etapa de este orden es inherente al mecanismo de la revolución burguesa, en la medida en que la clase que se sacrifica más por el éxito de la revolución y que deposita más esperanza en la misma, es la que obtiene menos de ella. La lógica de este proceso es completamente clara. La clase poseyente, después de haber obtenido el poder por el golpe de Estado, se inclina a considerar que por ello mismo la revolución ha realizado ya íntegramente su misión, y de lo que más se preocupa es de demostrar su buena conducta a las fuerzas reaccionarias. La burguesía “revolucionaria” provoca la indignación de las masas populares por las mismas medidas con las cuales se esfuerza en conquistar la buena disposición de las clases derribadas. La desilusión de las masas se produce muy pronto, antes de que su vanguardia se haya enfriado de los combates revolucionarios. El sector avanzado se imagina que con un nuevo golpe puede dar cima a lo realizado antes de una manera insuficientemente decisiva o corregirlo. De aquí el afán de una nueva revolución sin preparación, sin programa, sin tener en cuenta las reservas, sin pensar en las consecuencias. De otra parte, la burguesía llegada al poder no hace más que vigilar el momento del empuje impetuoso de abajo para intentar arreglar definitivamente las cuentas al pueblo. Tal es la base social y psicológica de esa semi-revolución complementaria que, más de una vez en la historia, se ha convertido en el punto de partida de la contrarrevolución victoriosa.
En 1848 las “Jornadas de julio” se desarrollaron en Francia en junio y tomaron un carácter incomparablemente más grandioso y más trágico que en Petrogrado en 1917. Las llamadas “Jornadas de junio” del proletariado de París habían nacido con una fuerza irresistible de la revolución de febrero. Los obreros de París, con los fusiles de febrero en la mano, no podían dejar de reaccionar ante las contradicciones existentes entre el programa pomposo y la realidad miserable, ante ese intolerable contraste que repercutía cada día en sus estómagos y en sus conciencias. Sin plan, sin programa, sin dirección, las Jornadas de junio de 1848 no eran más que un reflejo potente e inevitable del proletariado. Los obreros insurreccionados fueron aplastados despiadadamente. Fue así como los demócratas desbrozaron el camino al bonapartismo.
La explosión gigantesca de la Commune fue asimismo, con respecto al golpe de Estado de septiembre de 1870, lo que habían sido las Jornadas de junio con respecto a la revolución de febrero de 1848. La insurrección de marzo del proletariado parisién no tenía nada que ver con el cálculo estratégico, sino que nació de una trágica combinación de circunstancias, completada por una de esas provocaciones de que es tan capaz la burguesía francesa cuando el miedo excita su mala fe. En la Commune de París el proceso reflexivo del proletariado contra el engaño de la revolución burguesa se elevó por primera vez al nivel de revolución proletaria, pero para ser echada abajo inmediatamente.
Hoy la revolución incruenta, pacífica, gloriosa (la lista de estos adjetivos es siempre la misma), en España prepara ante nuestros ojos sus “Jornadas de junio”, si se toma el calendario de Francia, o sus “Jornadas de julio”, si se toma el calendario de Rusia. El gobierno de Madrid, bañándose en frases que parecen a menudo una traducción del ruso, promete medidas amplias contra el paro forzoso y los latifundios, pero no se atreve a tocar ninguna de las viejas llagas sociales. Los socialistas de la coalición ayudan a los republicanos a sabotear los fines de la revolución. El jefe de Cataluña, de la parte más industrial y más revolucionaria de España, predica un reinado milenario sin naciones ni clases oprimidas, pero al mismo tiempo no hace absolutamente nada para ayudar al pueblo a liberarse, por lo menos, de una parte de sus cadenas más odiadas. Maciá se esconde tras el Gobierno de Madrid, el cual, a su vez, se esconde tras las Cortes Constituyentes. ¡Como si la vida se detuviera esperando esas Cortes! ¡Y como si no fuera evidente que las Cortes futuras no serán más que una reproducción ampliada del bloque republicano-socialista, que no tiene otra preocupación más que la de que todo quede como antes! ¿Es difícil prever el incremento febril de la indignación de los obreros y de los campesinos? La desproporción entre la marcha de las masas en la revolución y en la política de las nuevas clases dirigentes es el origen de ese conflicto irreconciliable que, en su desarrollo ulterior, o dará lugar a la primera revolución, la de abril, o conducirá a la segunda revolución.
Si el partido bolchevique se hubiera obstinado en considerar el movimiento de junio como “inoportuno” y hubiese vuelto la espalda a las masas, la semi-insurrección hubiera caído inevitablemente bajo la dirección esporádica e incoherente de los anarquistas, de los aventureros, de los elementos que hubieran expresado de un modo ocasional la indignación de las masas, y se habría visto ahogada en sangre por convulsiones estériles. Pero, por el contrario, si el partido, poniéndose al frente del movimiento, hubiera renunciado a su apreciación de la situación en su conjunto para deslizarse hacia las sendas de los combates decisivos, la insurrección habría tomado un impulso audaz; los obreros y los soldados, bajo la dirección de los bolcheviques, se habrían adueñado temporalmente del poder en Petrogrado en el mes de junio, pero únicamente para preparar luego el fracaso de la revolución. Sólo la dirección acertada del partido de los bolcheviques evitó las dos variantes de ese peligro fatal en el sentido de las jornadas de junio de 1848 y de la Commune de París de 1871. El golpe asestado en julio de 1917 a las masas y al partido fue muy considerable. Pero no fue un golpe decisivo. Las víctimas se contaron por decenas, pero no por decenas de miles. La clase obrera salió de esa prueba no decapitada ni exangüe; conservó completamente sus cuadros combativos, los cuales aprendieron mucho, y en octubre condujeron al proletariado a la victoria.
Precisamente desde el punto de vista de las “Jornadas de junio” constituye un terrible peligro la ficción de la revolución “intermedia” que, según se pretende, está a la orden del día en España.
La lucha por las masas y las Juntas obreras
El deber de la Oposición de Izquierda consiste en poner de manifiesto, desenmascarar y condenar a la vergüenza eterna en la conciencia de la vanguardia proletaria, de un modo implacable, la fórmula de una “revolución obrera y campesina” particular, distinta de las revoluciones burguesa y proletaria. ¡No creáis esto, comunistas de España! No es más que una ilusión y un engaño. Es una trampa diabólica que puede convertirse mañana en una soga para vuestro cuello. Reflexionad bien en las lecciones de la revolución rusa y en las de los desastres de los epígonos. Ante vosotros se abre una perspectiva de lucha por la dictadura del proletariado. En nombre de esta misión debéis agrupar a vuestro alrededor a la clase obrera y levantar a los millones de campesinos pobres para que ayuden a los obreros. Es ésta una labor gigantesca. Sobre vosotros, comunistas de España, recae una responsabilidad revolucionaria enorme. No cerréis los ojos ante vuestra debilidad, no os dejéis engañar por las ilusiones. La revolución no cree en las palabras, sino que somete todo aprueba, a la prueba sangrienta. Sólo la dictadura del proletariado puede derrocar la dominación de la burguesía. No hay, no habrá, ni puede haber, ninguna revolución intermedia, más “simple”, más “económica”, más accesible a vuestras fuerzas. La historia no inventará para vosotros ninguna dictadura con descuento. El que os hable de ella os engaña. Preparaos seriamente, con tenacidad, de un modo incansable, para la dictadura del proletariado.
Sin embargo, el objetivo inmediato que se plantea a los comunistas españoles no es la lucha por el poder, sino la lucha por las masas, y esta lucha se desarrollará en el periodo próximo sobre la base de la república burguesa y, en proporciones enormes, bajo las consignas de la democracia. El objetivo inmediato es, indudablemente, la creación de Juntas obreras (soviets). Pero seria absurdo oponer las Juntas a las consignas de la democracia. La lucha contra los privilegios de la Iglesia y contra la dominación de las Ordenes religiosas y de los conventos -lucha puramente democrática- condujo en mayo a una explosión de las masas que creó condiciones favorables, desgraciadamente no utilizadas, para la elección de diputados obreros. En la fase actual, las Juntas son la forma organizada del frente único proletario, para las huelgas, para la expulsión de los jesuitas, para la participación en las elecciones a las Constituyentes, para el contacto con los soldados, para el apoyo al movimiento campesino. Es sólo a través de las Juntas, que engloban al núcleo fundamental del proletariado, como los comunistas podrán asegurar su hegemonía entre el proletariado y, por consiguiente, en la revolución. Sólo a medida que vaya aumentando la influencia de los comunistas sobre la clase obrera, las Juntas se convertirán en órganos de lucha por el poder. En una de las etapas ulteriores -no sabemos aún cuando- las Juntas, como órganos del poder del proletariado, se verán opuestas a las instituciones democráticas de la burguesía. Sólo entonces llegará la última hora de la democracia burguesa.
En todos los casos en que las masas se ven arrastradas a la lucha, sienten invariablemente - no pueden menos de sentirla - la necesidad aguda de una organización prestigiosa que se eleve por encima de los partidos, de las fracciones y de las sectas, y que sea capaz de unir a todos los obreros en una acción común. Son precisamente las Juntas obreras elegibles las que deben presentar esta forma de organización. Hay que saber sugerir a las masas esta consigna en el instante oportuno, y momentos semejantes aparecen actualmente a cada instante. Oponer la consigna de los soviets, como órganos de la dictadura del Proletariado, a la lucha real de hoy, significa convertir dicha consigna en un santuario ultra-histórico, en un icono ultra-revolucionario, que pueden adorar algunos devotos, pero que no puede nunca arrastrar a las masas revolucionarias.
La cuestión de los ritmos de la revolución española
Pero ¿queda aún tiempo para la aplicación de una táctica acertada? ¿No es ya tarde? ¿No se han dejado pasar ya todos los plazos?
El determinar acertadamente los ritmos de desarrollo de la revolución tiene una enorme importancia, si no para definir la línea estratégica fundamental, al menos para la definición de la táctica. Ahora bien, sin una táctica justa, la mejor línea estratégica puede conducir a la ruina. Naturalmente, es imposible prever los ritmos por un largo periodo. El ritmo debe ser comprobado en el curso de la lucha, sirviéndose de los síntomas más variados. Además, en el curso de los acontecimientos, el ritmo puede cambiar bruscamente. Pero, a pesar de todo, hay que tener ante los ojos una perspectiva determinada, a fin de efectuar en la misma, en el proceso de la experiencia, correcciones necesarias.
La gran revolución francesa empleó más de tres años para llegar al punto culminante: la dictadura de los jacobinos. La revolución rusa condujo en ocho meses a la dictadura de los bolcheviques. Vemos aquí una diferencia enorme de los ritmos. Si en Francia los acontecimientos se hubieran desarrollado más rápidamente, los jacobinos no hubieran tenido tiempo para formarse, pues en vísperas de la revolución no existían como partido. De otra parte, si los jacobinos hubieran representado una fuerza ya en vísperas de la revolución, los acontecimientos indudablemente se habrían desarrollado con más rapidez. Tal es uno de los factores que determina el ritmo. Pero hay otros que son acaso más decisivos.
La revolución rusa de 1917 fue precedida de la revolución de 1905, calificada de ensayo general por Lenin. Todos los elementos de la segunda y de la tercera revolución fueron preparados de antemano, de manera que las fuerzas que participaron en la lucha avanzaban por un camino conocido. Esto aceleró extraordinariamente el periodo de ascensión de la revolución hacia su punto culminante.
Pero así y todo, hay que suponer que el factor decisivo en la cuestión del ritmo en 1917 fue la guerra. La cuestión de la tierra podía ser aún aplazada por algunos meses, incluso acaso por algunos años. Pero la cuestión de la muerte en las trincheras no permitía ningún aplazamiento. Los soldados decían: “¿Qué necesidad tengo de la tierra si yo no estaré allí?” La presión de una masa de doce millones de soldados fue un factor que contribuyó extraordinariamente a acelerar la revolución. Sin la guerra, a pesar del “ensayo general” de 1905 y de la existencia del partido bolchevique, el periodo preparatorio, pre-bolchevista de la revolución, hubiera podido durar no ocho meses, sino acaso un año, dos y más.
El partido comunista español ha entrado en los acontecimientos en un estado de debilidad extrema. España no está en guerra; los campesinos españoles no están concentrados por millones en los cuarteles y en las trincheras, ni se hallan bajo el peligro inmediato de exterminio. Todas estas circunstancias obligan a esperar un desarrollo más lento de los acontecimientos y permiten, por consiguiente, confiar en que se dispondrá de un plazo más largo para la preparación del partido y la conquista del poder.
Pero hay factores que obran en el sentido opuesto y que pueden provocar tentativas prematuras de un combate decisivo que equivaldría al desastre de la revolución: la ausencia de un partido fuerte aumenta la importancia de lo espontáneo en el movimiento; las tradiciones anarcosindicalistas obran en el mismo sentido; finalmente, la falsa orientación de la IC abre las puertas a las explosiones de aventurismo.
La conclusión de estas analogías históricas es clara: si la situación en España (ausencia de tradiciones revolucionarias recientes; ausencia de un partido fuerte; ausencia de la guerra) conduce a que el alumbramiento normal de la dictadura del proletariado se vea, según todas las apariencias, prolongado por un plazo considerablemente más largo que en Rusia, existen, por el contrario, circunstancias que refuerzan extraordinariamente el peligro de un aborto revolucionario.
La debilidad del comunismo español, que es el resultado de la falsa política oficial, hace, a su vez, a este último extremadamente susceptible de asimilarse las conclusiones más peligrosas de las directivas falsas. Al débil no le gusta ver su propia debilidad, teme hallarse retrasado, se enerva y corre demasiado. En particular, los comunistas españoles pueden temer las Cortes. En Rusia, la Asamblea Constituyente, aplazada por la burguesía, se reunió después ya del desenlace decisivo y fue liquidada sin esfuerzo. Las Cortes Constituyentes españolas se reúnen en una fase más próxima de la revolución. En las Cortes, los comunistas, si en general logran ir allí, serán una minoría insignificante. De esto puede nacer el pensamiento de intentar el derrocamiento de las Cortes lo más pronto posible, aprovechándose de cualquier ofensiva espontánea de las masas. Semejante aventura no sólo no resolvería el problema del poder, sino que, por el contrario, se rechazaría muy considerablemente la revolución, la cual quedaría seguramente con la columna vertebral rota. El proletariado podrá arrancar el poder de manos de la burguesía sólo a condición de que la mayoría de los obreros tiendan a ello apasionadamente y de que la mayoría explotada del pueblo tenga confianza en el proletariado. Es precisamente en la cuestión de las instituciones parlamentarias de la revolución en la que los camaradas españoles deben fijarse, no tanto en la experiencia rusa cuanto en la de la gran revolución francesa. La dictadura de los jacobinos fue precedida de tres parlamentos. Por estos tres peldaños las masas se elevaron hasta la dictadura jacobina. Sería estúpido creer -como los republicanos y socialistas madrileños que las Cortes pondrán efectivamente un punto a la revolución. No; las Cortes no pueden hacer otra cosa que dar un nuevo empuje al desarrollo de la revolución, asegurando al mismo tiempo una mayor regularidad del mismo. Semejante perspectiva es muy importante para la orientación en el curso de los acontecimientos, para contrarrestar el enervamiento y el aventurismo.
Esto no significa, ni que decir tiene, que los comunistas deban desempeñar el papel de freno de la revolución, y, aún menos, que deban desolidarizarse de los movimientos y de las acciones de las masas de la ciudad y del campo. Semejante política sería funesta para el partido, el cual debe conquistar aún la confianza de las masas revolucionarias. Únicamente porque los bolcheviques dirigieron todos los combates de los obreros y de los soldados tuvieron en julio la posibilidad de evitar la catástrofe de las masas.
Si las condiciones objetivas y la mala fe de la burguesía hubieran impuesto al proletariado el combate decisivo en las condiciones desfavorables, los comunistas habrían, naturalmente, encontrado su puesto en las primeras filas de los combatientes. Un partido revolucionario preferirá siempre exponerse a la destrucción, junto con su clase, que permanecer al margen predicando la moral y dejando a los obreros sin dirección bajo las bayonetas de la burguesía. Un partido aplastado en la lucha penetrará profundamente en el corazón de las masas, y tarde o temprano tomará su desquite. Un partido que se retire en el momento de peligro no renacerá más. Pero los comunistas españoles no se hallan en general situados en esta alternativa trágica. Al contrario, hay todos los motivos para creer que la ignominiosa política del socialismo en el poder y la desorientación lamentable del anarco-sindicalismo impulsarán cada vez más a los obreros hacia el comunismo, y que el partido -a condición de que tenga una política justa- dispondrá de tiempo suficiente para prepararse y conducir al proletariado a la victoria.
¡Por la unidad de las filas comunistas!
Uno de los crímenes más vergonzosos de la burocracia estalinista es la escisión sistemática de las filas comunistas, poco numerosas en España, escisión que no se deriva de los acontecimientos de la revolución española, sino que les ha sido impuesta bajo la forma de directivas que se desprenden de la lucha de la burocracia estalinista por su propia conservación. La revolución crea siempre en el proletariado una fuerte corriente hacia el ala izquierda. En 1917 se fundieron con los bolcheviques todos los grupos y todas las corrientes que le eran espiritualmente afines, aunque en el pasado hubieran luchado contra el bolchevismo. El partido no sólo creció rápidamente, sino que vivió una vida interior de una extraordinaria turbulencia. Desde abril hasta octubre, y más tarde, durante los años de guerra civil, la lucha de tendencias y de grupos en el partido bolchevique alcanza en algunos momentos una gravedad extraordinaria. Pero no se producen escisiones, ni tan siquiera exclusiones individuales. La presión poderosa de las masas cohesiona al partido. La lucha interna le educa, le aclara su propio camino. En esta lucha todos los miembros del partido adquieren una convicción profunda en el acierto de la política del partido y en la seguridad revolucionaria de la dirección. Es sólo esta convicción de los bolcheviques de fila, conquistada en la experiencia y en la lucha ideológica, lo que da la posibilidad a la dirección de lanzar a todo el partido al combate en el momento necesario. y sólo la convicción profunda del partido en el acierto de su política inspira a las masas obreras la confianza en el mismo. Grupos artificiales impuestos desde fuera; ausencia de lucha ideológica libre y honrada; aplicación del calificativo de enemigos a los amigos; creación de leyendas que sirven para la escisión de las filas comunistas. He aquí lo que paraliza actualmente al partido comunista español. Este debe librarse de las tenazas burocráticas que lo condenan a la impotencia. Hay que agrupar las filas comunistas sobre la base de una discusión abierta y honrada. Hay que preparar el congreso de unificación del partido comunista español.
La situación se complica por el hecho de que no sólo la burocracia estalinista oficial en España, poco numerosa y débil, sino también las organizaciones oposicionistas, que formalmente se hallan fuera de la Internacional Comunista -la Federación catalana y el grupo autónomo de Madrid-, carecen de un programa de acción claro y, lo que es todavía peor, están contaminados en una gran parte de los prejuicios que los epígonos del bolchevismo han sembrado con tanta abundancia durante estos últimos ocho años. Los oposicionistas catalanes no tienen la claridad necesaria en la cuestión de la “revolución obrera y campesina”, de la “dictadura democrática” y aun del “partido obrero y campesino”. Esto redobla el peligro. La lucha por la reconstitución de la unidad de las filas comunistas debe ser combinada con la lucha contra la podredumbre ideológica y la falsificación estalinista.
Es ésta la misión de la Oposición de Izquierda. Pero hay que decir la verdad: ésta apenas ha iniciado aún su tarea. Sabemos las condiciones difíciles en que se hallan nuestros compañeros de ideas; persecuciones policiacas ininterrumpidas bajo Primo de Rivera, bajo Berenguer y bajo Alcalá Zamora. El compañero Lacroix, por ejemplo, sale de la cárcel para volver a entrar en ella. El aparato de la I.C, impotente en el terreno de la dirección revolucionaria, desarrolla una gran actividad en el de las persecuciones y de las calumnias. Todo esto dificulta extremadamente el trabajo. Sin embargo, éste debe ser llevado a cabo. Hay que agrupar las fuerzas de la Oposición de Izquierda en todo el país, fundar una revista y un boletín, agrupar a la juventud obrera, formar círculos y luchar por la unidad de las filas comunistas sobre la base de una política marxista justa.
Notas
[1] Los que más se distinguen en este sentido son los estalinistas norteamericanos. Es difícil imaginarse hasta donde llega la vulgaridad y la estupidez de los funcionarios retribuidos y sin control alguno. [L.Trotsky]
[2] Lo dicho por Manuilski en febrero de 1930 fue exactamente lo siguiente: “Los procesos de este género [el proceso revolucionario español] desfilan sobre la pantalla histórica como un episodio que no deja rastros profundos en el espíritu de las masas trabajadoras, que no enriquecen en experiencia de lucha de clases. Una huelga parcial puede tener para la clase obrera internacional una importancia más sugestiva que cualquier “revolución de género español” que se efectúe sin que el Partido Comunista y el proletariado ejerzan un papel dirigente.” [J.Andrade]
[3] La Oposición de Izquierda no tiene prensa diaria. No hay más remedio que desarrollar en cartas privadas ideas que deberían constituir el contenido de los artículos cotidianos. [L.Trotsky]
[4] El grupo italiano “Prometeo” (bordiguianos) niega en general las consigna democráticas revolucionarias para todos los países y todos los pueblos. Este doctrinarismo sectario, que coincide prácticamente con la posición de los estalinistas no tiene nada de común con la de los bolcheviques-leninistas. La oposición internacional de izquierda debe declinar todo asomo de responsabilidad por semejante infantilismo de extrema izquierda. Precisamente la experiencia actual de España atestigua que las consignas de la democracia política desempeñarán indudablemente un papel de una gran importancia en el proceso de derrumbamiento de la dictadura fascista. Entrar en la revolución española o italiana con el programa de “Prometeo”, es lo mismo que ponerse a nadar con las manos atadas a la espalda; el nadador que tal haga corre un riesgo muy considerable de ahogarse. [L.Trotsky]
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La situación en cataluña
(Extractos de cartas a Andrés Nin)
30 de mayo de 1931
[( ) Puede usted observar que al final de mi último trabajo sobre la revolución española[1], he llegado a reunir la cantidad considerable de cartas dirigidas a usted, suprimiendo todo lo que tenía un carácter personal o polémico, incluso amigable. Solamente he conservado las cuestiones principales y políticas.
* * *
31 de mayo de 1931
[Desgraciadamente no puedo compartir las observaciones tranquilizantes que usted formula a propósito de la situación en España y sobre todo en Cataluña. Usted piensa que no hay por qué temer acontecimientos prematuros en Cataluña, teniendo en cuenta que los anarcosindicalistas, que son hegemónicos en el movimiento obrero, controlan con todas sus fuerzas a los obreros. Según usted, la Federación Catalana actúa de forma semejante[2] En esta información sobre los anarcosindicalistas, que concuerda con la de la prensa burguesa, no veo nada tranquilizador; por el contrario, para mí es un motivo de inquietud.]
Por lo que veo, los anarcosindicalistas llevan una política conciliadora con respecto al detestable régimen del coronel Maciá[3] el comisario barcelonés de los imperialistas madrileños. Los dirigentes del anarcosindicalismo, se han convertido en empleados subalternos y en verdaderos agentes del nacionalismo catalán de paz social[4]. La Federación Catalana, a mi modo de ver, ha adoptado, una política conciliadora respecto al anarcosindicalismo, lo que significa que la Federación reemplaza la política revolucionaria de frente único por la política, oportunista de defensa y adulación de los anarcosindicalistas, y consiguientemente del régimen de Maciá. Precisamente en este hecho veo yo una de las fuentes de las explosiones que pueden, en determinada fase, adquirir un carácter peligroso. La tarea de los sindicatos no es contener a los obreros, sino todo lo contrario, movilizarlos y organizarlos para la lucha en todos los frentes: los sindicatos tienen la tarea fundamental de sublevar las regiones atrasadas de Cataluña y del resto de España. La labor de la Federación Catalana, no consiste en defender la política de la Confederación anarcosindicalista[5] sino en ejercer una crítica constante, paso a paso, denunciando ante los obreros su bloque tácito con la contrarrevolución pequeñoburguesa de Maciá.
Para que las advertencias contra los actos insensatos y prematuros[6] no se transformen en una práctica menchevique de sofocamiento de la revolución, es necesario tener una línea estratégica clara, es necesario que los obreros avanzados comprendan perfectamente esta línea, a fin de poder explicarla incansablemente a las masas. Evidentemente, la Federación Catalana no tiene ninguna línea estratégica. Sus dirigentes no se atreven a reflexionar sobre los problemas fundamentales de la revolución, de lo contrario no tendrían ese miedo estúpido y pueril al “trotskismo”, que expresa tan claramente todo el nivel de su pensamiento político. Solidarizarse con semejantes dirigentes, en lugar de oponerles una política seria y tenaz, incluso en el tono más amigable[7] significa encaminarse hacia trágicos errores. Pero he escrito bastante sobre este asunto, y no volveré sobre ello.]
* * *
29 de junio de 1931
[( ) Para conquistar el núcleo proletario de la Federación Catalana, es necesario crear un núcleo firme de la oposición de izquierda en Cataluña,[8] así como las publicaciones correspondientes, por lo menos un boletín en catalán.] Hay que someter a Maurin a una crítica despiadada e incesante, que los acontecimientos confirmarán brillantemente[9]. Dentro de poco, Maurin no será más que una figura cómica, con sus reflexiones provincianas, sus consignas rudimentarias y sus doctrinas gastadas. Lo importante es saber lo que va a suceder. La oposición de izquierda no podrá llegar a ser una fuerza dirigente en España sin serlo antes en Cataluña.
La segunda cuestión importante se refiere a los anarcosindicalistas. Es indispensable escribir un folleto contra el anarcosindicalismo y publicarlo no sólo en España sino, también en otros países. ¿Ha leído usted los artículos de Monatte en los que expresa su esperanza de ver a los anarcosindicalistas españoles oponer al estado bolchevique, un estado “verdaderamente anarquista?[10] Toda la suerte del anarquismo mundial, o mejor dicho sus residuos esparcidos por la revolución rusa, está íntimamente unida a la suerte del anarcosindicalismo español. Teniendo en cuenta que el anarcosindicalismo va, en España, hacia la derrota más miserable y ridícula, está fuera de duda que la revolución española será la tumba del anarquismo. Pero hay que procurar por todos los medios que la tumba del anarcosindicalismo no sea también la tumba de la revolución española. Si Maurín es una cobertura temporal de los estalinistas, el anarcosindicalismo lo es para los socialistas y los republicanos, es decir, para la burguesía. De la misma forma que Maurin puede poner en manos de la burocracia centrista a los obreros avanzados catalanes, los anarcosindicalistas pueden poner toda la revolución en manos de la burguesía. La lucha teórica y práctica contra el anarcosindicalismo está a la orden del día. Es evidente que debe ser llevada sobre la base de la política del frente Único de la unidad sindical, etc. Pero hay que desenmascarar a los jefes del anarcosindicalismo y sobre todo poner al desnudo a ese pope laico, Pestaña[11], que va a jugar el papel más miserable y más cobarde en el desarrollo ulterior de la revolución.
Las muestras del discurso de Maurin producen una impresión penosa[12]. Contrariamente a nosotros, él considera, ¡quién lo diría! el plan quinquenal como una adquisición de la revolución. ¿Es posible que no haya leído nada?[13]
A propósito, la agencia Reuter, y con ella otras agencias, difunden falsos telegramas relativos a supuestos artículos e interviús míos sobre el plan quinquenal (fracaso completo, mentira, etc.). Es extremadamente importante desenmascarar y desmentir estas infamias. En este caso la burguesía se sirve contra los estalinistas de sus propias mentiras. y calumnias
El que los estalinistas hayan ganado para sus filas a varias decenas de parados en Barcelona, como cuenta usted[14] es, a mi modo de ver, un síntoma importante que habla en contra de la Federación Catalana. ¿Cómo puede, la organización revolucionaria dirigente, descuidar su influencia entre los parados, que constituyen el ala izquierda del movimiento? Mi opinión es que esto se debe al oportunismo de la Federación, su falta de vigor y de actividad, su “astucia” prematura, es decir, su oportunismo. Durante la revolución los obreros pasan rápidamente de una organización a otra.]
Notas
[1] Se trata de los textos publicados bajo el titulo “La revolución española día a día”, en La Verité, La lutte de classes y Comunismo.
[2] Nin escribía el 25 de mayo: “Usted expresa su temor relativo a una acción prematura en Cataluña ( ). Toda la táctica de los anarcosindicalistas, que poseen la hegemonía del movimiento consiste en contener las acciones del proletariado. En cuanto a los comunistas de la Federación Catalana -la única a tener en cuenta aquí como fuerza comunista- tiene una concepción del movimiento muy acertada, exactamente igual a la nuestra y son decididos adversarios de toda política aventurerista y putchista.” Efectivamente por estas fechas la dirección nacional de la C.N.T. estaba dominada por los elementos “revisionistas” o “neorreformistas” que acabarían constituyendo el grupo de los “trentistas”, Peiró, Juan López, Ángel Pestaña, y que triunfaban aunque no por mucho tiempo, sobre sus adversarios de la FA.I., en el congreso “del conservatorio” en junio, en Madrid.
[3] El coronel Maciá se había erigido en cabecilla del separatismo catalán durante los años veinte. Proclamado presidente de Cataluña en abril se esforzó en negociar con Madrid un compromiso relativo al Estatuto de Autonomía, en Cataluña.
[4] En agosto de 1931, en el referéndum, la regional de la C.N.T. dejaba votar en masa a sus afiliados y simpatizantes a favor del Estatuto de Autonomía, aprobado finalmente por 595.206 votos contra 3.286.
[5] Nin en una carta a Trotsky del 25 de junio protestaba: La Federación Catalana, cuya política jamás he defendido, no practica una política de conciliación con los anarcosindicalistas”. Sin embargo, algunos meses más tarde, el Bloque obrero y campesino tomaba postura a favor de un gobierno Peiró-Pestaña.
[6] De hecho los progresos de la F.A.I., que acababa de salir a la luz pública en el verano de 1931, iba a permitirle convertirse rápidamente en dueña de las organizaciones de la C.N.T., promoviendo, por medio de este intermediario, este tipo de acciones prematuras y putchistas que tanto temía Trotsky de los anarcosindicalistas. La primera acción de importancia sería la insurrección desencadenada el 18 de enero de 1932 en Figols
[7] A lo largo de toda su correspondencia, Nin insistía en la necesidad de emplear un tono “amigable” con la Federación. Su primer artículo contra Maurín finalizaba recordando la existencia entre ellos de una “vieja y sincera amistad” (La.verité, 15 de agosto de 1931).
[8] Nin respondía el 7 de julio: “Hasta ahora no habíamos realizado aquí ningún trabajo sistemático y organizado ( ). No se podía actuar de otra forma ( ). Durante estos últimos tiempos ha funcionado una célula de la Oposición, sin haber sido creada oficialmente.”
[9] Nin escribía a Trotsky el 13 de julio: “He escrito un artículo, contra los errores de Maurín en el número tres de la revista. No se puede guardar silencio sobre este asunto sin poner en peligro al movimiento.” De hecho sólo en el nº 4 de Comunismo, del mes de septiembre, aparecerá finalmente un articulo de Nin, fechado el 14 de agosto y titulado: “¿Adónde va el B.O.C. (Bloc obrer i camperol)?”. Nin señalaba el hecho de que estaba influenciado por “la pequeña burguesía radical y los anarcosindicalistas” “las fuerzas que ejercen hoy en día una influencia preponderante sobre las masas”. Mientras tanto, en La Verité, había aparecido un artículo ligeramente diferente.
[10] Ver principalmente su articulo “El camino de la revolución española está abierto” en La revolution prolétarienne, nº 117, 16 de junio de 1931.
[11] Ángel Pestaña, excluido de la C.N.T. por presión de los “faistas” crearía en 1933 el Partido Sindicalista, llegando a ser, como tal, diputado en el Frente Popular en 1936
[12] El Ateneo de Madrid había cedido la palabra a Maurín el 8 de junio, a Nin el 9 y a Bullejos, secretario del partido oficial, el 10. La ruptura entre Nin y Maurín data desde estas conferencias. Fue Nin, quien en su artículo proporcionó a Trotsky algunas muestras del discurso de Maurín. Éste declaraba que se diferenciaba claramente de los “trotskystas”, ya que él era partidario del plan quinquenal.
[13] Nin no se indigna menos que Trotsky. Escribió: “¿El líder del B.O.C. ha olvidado ya la historia de los últimos años? ¿No sabe que fue precisamente la oposición de izquierda la iniciadora de la industrialización del país? ¿Que sostuvo en este sentido una encarnizada batalla contra los actuales dirigentes del partido comunista de la U.R.S.S., los cuales nos acusaban de ser superindustrialistas? Maurín sabe todo esto perfectamente, por lo tanto su intervención sólo puede tener dos sentidos: mentir deliberadamente o conseguir el visto bueno de la Internacional tirando una piedra contra los “trotskistas” En este sentido se pueden consultar las Memorias de Jules Humbert-Droz, representante de la I.C. en España durante esta época, y en cuyo tomo II, De Lenin a Stalin, hace alusión a sus actividades en el mes de junio: “En Barcelona tomé contacto con el partido disidente de Maurin, en el que yo tenía algunos camaradas de confianza, pero mis esfuerzos, apoyados por la delegación, no consiguieron rehacer la unidad” (p. 457).
[14] Humbert-Droz da algunos datos sobre los esfuerzos del partido oficial para organizar a algunos parados (ibidem, pp. 433-434).
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La importancia de las consignas democráticas[1]
(Prefacio, 9 de junio de 1931)
No puedo más que saludar calurosamente la idea de la “nueva oposición italiana”[2] de editar el presente trabajo en su idioma. En mi correspondencia con los camaradas de la nueva oposición senté el año pasado la hipótesis de que durante el periodo de liquidación del régimen fascista, las consignas democráticas revestirían una cierta importancia?[3] Hoy en día, a. la luz de los acontecimientos españoles, me atrevería a formular esta idea de forma mucho más categórica; la experiencia española no deja lugar a dudas: la revolución italiana tendrá un “prefacio” democrático más o menos largo antes de entrar en la fase decisiva de los combates inmediatos del proletariado por el poder. Durante este periodo preliminar., la vanguardia proletaria no deberá, de ningún modo, dar la espalda a los problemas democráticos. Las posiciones del grupo Prometeo, que niega las consignas democráticas por principio se revelan teóricamente inconsistentes y políticamente funestas a la luz de los acontecimientos españoles. ¡Peor para ellos, si no saben sacar enseñanzas de los grandes acontecimientos históricos!
El tema central de este trabajo está dedicado al mismo tiempo a una tentativa por establecer la posición marxista sobre las consignas democráticas en base a la reciente experiencia y a la crítica del mito de la revolución ” popular”, neutra, por, encima de las clases, asexuada.
La dirección de la Internacional Comunista’ intenta’ actualmente en España erigir un templo a este ídolo, al que ha sacrificado multitud de víctimas proletarias en China. Necesitamos estar bien armados para afrontar esta tentativa de la burocracia centrista. En este problema es donde se resume la suerte de la revolución española. Insisto una vez más, creo que los camaradas italianos deberían seguir con más atención que nadie los grandes acontecimientos de la Península Ibérica. Al proletariado italiano, antes o después, esperemos que pronto, se le colocarán sobre el tapete los mismos problemas,, aunque bajo otro aspecto y bajo otra correlación de fuerzas.
L. TROTSKY
Kadikoy, el 9 de junio de 1931
Notas
[1] T. 3387. Prefacio redactado especialmente para la edición italiana de “La revolución española y los peligros que la amenazan” Boletín interno de la oposición comunista de izquierda, nº 8, junio de 1931, pp. 8-10. No hemos podido encontrar ningún ejemplar de este folleto en italiano
[2] La “nueva oposición italiana” nació de la oposición al “viraje” ultraizquierdista, por parte. de los tres dirigentes del partido clandestino, Alfonso Leonetti (Feroci, Suzo, Guido, Saracena, después Martin), Paolo Rivazzoli (Lino, Santini), antiguos miembros del buró político, y Pietro Tresso (Blasco) del comité central, excluidos del P.C.I. en Junio de 1930. Esta oposición estaba considerada como “nueva”, en relación a la antigua, inspirada por Amadeo Bordiga, cuyos desacuerdos se remontan al III Congreso y la política de frente único. En esta época la “fracción de izquierda” de los bordiguistas, dirigida por Otorino Perrone (Vercesi), estaba adherida a, la oposición de izquierda internacional y editaba en Bruselas la revista Prometeo. Acusaba a los “tres” de “ordinovistas” y de “antiguos centristas”, como fieles a Ordine Nuovo, pero Trotsky apoyó a los “tres”, lo que condujo a la ruptura con los bordiguistas
[3] La “izquierda” bordiguista, afirmaba, desde su aparición, que las consignas democráticas estaban superadas y que al fascismo sólo se le podía oponer la dictadura del proletariado. Durante el “tercer período” bajo el impulso de la Internacional comunista estalinizada, el P.C.I. mantuvo una posición semejante, caracterizando la postura de Trotsky como la prueba de su “oportunismo” y de su paso a las filas de los “social-fascistas”. Se sabe que el apego de Gramsci a las consignas democráticas durante este periodo, debió hacerle sospechoso a los ojos de los dueños del aparato.
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Acerca de la declaración del Bloque Obrero y Campesino de Cataluña[1]
(A la Redacción de Comunismo)
Queridos camaradas:
He leído por primera vez en Le Lutte de Classes[2] la declaración del llamado “Bloque Obrero y Campesino”, bajo cuyo nombre actúa la Federación Comunista Catalanobalear. Es de suponer que el documento esté traducido en La Lutte de Classes de un modo completo y justo. El documento en su totalidad, desde el comienzo al final, produce una impresión lamentable. Todo lo que he escrito en mi último trabajo “La revolución española y sus peligros” contra la política oficial de la I. C. en la cuestión española, se aplica por completo a la Federación Comunista Catalanobalear. Aún más; esta última comete errores a los cuales la dirección de la I. C. ha renunciado ya, por lo menos en palabras.
1.-El documento es lanzado por el “Bloque Obrero y Campesino”. ¿Qué es esto? ¿Un seudónimo de la Federación Comunista Catalanobalear? El bloque, es decir, la unión de los obreros y de los campesinos es una tarea política gigantesca que la vanguardia proletaria debe llevar a cabo. Esta tarea debe figurar inscripta en su plataforma. En lugar de esto, el “Bloque Obrero y Campesino” se convierte en el nombre de la organización revolucionaria. Esto no es nada más que una nueva edición del partido obrero y campesino. Sin embargo, incluso el VI Congreso de la I. C. renunció a esta idea reaccionaria bajo la crítica de la oposición de izquierda.
2.-En todo el documento no se pronuncia ni una sola vez la palabra comunismo. Aquél que oculta su comunismo ante las masas, deja de ser comunista.
3.-Se habla de la revolución democrática, de la república democrática, de la revolución popular, sin la menor tentativa de un análisis de clase. El gobierno es acusado de indecisión, de oscilación, etc Pero no se dice en ninguna parte que el gobierno es un gobierno de la burguesía, enemigo del pueblo. La crítica del gobierno de Alcalá Zamora coincide enteramente con la crítica de los mencheviques y socialistas revolucionarios con respecto al gobierno del príncipe Lvov-Kerensky. Con motivo del gobierno de Maciá no se dice nada.
4.-El documento habla de una “construcción racional de la Sociedad”, sin explicar lo que esto quiere decir[3]. Es el lenguaje De los “verdaderos” socialistas de antes de 1848. A continuación se dice: “La república debe significar una nueva organización social”. ¿Cuál? ¿Se trata de un régimen burgués o de un régimen socialista? La declaración juega al escondite con el capitalismo y con el socialismo.
5.-El hecho de haber dado a Alfonso la posibilidad de trasladarse al extranjero es presentado como un “primer profundo error del gobierno provisional”. ¿Error? ¿Es decir, que Alcalá Zamora no es suficientemente “consciente” en su política revolucionaria? Es así como los mencheviques planteaban la cuestión. Llamar “error” lo que en la burguesía es un cálculo contrarrevolucionario consciente significa embellecer a la burguesía y ampararla ante las masas.
6.-“La república no debe ser una conquista para la burguesía, sino también para los obreros”. ¿Qué significa esta frase dulzona, vulgarmente democrática y profundamente falsa? ¿Dónde y cuándo ha existido una república que satisfaga al mismo tiempo los intereses de la burguesía y los de los obreros? De la burguesía republicana nosotros podernos y debemos exigir derechos democráticos y reformas sociales, desenmascarando sin cesar la república burguesa, incluso archidemocrática, como una máquina de la que se sirve la burguesía para extraer el sudor y la sangre de los obreros y campesinos.
7.-La alusión a la república de 1873 va acompañada de esta moral increíble: “Así se creó una división entre el poder y el pueblo”. La abstracción del pueblo se separa de la abstracción del poder. ¿Acaso la burguesía se ha separado del pueblo trabajador? Pero es necesario aludir al ejemplo de 1873 no para insistir cerca de la burguesía para que sea más dulce, mejor, generosa, cariñosa, sino para enseñar a las masas a no creer un solo instante en la más “generosa”, en la más “dulce”, en la más “cariñosa” burguesía. He aquí como los marxistas plantean la cuestión.
8.-La plataforma hace un llamamiento a las “masas obreras para que se organicen en todo el país sobre la base de juntas revolucionarias”. ¿Con qué fin? No se indica ningún programa. No sólo no se indica que las juntas de esta clase deberán asegurar el tránsito revolucionario del poder a manos de los obreros y campesinos pobres[4], sino que ni siquiera se anticipa un programa de reivindicaciones transitorias: jornada de trabajo de 7 horas, control de la producción, organización por las juntas revolucionarias de los obreros y los soldados para el levantamiento agrario. No se menciona ni una sola palabra acerca de que la junta es una organización del proletariado y de las masas explotadas contra la clase que está en el poder, es decir contra la burguesía. La junta es tomada, en tanto que “organización revolucionaría”, en el espíritu de la tradición pequeño burguesa española.
9.-Al hablar de la importancia del levantamiento agrario, la declaración se refiere a las revoluciones francesa y rusa. Ni una palabra se dice sobre la experiencia de la revolución china que acaba de ser estrangulada, ante nuestros ojos, por la dirección de la I. C. ¿La I. C. ha “resuelto” de un modo justo la cuestión agraria en China? Ni una palabra se dice. El comunista que no ha aprovechado las lecciones de la revolución china no tiene derecho a dirigirse a las masas para dar lecciones y lanzar manifiestos, sobre todo en un país revolucionario.
1O.-La declaración dice: “somos partidarios de un Estado por cada nación”. ¿Qué es lo que esto significa para España? ¿De qué nación se trata? La nación estatista para España pan-española se define así: “Unión de repúblicas de Iberia”. ¿Qué es lo que esto significa? Si se trata de una federación es necesario decirlo mejor.
11.-“La defensa de la revolución debe ser la ley suprema”. ¿Defensa contra quién? La burguesía en el poder defiende “su” revolución contra el proletariado. Aquél que oculte este hecho con frases huecas sobre la defensa en general de la revolución en general contra tos enemigos en general, ayuda a la burguesía a ahogar al proletariado bajo la bandera de la revolución.
12.-El “Bloque Obrero y Campesino”, es decir, el partido obrero y campesino promete al final de la declaración “luchar con todas sus fuerzas por la realización total de la revolución democrática”, es decir, de la república burguesa sobre la base del parlamentarismo democrático. Entonces es preciso decirlo; pero en este caso es necesario por lo menos poner por delante las reivindicaciones de derechos electorales democráticos, puesto que antes que la república “racional” y la “organización racional de la Sociedad” se realice sobre la península ibérica, es necesario, por lo menos, que la república burguesa de Alcalá Zamora dé a la obrera y a la campesina el derecho al voto.
13.-El nombre del partido socialista no se menciona en la declaración. No se dice ni una palabra sobre los anarcosindicalistas. El partido comunista oficial no se menciona. Se diría que el “Bloque Obrero y Campesino” se dispone a obrar en el vacío.
Tales son las objeciones rápidas que creo necesario hacer sobre la base del texto publicado en La Lutte de Clases. Es posible que después la Federación Catalanobalear haya aportado a su declaración algún cambio, corrección o enmienda. Estoy dispuesto, claro está, a saludar cada paso de la Federación en el sentido del marxismo. Pero el documento, tal como está, representa un puro “Kuomintanguismo”, transportado al suelo español. Las ideas y los métodos contra los cuales la oposición ha luchado implacablemente cuando se trataba de la política china de la I. C., encuentran en este documento su expresión más completa y más funesta. Según creo, los dirigentes de la Federación Catalanobalear se delimitan sistemáticamente de la oposición de izquierda. Esto no es suficiente; la oposición de izquierda debe delimitarse de un modo claro y preciso de las ideas y de los métodos expresados por la Federación Catalanobalear en el documento que brevemente acabamos de analizar. Una posición de partida falsa durante una revolución se traduce, inevitablemente, en el curso de los acontecimientos, en el lenguaje de derrota. La oposición de izquierda, por débil que sea, puede rendir servicios enormes al proletariado y a la revolución española. Pero para cumplir esta misión debe instaurar en sus propias filas régimen de claridad, de honradez y de intransigencia.
A esto es a lo que invito a nuestros amigos españoles.[5]
LEÓN TROTSKY.
12 de junio de 1931.
Notas
[1] B.O. nº 23, agosto de 1931 pp 16-18. Comunismo, Órgano teórico de la Oposición Internacional en España, Vol. 1, Núm. 3. Agosto de 1931 pp 9-12. El 18 de abril, La Batalla había publicado una declaración del “Bloque Obrero y Campesino”, en realidad, la Federación Comunista catalano-Balear, que había intentado en vano, con esta denominación, arrastrar a la “Unio de Rabassaires”. Este texto, traducido al francés, había sido publicado en La lutte de classes. Trotsky envió la presente carta, destinada a la publicación, a la redacción de esta revista, acompañada de vivos reproches, que no hemos podido encontrar
[2]“Le ‘Bloc ouvrier et paysans’ devant les événements actuels”, La Lutte de Classes, Vol. 4, Núm. 30, abril 1931, pp. 203-207
[3] Se refiere a la frase siguiente: “España debe poner fin a la revolución democrática, sin cuyo triunfo no hay posibilidad de construcción de una sociedad racional. Debemos llevar a cabo las tareas acabadas en Francia desde finales del siglo XVIII, con un gran retraso histórico
[4] Sobre este punto, la declaración del B.O.C. afirma que estas “juntas (asambleas-soviets) revolucionarias de obreros y campesinos ( ) se convertirán en salvaguardia de la revolución comenzada ( ), la muralla inquebrantable contra la que se estrellarán los desesperados ataques de la reacción”. Señala que la clase obrera debe “perseguir el movimiento hasta que se transforme en verdadera revolución democrática”
[5] Aquí también Trotsky se sale del marco de la correspondencia con A. Nin y se dirige pública y abiertamente a sus camaradas españoles
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Por un manifiesto de la Oposición sobre la revolución española[1]
(Carta al Secretariado Internacional, 18 de junio de 1931)
Queridos camaradas:
El curso de los acontecimientos pone una cuestión grandiosa en el orden del día, sobre la cual la Oposición de izquierda puede y debe tomar partido: me estoy refiriendo a la revolución española. Esta vez no se trata de una crítica posterior a los acontecimientos[2]. La Oposición de izquierda debe intervenir activamente en todos los acontecimientos para evitar una catástrofe.
Las fuerzas de las que disponemos son pequeñas. Pero la ventaja de una situación revolucionaria consiste en que un grupo, incluso poco numeroso, puede llegar a ser una gran fuerza en un corto espacio de tiempo, a condición de saber formular pronósticos exactos y lanzar a tiempo las consignas justas. No me refiero exclusivamente a nuestra sección española, comprometida directamente con los acontecimientos, sino a todas nuestras secciones, pues a medida que progrese la revolución, más atraerá la atención de los obreros del mundo entero. La prueba de las líneas políticas se realizará bajo la mirada de la vanguardia proletaria mundial[3] Si realmente somos el ala izquierda, si realmente nuestra fuerza viene de las justas concepciones revolucionarias, debemos demostrar todo esto de forma especialmente clara en el marco de una situación revolucionaria. Si realmente somos internacionalistas, debemos llevar estas tareas a escala internacional.
Hemos de plantear claramente dos cuestiones fundamentales: 1) la caracterización de la revolución española y la línea estratégica que se desprende, 2) la cuestión de la justa utilización táctica de las consignas democráticas y las posibilidades parlamentarias y revolucionarias. He intentado decir lo esencial sobre estas dos cuestiones en mi último trabajo sobre España. Aquí no quiero sino pronunciarme brevemente sobre el conjunto de cuestiones en las que debemos pasar a la ofensiva contra toda la línea de la Internacional Comunista.
¿Hay motivos para esperar en España una revolución intermedia entre la revolución republicana. ya consumada y la futura revolución proletaria, una pretendida “revolución obrera y campesina” con una “dictadura democrática”? ¿Si o no? Toda la línea estratégica viene condicionada por la respuesta que se dé a esta pregunta. El partido oficial español está hundido hasta el cuello en una total confusión sobre esta cuestión; confusión que ha sido y es todavía propagada por los epígonos, y que encuentra su más acabada expresión en el programa de la Internacional Comunista.[4] Diariamente tenemos ahí la oportunidad de desenmascarar ante la vanguardia proletaria, a la luz de los hechos, todo el vacío, toda la falta de sentido, y al mismo tiempo el peligro que supone esta ficción de una revolución mixta e intermedia.
Los camaradas dirigentes de todas las secciones, deben tener continuamente en cuenta que somos nosotros precisamente, en tanto que izquierda, quienes debemos asentarnos sobre una base científica sólida. El diletantismo con las ideas, la charlatanería periodística al estilo de Landau y Cia., son contrarios a la propia esencia de lo que debe ser una fracción revolucionaria proletaria. Es necesario que estudiemos las cuestiones fundamentales de la revolución de la misma forma que los ingenieros estudian la resistencia de materiales o los médicos la anatomía o la patología[5]. El problema de la revolución permanente, gracias a los acontecimientos de España, ha llegado a ser la cuestión central para la oposición internacional.
Las cuestiones de las consignas democráticas., la utilización de las elecciones y luego de las Cortes, son cuestiones de táctica revolucionaria, que están subordinadas a la cuestión general de la estrategia. Pero las formulaciones estratégicas más acabadas no valen para nada, si no se encuentra en cada momento una solución táctica para ellas. A este respecto, las cosas se presentan muy mal en España. Los periódicos franceses publican una noticia según la cual, Maurin, dirigente de la Federación Catalana, habría declarado en su conferencia de Madrid que su organización no se presentaría a las elecciones porque no creía en su “sinceridad”. ¿Es posible que esto sea cierto? Significaría que Maurin no aborda las cuestiones de la táctica desde el punto de vista de la movilización de las fuerzas del proletariado, sino desde el punto de vista del sentimentalismo y de la moral pequeño?burguesa. Hace dos semanas hubiera pensado que la prensa burguesa mentía, pero después de haber leído la plataforma de la Federación Catalana, me veo obligado a pensar que esta noticia, por muy monstruosa que sea, no es del todo imposible y no puede ser excluida de antemano.
Sobre esta línea debemos desencadenar una lucha implacable en el seno de nuestras propias filas. Es indigno y absurdo querellarse con diferentes grupos a causa de las funciones, los derechos y las prerrogativas del secretariado, en el momento en que no tenemos en común ninguna cuestión relativa a los principios con los grupos en cuestión. Me refiero sobre todo al grupo Prometeo, que está en desacuerdo con los bolcheviques-leninistas en todas las cuestiones fundamentales de la estrategia y la táctica. No debe permitirse a nadie esconder estos problemas a base de tapaderas con problemas organizativos, y mediante alianzas sin principios que degenerarían inevitablemente en intrigas de pasillo.[6].
Después de la experiencia rusa, ha sido en China donde se ha planteado más claramente el problema de las consignas democráticas. Pero no todas las secciones europeas han tenido la oportunidad de seguir la lucha de cerca. De hecho la discusión sobre esta cuestión ha tomado un carácter casi académico para ciertos camaradas e incluso para ciertos grupos. Pero hoy en día, estas cuestiones, son la propia encarnación de la lucha, de la vida. ¿Podemos permitir que se nos ate de pies y manos mientras se opera un viraje histórico de tamaña importancia? Asi como, durante el conflicto chino?ruso, que amenazaba desencadenar la guerra, no podíamos entretenernos en discusiones sobre si era necesario apoyar a la Unión Soviética o a Chiang?Kai?check, de la misma forma, hoy ante los acontecimientos españoles, no debemos asumir ni la más leve responsabilidad, incluso indirecta, sobre las supersticiones sectarias y semibakuninistas de ciertos grupos.[7]
Mis propuestas prácticas se resumen de la siguiente forma:
1) Todas las secciones deben colocar los problemas de la revolución española en el orden del día.
2) Los dirigentes de nuestras secciones deben crear comisiones especiales cuya tarea seria la de recoger material para profundizar sobre estos temas, y sobre todo para seguir de cerca la actividad de los partidos oficiales y la manera en que enfocan los problemas de la revolución española.
3) Todos los documentos importantes sobre el comunismo español ??de todas las tendencias? deben ser enviados regularmente, por lo menos extractados, a todas nuestras secciones nacionales.[8].
4) Después de la necesaria preparación, cada sección de la oposición debe desencadenar el ataque contra la política de la Internacional Comunista en la revolución española. Esta ofensiva puede revestir diversas formas: artículos en periódicos, resoluciones, criticas, cartas abiertas, intervenciones en las reuniones, trabajo individual o por grupos. De la forma que sea, es indispensable que estén rigurosamente coordinadas.
5) Después de cierto trabajo preparatorio, tanto las secciones nacionales como el secretariado internacional, han de tener como tarea indispensable la elaboración de un Manifiesto de la izquierda internacional sobre la revolución española, que debe ser realizado de la forma más concreta, posible y en estrecha colaboración con la sección española.[9] Habría que dar a este manifiesto la difusión más amplia posible.
Estas son mis propuestas concretas. Os ruego que las discutáis y enviéis al mismo tiempo una copia de esta carta a todas las secciones nacionales, a fin de que se discuta simultáneamente en todas ellas.
Notas
[1] T. 3391, publicado por vez primera en The Militant, 18 de julio de 1931, posteriormente en la revolución española día a dia. Dirigida al secretariado internacional, esta es la primera de una serie de cartas del mismo tipo, en las que explica la situación y las tareas de la revolución española. De ahora en adelante, convenientemente informado por Nin, Trotsky piensa que es necesario pasar a la acción
[2] Alusión a la revolución china, en la que la oposición de izquierda rusa no dio a conocer su opinión más que la víspera de los acontecimientos decisivos y, únicamente entre los cuadros del partido. La verdad sobre la política estalinista en China no será conocida más que por unos cuantos militantes, a través de los escritos de la oposición de izquierda.
[3] Trotsky piensa que si la oposición de izquierda difunde ampliamente su política para España, los militantes tendrán la oportunidad de comparar las dos líneas, la de lo oposición, y la de la Internacional comunista, y de escoger en función de los resultados.
[4] Ver la “Critica del proyecto de programa de la I.C.” en La Internacional comunista después de Lenin. Gracias a la imaginación y a la habilidad de los opositores rusos, este texto se distribuyó entre los delegados al VI Congreso de la I.C. De esta forma, el americano James P. Cannon y el canadiense Maurice Spector, dirigentes de sus respectivos P.C. fueron ganados a las ideas de oposición de izquierda.
[5] Trotsky opone aquí el método “periodístico” e impresionista al método “científico”. Desgraciadamente para sus estudios “científicos” no disponía más que de información “periodística”, por eso insiste en que sus camaradas españoles resuman y elaboren una documentación que permita un trabajo más serio.
[6] Trotsky hace alusión a las secuelas de la escisión alemana y a la polémica con Kurt Landau y los “bordiguistas” italianos de la “fracción de izquierda” que ocupaban gran espacio en los boletines internos de la Oposición.
[7] La cuestión del “ferrocarril Manchuriano” y el conflicto chino-ruso originó la ruptura entre Trotsky y Hugo Urbahns, antiguo dirigente del P.C. alemán, organizador, desde su exclusión, del Leninbund, que durante mucho tiempo llegó a constituir una verdadera organización de oposición comunista en Alemania.
[8] El Boletín Interno internacional, no 9?10, de agosto de 1931, se dedicó casi exclusivamente a las cuestiones españolas, a base de documentos de la C.N.T., del P.C.E., etc.
[9] Este manifiesto no llegaría a aparecer. Trotsky reprocharía a los camaradas españoles el no haber creado las condiciones para su elaboración y a Mill, del secretariado internacional, que no había tomado ninguna iniciativa en este sentido.
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Por la ruptura de la coalición con la burguesía[1]
(Carta al Secretariado Internacional, 24 de junio de 1931)
Queridos camaradas:
En una carta al camarada Lacroix[2] he expuesto algunas consideraciones complementarias respecto a la situación española. Desgraciadamente no tengo una formación completa que me permita conocer la postura de los diversos grupos comunistas en España de cara a los problemas políticos actuales. En estas condiciones, analizar la situación revolucionaria, resulta más difícil que jugar al ajedrez sin mirar el tablero. Siempre quedan cuestiones que exigen un estudio complementario. Antes de recurrir a la prensa, quisiera exponerles estas cuestiones y, por mediación suya, a todos los comunistas españoles y a todas las secciones de la Oposición internacional.
Una parte considerable de mi artículo sobre los peligros que amenazan a la revolución española, está dedicado a demostrar que entre la revolución democrático-burguesa de abril y la futura revolución proletaria, no hay lugar para una revolución obrero-campesina intermedia. De pasada he subrayado que esto no significa que el partido del proletariado deba ocuparse exclusivamente de aumentar sus fuerzas “hasta la lucha final”. Una concepción de este tipo seria antirrevolucionaria y digna de un filisteo. Si bien no puede existir una revolución intermedia, un régimen intermedio, sí pueden producirse manifestaciones de masas intermedias, huelgas, demostraciones, encuentros con la policía y el ejército, sacudidas revolucionarias impetuosas, durante las cuales los comunistas deberán estar en las primeras filas del combate. ¿Cuál es la significación histórica de estas luchas intermedias? Por una parte son susceptibles de provocar cambios democráticos en el seno del régimen democrático burgués, y por otra pueden preparar a las masas para la conquista del poder y para la creación del régimen proletario.
La participación de los comunistas en estas luchas, y sobre todo su dirección, exige de ellos, no sólo una comprensión clara del desarrollo de la revolución en su conjunto, sino también la capacidad para lanzar determinadas consignas ardientes y combativas, que no se desprenden directamente del “programa”, sino que son dictadas por las circunstancias de cada día e impulsan a las masas hacia adelante.[3]
Todo el mundo conoce el enorme papel que jugó en Rusia la consigna bolchevique “¡Abajo los diez ministros capitalistas!” durante la coalición de los socialistas conciliadores y los liberales. Las masas aún tenían confianza en los socialistas conciliadores, pero incluso las masas mas confiadas tienen siempre una instintiva desconfianza a los burgueses, los explotadores, los capitalistas. La táctica de los bolcheviques reposó sobre este hecho durante todo un periodo. No decíamos “¡Abajo los ministros socialistas!” ni siquiera “¡Abajo el gobierno provisional!”. Por el contrario remachábamos continuamente en el mismo clavo: “¡Abajo los diez ministros capitalistas!”. Esta consigna jugó un papel capital, ya que permitió a las masas convencerse de que los socialistas conciliadores tenían más apego a los ministros capitalistas que a las masas obreras. En el estadio actual de la revolución española lo que hace falta son consignas de este tipo. La vanguardia del proletariado está interesada en que los socialistas tomen el poder en sus manos. Por esta razón es necesario romper la coalición. No podrá realizarse tal o cual etapa de este camino más que ligada a importantes acontecimientos políticos, bajo la presión de nuevos movimientos de masas, etc. Bajo una presión de este tipo fueron expulsados sucesivamente del gobierno de coalición Goutchkov, Miliukov, posteriormente el príncipe Lvov; Kerensky fue puesto a la cabeza del gobierno, aumentó el número de “socialistas”, etc
Después de la llegada de Lenin, el partido bolchevique no se solidarizó ni un instante con Kerensky.y los conciliadores. Sin embargo ayudaba a las masas a poner a prueba a su gobierno en la acción. Esta fue una etapa decisiva en el ascenso de los bolcheviques al poder.
Según puedo apreciar desde aquí, las elecciones a Cortes revelarán la extraordinaria debilidad de los republicanos de derecha, tipo Zamora-Maura.. Dejarán paso a conciliadores pequeño?burgueses de diferentes coloraciones, radicales, radical-socialistas y “socialistas”. A pesar de esto se puede predecir con seguridad que los socialistas y los radical-socialistas pondrán todo el empeño en ayudar a sus aliados de derecha. La consigna ¡Abajo Zamora?Maura! es absolutamente ajustada. Sólo queda por comprender que los comunistas no pueden agitar a favor del ministerio Lerroux, no deben tomar ninguna responsabilidad a favor de un ministerio socialista, pero han de dirigir sus golpes contra el enemigo de clase más determinado y más consecuente; con ello debilitan a los conciliadores, despejando el terreno al proletariado. Los comunistas deben decir a los obreros socialistas: “Vosotros tenéis confianza en vuestros dirigentes socialistas; obligadles a tomar el poder, nosotros os ayudaremos, aunque no tenemos confianza en ellos. Cuando estén en el poder se pondrán a prueba; entonces se verá quién tenía razón, vosotros o nosotros.”[4]
He abordado antes este argumento, ligándolo a la cuestión de la composición de las cortes. Pero otros acontecimientos -como por ejemplo la represión contra las masas- puede dar una oportunidad excepcional a la consigna ¡Abajo Zamora-Maura! La victoria en esto, es decir la dimisión de Zamora, puede tener en este estadio, para el desarrollo ulterior de la revolución, casi la misma significación que la dimisión de Alfonso en abril.
Para lanzar esta consigna no es preciso orientarse en función de abstracciones doctrinales, sino según el estadio de la conciencia de las masas, según la reacción que experimentan las masas ante cada victoria parcial.
Oponer pura y sencillamente la consigna de “Dictadura del proletariado” o “República obrero-campesina” es absolutamente desorientador en la actual fase, ya que estas consignas no llegan al corazón de las masas.[5]
A propósito de esto surge de nuevo la cuestión del “socialfascismo”. Esta estúpida invención de la burocracia, terriblemente izquierdista, resulta actualmente en España el mayor obstáculo a la revolución proletaria. Volvamos de nuevo a la experiencia rusa. Los mencheviques y socialistas revolucionarios en el poder, continuaban la guerra imperialista, defendían a los capitalistas, perseguían y arrestaban a los soldados obreros y campesinos. Restablecieron la pena de muerte, protegían a los asesinos de los bolcheviques, obligaban a Lenin a vivir en la clandestinidad, encarcelaban a otros dirigentes bolcheviques atribuyéndoles las peores calumnias. Todo esto era suficiente para calificarlos de “socialfascistas”. Pero, como es sabido, en 1917 no existía este término, lo cual no impidió a los bolcheviques acceder al poder. Después de las terribles persecuciones de julio y agosto, los bolcheviques hicieron frente común con los “socialfascistas” en los organismos de lucha contra Kornilov. A su salida de la clandestinidad Lenin propuso el siguiente acuerdo a los “socialfascistas”: “Romped con la burguesía, tomad el poder, y nosotros, los bolcheviques, lucharemos por el poder de forma pacífica en el seno de los soviets.” Si no había ninguna diferencia entre los conciliadores y Kornilov, que era realmente un “fascista”, no hubiera “sido posible ninguna lucha común entre los bolcheviques y los conciliadores contra Kornilov. Sin embargo esta lucha, al rechazar el ataque contrarrevolucionario de los generales y al ayudar a los bolcheviques a arrancar a las masas de la influencia de los conciliadores, tuvo un papel decisivo en el desarrollo de la revolución.[6]
La naturaleza de la democracia pequeño?burguesa consiste precisamente en que oscila continuamente entre el comunismo y el fascismo. En el curso de una revolución, estas oscilaciones se acentúan de forma particular. Considerar a los socialistas españoles como una especie de fascistas, significa renunciar a utilizar sus inevitables oscilaciones hacia la izquierda, significa cortarse uno mismo el puente hacia los obreros socialistas y sindicalistas.
Para terminar, señalaría que actualmente la crítica implacable a los anarcosindicalistas es una tarea fundamental, que no debe ser descuidada ni un minuto. Las cumbres del anarcosindicalismo constituyen la forma más disfrazada, más pérfida y más peligrosa de conciliación con la burguesía. Entre los obreros anarcosindicalistas de base hay una inmensa fuerza potencial para la revolución. La tarea fundamental de los comunistas respecto a esto debe ser la misma que respecto a los socialistas: enfrentar la base a las direcciones. Sin embargo el trabajo debe adaptarse a las características específicas de la organización sindical, y al carácter particular de su cobertura anarquista. Ya hablaré de esto en otra carta.
Insisto una vez más: Es preciso juntar artículos, resoluciones, panfletos, etc., de las organizaciones revolucionarias y de los grupos españoles, traducirlos al francés y enviarlos a otras secciones para que sean traducidos a otras lenguas.
Cordiales saludos revolucionarios.
Vuestro
L. Trotsky
Notas
[1] Publicado por primera vez en The Militant, del 25 de julio de 1931, bajo el título “Down with Zamora?Maura! “
[2] Henri Lacroix era secretario general de la oposición de izquierda española. No poseemos el texto de la carta en cuestión.
[3] Trotsky subraya aquí la necesidad, señalada ya en la Internacional comunista en los tiempos de Lenin, de lanzar consignas de “transición” susceptibles de movilizar a las masas
[4] Trotsky desarrolla aquí la argumentación propuesta ya a partir de 1922 por la Internacional comunista, para la consigna de “gobierno obrero”. El mismo argumento le lleva a proponer en Francia el “gobierno Blum?Cachin”.
[5] Una de las lecciones que sacó la Internacional comunista del fracaso de la revolución alemana de 1918?1919, fue precisamente el que los Spartakistas carecían de una consigna transitoria a nivel de gobierno, y se habían tenido que contentar con pedir para los consejos un poder que estos se apresuraron a entregar a una asamblea elegida.
[6] En la política llevada por los bolcheviques contra el golpe militar de Kornilov, Trotsky vio un modelo de estrategia de unidad de las fuerzas obreras, el “frente único obrero”, cuya fórmula no fue concretada por la Internacional comunista, apoyada en parte sobre este precedente, hasta diciembre de 1921.
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Después de las elecciones a Cortes[1]
(Carta al Secretariado Internacional, 1 de julio de 1931)
Queridos camaradas:
1. Tengo a la vista un periódico turco (en francés) con fecha del 1 de julio, conteniendo las primeras informaciones sobre las elecciones españolas. Verdaderamente todo ocurre como lo habíamos previsto. La inclinación a la izquierda se ha producido con una regularidad particular. Esperamos que los camaradas españoles analizarán los resultados de las elecciones con mucho cuidado, sobre la base de materiales de primera mano. Hay que conseguir saber cómo han votado los obreros, especialmente los anarco-sindicalistas[2]. En ciertas regiones, la respuesta debe deducirse de la estadística electoral. Es muy importante saber cómo han votado los campesinos en las diferentes provincias. Al mismo tiempo, hay que recoger todos los “programas agrarios” que fueron presentados por los distintos partidos en todos los rincones del país. Todo esto es un trabajo urgente y de mucha importancia.
2. Como era de esperar, los socialistas han conseguido una gran victoria[3]. Este es el elemento central de la situación parlamentaria. Los dirigentes socialistas se consideran felices por el hecho de no tener la mayoría en las cortes, y por creer que así se justifica, por medio de la estadística, su alianza con la burguesía. Los socialistas no quieren tomar el poder, porque tienen miedo, no sin razón, de que el gobierno socialista sea una etapa hacia la dictadura del proletariado. Del discurso de Prieto[4], se deduce que los socialistas están decididos a proseguir la coalición hasta conseguir frenar al proletariado, para inmediatamente, cuando la presión de los obreros sea demasiado fuerte, pasar a la oposición con un pretexto radical cualquiera dejando a la burguesía al cuidado de aplastar los obreros. En otras palabras, nos encontramos ante una variante de la línea de Ebert y de Tseretelli.[5]. Recordemos que la línea de Ebert triunfó, mientras que la de Tseretelli fracasó y que en ambos casos la fuerza del partido comunista y su política, desempeñaron un papel decisivo.
3. Debemos denunciar inmediatamente el plan de los socialistas (este juego político de la retirada) confundiéndolos en todas las ocasiones. Ante todo, esto se refiere a la Oposición de izquierda española. Pero esto no basta. Es necesario hacerse con una consigna política clara que corresponda al carácter de la época actual de la revolución española. Los resultados de las elecciones lo aclaran completamente: Los obreros deben romper la coalición con la burguesía y obligar a los socialistas a tomar el poder[6]. Los campesinos, si de verdad desean la tierra, deben ayudar a los obreros.
4. Los socialistas dirán que no pueden renunciar a la coalición porque no tienen la mayoría en las Cortes. Nuestra conclusión debe ser: Exigir elecciones a Cortes verdaderamente democráticas sobre la base del derecho electoral realmente universal y directo para ambos sexos a partir de los dieciocho años. En una palabra, a las cortes antidemocráticas y trucadas, debemos oponer las Cortespopulares verdaderamente democráticas y honradamente elegidas.
5. Si los comunistas quisieran volver hoy la espalda a las Cortes, oponiéndoles la consigna de los soviets y de la dictadura del proletariado, con ello, sólo demostrarían que no se les debe tomar en serio. No hay ningún comunista en las Cortes (según la prensa turca). Evidentemente el ala revolucionaria es más fuerte en la acción, en la lucha, que en la representación parlamentaria. No obstante, existe una cierta relación entre la fuerza de un partido revolucionario y su representación parlamentaria. Se ha revelado por completo la debilidad del comunismo español. En estas condiciones, hablar de derrocar el parlamentarismo burgués por medio de la dictadura del proletariado, significaría sencillamente hacer el payaso y el charlatán. La cuestión está en adquirir una fuerza sobre la base de la etapa parlamentaria de la revolución, agrupando las masas en torno. Esta es la única forma de vencer el parlamentarismo. Precisamente por esto resulta indispensable desarrollar actualmente una violenta agitación bajo las consignas de la más radical y decisiva democracia.
6. ¿Cuáles son los criterios para avanzar estas consignas? Por una parte, es necesario saber apreciar la dirección general del proceso revolucionario que determina nuestra línea estratégica. Por otra parte, hay que tener en cuenta el estado de conciencia de las masas. El comunista que no cuente con este último factor se expone a romperse la cabeza.
Reflexionemos un poco sobre la cuestión de saber cómo los obreros españoles, las masas, se hacen idea de la situación actual. Sus dirigentes, los socialistas, están en el poder. Esto hace aumentar las exigencias y la intransigencia de los obreros. Todo obrero huelguista creerá que no solamente no hay que temer al gobierno,. sino que, por el contrario, hay que esperar una ayuda del mismo. Los comunistas deben dirigir el pensamiento de los obreros precisamente en este sentido “exigirlo todo del gobierno, puesto que vuestros jefes se encuentran en él”. Los socialistas responderán a las delegaciones obreras que ellos no tienen la mayoría. La respuesta está clara: que se conceda el verdadero derecho al sufragio, que se rompa la coalición con la burguesía, y entonces la mayoría estará asegurada. Pero esto es precisamente lo que no quieren los socialistas. Su situación les coloca en contradicción con las consignas democráticas radicales[7]. Si nosotros nos limitamos a oponer a las Cortes la consigna de la dictadura del proletariado, sólo conseguiremos que los obreros se agrupen en torno a los socialistas, porque tanto unos como otros dirán: los comunistas quieren dominarnos. Sin embargo, empleando las consignas democráticas y la ruptura entre los socialistas y la burguesía, introducimos una cuña entre los obreros y los socialistas, preparando de esta forma la siguiente etapa de la revolución..
7. Todas las consideraciones anteriores quedarán en letra muerta si nos limitamos a las consignas democráticas en el sentido parlamentario del termino. No se trata de esto. Los comunistas participan en todas las huelgas, en todas las manifestaciones, en todas las demostraciones de protesta. Arrastrando capas cada vez más numerosas, los comunistas deben estar siempre con las masas, colocándose siempre a la cabeza de todos los combates. Sobre la base de estos combates, los comunistas lanzarán la consigna de los soviets y, en la primera ocasión, los construirán como organización de frente único proletario. En la actual etapa, los soviets no pueden ser otra cosa. Pero si surgiesen como organizaciones de combate de frente único proletario, se convertirían inevitablemente, bajo la dirección de los comunistas, en órganos de la insurrección e, inmediatamente, en órganos de poder.
8. Al desarrollar audazmente el programa agrario, no hay que olvidar en ningún caso el papel independiente de los obreros agrícolas. Constituyen la palanca fundamental de la revolución proletaria en el campo. Los obreros se unen a los campesinos, mientras que los obreros agrícolas ya forman parte del mismo proletariado. Jamás hay que olvidar esta profunda diferencia.
9. Me he enterado por La Vérité de que los estalinistas acusan, o a la Oposición de izquierda en su conjunto, o a mi personalmente, de estar a favor de la confiscación inmediata de los terratenientes. Realmente es difícil prever en qué sentido van a virar los burócratas demagogos. ¿Qué significa “confiscación inmediata” de la tierra? ¿Por quién? ¿Por medio de que organizaciones? La verdad es que el incomparable Peri, afirmaba todavía en abril que los campesinos españoles construían soviets y que los obreros seguían en masa a los comunistas. Desde luego estamos de acuerdo en que los soviets (o las uniones o los comités) campesinos tomen inmediatamente la tierra de los terratenientes. Pero primero hay que sublevar a los campesinos, y para ello hay que arrancar a los obreros de la influencia de los socialistas. Una cosa no se puede hacer sin la otra. ¿Querrán decir los estalinistas que nosotros defendemos la propiedad de los terratenientes? Hasta para calumniar es necesaria la lógica. ¿Cómo puede la defensa de la propiedad terrateniente derivarse de la revolución permanente? Que intenten demostrarlo. Por nuestra parte, responderemos que cuando los estalinistas practicaban en China la política del Bloque de las cuatro clases, el Buró Político, bajo la dirección de Stalin, remitía telegramas al Comité central del Partido Comunista chino exigiendo que se frenara el movimiento campesino para no separarse de los generales ” revolucionarios “. Stalin y Molotov, han establecido una pequeña restricción en el programa agrario: la confiscación de la tierra de los grandes propietarios, salvo la de los oficiales, pero puesto que todos los pomieschikis[8] y los hijos y los sobrinos de los pomieschikis (grandes propietarios) estaban en el ejército de Chiang-Kai-check, la calidad de oficial “revolucionario” llegó a ser un seguro de la propiedad terrateniente contra la confiscación de las propiedades de los pomiechtchikis. No es posible borrar este capítulo vergonzoso de la historia de la dirección estalinista. La Oposición encontró la copia del telegrama en el texto taquigráfico del Buró Político, denunció y puso a la vergüenza pública esta traición a la revolución agraria. Ahora estos señores tratan de atribuimos en España los crímenes que ellos cometieron en China. Pero esto no lo lograrán: la Oposición tiene ya en casi todos los países su sección, y no consentirá que se difunda impunemente la mentira y la confusión. La Oposición de izquierda aclarará todas las cuestiones en discusión a la luz de la revolución española y dará un gigantesco paso hacia adelante. No en vano la revolución es la locomotora de la historia.
Notas
[1] T. 3393, carta al S.I. publicada por vez primera en el B. 0., n.º 23, agosto de 1931, pp. 12-14, y en The Militant, 25 de julio de 1931.
[2] Generalmente se consideraba que los simpatizantes anarquistas, cuando votaban, preferían entregar su voto a los republicanos burgueses que a los socialistas. En estas elecciones, la proporción de abstención había sido especialmente baja, era evidente que una parte de la “clientela” anarcosindicalista había votado
[3] Los socialistas tenían 116 elegidos
[4] Prieto, director del diario bilbaíno El Liberal, representaba el ala más moderada de los socialistas, la más ligada a los republicanos y demócratas burgueses. Después del pacto de San Sebastián del que había sido firmante, era uno de los partidarios más decididos del bloque con ellos.
[5] Ebert era jefe de la socialdemocracia alemana, Y Tscretelli uno de los dirigentes mencheviques en Rusia.
[6] La situación creada por las elecciones sugiere a Trotsky la consigna de transición de la ruptura de la coalición con los partidos burgueses que fue la mejor arma de la propaganda bolchevique contra febrero y octubre de 1917.
[7] Sobre este punto, Trotsky será duramente criticado por la “izquierda”, sobre todo por los bordiguistas, que afirman que su actitud frente a las reivindicaciones democráticas es oportunista.
[8] Pomiechtchik, en ruso, gran terrateniente.
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El confusionismo de Maurín y de la Federación Catalana[1]
(Carta al Secretariado Internacional, 8 de julio de 1931)
Lo más nocivo, lo más peligroso e incluso lo más nefasto sería que los obreros catalanes, españoles o del mundo entero pensaran que nosotros nos solidarizamos con la política de la Federación Catalana, que tenemos responsabilidades con ellos o por lo menos que estamos más cerca de ellos que del grupo centrista[2] Los estalinistas se esfuerzan por presentar las cosas de esta manera. Hasta ahora no hemos combatido estas patrañas con el vigor necesarios; por lo tanto, es más urgente e importante aclarar este malentendido que nos comprometería terriblemente y entorpecería el éxito de los obreros catalanes y españoles.
Entiéndase bien, la tarea de denunciar a la Federación Catalana compete fundamentalmente a nuestros partidarios en Cataluña. Deben pronunciarse por una crítica clara, abierta, precisa, una critica que no oculte nada acerca de la política de Maurín, esa mezcla de prejuicios pequeño?burgueses, de ignorancia, de “ciencia” provinciana y de picardía política.
La Federación ha obtenido cerca de 10.000 votos en las elecciones a Cortes. No es mucho, pero en un período revolucionario, una organización verdaderamente revolucionaria es capaz de crecer rápidamente. Sin embargo, hay una circunstancia que aminora considerablemente el peso de esos 10.000 votos: La Federación Catalana ha obtenido menos votos en las elecciones a Cortes que en las elecciones municipales de Barcelona, el centro revolucionario por excelencia. Este dato, nimio a primera vista, tiene, como síntoma, una significación enorme. Demuestra que, mientras en los rincones más retirados del país, aún hay un aflujo, aunque débil, de obreros hacia la Federación, en Barcelona el confusionismo de Maurin no atrae a los obreros, más bien los aleja.
Entiéndase bien, la inevitable derrota de Maciá, puede beneficiar a Maurin como fracasado de segunda fila. Sin embargo, las elecciones a Cortes han demostrado la impotencia de la actual dirección de la Federación. ¡Realmente se necesitan “talentos” muy particulares para no aumentar su influencia en Barcelona durante los tres primeros meses de la revolución!
¿Qué representa la Federación en el lenguaje de la política revolucionaria? ¿Es una organización comunista? ¿Qué tipo de organización comunista? ¿De derecha, de centro o de izquierda? No se puede dudar que los que votan por la Federación son obreros revolucionarios, comunistas en potencia. Pero no tienen ninguna idea clara en la cabeza. ¿De dónde iban a sacarla si están dirigidos por confusionistas? En condiciones semejantes, hasta los obreros más decididos y más consecuentes no pueden sino inclinarse del lado del partido oficial. Estos últimos no han obtenido en Barcelona más que 170 votos, y 1.000 en toda Cataluña. Pero no hay que creer que estos son los peores elementos. Todo lo contrario, la mayoría podrían estar con nosotros, y lo estarán cuando despleguemos nuestra bandera.
Al comienzo de la revolución de 1917, la mayoría de las organizaciones socialdemócratas aún eran comunes, e incluían en sus filas a bolcheviques, mencheviques, conciliadores, etc.[3] La tendencia hacia la unificación era tan fuerte, que Stalin, en la conferencia del partido bolchevique, a finales de marzo, pocos días antes de la llegada de Lenin, se pronunció por la unificación con los mencheviques. [4] Algunas organizaciones de provincias permanecieron unidas hasta la revolución de octubre. Para mí, la Federación Catalana es como una organización de este tipo, una organización sin delimitar, que engloba a futuros bolcheviques y futuros mencheviques. Esto justifica una política que tienda a provocar la diferenciación política en el seno de la Federación Catalana. El primer paso en este sentido debe ser la denuncia de la vulgaridad política del maurinismo. En este terreno es preciso actuar sin piedad. Sin embargo, la comparación entre la Federación y las organizaciones unificadas rusas exige algunas reservas de importancia. Las organizaciones unificadas no excluían ninguna agrupación socialdemócrata existente. Todos tenían derecho a luchar por sus opiniones en el seno de la organización unificada. En la Federación Catalana ocurre todo lo contrario. Aquí el “trotskismo” está colocado en el índice. Los confusionistas tienen derecho a defender sus confusiones, pero los bolcheviques-leninistas no tienen el derecho de elevar abiertamente su voz[5]. De esta forma, desde el principio, esta organización unificada se priva de su ala izquierda, y por eso mismo se convierte en un bloque caótico de tendencias centristas y derechistas. El centrismo puede dirigirse tanto a la izquierda como a la derecha. El centrismo de la Federación Catalana, que durante la revolución se separa de su ala izquierda, está abocado a una bancarrota vergonzosa. La tarea de la Oposición de izquierda consiste en precipitar esta bancarrota por medio de una crítica sin piedad.
Pero hay otra circunstancia a la que hay que conceder una importancia excepcional. Oficialmente, la Federación Catalana está por la unificación de todas las organizaciones y grupos comunistas. Ciertamente, sus militantes de base desean sincera y lealmente la unidad aunque liguen a esta consigna toda clase de ilusiones. Luchamos por la unidad, porque en el marco de un partido unificado esperamos efectuar con éxito un trabajo progresivo de delimitación ideológica, sobre la base de los objetivos y las tareas, no impuestas desde fuera, sino resultantes del desarrollo de la propia revolución.
De todas maneras, luchamos por la unificación de todos los comunistas. Para nosotros la condición fundamental para la unificación es el derecho a poder luchar por nuestras propias consignas, por nuestros puntos de vista, en el marco de la organización unificada. Podemos y debemos jurar una lealtad. total en esta lucha, sin embargo., la misma federación rechaza esta condición fundamental desde el principio: luchando bajo la bandera de la unidad expulsa de sus filas a los bolcheviques-leninistas. En estas condiciones, otorgar un papel dirigente a la Federación Catalana en la lucha por la unidad del P.C. demostraría por nuestra parte, la peor de las ineptitudes. Maurín se apresuraría a tocar el primer violín en el congreso de unificación. ¿Podemos callarnos ante esta repugnante hipocresía? Al luchar contra la Oposición de izquierda, Maurín imita a la burocracia estalinista, para ganar sus favores. En realidad, dice a los estalinistas: “dadme vuestra bendición, y sobre todo vuestros subsidios y os prometo luchar contra los bolcheviques-leninistas, no por miedo, sino por convencimiento ideológico”. La actitud de Maurín hacia la unificación no es más que un chantaje a los estalinistas. Si consentimos esto, no actuaremos como revolucionarios, sino como auxiliares pasivos de un chantaje político. Debemos denunciar incansablemente el papel de Maurin, es decir, su “charlatanería” unificadora, pero sin descuidar un solo instante nuestra lucha por la unificación real de las filas comunistas., sin descuidar nuestra lucha por que las filas comunistas se alinean bajo nuestra bandera.
El trabajo de la izquierda internacional debe concentrarse, en sus nueve décimas partes, sobre España. Es preciso disminuir todos los gastos para tener la posibilidad de editar un semanario en español, con ediciones regulares en catalán, distribuyendo al mismo tiempo panfletos en cantidad considerable[6].
Es preciso ver cómo se restringen todos los gastos sin excepción para prestar la mayor ayuda posible a la Oposición española.
En mi opinión, el S.I. debe consagrar las nueve décimas partes de su actividad a los problemas de la revolución española. Sencillamente hay que olvidar que en el mundo existen tipos como Landau[7]. Es preciso abandonar todas las querellas, todas las intrigas, no consagrándoles desde ahora ni un minuto. La revolución española está a la orden del día. Es preciso traducir sin tardanza los documentos más importantes y someterlos a la crítica necesaria. El próximo número del Boletín internacional debe estar enteramente dedicado a la revolución española. Por otra parte es necesario tomar toda una serie de medidas organizativas. Para esto se precisan hombres y medios. Ambos deben encontrarse.
No hay ni puede haber crimen mayor que perder el tiempo.
Notas
[1]Tomo 3, The Militant, 10 de agosto de 1931, Comunismo, nº, 4, septiembre de 1931, pp. 11-13 y en B. 0., n.º 23, agosto de 1931, pp. 14-16. Carta al S.I. Parece que las posiciones de Trotsky respecto a Maurin no eran compartidas por todos, y no sólo en las filas de la oposición española, según nos ha confirmado Pierre Naville
[2] Por “grupo centrista” se refiere al equipo estalinista que dirige el P.C.E. Sólo a partir de 1933, Trotsky reservará el epíteto de “centrista” a los grupos que se encuentran entre la II y III Internacional por una parte y el movimiento por la IV por otra: Maurín, según su opinión, será un “centrista”.
[3] La mayor parte de las organizaciones social?demócratas reconstituidas antes de 1917, lo habían sido sobre una base “unitaria”. Fueron muchos los que se adhirieron al partido bolchevique bajo esta situación en el mes de agosto de este año.
[4] Para facilitar la unificación, Stalin proponía el 10 de abril que los bolcheviques no presentaran una plataforma política propia (Voprosy Istorfi K.P.P.S., n.º, 2, 1962, pp. 139-140, et J. J. Marie, Stalin, pp. 57-58).
[5] Tanto por la lectura de la prensa contemporánea como por el testimonio del propio Maurín, parece que la Federación Catalana empleó más la disuasión que la expulsión. De todas formas los amigos políticos de Nin que se habían afiliado allí, no permanecieron mucho tiempo; este fue el caso sobre todo de Molins y Fábrega, Francisco de Cabo y Carlotta Durán. Nin, por su parte, habla siempre de “expulsiones”.
[6] Raymond Molinier, dirigente y “responsable de finanzas” de la Ligue ?francesa, se dirigirá poco después a España para arreglar la cuestión del semanario
[7] Ver nota 7, capítulo A 20
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La cuestión nacional en Cataluña[1]
(Carta al Secretariado Internacional, 13 de julio de 1931)
Aún sobre las cuestiones actuales de la revolución española.
1º.- Maurin, “jefe” del “Bloque obrero y campesino”, adopta el punto de vista del separatismo. Después de algunas dudas ha decidido constituirse como el ala izquierda del nacionalismo pequeño-burgués. Ya he afirmado que en el actual estadio de la revolución, el nacionalismo pequeño-burgués catalán es un factor progresivo, pero con una condición: que desarrolle su actividad fuera de las filas comunistas y que pueda estar siempre bajo la crítica de éstos. Por el contrario, si se deja que el nacionalismo pequeño?burgués se disfrace con la máscara del comunismo, se está asestando un duro golpe a la vanguardia del proletariado, y al mismo tiempo se está matando la significación progresiva del nacionalismo pequeño?burgués.
2.º.- ¿Qué significado tiene el programa del separatismo? La desmembración política y económica de España, o, dicho de otro modo, la transformación de la península Ibérica en una especie de península Balcánica, con estados independientes, barreras aduaneras, con ejércitos independientes y con guerras hispánicas ” independientes”. Entendámonos, Maurin dirá que no es todo esto lo que él pretende. Pero los programas tienen su lógica, y esto es lo que le falta a Maurín
3.º Los obreros y los campesinos de las diferentes partes de España, ¿están interesados en el desmembramiento económico del país? De ninguna manera. Precisamente por esto, es nefasto identificar la decisiva lucha por el derecho a la autodeterminación, con la propaganda separatista. Nuestro programa es la Federación Hispánica, con el elemento indispensable de unidad económica. No tenemos intención de imponer este programa a las nacionalidades oprimidas de la península con la ayuda de las armas burguesas. En este sentido, estamos sinceramente por el derecho a la autodeterminación.[2] Si Cataluña se separa del resto de España, tanto la minoría comunista catalana como la española, deberán combatir por una Federación.
4.º.- En los Balcanes, es aún la vieja socialdemocracia de antes de la guerra, la que ha avanzado la consigna de la Federación Balcánica democrática, como solución a la situación de locos creada por el desmembramiento de los estados. Hoy en día, la consigna comunista en los Balcanes debe ser la Federación soviética Balcánica (a propósito, la I.C. ha propuesto la consigna de Federación soviética Balcánica, ¡pero al mismo tiempo la rechaza para Europa!). En esta situación, ¿podemos hacer nuestra la consigna de balcanización de la península Ibérica? ¿No es monstruoso?
5.º.- Los sindicalistas -por lo menos algunos de sus jefes- han declarado que lucharán contra el separatismo si es necesario con las armas en la mano. En este caso, comunistas y sindicalistas se encontrarán en diferentes lados de la barricada, porque aunque no compartan las ilusiones separatistas, sino todo lo contrario, criticándolas continuamente, los comunistas deben oponerse tenazmente a los verdugos del imperialismo y a sus lacayos sindicalistas.
6.º.- Si la pequeña burguesía llegase a desmembrar España, en contra de los consejos y la crítica de los comunistas, no tardarían en hacerse evidentes los resultados de este tipo de régimen. Los obreros y los campesinos de las diferentes partes de la península llegarían rápidamente a esta conclusión: Sí, los comunistas tenían razón. Precisamente esto significa que nosotros no debemos comprometernos ni lo más mínimo con el programa de Maurín.
7º.- Monatte espera que los sindicalistas españoles crearán un nuevo estado sindicalista[3]. En vez de esto, sus amigos españoles se integran con éxito en el Estado burgués[4]. ¡El cuento de la desgraciada gallina que empolla huevos de pato!. Hoy en día es muy importante seguir de cerca todo lo que dicen y lo que hacen los sindicalistas españoles. Esto posibilitará a la Oposición de izquierda francesa golpear con éxito al anarcosindicalismo francés. Está fuera de duda que los anarcosindicalistas se comprometerán continuamente a la hora de la revolución.
¡La genial idea de los anarcosindicalistas consiste en ir contra las Cortes sin participar en ellas! Empezar la violencia revolucionaria, lucha por el poder, apoderarse de él, nada de esto les está permitido. En lugar de esto, se les recomienda “controlar” a la burguesía en el poder. Un cuadro magnífico: ¡la burguesía desayuna, come y cena, mientras el proletariado dirigido por los anarcosindicalistas, con la tripa vacía, controla las operaciones!
Notas
[1] T. 3394. Carta al S.I., B.0., n.º 23, agosto de 1931, pp. 15-16, The Militant, 19 de septiembre de 1931.
[2] Trotsky desarrolla aquí la posición defendida por Lenin y el partido bolchevique frente a las diversas nacionalidades del imperio zarista
[3] En La Révolution Prolétarienne, n.º, 117, mayo de 1831, Pierre Monatte se extrañaba de la orientación reformista de los anarcosindicalistas españoles de la C.N.T. Llamaba a los anarquistas y a los anarcosindicalistas a observar la realidad y aceptar la necesidad de la “dictadura del proletariado”, sin que fuera, como en Rusia, la dictadura de un partido; sugería que en la actual situación española, esta dictadura del proletariado podría ser asegurada por los sindicatos, que harían nacer de esta forma un nuevo tipo de “Estado obrero” y una forma sindical de la dictadura del proletariado.
[4] Alusión al núcleo dirigente de la C.N.T., con Ángel Pestaña, Juan Peiró, etc., que se había comprometido abiertamente con los dirigentes republicanos, orientándose hacia un programa reformista.
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El caso Rosmer
(Cartas a Andres Nin)
2 de julio de 1931
[( ) No le reprochaba que escribiera poco o muy de vez en cuando, sino de eludir sistemáticamente ciertas cuestiones en su correspondencia ( )
Aún hay una cuestión que me inquieta. Usted no puede ignorar la posición actual de Rosmer.[1]] En esta cuestión esperaba más claridad por su parte. Si usted considera que yo he cometido tal o cual error, estoy dispuesto a escuchar cualquier tipo de crítica, incluso la más dura, y dispuesto igualmente para hacer todo lo posible para arreglar una situación completamente deteriorada por culpa de Rosmer. Confieso que me inquieta mucho el hecho de que usted no me haya comunicado la visita de Rosmer[2] y no me informe de lo que quiere y lo que propone, ni lo que debo hacer, según su opinión, en este asunto. Aquí se puede apreciar cómo, según mi opinión, en usted, hay algo de “diplomacia”.
* * *
27 de julio de 1931
[( ) Confieso que la parte. de su carta dedicada a Rosmer me ha producido una extraña impresión. Usted escribe que los aspectos políticos y personales son inseparables. Es cierto, yo insisto continuamente en esto. Sin embargo, me parece que usted no se conforma con separarlos, sino que tiene una cierta tendencia a subordinar la política a lo personal.[3]
Hemos consumado un cierto número de rupturas a escala internacional; nos hemos “desembarazado” de Van Overstraeten, que era la edición belga de Maurín y al que Rosmer sostenía a medias (Rosmer lo hace todo a medias); con grandes esfuerzos nos hemos separado de los Monatistas y de los semimonatistas[4], a los que Rosmer sostenía obstinadamente; hemos sostenido una lucha contra las recaídas sindicalistas (Gourget), que se produjeron por culpa de Rosmer;[5] durante un año, Rosmer ha bloqueado abierta y deliberadamente el debate con los bordiguistas;[6] ha sostenido la “pandilla” de Landau en métodos y opiniones sobre los que he escrito extensamente en la carta circular.[7]
Me parece que todos estos asuntos, más que programáticos son archipolíticos. Pero usted dice que necesita ver a Molinier y a Frank antes de decidir de qué lado se coloca.[8] No consigo comprenderle ¿Cómo podríamos efectuar nuestro trabajo internacionalmente en el caso de que surgieran nuevas divergencias de principio en el seno de las, diferentes secciones? ¿Deberíamos trasladar a los representantes de las dos opiniones a todas las capitales del mundo? ¿Existe algún malentendido cuyo carácter principal o episódico no haya apreciado yo?
¿Puede ser que, absorbido por los problemas españoles, no haya leído las publicaciones extranjeras de la Oposición, entre otras La Vérité, el Boletin ruso y sobre todo el Boletín internacional? Si no fuera eso, debería calificar su actitud de la siguiente forma: Para usted todo el trabajo ideológico de estos últimos años no existe y lo instituye por impresiones personales. Esto es impresionismo, no marxismo. Evidentemente no debe seguir una política semejante.]
* * *
26 de agosto de 1931
[Usted se queja de que no recibe cartas mías; sin embargo, yo le he escrito, y no menos a menudo que usted. En concreto le he escrito una larga carta sobre Rosmer, no sé si la habrá recibido. Por otra parte, los camaradas de Berlin se quejan de que usted no contesta a nadie
Me veo en la obligación de declarar formalmente que todas esas “acusaciones personales” que Rosmer lanza contra Molinier, ya las conocíamos antes del conflicto, y tanto Rosmer como yo, las consideramos como calumnias y tomamos las medidas necesarias para obligar a los calumniadores a asumir su responsabilidad. Rosmer no se ha rebajado a reunir estas acusaciones, sino después de que estallase el conflicto político entre Molinier y él ( )[9]
* * *
1 de septiembre de 1931
[Sin duda a Rosmer le parece que sus adversarios inventan las divergencias. Pero esto no explica el hecho de que Rosmer se detenga precisamente cuando empieza el problema. Este hombre posee grandes cualidades personales y tiene un pasado muy estimable. Sin embargo, tiene tres defectos: 1) no es marxista, 2) no es un revolucionario 3) no es un político
Mis divergencias con Rosmer comenzaron el mismo día de su regreso a París, desde Prinkipo. Vuelto a su antiguo ambiente ha vuelto a adquirir casi automáticamente sus antiguas relaciones y su forma de pensar. La Vérité inmediatamente comenzó a tener desviaciones sindicalistas. Sobre McDonald y su partido, Rosmer escribía como si pensase que ellos “no comprendían en absoluto” cómo defender los intereses de la clase obrera.[10]
Si Curier determinaba la especie por la mandíbula de los animales, es por estas palabras de “no comprenden nada” que es posible determinar el pensamiento de Rosmer.
Cree que el partido es una cosa y La Vérité otra. No cree en la necesidad de una organización internacional, y en sus relaciones con ella, la considera como un fardo. Ha protegido a Overstraeten, a los bordiguistas, en suma, a todo lo confuso e indeterminado. Si fuese un camarada joven se podría decir: “ya aprenderá”. Desgraciadamente todo el mundo esperaba que fuese Rosmer quien les enseñase, y todo el mundo se ha visto decepcionado. De esta forma ha surgido el conflicto entre los elementos vivos y revolucionarios y el grupo Rosmer. Intentando convencerle por medio de cartas personales, he realizado al mismo tiempo todo lo que dependía de mi, para conservar la unidad de la organización, así como el puesto de responsabilidad que Rosmer ocupaba en ella. Pero no ha aceptado ningún compromiso, ya que quería aniquilar a esos jóvenes camaradas que, en el fondo, tenían razón contra él ( )[11]
Notas
[1] El 17 de enero de 1931, Nin había escrito a Trotsky: “Debo, confesarle que no consigo orientarme convenientemente sobre las causas reales de la crisis (francesa). Rosmer me escribió hace unos días una larga carta para demostrarme que no existían divergencias de principio, que todo se reducía a la incompatibilidad entre ellos y Molinier, al que califica de “ambiguo” y “muy desacreditado en el movimiento obrero francés”.”
[2] Nin responderá el 15 de julio: “Un par de palabras sobre las cuestiones que ocasionaron injustamente su inquietud, ya que usted ve en mí ciertos elementos de “diplomacia”. Voy a hablarle de la visita de Rosmer. Ante todo debo decirle que estoy convencido de haberle hablado de esto. En realidad no hay gran cosa que decir. Estuvo muy sobrio en sus opiniones ( ). Sobre la cuestión francesa me contó algunas cosas de las que no estaba enterado. Debo decirle sinceramente que no acabo de ver estas cuestiones suficientemente claras.”
En otras ocasiones Nin volverá a referirse a estas cartas que cree haber escrito y que Trotsky no recibió. En este tipo de problemas, el escepticismo de Trotsky aumentará con el tiempo.
[3] En su carta del 15 de julio, Nin escribía igualmente: “Sobre Molinier y Frank he podido escuchar las opiniones más contradictorias y he de confesarle que me inclino del lado de las negativas. Pero le repito, todo esto no son más que suposiciones y presentimientos. Creo que no estoy lo suficientemente informado como para expresar una opinión definitiva, de la misma forma que la expresé, por ejemplo, sobre Alemania, donde no tenía ningún tipo de duda, ya que conocía a las personas y lo veía todo claro.”
[4] Sobre Van Overstraeten, ver más arriba (“La crisis revolucionaria madura”, nota 5). Sobre la ruptura con Monatte, ver “Les fautes fondamentales du syndicalisme” La lutte de classes n.º 17, enero de 1920, y “Monatte a franchi le Rubicon” La Vérité, -19 de diciembre de 1930, reproducidos en “Le Mouvement communiste en France”, pp. 355-362 y 363368. Por “semicentristas”, Trotsky se refería probablemente a militantes como Carbit, al principio miembro del grupo iniciador y colaborador de La Vérité, y que se había unido a Monatte.
[5] En abril de 1930 nació la oposición unitaria -oposición antiestalinista en el interior de la C.G.T.U.- cuyos fundadores habían sido Rosmer y Maurice Dommanget, uno de los animadores de la federación unitaria de la enseñanza. Los organizadores trotskystas de este agrupamiento sindical habían sido Gourget (sinónimo de Barozine) y Michel Collinet (alias Paul Sizoff) que enseguida serían atacados por Molinier y Frank, acusados de desviación sindicalista (Le Mouvement Comuniste, p. 286) Trotsky intervino defendiendo a estos últimos a los que llama “el ala marxista” y lanza contra Gourget y sus camaradas una requisitoria que cierra el debate (“Les erreurs des éléments droitiers de la Ligue dans la question syndical”, La Vérité, 16 de enero de 1931. Le Mouvement communiste, pp. 379-389).
[6] Los bordiguistas actuaban en el interior de la Ligue por medio de las oposiciones defendidas por el grupo italiano en Bruselas, que editaba Prometeo.
[7] La crisis de la oposición alemana acabaría en escisión. Se consumó en mayo. Las secciones de la oposición fueron informadas por Trotsky en una carta del 17 de febrero de 1932. Hasta el último momento Trotsky había intentado evitar la escisión, atacando tanto a la “Fracción Well”, que hablaba de expulsar a Landau, como a la “fracción Landau”. A causa de las suspensiones y expulsiones tomadas por este último contra sus adversarios, 16 miembros de la sección alemana, elegidos el año precedente, no quedaron más que 5, todos partidarios de Landau. Una delegación del secretariado internacional, con Pierre Frank fue a Alemania con la intención de reunificar a la dirección y preparar una conferencia. Pero Landau denunció los “métodos administrativos” destinados a excluirle, rechazando todo arbitraje del S.I. en un conflicto que consideraba resuelto. El 31 de mayo tuvo lugar una reunión de la dirección, sin los 5 miembros de su fracción que se negaron a acudir. El 11 de junio, el S.I. informaba de la escisión declarando: “Landau ha fraccionado la sección alemana sin que ningún tipo de debate haya sacado a la luz las líneas divergentes.” Retomando la apreciación de Trotsky, que en su carta del 17 de febrero había escrito que: “Ni la organización de Saxe, ni el grupo de Landau representan dos corrientes divergentes, ni mucho menos dos corrientes irreconciliables” citando al propio Landau a causa de la “artificial profundización de las divergencias políticas como consecuencia de las relaciones personales hostiles”. En el mismo texto, en el que califica al grupo de Landau como “clique”, Trotsky indicaba que ya en la discusión francesa, Landau se había colocado en el grupo de los “sindicalistas” y “que no dejaba pasar una ocasión para atacar a los camaradas de la nueva dirección de la Ligue”, que llevaba internacionalmente “una campaña inocua y denigrante”. En el plano internacional, Landau y Rosmer estaban ligados por lo menos por su común hostilidad a Molinier. Nin, como miembro ,del Buró internacional, había apoyado a Trotsky y condenado muy claramente a Landau, escribiendo el 5 de abril: “la actual crisis de la sección alemana podría tener consecuencias desastrosas para todo nuestro movimiento si no adoptamos medidas enérgicas y rápidas. La crisis debe resolverse por los eficaces medios del centralismo democrático. En este sentido las proposiciones formuladas por el camarada Trotsky me parecen absolutamente justas y las suscribo sin reserva”. Sólo algo más tarde tendrá lugar el acercamiento entre Nin por una parte y Landau y Rosmer por otra
[8]. La frase de la carta del 15 de julio de 1931 a la que Trotsky hace alusión era la siguiente: “Sería necesario que viese a Molinier y a Frank para charlar con ellos.” Trotsky se indignaba de que Nin, para juzgar, tuviese necesidad de algo más que examinar las respectivas posiciones defendidas por los protagonistas. Aparentemente Nin había sufrido la influencia de Rosmer, que no veía en el conflicto más que antagonismos de orden personal.
[9] Aparentemente Nin iba a deponer las armas en seguida, pues Molinier había ido a España y le había visitado varias veces en Barcelona. Después de su primera visita, Nin escribía a Trotsky en una carta del 25 de agosto: “Sólo dos palabras sobre la cuestión francesa. Me expresé mal, lo cual es lógico, ya que escribí apresuradamente debido a la falta de tiempo. No subordino -sería absurdo- las cuestiones políticas a las personales. Sencillamente creo -y en eso está usted de acuerdo- que las personas juegan un importante papel. No he tenido tiempo de examinar a fondo los papeles concernientes a la sección francesa, estoy a punto de hacerlo ahora; es a causa de esto que no puedo hablarle lo suficientemente claro. En líneas generales, su manera de enfocar la cuestión sindical me parece absolutamente correcta (ver más arriba nota 5). Sin embargo no he podido aún apreciar en qué medida existen los errores que usted señala. Aquí es donde los fallos de las personas pueden jugar un importante papel. A veces se atribuyen a las personas errores que no han cometido nunca. Con esto no quiero acusarle -nada más lejos de mis intenciones- pero esta hipótesis no está excluida en el lado francés. Se lo repito: no son conjeturas. Un estudio detenido de los documentos sin duda me ayudará a llegar a las conclusiones precisas. Por otra parte he conocido a Molinier -circunstancia que tiene su importancia- y debo decirle que la impresión que me ha causado ha sido excelente. No dejaré de comunicarle mi opinión definitiva. En lo que concierne a Rosmer estoy totalmente de acuerdo con usted.”
[10] En un articulo dedicado a “Sept mois de gouvernement travalliste” en La lutte de elasses, n.º 17, enero de 1930, pp. 44-56, Rosmer al término de un análisis hecho bajo el aspecto de un observador señalaba la siguiente conclusión: “El Independent Labour Party ha acentuado netamente su programa a lo largo de estos últimos años declarando que el socialismo puede ser realizado desde ahora ( ). Ha criticado vigorosamente la nueva tendencia de los dirigentes del Labour Party, dirigiéndose cada vez más hacia la derecha en busca de los tránsfugas del liberalismo. Si no avanza más rápido es porque duda, porque no quiere emplear los únicos medios que permitirían la realización del socialismo ahora ( ). El Labour Party ( ) se aleja de sus orígenes, reemplaza su base obrera socialista por un laborismo liberal, que recuerda mucho al viejo laborismo, pero más apagado y más timorato.”
[11] Se puede pensar que Nin puso punto final a esta discusión cuando escribió a Trotsky el 18 de septiembre: “Durante estas dos semanas he estudiado los documentos relativos a la cuestión francesa. He conversado largamente sobre este problema con Molinier, que, como usted sabe, ha estado entre nosotros. Todas mis dudas se han acabado. Ahora estoy convencido de que la razón no está del lado de Rosmer y Naville (a Rosmer no le he visto en esta ocasión). Estoy contento de haber conocido a Molinier, del que he apreciado toda su devoción y en el que he visto un verdadero revolucionario Debo confesarle que lo que Rosmer me había dicho sobre él, me había producido cierta impresión; pero se lo repito, ya no abrigo ninguna duda sobre esto. La posición de Molinier me parece absolutamente justa y considero que tener militantes como él es un gran avance para la Oposición.” Sin embargo, dos meses más tarde Nin volvía a cambiar de opinión, ya que Molinier no había cumplido su promesa de ayudar financieramente al semanario El Soviet. Se puede pensar si por el contrario no habían sido las promesas de Molinier unidas a su innegable atractivo personal, lo que había provocado la conversión de Nin en septiembre. En todo caso a esta conclusión llegará Trotsky. En honor de la verdad hay que señalar también que Trotsky, después de la fundación del diario La Commune y la escisión del grupo bolchevique-leninista por iniciativa de Molinier, juzgó a éste, desde entonces hasta su muerte, de forma por lo menos tan severa como lo habían hecho Naville Rosmer, Nin y Leonetti. En 1938, después de la muerte de León Sedov, hijo de Trotsky, que había cuidado de su nieto, Sieva Volkov, hijo de su hermana Zina, su compañera Jeanne Martin de Pailléres, cuyo primer marido había sido Molinier y que pertenecía a su grupo, intentó conservar el niño, a pesar de que Trotsky y su mujer, sus únicos parientes vivos, lo reclamaban en México. Fue Rosmer quien llevó el niño a México con sus abuelos.
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¿Un giro de los estalinistas?[1]
(Carta al S.I., 30 de julio de 1931)
Según una información del camarada N. al comité central del partido comunista español ha realizado un decisivo giro en su política[2]
Según afirma N. da la sensación de que el comité central del Partido Comunista Español, a pesar de conservar formalmente la consigna de “dictadura democrática” ha cambiado decisivamente en dos aspectos: primero, se dirige hacia la lucha por las consignas democráticas; segundo, está dispuesto a aplicar la política de frente único.
Ésta es una victoria clara e indiscutible de la Oposición de izquierda? Comprobar si este giro de los estalinistas es serio y decisivo es ya otro problema. De todas formas el mismo hecho del giro depende en gran medida de nuestra política. Sin embargo, el viraje es ya un resultado directo de la critica de la Oposición de izquierda[3]
La única fuerza progresiva en el seno del comunismo es la fracción de la Oposición de izquierda De sus éxitos dependen los del comunismo en su conjunto y sobre todo los de la revolución española.
¿Cómo hemos de reaccionar ante el giro de los estalinistas españoles? Sobre esto tenemos una experiencia considerable, aunque a decir verdad, es más bien la experiencia de nuestros propios errores. Cuando los estalinistas franceses, en gran medida bajo la influencia de nuestras críticas, decidieron batirse en retirada y abandonar la política fantasmal del “tercer período”, la antigua dirección de la Ligue[4] declaró en seguida que el oportunismo ocupaba el lugar del aventurerismo y que la Oposición de izquierda debía continuar con sus criticas como si no hubiera pasado nada.
Nosotros criticamos en su día este tipo de política formalista, cuya consecuencia resultó ser que la Ligue dejó pasar una oportunidad extremadamente favorable para tejer lazos con el proletariado. Esperemos que este error no se repita en España.
En su breve carta, el camarada N. señala dos hechos que tienen un excepcional significado para la política de la oposición de izquierda en el actual periodo: El partido oficial ha dado, por lo menos de palabra, toda una serie de pasos en dirección a la política de los bolcheviques-leninistas; por otra parte la dirección de la Federación Catalana se hunde cada vez más profundamente en el oportunismo y el nacionalismo pequeño?burgués. El partido oficial hasta ahora ha hecho todo lo posible para que se identifique la política de la oposición de izquierda con los engaños de Maurín. Ahora tenemos una ocasión excepcional para aclarar todos los malentendidos.
La oposición de izquierda debe someter el giro del comité central del partido comunista español a un análisis serio ?sin ingenua credulidad, pero también sin prejuicios sectarios. Debemos evaluar claramente todo lo que hemos avanzado. Donde subsistan diferencias, hay que delimitarlas sin indulgencia ni embellecimientos[5].
Cuanto más rápida y decisivamente reaccione la oposición de izquierda acercándose al partido, más redundará todo esto en beneficio de la propia oposición de izquierda, del partido y de la revolución española.
Notas
[1] T. 3402, publicado en el B. 0., nº 24, septiembre de 1931, p. 17 y en The Militant, el 26 de septiembre de 1931.
[2] Se trata de una carta de Andrés Nin cuyo texto no conocemos. Por su parte, la prensa de la Oposición publicará la circular del comité central del P.C. español que anuncia el “giro”.
[3] En este punto existía un acuerdo total entre Trotsky y sus camaradas españoles; en su opinión los estalinistas españoles se habían visto obligados a realizar el giro bajo el fuego de su crítica Y para aplacar el descontento en el seno de sus propias filas.
[4] Aquí Trotsky hace alusión a la primera dirección de los B.L. franceses, sobre todo Rosmer y Pierre Naville que, a causa de la discusión sindical, acababan de ceder el puesto a Raymond Molinier y Pierre Frank.
[5] De hecho los militantes de la oposición española llegarán en seguida a la conclusión de que el giro no era ni tan profundo ni tan serio y se referirán a él más bien como “pretendido giro”.
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El papel de las huelgas en una revolución[1]
(Carta al Secretariado Internacional de la IV Internacional, el 2 de agosto de 1931)
Esta carta tiene por objeto intercambiar algunas ideas respecto a la tumultuosa ola de huelgas que recorre España.[2] En mi segundo folleto sobre la revolución española, solamente indiqué una de las perspectivas posibles: el movimiento revolucionario se desarrolla impetuosamente, pero sin ninguna dirección justa, terminando en una explosión, que aprovechan las fuerzas contrarrevolucionarias para aplastar al proletariado. Como ya señalé en el otro folleto[3], esto no significa que la tarea de los comunistas sea frenar la movilización revolucionaria. Estoy seguro que no tendremos ninguna diferencia respecto a esto; sin embargo me gustaría analizar más profundamente esta cuestión, pues me parece de gran importancia práctica.
Para empezar es preciso que quede bien claro que esta explosión elemental y violenta de las huelgas es la expresión inevitable del propio carácter de la revolución, y, en cierto sentido, su base. La inmensa mayoría del proletariado español no tiene ni la más remota idea de lo que es la organización. Durante la dictadura nació una nueva generación de obreros que no tienen ni la más mínima experiencia política independiente. Pero la revolución despierta -precisamente esta es su fuerza- a las masas trabajadoras más atrasadas, más despreciadas, más oprimidas. Su despertar toma la forma de la huelga. Por medio de la huelga, las diferentes capas de las masas trabajadoras se dan a conocer, se relacionan entre sí, experimentan sus propias fuerzas y las de su enemigo. Una capa despierta y contamina inmediatamente a otra. La consecuencia de esto es que la huelga se hace absolutamente inevitable. Los comunistas no deben alarmarse, pues en esto consiste la propia fuerza creadora de la revolución. únicamente por medio de estas huelgas, con todos sus errores, sus “excesos”, sus “exageraciones” es como el proletariado se pone en pie, se une en un todo, y comienza a sentirse y a concebirse a si mismo como una clase, como una fuerza histórica viva. Las revoluciones nunca han avanzado, bajo el látigo de un cochero. Excesos, errores, sacrificios, así es la naturaleza de la revolución.
Si el partido comunista hubiese dicho a los obreros: “Soy demasiado débil todavía para poder dirigiros, esperad un poco, no os apresuréis, no deis la señal de combate poniéndoos en huelga, ¡dejadme tiempo para crecer!”, se hubiese cubierto de vergüenza para siempre, las masas al despertar hubiesen pasado por encima de su cabeza, y, en lugar de crecer, se hubiese debilitado aún más.
Prever correctamente un peligro histórico, no significa que pueda evitarse únicamente a base de razonamientos. No se pueden rechazar los peligros más que teniendo la fuerza necesaria. Para conseguir esta fuerza, el partido debe lanzarse con todas sus fuerzas hacia ese “movimiento elemental” o semielemental a punto de evolucionar; no para contenerlo, sino para aprender a dirigirlo, para adquirir autoridad y fuerza en el mismo seno de la lucha.
Sería erróneo pensar que el actual movimiento ha sido provocado por los anarco?sindicalistas.[4] Estos están sufriendo una irresistible presión de la base. Al núcleo dirigente le gustaría poder frenar el movimiento. Algunos elementos, como Pestaña, están a punto de negociar entre bastidores con la patronal y la administración, cual es la mejor forma de acabar con las huelgas. Mañana muchosde ellos se convertirán en verdugos de los obreros, predicando, como los mencheviques rusos, contra la “fiebre de huelgas”, mientras disparan sobre ellos.
No hay duda que esto profundizará la división entre los anarco?sindicalistas. Cuanto más avance la línea revolucionaria, más se diferenciará de los síndico?reformistas. De esta izquierda surgirán inevitablemente putchistas, aventureros heroicos, terroristas individuales, etc.[5]
No es inútil repetir que no debemos alentar ningún tipo de aventurerismo. Hay que dejar bien claro que no va a ser el ala derecha, la que lucha contra las huelgas, la que más se acercará a nosotros, sino la izquierda, sindicalista revolucionaria. Será ?tanto más fácil acabar con todos los elementos aventureristas a medida que los sindicalistas revolucionarios se convenzan de que los comunistas no somos intelectuales, sino luchadores.
Se suele acusar al partido oficial de llevar una política aventurerista en lo relativo a las huelgas. No puedo juzgar por falta de información. La actuación del partido en el periodo anterior hace suponer que esta acusación probablemente tenga justificación. Precisamente debido a esto, es posible que después de quemarse los dedos gire bruscamente hacia la derecha. La peor desgracia seria que las masas obreras vieran en los comunistas, igual que Pestaña, a gentes que les gusta inculcar sus dogmas de arriba a abajo, en vez de elevarlos hasta ellos, de abajo a arriba.
Resumiendo: indudablemente sigue existiendo el peligro de unas “Jornadas de julio”[6] aunque para los comunistas el peligro más inmediato puede llegar a ser la argumentación abstracta, la necesidad de “parecer inteligentes”, los razonamientos doctrinales, que los obreros revolucionarios considerarán con “graznidos pesimistas”.
La oposición de izquierda no debe olvidar ni un sólo instante que los peligros inherentes al proceso revolucionario no pueden evitarse con una prudente vigilancia, sino únicamente con audacia, audacia y más audacia.
Notas
[1] T. 3402, carta al S.I. publicada en el B. O., n.º 24, septiembre de 1931, pp. 17-18, y después en Fourth International en octubre de 1943
[2] Esta ola de huelgas, a menudo de carácter insurreccional, empezó en Sevilla extendiéndose por Andalucía y después por toda España, hasta las grandes huelgas de septiembre en Barcelona.
[3] Ver más arriba, “La Revolución española y los peligros que la amenazan”.
[4] Los comentarios de la época en Comunismo dejan entrever esa opinión.
[5] Dos meses más tarde, un articulo de Molins y Fábrega en Comunismo, n.º 5, octubre de 1931, titulado “Las dos tendencias cenetistas”, ilustrará este análisis. Demuestra que Peiró, Pestaña y los demás dirigentes de la C.N.T. se han quitado la máscara con el “Manifiesto de los Treinta”, revelando su verdadero rostro reformista. Su portavoz, Solidaridad Obrera, ataca violentamente a los “comunistas”, en realidad el ala revolucionaria de los anarcosindicalistas, que animan Juan García Oliver y Buenaventura Durruti. Este último define correctamente el papel de los dirigentes cenetistas que se han colocado al servicio de la paz social, amenazando a los burgueses republicanos, tipo Kerensky. Sin embargo al mismo tiempo afirma que el coronel Maciá, líder del movimiento catalanista ¡es quien ha tenido en sus manos el destino de la revolución!
[6] Es decir, los combates prematuros por el poder, sin dirección firme, que permiten a la contrarrevolución pasar al ataque, como en Rusia, en julio de 1917.
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Los soviets y el problema de la “balcanización”[1]
(Carta a Nin, el 1 de septiembre de 1931)
He recibido su carta del 25 de agosto. Usted sitúa el problema: ¿dónde llamar a los obreros, al partido o a la Federación?[2] Las condiciones locales hablan más bien de la Federación: las condiciones generales de España a favor del partido. Desde el punto de vista práctico, es decir desde el punto de vista de la correlación de fuerzas en un momento dado, el problema es delicado, pero pienso que nuestra posición de principio está clara: nosotros declaramos que somos una fracción del partido, una fracción de la Internacional Comunista. Lo esencial de la lucha que llevan contra nosotros está en que somos “enemigos” de la U.R.S.S. y de la Internacional comunista. Incluso Maurín vive de las migajas que caen de nuestra mesa.
Si llamamos a los obreros a afiliarse a la Federación, nos comprometemos en el plano nacional e internacional. Y, ¿salimos ganando a escala de Cataluña?
A juzgar por los actuales resultados de la colaboración con la Federación, en mi opinión, nos traen más inconvenientes que ventajas. Toda la prensa de la Internacional comunista, con Pravda a la cabeza, nos hace responsables de la confusión oportunista de Maurin. Los artículos del camarada Mill[3] en La Verité, también han contribuido en este sentido. Sin embargo fue necesario romper con la Federación y hemos salido con las manos vacías.[4] En otras palabras, la colaboración con la Federación nos ha debilitado en el plano nacional e internacional, sin sernos útil en Cataluña. Ya es hora de hacer balance. En mi opinión debemos hacer un giro político radical, para no seguir confundiéndonos con Maurín ?una confusión que ha actuado en provecho de Maurin y en detrimento nuestro. Lo más correcto sería llamar a los obreros a afiliarse a construir la fracción de los comunistas de izquierda, y a ingresar en el partido. Pero una política semejante exige que exista, por lo menos, un núcleo oficial de la oposición de izquierda en Cataluña. Si recuerda, llevo insistiendo en esto desde el mismo día de su llegada a Barcelona, ¡pero sin éxito! Hoy día no veo otra salida.
Maurin ha lanzado la consigna de ¡Todo el poder al proletariado! Creo que tiene usted toda la razón al pensar que Maurín lanza consignas de este tipo para asegurar un puente hacia los sindicalistas, y para aparentar una fuerza que realmente no tiene. Desgraciadamente, si las apariencias son muy apreciadas en política, son desastrosas en el terreno de la política revolucionaria.
¿Por qué no hay soviets en España? ¿Por qué? En una carta anterior expresé algunas ideas en este sentido. Las he desarrollado en un articulo, que le envío, sobre el control obrero en Alemania. En el sentimiento de los obreros españoles, la consigna de las juntas está ligada a la de los soviets y por esta razón les parece demasiado dura, demasiado decisiva, demasiado “rusa”. Es decir, que la ven con diferentes ojos de como la velan los obreros rusos en la misma etapa. Nos encontramos frente a una paradoja histórica. ¿La existencia de soviets en Rusia actúa en el sentido de paralizar la creación de estos organismos en otros países que se encuentran en situación revolucionaria? En sus conversaciones con los obreros de todas las regiones de su país ha de dar a esta cuestión la máxima importancia.
De cualquier manera, si la consigna de las juntas (soviets) no llegase a tener eco, sería preciso concentrarnos en la de comités de fábrica. Ya he tratado este punto en el artículo que he mencionado antes. Podemos construir una organización soviética, a base de comités de fábrica, sin emplear la palabra soviet.
En mi opinión tiene toda la razón en la cuestión del control obrero. Renunciar al control obrero sencillamente porque los reformistas se pronuncian por él ?aunque sólo de palabra? sería una enorme estupidez. Por el contrario, precisamente por esto, debemos agitar esta consigna con tanto más vigor, y obligar a los obreros reformistas a ponerla en práctica por medio de un frente único con nosotros y, sobre la base de esta experiencia, presionarles para que abandonen al Caballero y a otros farsantes.
En Rusia tuvimos éxito al crear soviets porque no éramos nosotros solamente los que nos reclamábamos de ellos, sino también los mencheviques y los social?revolucionarios, aunque evidentemente estos tenían otros objetivos.
En España no podemos construir soviets precisamente porque no los quieren ni los socialistas ni los sindicalistas. Esto significa que no se puede hacer frente único ni unidad de acción con la mayoría de la clase obrera sobre esta consigna.
Pero es el mismo Caballero quien, bajo presión de las masas, se ha visto obligado a adoptar esta consigna del control obrero, abriendo de esta forma las puertas a una política de frente único y de construcción de una organización que reúna a la mayoría de los trabajadores. Debemos agarrar el toro por los cuernos. Evidentemente Caballero intentará transformar el control obrero en control de los capitalistas sobre los obreros. Pero esta cuestión se relaciona con otro capitulo, la relación de fuerzas en el interior de la clase obrera. Si en la actual situación revolucionaria, conseguimos crear comités de fábrica en todo el país, el señor Caballero y compañía habrán perdido la batalla decisiva.[5]
Usted escribe sobre el riesgo que corremos de ayudar involuntariamente al liberalismo madrileño si nos contentamos con proclamar que la “balcanización” de la península ibérica es incompatible con los objetivos del proletariado. Tiene razón; si en mi anterior carta no señalé este peligro, ahora estoy dispuesto a hacerlo diez veces.
Las semejanzas entre las dos penínsulas deben ser expuestas de forma más matizada. Hace tiempo, la península balcánica estaba unificada bajo la dominación de los propietarios turcos, los generales y los cónsules. Las nacionalidades oprimidas soñaban con zafarse del yugo de sus opresores. Si opusiéramos nuestra negativa a la división de la península a las aspiraciones de las masas populares, nos convertiríamos en los lacayos de los pachás y los gobernantes turcos. Por otra parte, nosotros sabemos que los pueblos de los Balcanes, después de liberarse del yugo de los turcos, permanecieron bajo otro yugo durante décadas. Sobre esta cuestión, la vanguardia revolucionaria puede aplicar el punto de vista de la revolución permanente: la liberación del yugo imperialista, que es el problema clave de la revolución democrática, debe concluir en la Federación de Repúblicas Soviéticas, como forma de estado proletario.
Sin oponernos a la revolución democrática, todo lo contrario apoyándola sin reservas, incluso en el marco de la separación (es decir, sosteniendo la lucha, pero no las ilusiones) debemos agitar por nuestra posición independiente hacia la revolución democrática, recomendando, aconsejando, proponiendo la idea de la Federación de Repúblicas Soviéticas de la península Ibérica, como parte constituyente de los Estados Unidos de Europa. Esta es mi concepción, expuesta de forma detallada. Es inútil decir que los camaradas de Madrid, y los camaradas españoles en general deben usar el argumento de la “balcanización” con una especial discreción.
Notas
[1]The Militant, 19 de diciembre de 1931
[2] Nin había escrito a Trotsky el 25 de agosto: “Tengo la posibilidad de crear organizaciones comunistas en varios pueblos. ¿Dónde debo afiliarlos? ¿Al Bloc o al. partido oficial? Tengo muchas dudas sobre esta cuestión. Afiliarlos al partido oficial es difícil, pues no hay casi organización en Cataluña. Por otra parte las posiciones políticas del Bloc son tan falsas que no hace menos difícil aconsejar la afiliación a esta organización. Sin embargo, me inclino por esta última solución.”
[3] Mill era el seudónimo de un militante judío de origen ruso (y no americano como dice Isaac Deutscher en el Profeta Desterrado, p. 93). Su verdadero nombre era Okun o Okhun, pero se hacía llamar tanto Mill como Pack Obin (sic). El secretariado internacional le había enviado a España el día siguiente de la calda de la Monarquía, desde donde escribió dos articulos para La Verité, publicados el 24 de abril y el 8 de mayo, conteniendo vivos elogios a la Federación Catalana y a la Agrupación autónoma de Madrid, en cuyo seno consideraba que la oposición de izquierda tenía un lugar. Esta posición era totalmente contraria a la de Trotsky, pero estaba bastante cerca de la de Nín. No hubo rectificaciones ulteriores. La alianza de Mill con la oposición española debía jugar un papel primordial en las relaciones de esta última con Trotsky
[4] Entre los militantes “salidos” de la Federación Catalana ?los amigos de Maurin niegan aún hoy día que se llevase a cabo ninguna expulsión? algunos constituyeron un núcleo de la oposición de izquierda en torno a Nin: El periodista Narciso Molins y Fábrega, Francisco De Cabo, Carlota Durán, Amadeo Robles
[5] En 1923, durante los preparativos para la insurrección prevista en Alemania para el mes de octubre, Trotsky sostenía, en contra de Zinoviev, que los comités de fábrica podían jugar el mismo papel que los soviets en Rusia
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¿Fracción amplia o restringida?[1]
(Carta a Nin, 27 de septiembre de 1931)
Querido amigo:
[En primer lugar me gustarla aclarar lo relativo a la cuestión debatida en la oposición de izquierda, ¿fracción amplia o restringida?] Conozco su opinión y la del camarada Lacroix. El camarada M. no me ha enviado aún el informe prometido.[2]
Debo admitir que aún no tengo del todo claro el funcionamiento de este debate. [Ayer, en Cataluña, según la conclusión que saco de sus cartas, el problema se situaba en los siguientes términos: ¿debemos llamar a los obreros a afiliarse al partido oficial o a la Federación Catalana?]
Según su última carta parece que la Federación Catalana expulsa de sus filas a los oposicionistas de izquierda, o sea, actúa de la misma forma que el partido oficial. Este hecho es absolutamente lógico. El ala derecha de los centristas, manifiesta en todos los países, empezando por la U.R.S.S., la misma hostilidad hacia los bolcheviques-leninistas; lo extraño sería que España fuese diferente en este sentido. Por el contrario, debido a la situación revolucionaria, todos los procesos históricos, incluidos los errores, llegan mucho más rápido a su conclusión lógica. Pero ¿se puede seguir llamando seriamente a los obreros a afiliarse a la Federación Catalana? ¡No podría concebirlo! Entiéndase bien, podríamos intentar crear núcleos en el seno de la Federación Catalana, para reclutar el máximo de partidarios, en la perspectiva del inevitable derrumbamiento de la organización de Maurín. Podemos enviar individualmente a cierto número de camaradas con este objetivo. Pero ¿podemos llamar abiertamente a obreros que no son militantes del partido a entrar en la Federación Catalana? De ninguna forma. [Esto sería una falta muy grave, que no sólo debilitaría, sino que también deshonraría a la oposición de izquierda.][3]
[Formalmente, la cuestión del partido oficial se sitúa en diferentes términos, ya que no hemos renunciado a la idea de ganarnos a la Internacional comunista y consiguientemente a cada una de sus secciones. Siempre he observado la tendencia de numerosos camaradas a subestimar las posibilidades de desarrollo del partido comunista oficial en España. Ya le he escrito sobre esto mas de una vez. En mi opinión, constituiría un grave error ignorar al partido oficial, considerarlo como una fuerza ficticia, darle la espalda. Por el contrario, deberíamos llevar una política de unificación respecto al partido oficial en España. Sin embargo esta tarea no es sencilla. Mientras sigamos siendo una fracción débil, en general, es irrealizable. Mientras no constituyamos una fuerza seria, no podremos consolidar en el seno del partido oficial, una corriente en favor de la unificación.
Los adversarios de la “fracción amplia” responden: pero si agrupamos en torno nuestro a gran número de obreros, nos convertiríamos inmediatamente en un segundo partido[4]. Confieso que este argumento me deja estupefacto. Si para evitar el peligro de un segundo partido debiéramos razonar tan mecánicamente, los bolcheviques-leninistas hubieran desaparecido de la faz de la tierra. Esto es exactamente lo que quieren los estalinistas. El maltusianismo político, es, de todas las variedades del maltusianismo, la más contraria a la naturaleza. Una corriente política que tiene confianza en sus propias fuerzas no puede dejar de agrupar en torno suyo a la mayor cantidad de gente que le sea posible. Si la oposición de izquierda llegara a ser más fuerte que el partido oficial, esto nos daría oportunidad de luchar más eficazmente por la unidad de los comunistas, que ahora que la Oposición es débil. ¿No está claro?
Los partidarios de la “fracción restringida” responden que la oposición de izquierda no puede admitir en su seno más que a militantes conscientes. ¡Efectivamente! Pero ¿no ocurre lo mismo con el partido? Todo se reduce a esto: la oposición de izquierda no puede reclutar obreros, debe enviarlos al partido oficial para que allí se les enseñe que los trotskistas son “contrarrevolucionarios”. Entonces, y sólo entonces, la Oposición tendrá el derecho de privarles de sus ilusiones, de reeducarlos respecto a las contagiosas calumnias de los estalinistas. Realmente no puedo llegar a comprender un mecanismo tan complicado. Pienso que la Oposición no tiene el derecho, sino también el deber de agrupar en torno suyo a todos los que se le acerquen, respondiendo a sus llamadas. Naturalmente al principio no serán bolcheviques-leninistas convencidos y conscientes. Pero este hecho lo único que hace es imponernos seriamente la educación de nuestros seguidores. En el marco de esta educación habrá tiempo para explicar por qué nosotros estamos por un partido y los estalinistas por dos: Si la oleada hacia nosotros fuese demasiado tumultuosa ?cosa que no hay lugar a temer? podríamos formar un núcleo de simpatizantes. En el interior de este círculo, seria necesario dejar bien claras las diferencias entre centrismo y leninismo. Cuando el círculo hubiese llegado, bajo nuestra dirección, a un cierto nivel, podría invitarse a representantes del partido oficial a exponer sus posiciones ante él. Se desarrollaría una discusión entre nuestros seguidores y los estalinistas. De esta forma, y no mediante medidas maltusianistas contra la reproducción, es como se puede conseguir una reconciliación seria entre la oposición de izquierda y el partido, y como se puede encontrar un camino más seguro hacia el partido unificado.
[La oposición de izquierda se convertiría en una secta si llegase a la conclusión de que su tarea consiste en criticar la actuación del partido oficial y de las organizaciones de masas del proletariado. La revolución española es un hecho. Ya se ha perdido demasiado tiempo, incluso por parte de la Oposición española. Dentro de un año seremos incapaces de reproducir la situación revolucionaria que ahora mismo estamos dejando escapar.
Precisamente en España es en donde la oposición de izquierda puede llegar a tener gran fuerza en un corto espacio de tiempo; la primera condición para esto es no tener miedo a llegar a ser una fuerza, sino aspirar a ello.][5]
Eso es todo lo que puedo decirle por el momento sobre la cuestión en debate, teniendo en cuenta mis incompletas informaciones. Me gustaría recibir información complementaria.
Notas
[1] Primera publicación integra en The Militant, el 14 de noviembre de 1931
[2] Evidentemente se trata del viaje de Molinier a España. El 20 de agosto Trotsky escribió al C.E. de la Ligue: “Me alegro mucho del viaje del camarada Raymond Molinier, con su energía y su devoción, sin duda será muy útil a los amigos de allá abajo.” El 25 de agosto, haciéndose eco de la opinión expresada por Trotsky muchas veces, Nin le había escrito: “la tarea más importante para nosotros ahora es la publicación del semanario”. En su primer viaje, Molinier le había dado algo de dinero para esto. Nin contaba con que esta ayuda seguiría. El 6 de septiembre precisaba: “Insisto en decir que nuestra tarea urgente es crear en Barcelona un semanario de Combate”. Aseguraba a Trotsky que todo iría bien una vez arreglado el problema del dinero. “Ahora tenemos centro, jamás dudé que fuera necesario. Pero para conseguirlo hemos tardado un año”.
[3] Ver más arriba, “Los Soviets y el Problema de la Balcanización”. Nin había contestado el 18 de septiembre: “Naturalmente, a nivel de principios, tenéis razón. Habría que afiliarlos al partido. Pero la complejidad de nuestra situación exige una solución mixta. En Barcelona afiliaremos a todo el mundo al partido. En las provincias catalanas al Bloc. Por el momento es la única solución posible. En primer lugar porque sería imposible afiliarlos al partido, ya que no querrían hacerlo. En segundo lugar, no lo olvidéis, el partido no existe en Cataluña”.
[4] Esta idea había sido expresada por Nin en su carta del 18 de septiembre; y Trotsky, en una carta que le ruega que publique en el seno de la Oposición española, evita atribuírsela a él Nin había escrito: “Hemos juzgado que es imposible e inadmisible afiliar estos grupos a la oposición y pedirles luego que se afilien al partido. En primer lugar no se trata de grupos de oposicionistas, sino de comunistas recientes, entre los que hay algunos oposicionistas. Incluso suponiendo que pudiésemos afiliarlos a todos a la Oposición ?¿es deseable esto?? no debemos inclinarnos por esta solución. No serían admitidos en el partido oficial y de esta forma crearíamos las bases para la formación de un nuevo partido”.
[5] Nin contestaría el 7 de octubre: “Otro día os escribiré sobre la cuestión de la fracción amplia o restringida”. He traducido su carta y la estamos traduciendo a nuestros grupos. Prefiero transmitirle, junto con mi opinión personal, la de todos los camaradas. De todas maneras quisiera decirle desde ahora que no comparto en absoluto su punto de vista, que me parece inspirado en una información insuficiente”. Pero el 4 de noviembre señalaba: “Ninguna divergencia sobre la cuestión de la fracción “amplía”. Entre nosotros no ha habido más que un malentendido”.
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Es hora de construir[1]
(Carta a la redacción de El Soviet, 29 de septiembre de 1931)
Emprendéis la publicación de un semanario: es un serio paso hacia adelante. Esperemos que otros le sigan.
En España, como en el mundo entero, se han configurado tres fracciones en el movimiento comunista: la derecha, el centro y la izquierda. La derecha representa la combinación del comunismo con la socialdemocracia, el tradeunionismo o el sindicalismo, según las circunstancias nacionales.
En España, como en otros países, la representación oficial de la Internacional comunista está en manos de los centristas, es decir, en la gente que oscila entre el marxismo revolucionario y las diferentes corrientes del oportunismo “comunista”. La fuerza del centrismo en la Internacional comunista reside en el hecho de que se apoya en el aparato de estado de la U.R.S.S. En las actuales circunstancias, el centrismo comunista no es solamente una corriente ideológica, sino también un poderoso aparato estatal burocrático. Con una política zigzagueante, confusa, contradictoria, apoyada no sólo en su autoridad, sino también en los medios materiales de la Internacional comunista, el centrismo ha producido en los años siguientes a la muerte de Lenin, grandes estragos en la Vanguardia mundial del proletariado, y ha provocado ya el fracaso de varias revoluciones. En España, el partido comunista, a causa de la burocracia centrista, se mostró despreciable al principio de la revolución. La burocracia estalinista impide que se la critique, dicta su errónea política a las secciones nacionales, y al actuar de esta forma impide la educación de la vanguardia revolucionaria, y la formación de un partido comunista fuerte, independiente y seguro de si mismo. Este es el principal peligro que amenaza a la revolución española, que está avanzando poderosamente ante nosotros. Los grandiosos acontecimientos ocurridos en todo el mundo, y especialmente en el curso de la revolución española, han confirmado las posiciones principistas de los bolcheviques-leninistas (oposición de izquierda). El partido oficial español, desmentido a cada paso por el curso de la revolución, corrige sus errores por medio de parcheos, apoyándose en nuestra crítica, utilizando nuestra línea principista, ya que el centrismo, por sí sólo, es vacío y estéril.
Sin embargo, a la fracción de los bolcheviques?leininistas no le basta con tener una posición correcta sobre los principios: es preciso saber aplicar estos correctamente a los acontecimientos cotidianos. La estrategia revolucionaria necesita su correspondiente táctica.
La importancia de la publicación de vuestro semanario radica en que coloca a la oposición de izquierda española de cara a los acontecimientos corrientes y obliga a dar sobre ellos una respuesta revolucionaria consecuente. Esta es vuestra misión histórica bolcheviques-leninistas españoles. ¡Es imprescindible doblar, triplicar, decuplicar vuestros esfuerzos! Es necesario que la voz de los bolcheviques-leninistas resuene en todo el país, en todas las asambleas de masas. Vuestras tareas son grandiosas. La revolución no espera. ¡Ay de los que se retrasen! ¡Os deseo con toda mi alma que no os retraséis[2]
Notas
[1] El Soviet, n.º 1, 18 de mayo de 1931. Después de la aparición de Comunismo, la del semanario El Soviet respondía a las exigencias de Trotsky. Las dificultades financieras habían retrasado la realización del proyecto, que antes había hecho posible la ayuda monetaria y las promesas de Raymond Molinier, desde su paso por España
[2] Trotsky pensaba que de hecho ya había un retraso considerable, a causa de las vacilaciones de Andrés Nin.
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La revolución española: Un plazo más[1]
(26 de noviembre de 1931)
La revolución española ha creado las premisas políticas necesarias para una lucha inmediata del proletariado por la conquista del poder. La tradición sindicalista del proletariado español se ha manifestado como uno de los grandes obstáculos en el camino del desarrollo de la revolución española. Los acontecimientos han cogido de improviso a la Internacional comunista. Totalmente incapaz al principio de la revolución, el partido comunista ha seguido una política falsa en casi todos los problemas fundamentales. La experiencia española ha demostrado ?recordémoslo una vez más? que la actual dirección de la Internacional comunista es un terrible instrumento de desorganización de la vanguardia revolucionaria en los países avanzados. El retraso de la vanguardia proletaria respecto a los acontecimientos; la dispersión, en el sentido político del término, de los heroicos combates de las masas obreras; los pactos tácitamente firmados entre los anarco?sindicalistas y la socialdemocracia, constituyen, en lo esencial, las condiciones políticas que han permitido a la burguesía republicana, aliada con la socialdemocracia, restablecer el aparato represivo y concentrar en el gobierno un poder considerable, golpeando cada vez más fuerte a las masas obreras, que estaban a punto de sublevarse.
Esto demuestra que el fascismo no es la única salida de la burguesía en su lucha contra las masas obreras. El actual régimen español se parece al llamado “kerenskismo”, o sea el “Último” (o el penúltimo) gobierno de “izquierda” que coloca la burguesía en su lucha contra la revolución. Sin embargo, la existencia de un gobierno de este tipo no demuestra necesariamente la debilidad en las filas del proletariado. Al no existir un partido revolucionario, la combinación de reformas a medias, de proclamas ” izquierdistas “, de gestos más “izquierdistas” todavía y de represión, puede ser más útil a la burguesía que el propio fascismo.
Es inútil decir que la revolución española aún no ha terminado. Todavía no ha sabido solucionar ni los problemas más elementales ?cuestión agraria, Iglesia, problema de las nacionalidades?, aún está muy lejos de haber agotado la energía revolucionaria de las masas populares. La revolución burguesa no puede dar más de sí. En lo que concierne a la revolución proletaria, sólo se puede decir que la situación es pre?revolucionaria, nada más. Es muy posible que el progresivo desarrollo de la revolución española no sobrepasará este periodo durante un tiempo más o menos largo. Debido a esto, el proceso histórico, de alguna manera, abre un nuevo crédito al comunismo español.[2]
Notas
[1] La Verité, 12 de diciembre de 1931. Se trata de un resumen de “La llave de la situación mundial está en Alemania” que esboza un cuadro de la situación mundial
[2] España ha dejado de ser la principal preocupación de Trotsky, dejando lugar a Alemania, con el ascenso del nazismo y la política suicida de los principales partidos obreros. Durante dos años, Alemania ocupará la mayor parte del tiempo de Trotsky.
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Los errores de la Oposición española
(Cartas a Nin)
19 de noviembre de 1931
[Escribe usted sobre la “honrosa” suspensión de El Soviet, como la negativa a someterse a la censura formal del gobernador [1]. Creo que esta forma de plantear la cuestión es falsa de principio. Una organización revolucionaria no,.puede cerrar una edición como simple demostración política. Este gesto es típico de un demócrata, no de un marxista. Un marxista debe saber aprovechar al máximo las posibilidades legales, completándolas con las ilegales. Cuando no se tiene la suficiente fuerza como para destruir la censura, no hay nada “vergonzoso” en someterse a ella; es una cuestión de correlación de fuerzas, no de moral abstracta. Cerrar una edición sin substituirla por otra ¡legal significa sencillamente desertar. Y desde luego no veo nada “honroso” en esto.
¿Cómo habría que haber actuado? Exponiendo abierta y francamente la situación real a los obreros: La ayuda de los obreros no es suficiente, la ayuda prometida por los amigos[2] no acaba de llegar, nos vemos obligados a suprimir provisionalmente la publicación de El Soviet como semanario, pero esto es tan sólo un retroceso para luego saltar mejor. ¡Obreros, ayudadnos! Así es como yo creo que se debería haber informado de la momentánea suspensión del semanario.][3]
* * *
28 de noviembre de 1931
[Sobres los errores más graves cometidos en la política española, nos hemos limitado a la correspondencia, a las tentativas de persuasión mutua, evitando trasladar nuestras discusiones, incluso las más amistosas, a la arena internacional. Las cartas de Mill[4] desde España, totalmente confusas y oportunistas, han quedado sin respuesta pública, lo que me parece un error.
Por el contrario, el malentendido surgido a raíz de las finanzas, ha llegado a constituir una intriga internacional[5]
No voy a ocultarle que este incidente me ha producido una impresión desfavorable. Creo que debería usted explicarme su primera carta, retirar sus acusaciones absolutamente inadmisibles tanto en la forma como en el fondo e informarme si ha difundido internacionalmente su carta. En ese caso se podría considerar acabado el incidente y la necesidad de una polémica internacional desaparecería.
* * *
16 de diciembre de 1931
Me parece -por otra parte usted mismo lo confiesa- que no ha leído con la suficiente atención las tesis sobre la situación internacional, pues, de otra manera, su objeción seria incomprensible[6]. Todo depende de la forma en que se defina el “kerenskismo”, como el último gobierno burgués, después del cual la burguesía debe perecer necesariamente, o como el último gobierno de izquierda, el más a la izquierda, que puede poner la burguesía en la lucha por su régimen, y que puede salvar ?puede no morir del todo? o dar lugar a un gobierno fascista. Todo depende de la correlación de fuerzas, y ante todo de la existencia de un partido revolucionario fuerte, que no existe en España.
En España hoy gobierna la coalición liberal-socialista. En mi escrito se dice que es el último o el penúltimo gobierno de “izquierda”, es decir que abre la posibilidad de un gobierno más a la izquierda “socialista”, que desde luego tampoco indicará necesariamente el fin de la burguesía. Recordemos que el gobierno socialdemócrata “soviético” alemán, o sea el gobierno más a la izquierda que puede existir, salvó a la burguesía[7]. He desarrollado esta idea más extensamente en mi informe sobre Alemania
( ) La Oposición internacional ha dado una importancia excepcional a la Oposición española, teniendo en cuenta nuestra debilidad. La crisis ha afectado indirectamente, pero de forma muy real a nuestros camaradas que tenían posibilidad de proporcionar apoyo financiero. El paro hace estragos por todas partes, en proporciones aterradoras. Entre los camaradas oposicionistas alemanes, muchos están totalmente desprovistos de medios. La Oposición alemana no ha recibido ni la mitad de la atención que se ha dado a la Oposición española, a pesar que la actual situación en Alemania es incomparablemente más grave que la española. En estas condiciones es inadmisible organizar un escándalo internacional porque dos o tres camaradas no han pagado puntualmente, debido a dificultades materiales, el apoyo que habían prometido[8]. En este asunto hay algo que nos es ajeno, que no es ni revolucionario, ni proletario ni comunista.
Los camaradas españoles han cometido gran cantidad de errores, pérdida de tiempo, de meses. Muchos camaradas se daban cuenta de estos errores, los observaban inquietamente, acusándome de excesiva indulgencia. Hemos tenido mucha mayor paciencia con los camaradas españoles en cuestiones de una importancia política trascendental. ¡Y ellos a la primera dificultad financiera provocan un escándalo internacional!
Sólo encuentro una explicación para esto: los camaradas españoles han buscado oportunidad para apoyar indirectamente a Rosmer. Sin ningún dato de principio, es decir, sin correr el riesgo de defender una posición política escandalosa, los camaradas españoles ?y usted está entre ellos? han aprovechado la primera ocasión, el primer incidente favorable o desfavorable para apoyar indirectamente a Rosmer. Esta es la única explicación sicológica de la actuación de los camaradas españoles.]
* * *
17 de enero de 1932
[Mi impresión en cuanto al papel jugado por la Oposición española en los asuntos internacionales sigue siendo extremadamente desfavorable. Durante los tres años de mi estancia en el extranjero se ha operado un proceso de selección de los elementos verdaderamente revolucionarios de la Oposición, gracias a su separación de los filisteos, que sencillamente desertan. Los camaradas españoles no han tomado parte en este trabajo. No intervienen en los asuntos internacionales más que cuando se consideran implicados directamente, y, en ese caso, lo hacen de tal forma, que ayudan a los que desertan de nuestras filas[9]
Notas
[1] Nin había escrito el 7 de noviembre al Secretariado Internacional: “la persecución por parte del gobierno a nuestro Soviet, nos ha permitido suspender la publicación de forma honrosa”. Esta suspensión había sido anunciada por un panfleto ??que no hemos podido encontrar? protestando por las exigencias de la censura. El Soviet había dejado de aparecer desde su tercer número,“fechado el 29 de octubre de 1931
[2] En su carta del 7 de noviembre, Nin precisaba que Molinier no había cumplido sus promesas de ayuda financiera a El Soviet: “las promesas han quedado en el aire y la situación económica es insostenible. La culpa de todo esto la tiene el camarada Molinier, que ha actuado de forma incalificable. Realmente un saboteador no podía haberlo hecho mejor”. En junio, en una carta a los oposicionistas de Verviers, Rosmer escribía: “podríamos haber jugado un papel capital en esta primera fase de la revolución española, ya que todo estaba de nuestra parte: entusiasmo revolucionario de las masas obreras y campesinas, descrédito de la dirección estalinista e incapacidad evidente de los anarcosindicalistas, que tienen decenas de miles de obreros detrás suyo, pero que si se les deja actuar, conducirán a la clase obrera a una nueva derrota. Por ello hubiera sido imprescindible continuar ayudando a nuestros camaradas españoles, de la misma forma que lo hicimos desde la caída de Primo de Rivera, trabajando estrechamente ligados a ellos. Tendríamos en España una Oposición de izquierda sólidamente ligada a las masas obreras, a la que se irían uniendo progresivamente todos los buenos elementos comunistas y sindicalistas instruidos por la experiencia” (Duplicado en “Carta de Rosmer a la federación de Charleroi”, 7 de junio de 1931, archivos Mougeot.)
[3] El cuarto número de El Soviet no aparecería hasta el 12 de mayo de 1932
[4] La Verité, 8 y 22 de mayo de 1931.
[5] El 24 de noviembre, juntamente con la copia de una carta enviada al S.I. el 17 de noviembre de 1931, Nin escribió a Trotsky: “Sólo tengo que añadir la unanimidad de la Oposición española respecto al nefasto papel que juega Molinier en la Ligue francesa y en la Oposición internacional. Todos los informes que poseo -aparte de nuestra propia experiencia- me confirman en esta opinión”. En este intervalo, su carta al S.I. había sido profusamente difundida entre las secciones nacionales, constituyendo un nuevo argumento para los adversarios de Molinier.
[6] A propósito de las tesis aquí reproducidas (ver cap. anterior) Nin había escrito el 7 de diciembre de 1931: “Usted dice que el actual régimen español puede ser comparado al “kerenskismo”. No creo que sea así. El “kerenskismo” era la última carta de la burguesía. Anunciaba octubre. Azaña sólo anuncia a Lerroux, es decir, a Miliukov, al gran capital”.
[7] Ebert era, en noviembre de 1918, simultáneamente canciller del Reich, cargo que había recibido del anterior canciller, Max de Bade, y presidente del consejo de comisarios del pueblo, investido la tarde del 9 de noviembre por la asamblea berlinesa de los consejos de obreros y soldados.
[8] Parece que aquí Trotsky diluye la responsabilidad personal de Molinier. Efectivamente, este último no contaba con “suscripciones” sino con los recursos que debían procurarle sus “negocios”. Más tarde, en 1935, uno de los motivos de su ruptura definitiva sería precisamente el hecho de que empleaba sus recursos financieros para presionar e imponer sus concepciones políticas a la organización
[9] Ha sido lanzada la mayor acusación: el aislamiento de los. oposicionistas españoles les ha llevado a apoyar a todos los adversarios de la organización internacional, a los “filisteos” a los “desertores”. El desacuerdo es profundo. Por otra parte, Lacroix escribe al S.I. y a Trotsky: “Protestamos contra la actividad fraccional del grupo Molinier?Frank, que hace imposible la vida, incluso al S.I. ( ) Hay que señalar que hasta que comenzamos a criticar la actividad de Molinier en España, el camarada Trotsky mantenía relaciones constantes con nosotros Pero desde que hemos empezado a criticar a Molinier hemos observado que, poco a poco, Trotsky dejaba de responder como antes a nuestras cartas e informes. Ahora casi no contesta ( ). Cuando habla de la situación de nuestra organización, lo hace a través de los informes de Molinier. (Archivos Vereecken.)
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Balance de la Oposición española[1]
(22 de diciembre de 1931)
La sección española ha realizado algunos progresos, ha llevado a cabo algunos contactos, que le permiten esperar nuevos éxitos. Sin embargo, es evidente que en la escala de los grandiosos movimientos de las masas españolas los éxitos de la Oposición son aún de poca importancia. La causa principal de esto es que la Oposición no existía antes de la revolución. Se fundó al calor de los acontecimientos y a lo largo de este proceso se ha perdido el tiempo en experiencias cuya inutilidad era manifiesta desde un principio (por ejemplo en Cataluña).
La extrema debilidad de la Oposición española al principio de la revolución se ha puesto de manifiesto en el hecho de que a pesar de la situación extraordinariamente favorable de su país, nuestros camaradas españoles no han conseguido publicar un semanario hasta fecha reciente. La ayuda del exterior no era suficiente o no ha llegado a tiempo. El Soviet de Barcelona ha sido suspendido. No se puede silenciar el hecho de que las razones aducidas por la Oposición española para explicar esta suspensión, eran absolutamente inadmisibles. En lugar de decir claramente: “Somos débiles, no tenemos medios, ayudadnos”, los camaradas españoles han declarado que rechazaban pasar por la censura. Cuando los revolucionarios no tienen la fuerza suficiente como para desembarazarse de la censura, deben, por una parte, adaptarse a la legalidad vigente, y por otra decir todo lo necesario en la prensa ilegal. Lo que nunca deben hacer es abandonar la escena invocando tanto la censura como su orgullo, revolucionario, pues esta es una política para quedar bien, no la de un bolchevique.
Actualmente la revolución española ha entrado en la etapa que separa la fase burguesa de la proletaria. Es imposible prever el tiempo que va a durar. De cualquier forma, la Oposición española tiene ahora la oportunidad de realizar un trabajo de preparación más sistemático y mejor planificado. Es imprescindible educar cuadros sin perder un minuto. De cara a esto, el mensual Comunismo, es un arma imprescindible. Además es necesario crear un boletín de discusión serio. Es imposible intentar educar cuadros únicamente en base a las cuestiones nacionales. El hecho de que los camaradas españoles hayan dedicado tan poco tiempo a las cuestiones internacionales puede explicarse por la juventud de la Oposición y por el ritmo trepidante que han tomado los acontecimientos en el curso de la revolución española. Sin lugar a dudas esto explica el hecho de que haya sido tan escasa la intervención de la Oposición en las cuestiones internacionales, revistiendo un carácter episódico, lo que de ninguna forma ha sido positivo[2].
Notas
[1] Resumen de una carta enviada a todas las secciones de la Oposición de izquierda, publicada en un boletín interno de la C.L.A. en 1932. Aquí se encuentra lo esencial de los críticas de Trotsky en su correspondencia con Nín, bajo un aspecto muy atenuado y con un carácter evidentemente pedagógico, ya que estaba dirigida a todos los militantes.
[2] La respuesta del C.E. de la Oposición española, redactada y firmada por Lacroix, el 17 de enero de 1932 (archivos Vereecken), contenía una viva reacción al conjunto de las críticas formuladas Por Trotsky. Lacroix intenta justificar el escaso interés de la Oposición española ante las cuestiones internacionales, por falta de tiempo. Después retoma las acusaciones contra Molinier y Frank Y reprocha a Trotsky que les defienda, mientras regatea desde entonces su ayuda a los camaradas españoles. No hace ninguna alusión a las críticas formuladas por Trotsky respecto a la política llevada en Cataluña con Maurín, ni sobre la desaparición de El Soviet. A partir de esta carta comienza el deterioro de las relaciones entre Trotsky y la Oposición española.
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Malentendidos que deben aclararse[1]
(Carta al comité central de la Oposición de Izquierda española, 7 de marzo de 1932)
Queridos camaradas:
En los últimos tiempos he recibido de España muchas cartas y documentos en los que se contienen algunos malentendidos entre los camaradas españoles y la mayoría de la oposición de izquierda internacional. Dado el caso, lo mejor es intentar aclarar los malentendidos a tiempo, para distinguir los que son temporales y menores de los que son importantes y afectan a los principios.
1. Los camaradas Lacroix y Nin han tenido un conflicto con el camarada francés Molinier, sobre una cuestión puramente práctica.[2] Pensaba y sigo pensando que los camaradas Lacroix y Nin están mal informados de la situación y han lanzado una acusación falsa al camarada Molinier. Por mi parte, me he apresurado a esclarecer este malentendido. He considerado resuelto el incidente, ya que no estaba en juego ninguna cuestión política o de principios.
Las opiniones de los camaradas Lacroix y Nin sobre el camarada Molinier son asunto personal suyo. No creo necesario insistir en este punto.
2. Debido a esto, el camarada Lacroix se confunde cuando piensa que tenemos divergencias respecto del camarada Molinier. No, la divergencia (suponiendo que no sea un simple malentendido) se refiere a la actitud de la Oposición española sobre todas las cuestiones que discute la oposición de izquierda internacional, es decir, las cuestiones de principio fundamentales de la oposición de izquierda. Esto es lo único que me interesa.
3. La experiencia nos demuestra que existen en las filas de la oposición de izquierda de diferentes países, elementos que divergen totalmente con nosotros. El ejemplo de Gorkin[3] demuestra que no basta la simple aceptación de los principios de la oposición de izquierda. Las organizaciones y los revolucionarios se controlan en su propio trabajo, es decir, en la aplicación de los principios. Debido precisamente a esto es como ciertos acontecimientos sin importancia pueden aclarar crudamente la actitud de tal o cual persona, de tal o, cual organización, en el sentido en que un síntoma aparentemente nimio a menudo revela una enfermedad grave. Voy a ponerles un ejemplo respecto a esto. Como ustedes sabrán ha aparecido en Alemania un partido socialista de izquierda, Sozialistische Arbeiterpartei (S.A.P.)[4] . Sus dirigentes aceptan la dictadura del proletariado y el sistema soviético. Urbahns, que antes estuvo con nosotros, se ha confundido al creer que este reconocimiento era la prueba del carácter comunista del nuevo partido. Sin embargo, los periodistas de ese partido tratan como “camaradas” a Otto Bauer[5] 1 y Léon Blum, conocidos mercenarios del imperialismo francés. Se me podrá objetar que el empleo de la palabra “camarada” no tiene importancia comparado con el reconocimiento de la dictadura del proletariado y el sistema soviético. Mi opinión es que el reconocimiento de la dictadura del proletariado y el sistema soviético no son más que palabras en la boca de los dirigentes del, S.A.P., mientras que la pequeña expresión “camarada”, deja ver perfectamente cuáles son sus reales sentimientos. Hay que darse cuenta que en política hay que saber orientarse por detalles tan insignificantes, antes de que ocurran acontecimientos más importantes que serian la prueba irrefutable.
4. Rosmer, Naville, Girard y los otros en Francia; Landau en Alemania y Overstraeten en Bélgica, estaban de acuerdo con todos los “principios” de la oposición de izquierda. Pero en la práctica no estaban de acuerdo con nada. Rosmer, Naville[6] y los demás se opusieron sistemáticamente a las ideas de la oposición de izquierda, y a todas las tentativas que llevábamos a cabo para acercarlos al partido, al sindicato y a la organización internacional. Han impedido así el éxito de la oposición de izquierda.
La lucha contra ellos ha durado más de año y medio. En los diferentes países han apoyado a todo aquel que estuviese en desacuerdo con nosotros, construyendo paralelamente su propia fracción y paralizando nuestro trabajo. La ruptura con ese grupo, que estaba en desacuerdo con nosotros, ha sido inevitable,. y yo no he dudado ni un solo instante en consumarla, a pesar de que estaba íntimamente ligado a Rosmer por una amistad personal que duraba más de quince años. [*]
5. Los camaradas de la Oposición española, ¿conocen el proceso de la lucha contra Overstraeten, Urbahns, Landau, Rosmer, Naville y los demás? No me refiero exclusivamente a los dirigentes, sino a toda la organización en su conjunto. Si los españoles no han sido informados de esta lucha habría que considerar este hecho como extrema debilidad. No podemos formar verdaderos revolucionarios sin dar a los jóvenes comunistas la oportunidad de seguir día a día la elaboración de la política revolucionaria, no sólo en el seno de la Oposición española, sino en el conjunto de las secciones de la Oposición internacional. Esta es la única forma de adquirir experiencia, de forjar y consolidar su conciencia revolucionaria. De hecho esta es la tarea más importante del régimen democrático del partido que nos esforzamos por establecer.[7]
6. Al preguntar si los camaradas españoles están informados del curso de las luchas ideológicas internacionales, me veo obligado nuevamente a referirme a pequeños incidentes, que tienen gran importancia desde mi punto de vista, en calidad de síntomas. Después que Landau abandonase él mismo nuestras filas, después de que Rosmer hubiese desertado de nuestra organización, ustedes seguían citando a los dos como colaboradores de su revista (Comunismo).[8] ‘ Este hecho me ha sorprendido mucho. ¿Qué dirían ustedes si los periódicos de la Oposición francesa o alemana mencionaran a Gorkin entre sus colaboradores? Seria un gesto de poca consideración para con nuestros amigos españoles. He planteado esta cuestión a Lacroix y me ha contestado que no era m á s que un malentendido. Pueden ustedes estar seguros de que ni por un momento he intentado exagerar la importancia de este error. Sin embargo, he llegado a la conclusión de que nuestros amigos españoles no están aún lo suficientemente atentos a la vida de la Oposición internacional. Estarán ustedes de acuerdo en que de la misma forma que no se puede construir el socialismo en un sólo país, tampoco se puede llevar una política marxista en un solo país.
7. , Han aparecido otros detalles que me han hecho temer que este asunto sea más serio de lo que en un principio me había parecido. Está especialmente claro en la cuestión de la constitución del Secretariado internacional. Este problema no data de ayer. Es una larga historia. Sobre esto hay innumerables textos, escritos sobre todo por mí. Me siento una vez más obligado a preguntar si estos textos son conocidos por los camaradas españoles. ¿Han sido traducidos al español?
Es cierto que yo mismo he encontrado algunos camaradas en las filas de la oposición de izquierda, que hablan peyorativamente de las luchas internas, calificándolas de enredos y maniobras. Estos camaradas no han aprendido nada de la escuela de Marx y Lenin. Si queremos estar preparados para las grandes luchas, debemos permanecer inflexibles en todas las cuestiones de principio, incluso en las de menor importancia. Suele ocurrir que los camaradas que califican falsamente de maniobras a las luchas sobres los principios, son los mismos que demuestran sus aptitudes de maniobreros cuando se les molesta. La falta de interés por las cuestiones de principio, así como la susceptibilidad exagerada en los problemas personales, son las características de muchos de aquellos que han ido a caer en las filas de la oposición de izquierda por casualidad.
8. Sin ninguna duda, uno de estos personajes llegados por casualidad es el camarada Mill. Debido a la falta de camaradas que hablasen ruso en otros países, la Oposición rusa se vio obligada a recurrir a Mill, a quien conocía escasamente, para representarla oficialmente en el Secretariado internacional.[9] El camarada Mill aceptó este puesto. Yo mantenía una permanente correspondencia con el grueso volumen con todas las cartas que le he escrito. Las respuestas del camarada Mill me han demostrado no sólo que carece de la más elemental formación revolucionaria, que no comprende en absoluto el significado y la importancia de la organización, sino también que ni quiere ni puede llegar a aprender el ABC de la política comunista. Mill sabe repetir fácilmente las ideas generales sobre el socialismo en un solo país, pero cuando se trata de defender una línea política clara, cambia de postura bajo la influencia de una especie de temperamento irreprimible.
Durante muchos meses, el camarada Mill ha participado en la lucha contra Landau y Naville, y su dirigente Rosmer. Podría pensarse que Mill había comprendido el significado de esta lucha, que condujo a la ruptura con toda una serie de grupos y de personas.[10] Sin embargo esto no le ha impedido proponer por carta a Rosmer la formación de un bloque contra la dirección de la Ligue francesa y contra la Oposición rusa.[11] Si pretende juzgarse seriamente esta forma de actuar, sólo puede ponérsele un nombre: traición. Un hombre capaz de semejantes cambios políticos, no merece ser reconocido como revolucionario. Camaradas, ¿estáis de acuerdo o no?
Para ganar tiempo, mantuve la correspondencia con el Secretariado internacional en ruso, a través del camarada Mill. El camarada Mill ha engañado sistemáticamente al secretariado escondiendo las cartas que contenían propuestas, puntualizaciones y críticas que no le convenían, al tiempo que se apoyaba en determinados pasajes aislados de su contexto, que podía utilizar en contra del secretariado.
10. La Oposición rusa ha roto con Mill. La sección francesa ha considerado inadmisible su forma de actuar, la sección alemana le ha condenado enérgicamente, la sección belga ha condenado a Mill, y la italiano, por medio del camarada Souzo,[12] miembro del S.I. ha condenado el bloque Mill?Rosmer. ¿Está al corriente de esto la Oposición española?, ¿si o no? Espero que si. Entonces, ¿cómo se explica el hecho de que el comité central de la Oposición española haya propuesto al camarada Mill para representarla en el secretariado internacional?
Una actuación de este tipo, reviste el carácter de declaración de enemistad política con las secciones rusa, francesa, alemana, belga y otras secciones nacionales, cuyas decisiones sobre este punto sin duda no tardarán en producirse. Está claro que ustedes creen que tienen una divergencia seria con nosotros; tienen no sólo el derecho, sino el más estricto deber de expresarlo tanto en palabras como en actos. En ese caso deben expresarse clara y abiertamente.
11. Su apoyo al camarada Mill me parece inexplicable además por las siguientes razones: El camarada Mill escribió desde España dos cartas en las que colocaba en el mismo plano a la oposición de izquierda y a la de derecha, induciendo, de esta forma, a error, a toda la oposición de izquierda.[13] Es difícil de imaginar una confusión más escandalosa, sobre todo proviniendo de un secretario permanente. Cuando protesté por estas cartas, el camarada Mill me contestó que habla sido mal orientado por el camarada Nin. ¿No queda claro con. esto que Mill no ha hecho más que subrayar su total incapacidad para juzgar él mismo sobre las cuestiones políticas más elementales?
Yo propuse la redacción colectiva de un manifiesto internacional sobre la revolución española. A pesar de mi insistencia, el camarada Mill no ha movido un dedo a favor de esta importante tarea, ya que había concentrado toda su atención en la lucha fraccional y las maniobras de pasillo contra las más importantes secciones de la Oposición internacional. Estos son los hechos. ¿Cómo se puede explicar entonces la desconfianza que habéis demostrado respecto a las secciones francesa, rusa, alemana, belga y otras de la oposición de izquierda? Para hacer algo como esto, debéis tener serias divergencias de principio. Las nuestras las acabo de exponer, y no es la primera vez. Espero con el mayor interés y con toda mi atención vuestras consideraciones de principio.
12. Me conformaría solamente con hacer alusión a otro episodio. Habéis votado en contra de la entrada en el secretariado internacional del representante de la oposición rusa, el camarada Markine,[14] debido a que pertenece a la fracción Molinier?Frank, la misma que yo. Nosotros trabajamos en completa solidaridad con él. ¿Qué motivos tenéis para privar a la Oposición rusa de su representación en el secretariado internacional? Debéis tener razones de peso. Por favor, explicadlas. Les concederemos toda nuestra atención.
En su última carta, el camarada Lacroix me pidió que no insistiera sobre la cuestión del camarada francés M., con el cual había tenido la diferencia citada anteriormente. Estoy totalmente de acuerdo y creo que podemos dejar de lado los pequeños episodios de carácter personal que no tienen una significación política o de principio.
El camarada Lacroix dice en su carta que la conferencia internacional debe ser la que resuelva las cuestiones en discusión. Esto es cierto. Sin embargo, la conferencia internacional debe prepararse en todas las secciones nacionales por medio de la discusión de las diferencias políticas y organizativas. Debido a esto es por lo que me he dirigido a vosotros, queridos camaradas, a través de esta carta, de la que he enviado copia a las direcciones de todas las secciones nacionales. No dudo que gracias a la unión de todos nuestros recursos seremos capaces de resolver los malentendidos y de encontrar un lenguaje común con vosotros.
Saludos comunistas.
León Trotsky
Notas
[1] Esta carta fue llevada a Madrid por la delegación del S.I., International Bulletin de la C.L.A., nº 17, abril de 1933.
[2] Se trata de Raymond Molinier, y de sus promesas no llevadas a cabo de una ayuda financiera regular a El Soviet.
[3] Antiguo responsable del P.C. español, Julián García Gómez, llamado Gorkin, había sido excluido del P.C.F. por actividad fraccional (I’Humanité, 21 de diciembre de 1929). Traductor al español de la obra de Trotsky La revolución Desfigurada, se solidarizó con la Oposición de izquierda, comenzando a colaborar regularmente en La Vérité. Sin embargo, tardó en volver a España. Fue acusado de no plegarse a la disciplina de la Oposición, sobre todo en sus trabajos literarios. En junio de 1932 sería expulsado de la Oposición de izquierda. Se adhirió entonces a la agrupación autónoma de Madrid, después a la Federación comunista ibérica, creada alrededor de la Federación catalana.
[4] El S.A.P. había sido fundado durante una conferencia de la Oposición de izquierda del partido socialdemócrata alemán, el 4 de octubre de 1931.
[5] Otto Bauer era el principal dirigente y teórico del partido socialdemócrata austríaco y del “austro-marxismo”.
[6] Esta enumeración contiene algunos datos sorprendentes. La primera alusión a “Naville” puede referirse a Pierre Naville, que se había aliado con Rosmer en contra de Molinier, en el seno de la Ligue. “Girard” puede referirse a “Gérard”, Francis Gérard, seudónimo de Gérard Rosenthal, ligado a Pierre Naville durante todo este período. Sin embargo, la segunda alusión no puede referirse más que a su hermano, Claude Naville, el cual había roto efectivamente con la Ligue en abril de 1931, para pasar a formar la Gauche Communiste, que publicaba el boletín El Communiste, que se reclamaba de Rosmer, hasta el punto de que normalmente se le llamaba “el grupo Rosmer”.
[*] En junio de 1931, la,Gauche Communiste había tomado contacto con Kurt Landau, por medio de Etcheberri, introducido por Rosmer. Sin embargo, él no pertenecía formalmente al grupo. La Gauche Communiste mantenía relaciones amistosas con la Federación de Charleroi y el grupo griego Spartacus. Paul le Pape (Dániel Lévine), uno de sus dirigentes, colaboraba de vez en cuando en el Rouge et Noir de Van Overstraeten y en La Batalla. Entre abril y junio de 1932, Landau y Etcheberri propusieron a la Gauche Communiste la unificación de los grupos oposicionistas que estaban en contra de Trotsky. Pero las conversaciones no llegaron a terminarse, ya que Daniel Lévine obtuvo de Trotsky la seguridad de que no se trataba de construir un “nuevo partido” como, según creía, lo deseaba Reymond Molinier. En esta época, Claude Naville acompañó a Landau a Berlín para intentar convencer a los alemanes de la “oposición de Wedding” de unirse a escala internacional. (Carta de Paul le Pape, 27 de noviembre de 1972.)
[7] Lacroix, en nombre del C.E. español, había respondido a este reproche de Trotsky en una carta del 17 de enero de 1932, reconociendo que la Oposición española “no había tomado parte activa” en el debate internacional, invocando la represión y el trabajo práctico. Escribió: “No se nos puede criticar por no haber prestado una especial atención a los problemas internacionales de nuestra organización, incluso ahora no podemos intervenir en todas estas cuestiones; nuestro trabajo exige una actividad completa y, si queremos aprovechar las actuales circunstancias para construir una verdadera Oposición de izquierda, no tenemos ni un minuto que perder. (Archivos Vercecken.)
[8] Comunismo, n.º 4, septiembre de 1931.
[9] Mill había nacido en Ucrania, cerca de Millerovo, el pueblo natal de Trotsky.
[10] Emigrado en principio en Palestina, había llegado a Francia y a través de la Ligue communiste, junto con otros militantes del “grupo de lengua judía” llamado corrientemente “grupo judío”. Fue la alianza con el “grupo judío” la que le permitió a Molinier y Frank, tomar la dirección de la Ligue, apartando a Rosmer y P. Naville.
[11] El 18 de agosto de 1931, Mill había dactilografiado una carta a Rosmer, en nombre del “comité del grupo judío” en la que decía fundamentalmente: “Es urgente e indispensable su intervención directa para que la Ligue salga del “impasse” a la que le ha llevado la dirección Molinier?Frank; para unir todas las fuerzas oposicionistas de Francia sobre la base de la experiencia de la Oposición francesa e internacional y para instaurar un régimen sano en nuestra organización. Hemos decidido hacer todo lo posible y apoyar toda iniciativa que puede actuar en el sentido de la regeneración de la Ligue francesa y de su periódico, La Verité”. (Boletín interno de la Ligue, nº 4, 193l.) Señalemos en este mismo número, aparte de la respuesta de Molinier y Frank a este texto, una carta de Roman Well, uno de los hermanos Sobolevicius, del que en esta época se ignoraba que era uno de los principales agentes de la G.P.U. infiltrado en las filas de la Oposición de izquierda: “¡No podemos permitir que se desgarren las fuerzas de la Oposición internacional dé izquierda a causa de seguir ocupándonos de estériles suciedades personales!” Fue, sin duda, bajo la presión de estos dos agentes ?según Frank, bajo la amenaza de chantaje sobre su familia que aún permanecía en la U.R.S.S.- cómo Mill comenzó a flaquear políticamente hasta el punto de empezar a negociar su vuelta a la U.R.S.S. a cambio de una parte de los archivos de Trotsky. Pero el proyecto fue descubierto. Mientras un grupo de responsables ?Molinier y Naville? retenían a Mill en su casa, Frank iba a recuperar los documentos, que aún no habían sido enviados. Desenmascarado por los trotskistas, y, por añadidura, en situación ilegal en Francia, Mill volvió a Rusia, donde se perdió su rastro (los colaboradores de Trotsky buscaron en vano su foto para comprobar si no era uno de los acusados-comparsa del Proceso de Moscú). Seguramente no era un agente de la talla de Sobolevicius, sino un ser débil e influenciable que se desmoralizó rápidamente al ocupar un puesto para el que nadie le había instruido. En la prensa de la Oposición (La Vérité, 6 de octubre de 1932) apareció una nota redactada por Trotsky, firmada Gourov, desenmascarando a Mill como “agente estalinista”.
[12] Seudónimo de Alfonso Leonetti, miembro de S.I.
[13] Alusión a las cartas de España firmadas J. Obin y Mill, publicadas en 1931 en La Vérité
[14] Markine,, nombre de un marinero al cual rinde Trotsky un emocionado homenaje en Mi Vida, era el seudónimo de León Sedov, hijo y colaborador de Trotsky, editor del Boletín ruso. En una carta al S.I. y a Trotsky, Lacroix, en nombre del C.E. español, había pedido que la Oposición española fuese representada en el S.I. por Mill (archivos Vereecken). Para Trotsky, si los españoles sostenían a Mill, era contra Sedov. Cuarenta años más tarde, J. Andrade, en el prefacio a los escritos de Nin “Los problemas de la revolución española”, p. 21, dice: “La composición del secretariado internacional, en el que dominaba la Oposición rusa, que prácticamente no existía, había provocado siempre nuestras reservas”.
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Los deberes de la Oposición Española[1]
(Carta a la Conferencia de la Oposición de Izquierda española, 7 marzo 1932)
Queridos camaradas:
La propia convocatoria de la conferencia de la oposición de izquierda española constituye por sí misma un éxito indudable, del que os felicito sinceramente.
Lamento profundamente que las circunstancias os hayan impedido publicar a tiempo los proyectos de las resoluciones, y de dar así a los camaradas extranjeros la ocasión de participar en la discusión antes de la conferencia. Es por ello que, no teniendo la posibilidad de expresar más concretamente mis puntos de vista sobre las cuestiones que están en el orden del día para vosotros, me limitaré aquí a algunas breves anotaciones. Es perfectamente posible que su carácter elemental las haga superfluas. Sería el primero en alegrarme.
1. Me parece en primer lugar que, en los informes de las regiones, hay que precisar el lugar que los bolcheviques leninistas ocupan en el seno de las acciones y los combates auténticos de la clase obrera española. Es la cuestión central. Un grupo político que se mantuviera al margen del movimiento real y se consagrase a criticar a posteriori seria rechazado por la clase obrera. No dudo ni por un momento de que la mayoría de los bolcheviques-leninistas de las diferentes regiones hayan tomado parte en todos los movimientos de masas, incluso cuando no los consideraban como conformes a sus propios objetivos. Un revolucionario no critica desde fuera, sino desde el corazón mismo del movimiento. El 9 de junio de 1905, los bolcheviques marcharon con los obreros contra el zar para dirigir la propaganda republicana amplificando su éxito.
Es dudoso que sobre esta cuestión fundamental tengamos entre nosotros la menor divergencia. Sin embargo si planteo esta cuestión, es porque la experiencia de los otros países ha mostrado que ciertos elementos aislados están dispuestos a ligarse a la oposición de izquierda, elementos que, bajo el pretexto de una “critica marxista”, en realidad se escabullen ante la lucha revolucionaria. A los ojos de esos señores, el movimiento revolucionario no es nunca suficientemente “consciente”. “maduro” y “noble” como para que ellos vayan a bajar a la calle con los obreros. Llegado el momento, deberemos depurar nuestras organizaciones, de las gentes que, en el momento crucial de la lucha, tienen tendencia a contemplar atentamente su ombligo.
Es por ello que aconsejo, en relación con el trabajo crítico de la Oposición, que en los informes de las regiones sea precisada su participación directa en la lucha. Un informe concreto sobre ello sería muy útil para toda nuestra prensa internacional.[2]
2. Otra cuestión sobre la que me gustaría llamar vuestra atención atañe al carácter internacional de nuestro trabajo. Los oportunistas como Maurin y sus émulos de Madrid[3], han construido toda su política sobre las particularidades nacionales. Ignorarlas sería evidentemente la mayor estupidez. Pero, más allá de estas peculiaridades, debemos saber descubrir las fuerzas que explican los desarrollos internacionales, comprender que las particularidades nacionales dependen de la relación de fuerzas mundial. La enorme ventaja del marxismo y por consecuencia de la oposición de izquierda consiste en su aptitud para resolver en el plano internacional los problemas y las particularidades nacionales.
Para nuestra joven organización, es una tarea importante seguir con cuidado el trabajo de las demás secciones de la oposición de izquierda internacional, a fin de llevar a cabo siempre su trabajo conforme a los intereses del conjunto. Sin criterios internacionales, sin lazos internacionales regulares, sin control sobre el trabajo de una sección nacional, es imposible en nuestra época la formación de una verdadera organización revolucionaria proletaria.[4]
3. Alemania está ahora en el centro de la situación mundial. No dudo que vuestra conferencia consagrará toda la atención necesaria a los problemas candentes de la revolución alemana. Es una cuestión de una importancia inmensa y de una candente actualidad para la Oposición española. Cuanto más claramente planteen los bolcheviques-leninistas los problemas de la revolución española y los resuelvan,[5] tanto más aplastante será el golpe que asestarán así al centrismo burocrático, y con mayor rapidez concentrará hacia ellos las simpatías y el apoyo de los obreros avanzados de España.
Limitándome a estas breves anotaciones, deseo de todo corazón el éxito de vuestra conferencia. ¡Adelante! Tenemos ante nosotros tareas inmensas y luchas difíciles. ¡Ojalá vuestra conferencia forje las armas decisivas para estas luchas!
Saludos comunistas.
L. Trotsky
Notas
[1] B.I. sin fecha de la C.L.A., 1932. La carta precedente, dirigida al Comité Central, no estaba destinada a ser conocida por los delegados. Ésta, datada del mismo día, constituía su mensaje a leer en el congreso: formula las mismas críticas, pero bajo una forma más diplomática.
[2] Trotsky reprochaba a Nin, y, de forma general, a los dirigentes de la oposición de izquierda en España, el ser “comentaristas” de la lucha de clases, y a sus informes, de nunca mencionar su propia intervención en las huelgas y demás acciones obreras. Recordemos que en el mes de enero precedente, había estallado, bajo el impulso de, los grupos activistas de la F.A.I., una huelga general en la cuenca minera del Alto Llobregat, que había revestido un carácter insurreccional y se había transformado rápidamente en una ola de agitación en toda Cataluña.
[3] La agrupación comunista autónoma de Madrid, dislocada el año anterior como consecuencia de la adhesión de una parte de sus animadores al P.C. oficial, estaba renaciendo bajo el impulso de Luis Portela y de Julián Gorkin, políticamente próximos a Maurin, al que se unirían pronto gracias a la ampliación de la federación comunista catalano-balear en federación comunista ibérica
[4] Esta afirmación constituye una crítica velada contra el “aislacionismo” de la sección española
[5] Durante todo este período, Comunismo concede a los problemas alemanes un amplio espacio, publicando con regularidad los escritos esenciales de Trotsky sobre esta cuestión.
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Unir teoría y práctica[1]
(A los editores del periódico para los jóvenes de la oposición de izquierda española, 13 junio 1932)
Queridos camaradas:
Me he enterado con alegría que emprendéis la publicación de vuestro propio periódico.[2] Una tendencia revolucionaria que nos educa a la juventud, aborta. En el mundo actual, el comunismo es la única tarea de gran amplitud que exige varias generaciones para su completa realización. La revolución proletaria exige continuidad. Asegurar esta continuidad es la misión de la juventud, es decir, vuestra misión. El marxismo muestra cómo hay que hacerlo.
La fuerza del marxismo reside en la unidad de la teoría científica y de la lucha revolucionaria. Sobre estos dos raíles debería avanzar la educación de la juventud comunista. El estudio del marxismo fuera de la lucha revolucionaria puede hacer ratas de biblioteca, no revolucionarios. La participación en la lucha revolucionaria sin el estudio del marxismo conlleva inevitablemente riesgo, incertidumbre y semiceguera. Estudiar el marxismo como marxista no es posible sino participando en la vida y en la lucha de la clase; la teoría revolucionaria es verificada por la práctica, y la práctica es verificada por la teoría. Sólo las verdades del marxismo que han sido adquiridas en la lucha penetran en el alma y la sangre.
Una carta de la Unión Soviética que he recibido hace algunos días afirma que a pesar de las persecuciones monstruosas, los arrestos y deportaciones, nuevas organizaciones y nuevos grupos de oposición de izquierda (bolcheviques-leninistas) se han formado en todos los centros industriales, particularmente en el seno de la juventud. Ninguna represión puede romper la continuidad revolucionaria mientras esta última se apoye sobre la teoría revolucionaria.
Espero con todo corazón que vuestro periódico cumplirá la tarea que le es propia: unificar teoría y práctica. No será fácil. Cometeréis errores; pero también nosotros, los viejos, que tenemos cierta experiencia revolucionaria, cometemos muy a menudo errores, más a menudo de lo que haría falta. Aprenderéis a través de vuestros errores. El segundo y el tercer paso serán más firmes que el primero.
Saludo calurosamente a los jóvenes comunistas proletarios de España en nombre de los miles, y miles de nuestros camaradas de ideas, los bolcheviques-leninistas, que llevan la lucha en las fabricas y las minas y están dispersos en las prisiones y los campos de exilio de la burocracia estalinista.
Vuestro afectísimo,
L. D. Trotsky
Notas
[1] T. 3397. Publicado en el nº 1 de Joven Espartaco.
[2] La 3ª conferencia había decidido, a instancia de las otras secciones de la Oposición Internacional, hacer un esfuerzo particular en dirección a la juventud, y particularmente de los militantes de las JJ.CC. Jóvenes militantes, a los que dirigía Ernesto Tojo, habían recibido la misión de publicar un periódico con este fin: Joven Espartaco. La tentativa debía ser por otra parte de corta duración, ya que, algunos meses después, Ernesto Tojo se lanzaba al lado de Lacroix a una actividad fraccional, que financiarán, de una manera paradójica, los fondos recogidos para la acción “jóvenes”.
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Para una discusón abierta en España[1]
(Carta a Andrés Nin, 13 junio 1932)
[Vuestra carta del 7 de junio[2] contenía una serie de malentendidos extraños:
1. Si algunas de vuestras cartas abordando ciertas cuestiones políticas a las que no he respondido se han extraviado, había simplemente que volver a plantear estas cuestiones, en lugar de perder el tiempo en consideraciones generales sobre el interés de una correspondencia entre nosotros. Ahora, repito mi propuesta: enumérese, por favor, estas cuestiones sobre las que no ha tenido respuesta mía; me impondré el responderle inmediatamente, como lo he hecho siempre en el pasado.
2. Escribe usted que me rehúso a ayudar a la Oposición española. No puedo responderle más que por un alzamiento de hombros. Le envío todos mis trabajos, cartas circulares, etc., es decir, todos los documentos que envío a todas las secciones nacionales. Ninguna me acusa de rehusarle mi apoyo. ¿Quizá quiere usted decir que en este momento, no me ocupo particularmente de los españoles? Es cierto, pero se explica por razones políticas objetivas. En el desarrollo de la revolución española, no veo, sobre el terreno, principios ni problemas nuevos. Durante estos últimos meses se han planteado en la U.R.S.S., en Alemania, en Oriente, problemas siempre nuevos, de una gravedad inmensa.[3]Al repartir mi tiempo de trabajo, me dejo guiar por las ideas políticas. Todos los manuscritos consagrados a los asuntos alemanes se los he enviado al mismo tiempo que los enviaba a Alemania. Pienso que los problemas alemanes tocan de tan cerca a los camaradas españoles como los problemas españoles.
3. Finalmente, usted me escribe que yo le he dejado de “ayudar” después de que hayamos divergido de opinión sobre diferentes cuestiones y diferentes camaradas. Todo tiene límites, camarada Nin. ¿Así, Vd. cree que la apreciación que tengo sobre tal o cual camarada puede obligarme a modificar mis relaciones políticas con una organización revolucionaria? ¿Y a pesar de ello Vd. insiste en nuestra correspondencia, y afirma que es “muy útil”? En todo esto no entiendo absolutamente nada.
4. Repite una vez más que no tenemos entre nosotros divergencias políticas. Estaría contento de que fuese así. Pero, ya antes del incidente con los camaradas franceses que desde hace mucho ha perdido toda significación, le habla escrito que sus cartas tenían un carácter puramente diplomático. Vd. se limita a abstracciones, banalidades, y no ha respondido nunca a mis preguntas políticas concretas. Si hojea las cartas que le he dirigido ?conservo una serie completa de copias? se persuadirá sin esfuerzo que cada vez se puede descubrir, bajo un acuerdo formal, un desacuerdo esencial. Es por ello que pienso que mi ayuda a la Oposición española hubiera sido más eficaz si, sobre esas cuestiones en litigio, hubiéramos intercambiado nuestras opiniones, no por cartas personales, que quedaban sin resultado práctico, como todo lo que ha pasado me ha convencido, sino por cartas, públicas o semipúblicas, por ejemplo en el Boletín español, a fin de que los camaradas españoles pudieran tomar parte en la elaboración colectiva de nuestra opinión sobre todas las cuestiones en litigio. Pienso que se puede y debe someter a una discusión de principio seria toda una serie de estas cuestiones, tanto españolas como internacionales, sin disimularse detrás de las simpatías o antipatías personales, porque creo que tal método, no sólo no es justo, sino que es inadmisible en los medios revolucionarios, sobretodo entre marxistas.[4]]
Notas
[1] Carta a Nin, 13 junio 1932. Nuestra documentación presenta para este periodo lagunas evidentes. Está claro que inmediatamente después de la 3.ª, Conferencia de la Oposición española tuvo lugar un intercambio de correspondencia, en marzo precedente, pero ni Trotsky ni Andrés Nin publicaron extractos.
[2] La carta de Nin fechada el 7 de junio respondía a una carta de Trotsky, fechada el 29 de mayo, de la que ni siquiera tenemos extractos. Nín decía: “Su carta del 29 de mayo me ha sorprendido enormemente por su tono y contenido. Había hecho una tentativa sincera por retomar una correspondencia cuya utilidad para nuestro movimiento -cada día más importante- sería indudable. No he encontrado en Vd. la misma buena voluntad ( .). Su colaboración directa nos es preciosa, pero, incluso sin ella -ya que la rehusa Vd.- consagramos hasta el presente todas nuestras energías a la tarea de crear, en España, una fuerza comunista de izquierda”.
[3] En enero se ha desarrollado en la U.R.S.S. la 12ª Conferencia: las consecuencias de la colectivización forzada provocan fuertes alborotos en el aparato, en el que Riutin se esfuerza por reunir los residuos de las viejas oposiciones. La crisis se agrava en Alemania, donde se cuentan más de doce millones de parados, el progreso, del nazismo se afirma, Hindenburg, elegido presidente de la República, acaba de llamar a la Cancillería a von Papen, que forma el ministerio “de los barones”.
[4] Trotsky responde aquí directamente a una frase de la carta de Nin del 7 de junio: “Quiero señalar una vez más que no hay entre nosotros divergencias políticas y que es muy lamentable que, el que no compartamos su opinión sobre un militante (¿militante?) francés haya determinado una ruptura real cuya responsabilidad cae enteramente sobre Vd.”
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‘Kornilov’ y los estalinistas en España[1]
(20 septiembre 1932)
Como en el pasado, Pravda se calla sobre Alemania. Pero, para compensar, ha insertado el 9 de septiembre un articulo sobre España, instructivo al más alto grado. Cierto que no arroja más que una luz indirecta sobre la revolución española, pero en revancha aclara de forma luminosa las convulsiones políticas de la burocracia estalinista.
Este artículo dice: “Después de la derrota de la huelga general de enero, los trotskystas (aquí, la sucesión de los insultos de ritual L.T.) afirmaron que la revolución estaba vencida, y que había llegado el período de los fracasos.” ¿Es cierto? Si hay en España revolucionarios que, en enero de este año, se preparaban para enterrar la revolución, no tienen ni pueden tener nada en común con la oposición de izquierda. Un revolucionario no puede reconocer que la revolución ha terminado más que cuando los índices objetivos no dejan ya duda. Sólo lamentables impresionistas, y no bolcheviques-leninistas, pueden emitir pronósticos pesimistas sobre la única base del enfriamiento de los espíritus.[2]
En nuestro folleto La revolución española y los peligros que la amenazan hemos examinado la cuestión de la línea del desarrollo general de la revolución española y de sus posibles ritmos. La revolución rusa de 1917 tardó ocho meses en alcanzar su punto culminante. Pero no es obligatorio que la revolución española tenga lugar en tal plazo. La Gran Revolución francesa dio el poder a los jacobinos sólo al cabo de cuatro años. Una de las causas de la lentitud del desarrollo de la revolución francesa residía en que el propio partido jacobino se había constituido en el fuego de los acontecimientos. Son las mismas condiciones que en España: cuando la revolución republicana, el partido comunista estaba aún en mantillas. Por esta razón, entre otras, pensamos que la revolución española iba probablemente a desarrollarse a un ritmo lento a través de toda una serie de etapas, comprendida la etapa parlamentaria.
Recordábamos entonces que la órbita de la revolución conlleva altos y bajos. El arte de la dirección consiste, dicho sea de paso, en no lanzar la ofensiva en el momento en que la ola retrocede, y a no batirse en retirada en el momento del ascenso. Y para ello ante todo es necesario no confundir las oscilaciones de la “coyuntura ” `particular con la órbita fundamental.
Después de la derrota de la huelga general de enero, era evidente que nos encontrábamos ante un reflujo temporal de la revolución en España. Sólo charlatanes y aventureros. pueden ignorar el reflujo. Pero hablar de liquidación de la revolución a propósito de un retroceso temporal, sólo pueden hacerlo cobardes y desertores. Los revolucionarios abandonan los últimos el campo de batalla. Quien entierra una revolución viva merece el pelotón de ejecución.
El retroceso y el estancamiento temporal de la revolución han dado un impulso a la contrarrevolución. Después de una derrota en una gran batalla, las masas se repliegan, se calman. Una dirección insuficientemente templada tiene a menudo tendencia a exagerar la amplitud de la derrota. Todo esta anima al ala extremista de la contrarrevolución. Tal es el mecanismo político de la tentativa monárquica del general Sanjurjo. Pero precisamente tal intervención en la arena del más mortal enemigo del pueblo despierta a la masa como un latigazo. No es raro que, en un caso semejante, la dirección revolucionaria sea cogida desprevenida.
“La rapidez y la facilidad con las que ha sido liquidada la tentativa. del general,[3] escribe Pravda, demuestran que las fuerzas de la revolución no están rotas. El ascenso revolucionario ha recibido un nuevo impulso de los acontecimientos del 10 de agosto.” Es completamente justo. Incluso se puede decir que es el único pasaje acertado de todo el artículo.
¿Se vio el partido comunista oficial cogido desprevenido por los acontecimientos? Si no se cree más que el testimonio de Pravda, se está obligado a responder afirmativamente. El artículo está titulado: “Los obreros derrotan al general.” Es bien evidente que, sin su intervención revolucionaria contra el golpe de estado monárquico, hubiera sido Zamora y no Sanjurjo quien hubiera estado obligado a marcharse al exilio. En otros términos, al precio de su heroísmo y de su sangre, los obreros han ayudado a la burguesía republicana a conservar el poder. Fingiendo no darse cuenta, Pravda escribe: “El partido comunista conducía la lucha ( ) contra el golpe de estado de derecha de tal manera que no dio ni siquiera la sombra de un apoyo al gobierno contrarrevolucionario actual.” Lo que intenta hacer el partido comunista es un problema; pero por el momento se trata sólo del resultado de sus esfuerzos. El ala de los propietarios monárquicos ha intentado derrocar al ala republicana, aunque los republicanos hayan hecho todo lo posible por no discutir con ellos. Pero el proletariado ha entrado en la escena. “Los obreros derrotan al general.” Los monárquicos parten para el exilio y la burguesía republicana conserva el poder. ¿Cómo, en presencia de tales hechos, se puede pretender que el partido comunista no ha dado “la sombra de un apoyo al gobierno contrarrevolucionario actual”?
¿Se deduce de lo dicho anteriormente que el partido comunista debía lavarse las manos en el conflicto entre los monárquicos y la burguesía republicana? Tal política hubiera sido un suicidio, como lo demostró la experiencia de los comunistas búlgaros en 1924.[4] Interviniendo en un combate decisivo contra los monárquicos, los obreros españoles no podían rehusarse a ayudar momentáneamente a su enemigo, la burguesía republicana, más que en el caso en que hubieran sido suficientemente fuertes como para tomar ellos mismos el poder. En agosto de 1917, los bolcheviques eran mucho más fuertes que los comunistas españoles en agosto de 1932. Pero tampoco ellos tenían la posibilidad de conquistar por su propia cuenta el poder en el curso de la lucha contra Kornilov. Gracias a la victoria de los obreros sobre los kornilovistas, el gobierno de Kerensky duró dos meses más. Recordaremos una vez mas que batallones de marineros bolcheviques aseguraban contra Kornilov la guardia del palacio de invierno de Kerensky.
El proletariado español se ha mostrado suficientemente fuerte para vencer el levantamiento de los generales, pero demasiado débil para tomar el poder. En estas condiciones, la heroica lucha de los obreros no podía no reforzar -provisionalmente por lo menos- al gobierno republicano. Sólo los sujetos sin nada en la sesera, que sustituyen el análisis por frases estereotipadas, pueden negarlo.
La desgracia de la burocracia estalinista es que no ve mejor en España que en Alemania las contradicciones reales que existen en el interior del campo enemigo, es decir, las clases vivas y su conflicto. El “fascista” primo de Rivera es reemplazado por el “fascista” Zamora, aliado a los “socialfascistas” No es de extrañar que con tales teorías la intervención de las masas en el conflicto entre los monárquicos y los republicanos hayan cogido a los estalinistas de imprevisto. Reaccionando según su justo instinto, las masas se lanzaron a la lucha, arrastrando con ellas a los comunistas. Después de la victoria de los obreros sobre los generales, Pravda se ha puesto a amontonar los restos de su teoría para volver a pegar sus pedazos, como si no hubiera pasado nada. Esa es la significación esencial de la estúpida fanfarronada según la cual el partido comunista no habría dado, parece, “la sombra de un apoyo” al gobierno burgués.
En realidad, no sólo el partido comunista ha dado al gobierno un apoyo objetivo,[5] sino, como se puede uno dar cuenta leyendo este mismo artículo, no ha sido capaz de diferenciarse subjetivamente de él. En efecto, leemos: “No se ha conseguido en todas las células ni en todas las organizaciones provinciales mostrar suficientemente el rostro del partido comunista y oponerse a las maniobras de los socialfascistas y de los republicanos, demostrando así que el partido lucha no sólo contra los monárquicos, sino también contra el gobierno “republicano” que encubre a los monárquicos”. Toda la literatura estalinista permite comprender lo que eventualmente significan expresiones como “no en todas las células”P “no en todas las organizaciones”. Están ahí para disimular la cobardía del proceso del pensamiento. Cuando, el 15 de febrero, Stalin admitió por primera vez que el kulak no era una invención de la oposición de izquierda, escribió en Pravda: “En algunos distritos, en algunas provincias”, el kulak ha levantado la cabeza. Puesto que los errores sólo son debidos a los ejecutores, no pueden evidentemente aparecer más que en la suma de sus grupos en las diferentes provincias.
En realidad, si se limpia de la mentalidad de trampeo burocrático que la impregna, la cita que acabamos de reproducir significa que, en la lucha contra los monárquicos, el partido no supo “mostrar su rostro”. No supo oponerse a los “social-fascistas” y a los republicanos. En otros términos, no sólo el partido ha dado un apoyo militar temporal al gobierno burgués y socialdemócrata, sino que además no ha sabido reforzarse a su costa en el curso de la, lucha.
La debilidad del partido comunista -que es el resultado de la política de los epígonos de la Internacional comunista- no ha permitido al proletariado adelantar la mano hacia el poder el 10 de agosto de 1932. Al mismo tiempo, se, ha visto obligado a tomar parte, y ha participado en. la lucha en calidad de ala izquierda del frente general temporal en cuya ala derecha se encontraba la burguesía republicana. La coalición en el poder, ella si, no olvidó ni por un instante mostrar su propia “cara”, frenando la lucha, maniatando a las masas, e, inmediatamente después de la victoria sobre los generales, ha pasado a la lucha contra los comunistas. Por lo que se refiere a los estalinistas españoles, si se cree el testimonio de los estalinistas rusos, no han sido capaces de demostrar que “el partido lucha no sólo contra los monárquicos, sino también contra el gobierno “republicano”.[6]
Ahí está el nudo de la cuestión. En vísperas de estos acontecimientos, el partido embadurnaba a todos los enemigos con el mismo negro de humo. En el paroxismo de la lucha, él mismo se ha pintarrajeado con los colores del enemigo y temporalmente perdido en el frente de los republicanos y socialdemócratas. Sólo puede extrañarse de ello quien no ha comprendido el origen del centrismo burocrático. En teoría (si está permitido emplear aquí esta palabra) se asegura contra las desviaciones oportunistas rechazando de forma general efectuar cualquier diferenciación política o de clase: Hoover, Papen, Vandervelde, Gandhi, Racovsky[7] todos son “contrarrevolucionarios”, “fascistas”, “agentes del imperialismo”. Pero todo vuelco brusco en el curso de los acontecimientos, todo nuevo peligro, obliga en la práctica a los estalinistas a luchar contra uno de estos enemigos y a arrodillarse ante los otros “contrarrevolucionarios” o “fascistas”.
Ante el peligro de guerra, los estalinistas votan en Amsterdam[8] una resolución diplomática, prudente e inconsistente, del general von Schoenaich, de los francmasones franceses y del burgués hindú Patel para quien Gandhi encarna el summum del ideal. En el Reichstag alemán, los comunistas declaran súbitamente que están dispuestos a votar por el presidente “socialfascista”, a fin de impedir la elección de un presidente nacional-socialista, es decir que se colocan completamente en el terreno del “mal menor”. En España, en el minuto del peligro, se muestran incapaces de oponerse a la burguesía republicana. ¿No es evidente que nos enfrentamos aquí, no a faltas ocasionales, sino al vicio orgánico del centrismo burocrático?
La intervención de las masas obreras en el conflicto entre los dos campos de explotadores ha dado un serio impulso a la revolución española. El gobierno Azaña se ha visto obligado a decretar la confiscación de las tierras de la nobleza española, medida de la que, algunas semanas antes, estaba tan alejado como de la Vía láctea[9]. Si el partido comunista hubiera notado las diferencias entre las clases reales y sus grupos politices, si hubiera previsto el curso real de los acontecimientos, si hubiera criticado y desenmascarado a sus enemigos sobre la base de sus faltas y de sus crímenes reales, entonces las masas habrían visto en la nueva reforma agraria del gobierno Azaña el resultado de la política del partido comunista y se habrían dicho: “Hay que marchar adelante con más energía bajo su dirección.”
Si el partido comunista alemán se comprometía clara y firmemente en el camino del frente único al que le llama el conjunto de la situación, y si criticara a los social-demócratas, no por su “fascismo”, sino por su debilidad, sus dudas, su cobardía en la lucha contra el bonapartismo y el fascismo, entonces las masas aprenderían algo a través de la lucha en común y a través estas criticas, y se alinearían más claramente detrás del partido comunista.
Con la política actual de la Internacional comunista, las masas se convencen a cada nuevo giro de la situación, no sólo de que sus enemigos y adversarios de clase no hacen lo que los comunistas habían predicho que harían, sino además que en el instante decisivo el propio partido comunista da la espalda a todo lo que él mismo había enseñado. Es por lo que la confianza en el partido comunista no aumenta. Es por lo que también aparece en parte el riesgo de que la reforma agraria “a medias” de Azaña no aproveche más que a la burguesía, y no al proletariado.
En condiciones favorables, excepcionalmente propicias, la clase obrera puede vencer a pesar de una mala dirección. Pero condiciones particularmente favorables no se encuentran más que raramente. El proletariado debe aprender a vencer en condiciones poco favorables. Además, como lo atestigua la experiencia de todos los países y la de cada mes lo confirma, la dirección de la burocracia estalinista impide al comunismo utilizar estas condiciones favorables, reforzar sus filas, maniobrar tomando la iniciativa, distinguir entre los grupos enemigos o semienemigos y las fuerzas aliadas. En otros términos, la burocracia estalinista se ha convertido en el freno interno más poderoso en el camino de la victoria de la revolución proletaria.
Prinkipo, 20 septiembre 1922
Notas
[1] T. 3452, B.O., n.º 31 noviembre 1932, p. 25-28. Comunismo n.º 19, diciembre 1932, p. 11-14. Este artículo, fechado el 20 de septiembre de 1932, está escrito un mes y medio después del fracaso del pronunciamiento del general Sanjurjo, el antiguo jefe de la guardia civil bajo la monarquía, en Sevilla el 10 de agosto. Kornilov era el jefe militar que había intentado en septiembre. de 1917 derrocar por la fuerza el gobierno provisional de Kerensky, y cuya tentativa había sido rota por los trabajadores, en cuya primera fila estaba el partido bolchevique.
[2] Nada en los artículos de Comunismo da un fundamento a las afirmaciones de Pravda. Todos los militantes habían podido, sin embargo, constatar un reflujo del movimiento después de la derrota de la huelga general de enero en Cataluña. Comparar este párrafo del articulo de Trostky con la carta a Andrés Nin fechada el 14 de noviembre (ver cap. siguiente) es interesante: ¿no se pregunta Trotsky si, efectivamente, Nin está reaccionando como un “lamentable impresionista”?
[3] Los trabajadores de Sevilla, a iniciativa de la C.N.T., habían respondido inmediatamente con la huelga general a la proclamación por el general Sanjurjo del estado de guerra; hubo algunos combates en Sevilla y manifestaciones en Madrid
[4] En 1923, a los comunistas búlgaros les había parecido que debían permanecer neutros cuando la derecha, bajo Tsankov, desencadenó un golpe de estado contra el gobierno del líder campesino Stambulisky; algunos meses después, el gobierno Tsankov había liquidado al P.C. búlgaro.
[5] La dirección del P.C. español había lanzado la consigna de “Defensa de la República”. La Internacional comunista iba a condenar esta actitud como “oportunistas”.
[6] Los principales dirigentes del P.C. español, el secretario general José Bullejos, Victor Adame, Trilla y Vega, iban a servir de chivos expiatorios por estas desviaciones “sectario-oportunistas”. Excluidos del buró político el 19 de agosto, lo serían del partido durante una reunión del ejecutivo. El equipo de José Díaz y Dolores Ibárruri (La Pasionaria) era entronizado en su lugar.
[7] Hoover es. el presidente “republicano” de los Estados Unidos, von Papen el canciller del Reich, representante de la nobleza y de la gran industria, antecesor del nazismo, Vandervalde el jefe del partido obrero belga, Gandhi el apóstol del nacionalismo hindú y Christian Racovsky el principal representante, en la U.R.S.S. donde está deportado, de la oposición de izquierda.
[8] La idea de un “Congreso mundial contra la guerra” había sido lanzada el 26 de junio de 1932 por un llamamiento de Henri Barbusse y Romain Rolland. El “comité de iniciativa” constituido por su organización reunía a intelectuales mundialmente conocidos, como Máximo Gorki, Eínstein, Henrich Mann y John Dos Passos. El congreso se habla celebrado en agosto en Amsterdam, con el apoyo activo del aparato de la I.C. y había adoptado posiciones claramente “pacifistas”.
[9] El historiador Gabriel Jackson escribe a este respecto: “El levantamiento de Sanjurjo renovó los impulsos jacobinos y revolucionarios en las Cortes y proporcionó una justificación para la confiscación de vastos dominios pertenecientes a los grandes de España, clase social y moralmente comprometida en el pronunciamiento derrotado”. (La república española y la guerra civil, p. 79.)
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Ruptura personal
(Cartas a Andrés Nin)
20 septiembre 1932
[Hace algunas semanas le escribí pidiéndole que me dijese las cuestiones precisas que Vd. había planteado en las cartas suyas que yo no recibí. A esta última carta, no he recibido respuesta. Fue expedida certificada, de la misma forma que la presente es enviada certificada.]
* * *
14 noviembre 1932
[De diferentes lados, he recibido la información según la que camaradas españoles ?y, ante todo, Vd. personalmente? apreciaban la situación española en el sentido de que la revolución había terminado. No es necesario que le diga lo grave que es esta cuestión para la determinación de los principios políticos. Me parece absolutamente necesario clarificar totalmente esta cuestión. Sería preferible que el nuevo C.C.[1] precise su opinión sobre ello mediante una resolución especial: esto permitiría acabar de una vez con las falsas interpretaciones.[2] Por lo demás, quizá vuestro C.C. se haya pronunciado ya sobre este tema: en este caso, ¡tanto mejor!]
Notas
[1] Alusión al comité central elegido en marzo en la 2ª conferencia de la oposición de izquierda española de la que Nin se había convertido en el secretario general. Habría podido imaginarse que la retirada de Lacroix, cuya carta del 17 de enero de 1932 constituía una verdadera declaración de guerra fraccional, habría creado mejores condiciones en las relaciones entre Trotsky y sus camaradas españoles. Pero la presencia en esta conferencia de un delegado de la Gauche Communiste de Francia, disidente, la decisión de la Oposición española llamarse igualmente “Izquierda comunista”, los incidentes entre una parte de los delegados y los representantes del S.I. ?decisiones en las que Lacroix había desempeñado un papel no despreciable? alteraban desde el comienzo las relaciones entre Trotsky y el nuevo C.C
[2] iba a responder muy secamente el 25 de noviembre de 1932: “Ni la oposición como tal, ni yo personalmente, hemos dicho nunca que la revolución española había terminado. Es una monstruosidad inconcebible. Estimamos, superflua la publicación sobre este asunto de una resolución del C.C., pues nadie aquí nos ha acusado de haber sostenido un punto de vista que está fundamentalmente opuesto a nuestra posición política”. Estas cartas ?la de Trotsky del 14 de noviembre de 1932, la de Nin del 25 de noviembre de 1932? ponen fin al intercambio de correspondencia directa entre los dos militantes. Más o menos al mismo tiempo estalla en la sección española “el asunto Lacroix”.
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Las lecciones de la traición de Mill
13 de octubre de 1932
El caso Mill constituye uno de esos episodios que, hablando en general, son casi inevitables en el proceso de selección y educación de nuestros cuadros. La Oposición de Izquierda sufre una presión tremenda. Pero no todos están decididos a enfrentarla. Todavía se darán no pocos reagrupamientos y deserciones personales. En esta carta quisiera señalar algunas lecciones que nos deja el episodio Mill, las cuales me perecen simples e indiscutibles.
Lenin habló del ultraizquierdismo como enfermedad infantil. Pero tenemos que recordar que el ultraizquierdismo no es la única enfermedad infantil en política; hay algunas otras. Como sabemos, a los niños les resulta difícil comprender la naturaleza de su enfermedad e incluso su ubicación. En política ocurre algo similar. Se requiere un grado de madurez bastante alto para que dos grupos, desde el momento en que nacen, puedan definir más o menos claramente los puntos fundamentales que los diferencian. Ocurre más a menudo que los grupos jóvenes, como si fueran niños enfermos, se quejan de que les duele el brazo o la pierna, cuando en realidad lo que les duele es el estómago. Los individuos o los grupos pequeños no muy templados por el trabajo organizativo y educativo tenaz y prolongado, desilusionados porque el éxito no cae del cielo, a menudo no se dan cuenta de que la raíz de sus fracasos reside en ellos mismos, en su incoherencia, en su debilidad, en su sentimentalismo pequeñoburgués. Buscan afuera al culpable de sus problemas y generalmente lo encuentran en el mal carácter de X o de Y. Con frecuencia terminan haciendo un bloque con Z, con el que no están de acuerdo en nada, contra Y, con el que, según dicen, están de acuerdo en todo. Cuando los revolucionarios serios se asombran o se indignan por su actitud, comienzan a protestar diciendo que se está tejiendo una “intriga” en contra de ellos. Esta perniciosa forma de actuar, que observamos más de una vez en las distintas secciones, es la que se siguió hasta el final en el episodio Mill, que por eso resulta especialmente instructivo.
¿Cómo llegó Mill a ser miembro del Secretariado Administrativo? Ya hablé de esto en mi nota a la prensa. Las condiciones objetivas exigían la presencia en el Secretariado de una persona estrechamente vinculada con el centro de la Oposición rusa, que pudiera traducir los documentos rusos, mantener la correspondencia, etcétera. Prácticamente, Mill aparecía como el único candidato posible. Declaró su total solidaridad con la Oposición rusa y participó en la lucha contra Landau, Rosmer, etcétera. Todos nuestros camaradas recordarán cómo, en el transcurso de un conflicto totalmente sin principios con el grupo dirigente de la Liga francesa, trató súbitamente de hacer un bloque con Rosmer, que ya había abandonado las filas de la Liga.
¿Qué significaba esto? ¿Cómo podía ser que un militante responsable, en veinticuatro horas, cambiara de posición en una cuestión tan importante, en función de consideraciones personales? El propio Mill seguía diciendo que él no tenía ninguna diferencia con la Oposición rusa, que lo único que ocurría era que tal o cual camarada francés “le desagradaba”. En otras palabras, recurría a los mismos argumentos que hasta el día anterior le había reprochado a Rosmer. Este, apoyándose en la oposición entre las ideas y las personas, había construido una teoría puramente anecdótica que demuestra, sin lugar a dudas, que no rompió con la Comintern porque se había elevado a una perspectiva histórica superior sino porque en el fondo no había llegado a la comprensión de la política y el partido revolucionario.
La única conclusión que podemos sacar de la miserable conducta de Mill es la siguiente: es evidente que para él los principios en general no son importantes; las consideraciones personales, las simpatías y las antipatías determinan su conducta política mucho más que los principios y las ideas. El hecho de que le haya propuesto un bloque a una persona a la que definía como no marxista, contra camaradas a los que considera marxistas, demostró claramente que no se le podía tener confianza política ni moral y que era incapaz de mantenerse leal a la causa. Si en ese momento traicionó en pequeña escala, el día de mañana podría hacerlo en una escala mucho mayor. Esa es la conclusión que tendría que haber sacado cualquier revolucionario.
La Oposición rusa, a la que cabía una responsabilidad mayor que a las demás secciones por haber llevado a Mill al Secretariado, propuso inmediatamente su remoción de ese organismo ¿Y qué ocurrió? Esta propuesta, natural, urgente, adecuada a la situación existente, chocó con la resistencia de algunos camaradas. En primera fila estaban los camaradas de la sección española, que incluso consideraron la posibilidad de proponer a Mill como representante de su sección en el Secretariado Internacional y al mismo tiempo declaraban que no tenían diferencias políticas con la dirección de la Oposición de Izquierda Internacional.
En ese momento este paso inesperado nos produjo una impresión chocante a muchos de nosotros. Pero nos preguntamos, ¿qué es lo que lleva a los camaradas españoles a hacer suya la causa de Mill? Es evidente. Ven en Mill a un camarada “al que le han hecho zancadilla”, y se apresuran a tomar su defensa. En otras palabras, en una cuestión política de excepcional importancia se dejan guiar por consideraciones que no son políticas ni revolucionarias sino sentimentales y personales.
Así como Mill intentó formar un bloque con el desertor Rosmer contra la Liga francesa, los camaradas dirigentes españoles hicieron un bloque con Mill contra las secciones rusa, francesa y otras, aunque según sus propias palabras no tenían diferencias con ellas. ¡Vemos entonces a qué conclusiones se puede llegar cuando no se está guiado, en las cuestiones importantes, por consideraciones políticas revolucionarias sino por impresiones, sentimentalismos y simpatías o antipatías personales!
El hecho de que Mill, “buscando trabajo”, haya entrado en negociaciones con los stalinistas y finalmente asumido la tarea de “desenmascarar” en la prensa a la Oposición de Izquierda demuestra definitivamente que es un pequeño burgués corrupto. Seguramente ninguno de nosotros lo negará. Pero con esto no basta; debemos entender que el súbito vuelco de Mill hacia Rosmer no fue más que el ensayo general de su vuelco actual hacia los stalinistas. La base de ambas traiciones es la desubicación del pequeño burgués extraviado en el campo de la política revolucionaria.
No me detengo tanto en esta cuestión a causa de Mill sino del problema de la selección y educación de los cuadros de la Oposición de Izquierda. Este proceso está lejos de haber terminado, aunque precisamente en este terreno nos podemos acreditar grandes éxitos.
En este momento la Oposición española atraviesa una crisis extremadamente ardua. La dirección elegida en la última conferencia está deshecha aunque no es posible encontrar bases principistas para esta descomposición; respecto a cada miembro del Comité Central podemos hacer referencia a alguna razón personal en especial. Sin embargo, quien en su momento haya analizado seriamente la posición del Comité Central de la Oposición española tiene que haberse dado cuenta dede entonces de que la sección se encaminaba hacia una crisis.
De hecho, los dirigentes de la Oposición española no comprendían la importancia principista de la lucha que librábamos contra Rosmer, Landau, etcétera. Lo demuestra el que se haya aliado con Mill contra los cuadros principales de la Oposición Internacional mientras repetían que no tenían diferencias con nosotros, eliminando así la única justificación posible para su manera de actuar. Por todas estas razones no podíamos dejar de decirnos, alarmados: “Es difícil que los dirigentes de la Oposición española impriman una orientación correcta a su sección, y donde falta una orientación sólida aparecen inevitablemente los motivos y sentimientos personales.” Sólo por medio de claros principios revolucionarios se puede unificar a un conjunto de personas de costumbres, carácter, temperamento y educación diferentes. De otro modo la desintegración de la organización es inevitable. Sobre las simpatías personales, el amiguismo y el espíritu de camarilla lo único que se puede construir es un inerte club de debates al estilo de Souvarine[1] o un hogar para inválidos políticos del tipo Rosmer, y ni siquiera por mucho tiempo.
Por desagradable que sea, debo referirme además a un punto “delicado”, dado que lo exige el interés de la causa: no se pueden construir relaciones políticas firmes con evasiones y convencionalismos.
Cuando en nuestras cartas les preguntamos a los camaradas dirigentes españoles qué razones de principios, qué consideraciones políticas u organizativas los llevaban a asumir la defensa de Mill contra la sección rusa, la francesa, la alemana, la belga, etcétera, recibimos este tipo de respuestas: “Tenemos derecho a expresar nuestra propia opinión”, “nos negamos a recibir órdenes”, etcétera. Esta respuesta inesperada nos pareció un síntoma muy alarmante
Admitamos que alguno de nosotros realmente tenga tendencias a dar órdenes a los demás. Hay que resistir esa tendencia, y cuanto más fuerte sea mayor ha de ser la resistencia. Pero la necesidad de combatir resueltamente ese hábito de dar órdenes no libra a los camaradas españoles de la obligación de establecer los fundamentos políticos de su intervención fraccional en favor de Mill y contra la inmensa mayoría de las secciones. Exigir que se expliquen las razones de principio de tal o cual actitud no implica de ninguna manera una tendencia a dar órdenes. Cualquier militante de la Oposición de Izquierda tiene derecho a dirigir a las instituciones responsables de la organización la pregunta ¿por qué? Librarse del deber de dar una respuesta concreta con la simple afirmación del derecho a la opinión propia significa sustituir las obligaciones revolucionarias recíprocas por lugares comunes medio liberales, medio sentimentales. Después de recibir esa respuesta, es inevitable plantearse nuevamente: “Desgraciadamente, algunos camaradas dirigentes españoles no tienen una base común suficientemente sólida con la Oposición de Izquierda Internacional. De aquí proviene su despreocupación por la historia de la Oposición, por las luchas que libró, por la selección de sus cuadros; de aquí proviene la tendencia a dejarse llevar por impresiones personales, por caracterizaciones psicológicas, por criterios individuales; de aquí también le afirmación de la ‘libertad’ de opinión en lugar de la fundamentación marxista de la opinión.”
Sobra decir que está muy lejos de nosotros la idea de comparar con Mill a cualquiera de los camaradas españoles. Pero persiste el hecho de que los camaradas de la dirección española no entendieron por qué atacábamos implacablemente a Mill y por qué exigíamos que los demás hicieran lo mismo. Esperamos que ahora, por lo menos, esta lección haga que nos unamos y no que surjan nuevos motivos de discusión.
Notas
[1] Boris Souvarine (n. 1893): uno de los fundadores del Partido Comunista Francés y uno de los primeros biógrafos de Stalin. En la década del 20 fue rechazado por el stalinismo y en la del 30 se volvió contra el leninismo. Para Trotsky era un prototipo del cinismo y el derrotismo que caracterizan a los renegados del bolchevismo.
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Después de Copenhague: La situación de la Oposición de Izquierda
(16 de diciembre de 1932)
El fruto más importante del viaje a Copenhague fue, indudablemente, la reunión de militantes de la Oposición provenientes de muchos países. Originalmente teníamos la intención de convocar a una decena de camaradas de los países más cercanos a Dinamarca para poder tomar las medidas de seguridad necesarias. Pero en definitiva llegaron veinticuatro camaradas (dos con demora), entre ellos los dirigentes más importantes de varias secciones. También vinieron algunos simpatizantes, lo que llevó a treinta la cifra total de participantes
Si Stalin informó por radio a la policía capitalista que se celebraba una conferencia “trotskista” en Copenhague, mintió. El viaje a Copenhague se produjo en forma accidental, y por eso tomó a la Oposición de Izquierda por sorpresa. Los preparativos de la conferencia se encontraban en sus primeras etapas Ni siquiera podía plantearse en Copenhague la cuestión de la aprobación de una plataforma o de tesis programáticas. Las secciones europeas no estaban plenamente representadas, y no todos los camaradas asistentes tenían plenos poderes. Desgraciadamente, no hubo conferencia y, dadas las circunstancias, no pudo haberla.
Ni que decir tiene que, de todas maneras, los camaradas que concurrieron aprovecharon la oportunidad de conocerse y discutir en forma privada los problemas más apremiantes y candentes. Esta reunión imprevista de veinticuatro bolcheviques leninistas de siete países europeos quedará indudablemente registrada como un acontecimiento importante en la historia de nuestra fracción internacional.
La Oposición de Izquierda creció en forma considerable. Los cuadros de dirección conocen la historia de la Oposición de Izquierda en los distintos países, se orientan libremente en las cuestiones teóricas y políticas y todos juntos, y cada uno por separado, encarnan una experiencia política importante. Las consultas, que se prolongaron por espacio de varios días, sirvieron para unir sólidamente a los camaradas, hecho que rendirá frutos durante todo nuestro trabajo futuro. Sin caer víctimas de un optimismo excesivo, podemos decir con certeza que quienes participaron en la consulta derivaron de la misma nuevas fuerzas y confianza.
La sección española
Hubo un problema que echó un cono de sombra sobre toda la consulta: la situación de la Oposición española. Si bien existían ciertos matices de opinión divergentes dentro de la Oposición de Izquierda Internacional respecto de los males y errores de la Oposición española, éstos pasaron a segundo plano ante el sentimiento generalizado de preocupación. Todos los participantes coincidieron plenamente en la necesidad de una discusión franca y completa con los camaradas españoles, y en que esta vez la misma no debe quedar restringida a los dirigentes de la Oposición. Para que la Oposición española retorne a la buena senda es necesario que todos los militantes de las secciones se familiaricen con los problemas en debate.
Sería criminal de nuestra parte mantener los ojos cerrados ante la verdadera situación, o querer embellecerla. Si oportunamente no logramos una claridad total, mediante una discusión franca de todos los problemas en disputa -y ya son muchos los que se han acumulado-, la marcha violenta de los acontecimientos bien puede separarnos en campos diferentes.
Desgraciadamente, la sección española no estuvo representada en el encuentro. Ciertos problemas de último momento, obviamente fortuitos, se encargaron de impedirlo. Pero me tomo la libertad de afirmar con toda convicción que si los camaradas dirigentes españoles se encerraran menos en su entorno y mostraran mayor interés en su organización internacional, habrían encontrado el camino a Copenhague sin la menor dificultad.
Pero he ahí, precisamente, la principal desgracia de la Oposición española. Sus dirigentes se han obstinado en mantenerla alejada de la vida y luchas intestinas de otras secciones, quitándole así todo acceso a la experiencia internacional, que es irremplazable. En la medida en que la posición oficial de la sección española la obligó a intervenir en los problemas internacionales, separados tanto de la experiencia de otras secciones cuanto de la opinión de su propia organización, se dejaron guiar por vínculos, simpatías y antipatías personales.
Debemos afirmar con toda claridad que en demasiadas ocasiones sustituyeron el análisis marxista de la situación y las diferencias por el psicologismo y el sentimentalismo pequeñoburgués. Así ocurrió en el caso de la Federación Catalana (Maurín) cuando varios camaradas barceloneses fincaron sus esperanzas en las “relaciones personales amistosas” en lugar de librar una lucha de principios contra el nacionalismo pequeñoburgués, lo que frenó el desarrollo de la Oposición de Izquierda en la etapa decisiva. Así también ocurrió en el caso de Landau, a quien, para sorpresa de todos, Comunism puso en la lista de simpatizantes después de demostrar su inutilidad total, quedar en minoría y finalmente abandonar la Oposición de Izquierda. Así ocurrió con las diferencias en el seno de la sección francesa, donde los camaradas españoles coincidieron en privado que las ideas y métodos de Rosmer eran inútiles pero si bien no lo apoyaron directamente en público, lo hicieron indirectamente con el argumento de que “les resultaba más simpático” que sus adversarios. Así ocurrió en el caso de Mill, a quien los camaradas de la dirección española tuvieron a bien elegir como representante suyo en el Secretariado Internacional cuando este individuo ya había demostrado plenamente su incapacidad política. Jamás observamos de parte de Madrid y Barcelona el menor intento de buscar un fundamento de principio, una explicación política para todos estos problemas.
Los mismos rasgos se revelaron de manera no menos crítica y dolorosa en la vida interna de la organización española. La crisis que estalló en su dirección tomó por sorpresa no sólo a la Oposición Internacional sino también a la sección española. Los miembros del Comité Central renunciaron uno tras otro. La dirección quedó, de hecho, exclusivamente en manos de Lacroix. Entonces, nuevamente para sorpresa de todos, resultó que el camarada Lacroix no estaba en el Comité Central, que incluso durante un tiempo estuvo fuera de la Oposición, y que la dirección se había trasladado a Barcelona. ¿Por qué? ¿Cuáles son las diferencias? ¿En qué se basa la crisis? Nadie lo sabe, por lo menos nadie que no integre el estrecho círculo de los iniciados. Una organización revolucionaria de ninguna manera puede tolerar semejante régimen, que no le traerá sino derrotas. Sus actitudes de abstención respecto de las polémicas en torno a problemas de principios y de reemplazo de las diferencias políticas por evaluaciones personales han hecho víctimas a los camaradas españoles de conflictos personales y “revoluciones palaciegas” inevitables.
El Comité Central de la sección española no habría podido cometer semejantes arbitrariedades subjetivas en el terreno político si hubiera estado sujeto al control de su propia organización. Pero las cosas no sucedieron así. Varios dirigentes de la Oposición española se han defendido en más de una ocasión con el pretexto del insuficiente nivel teórico y político de la organización. ¡Excusa inaceptable, por cierto! El nivel de una organización se incrementa tanto más rápidamente cuanto más inmediata sea su participación en todas las discusiones, cuanto menos traten los dirigentes de pensar, actuar y comportarse como guardianes de la organización.
La primera premisa para la democracia del partido es que exista una completa información. La etapa inicial debe ser el estudio de los documentos internacionales referidos a la Oposición española: el Comité Central español debe imponerse la obligación de hacer circular estos documentos entre todos los miembros de la Oposición; todo bolchevique leninista debe estudiar meditar y juzgar no sólo la experiencia con Mill sino también la esencia de la crisis del Comité Central español. Los miembros de la Oposición española aprenderán mucho más con ello que con una decena de artículos abstractos sobre el centralismo democrático y las buenas relaciones “humanas”
También en este campo los camaradas españoles han hecho caso omiso de las experiencias de la izquierda internacional. En su última conferencia se declararon inesperadamente a favor de la participación independiente en las elecciones. De lo dicho más arriba se desprende con toda claridad que tampoco somos fetichistas a este respecto. En ciertas circunstancias, la Oposición de Izquierda puede y debe presentar candidatos propios. Pero el motivo no puede ser una falsa búsqueda de “independencia” sino la verdadera relación de fuerzas, y así hay que plantearlo en el trabajo agitativo; no se trata de quitarle puestos electivos al partido oficial sino de levantar la bandera del comunismo allí donde el partido no puede hacerlo. Queda claro que: dada la relación de fuerzas imperante, las candidaturas independientes de la Oposición deben constituir la excepción, no la regla.
Pero quizás la situación particular de España justifica la táctica de la Oposición española, dirigida en los hechos a la construcción de un partido nuevo. Supongamos que es así. ¿Por qué, entonces, los camaradas españoles no tratan de explicarnos estas condiciones y enriquecernos con su experiencia? ¿Creen acaso que no puede ser comprendida la situación española fuera de las fronteras del país? En tal caso tendríamos que preguntarnos para qué tenemos una organización internacional.
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Sobre la sección española de la Oposición de Izquierda[1]
(22 de diciembre de 1932)
La revolución española ha creado condiciones objetivas extremadamente favorables para un desarrollo rápido del comunismo. Pero la ausencia de cuadros minimamente formados ha hecho extremadamente difícil lo mismo para la oposición de izquierda que para el partido oficial, el sacar provecho de esta situación verdaderamente histórica. Aunque, por el número de sus miembros nuestra sección española supera a toda una serie de otras secciones ?lo que hay que atribuir enteramente al ascenso revolucionario [2] ? la cohesión ideológica de la organización y el carácter de su dirección ofrecen un cuadro muy poco satisfactorio.
Para comprender sus causas, es necesario al menos establecer las faltas capitales cometidas por los cuadros dirigentes de la Oposición española.
En Cataluña, donde el proletariado ofrece un medio natural para un crecimiento rápido de la influencia de los bolcheviques-leninistas, los camaradas dirigentes han perdido su tiempo de una forma imperdonable. En lugar de avanzar con fuerza bajo su propia bandera, aunque fuese bajo la forma de un pequeño núcleo, durante los meses más críticos de la revolución, han jugado al escondite con los principios, han hecho diplomacia y se han arrastrado a remolque del nacionalismo pequeño burgués del provinciano charlatán Maurin.
Las cosas no han ido mejor en las otras. regiones de España donde la oposición de izquierda, ignorando al partido oficial y reemplazando la educación marxista de los cuadros por un sentimentalismo revolucionario, no ha sabido trazar durante mucho tiempo el límite necesario que la separase de los grupos de derecha.
El resultado menos perjudicial no ha sido que los camaradas dirigentes, cediendo a la influencia de los peores aspectos de la tradición revolucionaria española, hayan dado la espalda a la experiencia internacional, y, declarándose de palabra solidarios de la oposición de izquierda, hayan apoyado en los hechos, directa o indirectamente a todos los confusionistas y a todos los desertores (Landau[3], Rosmer, Mill, etc.).
En la cuestión “fracción o partido independiente”, la sección española ha adoptado en su última conferencia una posición por lo menos equivoca pronunciándose a favor de listas independientes a las elecciones parlamentarias y otras[4]. Esta posición, contraria a la línea política de la oposición de izquierda, no había sido en absoluto preparada desde un punto de vista práctico: se ha quedado en una manifestación platónica, no menos nociva sin embargo.
En el camino que les aleja de los bolcheviques-leninistas, los dirigentes de la Oposición española han ido tan lejos que han estimado posible modificar el nombre mismo de su organización. Eligiendo llamarse en adelante “Izquierda Comunista” ?un título visiblemente falso desde el punto de vista teórico?, los camaradas españoles se han opuesto así a la oposición de izquierda internacional y, con esta denominación, se han acercado simultáneamente al Leninbund[5], al grupo de Rosmer[6], etc. Ningún revolucionario serio podrá creer que un paso tan importante haya sido dado por azar, sin objetivo político. Al mismo tiempo, ningún marxista podrá aprobar una política que no declara francamente sus intenciones, sino que recurre a astucias diplomáticas y anda con rodeos en las cuestiones de principios[7]
Al exigir la participación en la conferencia internacional de todos los grupos que se reclaman de la oposición de izquierda ?los que nos han abandonado así como los que hemos expulsado?, la sección española demuestra hasta qué punto estaba y sigue alejada del desarrollo real de la izquierda internacional y cuan poco ha asimilado su lógica interna.[8]
Acusando a las otras secciones de tener una política falsa en materia de organización[9] y ni siquiera intentando fundar ?al menos un poco? sus acusaciones, los camaradas españoles han llegado de golpe a demostrar el carácter erróneo de sus propios métodos. La lucha que estalló bruscamente entre los dos grupos en el seno del comité central condujo a la sección española al borde de la escisión, y, en esta circunstancia, la organización se ha encontrado desprevenida, pues ninguno de los dos grupos que se enfrentan ha sido capaz hasta ahora de formular los principios de base de esta lucha que sin embargo es muy dura. [10]
La sección española no puede desarrollarse sobre su actual base ideológica. Dándose perfecta cuenta de que la corrección de los errores pasados, y la constitución en España de una organización firme en los principios y soldada de formal revolucionaria no pueden ser obtenidos más que mediante el proceso de un trabajo largo y sistemático, la preconferencia propone las medidas inmediatas siguientes:
a) Todos los documentos internacionales más importantes sobre las cuestiones litigiosas deben ser traducidos al español y puestos en conocimiento de todos los miembros de la sección. Hay que dejar de disimular los hechos. Lo que se ha dicho anteriormente concierne sobre todo al asunto Mill, en el que los dirigentes de la sección española no sólo apoyaron a un individuo manifiestamente sin principios contra la organización internacional, sino que, incluso ahora, a fin de defender sus errores pasados, se permiten insinuaciones inadmisibles hacia la Oposición internacional.
b) Los dos grupos en lucha en el C.C. deben renunciar a una escisión sin principios de la organización, tomando todas las medidas para que la discusión de las cuestiones litigiosas pase por canales normales, con la participación de todos los miembros de la Oposición sin excepciones.
c) La discusión interna debe ser llevada en un boletín cuya redacción debe asegurar una imparcialidad absoluta hacia los dos grupos en lucha.
d) Hay que poner en el orden del día todas las cuestiones de principio que atañan a la izquierda internacional y no permitir que posiciones políticas claras sean reemplazadas por simpatías o insinuaciones de orden personal.
e) Una discusión profunda debe preparar la nueva conferencia nacional.[11]
La preconferencia encarga al secretariado seguir con una particular atención el desarrollo interno de la sección española, a fin de ayudar a llevar a cabo todas las medidas decididas y todas las que sean adecuadas, en una coordinación completa con las tareas y los métodos de la oposición de izquierda
Notas
[1] T. 3305. Internal Bulletin C.I.A., no 11, 31 de marzo de 1933. Este largo desarrollo consagrado a la sección española está sacado del texto redactado por Trotsky el 22 de diciembre de 1932 para la preconferencia de la oposición internacional de 1933. Una nota precisaba que debía ser puesto en conocimiento de todas las secciones, pero no publicado como el resto del texto. Figura en los archivos con fecha de marzo de 1933; la fecha real de su redacción nos ha sido proporcionada por Jean Van Heijenoort.
[2] Los militantes de la oposición española no iban a apreciar esta afirmación que les quitaba todo mérito en la construcción de su organización
[3] El 1 de septiembre de 1931, después de la publicación en Comunismo de un artículo de Paul Sizoff (seudónimo de Michel Collinet), el comité ejecutivo de la oposición española había publicado el siguiente comunicado: “El C.E. de la O.I. española condena de la forma más enérgica las maniobras que llevan a cabo contra la Oposición, Sizoff, Gourget y cía. Desde el primer momento el C.E. se ha colocado sin dudarlo al lado del S.I., con quien está plenamente de acuerdo en lo que se refiere a la lucha por la depuración de las filas de la oposición de izquierda internacional. El C.E. de la O.I. española aprueba las críticas muy severas, pero justas, que León Trotsky ha dirigido contra el grupo de Landau en Alernania, y se declara plenamente de acuerdo con las medidas tomadas contra él.” Pero, algunos meses después, los dirigentes de la oposición española recibín a Collinet en Madrid, y le admitían en su conferencia nacional, lo que iba a provocar un vivo incidente con los delegados del S.I
[4] Decisión tomada en la 3.ª Conferencia, recordémoslo, a propuesta de Nin, apoyado por Fersen, pero combatido por Lacroix y Andrade.
[5] El Leninbund (Liga Lenin) había sido constituido en Alemania en marzo de 1928, agrupando a todos los opositores “de izquierda” con el modelo de la oposición unificada del 26?28 en la U.R.S.S. Pero los “zinovievistas” Ruth Fischer y Maslow la habían abandonado en marzo. La Liga, dirigida por Urbahns, había estado cerca de la Oposición, pero había roto con Trotsky a principios de 1930, habiendo constituido la minoría trotskysta, con Antón Grylewicz, la oposición de izquierda alemana y habiendo Urbahns, por su parte, renunciado a luchar por el “enderezamiento” del K.P.D.
[6] Alusión al grupo de la Gauche Communiste que publicaba en París Le Communiste, que animaban, con Claude Naville, Michel Collinet (Paul Sizoff), Aimé Patri (Ariat), Paul Le Pape (Daniel Lévine). Rosmer estaba muy próximo a ellos, y ellos se reclamaban de él, pero no formó nunca parte formalmente del grupo.
[7] Los opositores españoles negaban ferozmente que el cambio del título de su organización hubiera tenido la significación política que le atribuía Trotsky. El 2 de septiembre de 1932, afirmaban: “No tenemos nada que ver con los grupos de Rosmer y Landau.” Sin embargo, en el mes de abril, Naville había tomado contacto con Landau en Paris, y al mismo tiempo, Michel Collinet había ido a España donde había estado con Lacroix y Andrés Nin con quien mantenía, después, una correspondencia regular. Según el testimonio de Paul Le Pape, en 1933 Landau durante un viaje a Perpignan, tomó contacto con uno de los representantes de la izquierda comunista española. Las sospechas de Trotsky no estaban completamente injustificadas y Le Communiste de octubre de 1932 lo confirmaba.
[8] En su puntualización del 4 de septiembre el ejecutivo español había precisado: “Hemos defendido la idea de que se permita a todos los grupos expulsados o que se han separado de la organización en razón de divergencias con la dirección de la sección de su país o la dirección internacional presentar su defensa ante la Conferencia. Pero no hemos defendido nunca la idea de una conferencia internacional en la que los grupos expulsados o que nos han abandonado podrían intervenir al mismo titulo que las organizaciones legítimas.”
[9] No poseemos textos anteriores provenientes de la sección española que traten este punto. Los opositores reprochaban en general al S.I. métodos que calificaban de “burocráticos”, a Trotsky, intervenciones permanentes y su apoyo a Molinier. Juan Andrade resume bastantes posiciones que nadie niega, escribiendo: “Considerábamos que la orientación y la táctica política del momento no estaban determinadas por la deliberación de las secciones, sino que eran definidas a través de un artículo de Trotsky que tenía casi el carácter de un mandato imperativo para toda la Liga. La parte que tomaba Trotsky en las crisis internas de las secciones, sobre todo la sección francesa, crisis que bajo la apariencia de divergencias políticas no eran, la mayor parte de tiempo, más que conflictos de personas, no nos parecía ni conveniente ni digno de su misión, sino resultado de su deseo de conservar una organización que fuese fiel a su persona” (Andrade op. cit., p. 21). En función de este análisis los españoles habían protestado contra la transferencia del S.I. a Berlín donde residía León Sedov, representante de la “sección rusa”, y sostenido poco afortunadamente. contra él al otro ruso, Mill
[10] Bajo su petición, a fin de poder someterse a una intervención quirúrgica demasiado tiempo retrasada, Lacroix, en la 3.11 Conferencia en marzo de 1932, había abandonado el puesto de secretario general a Andrés Nin. Menos de seis meses después, emprendía una violenta batalla fraccional. El S.I. había decidido que “el grupo Nin” y el “grupo Lacroix” fueran igualmente representados en la preconferencia internacional que tendría que regular las modalidades de funcionamiento de la sección española. El C.E. de la I.C.E. había protestado enérgicamente contra la igualdad de trato impuesta así entre organizaciones y hombres regularmente elegidos ??el C.E. y el propio secretario general? y un grupo fraccionalista al que tenía por “escisionista”. El S.I. había retrocedido entonces Y dado sólo una voz consultiva al representante del “grupo Lacroix” en la preconferencia
[11] Las decisiones de la preconferencia sobre este punto no fueron nunca aplicadas. Primeramente, porque al C.E. se le hacía doloroso volverse atrás reintegrando responsables cuyo comportamiento juzgaba “criminal”, luego, porque el boletín de Lacroix iba a publicar las resoluciones adoptadas en una traducción que les hacía decir exactamente lo contrario de lo que en realidad había sido decidido. Debía rectificar tras el aviso del S.I. invocando su ignorancia de la lengua francesa en que había sido redactada la resolución, pero el C.E. vio en esta falsificación la prueba de la mala fe de sus adversarios y de la imposibilidad de aplicar una resolución de compromiso: se negó finalmente a cualquier reparto de responsabilidades a la cabeza de las publicaciones internas. De hecho, el “grupo Lacroix”, descompuesto por las iniciativas de su principal dirigente, se disolvía por sí mismo en abril. Sus principales representantes ?excepto Lacroix? seguían en la organización: en octubre del mismo año, Ernesto Tojo, cuyas actividades en el sector “jóvenes” había servido de apoyo a las iniciativas de Lacroix reclutaba en Andalucía a varios militantes de las juventudes socialistas, entre ellos J. Quesada y Julio Cid.
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Las divergencias con Nin no datan de ayer[1]
El camarada Nin ha estado permanentemente en lucha con la dirección de la Oposición Internacional y con las direcciones de todas las secciones, negando la existen cia de divergencias teóricas o políticas. En su correspondencia conmigo, suele referirse a este tema frecuentemente, pero sin ninguna precisión.
Realmente, mi correspondencia con el camarada Nin, que dura ya por espacio de dos años, no ha sido más que una constante polémica, a pesar del tono amistoso. Esta polémica englobaba la mayoría de las cuestiones relativas a la vida y la actividad de la Oposición internacional.
Es cierto que el camarada Nin siempre aceptaba las pre misas fundamentales, pero, llegado el caso, siempre se negaba a sacar las consecuencias necesarias. Durante mucho tiempo ha estado retrasando la construcción de la Oposición española. Ha hecho todo lo posible para enfrentarla y aislarla de la Oposición internacional.
Siento no poder reproducir toda la correspondencia: sería un volumen demasiado grande. Dos camaradas que me ayudan en mi trabajo se han ocupado de entresacar los pedazos más importantes[2]. Es lamentable perder el tiempo en un trabajo semejante. Lo único que lo justifica es el hecho de que los camaradas españoles tendrán la oportunidad de conocer mejor la historia de las divergencias, y la Oposición internacional podrá ayudar a la Oposición española a seguir el camino correcto.
Prinkipo, 21 de febrero de 1933
L. Trotsky
Notas
[1] Este texto fue publicado en el Bulletin International, de la oposición comunista de izquierda, editado por el S.I. de la oposición de izquierda (bolcheviques-leninistas), n.º 2-3, abril de 1933, p. 32. Se trata del prefacio de los extractos de la correspondencia mantenida entre Trotsky y Nin reproducida aquí. La selección de esta abundante correspondencia había sido hecha por Pierre Frank y Jan van Heijenoort, a petición de Trotsky.
[2] La publicación de los extractos de la correspondencia mantenida con Nin había sido decidida por Trotsky en función de la crisis que atravesaba entonces la sección española. Lacroix acababa de afirmar (B.I. n.º 2-3, abril 1933, pp. 56-59), que Trotsky y el secretariado internacional, por lo general habían tenido razón en sus divergencias con la sección española. Algunos consideran que esta publicación tenía por objeto ayudar a Lacroix contra Nin. En un informe sobre el “caso Lacroix” (Boletín interior, n.º 2, 15 de julio de 1933) el C.E. de la izquierda comunista española escribió: “Cuando el camarada Trotsky publicó los extractos de sus cartas con el camarada Nin, el C.E. señaló la inoportunidad de su publicación, que conducía a fomentar una lucha sin principios” (p. 9). Este texto, que fue publicado sin duda en el Boletín interior español, no parece que fuera publicado en los boletines de las demás secciones. Señalemos que los españoles no critican la selección, o sea, el significado de los extractos, sino su “inoportunidad”.
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A propósito de la correspondencia con Nin[1]
Querido camarada Lacroix:[2]
Mi correspondencia con el camarada Nin no tenía un carácter personal, sino político. Ya que en cada nueva etapa se volvían a repetir las mismas divergencias, he creído necesario poner a disposición de todos los miembros de la sección española los extractos más importantes de mi correspondencia con Nin. No va a ser posible ningún progreso de nuestra sección española sin la formación de una opinión colectiva educada de una forma marxista.
La comunicación de esta correspondencia no tiene por objeto ayudar a un grupo contra otro, sobre todo porque las ideas y los métodos que critiqué al camarada Nin son también los vuestros. La lucha entre vuestros dos grupos ha revestido un marcado carácter personal. La única forma de atenuarla e inscribirla en el marco de una discusión normal, consiste en ligar las divergencias actuales con las pasadas, sobre la base del método marxista. Sobre esta base, y únicamente sobre ella, me sentiría satisfecho de colaborar, tanto con usted, como con el camarada Nin.
Con mis mejores saludos comunistas.
Leon Trotsky
Notas
[1] Boletín interior de la I.C.E., n.º 2, 15 de julio de 1933, p. 11
[2] Por medio de esta carta -cuya copia había sido enviada a Nin yy al C.E.- Trotsky impedía de hecho a Lacroix y a sus camaradas utilizar las antiguas divergencias entre Nin y Trotsky, en provecho propio. De esta forma respondía a una de las preocupaciones del C.E. Señalemos, sin embargo, que el S.I. al publicar en un boletín interno los textos de Lacroix, en los que afirmaba que Trotsky, en lo esencial, había tenido razón contra Nin y los camaradas españoles, y al dejar de publicar los textos enviados a este fin por el C.E. de la izquierda comunista, se exponía a las críticas que le acusaban de hacer el juego a Lacroix, en contra de Nin y la dirección elegida en la 3.ª Conferencia.
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El ‘grupo de Nin’ lleva una lucha sin principios[1]
(A todos los miembros de la Oposición de izquierda española)
24 de abril de 1933
Queridos camaradas:
Acabo de recibir hace unos días la copia de la respuesta escrita del comité central de la comisión de organización relativa a la convocatoria del congreso antifascista nacional[2]. Esta carta, fechada el 5 de abril de 1933, constituye un documento que debe hacer reflexionar a todo miembro de la Oposición española, si es que realmente camina hacia el comunismo.
¿Qué significado tiene el Congreso antifascista nacional e internacional? La Oposición de izquierda (bolcheviques-leninistas) ha explicado esta cuestión a fondo en los documentos y artículos relativos al congreso de Amsterdam[3], contra la guerra, así como en numerosas declaraciones de otras partes. La burocracia estalinista ha conseguido aislar a la vanguardia comunista del proletariado por medio de su política de mentiras, que hace absolutamente imposible la formación de un frente único obrero contra el fascismo y la guerra. Para disimular su incapacidad, la Internacional comunista organiza de vez en cuando hipócritas mascaradas de tal frente único. Los grupos obreros, divididos se reúnen bajo la protección de personajes sin influencia, pacifistas, demócratas de izquierda, etc. A este tipo de conferencias o congresos -que en realidad no son más que teatro- se los presenta como el “frente único de las masas”.
Nosotros tomamos parte en el congreso de Amsterdam para desenmascarar la comedia y llamar la atención de los trabajadores comunistas sobre la vía justa. Inútil es decir que nuestra postura ante el próximo congreso antifascista no es la misma.
El comité central de Barcelona[4] también ha tomado en esta cuestión una postura contraria a la de los bolcheviques-leninistas. La carta del 5 de abril declara solemnemente a la comisión de organización que la Oposición de Izquierda se une al “frente Único” como si realmente se tratase de esto, en vez de una burla del frente único. La carta del comité central de Barcelona, al repetir frases hechas del tipo de “realizaremos el frente único a pesar de nuestras divergencias” ayuda a los estalinistas a enmascarar la realidad.
Sin embargo, esta idea elemental, que es acertada cuando se refiere a las organizaciones de masas del proletariado pierde todo su significado cuando se refiere a personalidades burguesas, pacifistas, demócratas del mundo literario, etc.
La carta del comité central de Barcelona dice: “el pacifista puede ser tanto o más enemigo de la guerra que el comunista revolucionario. Es perfectamente lógico que esta gente se encuentra en un frente único contra sus enemigos”. Es difícil de creer que esta frase ha sido escrita por alguien que se considera marxista, que tenga alguna idea de la política leninista, de los cuatro primeros congresos de la Internacional comunista, por no hablar de los diez años de trabajo de la Oposición de izquierda internacional y sobre todo de su declaración respecto al congreso de Amsterdam.[5] ¿Cómo puede ser peor enemigo de la guerra un pacifista que un comunista revolucionario? La teoría marxista y la experiencia nos demuestran que el pacifismo es un arma del imperialismo, que los pacifistas claman contra la guerra en los tiempos de paz, inclinándose sin decir una palabra, presionados por su aislamiento y su impotencia ante el militarismo, convirtiéndose frecuentemente en sus lacayos. Lo mismo ocurre en el terreno de la lucha contra el fascismo
El significado de la política de frente único consiste en que acerca a los trabajadores socialdemócratas y sindicalistas a los trabajadores comunistas (y al comunismo) en el proceso de la lucha común contra el enemigo de clase. En lo que concierne a tal o cual personaje burgués, la cuestión es muy secundaria, los mejores, apoyarán a los trabajadores cuando se lleve una correcta política de frente único, cuando esta política vaya unificando a las masas. Ignorar la política de masas, yendo a la zaga de individuos célebres constituye la peor clase de aventurerismo y de charlatanería política.
En vez de denunciar la propia idea de la colaboración entre los burócratas estalinistas y estas personalidades burguesas, el comité central de Barcelona expresa su convicción de que la comisión de organización tiene la misma concepción que él sobre las tareas del congreso y que debido a esto acepta “con alegría” una “colaboración leal”.[6]. ¿Qué es esto? ¿Astucia diplomática? Si se trata de esto no puede más que confundir a nuestros amigos y a todos los que están de acuerdo con nosotros. ¿Por que se lanzan los marxistas a semejantes maniobras diplomáticas en cuestiones de este tipo, en las que se precisa la mayor claridad? No, la conclusión a la que se llega es que el comité central de Barcelona ha tomado una postura contraria al marxismo en la cuestión más seria de la política proletaria.
La lucha de los dirigentes de la Oposición española contra las posiciones y los principios de la Oposición de izquierda internacional no datan de hoy. Sin intentar exagerarse podría decir que los dirigentes españoles no han tomado una posición correcta sobre ninguna de las cuestiones importantes, españolas o internacionales, durante los tres años últimos.
Se pueden admitir errores, son inevitables en una organización joven. Sin embargo, lo que hace falta es que la organización y sobre todo sus dirigentes, saquen las lecciones de sus errores: así es como se avanza. Pero la desgracia es que los camaradas que actualmente constituyen el comité central de la Oposición española, no permiten a la Oposición discutir las cuestiones en litigio, substituyendo conscientemente las divergencias de principio por ataques personales y bajas y vanas acusaciones.
Evidentemente, la lucha entre el grupo del camarada Nin y el de Lacroix tiene su importancia, pero es cien veces más importante la lucha que llevan el camarada Nin, Fersen y otros contra la izquierda Internacional en su conjunto, adoptando continuamente posiciones contrarias a los principios fundamentales del marxismo. En cualquier lucha de fracción hay conflictos y acusaciones personales reciprocas: es inevitable. Pero al revolucionario cuya posición está determinada por episodios puramente personales, acusaciones, simpatías y antipatias, no es serio. Ese es el método característico de los radicales pequeño-burgueses, incapaces de alzarse al nivel de los principios marxistas. Hasta el presente, las intrigas pequeño-burguesas han envenenado la cumbre de la Oposición española, le han impedido seguir el camino correcto, paralizando el desarrollo de toda la organización a pesar de que las condiciones objetivas son extraordinariamente favorables. Si los militantes de base de la Oposición de izquierda española, los verdaderos bolcheviques-leninistas, quieren salir de este atasco, necesitan, ante todo, barrer la suciedad de las querellas personales examinando el fondo de las divergencias políticas. Es necesario estudiar a fondo la historia de estas divergencias. Sobre todo hay que colocar en el centro de la discusión el documento sin principios del comité central del 5 de abril de 1933. Es preciso que todos los oposicionistas españoles comprendan, que la causa de todas las divergencias entre Barcelona por una parte y París, Bruselas, Berlín, Viena, Nueva York, etc., por otra, tiene sus raíces en el hecho de que el comité central de Barcelona mantiene una postura antimarxista, obstinándose en permanecer en ella.
Por medio de esta carta me dirijo a todos los miembros de la sección española, ya que mis esfuerzos durante tres años por llegar a una comprensión recíproca con los camaradas dirigentes, no ha conducido hasta ahora a nada.[7]
Con saludos comunistas, G. Gourov
Notas
[1] T. 3540. El procedimiento inhabitual de dirigirse a los militantes sin pasar por los responsables de las secciones, según Trotsky se justificaba por la crisis de la oposición española.
[2] A continuación del congreso de Amsterdam, el “congreso internacional contra la guerra y el fascismo” había sido convocado sucesivamente en Praga y después en Conpenhague. Habla sido precedido de congresos nacionales. No hemos podido encontrar la carta del comité central que critica aquí Trotsky.
[3] La Vérité habla lanzado una campaña contra el congreso de Amsterdam, que pretendía llevar a cabo un “frente único” contra la guerra y el fascismo, con las corrientes pacifistas, encarnadas por Barbusse y Romain Rolland, pero que al mismo tiempo escondía el rechazo de un verdadero frente único con los socialistas. La oposición internacional de izquierda, a pesar de combatir los objetivos fijados por el congreso, había mandado una representación, luchando en vano porque se discutiera lo que ellos consideraban que eran los verdaderos problemas. Durante algunos minutos Raymond Molinier fue su portavoz.
[4] Esta expresión se refiere a la nueva dirección designada después de la salida de Lacroix, que indica una cierta reticencia a reconocer a este comité central como la dirección de la oposición española. Según Comunismo, nº 18, noviembre de 1932, p. 29, el nuevo comité ejecutivo de la izquierda comunista española comprendía a Andrés Nin, secretario general, José Metge, Molins y Fábrega, Fersen y el secretario administrativo Goni.
[5] La Vérité, 5 de septiembre de 1932.
[6] En realidad los militantes de la Oposición intentaron expresarse en el congreso de Pleyel denunciándolo. Se enfrentaron a una mayoría decidida a no dejarles hablar y que no dudaba del recurso a la violencia. Alfonso Leonetti (Feroci, Guido Saracena), que penetró en el salón con un carnet de prensa perfectamente en regla, fue expulsado de su sitio y brutalmente apaleado por el servicio de orden. Comunismo reproducirá las mismas conclusiones del congreso que La Vérité.
[7] No tenemos ningún documento que nos permita seguir la discusión entre Trotsky y los seguidores de Nin. Sin embargo es indudable que esta carta indica que se estaba cerca del momento de la ruptura.
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Sobre la forma de actuar inadmisible del camarada Nin[1]
10 de agosto de 1933
Queridos camaradas:
Las últimas cartas y documentos provenientes del comité central de la sección española[2] dirigida por el camarada Nin, provocan una sensación que es difícil no calificar de indignación. El tono de las cartas es asombroso: las acusaciones más duras lanzadas a izquierda y a derecha, expresiones ofensivas empleadas sin sombra de justificación, y que acaban convirtiéndose a menudo en simples injurias. Este tono demuestra cuán lejos están Nin y sus amigos[3] del espíritu de camaradería revolucionaria y del más elemental sentimiento de responsabilidad personal. Sólo las personas privadas de toda disciplina interior pueden escribir en términos semejantes, sobre todo, contra la organización, que en el fondo de ellos mismos, consideran ajena y hostil.
Las acusaciones lanzadas por el grupo de Nin han sido desmentidas decenas de veces. El representante de este grupo estuvo en la preconferencia; allí pudo exponer sus deseos y mantener sus acusaciones[4] ¿Cuál ha sido el resultado? La política de Nin y sus amigos fue condenada por todas las secciones de la oposición de izquierda internacional, sin excepción.[5] Se podría haber pensado que este hecho por lo menos haría a Nin y a sus amigos un poco más prudentes. Por el contrario, duplican, triplican sus injurias dirigidas y concentradas contra la Oposición internacional en su conjunto.
Por ahora sólo pienso abordar un punto: el grupo de Nin se atreve a acusar a la Oposición internacional de haber excluido de sus filas indebidamente a Rosmer, Landau y otros.[6] Los hechos y los documentos demuestran lo contrario. Rosmer intentaba alejar de la Ligue a los camaradas que, según su opinión, eran indeseables,[7] pero quedó en minoría muy reducida; después de esto, abandonó la Ligue.[8] Personalmente he mantenido correspondencia con Nin de forma permanente a propósito de este incidente. Le informé de todas mis iniciativas para impedir que Rosmer diera un paso tan claramente erróneo, que no surgía de consideraciones revolucionarias, sino de caprichos personales.[9] A pesar de su amistad con Rosmer, Nin me escribió: “la razón no está del lado de Rosmer”. A mis insistentes preguntas por escrito para saber si podía emprender alguna iniciativa suplementaria para impedir que Rosmer diera ese paso erróneo, Nin no me propuso nada, reconociendo que ya se hablan dado todos los pasos.[10] Lo mismo respecto a Landau. Que se sepa, nadie propuso expulsarle,[11] únicamente se le pidió que tomara parte en la conferencia democrática convocada por la sección alemana. Yo presenté una resolución conciliadora en tono y en contenido a la cual Nin se adhirió por escrito “enteramente y sin reservas”. Después se sabe que Landau “expulsó” a la mayoría del comité central de la sección alemana y se negó a participar en la conferencia en la que estaría condenado a permanecer en minoría.
Como miembro del Buro internacional de entonces, Nin ha participado en el conjunto de nuestra política, ante la cual tiene una total responsabilidad. Y ahora, sin aportar ni hechos ni documentos hace recaer la responsabilidad de Rosmer y Landau sobre la Oposición de izquierda internacional, olvidando o callando sus propias responsabilidades. ¿Cómo calificar una actuación semejante?
Admitamos por un instante que Nin ha llegado más tarde a la conclusión de que nuestra actuación respecto a Rosmer, Landau y los otros, era equivocada. Entonces hubiera debido decir: Hemos cometido tal y tal falta, debemos corregirla de tal y tal forma. Ete hubiera sido un camino totalmente legitimo. Sólo hay que decir claramente cómo corregir las faltas. Los grupos de Rosmer[12] y Landau tienen sus propias publicaciones, y desarrollan sus puntos de vista, que, en determinadas cuestiones esenciales, se separan cada vez más de los nuestros. Si se hubiera avanzado en la cuestión de Rosmer y Landau, no como una maniobra, sino con un fin práctico, o sea, cómo hacer volver a esos grupos al seno de la Oposición internacional, el deber del camarada Nin hubiera consistido en dar una apreciación de sus puntos de vista y sacar la conclusión: ¿Son compatibles con los de los bolcheviques-leninistas? ¿Exige determinadas concesiones por nuestra parte, y en concreto cuáles; o, por el contrario, Rosmer y Landau tendrán que renunciar a sus puntos de vista y sus métodos para unirse a la Oposición de izquierda? Una actuación de este tipo, seria, de principios, y al mismo tiempo, práctica, habría abierto la posibilidad de una discusión y quizás de dar algunos pasos en la práctica. La actual forma de actuar de Nin demuestra que no le importan los avances prácticos: no necesita más que un pretexto artificial para lanzar sus insinuaciones contra la Oposición de izquierda internacional.
Todo esto es aún más triste ya que el camarada Nin necesita una actuación desleal para disimular sus propias vacilaciones políticas, así como toda una serie de faltas que han impedido a la Oposición de izquierda española conquistar el lugar que las condiciones de la revolución posibilitaban. Actualmente, a consecuencia de la política radicalmente falsa del camarada Nin, la Oposición española no crece, por el contrario, se debilita.[13] Desgraciadamente, la discusión política con el camarada Nin no ha dado ningún resultado: siempre se esconde, hace diplomacia, no dice ni sí ni no, sino lo que es peor, a los argumentos políticos de los camaradas, responde con insinuaciones personales.
Le ruego que ponga esta carta en conocimiento de todas las secciones, empezando por la española. Quisiera que fuera enviada a todos nuestros amigos de América del Sur: cuanto antes se enteren de la falsedad y el peligro de la política de Nin, más estrechamente se unirán a nuestra organización internacional y podrán trabajar con más éxito en el plano nacional.
Saludos comunistas.
Leon Trotsky.
P. S. Ya había escrito esta carta cuando mis amigos me enviaron dos documentos del camarada Nin y otros, en respuesta a la carta de los camaradas Shachtman y Frank.[14] El camarada Nin descubre una intriga y una comedia en el hecho de que ésta haya sido escrita en Prinkipo. Deja entender que estoy escondido tras los firmantes de la carta. ¿Por qué habla de hacerlo? Desde luego no por miedo a Nin y a sus cómplices, pues ya me he expresado muchas veces ?espero que sin equívocos sobre la política de Nin. Mi correspondencia con él es accesible a los camaradas.
No tengo el más mínimo interés en ocultar que yo creo que la actividad de Nin es nefasta. ¿Por qué habría de esconderme tras Shachtman y Frank? Incluso si la iniciativa de la carta hubiera partido de mi, esto no cambia el contenido de la carta. Lo importante son los hechos y los argumentos de la carta, que son aplastantes para Nin. La verdad es que la iniciativa de la carta, así como su redacción pertenecen exclusivamente a los camaradas que la han firmado. No he conocido el texto de la carta hasta que la he leído. ¿Con qué derecho, Nin y sus cómplices, presentan a Shachtman y Frank como incapaces de emitir un juicio sobre estas artimañas y de expresarse por iniciativa propia? Si Nin tiene alguna duda sobre la autenticidad de esta carta que se dirija a las secciones americana y francesa. Estoy seguro de que recibirá una respuesta clara, aunque poco reconfortante para él.
Nin intenta defender sus insinuaciones personales citando una afirmación mía -poco personal por otra parte- según la cual la política se hace a través de las personas.[15] Se olvida que a través de las personas no sólo se hace la buena política, sino la mala, y que toda política selecciona a las personas que le corresponden y las educa.
Notas
[1] 3580. Este texto de uso interno, es una carta dirigida a todas las secciones de la oposición internacional. Fue publicada en el Boletín interior, n.º4, del 5 de septiembre de 1933, pp. 7-9. El título es el mismo que le puso el S.I. El comité ejecutivo de la Gauche Communiste la hizo preceder de la siguiente indicación, entre otras: “la mayoría de nuestros camaradas conocen ya esta carta, ya que el S.I. fiel a sus métodos disolventes y desleales, se ha servido de sus agentes Arlen y Vela -que no son miembros de nuestra organización- para hacerla llegar hasta nuestros grupos”. Arlen era el nombre de un oficial que había militado brevemente en la Oposición y Mariano Vela era el nombre de un estudiante madrileño al que estaba ligado. Según parece, después de un cierto tiempo, los dos habían expresado -incluso antes que Trotsky- críticas contra la orientación independentista de Nin y sus camaradas, y que el S.I. por lo menos pensó en apoyarles en la medida en que parecían más dignos de fe que Lacroix, “convertido” demasiado recientemente. En el mismo boletín se hace alusión a la correspondencia que Arlen y Vela mantenían directamente con el S.I., uno de cuyos representantes, Pietro Tresso, llamado Blasco, antiguo dirigente del P.C. italiano, había contactado con Tojo, del grupo de Lacroix. El S.I. enviaba a Arlen y Vela la copia de los documentos dirigidos al C.E. español, utilizándolos para difundir sus propios documentos. En el mismo número una respuesta del grupo de Madrid -donde residían Arlen y Vela- calificaba a estos últimos de “dos cretinos extranjeros con sentimientos de proletarios revolucionarios “. De cualquier forma, la actitud extremadamente hostil del C.E., que había desautorizado a Fersen, su representante en la preconferencia, negándose a aplicar las decisiones de esta última, justificaba a los ojos de Trotsky esta declaración de guerra interna a la mayoría de la sección española.
[2] Lo esencial de estos textos se encuentra en los Boletines internos 3 y 4 de la Gauche communiste, que no hemos podido encontrar. Sin embargo, según los textos posteriores, queda claro que Trotsky hace alusión aquí al proceso hecho por el C.E. de los “métodos burocráticos” del S.I., sus “intrigas” con Lacroix-Tojo y posteriormente Arlen y Vela, de la acusación según la cual estos últimos conservaban los archivos de la izquierda comunista, con el consentimiento del S.I., de la falta de principios de este último en las luchas fraccionales, etc
[3] En su respuesta, el C.E. de la I.C.E. encontraba inadmisible que Trotsky empleara la expresión “Nin y sus amigos” para expresar la dirección elegida en la conferencia nacional de la oposición española, afirmando que esto revelaba una actitud fraccional inaceptable. (Boletín interior, n.o 4, 5 de septiembre de 1933, p. 9).
[4] No hemos podido disponer de un balance de los debates de la preconferencia, sino únicamente el texto de la declaración del delegado español, Fersen. (Boletín interno de la O.G.I., editado por el S.I. de la O.G. (B.-L.), nº 2-3, abril de 1933).
[5] El C.E. se contentó con responder: “Todos los camaradas, sin excepción, están confundidos.”
[6] Fersen se había expresado de forma más matizada en la preconferencia afirmando que “la sección española, sin negar la existencia de errores y desviaciones, más o menos importantes” por parte de Rosmer o de Treint, no había llegado “a encontrar una línea de demarcación en el terreno de los principios” entre la oposición de izquierda internacional y “ciertos grupos”. La resolución de Madrid, mencionada en la nota 1, se refiere vivamente a Frank y Molinier, delegados del S.I. en la conferencia, acusándoles de haber intentado, sin suficiente información y con los métodos más bajos, arrancar a los delegados una declaración en contra del grupo de Rosmer. Después del mentís de Comunismo en septiembre, desolidarizándose con la “Gauche communiste” francesa y con el grupo Landau, el órgano de la Gauche communiste Le Communiste escribiría: “Podríamos haber dicho que, el camarada Lacrois, que no ignoraba nada de nuestras divergencias con la Ligue communiste francesa y el S.I., nos había propuesto, tres días antes de la conferencia, tomar la palabra en nombre de la oposición de izquierda francesa (cosa que no pudo llevar a cabo a causa de la llegada de los delegados “oficiales” Molinier, Frank, Pierre Naville y de la retirada de Lacroix). Podíamos haber contado el tono de la petición de estos delegados “oficiales” de nuestra expulsión de la sala de sesiones, donde había comenzado la discusión de la carta del S.I. (Le Communiste, n.º 8, l de octubre de 1932). Esta versión del incidente nos ha sido confirmada por una carta de Pierre Frank del 3 de enero de 1973: “Hubo un conflicto entre nuestra delegación y la unánime dirección española por el hecho de que habían invitado en pie de igualdad a nosotros y a Collinet, que era delegado del grupo de Rosmer.” Por su parte, M. Collinet ha confirmado su presencia en Madrid algunos días antes de la apertura de la conferencia, en la que finalmente fue admitido como oyente. Los textos del C.E. de la I.C. que hemos consultado no hacen alusión al viaje de Collinet, ni a su presencia en la conferencia, ni el texto de Madrid a esta disputa de representatividad.
[7] En su obra, Alfred Rosmer et le mouvement révolutionnaire international, pp. 379 y ss., Christian Gras, basándose en la correspondencia contenida en los archivos Mougeot, afirma que Rosmer deseaba ante todo eliminar de toda responsabilidad a Raymond Molinier al que consideraba peligroso y aventurero. El C.E. de la I.C.E., en una carta no fechada, publicada en su Boletín interior, n.º 2, de 1933, precisa que estaba dispuesto a reconocer los errores de Rosmer, pero que de ninguna forma iba a reconocer que sus adversarios en la Ligue francesa, sobre todo Molinier, eran, como decía Trotsky “los elementos vivos y revolucionarios del movimiento” Nin, Andrade y los demás mantenían un juicio tan severo sobre Molinier como el de Rosmer, que Trotsky no compartiría hasta 1935, a partir de su ruptura definitiva.
[8] Christian Gras (op. cit., p. 373) escribe: “En noviembre de 1930, cuando llegan las cartas de Trotsky favorables a Molinier, Rosmer se aparta de la Ligue.” La fecha es exacta. Sin embargo Alfonso Leonetti nos ha contado que desde que los “tres” del P.C. italiano tomaron contacto con Rosmer, este último no sólo no les habló de su ruptura con la Ligue y la oposición internacional, sino que por el contrario les contactó con Trotsky
[9] Aquí el resumen raya en la caricatura. Trotsky había escrito exactamente a la Federación de Charleroi, que animaba León Lesoil: “El camarada Rosmer ve como posible su alejamiento del movimiento a causa de asuntos que atañen incluso al orden personal. Con una actitud semejante al movimiento en su conjunto, ¿qué hay de extraño en que nuestras divergencias de principio parezcan secundarias e incluso inexistentes? (Carta del 28 de junio de 1931, Archivos Mougeot).
[10] Efectivamente esta es la impresión que se saca de las cartas de Nin, tal como fueron publicadas por Trotsky. Nin no cuestionó la selección, y por consiguiente la verosimilitud de los extractos. Por otra parte, numerosas cartas intercambiadas entre los dos hombres permanecen hasta ahora inaccesibles al investigador.
[11] No es exacto que “nadie” intentara expulsar a Landau. Efectivamente, el mismo Trotsky escribía el 17 de febrero de 1931: Es inútil decir lo lejos que estoy de responsabilizarme de la actividad del camarada Well. Por el contrario he estado en desacuerdo con él, más de una vez, y cuando creía que cometía errores importantes, no me callaba mi opinión ( ). Durante las explosiones de una cólera injustificada Well emprendía el método de Landau, no viendo otra salida que la escisión (subrayado por nosotros, P. B.). La consigna “expulsar a Landau” es falsa, peligrosa y dañina. (“La crisis de la oposición de izquierda alemana” Boletín Internacional de la oposición comunista de izquierda, n.º 6, abril de 1931, edición francesa). A decir verdad, Well no lanzó esta consigna de expulsar a Landau desinteresadamente, a pesar de que se alinease cuidadosamente con las posiciones de Trotsky en los últimos tiempos de la crisis. Efectivamente se sabe que el pseudo R. Wells y su hermano, conocido en aquella época como Sénine, eran en realidad agentes de la G.P.U., que serían desenmascarados a finales de 1932. De origen lituano, su verdadero nombre era Sobolevicius; posteriormente los dos hermanos harán carrera en el espionaje ruso en los EE.UU., bajo los nombres de Jack Sobre y Robert Soblen.
[12] Christian Gras ha demostrado que la expresión “grupo Rosmer” para designar a los militantes agrupados en Francia alrededor del periódico Le Communiste, no correspondía en absoluto a la realidad.
[13] Alusión a la crisis abierta por Lacroix y a sus consecuencias en la oposición española a continuación de una encarnizada lucha fraccional de varios meses. El C.E. de la Gauche communiste reaccionaría rápidamente a esto, ya que hacia responsables de la agudeza de la crisis al S.I. y por lo menos parcialmente a Trotsky, ya que ellos habían contribuido a envenenarla. El texto de Lacroix publicado en el B.I. internacional de abril de 1933 afirmaba: “Trotsky y el S.I. siempre tienen razón contra nosotros, salvo en los asuntos sin ímportancia.” Las decisiones de la preconferencia -a la que había asistido un delegado de Lacroix-, la correspondencia del S.I. con Tojo, después con Arlen y Vela, habían confirmado, si no el apoyo de Lacroix -de quien Trotsky y el S.I. desconfiaban- sí por lo menos la explotación de la crisis por parte del S.I. Sin embargo el asunto se enrarecería aún más. El órgano del P.S.O.E., El Socialista publicó el 29 de agosto de 1933, bajo el título de “Vuelta al marxismo”, una carta de Lacroix solicitando su admisión en el partido socialista, abjurando de su “izquierdismo” y que fue considerada como un gesto innoble por parte de sus antiguos camaradas. Según el C.E. español, Lacroix había intentado antes reincorporarse al P.C. (Comunismo, 29 de octubre de 1933). La marcha en semejantes condiciones del antiguo secretario general constituía un duro golpe tanto para la autoridad de Trotsky, como para la de la oposición española en su conjunto. En La Batalla, 26 de octubre de 1933, se recogían las informaciones de Comunismo bajo el título de “La derrota del trotskismo”. Maurin calificaba a Garcia Lavid (Lacroix) como “el hombre de confianza de Trotsky”, el “verdadero organizador del trotskismo en España” para concluir: “En el plano doctrinal, el trotskismo está mucho más cerca de la socialdemocracia que del comunismo.” Este giro político parecía estar más ocasionado por el carácter de Lacroix, que por su evolución política. Militante socialista, comisario de división durante la guerra civil, reconocido por los oficiales de la división Líster, según varias opiniones, habría sido ahorcado en 1939, a pocos centenares de metros de la frontera francesa. Georges Verceeken, en un manuscrito inédito, defiende la tesis de que Lacroix era un “agente” estalinista
[14] No hemos podido conseguir el texto de esta carta publicada en el n.º 3 del Boletín interior. Frank era el brazo derecho de Molinier y uno de los principales dirigentes de la Ligue francesa; Max Schachtman, uno de los principales trotskystas norteamericanos. Su texto -una carta dirigida a las secciones-, de la que no hemos podido conseguir la respuesta, era un acta de acusación a los dirigentes españoles. Según un camarada que prefiere guardar el anonimato, la cólera de los amigos de Nin se explicaba por el hecho de que Schachtman, antes de dirigirse a Prinkipo, había estado con Nin y le había prometido apoyo. Jean Van Helienoort, ataca esta hipótesis, que considera inverosímil y nos señala (carta del 26 de diciembre de 1972) que el texto en cuestión había sido redactado por Pierre Frank en octubre de 1932, bajo forma de proyecto, pero que su envío se había retrasado a causa de su viaje a Copenhague. Shachtman lo había firmado en Prinkipo y de esta forma fue enviado con estas dos firmas. En su respuesta relativa a la participación de Trotsky en la redacción de esta carta, el C.E. de la I.C.E. se limita a declarar: “Ya que Trotsky lo dice, como no tenemos pruebas de lo contrario, nos lo creemos.” Pero algunas líneas más abajo añade que Shachtman es un hombres “sin principios”, “intrigante pueril que carece del más mínimo sentido de la responsabilidad política” y que debería haber sido expulsado como “perturbador y dilettante”.
[15] El C.E. de la I.C.E. respondió: “Por grandes que sean vuestras cualidades y vuestra experiencia política, no pueden más que producir documentos lamentables cuando intentan justificar lo injustificable y defender lo indefendible.” Respecto a las injurias: “Camarada Trotsky, le aseguramos que no hemos utilizado y nunca utilizaremos la injuria. Nuestras acusaciones se basan en hechos concretos, probados y verificables en cualquier momento” (Boletín interior, n.º 4, p. 9). Por su parte, Nin respondía a Trotsky por medio de la declaración siguiente: “Para satisfacer a los camaradas que se preguntaban por qué dejaba sin respuesta las acusaciones lanzadas contra mi por el camarada Trotsky, declaro que esta actitud, en la que pienso permanecer inquebrantable, responde al firme deseo de no hacer el juego a una grosera maniobra que no busca otro objetivo que el de provocarme, para conferir un carácter personal a nuestras divergencias con la dirección internacional, oponiéndome a la organización. El camarada Trotsky y el S.I. Podrán discutir con la sección española y su C.E., que no es un círculo (tertulia) de amigos, ni una camarilla de epígonos, sino un órgano legítimamente elegido por la organización, cuyo punto de vista representa y de la que goza de su confianza” (íbidem, p. 13).
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No más colaboración en la confusión[1]
(Protesta dirigida a Adelante, 3 de octubre de 1933)
He recibido de España la noticia de la aparición de Adelante, en la que aparece mi nombre entre los colaboradores, junto al de Karl Radek y Préobrajensky[2]. Nadie me ha invitado a colaborar en Adelante, por lo tanto, no he tenido la oportunidad de dar mi consentimiento. En cuanto a Préobrajensky, que está exiliado, la utilización abusiva de su nombre sólo puede perjudicarle. El poco respetable nombre de Karl Radek da a esta lista un carácter totalmente fantástico e inexplicable[3]
Debido a lo que acabo de mencionar, me veo en la obligación de rogarle que cese de utilizar mi nombre[4]
3 de octubre de 1933.
León Trotsky.
Notas
[1] En noviembre de 1933, el Bloque obrero y campesino catalán de Maurín, comenzó la publicación en Barcelona del diario Adelante, que dirigía el antiguo animador de la agrupación comunista autónoma de Madrid, Luis Portela. El semanario La Batalla, durante la campaña de lanzamiento del nuevo diario, había anunciado que Adelante publicaría artículos de las principales personalidades del movimiento comunista, expulsados o no, opositores de derecha o de izquierda. Según la tradición del movimiento obrero español, de origen anarquista, no se trataba de la colaboración voluntaria de las personalidades mencionadas, sino de la copia, anunciada con antelación de sus artículos publicados en otros lugares. Nin insistió para que Trotsky redactase inmediatamente el texto siguiente.
[2] Tanto Radek como Préobranjensky habían sido compañeros de Trotsky en la lucha de la oposición de izquierda de 1923, posteriormente en la oposición unificada. Como tales habían sido deportados a finales de 1927, pero habían capitulado el 14 de julio de 1929, junto a Smilga.
[3] Se advierte la diferencia en el tratamiento a los dos hombres. Preobranjensky, aún en el exilio, según las informaciones de Trotsky no había llegado tan lejos en el camino de las capitulaciones ante Stalin. Trotsky acusaba sobre todo a Radek de haber denunciado a la G.P.U. a Jakob Blumkin, que le habla contado su visita a Trotsky, y que fue fusilado. De hecho Adelante, publicaría un telegrama de Radek y Préobranjensky proclamando su rechazo a “colaborar en un periódico al lado de renegados comunistas, como Brandler, Thalheimer, Trotsky, Souvarine, etc.”
[4] Los dirigentes del Bloc, no tuvieron en cuenta este incidente y continuaron publicando, tanto en Adelante como en La Batalla, traducciones de artículos de Trotsky, sin indicación de origen.
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El conflicto catalán y las tareas del proletariado[1]
(Carta del cda P., colaborador del S.I.)
1. La apreciación del conflicto catalán y de las posibilidades que se derivan debe partir del hecho de que Catalunya representa hoy indudablemente la más fuerte posición de las fuerzas defensivas dirigidas contra la reacción española y contra los peligros del fascismo. Si esta posición cae, la reacción habrá conseguido una victoria decisiva y por mucho tiempo. Con una política justa de la vanguardia proletaria es posible hacer de esta posición defensiva la más fuerte, la posición de inicio de una nueva ofensiva de la revolución española. Ésta ha de ser nuestra perspectiva.
2. Este desarrollo sólo es posible si el proletariado catalán logra apoderarse de la dirección de la lucha defensiva contra el gobierno central reaccionario de Madrid. Pero esto sólo es posible si el proletariado catalán no promete sólo apoyar esta lucha, en caso de que sea iniciada -sea por la intransigencia del gobierno de Madrid, sea por la agresividad de la pequeña burguesía catalana (esta política de seguidismo es preconizada por nuestros camaradas dentro de la Alianza Obrera de Catalunya y realizada contra Maurín)-, sino si se pone desde el principio a la cabeza de la resistencia, si dibuja perspectivas, lanza consignas más atrevidas y desde el comienzo lleva la lucha no sólo en palabras, sino en actos.
3. Una resistencia victoriosa sólo es concebible si no solamente moviliza todas las fuerzas de masa de Catalunya (todas las condiciones son actualmente dadas), sino si empuja también hacia la ofensiva. Por esto es de una importancia decisiva que la vanguardia proletaria sepa explicar desde ahora a las masas obreras y campesinas del resto de España que por la victoria o la derrota de la resistencia catalana se decidirá también su victoria o su derrota. La movilización de estos aliados de toda España se ha de hacer desde ahora y no en el momento en que la ofensiva reaccionaria contra Catalunya se convierta en un hecho (que es la posición de nuestros camaradas y de la mayoría de la A.O.).
4. Catalunya puede ser durante mucho tiempo la base decisiva de la revolución española. La conquista de la dirección en Catalunya debe ser el centro de nuestra política en España. La política de nuestros camaradas lo hace completamente imposible. Esta política se ha de cambiar rápidamente si no queremos que una situación decisiva se acabe, por culpa nuestra en una nueva derrota de la revolución española que sería decisiva durante mucho tiempo. No debemos escondernos que la política de nuestros camaradas en esta cuestión hasta ahora ha fuertemente dañado el prestigio no sólo de nuestra propia organización y de la Alianza Obrera, sino el del proletariado mismo, lo cual no podrá ser reparado más que por un giro radical y convincente por los hechos. La posición de nuestros camaradas y de los de la A.O. no puede ser entendida por las masas trabajadoras no-proletarias más que como sigue: el proletariado se compromete mediante estas organizaciones a participar si las otras comienzan; pero incluso para esto pide su precio (las condiciones puestas por la A.O. a la Esquerra pequeñoburguesa, ignoran completamente el interés particular de los campesinos y de los pequeñoburgueses urbanos); e intentará -tan pronto como la posibilidad se preste- a dar a la lucha una dirección en el sentido de sus propios objetivos de clase, la dictadura del proletariado. En lugar de aparecer como el dirigente de todas las capas oprimidas de la nación, como el líder de la liberación nacional, el proletariado aparece aquí puramente como un compañero de las otras clases, incluso como un compañero muy egoísta, a quien hace falta dar o más bien prometer su parte porque se le necesita y durante el tiempo en que se le necesite. La pequeña burguesía catalana y la gran burguesía y la reacción basándose en la carencia de esta pequeña burguesía no podrían pedir nada mejor que un proletariado en esta posición.
5. El giro de nuestros camaradas, ha de consistir en primer lugar en esto: deben propagar (por nuestra propia organización y por la A.O.) la proclamación de la República Catalana Independiente y deben pedir para asegurarla el armamento inmediato de todo el pueblo. No deben, para este armamento, esperar al gobierno, sino comenzar inmediatamente a formar milicias obreras, las cuales deben entonces no solamente exigir un mejor armamento al gobierno, sino que deben procurárselo ellas mismas por el desarme de los reaccionarios y de los fascistas. El proletariado debe probar por los hechos a las masas catalanas que tiene un interés sagrado en la defensa de la independencia catalana. En esto consistirá el paso decisivo hacia la conquista de la dirección de la lucha de todas las capas prestas a la defensa de la ciudad y del campo. El armamento del pueblo debe convertirse en el centro de nuestra agitación en las próximas semanas bajo las consignas de: continuación del pago de todos los salarios; el gobierno y los empresarios deben compartir el coste del armamento y del suministro; las fuerzas de combate existentes (policía, etc.) serán encuadradas como instructoras en la formación de las milicias; los oficiales serán escogidos por los miembros de la Milicia; la base de las milicias es la fábrica, o bien el distrito de residencia; los obreros de las grandes empresas, de los ferrocarriles, etc. y de todas las empresas públicas formarán parte automáticamente de la milicia; además todos los ciudadanos están invitados a enrolarse; cada formación escoge a su comité, que, por su parte, envía a su representante (sin duda por instancias intermediarias) al Comité central de todas las formaciones de milicia de Catalunya. Este comité central (es decir, el Soviet central) cumple la tarea de un estado-mayor político, pero en primer lugar la de control, más tarde, de la dirección central del suministro de armes y víveres, etc. Al realizar esta tarea, estará obligado a convertirse, de un órgano al lado del gobierno propiamente dicho, en este gobierno mismo. Ésta es la forma y el camino concretos de los soviets en la situación dada en Catalunya.
6. Dada la extrema división del proletariado catalán, que no permite que su hegemonía salga a la luz en Catalunya, el proletariado en la situación actual no puede proclamar él solo la independencia catalana. Pero puede y debe apelar a la proclamación con toda su fuerza y exigirla de la Esquerra pequeñoburguesa actualmente gobernante. Debe responder a su retraso por la reivindicación de nuevas elecciones inmediatas: “Necesitamos un gobierno que represente y dirija la voluntad real de lucha de las masas populares”. Los comités de las formaciones de milicia han de convertirse en el medio principal de la realización y de la preparación de estas elecciones. Dicho de otra manera: en la medida en que los dos lados de la cosa –proclamación de la independencia y armamento del pueblo– pueden ser separados el uno del otro, es el último por el cual hace falta comenzar el trabajo práctico y por medio del cual hace falta imponer el primero.
7. No solamente el proletariado debe plantear reivindicaciones democráticas generales (la libertad de la prensa, etc.; un Estado que no sea costoso; la nivelación de los salarios de los funcionarios; una economía democrática -más impuestos indirectos, la tributación elevada directa de los poseedores para la financiación de la resistencia; etc.); no solamente debe hacer suyas -a parte de sus propias reivindicaciones de clase- todas las reivindicaciones especiales de los campesinos y de los pequeño-burgueses urbanos e incluso superar las reivindicaciones planteadas hasta entonces (falta aquí el conocimiento de los detalles, sobre todo de la cuestión agraria) sino que ante todo el proletariado debe desde ahora y por su propia iniciativa lanzar las reivindicaciones como consignas entre les masas y llamarlas a que luchen por ellas, -pero no plantear estas reivindicaciones a la Esquerra gobernante como “condiciones”, bajo las cuales se estaría preparado para participar en la lucha.
8. Más arriba hablamos siempre vagamente de “el proletariado debe ”. La razón es que desgraciadamente no podemos hablar del “Partido del proletariado”. Nuestra organización que -con una política justa- podría asumir el papel del partido, parece haberse más o menos disuelto en la masa blanda de unidad de la “Alianza”. En qué medida aquí sería posible un giro rápido que se corresponda con el empuje del momento actual, no es ciertamente posible fijarlo fuera del lugar mismo. Como en la situación actual la suerte de la Revolución española y de nuestra organización en España puede ser decidida por un largo período (naturalmente hay también la posibilidad de resolver el conflicto -pero incluso en este caso la influencia de nuestra organización, si continua la política actual, debería sufrir entre les masas dispuestas a luchar un daño extraordinario capaz de sacarla completamente fuera de la arena política). El envío de un delegado del S.I. es necesario. Su viaje debería prepararse por una carta del S.I. a escribir inmediatamente y que expusiera nuestra posición en la cuestión.
Notas
[1] Las mayúsculas y los énfasis son del original. He querido intencionadamente hacer la traducción lo más literal posible, para mostrar lo más cuidadosamente el estilo de un texto creado por alguien que claramente domina el francés, pero que no lo tiene como lengua nativa. [Nota del traductor]
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Enseñanzas de la derrota de octubre de 1934[1]
La importancia del parlamentarismo en las condiciones de crisis total del sistema social del capitalismo es tan evidente, que los demócratas vulgares en el movimiento obrero no encuentran un argumento para defender sus petrificados prejuicios. Con mayor razón, está dispuesto a asirse a todos los fracasos y a todas las derrotas sufridas en el camino revolucionario. El desarrollo de su pensamiento es el siguiente: si el parlamentarismo puro no, ofrece salida, con la lucha armada no se mejora la situación. La derrota de las insurrecciones proletarias en Austria y en España son ahora para ellos, por supuesto, el argumento preferido. De hecho, en la crítica del método, revolucionario, la inconsistencia teórica y política de los demócratas vulgares aparece aún más claramente que en su defensa de la podrida democracia burguesa.
Nadie ha dicho que el método revolucionario asegure automáticamente la victoria. Lo decisivo no es el método en sí mismo, sino su aplicación correcta, la orientación marxista de los acontecimientos, una organización poderosa, la confianza de las masas conquistada a través de una larga experiencia, una dirección perspicaz y firme. El resultado de un combate depende del momento y de las condiciones del conflicto, de la relación de fuerzas. El marxismo está lejos de pensar que el conflicto armado es el único método revolucionario, una panacea que puede emplearse en cualquier ocasión. En general, el marxismo no conoce fetiches, ni parlamentarios ni insurreccionales. Todo vale, en su lugar y en su tiempo. Hay algo que puede decirse desde el principio: Por el camino parlamentario el proletariado socialista nunca y en ningún lado ha conquistado el poder, ni siquiera ha estado cerca. Los gobiernos de Scheidmann, Hermann Müller, Mac Donald[2] nada tenían en común con el socialismo. La burguesía no ha permitido a los socialdemócratas y laboristas que llegaran al poder más que con la condición de que defendieran el capitalismo contra sus enemigos. Ellos han cumplido escrupulosamente esa condición. El socialismo parlamentario, contrarrevolucionario, no ha llegado a realizar en ningún sitio un gobierno socialista; por el contrario, ha logrado formar renegados despreciables,. que explotaron el partido obrero para hacer una carrera ministerial
Por otra parte, la experiencia histórica demuestra que el método revolucionario puede conducir a la conquista del poder por el proletariado: Rusia en 1917, Alemania y Austria en 1918, España en 1930. En Rusia habla un poderoso partido bolchevique que, durante largos años, preparó la revolución y que supo tomar el poder sólidamente. Los partidos reformistas de España, Alemania y Austria no prepararon ni dirigieron la revolución, sino que la sufrieron. Espantados por el poder que había caído en sus manos contra sus deseos, lo cedieron benévolamente a la burguesía. De este modo minaron la confianza del proletariado en sí mismo y, aun más, la confianza de la pequeña burguesía en el proletariado. Prepararon las condiciones del crecimiento de la reacción fascista, de la que acabaron siendo víctimas.
La guerra civil, hemos dicho siguiendo a Clausewitz, es la continuación de la política pero por otros medios. Esto significa que el resultado de la guerra civil depende sólo en un cuarto (por no decir un décimo), de la marcha de la propia guerra civil, de sus medios técnicos, de la dirección puramente militar, y en los restantes tres cuadros (si no nueve décimos) de la preparación política. ¿En qué consiste esta preparación política? En la cohesión revolucionaria de las masas, en su liberación de las esperanzas serviles de la clemencia, la generosidad, la lealtad de los esclavistas “democráticos”, en la educación de cuadros revolucionarios que sepan desafiar a la opinión pública burguesa y que sean capaces de demostrar frente a la burguesía, aunque no sea mas que una décima parte de la implacabilidad que ésta muestra frente a los trabajadores. Sin este temple, la guerra civil, cuando las condiciones la impongan ?y siempre terminarán por imponerla- se desarrollará en condiciones más desfavorables para el proletariado, dependerá en mayor medida del azar; después, aún en el caso de una victoria militar, puede que el poder escape de las manos del proletariado. El que no vea que la lucha de clases conduce inevitablemente a un conflicto armado, es un ciego. Pero no es menos ciego, quien frente al conflicto armado, no ve toda la política previa de las clases en lucha.
En Austria no ha sido el método de la revolución el derrotado, sino el austro?marxismo; en España, el reformismo parlamentario sin principios ( ) pero en el fondo las causas de la derrota son las mismas. El partido socialista español, como los “socialrevolucionarios” y los mencheviques rusos, compartió el poder con la burguesía republicana para impedir a las masas llevar la revolución hasta su fin. Durante dos años, los socialistas en el poder ayudaron a la burguesía a desembarazarse de las masas mediante migajas de reformas agrarias, sociales y nacionales. Los socialistas emplearon la represión contra las capas más revolucionarias del pueblo. El resultado fue doble. El anarcosindicalismo, que con una política correcta del partido obrero, se hubiera fundido como la cera en el fuego de la revolución, en realidad se reforzó y atrajo a las capas más combativas del proletariado. En el otro extremo, la demagogia social?católica explotó hábilmente el descontento de las masas frente al gobierno burgués?socialista. Cuando el partido socialista se hubo comprometido suficiente, la burguesía le echó del poder y pasó a la ofensiva en toda línea. El partido socialista se vio obligado a defenderse en condiciones extremadamente desfavorables, que él mismo había preparado con su política anterior. La burguesía tiene ya un apoyo de masas a la derecha. Los dirigentes anarcosindicalistas, que en el curso de la revolución cometieron todos los errores propios de esos confusionistas profesionales, se negaron a apoyar la insurrección dirigida por los “Políticos traidores”.[3] El movimiento no tuvo un carácter general, sino esporádico.[4] El gobierno dirigió sus golpes sobre todos los cuadros del tablero. La guerra civil, impuesta por la reacción, terminó con la derrota del proletariado.[5]
A partir de la experiencia española, no es difícil sacar una conclusión en contra de la participación socialista en un gobierno burgués. La conclusión, en si misma, es indiscutible, pero absolutamente insuficiente. El pretendido “radicalismo austro?marxista” no vale más que el ministerialismo español. La diferencia es técnica y no política. Ambos esperaban que la burguesía les entregara “lealtad por lealtad”. Y ambos han llevado al proletariado a sendas. catástrofes. En España y en Austria, la derrota no la sufrieron los métodos de la revolución, sino los métodos oportunistas en una situación revolucionaria.[6] ¡No es lo mismo!
Octubre 1934
Notas
[1] Este texto, consagrado a la enseñanza de los combates armados en Austria y España, en 1934, está sacado de “Oú va la France”? (Le Mouvement communiste, pp. 44&470). A falta de otro texto de Trotsky consagrado a la insurrección española de octubre de 1934, recogemos este, con algunos cortes.
[2] Los socialdemócratas alemanes Scheidmann y Hermann Müller y el laborista Mac Donald, habían dirigido gobiernos de mayoría socialista en un marco parlamentario. Los socialdemócratas alemanes Scheidmann y Hermann Müller y el laborista Mac Donald, habían dirigido gobiernos de mayoría socialista en un marco parlamentario.
[3] En Cataluña, la principal causa del fracaso fue la negativa de los anarcosindicalistas de la C.N.T. a unirse a la huelga general. Un dirigente de la C.N.T. incluso llegó a hablar por la radio, para llamar a los trabajadores a no unirse al movimiento. Por el contrario en Asturias, la C.N.T. había firmado un pacto con la U.G.T. y otras organizaciones obreras “un pacto de alianza obrera” bajo el impulso sobre todo de José María Martínez.
[4] Estallaron tres núcleos de desigual importancia: Barcelona, donde el papel dirigente fue llevado por los comunistas del Bloque obrero campesino, la izquierda comunista, la U.G.T., y el pequeño partido socialista; pero donde la actitud de la C.N.T. y la ambigüedad de los catalanistas en el gobierno, provocaron su rápido hundimiento; Madrid, donde toda la iniciativa cayó sobre los socialistas, y donde tuvieron lugar enfrentamientos, aunque limitados, y en Asturias, en donde la unidad, llevada a cabo en el seno de la Alianza Obrera, permitió una insurrección general, instaurando por espacio de unos días una verdadera “dictadura del proletariado” en la zona minera
[5] El balance es abultado: 3.000 muertos, 7.000 heridos, más de 40.000 luchadores obreros detenidos y meses de terror bajo una feroz represión policial, entre la que se encuentra el asesinato de un periodista por oficiales, por haber revelado su actuación, el valenciano Luis de Sirval. Sin embargo, la insurrección asturiana inspiraría a toda la clase obrera española la consigna de frente único: “Unión de hermanos proletarios.”
[6] Desde la prisión, en Madrid, Fersen, escribía el 12 de noviembre estas líneas de critica que prolongaban el análisis de Trotsky: “Mientras que el partido socialista se disponía a combatir enérgicamente al fascismo, guardaba hasta el último momento una salida de emergencia para refugiarse en la solución democrática. Aquí es donde hay que buscar las causas inmediatas y concretas del fracaso de la revolución del 5 de octubre. Aquí está la explicación, no el hecho de que la insurrección se hubiera producido demasiado tarde, como en Viena, constituido un acto de traición por parte de la organización que era responsable.” (“La derrota de octubre en España” New International, diciembre de 1934, p. 136). Respecto a los métodos del partido socialista añadía: “en la actuación del partido socialista para la preparación de la lucha armada, la mayor preocupación era asegurar la retirada por si presentaba la ocasión, en vez de tomar las medidas para asegurar la victoria si se presentaba el combate. Toda esta táctica se explica por la preocupación de contener a las masas”. (Ibidem, p. 137.) En la misma revista, J. L. Arenillas, expresa consideraciones semejantes.
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Los bolcheviques-leninistas españoles y la insurreción de octubre 1934[1]
(Extractos de cartas)[2]
Noviembre de 1934
Aún no he recibido los documentos relativos a los recientes acontecimientos españoles en general y al papel jugado por nuestra sección en particular[3]. Pero el curso general de los acontecimientos es suficiente para sacar la conclusión de que nuestros camaradas españoles deberían haberse afiliado al partido socialista desde el mismo momento en que la diferenciación interna comenzaba a preparar a este partido para la lucha armada[4]. Nuestra situación en el proletariado español sería hoy mucho más ventajosa
* * *
15 de diciembre de 1934[5]
( ) Peor es la pasividad de nuestra sección española (salvo gloriosas excepciones) de cara a importantes acontecimientos.[6] Siempre hemos criticado a los dirigentes de la sección española, impregnados de una actitud propagandística y expectante. Todos los camaradas podrían y, deberían releer las discusiones internacionales con la dirección española. Lo más significativo es que los camaradas españoles han mostrado una actitud francamente hostil al giro francés[7]. Esto no es más que la confirmación de que la “intransigencia”[8] en este punto no es sino la máscara de la pasividad puramente propagandística y periodística. No nos cansamos de repetir que la peor de las faltas cometidas por todas las secciones es la de la sección española al no adherirse a tiempo al partido socialista desde el inicio de la preparación de la lucha armada.
* * *
28 de febrero de 1935[9]
Mire hacia España, querido amigo. Durante las sacudidas revolucionarias, la dirección de nuestra sección española se ha distinguido, durante todo este periodo, por su doctrinaria pasividad. Muchos de nuestros camaradas han luchado ferozmente de forma individual. Pero la sección española en su conjunto sé ha distinguido más por su crítica “objetiva” que por su actividad revolucionaria. Sin ninguna duda, constituye el ejemplo más trágico de toda la L.C.I. Observe como es precisamente esta sección la que hasta ahora permanece absolutamente intransigente frente al giro “oportunista” francés.[10]
Notas
[1] Extractos de cartas de Trotsky publicadas en los boletines internos relativos a los grandes problemas del momento, sobre todo al giro “entrista” y las oposiciones que surgieron en las filas de la oposición internacional.
[2] Carta al S.I. y a todas las secciones. Boletín Interno de la G.B.L., n.º 4, enero de 1935, dedicado a las posibilidades de extensión del “giro” francés respecto a los ejemplos austriacos, español y belga.
[3] Esta observación confirma que el texto precedente fue redactado antes de que Trotsky recibiese ninguna noticia detallada sobre la insurrección de octubre en España
[4] Esta queja se convertirá en el “leitmotiv” de las cartas de Trotsky. De hecho, dada la brevedad del tiempo transcurrido desde la proposición de entrada en el partido socialista y la insurrección de octubre, es poco probable que los militantes de la izquierda comunista hubieran podido jugar un papel decisivo, vista la disposición de los dirigentes socialistas. Sin embargo, es cierto que la decisión de entrar antes de octubre no hubiera dejado a los bolcheviques-leninistas españoles en la situación de aislamiento que al parecer sufrieron
[5] Carta al S.I. y a la sección belga, Boletín interno de la G.B.L., n.º 4, enero de 1935. Dedicado a las perspectivas de entrada de las juventudes leninistas belgas en la Joven Guardia Socialista, etapa hacia la aplicación en Bélgica del “giro francés”.
[6] Ignoramos a quien se refiere Trotsky cuando habla de “gloriosas excepciones”. Los dos artículos publicados en New Internatíonal en diciembre de 1934, redactados por L. Fersen y José Luis Arenillas al día siguiente de la insurrección de octubre no hacen alusión a ninguna actuación particular de la izquierda comunista; el segundo se limita a mencionar la participación en la Alianza obrera de Cataluña. Esta puede ser una explicación del débil papel que le otorga Juan Luis Arenillas cuando escribe: “Fundamentalmente, la revolución española fue un movimiento sectario apoyado sobre los militantes del partido socialista. Se basó en comités secretos, en lugar de basarse sobre los sectores más avanzados de la clase, sobre los oficiales en vez de los soldados.” (New International, diciembre 1934, p. 139). En una carta dirigida en julio de 1935 a un militante americano, Juan Andrade, contesta a este texto mencionando el importante papel jugado en Asturias por Ignacio Iglesias y José Loredo Aparicio, refugiados en Bélgica después del fracaso de la revolución (International News, vol .1, n.º 1, 1935, pp. 4-5).
[7] La propuesta de Trotsky a sus camaradas franceses de entrar en la S.F.I.O. había provocado una ola de indignación. En Francia, Pierre Naville se había negado a entrar intentando mantener una “Ligue Communiste” independiente, antes de acabar entrando, junto con su grupo, en la S.F.I.O.
Otro grupo, animado por Lhuillier, se había separado, afiliándose a la Unión Communiste, proveniente de una escisión anterior, y que acabó entrando también en la S.F.IO. El principal dirigente de la sección alemana, miembro del S.I. Ackerknecht, llamado E. Bauer, se pasó al S.A.P. En la la sección americana, Hugo (Ehler), se puso a la cabeza de una oposición que denunciaba esta “capitulación ante la socialdemocracia”. La sección holandesa, tras Sneevliet y la sección belga, que en su mayoría seguía a Vereecken, condenaban el “entrismo”. Para todos estos opositores, la posición de la sección española y sobre todo la de Andrés Nin, que gozaba de gran prestigio, constituía un precioso apoyo. Estos grupos y tendencias tenían inclinación a acercarse a Landau, que estaba formulando las mismas criticas desde el exterior. Señalemos que Martin (A. Leonetti) se oponía al entrismo y cuando sus camaradas italianos propusieron entrar en el partido socialista italiano, él se negó a hacerlo, presentando su dimisión al S.I. Sin embargo Trotsky insistió en no romper con él, permitiéndole no entrar. Esto fue lo que hizo Martin -decididamente hostil a lo que él llamaba el “retorno a Barnum”- que permaneció en el S.I.
[8] En la discusión sobre la entrada de los B.-L. franceses en la S.F.IO., Trotsky llamaba “intransigentes” en tono de burla, a los adversarios de este giro.
[9] “Centrist combinations and Marxist Tactics”, carta al camarada polaco V. International Information Bulletin. W.P.U.S., 1935, n.º 1, reproducido en Writings of Leon Trotsky 1934-1935, pp. 199-206, V. era contrario a la entrada en la S.F.IO. y partidario de la entrada en el Buró de Londres.
[10] Parece que por estas fechas los dirigentes de la sección española estaban intentando —como lo demuestra la carta de Andrade en la nota 6- organizar una fracción internacional con los adversarios del giro. Sneevliet, Vereecken (aunque con matices) y Landau apoyarían más tarde al P.O.U.M. contra Trotsky.
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El POUM y la IV Internacional[1]
(Carta al R.S.A.P., 18 de octubre de 1935)
Camaradas:
El último número de La Batalla contiene el manifiesto del congreso de unificación del Bloque obrero y campesino y la izquierda comunista.[2] Sólo voy a señalar un párrafo en el que habla de la afiliación internacional. El nuevo partido se proclama adherente a la Unión Socialista Revolucionaria (I.A.G.).[3] Esto es normal en España, igual que lo fue en Holanda.[4] ya que en los dos casos la mayoría ya había pertenecido al I.A.G. antes de la fusión. Sin embargo, en el manifiesto, el razonamiento de la adhesión es de lo menos convincente. El documento afirma que esta organización internacional “trabaja objetivamente por la reconstrucción de la unidad revolucionaria sobre nuevas bases”.[5] ¿Qué significa esto de ” objetivamente “? Se puede decir que el proletariado se encuentra forzado “objetivamente” a situarse en el camino de la revolución: con esto se sobreentienden las leyes del desarrollo del capitalismo. Pero, ¿como se puede hablar de la misma necesidad “objetiva” para pequeños grupos propagandistas? El sentido de su existencia es su esfuerzo objetivo, pero ¿cuál es su programa? ¿Cuáles son sus objetivos? El papel que pueden jugar en el movimiento obrero está determinado por estos criterios subjetivos.
Precisamente son estas cuestiones decisivas las que permanecen sin contestación. únicamente se nos habla de “unidad revolucionaria sobre nuevas bases”. ¿Cuáles, las del S.A.P. o las de los marxistas revolucionarios, las de la IVª Internacional? Sobre esta cuestión está teniendo lugar una encarnizada lucha en el seno del partido holandés. Cuanto más tiempo siga evitando el partido español la discusión de las fórmulas exactas, más apasionado y destructor será el inevitable conflicto entre las tendencias opuestas.
Personalmente no podemos más que insistir en la necesidad de la precisión teórica y política, en interés del porvenir del nuevo partido español.[6]
Notas
[1] Una copia de esta carta, redactada en francés, nos ha sido enviada por Jean Rous. Fue dirigida al holandés Sneevliet. Una nota manuscrita, firmada “Ad”. (Adolph, pseudónimo de Rudolf Klement, secretario administrativo del S.I.) señalaba que había sido enviada una copia a “España”. Este es el único escrito de Trotsky contemporáneo a la fundación del P.O.U.M. que hemos podido encontrar.
[2] Se trata de La Batalla del 11 de octubre de 1935. El manifiesto se titulaba “El Partido Obrero de Unificación Marxista al proletariado español”.
[3] El I.A.G. (Internationale Arbeitsgemeinschaft) había sido constituido a partir de la conferencia internacional de agosto de 1933 de los partidos socialistas revolucionarios. El I.A.G. reunía a los partidos que opinaban que la creación de una nueva internacional no podía ser más que la consecuencia de un “proceso histórico” oponiéndose pues ?a partir de febrero de 1935? a los partidarios de la construcción de la IV.ª Internacional. Estaba formado fundamentalmente por el S.A.P., escisión de izquierda de la socialdemocracia, que unía a cierto número de viejos comunistas como Paul Frólich y Walcher, el partido socialista sueco, el I.L.P. británico, los maximalistas italianos, el grupo Doriot, la Federación Comunista Ibérica de Maurín. A la cabeza, con funciones de coordinación, estaba un “Buró internacional para la unidad de los socialistas revolucionarios”, con sede en Londres ?de aquí el nombre abreviado de “Buró de Londres”? y cuyo secretario era el dirigente del I.L.P. Fenner Brockway.
[4] Los dos partidos holandeses R.S.P. y O.S.P. adheridos al I.A.G. se habían fusionado en marzo de 1935. En noviembre del mismo año el nuevo partido, R.S.A.P., decidía adherirse al buró del movimiento por la IVª Internacional.
[5] La frase entrecomillada por Trotsky, cita del manifiesto del P.O.U.M., revela un grave error de traducción. El texto dice realmente “cuyo objetivo es trabajar” y no “que trabaja objetivamente por”. De estas traducciones de Nin había dependido Trotsky durante años para los documentos españoles, ya que no conocía esta lengua, aunque se “defendía” con un diccionario. Por otra parte, esta falta de traducción es significativa de la desconfianza de Trotsky hacia la política internacional del P.O.U.M.
[6] Un mes más tarde, contestando a una pregunta relativa al buró de Londres, Trotsky mencionó al P.O.U.M. entre sus miembros diciendo: “la dirección no tiene perspectivas internacionalistas, aunque en sus filas hay una considerable proporción de miembros que están por la IV. Internacional”. (Writings of Leon Trotsky 1935?1936, p. 72).
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La traición del ‘Partido Obrero de Unificación Marxista’ español[1]
(22 enero 1936)
La organización española de los “comunistas de izquierda”, que fue siempre una organización confusa, ha acabado, después de bastantes oscilaciones a derecha e izquierda, por unificarse, sobre la base de un programa centrista, con la federación catalana de Maurín, en el seno del partido de “unificación marxista” (!).[2] Inducidas a error por este nombre, algunas de nuestras publicaciones han escrito de este nuevo partido que se acercaba a la IVª Internacional.[3] Nada es más peligroso que exagerar sus propias fuerzas sobre la base de una imaginación demasiado crédula. La realidad no tarda nunca en aportar una cruel desilusión.
Los periódicos nos informan que en España el conjunto de los partidos de “izquierda”, tanto burgueses como obreros, han constituido un bloque electoral sobre la base de un programa común que, por supuesto, no se distingue en nada del programa del “Frente Popular” francés ni de todos los demás programas charlatanescos del mismo género. Hallamos en él “la reforma del tribunal de garantías constitucionales ” y el mantenimiento riguroso del “principio de autoridad”(!), “la emancipación de la justicia de toda preocupación de orden político o económico” (¡la emancipación de la justicia capitalista de la influencia del capital!), y otras cosas del mismo género. El programa constata el rechazo, por los burgueses republicanos que participan en el bloque, de la nacionalización de la tierra, pero, “en revancha”, al lado de las habituales promesas baratas para los campesinos (créditos, revalorización de los productos de la tierra, etc.), proclama (como uno de sus objetivos) el “saneamiento (!) de la industria”, y la “protección de la pequeña industria y del comercio”; sigue el inevitable “control. de los Bancos”; sin embargo, puesto que los republicanos burgueses, según el texto de este programa, rechazan el control obrero, se trata del control de los bancos por los propios banqueros por el intermediario de sus agentes parlamentarios tipo Azaña y sus semejantes. En fin, la política exterior de España deberá seguir “los principios y los métodos de la Sociedad de Naciones”[4]. ¿Y qué más?.
Han firmado, debajo de este vergonzoso documento, los representantes de los dos grandes partidos burgueses de izquierda,[5] el partido socialista, la Unión General de Trabajadores, el partido comunista (¡evidentemente!), la Juventud socialista -¡desgraciadamente!-, el “partido sindicalista” (Pestaña)[6] y finalmente el “partido obrero de unificación marxista” (Juan Andrade). La mayoría de estos partidos se han encontrado en la cabeza de la revolución española durante los años de su ascenso y han hecho todo lo que han podido por traicionarla y agotarla. La novedad consiste en la firma del partido de Maurin-Nin-Andrade. Los antiguos “comunistas de izquierda” españoles se han convertido sencillamente en la cola de la burguesía de “izquierda”. ¡Es difícil imaginarse caída más humillante!
Hace algunos meses fue publicado en Madrid un libro de Juan Andrade, La burocracia reformista y el movimiento obrero, en el que son analizadas, mediante citas de Marx, Engels, Lenin y otros autores, las causas de la corrupción de los burócratas obreros. Juan Andrade me ha dirigido su libro dos veces, las dos veces con dedicatorias muy calurosas, en las que me llamaba su “jefe y maestro”. Este gesto, que en otras circunstancias seguramente no hubiera podido más que alegrarme, me obliga ahora a declarar con tanta mayor firmeza que no he enseñado nunca, jamás he enseñado a nadie, la traición política. Y la conducta de Andrade no es otra cosa que una traición al proletariado en provecho de una alianza con la burguesía.[7]
No es superfluo recordar a propósito de esto que los “comunistas de izquierda” españoles, como lo indica su propio nombre, han endurecido sus rasgos para aparecer, en cada ocasión propicia, como revolucionarios intransigentes. En particular, han condenado severamente a los bolcheviques-leninistas franceses por su entrada en el partido socialista: ¡nunca y en ningún caso! Entrar de forma temporal en una organización política de masas para luchar implacablemente en sus filas contra sus jefes reformistas bajo la bandera de la revolución proletaria, es oportunismo, pero concertar una alianza política con los jefes del partido reformista sobre la base de un programa que se sabe deshonesto y que sirve para engañar a las masas y a encubrir a la burguesía, ¡eso es valentía! ¿Es posible envilecer y prostituir más al marxismo?
El “partido de unificación marxista” pertenece a la famosa asociación de Londres de los “partidos socialistas revolucionarios ” (ex I.A.G.). La dirección de esta última se encuentra actualmente entre las manos de Fenner Brockway,[8] secretario del Independant Labour Party.[9] Hemos escrito ya que, a pesar de los prejuicios pacifistas anticuados y verosímilmente incurables de Maxton y otros, el I.L.P. ha tomado en la cuestión de la Sociedad de Naciones y de sus sanciones una posición revolucionaria honrada, y todos nosotros hemos leído con satisfacción una serie de excelentes artículos sobre ello en el New Leader. En las últimas elecciones parlamentarias, el Independant Labour Party se ha negado incluso a apoyar en el terreno electoral a los laboristas, precisamente porque estos últimos sostenían la Sociedad de Naciones. En si, esta negativa constituía un error táctico: allí donde el Independant Labour Party no podía presentar sus propios candidatos, debía apoyar a los laboristas contra los conservadores. Pero a pesar de todo es un detalle. En cualquier caso, quedaba excluido cualquier “programa común” con los laboristas. Los internacionalistas debían ligar el apoyo electoral (a los laboristas) con la denuncia de la manera en que los social-patriotas británicos se arrastran ante la Sociedad de Naciones y sus “sanciones”.
Nos permitimos plantear a Fenner Brockway la siguiente cuestión: ¿qué admite exactamente la “Internacional” de la que es secretario? La sección inglesa de esta “Internacional” rechaza un simple apoyo electoral a candidatos obreros, si son partidarios de la Sociedad de Naciones. La sección española acuerda un bloque con partidos burgueses sobre un programa común de apoyo a la Sociedad de Naciones. ¿Es posible ir más allá en el dominio de las contradicciones, de la confusión, de la bancarrota? Aún no hay guerra, y las secciones de la “Internacional” de Londres tienden ya hacia direcciones diametralmente opuestas. ¿En qué se convertirán, pues, cuando se produzcan los acontecimientos decisivos?
Pero volvamos al partido español de “unificación marxista”, con la burguesía. Los “comunistas de izquierda” españoles -Andrés Nin, Juan Andrade, etc.- han rechazado más de una vez nuestra crítica de su política conciliadora invocando nuestra incomprensión de las “condiciones particulares” de España. Argumento habitual de todos los oportunistas, pues el primer deber del verdadero revolucionario proletario consiste en traducir las condiciones particulares de su país al lenguaje internacional del marxismo, comprensible también al interior de las fronteras de su propio país.[10] Pero actualmente no hay necesidad de estos argumentos teóricos. El bloque español de las cimas de la clase obrera con la burguesía de izquierda no tiene en sí mismo nada de “nacional”, pues no difiere en nada del “Frente Popular” en Francia, Checoslovaquia, Brasil o China. El “partido obrero de unificación marxista” no hace sino llevar a cabo servilmente la política que el 7º Congreso de la Internacional comunista ha impuesto a todas sus secciones, con entera independencia de sus ” particularidades nacionales”. La verdadera originalidad de la política española consiste esta vez únicamente en el hecho de que al bloque con la burguesía se ha adherido también la sección de la Internacional de Londres ¡Peor para ella! Por lo que se refiere a nosotros, preferimos la claridad.[11] Sin duda alguna se hallarán en España verdaderos revolucionarios para desenmascarar despiadadamente la traición de Maurin, Nin, Andrade y consortes, y colocar los elementos de una sección española de la IVª Internacional.
Notas
[1] Este texto constituye el primer texto público consagrado a España por Trotsky desde su artículo sobre el movimiento de Sanjurjo y los comentarios de Pravda en 1932. Después de su ruptura personal con Nin en 1932, en 1933 había estallado el conflicto con la organización española. Pero, contrariamente a lo que a menudo ha sido dicho y escrito, la fusión de la izquierda comunista en el seno del P.O.U.M. no había consagrado la ruptura, como lo atestiguan las entrevistas de Barcelona entre Andrés Nin y Jean Rous en, septiembre de 1935. Sin embargo, desde esta fecha, los antiguos B.-L. españoles no habían dado señales de vida, y Trotsky debería enterarse por la prensa de la noticia de la firma por Andrade, en nombre del P.O.U.M., del programa electoral de las izquierdas. Este desarrollo podía parecer inesperado. El 4 de noviembre, en. La Batalla, el P.O.U.M. se dirigía a los partidos obreros proponiéndoles el principio de una “Alianza obrera nacional” en las elecciones. El 22, sin excluir la posibilidad de un “acuerdo puramente circunstancial” con los burgueses republicanos, La Batalla recordaba la adhesión del P.O.U.M. al “frente obrero” y afirmaba que no podía en ningún caso unirse a la fórmula del “Frente Popular” preconizada hoy por Moscú. Pero la victoria de Prieto sobre Caballero en el partido socialista y su determinación de llegar a un acuerdo con los republicanos, el deseo del P.C.E. de ir lo más rápidamente hacia un “Frente Popular” iban a colocar al P.O.U.M. con la espalda en la pared. En el comité central del 5 de enero de 1936, luego de un informe presentado por Nin, una resolución unánime comprometía al partido en lo que llamaba “el frente obrero-republicano”, fórmula que recubría la aceptación pura y simple del texto elaborado entre socialistas y republicanos con vistas a las elecciones. La resolución del C.C. insistía sobre la necesidad para el P.O.U.M. de obtener una representación parlamentaria, subrayaba que la ley electoral le quitaba toda esperanza de conseguirlo yendo sólo a la batalla, recordaba finalmente que, en la hipótesis de una “candidatura del partido, el P.O.U.M. corría el riesgo de hacer triunfar a los candidatos de derechas”. “Sin considerar como decisivos para el curso general de la política los resultados electorales”, la resolución subrayaba que “las elecciones tendrían un sentido altamente político” ya que se resolvería en ellas, ante todo, “la cuestión de, la amnistía” de los 30.000 obreros arrestados después de la insurrección de octubre en Asturias. Andrade, firmante del pacto electoral en nombre del P.O.U.M., Nin ponente sobre esta cuestión ante el C.C. del P.0.U.M., los dos antiguos dirigentes de la izquierda comunista tenían pues una responsabilidad evidente, a ojos de Trotsky, en esta iniciativa política.
El articulo de Trotsky no parece haber conocido una amplia difusión. Apareció inicialmente en New Militant, semanario trotskysta americano, el 15 de febrero, y en Francia sólo bajo la forma de una traducción en el Bulletin Interieur del G.B.L., nº 7-8 de mayo de 1936, pp. 6-8.
[2] El título exacto del nuevo partido era “partido obrero de unificación marxista”.
[3] La constitución del P.0.U.M. era bien acogida no sólo por los grupos o militantes que habían roto ya con Trotsky y la organización internacional para la IVª, como Kurt Landau y Alfred Rosmer, o el belga Vereecken, sino por compañeros de camino como Victor Serge, que volvía de la U.R.S.S. a principios de 1936, y también por militantes responsables de secciones del movimiento para la IV.” Internacional como el holandés Sneevliet. En Francia, Revolution, órgano de las juventudes socialistas revolucionarias, en aquella época igualmente portavoz de los bolcheviques leninistas, escribía el 7 de octubre de 1935: “Desde octubre, por la fusión de la izquierda comunista y el Bloque obrero y campesino, ha sido creado el nuevo partido obrero de unificación marxista. Este partido propone el reagrupamiento revolucionario sobre nuevas bases a fin de tener en cuenta, no sólo el octubre asturiano, sino toda la experiencia del movimiento obrero mundial. El nuevo partido lucha por la nueva Internacional por su órgano La Batalla que, en la ilegalidad, tira 10.000 ejemplares. La Batalla abre sus columnas a los militantes de las juventudes socialistas de España y de la izquierda socialista con vista a la discusión sobre los problemas de la unidad revolucionaria. Dirigimos nuestro mejor saludo al nuevo partido marxista español. Esperamos que se convierta mediante la claridad revolucionaria y el vigor en la acción en el instrumento de la victoria del proletariado español.” (Para la correspondencia oficial sobre la fundación del P.O.U.M., ver anexos le y I f, en vol. II.)
[4] Las expresiones entre comillas elegidas por Trotsky para facilitar su demostración figuran efectivamente en el texto del programa firmado por el P.O.U.M.
[5] Se trataba de la izquierda republicana de Manuel Azaña y de la Unión republicana de Martínez Barrio. Trotsky no menciona aquí la Esquerra catalana de Companys, que firmó un poco más tarde.
[6] Fue en abril de 1933 cuando el viejo dirigente de la C.N.T. Ángel Pestaña fundó el partido sindicalista, coronando así una larga evolución hacia la derecha. Iba a ser, a este título, elegido diputado de Cádiz sobre la base del programa común de las izquierdas.
[7] Los dirigentes del P.O.U.M. no han dejado nunca de estar preocupados por la respuesta a estos argumentos. Inmediatamente después de las elecciones, Andrés Nin escribía que para el P.O.U.M. se había tratado “de cerrar el paso a la reacción vaticana, a los siniestros héroes de la represión de octubre, de obtener la amnistía para los 30.000 presos” (Nueva Era, nº 8, febrero 1936). En aquella época, el P.O.U.M. había hecho conocer ya su hostilidad al mantenimiento del acuerdo, y denunciaba la política de Frente Popular (algunos autores hacen notar que el término de “Frente Popular” no figuraba en el acuerdo de las izquierdas, pero el propio P.O.U.M. lo ha empleado para designarlo). El manifiesto del P.O.U.M., en vísperas de la guerra civil iba más lejos en la justificación: “El Frente Popular fue una necesidad histórica -provocada por los pasados errores de los partidos socialista y comunista que liquidaron después de octubre las Alianzas obreras y dejaron a los republicanos la dirección de las masas durante el período electoral- y tenía un doble objetivo: expulsar del poder a la reacción y liberar a los 30.000 detenidos” (La Batalla, 17 julio 1936). Después de más de un año, Gorkin retoma los argumentos contenidos en la resolución del 5 de enero, concluye que actuar de otra forma hubiera sido “un imperdonable error táctico”, y explica: “Hemos adoptado la táctica realista que respondía a las circunstancias: hemos entrado, limitándonos a la campaña electoral, en el Frente Popular, que nos ha permitido dirigirnos a las masas y hacer ante ellas la crítica del “frente-populismo” en nombre de la lucha de clases” (La Batalla 20 abril 1937). Juan Andrade, 35 años después, firma que firmando el programa en cuestión el P.O.U.M. respondía primeramente al deseo unánime de las masas, compartido incluso por los “antipolíticos” de la C.N.T.-F.A.I. que se abstuvieron de lanzar su tradicional llamamiento al boicot (Prefacio de A. Nin Los problemas de la revolución española, p. 28).
Sin embargo, esta apreciación de Trotsky iba a levantar un clamor. En un texto escrito en agosto de 1937, Kurt Landau iba a escribir: “Condenar a camaradas como “traidores” era un crimen político imperdonable. Puede imaginarse fácilmente de qué métodos se serviría Trotsky si dispusiese del poder y no sólo de la pluma. De la calumnia a la liquidación de los “traidores” no hay más que un paso, muy pequeño. Creemos que Trotsky, en esta cuestión, ha roto definitivamente con los principios de la moral revolucionaria preconizada por el movimiento obrero” (Junio 36, 26 mayo 1939). Señalemos sólo que el militante austríaco fue el único, en las filas del P.O.U.M., que hizo la amalgama entre el empleo de un calificativo y el uso de la represión. Vereecken, que defendió al P.O.U.M. en el seno del movimiento para la IVª Internacional, escribía por su parte en respuesta a Trotsky: “Objetivamente, la participación electoral del P.O.U.M. en el Frente Popular era una traición, pero cualquier error o falta política lo es. Tal traición no tiene nada de común con las traiciones de los individuos o de los grupos que se unen, conscientemente, al campo contrario. Evidentemente es muy difícil discernir el punto en qué la traición objetiva se vuelve traición subjetiva. Es por ello que es una torpeza el poner, sin pruebas irrefutables, el calificativo de traidor sobre militantes revolucionarios o un movimiento”. (“La Revolución española ” Bulletin Interieur del P.S.R. belga n.º 9, 1937, P. 36.)
[8] El diputado del Independant Labour Party británico, secretario del Buró de Londres, Fenner Brockway (hoy, Lord Brockway) era uno de los “blancos” favoritos de Trotsky.
[9] Inmediatamente después de la revolución rusa, la mayoría del I.L.P. se había negado a adherirse a la Internacional comunista y rechazado las 21 condiciones. El Bloque obrero y campesino de Maurín era resueltamente hostil a la creación de una Internacional nueva; forzosamente artificial a sus ojos, se había pronunciado por una reunificación de la IIª, y IIIª internacionales que habría permitido realizar su “síntesis”.
[10] En busca de justificaciones para su política, Maurín-Nin invocan el sistema electoral español que hace extremadamente difíciles las candidaturas independientes para el joven partido (ver la resolución del C.C., La Batalla, no 234). Pero este argumento está desprovisto de valor. La técnica electoral no puede justificar la política de traición que constituye el lanzamiento de un programa común con la burguesía. (Nota de Trotsky.)
[11] Algunos días después, el Secretariado Internacional publicaba la siguiente puntualización: “El Secretariado Internacional, registrando la ruptura de hecho consumada con él por la Izquierda Comunista. española cuando se fusionó con el Bloque obrero y campesino (Maurín) sobre una base típicamente centrista (fraseología revolucionaria que oculta su contenido oportunista), estimando que este último paso llevado a cabo por la Izquierda comunista española no era más que la consecuencia fatal de una larga serie de divergencias con la Liga de los Comunistas Internacionalistas (B.-L.) en el curso de la revolución española, ha decidido, del acuerdo con los miembros del plenum, aplazar toda medida organizativa a fin de hacer aparecer por la experiencia de los hechos el verdadero contenido oportunista del P.O.U.M. Tan pronto como tuvo conocimiento de las primeras informaciones concernientes a la adhesión del P.O.U.M. al bloque electoral de las izquierdas, el S.I. decidió desolidarizarse públicamente de tal política. El S.I. estima que hoy, en presencia de la adhesión del P.O.U.M. al bloque electoral de las izquierdas y de las consideraciones “electoralistas” invocadas por los dirigentes del P.O.U.M., tal experiencia se revela plenamente reveladora, y sus previsiones se ven confirmadas: que en estas condiciones, hay que denunciar públicamente la actitud de los miembros de la Izquierda comunista que han amparado esta operación de traición. Hace un llamamiento a los obreros revolucionarios españoles y a todos los militantes que han permanecido fieles a la Liga de los comunistas y a su política para fundar la sección española de la IVª Internacional”. (Bulletin interíeur del G.B.L. n.oº7-8, mayo 1936, p. 11.) De hecho, no había en España militantes dispuestos a seguir a Trotsky en esta empresa. Habían sido menos de media docena, el año precedente, los que intentaron entrar al partido socialista y a las J.S. con Esteban Bilbao y Fersen, quienes desde esta fecha habían roto toda relación con el Secretariado Internacional, que no reconocía, por otra parte, ninguna “sección española” y no se decidirá a ello más que en noviembre de 1936.
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¿Qué deben hacer los bolcheviques-leninistas en España?[1]
(Carta a un amigo español, 22 abril 1936)
La situación en España es de nuevo revolucionaria.
La revolución española se ha desarrollado con un ritmo muy lento. Los revolucionarios se han beneficiado así de un plazo relativamente importante para reunir alrededor de ellos a la vanguardia a fin de estar a la altura de sus tareas en el momento decisivo. Hoy, debemos decir abiertamente que los “comunistas de izquierda” españoles han dejado pasar completamente este plazo muy favorable y que no se han mostrado en nada mejores a los traidores socialistas y “comunistas”. ¡Sin embargo no les habla faltado advertencias! Tanto más grande es la responsabilidad de un Andrés Nin, o de un Andrade. Con una política justa, la izquierda comunista hubiera podido encontrarse hoy, como sección de la IV.ª Internacional, a la cabeza del proletariado español. En lugar de ello, vegeta en la organización confusionista de un Maurin, sin programa, sin perspectivas, sin ninguna importancia política. La acción de los marxistas en España comienza por la condena del conjunto de la política de Andrés Nin y Andrade, que era y sigue siendo, no sólo errónea, sino criminal.
¿Qué significa la destitución del presidente Alcalá Zamora?[2] Significa que la evolución política ha entrado de nuevo en una fase aguda. Zamora constituía, por decirlo así, el polo estable de las cimas dirigentes. Aunque en condiciones diferentes, jugaba el papel que representó por cierto tiempo un Hindenburg en Alemania, en la época en que la reacción -incluidos los nazis- por una parte, y la socialdemocracia por la otra depositaban en él sus esperanzas. El bonapartismo de los tiempos modernos es la expresión de la exacerbación extrema de las contradicciones de clase en un período en que no han conducido aun a la lucha abierta. El bonapartismo puede encontrar su punto de apoyo en un gobierno cuasi-parlamentario o en un presidente “por encima de los partidos”: no depende más que de las circunstancias. Alcalá Zamora era el representante de este equilibrio bonapartista. La exacerbación de las contradicciones ha llevado a los campos a intentar primero utilizarlo, luego a desembarazarse de él. No habiéndolo conseguido en su tiempo las derechas, ahora es el Frente Popular quien lo hace. Pero ello significa el comienzo de un período revolucionario agudo. La profunda efervescencia de las masas, las incesantes explosiones de violencia, muestran que los obreros de las ciudades y el campo, igual que los campesinos pobres, engañados tan a menudo, empujan con todas sus fuerzas hacia la solución revolucionaria. Frente a este poderoso movimiento, ¿cuál es el papel del Frente Popular? El de un freno gigantesco, construido y manejado por traidores y empedernidos canallas. ¡Y todavía ayer, Juan Andrade firmó el programa particularmente infame de este Frente Popular!
Después de la destitución de Alcalá Zamora, será Azaña, quien, de la mano del nuevo presidente de la República tendrá que asumir el papel de polo bonapartista[3] estable, es decir, tratar de elevarse por encima de los dos campos a fin de dirigir mejor las armas del Estado contra las masas revolucionarias que le han alzado al poder. Pero las organizaciones obreras permanecen enteramente prisioneras en las redes del Frente Popular. En estas condiciones, las convulsiones de las masas revolucionarías -sin programa y sin dirección digna de su confianza- corren el riesgo de abrir de par en par la puerta a la dictadura contrarrevolucionaria[4]
El que los obreros empujen en dirección a la revolución está probado por el desarrollo de todas sus organizaciones, en particular la del Partido Socialista y de las juventudes socialistas. Hace dos años, planteamos la cuestión de la entrada de los bolcheviques-leninistas en el partido socialista. Los Andrés Nin y Andrade rechazaron esta propuesta con el desprecio de filisteos conservadores: querían ante todo su ” independencia “, porque les aseguraba su tranquilidad y no les comprometía a nada. La adhesión al partido socialista en España habría conducido sin embargo, en las condiciones dadas, a resultados infinitamente mejores que en Francia, por ejemplo -a condición sin embargo que se hubieran conseguido evitar los enormes errores cometidos por los camaradas de la dirección francesa, por supuesto. Luego, Nin y Andrade se fusionaron con el confusionista Maurin para correr con él tras el Frente Popular[5]. Entretanto, los obreros socialistas, que aspiran a la claridad revolucionaria, han sido víctimas de estafadores estalinistas. La fusión de las dos organizaciones de juventud significa que los mercenarios de la Internacional comunista van a burlar y destruir las mejores energías revolucionarias.[6] Y los “grandes” revolucionarios Andrés Nin y Andrade se mantienen al margen para llevar con Maurin una propaganda- perfectamente inoperante en favor de la “revolución democrático-socialista”, es decir, en favor de la traición socialdemócrata.[7][8]
Nadie puede prever el aspecto que revestirá en España el próximo período. La corriente que ha llevado al poder a la banda del Frente Popular es en todo caso demasiado potente como para poder retroceder en breve plazo y para abandonar a la reacción el campo de batalla. Los elementos auténticamente revolucionarios disponen aún de cierto plazo, verosímilmente bastante breve, para tomar conciencia, para reunirse, para preparar el futuro. Y esto concierne en primer lugar a los partidarios de la IV.ª Internacional. Sus tareas son claras como la luz del día:
1. Condenar y denunciar implacablemente ante las masas la política de todos los dirigentes que forman parte del Frente Popular.
2. Comprender a fondo y exponer claramente ante los ojos de los obreros avanzados el lamentable papel jugado por la dirección del “partido obrero de unificación marxista”, en particular el de los antiguos “comunistas de izquierda” como Andrés Nin, Andrade, etc.
3. Reunirse alrededor de la bandera de la IVª Internacional sobre la base de la “Carta abierta”[9]
4. Adherirse al partido socialista y a las juventudes unificadas, a fin de trabajar allí como fracción en el espíritu del bolchevismo.[10]
5. Crear fracciones y células en los sindicatos y otras organizaciones de masas.
6. Dirigir lo esencial de su atención hacia los movimientos espontáneos o semiespontáneos, estudiar sus rasgos generales, es decir, preocuparse de la temperatura de las masas, y no de la de las bandas parlamentarias[11]
7. Estar presentes en todas las luchas, a fin de darles una expresión clara.
8. Insistir siempre para que las masas constituyan sus comités de acción elegidos ad hoc (juntas, soviets) y ampliarlos cada vez más.
9. Oponer el programa de la conquista del poder, de la dictadura del proletariado y de la revolución social a todos los programas híbridos, al estilo Caballero o Maurín.
Este es el único camino real de la revolución proletaria. No existe otro.
Notas
[1] T. 3913. Esta carta fue publicada por primera vez en New Militant el 2 de mayo de 1936, luego en el B.I. del G.B.L., n.º 7-8 de mayo 1936, p. 8-10. Los antiguos miembros de la I.C.E. y del P.O.U.M. consideran generalmente que el amigo español que era el destinatario era Arlen, ya mencionado más arriba a propósito de la crisis de 1933. Se sabe de forma general que Trostky tenía por Arlen cierta estima y es probable que en otro tiempo hubiera podido pensar en él para hacer contrapeso a la orientación de Nin. Esta convicción extendida entre los antiguos militantes, no está apoyada en nada preciso: en una carta del 10 de enero 1972, Enrique Rodríguez nos ha precisado que ningún militante del P.O.U.M. -entre ellos él mismo- había oído nunca hablar de esta carta antes de sus años de emigración y, verosímilmente, su publicación en el tomo III de los Escritos. Enrique Rodríguez nos ha sugerido que la carta de Trotsky podía estar dirigida, no a Arlen, sino a Luis García Palacios. El antiguo secretario general de las juventudes comunistas, pasado a la oposición de izquierdas en 1932, después de una breve estancia en la agrupación autónoma de Madrid, había sido partidario de la formación del P.O.U.M., pero, como la mayoría de los militantes de Madrid salidos de la I.C.E., aceptaba mal la ruptura definitiva con Trotsky y los partidarios de la IVª Internacional. Un poco antes del mes de abril le habría dirigido una carta, “una carta-mensaje de adhesión entusiasta y personal”, a la. que Trotsky habría respondido con este texto. Enrique Rodríguez nos ha precisado que esta iniciativa de Luis García Palacios había provocado en Madrid una viva reacción de algunos elementos del P.O.U.M., como Luis Portela, pero que Maurín había cerrado el incidente. Joaquín Maurín, al que hemos consultado, no tiene ningún recuerdo de este episodio.
[2] El 7 de abril de 1936, por 238 votos contra 5 -absteniéndose el grueso de la derecha-, las Cortes pronuncian la deposición del presidente de la República, Niceto Alcalá Zamora, católico y conservador que había combatido a la izquierda mientras se esforzaba por moderar a la derecha en el curso del bienio negro. Se puede comparar la posición de Trotsky sobre esta cuestión a la que desarrolla, en La Batalla del 1.º de mayo el antiguo militante de la I.C.E. José Luis Arenillas: “La destitución del presidente de la República ha sido una farsa, montada con la complicidad de todos los partidos “de izquierda”, a fin de dar prestigio al Parlamento y de desviar la atención de las masas de sus verdaderos problemas de clase”. Señalemos que Joaquín Maurín, el único diputado del P.0.U.M., votó el 15 de abril la confianza al gobierno Azaña. Pero los electores del P.O.U.M. votaron, simbólicamente, por la elección del presidente de la república, en favor del socialista Ramón González Peña, que había sido una de las víctimas más ilustres de la dura represión consecutiva a la insurrección obrera de Asturias
[3] Azaña, que había sido presidente del consejo durante el primer bienio, y cuya política había abierto el camino a la reacción, se había aproximado a los partidos obreros al final del bienio negro y había sido uno de los artesanos de la formación del bloque electoral de las izquierdas, igual que Prieto por el lado socialista. Había sido llamado apresuradamente a la presidencia del consejo por el presidente Alcalá Zamora inmediatamente después del éxito electoral de las izquierdas y de las manifestaciones que habían desencadenado en todo el país. Después de un interín asegurado por el presidente de las Cortes, Diego Martínez Barrio, iba a suceder a Alcalá Zamora el 10 de mayo. La Batalla escribía de él, el 10 de mayo, que en realidad era “el candidato de las derechas”. Señalemos que el periodista socialista Javier Bueno, el antiguo director del periódico de Oviedo Avance, uno de los más ardientes defensores de la política de Alianza Obrera, también célebre víctima de la represión de después de octubre de 1934, había igualmente atacado violentamente, en el periódico de Largo Caballero, Claridad, la candidatura de Azaña a la presidencia de la República.
[4] El 16 de junio, en las Cortes, el jefe parlamentario de la derecha, José Calvo Sotelo -que estaba personalmente comprometido en los preparativos de la insurrección militar- enumeraba 170 destrucciones y 251 tentativas de destrucción o incendio de iglesias, 269 muertos y 1.287 heridos en riñas, batallas en las calles, o asesinatos, 133 “huelgas generales” y 218 huelgas parciales, estadísticas altamente fantasiosas, pero cuya razón de ser era evidentemente proporcionar a los facciosos pretextos para “restablecer el orden” por el levantamiento militar
[5] El giro de La Batalla hacia el Frente Popular no puede inspirarnos ninguna confianza. No se puede decir el lunes que la Sociedad de Naciones es una banda de ladrones y el martes invitar a los electores a votar por el programa de la S.D.N., para explicar el miércoles que no se trataba la víspera más que de una maniobra electoral y que se va a volver a tomar su verdadera programa. El obrero serio debe preguntarse: ¿qué van a decir esta gente el jueves o el viernes? Maurín parece la encarnación del pequeño-burgués revolucionario, ágil, versátil, y superficial. No estudia nada, comprende poco y siembra la confusión. (Nota de Trotsky)
[6] La fusión entre las juventudes socialistas y las juventudes comunistas se habla efectuado, a partir de una conferencia común el 1º de abril de 1936, sobre la base de las recomendaciones de una “comisión de unificación”, sin que se hubiera celebrado el menor congreso previo de las dos organizaciones. La nueva organización de las juventudes socialistas unificadas (J.S.U.) se alineaba inmediatamente sobre posiciones estalinistas. Trotsky, a diferencia de sus camaradas españoles, no estaba sorprendido por ello: únicamente los trotskystas podían, según él, vacunar a la izquierda socialista contra el estalinismo,.y ellos se habían negado a hacerlo. Solano, dirigente de la organización de jóvenes del P.O.U.M., la J.C.I., escribía: “En el momento de la fusión, las juventudes socialistas mantenían posiciones marxistas revolucionarias en contraste manifiesto con las juventudes comunistas oficiales que actuaban conforme a las reglas del más vergonzoso de los oportunismos
La “unificación”, sin embargo, se ha realizado. Las juventudes socialistas han absorbido orgánicamente a las juventudes comunistas. Pero sólo orgánicamente. Desde el punto de vista de la doctrina y de la táctica, la nueva organización de juventudes es una organización, si no estalinista, fuertemente estalinizada”. Añadía, sin embargo, esta nota optimista: “La gran mayoría de los jóvenes socialistas son marxistas revolucionarios. La “unificación va a sorprenderles por su carácter de fusión oportunista”. (La Nueva Era, junio 1936, p. 118 y 120.)
[7] Este “veredicto” era evidentemente tenido por demasiado severo por buen número de militantes y simpatizantes de la época, por no hablar de los Sneevliet, Vereecken, Víctor Serge y los Rosmer que lo rechazaban fervientemente. Es así como New Militant, a petición, indicaba, de “numerosos lectores” había debido publicar el 11 de abril el texto íntegro del programa electoral de las izquierdas que Trotsky había reprochado al P.O.U.M. de firmar, en su artículo aparecido el 15 de febrero en New Militant. Y en el mismo periódico, con fecha del 6 de junio, en un artículo sobre el “balance del Frente Popular en España”, Alfredo Rojas mostraba que alimentaba aún la esperanza de ver a los antiguos B.-L. llevar a cabo una rectificación. Después de haber criticado una vez más la política y las dudas del P.O.U.M. y tratado a Maurín de “tendero”, escribía, en efecto: “Hasta ahora, el grueso de la antigua oposición de izquierda no ha roto como esta pandilla estéril; pero la escisión que se está desarrollando en el partido socialista deberá por fin galvanizar a todos los que son aún capaces de pensamiento político”. El comentarista de New Militant se equivocaba. En efecto, en esta época, según Joaquín Maurín (carta personal del 18 de mayo de 1972) Francisco Largo Caballero había propuesto al dirigente del P.O.U.M. la entrada de este último en las filas del partido socialista, con el objetivo, sin duda, de reforzar en él su propia tendencia entonces en descenso. Y, siempre según Maurín, en el comité ejecutivo del P.O.U.M. en el que rindió cuentas de esta propuesta, Andrés Nin había sido el más ardiente adversario de esta eventual “entrada”. En respuesta a nuestras preguntas, Joaquín Maurin nos ha indicado (carta del 6 de agosto 1972) que tenía la intención de redactar un artículo sobre Largo Caballero, dando cuenta particularmente de estos contactos de primavera de 1936.
[8] Marx escribía en 1876 que el término de “socialdemócrata” no era correcto: no se puede colocar al socialismo bajo el control de la democracia. El socialismo -o el comunismo- nos basta; la “democracia” no tiene nada que ver ahí. Desde entonces, la revolución de Octubre ha demostrado con vigor que la revolución socialista no puede efectuarse en el marco de la democracia. La revolución “democrática” y la revolución socialista se encuentran en lados opuestos de la barricada. La IVª Internacional ha confirmado esta experiencia y la ha teorizado. La revolución “democrática” está hecha ya en España. Resucita con el Frente Popular. Azaña, con o sin Largo Caballero, personifica en España la “revolución democrática”. La revolución socialista se hará en el curso de una lucha implacable contra la “revolución democrática” con su Frente Popular. ¿Qué quiere. decir esta “síntesis” de “revolución democrático-socialista”? Nada. Sólo un galimatías ecléctico.
[9] La “Carta abierta para la IV Internacional” de agosto de 1935 había sido firmada por el R.S.A.P. de Holanda, el Workers Party de los Estados Unidos y el del Canadá, el G.B.L. francés de la S.F.I.O. y el Secretariado Internacional de la Liga Comunista Internacional (B.-L.). Daba las indicaciones siguientes para la construcción de las secciones nacionales: “Seria funesto intentar establecer un itinerario único para todos los países. Según las condiciones nacionales, según los grados de descomposición de las viejas organizaciones obreras, según, en fin, del estado de sus propias fuerzas en el momento. dado, los marxistas (socialistas-revolucionarios, internacionalistas, bolcheviques-leninistas) pueden aparecer, bien como organizaciones independientes, bien como fracciones en uno de los viejos partidos o sindicatos. Evidentemente, en el momento y en la arena que sea, este trabajo de fracción no es nunca más que una etapa hacia la creación de nuevos partidos de la IVª Internacional, partidos que pueden nacer por el agrupamiento de los elementos revolucionarios de las viejas organizaciones, o por la acción de formaciones independientes. Pero en la arena y métodos de que se trate, están obligados a presentarse con todos sus principios y con claras consignas revolucionarias. No juegan al escondite con la clase obrera, no disimulan su objetivo, no reemplazan la lucha de principios por la diplomacia y las combinaciones”. (La Vérité, 23 agosto 1935.)
[10] No había, ni podía haber en esta fecha, “fracción trotskysta” en el P.S. y las J.S. El grupo Fersen había estallado estrepitosamente, habiéndose integrado en el P.S. su principal inspirador donde no jugaba ningún papel, y dándose, además, a la bebida. G. Munis había vuelto a Méjico. Jesús Blanco iba a adherirse al P.O.U.M. poco antes del comienzo de la guerra civil y convertirse rápidamente en uno de los principales dirigentes de la J.C.I. madrileña. A pesar de su toma de posición a favor del “entrismo”, no parece que, en el intervalo, haya entrado (y salido) en las J.S.. Esteban Bilbao debía permanecer aislado durante numerosos meses, sin tan siquiera la sombra de una organización. Existían en Madrid y en Gerena, al menos, militantes B.-L. en las juventudes socialistas a comienzos de 1936. Por lo que se refiere a los madrileños, Yvan Craipeau. escribe en Revolution, órgano de las J.S.R., en julio de 1936, que los militantes que se reclaman del trotskysmo han sido expulsados al día siguiente de la unificación después de una apremiante intervención de Santiago Carrillo en persona.Los andaluces Julio Cid y José Quesada abandonaban las J.S. en el mismo momento. Señalemos por fin, que un militante americano -Harry Milton- enumerando las fuerzas B.-L., habla en una carta de abril de 1937 del “grupo de mejicanos de Madrid”. (Archivos Jean Rous.)
[11] Trotsky expresa aquí la idea subyacente a todo su análisis, pero nunca desarrollada completamente antes de 1937, de que los revolucionarios deben fijar su línea política determinándose en relación al movimiento de las masas y no a: las posiciones de los estados mayores y de los aparatos
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¿Es posible un acercamiento a Nin?[1]
(Extractos de cartas a Victor Serge)
3 junio 1936
Querido Víctor Lvovitch:
( ) Si he comprendido bien tu carta de París, está Vd. descontento de nuestro comportamiento hacia Andrés Nin, comportamiento que Vd. encuentra “sectario”. Vd. no conoce y no puede conocer la historia política y personal de estas relaciones.
Puede imaginar sin mucho esfuerzo cuanto me alegró en su día la venida de Nin al extranjero. Durante varios años, he mantenido correspondencia con él de una manera regular. Algunas de mis cartas eran verdaderos “tratados”: se trataba de la revolución viva en la que Nin podía y debla jugar un papel activo. Pienso que mis cartas a Nin durante dos o tres años podrían constituir un volumen de varios centenares de páginas: ello basta para mostrarle la importancia que concedía a Nin y a las relaciones amistosas con él. En sus respuestas Nin afirmaba muchísimo su acuerdo teórico, pero evitaba absolutamente los problemas prácticos. Me planteaba cuestiones abstractas sobre los soviets, la democracia, etc., pero no decía ni una palabra de las Huelgas Generales que conmovían Cataluña.
Por supuesto, nadie está obligado a ser un revolucionario. Pero Nin estaba a la cabeza de la organización bolchevique-leninista en España, y por ello mismo, había tomado serias responsabilidades de las que en la práctica se escabullía, mientras me echaba por carta arena a los ojos. Crea, querido amigo, que en estas cuestiones, tengo cierto olfato. Si se me puede acusar de algo con respecto a Nin, es de haber alimentado demasiado tiempo ilusiones sobre él, y de haberle dado por ello la posibilidad de cultivar bajo la bandera del bolchevismo-leninismo, una pasividad y una confusión de las que ya hay suficientes en el movimiento obrero español, quiero decir, en sus cumbres. Si hubiera habido en España, en lugar de Nin, un revolucionario obrero serio, como Lesoil o Vareecken,[2] hubiera sido posible durante estos años de revolución llevar a cabo allí una obra grandiosa.
Empujado por la ambigüedad de su posición, Nin sostenía sistemáticamente, en cada país, a todos los que, por una razón o por otra, emprendían la lucha contra nosotros y acababan generalmente en puros y simples renegados. ¿Cómo se produjo la ruptura? Nin proclamó que estaba absolutamente en contra de la entrada táctica de nuestros camaradas en el partido socialista francés; luego, después de amplias vacilaciones, declaró que los franceses tenían razón y que había que actuar de la misma manera en España. Pero, en lugar de ello, se alió a la organización provisional de Maurin, que no tiene ninguna perspectiva pero que le permite llevar una existencia tranquila. Nuestro secretariado internacional le escribió una carta con críticas. Nin respondió rompiendo las relaciones y publicó algo sobre este asunto en un boletín especial[3]
Si no temiera abusar de su tiempo, le enviaría el paquete de mi correspondencia con Nin: he guardado copias de todas mis cartas. Estoy seguro de que, como otros camaradas que han tomado conocimiento de esta correspondencia, Vd. me acusaría de haber dado pruebas de una excesiva paciencia, de un “espíritu de conciliación” y no de sectarismo
* * *
5 junio 1936
En mi última carta, hay olvidos. Comencemos por Nin. Si Vd. piensa que es capaz de volver con nosotros, ¿por qué no intenta hacerlo volver? No alimento personalmente ninguna esperanza de ver a Nin ser de nuevo un revolucionario, pero puedo equivocarme. Verifíquelo Vd. por si mismo si lo juzga necesario. No podría sino aprobar este comportamiento.[4]
Por supuesto, no habría que esperar de Nin promesas verbales (de las que es muy pródigo), sino actos bien precisos. En este momento, Nin es el aliado de los encarnizados enemigos de la IVª Internacional que ocultan su odio pequeño-burgués al marxismo revolucionario tras frases vacías sobre divergencias “organizativas”, como si gente seria pudiera romper con revolucionarios y aliarse a los oportunistas a causa de divergencias secundarias.[5]
Si Nin quiere volver con nosotros, tiene que desplegar abiertamente en España la bandera de la IVª Internacional. Los pretextos que invoca para negarse a ello son del mismo género que los que Blum. invoca a propósito de la lucha de clases, que, según él, aún siendo una cosa buena de forma general, no está adaptada a nuestra época. La política de Blum consiste en una colaboración de clases, mientras que, en el plano “teórico”, reconoce la lucha de clases.. Nin reconoce de palabra la IVª Internacional, pero, de hecho, ayuda a Maurín, Walcher, Maxton y sus otros aliados a llevar contra la IVª Internacional una lucha encarnizada, completamente del mismo tipo que la que los pacifistas estilo Longuet y Ledebour[6] llevaron contra los internacionalistas revolucionarios partidarios de la III.ª Internacional
* * *
30 julio 1936
Examinemos una vez más la cuestión de Nin. Algunos -entre los que se encuentra Rosmer- consideran mi vigorosa crítica de su política como sectarismo. Si es así, todo el marxismo no es más que sectarismo, pues es la doctrina de la lucha de clases, y no de la colaboración de clases. Los actuales acontecimientos de España muestran particularmente hasta qué punto era criminal el acercamiento de Nin a Azaña:[7] los trabajadores españoles van a pagar ahora con miles de vidas la cobardía reaccionaria del Frente Popular que continuó manteniendo con el dinero del pueblo un ejército mandado por los verdugos del proletariado.[8] Aquí no se trata, mi querido Víctor Lvovitch, de ligeros matices, sino de la esencia misma del socialismo revolucionario. Si Nin hoy se rehace de nuevo y comprende cuánto se ha desacreditado ante los trabajadores, le acogeremos como a un camarada, pero no podemos permitir el amiguismo en política.
De las enmiendas que Vd. ha hecho a mis tesis sobre el ascenso revolucionario,[9] he retenido la idea de que se desprenderían grupos importantes por, la izquierda de los partidos socialista y comunista (yo hacia alusión a ello, pero de forma sucinta). Desgraciadamente no he podido retener las demás, pues las creo erróneas. Notable historiador de la revolución rusa, Vd. se rehúsa, no se por qué, a aplicar sus lecciones esenciales a otros países. Todo lo que Vd. dice del Frente Popular es aplicable a la unión de los mencheviques y S.R. con los cadetes (los radicales rusos). Ahora bien, nosotros hemos llevado contra este Frente Popular una lucha implacable y sólo gracias a esta lucha hemos vencido.[10]
Sus propuestas prácticas sobre España son excelentes y responden completamente a nuestra línea.[11] ¡Pero intente encontrar, fuera de nuestra “sectaria” organización, una decena de hombres capaces de aceptar sus propuestas, no de palabra, sino en los hechos! El hecho de que Vd. haga excelentes propuestas prácticas prueba a mis ojos que tenemos claramente un terreno común, y esperaré impacientemente a que haya confrontado sus ideas a priori con la experiencia política viva y a que saque las conclusiones necesarias. No dudo ni por un momento que esas conclusiones serán las mismas que las nuestras, formuladas colectivamente, en diferentes países, según la experiencia de grandes acontecimientos
Reciba un cordial saludo.
Vuestro
L. Trotsky
Notas
[1] Archives Victor Serge, Musée Social. Publicamos estos extractos con la amable autorización de Colette Chambelland y Jean Maitron, que preparan la edición de la correspondencia de Serge. La primera carta de este dossier, escrita por Trotsky en cuanto recibió la noticia de la salida de la U.R.S.S. de Victor Serge; está fechada el 24 de abril.
[2] León Lesoil había nacido en Bélgica en 1902. Alistado voluntariamente, soldado en Rusia en 1916, se había vuelto comunista durante la revolución. Uno de los fundadores del P.C. belga, miembro de su Comité Central en 1921, dirigente de la fracción de Charleroi, había sido expulsado en 1927 y se había convertido en uno de los dirigentes de la oposición de izquierda belga. Dirigente -elegido- de la huelga de los mineros de Charleroi en 1932, este hombre de carácter independiente -había conservado relaciones amistosas con Rosmer durante estos años- se había pronunciado en 1932 por el entrismo en el partido obrero belga donde se había convertido, con Walter Dauge, en uno de los principales animadores de la tendencia “acción socialista revolucionaria”, que en aquella época estaba a punto de ser expulsada. Georges Vereecken, nacido en 1896, chófer de taxi, era igualmente un veterano del comunismo belga, miembro del P.C. desde 1922, de su comité central desde 1925. Habla sido expulsado en 1927 y era desde entonces uno de los dirigentes de la oposición de izquierda, miembro del Secretariado Internacional. Trotsky le apreciaba mucho personalmente desde que su paso por Francia, durante su viaje a Copenhague, le había permitido conocerle. Pero se había declarado adversario resuelto del “entrismo” desde el verano de 1934, y, rehusando en 1935 la entrada de sus camaradas, había fundado el grupo “Spartacus”. Las dos alas estaban acercándose e iban a fusionarse en octubre de 1936 en el nuevo “partido socialista revolucionario “. Trotsky, aún juzgando a Vereecken como “sectario”, y porque tenía por él estima y amistad, contaba con convencerle y volverle a ganar a sus puntos de vista.
[3] Estos documentos, principalmente la resolución del C.E. de la I.C.E., de abril de 1935 preconizando el entrismo en el P.S. y las J.S. a excepción de Cataluña, la carta del S.I., firmada por Martín, y la respuesta de Nin, han sido publicados en los boletines internos de la I.C.E.
[4] En el curso del debate en el C.C. del P.S.R., en noviembre de 1936, Vereecken debía afirmar: “L.D. ha puesto el dedo en la llaga y ha escrito que el P.O.U.M. había traicionado a la clase obrera. Evidentemente no hay nada que objetar a ello. Serge estaba en relación con L.D., Nin y los anarcos. Mantenía correspondencia con el “Viejo”. En una carta del “Viejo” a Víctor Serge, el “Viejo” dice en suma que se había expresado demasiado violentamente” (Boletín. interno del P.S.R. w l). Hemos buscado en vano en las cartas de Trotsky a Serge el pasaje que permitiría una tal interpretación. Éste es el que mejor se prestaba a ello: Serge puede pensar que, desde el momento en que Trotsky aprueba su idea de intentar con Nin una nueva orientación, es que admite”en suma” haber estado demasiado violento. Pero Georges Vercecken, interrogado por nosotros, mantiene que existe otra carta, aunque ella no figure en el dossier de los archivos. En apoyo de su afirmación, el hecho de que en este debate, Erwin Wolf, portavoz del S.I., deje pasar su afirmación sin discutirla. Por otra parte, en la sesión del Buró ampliado del movimiento para la IVª Internacional, en Amsterdam, en enero de 1937, Sneevliet, de vuelta de Barcelona, declara que Nin quería conocer “la carta de L.D. a Víctor Serge corrigiendo sus faltas”. Allí tampoco es desmentido, mientras están presentes miembros del S.I. (Ver 2.0 vol. anexo III.)
[5] Alusión al hecho de que el P.0.U.M. era miembro del Buró, de Londres, pero también a que Nin encontrase justo que los” partidarios de la IVª, en tanto que tales, formasen parte de este buró.
[6] Jean Longuet en el partido socialista en Francia, Georg Ledebour, en el partido socialdemócrata alemán y luego en el partido independiente U.S.P.D., habían formado parte del ala “centrista”, llamada también “pacifista”, “longuetista” o “reconstructores”. Uno y otro, adversarios de la derecha durante la guerra, habían combatido la escisión y rehusado el unirse a la Internacional comunista, oponiéndose a la adhesión de sus partidarios respectivos.
[7] Alusión a la firma por el P.O.U.M. del programa electoral de las izquierdas.
[8] El general Franco, que había dirigido la represión contra la insurrección obrera en 1934, simplemente habla sido desplazado por el gobierno de Frente Popular, informado, sin embargo, de su papel en el complot, y ejercía un mando en Canarias.
[9] Estas tesis, adoptadas en julio en la llamada conferencia de Ginebra, iban a aparecer en el nº 1 de Quatriéme Internationale, bajo el título “El ascenso revolucionario”. Hay que admitir, pues, que en el momento en que eran discutidas en el movimiento internacional Trotsky había dirigido un ejemplar a Victor Serge.
[10] No poseemos la o las cartas de Serge, que no conservaba copias. Se puede suponer, por el contexto, que tenía sobre el Frente Popular una posición más matizada que Trotsky y que veía en él “aspectos positivos” como los B.-L. que reclamaban un. “Frente Popular de combate”.
[11] No cabemos con certeza de qué propuestas prácticas se trata. Sin embargo, el 8 de agosto, Víctor Serge había dirigido a León Sedov, para el S.I., una carta en la que proponía iniciativas para una “reconciliación” y una “alianza” con los anarquistas, por una declaración muy clara sobre la significación de la democracia obrera en el marco de la dictadura del proletariado. Víctor Serge hace alusión a ello en sus Carnets (p. 44): “Tuve con Trotsky una correspondencia sobre los anarquistas españoles de los que León Sedov decía “destinados a apuñalar la revolución”. Pensaba que Jugarían un papel capital en la guerra civil y aconsejé a Trotsky y a la IVª Internacional publicar una declaración de simpatía hacia ellos, en la que los marxistas revolucionarios se comprometieran a combatir por la libertad. L.D. me dio la razón, me prometió que se haría, pero no se hizo nada en este sentido”. Escribiendo estas líneas, Víctor Serge ignoraba la carta escrita por Trotsky el 16 de agosto. (Ver 2º vol., cap. 4.)
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Maurin y Nin, rehenes del Frente Popular[1]
(Carta al R.S.A.P., 16 julio 1936)
Paso ahora a España. En una de sus últimas cartas, el camarada Sneevliet,[2] en nombre de la dirección,[3] ha puesto bajo su protección al partido de Nin y Maurín contra mis ataques, que serían, parece, exagerados o demasiado severos. Esto me parece no sólo injustificado, sino incluso incomprensible. Nuestra lucha contra Maurín no data de ayer. Toda su política ha sido nacionalista-provinciana y pequeño-burguesa reaccionaria en su esencia misma. Es lo que he constatado públicamente varias veces desde el comienzo de la revolución[4]. Nin, a través de las oscilaciones que le son propias, lo ha reconocido igualmente[5]. El programa de la revolución “democrático-socialista” es un hijo legítimo del espíritu de Maurín;[6] corresponde en lo esencial al programa de un Blum, no de un Lenin. Por lo que se refiere a Nin, en el curso de la revolución, ha revelado lo que es en realidad, un diletante, completamente pasivo, y que no tenla la menor intención de participar realmente en la lucha de las masas, de ganarlas, de conducirlas a la revolución, etc. Se ha contentado con articulitos criticones contra los estalinistas, los socialistas, etc. [7] Eso es hoy una mercancía muy barata. Durante las huelgas generales de Barcelona, me escribía cartas sobre todas las cuestiones imaginables, pero no decía una palabra ni de la huelga general ni del papel que él juega en ella.[8] En el curso de estos años, hemos intercambiado centenares de cartas. Intentaba siempre obtener de él, no consideraciones literarias vacías a propósito de cualquier cosa, sino indicaciones prácticas para la lucha revolucionaria. A estas preguntas concretas, siempre respondía: “Sobre ello, le responderé en la próxima carta.” Pero, durante estos años, esta “próxima carta” no me llegó nunca.
La mayor desgracia de nuestra sección española ha sido que un hombre con su nombre, un cierto pasado y la aureola de mártir del estalinismo, se haya encontrado a su cabeza, la haya dirigido constantemente en una dirección equivocada y la haya paralizado. La magnifica juventud socialista ha llegado espontáneamente a la idea de la IV.ª Internacional.[9] A la insistencia que hemos puesto para que toda nuestra atención sea dirigida hacia la juventud socialista, no se ha respondido más que por evasivas.[10] Nin estaba profundamente preocupado por la “independencia” de la sección española, es decir, de su propia pasividad, de su agradable tranquilidad política; no quería que acontecimientos importantes vinieran a turbar su actividad crítica de diletante. La juventud socialista se ha pasado, entonces casi entera al campo estalinista.[11]
Las gentes que se llamaban “bolcheviques-leninistas” y que han observado tranquilamente, o, por decirlo mejor, provocado esto, deberían ser estigmatizados para siempre como traidores a la revolución. Cuando la bancarrota de Nin se había vuelto evidente hasta los ojos de sus propios partidarios, se unió al filisteo nacionalista catalán Maurín, rompiendo todo lazo con nosotros, declarando que “el secretariado internacional no entiende nada de los asuntos españoles”. En realidad es Nin quien no comprende nada, ni de la política revolucionaria, ni del marxismo.
El nuevo partido se encontró pronto a remolque de Azaña. Pero decir de ello: “No es más que un pequeño acuerdo electoral, pasajero y técnico”, es algo que me parece absolutamente inadmisible. El partido ha firmado el más miserable de todos los programas, el del Frente Popular de Azaña,[12] y, con ello, firmado su propia sentencia de muerte por años. Pues, a cada tentativa de critica del Frente Popular -y Maurin y Nin ahora hacen desesperadamente tentativas en ese sentido- los burgueses radicales, los socialdemócratas y los comunistas replicarán inevitablemente: “¡Pero si vosotros mismos habéis participado en la constitución del Frente Popular y habéis firmado su programa!” Y si estos señores intentan eludir el golpe mediante una evasiva viciosa del tipo: “¡Por nuestra parte no era más que una maniobra técnica!”, no harán más que hacerse más ridículos. Estas gentes estarán en adelante paralizadas, incluso si, de forma fortuita, llegasen a manifestar una voluntad revolucionaria, lo que no es el caso. Los pequeños crímenes y las pequeñas traiciones que, en periodo normal pasan casi desapercibidas, encuentran en el momento de la revolución un eco poderoso. No hay que olvidar nunca que la revolución crea condiciones acústicas completamente particulares.
De ninguna forma puedo comprender cómo se puede buscar circunstancias atenuantes a los traidores españoles mientras se intenta minusvalorar en el Nieuwe Fakkel[13] a nuestros amigos belgas que, con gran valentía, luchan contra el enorme aparato del P.O.B.[14] y contra los estalinistas, y han obtenido ya importantes resultados ( ).
Notas
[1] Publicamos con este título un extracto de una carta dirigida por Trotsky el 16 de julio de 1936 a la dirección del partido obrero socialista revolucionario (R.S.A.P.) holandés. (Bulletin interieur International, editado por el S.I. para la IVª Internacional, n.º 3, mayo 1938.). Este partido había sido constituido el 3 de marzo de 1935 por la fusión del partido socialista revolucionario (R.S.P.) y del partido socialista de izquierda holandés (O.S.P.). Su principal dirigente -por otra parte diputado- era el veterano comunista Henrik Sneevliet, igualmente dirigente de una central sindical “de izquierda”, el N.A.S. El R.S.A.P. se había adherido al buró para la IVª Internacional en noviembre. Las divergencias con Trotsky eran numerosas e importantes.
[2] Trotsky debía escribir -en el momento de la ruptura con Sneevliet- dos años más tarde: “El único reproche que pudiéramos hacernos -y yo no me excluyó- es el mismo que en el caso de Nin; hemos sido demasiado pacientes, demasiado indulgentes, demasiado tolerantes hacia la actitud del camarada Sneevliet. Siempre es difícil en tales casos decir en qué momento era necesario pasar a la lucha abierta. Creo que había llegado el momento con, la intervención de Sneevliet en la cuestión española. Su actitud en esta cuestión constituía una traición abierta a los principios más elementales del marxismo revolucionario y de todas nuestras decisiones. Él y sus semejantes han inspirado al P.O.U.M. un poco más de confianza en su propia confusión, un poco más de desconfianza hacia el marxismo revolucionario. El resultado, ya se conoce”.
[3] La dirección del R.S.A.P. -y la del N.A.S., que dependía estrechamente de él- estaba alrededor de Sneevliet. La dirección de las juventudes tendía, por el contrario, hacia Trotsky.
[4] Ver más arriba “Sobre la declaración del Bloque obrero y campesino”,
[5] Ver “¿A dónde va el Bloque Obrero y Campesino?” Comunismo, 14 septiembre 1931. Nin explicaba principalmente como conclusión: “Maurín ( ), que se esfuerza por adoptar una línea intermedia entre el estalinismo y la oposición comunista de izquierda, no se pronuncia ni por la posición del primero,. ni por la actitud del segundo, pero ( ) la política tiene horror al vacío, y, por consiguiente, obligado a adoptar una posición definida, toma el camino de la pequeña burguesía radical. ( ) El punto de vista de Maurín no puede llevar a otra cosa que a desviar a las masas de sus verdaderos objetivos y a reforzar sus ilusiones en la posibilidad de una revolución democrática profunda realizada por la pequeña-burguesía”.
[6] Ver en Revolución y Contrarrevolución en España, p. 222 ss. el programa y la justificación del término de “democrática. socialista” para la “segunda revolución”, por Maurín.
[7] Ver estos artículos en Los problemas de la revolución española.
[8] Ver obra citada.
[9] Es un hecho que no había militantes “B.-L.” constituidos como fracción en las juventudes socialistas. Parece probable que el trabajo llevado a cabo en común en la época de las “Alianzas obreras” haya valido a los trotskystas cierto prestigio en las filas de las J.S. Una interesante discusión ha tenido lugar a finales de 1933 entre Federico Melchor, en Renovación, y Andrade, bajo el seudónimo de Jar, en Comunismo. Bajo el título “La IVª Internacional”, Melchor se interroga sobre la “reconstrucción del movimiento internacionalista sobre una base marxista” y concluye: “El tema de la IVª Internacional nos interesa y es por ello que nos expresamos sobre este asunto”. Pero el dirigente socialista expresa sobre todo reservas en relación a la construcción de una nueva Internacional y parece preferir la perspectiva de la reconquista, epuracion y fusión de las organizaciones obreras existentes
[10] En Comunismo de septiembre de 1934 había aparecido, en las notas editoriales, el texto que expresaba el rechazo de la Izquierda comunista a practicar la política entrista preconizada por Trotsky.
[11] En la fecha en que Trotsky redacta este texto, los simpatizantes de los bolcheviques-leninistas en la J.S.U. han sido ya expulsados, bajo la conminación del ala estalinista. Santiago Carrillo, Melchor y otros antiguos dirigentes de la J.S. que mantienen enérgicamente los puntos de vista estalinistas y se pronuncian por la unidad orgánica, no han dado aún su adhesión al P.C. pero pueden ser considerados ya como compañeros de viaje muy seguros.
[12] Ver el texto “La traición del partido obrero de unificación marxista”.
[13] Órgano central del R.S.A.P. dirigido por Sneevliet.
[14] En el marco del “giro francés”, los B.-L. belgas habían decidido entrar en el partido obrero belga. Una minoría dirigida por Vereecken -políticamente próxima a Sneevliet-, se había negado a seguirles y se encontraba organizada separadamente en el seno del grupo Spartakus. Después de la salida de los trotskystas del P.O.B., las dos organizaciones iban a reunirse de nuevo en octubre en el seno del partido socialista revolucionario.
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Un pronóstico confirmado
23 de julio de 1936
Quatrieme Internationale, n.º 1, octubre de 1936, pp, 6.7. Este texto es el poscriptum de las tesis adoptadas en la conferencia internacional llamada de Ginebra del movimiento por la IVª Internacional, reunión del 28 al 31 de julio de 1936. Se titulaban “El nuevo ascenso revolucionario y las tareas de la IVª Internacional”. El mismo Trotsky había- redactado este texto capital poco después de la explosión huelguística en Francia, ligando constantemente los problemas franceses a los españoles y demostrando que, en el marco de la política del Frente Popular llevada por las organizaciones obreras de los dos países, las tareas de los revolucionarios eran idénticas. La tesis nº 10 decía: “En el actual estadio, la lucha contra el estalinismo y el reformismo es, ante todo, la lucha contra el bloque con la burguesía. ¡Por la honrosa unidad de los obreros y trabajadores, contra la deshonrosa unidad con la burguesía! ¡Fuera la burguesía del Frente Popular! ¡Abajo los ministros capitalistas!” La tesis n.º 11, precisaba a propósito de España: “Sobre los plazos del proceso revolucionario, actualmente sólo se pueden hacer suposiciones ( ). Con sus flujos y reflujos, la revolución española dura ya cinco años. Durante este período los obreros y campesinos españoles han demostrado un instinto políticO tan extraordinario, han derrochado tanta energía, tanta devoción, tanto heroísmo, que el poder del Estado ya estaría en sus manos desde hace mucho, si su dirección hubiera estado, por lo menos, a la altura de la situación politica y de las cualidades combativas del proletariado español. Los verdaderos- salvadores del capitalismo no han sido Azaña, Zamora ni Gil Robles, sino los dirigentes de las organizaciones socialistas, comunistas y anarcosindicalistas” (La Lutte ouvriére, 5 de agosto de 1936). Algunos días después de la redacción de estas tesis estallaba la guerra civil española. El 23 de julio, Trotsky añadiría un postscriptum, que debla estar fechado el 1º de agosto, ya que se considera que estaba redactado en Ginebra. T. 3941.
La burguesía está buscando el desquite. Un nuevo conflicto social, conscientemente preparado en el cuartel general del gran capital revestirá sin duda el carácter de una vasta provocación o una serie de provocaciones a la dirección de los obreros. En el mismo sentido actuará el reforzamiento de las “disueltas” bandas fascistas. El conflicto entre los dos campos, en Francia, en Bélgica, en España, es inevitable. Cuanto más “concilien” las contradicciones de clase los dirigentes del Frente Popular, éstas tendrán en el porvenir un carácter más explosivo y convulsivo, más sacrificios costará al proletariado y éste se encontrará en peor situación para defenderse del fascismo.[1]
Los acontecimientos han confirmado estas predicciones incluso antes de la publicación de las tesis. Las jornadas de julio en España completan y profundizan con extraordinaria fuerza las lecciones de las jornadas de junio en Francia.[2] Por segunda vez en cinco años, la coalición de 1 los partidos obreros con la burguesía radical ha conducido a la revolución española al borde del abismo. Incapaz de resolver ninguna de las tareas colocadas en el tapete por la revolución -ya que éstas se reducen a una sola, el derrocamiento de la burguesía-, el Frente Popular imposibilita el régimen burgués provocando el golpe de estado fascista. El Frente Popular creó las condiciones favorables para la victoria del fascismo al adormecer a obreros y campesinos con ilusiones parlamentarias, paralizando su voluntad política. La política de alianzas con la burguesía va a costarle caro a la clase obrera, años de sufrimientos, de sacrificios, si no décadas de terror fascista.
El gobierno frentepopulista ha demostrado su incompetencia precisamente en el momento más crítico: las crisis ministeriales se suceden, pues los radicales tienen más miedo a sus aliados obreros que a los fascistas.[3] La guerra civil comienza a prolongarse. Cualquiera que sea su resultado en España, significa un golpe mortal para el Frente Popular francés y para todos los demás. Para todo obrero francés debe estar claro que el bloque con los radicales significa la preparación ilegal del golpe militar por el estado mayor francés, bajo la cobertura del ministro de la guerra, Daladier.[4]
Notas
[1] Este pasaje en cursiva reproduce la tesis n.º 16.
[2] Es sabido que para Trotsky las huelgas de junio marcaban el principio de la revolución francesa (cf. Le Mouvement communiste en France).
[3] El gobierno presidido por Casares Quiroga se había negado a armar a los obreros dimitiendo en las primeras horas del levantamiento militar. Fue reemplazado por el gobierno de Martínez Barrio, que había intentado reconciliarse con Mola, uno de los. insurrectos, y que igualmente se negó a proporcionar armas a los obrero oponiéndose a la formación de milicias. Fue reemplazado Por un gobierno de radicales presidido por el doctor José Giral, que acabó aceptando el hecho consumado de armar al proletariado.
[4] Ver más abajo “Primeras lecciones de España”, pp. 53-62
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Primeras lecciones de España
30 de julio de 1936
Este artículo, redactado el 30 de julio de 1936, apareció por primera vez en La Lutte ouvriere del 9 de agosto, y posteriormente en español, en La Batalla del 22 de agosto. Al parecer, en un principio Trotsky lo había destinado al órgano del P.O.U.M. Fue enviado, ya traducido al español por Jean Rous, a Gorkin. La nota de presentación de La Batalla se excusaba por publicar con tanto retraso un texto fechado el 30 de julio, invocando la pérdida del original, enviado por correo. Calificaba a Trotsky de “gran dirigente de la revolución rusa” y aseguraba que los obreros españoles ya habían asumido las enseñanzas contenidas en este articulo algunas semanas antes. Hay que señalar la ausencia de cualquier referencia al P.O.U.M. en este texto, lo que se explica porque el artículo estaba destinado a este partido, y lo que parece corroborar el hecho de que los B.-L. españoles lo publicasen en su primer boletín indicando que no disponían de más texto en español que el publicado por el P.O.U.M. Hemos conservado el título aparecido en La Batalla; La Lutte ouvriére lo había titulado “Lecciones de España”. T. 3944.
Europa se ha convertido en una formidable y dura escuela para el proletariado. País por país, se están desarrollando acontecimientos que exigen de los obreros muchos sacrificios y mucha sangre, pero que hasta ahora no han conducido más que a la victoria de los enemigos del proletariado en Italia, Alemania y Austria. La política de los partidos tradicionales de la clase obrera ha demostrado como no se debe dirigir al proletariado, como se puede hacer imposible la preparación de la victoria.
En el momento en que escribimos, la guerra civil española no ha terminado aun. Los obreros del mundo entero esperan ansiosos la noticia de la victoria del proletariado español. Si, como esperamos, esta victoria llega a producirse, será preciso decir que esta vez los obreros, han vencido a pesar de que su dirección hiciese todo lo posible para preparar su derrota. Por eso mismo, ¡mayor gloria para los obreros españoles!
El cuerpo de ofíciales
En España, socialistas y comunistas pertenecen al Frente Popular, que ya ha traicionado una vez a la revolución,[1] pero que gracias a los obreros y los campesinos, ha conseguido vencer de nuevo (en las elecciones), formando en febrero un gobierno “republicano”. Seis meses después, el ejército “republicano” ataca al pueblo. De esta forma se puede comprobar como el gobierno del Frente Popular ha mantenido a la casta de los oficiales con el dinero del pueblo, le ha dado autoridad, poder, armas y jóvenes obreros y campesinos, todo esto para preparar el aplastamiento de los obreros y campesinos.[2]
Peor aún, incluso hoy, en plena guerra civil, el gobierno del Frente Popular hace todo lo posible para hacer la victoria más difícil.[3] Como es sabido, una guerra civil se dirige no sólo con medios militares, sino también políticos. En el plano puramente militar, la revolución española es mas débil que sus enemigos.[4] Pero su fuerza consiste en que es capaz de arrastrar a amplias masas. Incluso es capaz de privar a los oficiales reaccionarios[5] de su ejercito. Sólo hace falta avanzar seria y sagazmente el programa de la revolución socialista.
Es preciso proclamar la necesidad de que la tierra, los talleres, las fábricas, deben pasar desde ahora mismo de las manos de los capitalistas a las del pueblo. En las zonas donde el poder está en manos de los obreros, hay que avanzar hacia la realización práctica de este programa. El ejército fascista no resistiría más de veinticuatro horas a la atracción de un programa semejante. Los soldados atarían de pies y manos a los oficiales para llevarlos al más cercano Estado Mayor de las milicias obreras. Pero los ministros burgueses no podrían aceptar un programa de este tipo. Al frenar la revolución, están obligando a los obreros y campesinos a derramar diez veces más sangre en la guerra civil. Para acabar, estos señores esperan desarmar de nuevo a los obreros al día siguiente de la victoria, exigiéndoles respeto a las sagradas leyes de la propiedad privada. Ésta es la verdadera esencia de la política del Frente Popular. ¡Todo lo demás no son más que frases y mentiras!
Numerosos partidarios del Frente Popular reprochan a los gobiernos de Madrid el no haber previsto todo esto. ¿Por qué no se realizó a tiempo la depuración del ejército? ¿Por qué no se tomaron las medidas necesarias? Estas críticas son numerosas, sobre todo en Francia, donde, sin embargo, la política de los dirigentes del Frente Popular no se distingue en nada de la de sus colegas españoles. A pesar de la dura lección, se puede profetizar que el gobierno León Blum[6]no llevará a cabo una depuración seria del ejército. ¿Por qué? Por qué las organizaciones obreras están aliadas con los radicales y por lo tanto se encuentran prisioneros de la burguesía.
El papel del Frente Popular
Es ingenuo quejarse de que los republicanos españoles, los socialistas o los comunistas no hayan previsto nada, hayan dejado pasar la ocasión. De ninguna forma se trata de la perspicacia de tal ministro o dirigente, sino de la dirección, de la orientación general de su política. El partido obrero que concluye una alianza con la burguesía, renuncia, desde ese mismo momento, a luchar contra el militarismo capitalista. La dominación de la burguesía, es decir, el mantenimiento de la propiedad privada de los medios de producción, es inconcebible sin la ayuda de las fuerzas armadas. El cuerpo de oficiales constituye la guardia del gran capital. Sin él, la burguesía no podría mantenerse ni un solo día. La selección de los individuos, su formación, su educación, hacen de los oficiales en su conjunto, irreductibles enemigos de la clase obrera. Las excepciones aisladas no cambian nada.[7] Esto ocurre en todos los países que están bajo el dominio de la burguesía. El peligro no está en los charlatanes y demagogos militares que se proclaman abiertamente fascistas. Incomparablemente más amenazador es el hecho de que cuando se acerca la revolución proletaria, el cuerpo de oficiales, en bloque, se convierta en el verdugo del proletariado. Eliminar del ejército a 400 o 500 oficiales reaccionarios, en el fondo significa dejar todo como estaba. El cuerpo de oficiales, en cuyo seno se almacenan las seculares tradiciones de servidumbre para el pueblo, debe partirse, disolverse, aplastarse en su conjunto, sin dejar rastro. Es preciso reemplazar el ejército de cuarteles, que manda la casta de oficiales, por la milicia popular, es decir, la organización democrática de los obreros y campesinos armados. No hay otra solución. Pero un ejercito de este tipo, es incompatible con el dominio de los explotadores, sean grandes o pequeños. ¿Pueden aceptar los republicanos una medida de este tipo? De ninguna forma, el gobierno del Frente Popular, es decir, el gobierno de coalición de los obreros con la burguesía es, en su misma esencia, el gobierno de capitulación ante la burocracia y los oficiales. Ésta es la grandiosa lección de los acontecimientos españoles, pagada hoy por millares de vidas humanas.
Defensa de la república o revolución obrera
La alianza política de los dirigentes obreros con la burguesía se cubre con el pretexto de la defensa de la “república”. La experiencia española demuestra claramente en qué consiste esta defensa. La palabra “republicano”, igual que la de “democracia”, revela la palabrería consciente, que sirve para disimular las contradicciones de clases. La burguesía es republicana mientras que la república defiende la propiedad privada. Sin embargo los obreros utilizan la república para acabar con la propiedad privada. En otras palabras, la república pierde todo su valor a los ojos de los burgueses, al mismo tiempo que empieza a perder valor a los ojos de los obreros. Los radicales no pueden entrar en un bloque con los partidos obreros sin asegurarse un apoyo en el cuerpo de oficiales. No es casualidad que en Francia, Daladier esté a la cabeza del ministerio de la guerra; la burguesía francesa le ha confiado este puesto más de una vez[8] y nunca le ha decepcionado. Pensar que Daladier puede depurar el ejército de fascistas y reaccionarios, en otras palabras, disolver el cuerpo de oficiales[9], no puede ser hecho mas que por gentes como Maurice Paz o Marceau Pivert,[10] pero nadie les toma en serio.
Sin embargo, al llegar aquí se nos interrumpe exclamando:
“¿Cómo se puede disolver el cuerpo de oficiales? Esto significa destruir el ejército, desarmarlo ante el fascismo, ¡Hitler y Mussolini no están esperando otra cosa!” Todos estos argumentos son conocidos desde hace mucho. De esta forma razonaban en 1917 los cadetes, mencheviques y socialrevolucionarios rusos. De esta forma razonan los dirigentes del Frente Popular español. Los obreros españoles no se han creído sino a medias estos razonamientos, hasta que la propia experiencia les ha enseñado que el enemigo fascista mas cercano, se encontraba en el propio ejército. No en vano nuestro viejo amigo Karl Liebknecht decía: “¡El principal enemigo está en nuestro país!”
L'Humanité implora con lágrimas en los ojos que se depure al ejército de elementos fascistas. Pero, ¿a qué precio hay que pagar esta demanda? Votar los créditos para el mantenimiento del cuerpo de oficiales, aliarse con Daladier, y a través de éste con el capital financiero -Y simultáneamente, reclamar que este ejjército profundamente capitalista sirva “al pueblo” y no al capital- significa, o bien caer en la más completa estupidez o bien engañar conscientemente a las masas trabajadoras.
“¡Pero no podemos estar sin ejército -repiten los dirigentes socialistas y comunistas- pues debemos defender nuestra democracia, y con ella, a la Unión Soviética contra Hitler!” Después de la lección de España no es difícil prever las consecuencias de esta política, tanto para la democracia como para la Unión Soviética. Escogiendo el momento favorable, el cuerpo de oficiales, de la mano de las disueltas bandas fascistas, pasará a la ofensiva contra las masas trabajadoras y, si vence, aplastará los miserables restos de la democracia burguesa, tendiendo la mano a Hitler para luchar en común contra la Unión Soviética.
Es imposible leer sin cólera y sin verdadero asco, los artículos de Le Populaire y de L'Humanité sobre los acontecimientos de España. Este tipo de gente no aprende nada. No quiere aprender nada. Cierran conscientemente los ojos ante los acontecimientos. Para ellos la principal lección es que hay que mantener la “unidad” del Frente Popular al precio que sea, es decir, la unidad con la burguesía, la amistad con Daladier.
Daladier seguramente es un gran “demócrata”. Pero, ¿se puede dudar que aparte de su trabajo oficial. en el ministerio Blum, lleva una importante labor oficiosa en el estado mayor y en el cuerpo de oficiales? Allá se encuentran tipos serios que saben mirar de frente la realidad de los hechos. Sin ningún tipo de duda se ha puesto de acuerdo con los dirigentes militares respecto a las medidas que serían necesarias en el caso de que los obreros manifestaran actividad revolucionaria. Los generales se presentan de buena gana ante Daladier. Se dicen entre ellos: “Soportemos a Daladier hasta que no nos enfrentemos con los obreros y podamos instalar a alguien más fuerte.” Durante este tiempo, los dirigentes socialistas y comunistas repiten continuamente “nuestro amigo Daladier”. El obrero debe responder: ¡Dime con quién andas Y te diré quién eres!. La gente que confía el ejército a este viejo agente del capitalismo que es Daladier, es indigna de la confianza de los obreros.
Ciertamente, el proletariado español, al igual que el francés, no quiere permanecer desarmado ante Hitler y Mussolini. Pero para defenderse de ellos, primero debe aplastar al enemigo de su propio país. Es imposible acabar con la burguesa sin destruir el cuerpo de oficiales, es imposible destruir el cuerpo de oficiales sin acabar con la burguesía. En todas las contrarrevoluciones victoriosas, los oficiales han jugado un papel decisivo. Todas las revoluciones victoriosas, cuando tenían un profundo carácter social, acabaron con el antiguo cuerpo de oficiales. Así actuó la Gran Revolución Francesa, a finales del siglo XVIII. Así actuó la Revolución de Octubre en 1917. Pero para decidirse a emprender una medida semejante, hay que dejar de arrodillarse ante la burguesía radical. Hay que forjar la verdadera alianza entre los obreros y los campesinos contra la burguesía, incluida la radical. Es preciso confiar en la fuerza la iniciativa y el coraje del proletariado. Es el proletario quien sabrá ganar al soldado para su causa. Así será la verdadera alianza, no falsificada, de los obreros, campesinos y soldados. Una alianza semejante está a punto de forjarse en el fuego de la guerra civil española. La victoria del pueblo significará el final del Frente Popular y el comienzo de la España soviética. La revolución socialista victoriosa en España se extenderá inevitablemente al resto de Europa. Para los verdugos fascistas de Italia y Alemania será incontestablemente más peligrosa que todos los pactos diplomáticos y todas las alianzas militares.
Notas
[1] Alusión a los dos primeros años de la república y al gobierno Azaña con ministros socialistas, entre los que se encontraba Largo Caballero y que había terminado con la derrota electoral de la izquierda y la vuelta al poder de la derecha, en el llamado Bienio Negro; sin embargo, esta unión de la izquierda no se llamaba “Frente Popular”.
[2] El 18 de mayo de 1936, un comunicado del Ministerio de la Guerra del gobierno del Frente Popular de Azaña, había desmentido “ciertos rumores que corrían sobre el estado de ánimo de los oficiales y suboficiales del ejército”. Decía: “El ministro de la guerra tiene el honor de hacer público el hecho de que el conjunto de los oficiales del ejército español, desde los cargos más elevados a los más modestos, se mantiene en los limites de la más estricta disciplina, dispuestos en todo momento a cumplir escrupulosamente con su deber y, por supuesto, a obedecer las órdenes del gobierno legal. Lo que sí es cierto, y el ministro de la guerra lo certifica, es que el gobierno de la república ha acogido con tristeza e indignación, los nefastos ataques dirigidos a oficiales del ejército ( ) alejados de toda lucha política, fieles servidores del poder constituido y garantía de la voluntad popular; la parte de la nación que forman sus fuerzas armadas debe ser considerada por sus conciudadanos como el más sólido apoyo del estado republicano, y únicamente un deseo criminal y tortuoso puede explicar los insultos y los ataques escritos y orales dirigidos contra ellos”.
El 28 de mayo aparecía en las librerías una obra del coronel Mangada, dando todos los detalles sobre la conspiración militar que se desarrolló después de la victoria militar de las izquierdas y sobre la que él había comunicado personalmente todas sus informaciones al presidente y a su ministro. Los oficiales de la Unión Militar Republicana Antifascista, el general Núñez del Prado, el coronel Asensio Torrado, etc., multiplicaban, por su parte, las advertencias sobre la actividad conspiradora de la Unión militar española. Uno de estos oficiales, el comandante Pérez Salas, afirma (“Guerra en España”, pp. 75-76, 79) que Azaña y Casares Quiroga, estaban, desde esta fecha, totalmente al corriente de los preparativos de los jefes militares facciosos. El partido comunista español, que reivindicaba un “verdadero ejército popular” por medio de la depuración del cuerpo de oficiales, sostenía al gobierno Casares Quiroga, tanto en las Cortes como en el resto del país.
[3] El 30 de julio, el mismo día que Trotsky redactó este artículo, Indalecio Prieto, dirigente socialista de derecha, verdadero inspirador del gobierno Giral, afirmaba: “Las fuerzas gubernamentales hasta ahora no se han empleado a fondo como lo hubiesen hecho para rechazar a un adversario extranjero.”
[4] La superioridad militar -armamentos, efectivos, movilizados- de los rebeldes, de hecho no se hará patente hasta el mes de julio. La ofensiva nacionalista, comenzada el 6 de agosto, rompió el precario equilibrio mantenido desde el día siguiente a la insurrección; los elementos decisivos son, el dominio del aire, debido a la activa presencia de aviones alemanes e italianos, y la llegada de tropas marroquíes por esta vía.
[5] Por otra parte, los legionarios del Tercio, punta de lanza del ejército franquista que estaba constituido por tropas marroquíes, los “moros”. Aunque Trotsky no hace mención a ello, está claro que una audaz política sobre la independencia marroquí hubiera podido hacer vulnerable esta tropa de choque. Todos los esfuerzos llevados a cabo en este sentido, sobre todo los contactos entre trotskistas franceses y nacionalistas marroquíes no condujeron a nada, debido al miedo del gobierno del Frente popular ante una iniciativa que evidentemente no hubiera gustado a París, potencia dominante en Marruecos.
[6] El dirigente de la S.F.I.O. había formado el 4 de junio el primer gobierno de Frente Popular en Francia.
[7] Efectivamente hubo algunas excepciones. Incluso fuera de las unidades regulares leales se encontraban oficiales de carrera dispuestos a servir a las milicias obreras. En Barcelona, el comandante Martínez y el capitán Escobar fueron consejeros del Comité Central de las Milicias; en Madrid, el teniente Márquez, uno de los primeros organizadores del núcleo del futuro “5º regimiento” del Partido Comunista, fue uno de los héroes de la batalla en el interior del Cuartel de la Montaña, el capitán Santiago Martínez Vicente tomará también la cabeza del “Batallón de voluntarios obreros del 20 de julio”, en donde se encuentran los primeros elementos de las milicias madrileñas del P.O.U.M. y sobre todo su columna motorizada, dirigida por el militante argentino Hipólito Etchebehere.
[8] El dirigente radical Edouard Daladier habla sido ministro de la guerra desde diciembre de 1932 hasta febrero de 1934, y volvió a serlo en junio de 1936, permaneciendo en este cargo hasta mayo de 1940.
[9] Respecto a las relaciones mantenidas por Daladier con los generales franceses que soñaban con seguir los pasos de Franco, no existe ningún documento irrefutable. Sin embargo, diversos autores, de variada inspiración política, coinciden en este punto. M. R. J. Tournoux habla del “Complot de la Cagoule”, conducido, aunque sistemáticamente minimizado, por el presidente de la república y Edouard Daladier, ministro de la guerra, a fin de evitar al ejército francés un nuevo “affaire” Dreyfus. Escribe: “las prolongaciones de la conjuración en el ejército -bajo el disfraz de la lucha anticomunista- son innumerables Un mariscal se dejó arrastrar a la aventura, tres capitanes generales de región -temiendo incluso ellos mismos la subversión interna- se afiliaron al Comité secreto de acción revolucionaria” (Secrets d’Etat, Pétain et De Gaulle, p. 163). M. Philippe Bourdrel consagra un capítulo a lo que él llama la “Cagoule militar”, las célebres “redes Corvignoles”, organizadas por el comandante Loustanau-Lacau, del despacho del mariscal Pétain en su libro La Cagoule. Señala (p. 229) que la policía había recibido orden de parar los procesos cuando observasen a los militares actuando, y añade: “Para los antiguos de la Cagoule, no cabe duda que el ministro de la guerra, Edouard Daladier, fue el origen de la decisión que se aplicó a todos los militares en activo afiliados a C.S.A.R.: silencio, abstención, discreción” (p. 230). Cita (sin nombrarlos) algunos “miembros de la Cagoule, y no de los más bajos” que le declararon que Deloncle (el jefe de la Cagoule) nos aseguró que habla recibido un emisario de Daladier, encargado de decirle que no sería del todo imposible olvidar el asunto, a condición de que la organización clandestina revelase sus intenciones y sus metas. Seríamos controlados, estaríamos obligados a obedecer, y en compensación, nadie nos molestaría”. Por su parte, Marceau Pivert, después de hablar de la investigación sobre el C.S.A.R., escribió: “Se puede ascender hasta el jefe inmediato, el siniestro Deloncle, ingeniero, administrador de sociedades, fascista cien por cien. Sin embargo, ya no puede subir más. La lista de personalidades afiliadas a la Cagoule y al C.S.A.R., lista que Dormoy poseía, bastaba para hacer saltar el régimen bajo la explosión de la cólera popular. Entre ellos, habla doce generales en activo, incluso el propio mariscal Pétain. Entre las personalidades políticas, figuraba el nombre de Pierre Laval ( ). En el Consejo de ministros, el señor Daladier, servil portavoz del estado mayor, declara que tiene absoluta necesidad de esos generales. En su opinión los Pétain, los Goraud, los Weygand, tenían tanto prestigio en el ejército que era imposible ponerlos en entredicho” (¿Adónde va Francia?, p. 60).
[10] Esta frase que menciona a Marceau Pivert, incluida en La Lutte ouvríere del 19 de septiembre, fue suprimida en La Batalla, En lugar de traducir “ne peut étre le fait que des gens comme Marceau Pivert et Maurice Paz, mais personne ne les prend au sérieux” por “es propio de gente de la calaña de Marceau Pivert Y Maurice Paz, pero nadie los toma en serio”, el diario del P.O.U.M. lo tradujo simplemente por “es propio de gente inocente” sin señalar que había alterado el original. Respecto a este asunto, Julián Gorkin nos ha explicado cómo toda la responsabilidad recae sobre él (carta del 2 de octubre de 1972). Efectivamente Marceau Pivert, por estas fechas era miembro del secretariado de la presidencia del Consejo, en donde León Blum le había encargado de la información. Utilizaba su cargo para ayudar lo más posible a los revolucionarios españoles y al P.O.U.M. Tenía contacto diario con el Comité Central de las milicias de Cataluña, con el fin de poder difundir en Francia las noticias que recibía y, por su parte, informaba a sus camaradas españoles de los movimientos de los agentes franquistas en Francia. Entregó una copia de algunos de sus informes a Gorkin, durante un viaje que este último realizó a París (este hecho se menciona en el prefacio que escribió Gorkin Para la obra de Marceau Pivert citada anteriormente). Por otra parte, el cargo de Pivert le permitía facilitar municiones. Debido a estos servicios, Gorkin tomó la decisión de suprimir la frase en cuestión, que suponía un ataque a un hombre que no podía defenderse bajo pena de “comprometerse señalando la verdad sobre su ayuda a los combatientes españoles”. El responsable de La Batalla pensaba seguramente que la critica de Trotsky a Pivert era una forma disimulada de criticar a los propios dirigentes del P.O.U.M.
No tenemos ningún dato de reproches a su iniciativa, ni siquiera de Andrés Nin, en el C.E. del P.O.U.M., pero sí hay datos muy precisos de los reproches del P.O.U.M. Éste nos ha señalado que ninguno de los dirigentes del P.O.U.M., excepto Andrés Nin y él mismo, conocían la naturaleza y la importancia de los servicios que Marceau Pivert les prestaba gracias a sus funciones en Matignon. Por el contrario, Andrade reprochaba vivamente a la dirección del P.O.U.M. por sus relaciones amistosas con un colaborador directo de León Blum. Julián Gorkin, añade que la dimisión de Marceau Pivert de sus cargos oficiales fue decidida en el curso de una conferencia internacional, en la que participaron, entre otros, Rosmer, Sneevliet y Vereecken, que le aconsejaron esta medida que conducía a Blum a un “resguardo de izquierda”. Queda por añadir, que esta verdadera censura por parte del P.O.U.M., de un texto que Trotsky había destinado a su órgano central, justificándola incluso por el hecho de que Pivert ayudase secretamente a los combatientes españoles y al propio partido, no era más aceptable que la supresión, algunos meses más tarde, por parte de la censura republicana oficial, de todas las críticas del P.O.U.M. al gobierno de la U.R.S.S., que también ayudaba materialmente a la España republicana. A pesar de que no tenemos ninguna información de la reacción de Trotsky, ésta es fácil de imaginar, frente a la mutilación de un articulo en el que se había abstenido de toda crítica, e incluso de toda mención, al P.O.U.M., pero en el que se había otorgado el derecho de referirse a Marceau Pivert y a Maurice Paz, es decir, a personajes que por sus propias funciones, aparecían ante sus ojos -igual que ante los de todo el mundo- como solidarios de la política de “no intervención”, cuya iniciativa había tomado Blum. No es superfluo añadir, que, excepto Gorkín, todos los militantes del P.O.U.M. que hemos interrogado, desconocían este episodio, o por lo menos no lo recordaban, incluso algunos lo niegan, prueba de que la prensa B.-L. (o el informe de Rous que lo menciona) no habían caído en sus manos o no le habían prestado atención
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Carta a Jean Rous
La carta de León Trotski a Jean Rous está fechada el 16 de agosto de 1936 y fue enviada a Fosco (Nico di Bartolomeo) al Hotel Falcón de Barcelona, edificio requisado por el POUM. Esta carta fue interceptada y entregada a un agente de la policía política de Mussolini y fue a parar a manos del jefe de la OVRA, que la transmitió a la Sección de Asuntos Especiales Reservados. Fue encontrada por el historiador Paolo Spriano en el Ministerio del Interior italiano (Dirección General de la Polícía del estado; archivo 1920-1945). Poco después la carta se publicó por Le Monde y, también, por La Batalla, el órgano del POUM en el exilio, en enero de 1971, precedida por un comentario de Juan Andrade.
Mi querido Rous[*]:
Adjunto una carta que usted puede -si lo juzga útil- mostrar a Nin y a los demás. Lo que digo en la carta en manera alguna es diplomático: es preciso de nuevo combinar la flexibilidad con la firmeza. Me siento atado de pies y manos. Los mejores saludos de N. [Natalia] y míos.
Afectuosamente. L.T.
Queridos camaradas:
He recibido inesperadamente vuestro telegrama. Desgraciadamente, aquí puede ser interpretado como una prueba de mi participación directa en los asuntos españoles, cuando se trata -según lo interpreto yo- de la posibilidad de obtener un visado para ir a Barcelona. No es necesario decirles que sería feliz de poder hacerlo. ¿Hay posibilidad?
Sabéis la situación en que me encuentro: el ataque de los fascistas, por una parte, la declaración infame de Tass por otra parte. No sé cuál sera la actitud del gobierno, que no tiene la menor idea de la infamia criminal de la pandilla de Stalin-Yagoda. Estaré, junto con Natalia, completamente dispuesto a ir inmediatamente a Barcelona. Para que el asunto acabe felizmente debe ser tratado lo más discretamente posible.
Comprenderéis muy bien que yo no puedo dar consejos desde aquí: se trata ahora de la lucha armada, la situación cambia de día en día, mis informaciones son nulas. Se habla de la desaparición de Maurín ¿Qué significa esto? Espero que no haya muerto. En cuanto a Nin, Andrade y los demás, en la actual situación sería criminal dejarse llevar por reminiscencias del período precedente. A pesar de que haya divergencias de programa y de método, incluso después de la pasada experiencia, éstas de ninguna manera han de impedir una aproximación sincera y duradera. La experiencia posterior hará el resto. En cuanto a mí personalmente, estoy absolutamente dispuesto a colaborar en La Batalla, aunque sea como un simple observador lejano.
La cuestión que más me preocupa son las relaciones entre el POUM y los sindicalistas. Me parece que sería extremadamente peligroso dejarse llevar exclusivamente, o incluso parcialmente, por consideraciones doctrinarias. Es imprescindible acercarse a los sindicalistas, cueste lo que cueste, a pesar de todos sus prejuicios. Es necesario vencer al enemigo común. Es necesario ganarse la confianza de los mejores sindicalistas durante la lucha. Estas consideraciones pueden pareceros triviales, me excuso por adelantado, pero no conozco suficientemente la situación como para poder expresar opiniones concretas. Sencillamente quisiera subrayar que antes de Octubre hacíamos todo lo posible para actuar conjuntamente, incluso con los anarquistas de pura sangre. El gobierno Kerenski intentaba servirse de los bolcheviques contra los anarquistas, Lenin se oponía encarnizadamente, solía decir que un luchador anarquista valía más que cien mencheviques titubeantes. Durante la guerra civil, que os ha sido impuesta por fascistas de la peor calaña, el mayor peligro es la falta de decisión, el ánimo tergiversador, en una palabra: el Menchevismo. Lo repito una vez más: todo esto es muy vago. Hago todo lo posible para dar la mayor precisión posible a mis sugestiones, pero para esto es necesario vencer la distancia Por mi parte, puedo prometeros mi más sincera disposición con los camaradas que están luchando, a pesar de todas las posibles divergencias. Sería una odiosa mezquindad volver al pasado cuando el presente y el futuro abren una vía común.
Intentaré desenvolverme con La Batalla con la ayuda de un diccionario. Pero no vuelvo a casa hasta dentro de cuatro o cinco días.
Mi más ferviente saludo a todos los amigos, incluso -y sobre todo- para los que creen tener razones para estar descontentos de mí.
Afectuosamente. L.T.
Notas
[*] Jean Rous, abogado francés, miembro del PS francés, se unió en 1932 a la Ligue Communiste, convirtiéndosae en uno de los dirigentes del movimiento trotskista internacional, de cuyo secretariado internacional formó parte. Viajó a España al producirse la fundación del POUM y, luego en agosto de 1936 para intentar establecer relaciones con dicho partido.
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La santa alianza contra la España socialista
Extracto de una entrevista obtenida por un enviado especial del News Chronicle, publicada el 27 de agosto en este diario británico. Ese mismo día, Trotsky se vio sometido a condiciones que equivalían a una detención.
-¿Qué piensa usted de la actitud de las potencias, incluida Rusia, frente al problema de la guerra civil española?
-El hecho de que Hitler.y Mussolini hayan tenido la oportunidad de desencadenar la contrarrevolución fascista, de sostenerla militarmente, para posteriormente lavarse las manos en la inocente “neutralidad” es una de las manchas más negras en el palmarés de los autodenominados gobiernos democráticos.
Como siempre, la actitud del gobierno soviético es conservadora, nacionalista y estrecha. Esta gente intenta justificarse diciendo: “No queremos provocar la guerra.” De esta forma, permiten que Europa caiga en manos del fascismo, para después retirarse. A fin de cuentas, tendrán que sufrir la guerra, aunque deberán afrontarla en condiciones infinitamente más desfavorables.
-¿Según su opinión, cuál es el desenlace mas probable de la guerra de España?
-A pesar de la traición de los gobiernos francés y soviético, aún cuento con la victoria del pueblo español, y creo que de esta victoria surgirá una España socialista
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Sobre la muerte de Joaquín Maurín
(Carta a Andreu Nin)
La carta de Trotsky de 3 de octubre de 1936 sobre la supuesta muerte de Maurín (que realmente se produjo muchos años después, en 1933) fue encontrada en los archivos de Trotsky depositados en la Universidad de Harvard. No suele verse recogida en las ediciones en castellano de los escritos de Trotski sobre España.
Estimado camarada:
Con mucho retraso, que se explica por mi situación actual, me entero de la muerte de Joaquín Maurín[*]. ¡Qué golpe más terrible! No puedo decir -¡ay!- todo lo que yo quisiera. Ruego a todos los amigos que acepten, de mi compañera Natalia y de mí mismo, la expresión de nuestra simpatía dolorosa y fraternal.
Notas
[*] Hasta septiembre de 1937 no se supo de Maurín, aunque preso en la zona franquista, vivía. Hasta dicha fecha no había sido identificado y mantenía una identidad falsa. Sobre estas circunstancias puede consultarse la obra de Jeanne Maurín Cómo se salvó Joaquín Maurín (Recuerdos y testimonios), Madrid, Ediciones Júcar, 1979. Maurín permaneció encarcelado una década, marchó luego al exilio y murió el 5 de noviembre de 1973 en Nueva York.
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Por la victoria de la Revolución española
19 de febrero de 1937
Esta declaración, hecha el 19 de febrero en México, a la agencia Havas, desnaturalizada y deformada por Le Temps y L’Humanité, sería publicada integra en La Lutte ouvriére del 26 de febrero. Entre el 26 de agosto de 1936, en lo queLa Batalla llamaba su “prisión noruega” y el 19 de enero de 1937, fecha en la que desembarcaría en México, Trotsky no tuvo ninguna posibilidad de informarse, y aún menos de escribir, sobre España. Por el contrario, en las primeras semanas de su estancia en México, es probable que retomase el contacto directo con los militantes del P.O.U.M.: una delegación llegada bajo la apariencia de equipo de fútbol, para comprar armas, y que dirigía el veterano comunista David Rey, viejo compañero de Maurín, había visitado al presidente Cárdenas, y le había entregado una carta de Andrés Nin pidiéndole asilo para Trotsky. La entrevista entre David Rey y Trotsky fue cordial, lo que queda reflejado en el tono general de esta declaración. La Batalla se hará eco de ella en varias ocasiones, aunque con curiosas variaciones. El 20 de febrero publicó un fiel resumen. El 11 de marzo publicó sin comentarios los últimos párrafos (desde “si el fascismo vence en España ”). Finalmente, el 25 de marzo, le consagraba un artículo muy incisivo, sin firmar, titulado “A propósito de una declaración de León Trotsky sobre el P.0.U.M.”, que señalaba el comienzo de la polémica pública a pesar de que los términos de la declaración habían sido cuidadosamente sopesados por el exiliado de México. En La Batalla del 14 de abril, Kurt Landau -que firma “Spectator”-, revela su estado de ánimo y los límites que colocaba a este debate subrayando lo que él llama “la falta de tacto cometida por Trotsky en México al pronunciarse como lo hizo sobre la revolución española y el papel que en ella jugaba el P.O.U.M.” T. 4104 (1).
¿He dado o no “instrucciones” para que el frente republicano sea sostenido por voluntarios? No he dado instrucciones a nadie. Por otra parte, generalmente no doy instrucciones, sino que expreso mis opiniones por medio de artículos.
Negarse a apoyar a los ejércitos republicanos es algo que sólo pueden dejar de hacer los cobardes y los traidores agentes del fascismo. El deber elemental de todo revolucionario es luchar contra Franco, Mussolini e Hitler.
A propósito del P.O.U.M.
El ala izquierda de la coalición, está a medias en la oposición. El P.O.U.M. no es “trotskysta”,[1] yo he expresado muchas veces mis criticas a su política, a pesar de la ferviente simpatía que siento por sus militantes, sobre todo por los que están luchando en el frente.[2]
El P.O.U.M. ha cometido el error[3] de participar en la combinación electoral llamada “Frente Popular”, bajo cuya protección, durante algunos meses, Franco ha preparado la insurrección que devasta actualmente a España.[4]
Un partido revolucionario no tiene el derecho de asumir directa o indirectamente una política de ceguera y de tolerancia culpable. Debería haber llamado a las masas a la vigilancia.
La dirección del P.O.U.M. ha cometido un segundo error al entrar a formar parte del gobierno catalán de coalición.[5] Para combatir en el frente, con las armas en la mano, con los demás partidos, es inútil colocarse en una falsa postura, participando en la política de estos partidos en el gobierno. Es preciso saber unir a las masas bajo la bandera de la revolución, sin debilitar el frente. En toda guerra civil, infinitamente mas que en una guerra ordinaria, la política prevalece sobre la estrategia. Lee era más experto militarmente que Grant[6], pero la victoria de éste estaba asegurada por el programa de abolición de la esclavitud que constituía su base.[7]
Durante nuestros tres años de guerra civil, la superioridad, el arte y la técnica militar, estaban de parte del adversario, pero a fin de cuentas, lo que importa es el programa bolchevique. El obrero sabrá perfectamente por qué lucha. El campesino duda mucho tiempo, pero al comparar los dos regímenes a la luz de su experiencia, sostiene a los bolcheviques.
La política estalinista
En España, los estalinistas, que dan el tono en las cumbres, han lanzado una consigna a la que rápidamente se ha unido Largo Caballero: “Primero la victoria militar, después las reformas sociales.”
Soy de la opinión de que esta consigna es funesta para la revolución española. Al no haber realmente diferencias radicales entre los dos programas, las masas trabajadoras, sobre todo los campesinos, caen en la más absoluta indiferencia.[8]
En estas condiciones, el fascismo vencerá inevitablemente, ya que la superioridad militar está de su parte. Las reformas sociales avanzadas, son las armas más poderosas de la guerra civil, y constituyen la condición indispensable para la victoria sobre el fascismo.[9]
La política estalinista, que en todas las situaciones revolucionarias se ha revelado como una política oportunista, viene dictada por el miedo a asustar a la burguesía francesa, y sobre todo a las “doscientas familias” a las que el Frente Popular ha declarado la guerra.[10]
La política de los estalinistas en España, constituye no tanto la reedición de la política de Kerensky en 1917, sino más bien la de Ebert y Scheidemann, durante la revolución alemana de 19l8,[11] cuyo castigo fue la victoria de Hitler. Alemania ha esperado quince años al castigo, España corre el peligro de conocerlo antes de quince meses.[12]
¿La victoria social y política de los obreros y campesinos españoles provocará una guerra europea?
Las profecías de este tipo, dictadas por una cobardía reaccionaria, son radicalmente falsas. Si el fascismo vence en España, Francia se encontrará en un callejón sin salida. La dictadura de Franco, significará inevitablemente el aceleramiento de la marcha hacia una guerra europea, en las peores condiciones para Francia.
Es inútil decir que una nueva guerra europea amenazaría con chupar la sangre a Francia, conduciendo al pueblo francés hacia su decadencia, lo que significa dar un fuerte golpe a la cultura de toda la humanidad.
La condición para la paz, la victoria de la revolución
Por el contrario, la victoria de los obreros y campesinos españoles, sin duda machacaría los regímenes de Hitler y Mussolini.[13] Debido a su carácter herméticamente cerrado y totalitario, los regímenes fascistas dan la sensación de una firmeza inalterable, pero en realidad, a la primera prueba seria, serán víctimas de explosiones internas.
La victoria de la revolución rusa minó el régimen de los Hohenzollern.[14] La revolución española victoriosa minará los regímenes de Hitler y Mussolini.
No será sino de esta forma como la victoria de los obreros y los campesinos españoles se revelará como un poderoso factor de la paz. La tarea de los auténticos revolucionarios españoles, consiste en que, a la vez que fortalecen y refuerzan el frente, han de acabar con la tutela política de la burocracia soviética, han de dar a las masas un programa social atrevido, han de descubrir los inimaginables recursos de entusiasmo que poseen las masas, asegurando asi la victoria de la revolución y, por medio de esta, defender la causa de la paz en Europa.
La salud de Europa tiene este precio.
LEÓN TROTSKY
Notas
[1] El título del resumen publicado en La Batalla del 20 de febrero era: “El P.O.U.M. no es trotskysta, afirma Trotsky”.
[2] El texto publicado en La Lutte ouvriére tiene un grave error de traducción ya que hace afirmar a Trotsky; “la ferviente simpatía que me testimonia y el heroísmo, etc ”, en lugar de “la ferviente simpatía que siento por el heroísmo, etc ). La importancia concedida al heroísmo de los militantes de la J.C.I. estaba justificado. Sus columnas ya hablan pagado un pesado tributo con la muerte, en Barcelona, de su secretario general, Germinal Vidal, y posteriormente en el frente, la de su sucesor Miguel Pedrola. Perdería muchos otros militantes de valor, como José Alcantarilla, responsable de Levante, Luis Grossi, secretario de Asturias. Algunos días antes -¿lo sabría Trotsky?- había caído en Pozuelo, en el frente de Madrid, el joven obrero Jesús Blanco de los viejos de la Izquierda comunista, firmante, junto con Fersen, del texto a favor del entrismo, en 1935, que había sido elegido secretario de la J.C.I. en Madrid y comandante de batallón en sus milicias.
[3] Nótese el empleo de la palabra “error” en lugar de la de “traición”, debido a la tempestad que ésta había levantado un año antes. Los comentaristas del P.O.U.M. aparentemente no la tendrán en cuenta.
[4] La Batalla del 25 de marzo responde precisamente a esta pregunta: “Si Trotsky se hubiese informado mejor de la actitud del P.O.U.M. durante el año pasado, sabría que ésta ha consistido precisamente en denunciar el carácter contrarrevolucionario del Programa del Frente Popular ante las masas, oponiéndole el programa de acción obrero, basado en la unión de todas las organizaciones proletarias, y que ha llamado constantemente a las masas a prepararse para una insurrección fascista. Esto se demuestra con el testimonio de los discursos de nuestro gran camarada Maurin en el Parlamento y con la colección de La Batalla.” Sin embargo, esta respuesta del P.O.U.M. se refiere a la actitud posterior a las elecciones, permaneciendo callada sobre el propio hecho de la firma del acuerdo electoral. Por otra parte era evidente que Trotsky no había dispuesto de ninguna documentación sobre los problemas españoles en los meses precedentes; su colaborador Walter Held -secretario en Noruega- en su artículo, aparecido en febrero en Quatriéme Internationale, n.º 12, p. 352, no utiliza más que su órgano en lengua francesa La Révolution Espagnole, a falta de documentos del P.O.U.M
[5] La Batalla contestaría en los siguientes términos: “El camarada Trotsky critica igualmente al P.O.U.M. por haber entrado en el gobierno catalán de coalición, con el pretexto de que este gobierno incluía representantes de otros partidos. Sin embargo, olvida que esto es propio de todos los gobiernos de coalición. La cuestión estaba en el carácter burgués o proletario de este gobierno. Por nuestra parte afirmamos que se trataba de un gobierno revolucionario, y que el deber del P.o.U.M. era participar en él. No sólo porque los representantes de los partidos obreros estaban en mayoría, sino fundamentalmente porque su programa era un programa revolucionario, cuya realización tendría como consecuencia hacer avanzar a la revolución. Negarse a tomar parte en este gobierno, con el pretexto de que en él también tomaban parte representantes de partidos pequeñoburgueses, habría significado condenarse al más completo aislamiento, traicionando a la vez los propios intereses de la revolución.” (“A propósito de una declaración”, 25 de marzo.)
[6] Durante la guerra de secesión americana, Grant estaba al mando de los ejércitos del Norte y Lee en los del Sur
[7] Aquí Trotsky emplea un argumento de Engels
[8] La Batalla protestaría vivamente: “Uno se queda estupefacto ante la ligereza con la que un hombre con la experiencia política de Trotsky lanza afirmaciones de tal gravedad, en tan evidente contradicción con la realidad” (íbidem).
[9] La Batalla calificaba de pesimista este argumento y acusaba a Trotsky de obscurecer la realidad. Refiriéndose seguramente a la primera parte de la frase, contestaba: “Trotsky parece anticiparse al porvenir considerando acabado un proceso que hoy día no está sino en preparación. Sabemos que el objetivo buscado más o menos abiertamente por los partidos pequeñoburgueses y reformistas del Frente Popular en España es liquidar completamente las conquistas revolucionarias del 19 de julio. Pero aparte de que están lejos de conseguir su objetivo contrarrevolucionario, está el hecho de la existencia del P.O.U.M., y las restantes organizaciones revolucionarias españolas, que tienen la tarea de dirigir al proletariado contra una política que si triunfase, le haría perder al mismo tiempo la revolución y la guerra” (Ibidem).
[10] La “lucha contra las 200 familias”, era una de las consignas del Frente Popular francés. Trotsky ironiza aquí, hablando de declaración de guerra.
[11] Ebert y Scheidmann eran los dos principales dirigentes del partido socialdemócrata alemán, cuya alianza en 1918-1919 con el estado mayor y los cuerpos francos, permitió a la burguesía alemana vencer a la revolución y a los espartakistas.
[12] La república española no sería derrotada sino dos años más tarde. Sin embargo, la revolución no había sobrevivido al año 1937.
[13] Trotsky retomaría varias veces este argumento, que sería confirmado durante la guerra civil por varios episodios, como el de la derrota italiana en Guadalajara.
[14] Alusión al hecho de que la revolución rusa había abierto el camino a la revolución alemana de noviembre de 1918, cuya primera víctima fue Guillermo II, último de los monarcas Hohenzollern.
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La política de Lenin
Carta a Harold R. Isaacs, 25 de febrero de 1937
Extracto de una carta dirigida al periodista norteamericano Harold R. Isaacs. En esta época, éste se encontraba próximo a la política de los militantes del Movimiento por la IVª Internacional, y mantenía correspondencia regular con Trotsky, al que había conocido en 1935. La primera edición de su libro “La tragedia de la revolución china” apareció en 1938 con prefacio de Trotsky. Posteriormente se hizo anticomunista, suprimiendo este prefacio de las ediciones posteriores, que, por otra parte, modificó considerablemente. El público francés no dispone más que de la edición transformada, editada por Gallimard. Este extracto de la carta de Trotsky a Harold R. Isaacs ha sido publicado con la autorización de Pathfinder Press; nos ha sido proporcionada por N. Allen y G. Breitman.
Algunos camaradas, desorientados por la terrible lucha que se está desarrollando en España, y sobre todo por la situación extremadamente difícil por la que está pasando el P.O.U.M., tienen tendencia a adaptarse pasivamente a la dirección de este partido: la aprueban a pesar de algunas reticencias secundarias[1].
Esta actitud me parece errónea, e incluso peligrosa. No hay que manifestar simpatía por una organización revolucionaria que atraviesa una situación difícil, cerrando los ojos sobre sus errores y los peligros que éstos suscitan. No se puede restablecer la situación mas que por medio de un enderezamiento determinado, enérgico y heroico del ala izquierda del proletariado. También es necesario un reagrupamiento inmediato. Hay que desencadenar una campaña implacable contra la alianza con la burguesía y por el programa socialista. Hay que denunciar a las direcciones estalinistas, socialistas y anarquistas, precisamente por su alianza con la burguesía. No se trata de redactar artículos que acabarán más o menos confinados en las columnas de La Batalla. No. De lo que se trata es de dirigir a las masas contra sus dirigentes, que están a punto de conducir a la revolución a un desastre.
La política de la dirección del P.O.U.M., es una política de adaptación, de espera, de vacilación, es decir, la más peligrosa de las políticas durante una guerra civil, que no admite ningún compromiso. Más valdría que hubiese en el P.O.U.M. 10.000 camaradas dispuestos a movilizar a las masas contra la traición, que 40.000 que sufriesen la política de los otros en lugar de llevar la suya. Los 40.000 miembros del P.O.U.M. -si esta cifra es exacta-[2] no pueden asegurar con sus propias fuerzas la victoria del proletariado si su partido continúa con una política vacilante. Pero 20.000 o incluso 10.000 con una política clara, decidida, agresiva, pueden ganarse a las masas en un corto plazo, de la misma forma que se las ganaron los bolcheviques en ocho meses.
La actual política del P.O.U.M. es la de Martov,[3] no la de Lenin. Para vencer, lo que hace falta es la política de Lenin[4]
Notas
[1] Particularmente éste es el caso de Sneevliet y del R.S.A.P. holandés, que se solidarizaron claramente con la política del P.O.U.M. desde el verano de 1936. Igualmente era -a pesar de que lo niegue- la de la mayoría del partido socialista revolucionario belga de Georges Vereecken. Sobre esta cuestión de la política del P.O.U.M. tuvo lugar un debate extremadamente apretado en la sesión del comité central del P.S.R. belga, del 28 y 29 de noviembre de 1936, en Gilly, entre Vereecken, ponente de una de las posiciones y Erwin Wolf (N. Braun), miembro del S.I., de la otra (Boletín interno del P.S.R. belga, n.º 1, 1936, actas taquigráficas del debate, archivo personal).
[2] Según el informe de Andrés Nin ante el comité central del P.O.U.M. de diciembre de 1936, el partido contaba en estas fechas con 30.000 miembros, de los cuales únicamente 2.200 en la propia Barcelona (Boletín interior del P.O.U.M., nº 1, enero de 1937, P. 3). Esta cifra constituye, sin duda, el máximo de los efectivos del P.O.U.M. durante la guerra civil.
[3] Trotsky retomará varias veces esta comparación entre la política de Nin y la de Martov. La propia comparación indignaba a los partidarios de Nin, en la medida en que Martov fue menchevique, lo cual constituye una injuria para cualquiera que se reclame del bolchevismo. De hecho la personalidad de Martov -al que Lenin defendió de la represión e hizo autorizar su salida del país- no es la del “traidor a la revolución”. Compañero en los primeros tiempos de Lenin en San Petesburgo, posteriormente en la redacción de Iskra, fue dirigente de los “mencheviques internacionalistas” decididos opositores de la Santa Alianza. Durante la guerra civil fue de los que se opuso a colocarse del lado de los blancos, intervendría en el 7º congreso de los soviets, en diciembre de 1919, saludando la victoria del ejército rojo, diciendo “nuestro ejército” (ver la respuesta de Lenin en este debate, Obras, t. XXX, pp. 229 y SS.).
[4] En el dossier Wolf, que se encuentra en los archivos Vereecken, figura la copia de una carta dirigida por Van Heijenoort a Navílle, fechada el 27 de febrero de 1937. Comienza así: “Querido Naville, aquí te mando algunas opiniones de mi tío, en conversaciones que he tenido con él a propósito de España”, y el resto del texto es la reproducción integra de éste. Se puede suponer que Van, para resumir el pensamiento de Trotsky, recurriese al documento redactado por éste para Harold R. Isaacs.
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Andre Malraux, los procesos de Moscú y la revolución española
La Lutte ouvriere, 9 de abril de 1937. Esta declaración precedió a “Quelques questions concrétes a M. Malraux” (Le Mouvement communiste en France, pp. 598-601).
La entrevista con André Malraux en El Nacional sobre España, Francia, los procesos de Moscú y André Gide, tiene un carácter enteramente oficial, igual que -se supone- su viaje a New York.[1]
Cuando Malraux alaba el valor, y la perspicacia de la política del gobierno Cárdenas respecto a la revolución española, no tengo ninguna objeción que hacer. No puedo sino expresar mi dolor porque la política de México no haya encontrado ningún apoyo[2]. Las duras palabras relativas a León Blum, tienen un carácter más equivoco, aunque no me corresponde a mi defenderle. Sin embargo, en todas las cuestiones relativas a España y a Stalin, continúa con una política parecida en todos los aspectos a la de León Blum. Da la sensación de que la responsabilidad de la política que se lleva en Moscú, no debe recaer sino sobre Blum. Sin embargo, la misión de Moscú no consiste en clarificar las cuestiones. Como todos los diplomáticos, y sobre todo los “oficiosos”, Malraux habla lo menos posible de lo que más interesa.
New York es el centro del movimiento para la revisión de los Procesos de Moscú.[3] Este es -digámoslo de pasada- el único medio de prevenir nuevos asesinatos judiciales. No es necesario explicar cuánto inquieta este movimiento a los organizadores de la confusión de Moscú. Están dispuestos a recurrir a todos los medios a su alcance para parar este movimiento.,El viaje de Malraux es uno de ellos.
En 1926 Malraux se encontraba en China, al servicio de la Komintern-Kuomintang y es uno de los responsables del estrangulamiento de la revolución en este país[4]. Sin pretenderlo, Malraux ha pintado en sus dos novelas[5] un revelador cuadro de la política de la Komintern, en China.[6] Sin embargo, no ha sacado las consecuencias prácticas necesarias de sus experiencias.
Malraux, igual que André Gide, forma parte de los amigos de la U.R.S.S. Sin embargo, entre ellos hay una enorme diferencia, y no sólo en cuanto al talento. André Gide tiene un carácter absolutamente independiente[7], posee una enorme perspicacia y una honestidad indestructible que le permite llamar a las cosas por su nombre. Sin esta perspicacia se puede balbucear a propósito de la revolución, pero no servirla.
Malraux, al contrario que Gide, es absolutamente incapaz de ninguna independencia moral. Sus novelas rebosan heroísmo, pero él personalmente no tiene ni el más mínimo rastro de esta cualidad. Es oficioso de nacimiento. En New York ha lanzado un llamamiento al olvido de todo, salvo de la revolución española. Sin embargo, el interés por la revolución española no impide a Stalin eliminar decenas de viejos revolucionarios. Malraux ha salido de España para llevar en New York una campaña en defensa del trabajo judicial de Stalin-Vichinsky[8]. A todo esto sólo hay que añadir que la política de la Komintern en España refleja íntegramente su fatal política en China. Así es la verdad sin velos.
Notas
[1] El novelista francés André Malraux, miembro del comité de vigilancia de intelectuales antifascistas desde 1934, era uno de los intelectuales más comprometidos con el Frente Popular contra la expulsión de Trotsky de Francia, al que habla visitado en Royan. Desde el principio de la guerra civil se habla lanzado al combate, formando -con la complicidad tácita de los ministros Leo Lagrange y Pierre Cot- una escuadrilla internacional llamada España, participando personalmente en los combates que esta pequeña falange -apenas una veintena de aparatos que distaban mucho de ser de los más modernos- libró contra la aviación italo-alemana que apoyaba a los ejércitos franquistas. Su biógrafo, M. Pierre Galante, escribe que después de la caída de Largo Caballero y el acceso de Negrín al poder, “Malraux -convertido en ministro oficioso de propaganda y de las relaciones internacionales del gobierno republicano- partió hacia los Estados Unidos para hacer una gira de propaganda y de recogida de fondos”. Esta gira coincide con otros acontecimientos internacionales, sobre todo con el segundo proceso de Moscú contra los viejos bolcheviques y seguido de cerca por las resonantes declaraciones de André Gide con motivo de la publicación de su Retour de L’U.R.S.S. Pierre Galante no se detiene en la significación política que podría revestir el hecho de ser ministro oficioso de Negrín. (Pierre Galante, Malraux, p. 138.) No ocurre lo mismo con Trotsky, qué habla a menudo del gobierno “Negrín-Stalin”.
[2] El gobierno mexicano del presidente Cárdenas, se negó a adherirse al pacto de no intervención, proporcionando armas en la medida de sus fuerzas, a la España republicana. Es sabido que la U.R.S.S. firmante de este acuerdo, lo respetó durante los decisivos meses de agosto y septiembre de 1936.
[3] Efectivamente, en marzo de 1937, Trotsky, ayudado por sus camaradas de los Estados Unidos había conseguido poner en pie una “comisión de investigación sobre los procesos de Moscú” que presidía el pedagogo Jhon Dewey. Sobre los procesos de Moscú, Malraux habla declarado: “Trotsky es una gran fuerza moral en el mundo, pero ha sido Stalin el que ha proporcionado dignidad a la especie humana. De la misma forma que la inquisición no disminuye en nada la dignidad fundamental del cristianismo, los procesos de Moscú no hacen disminuir la dignidad del comunismo.” (Cit. por Isaac Deutscher en El profeta desterrado, p. 495).
[4] André Malraux siempre negó haber jugado ningún papel en China, incluso en esta época. (Cit. Pierre Galante, op. cit., p. 66.) De cualquier forma, su papel directo no podía haber sido muy grande. Por el contrario sus escritos sobre China tuvieron gran impacto político
[5] Se trata de los Conquérants y sobre todo de La condition humaine.
[6] Trotsky había desarrollado este argumento desde 1931, sobre todo en un artículo titulado “La revolution étranglée”. (De la revolution, pp. 273 y ss.)
[7] Fue a finales de 1936 cuando André Gide publicó su Retour de L’U.R.S.S., testimonio desilusionado y sonora ruptura de un compañero de viaje que no pudo impedir un “chantage a los milicianos españoles”. Espíritu abierto y curioso, André Gide, incluso durante la época en la que fue un compañero de viaje de primera magnitud, no había rechazado jamás la discusión política con los trotskystas, como por ejemplo Claude Naville
[8] Esta acusación resulta coherente en el contexto de la época. Félix Morrow, en New International (n.º 3, marzo de 1939, p. 94) escribirá, con motivo de la aparición de L’Espoir, que se trataba de una “novela encargada por la G.P.U.”.
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Los revolucionarios en la guerra civil
Ante la comisión de investigación sobre los procesos de Moscú, 14 de abril de 1937
Este texto está sacado de las minutas de la comisión de investigación de los Procesos de Moscú. (The Case of Leon Trotsky, pp. 294-299.) Presidida por el pedagogo John Dewey, esta comisión estaba formada por veteranos del movimiento obrero, Alfred Rosmer, el antiguo diputado alemán y compañero de Liebknecht, Otto Rüle, el antiguo diputado comunista alemán Vendelin Thomas, el anarcosindicalista italiano Carlo Tresca, así como universitarios americanos, intelectuales progresistas o liberales, Suzanne La Follete, Benjamin Stalberg, John Chamberlain, Ross, Carleton Beals y Fr. Zamora. El consejero jurídico era el antiguo defensor de Toin Mooney y posteriormente de Sacco y Vanzetti, el abogado John F. Finerty. El abogado trotskista americano Albert Goldman se encargaría de la defensa de Trotsky.
BEALS[1]. -¿Es usted responsable de las diferentes fracciones que utilizan en España el nombre de “trotskystas”?
TROTSKY. - Allí no hay trotskystas. La situación es tal, que cualquiera que se opone a la politica de la Komintern, ésta le llama “trotskysta”. Porque trotskysta significa fascista en la propaganda de la Komintern. Es un argumento simple. Los trotskystas no son numerosos en España. Lo siento, pero debo reconocer que los verdaderos trotskystas no son numerosos.[2]
Existe un partido poderoso, el P.O.U.M., partido obrero de unificación marxista. Este partido es el único que reconoce que yo no soy fascista. La juventud de este partido tiene simpatia por nuestras ideas.[3] Pero su politica es muy oportunista y yo la critico abiertamente.
BEALS. - ¿Quién lo dirige?
TROTSKY. - Nin. Es amigo mío.[4] Lo conozco bien. Pero lo critico mucho.
BEALS. - Una de las razones por las que le pregunto sobre ello es porque se acusa a la fracción trotskysta de sabotear el movimiento leal en España.
TROTSKY. - se pretende que saboteamos el movimiento leal en España. Pienso haber dicho en numerosas entrevistas y artículos que la única vía para asegurar la victoria en España consiste en decir a los campesinos: “La tierra española es vuestra”; decir a los obreros: “Las fábricas españolas son vuestras.” Ésta es la única posibilidad de asegurar la victoria. Stalin, para no asustar a la burguesía francesa se ha convertido en guardián de la propiedad privada de España. El campesino español no está demasiado interesado en bellas definiciones. Dice: “Con Franco y con Caballero es lo mismo.” Porque el campesino es muy realista. Durante nuestra guerra civil, no creo que venciéramos principalmente debido a nuestra ciencia militar. Esto es falso. Ganamos a causa de nuestro programa revolucionario. Decíamos a los campesinos: “La tierra es vuestra.” Y el campesino, que en un primer momento había preferido a los blancos, comparaba a los bolcheviques con los blancos y decía: “Los bolcheviques son mejores.” Entonces, cuando los campesinos, centenares de miles y de millones de campesinos, se convencieron de que éramos mejores, vencimos.
BEALS. - ¿Puede usted desarrollar un poco más su afirmación de que Stalin es el guardián de la propiedad privada en España?
TROTSKY. - Dice, y la Komintern lo ha declarado, que en lo que respecta a España, las reformas sociales llegarán después de la victoria.[5] “Ahora es la guerra, nuestra tarea ahora es la guerra, las reformas sociales llegarán después de la victoria.” El campesino se vuelve indiferente: “Ésta no es mi guerra. No tengo ningún interés en la victoria de los generales. Los generales luchan entre ellos.” Ésta es su opinión. Con su manera tosca, tiene razón. Yo estoy con este tosco campesino español, en contra de los sutiles diplomáticos.
BEALS. - ¿Entonces, no cree usted que tenga importancia el hecho de que sea uno u otro bando el que gane la guerra? ¿No hay diferencias entre que la gane uno u otro bando?
TROTSKY. - No, los trabajadores deben ganar la guerra. Es necesario que los trabajadores ganen la guerra. Pero le garantizo que con la politica del Komintern y de Stalin usted tiene el medio más seguro para llevar la revolución a su derrota. Han perdido la revolución en China, la han perdido en Alemania y ahora están a punto de preparar la derrota en España y en Francia. No conocemos más que una revolución proletaria victoriosa. La revolución de Octubre, que fue dirigida en oposición a los Métodos de Stalin.
BEALS. - Bien, ¿qué medidas tomaría usted en España si estuviese en lugar de Stalin?
TROTSKY. - No podría estar en su lugar.
BEALS. - Digamos, si usted estuviese en lugar de Stalin, si tuviese usted en sus manos los destinos de la U.R.S.S., ¿qué haría en España?
TROTSKY. - No es de la U.R.S.S. de lo que se trata. Se trata de los partidos revolucionarios de la Komintern, se trata de partidos. Naturalmente permaneceria en oposición a todos los partidos burgueses.
STOLBERG. - Señor Trotsky, ¿puedo hacerle una pregunta relacionada con la de Beals? Si hubiera estado usted en el poder después de 1923, en tal caso, desde su punto de vista, la revolución china se habría salvado, se habrían conseguido éxitos. No habría fascismo en Alemania. Quiero decir, si su opinión hubiera prevalecido después de 1923. Hubiera habido esta situación en España, pero podria no haberse producido de la misma manera. Pero usted ha sido vencido. La política de la Komintern. Ha conducido a la derrota en China y en Alemania. Ahora tenemos esta situación en España. Sólo expongo lo que pienso que es su opinión Ahora, quiero hacerle mi pregunta. Tenemos esta situación en España como culminación de catorce años de errores. Tenemos una guerra civil. Una opinión exclusivamente ortodoxa o purista no responde al problema. ¿Con qué campo está usted actualmente en España?
TROTSKY. - Ya he respondido en numerosas entrevistas y articulos. Todo trotskysta debe ser un buen soldado en España. Con la izquierda. Naturalmente es una pregunta tan elemental que no vale la pena discutir sobre ello. Un dirigente o cualquier otro miembro del gobierno de Largo Caballero es un traidor. Un dirigente de la clase obrera no puede entrar en un gobierno burgués. Nosotros no entramos en el gobierno Kerensky en Rusia. No entramos en su gobierno, sin embargo, le defendiamos ante Kornilov. Igualmente he declarado que estaba dispuesto a aliarme con Stalin en contra de los fascistas, de la misma forma que me aliarla con Jouhaux contra los fascistas franceses. Es una cuestión elemental.
FINERTY. - Señor Trotsky , si estuviese hoy en el poder en Rusia y si los leales solicitasen su ayuda, ¿pondría usted como condición que la tierra fuese entregada a los campesinos y las fábricas a los obreros?
TROTSKY. - No, ninguna condición, nada de eso. La primera cuestión sería la de la actitud del partido ruvolucionario español. Le diria: “Nada de alianza politica con la burguesia”, como primera condición. La segunda: “Debéis ser los mejores soldados contra los fascistas.” La tercera: “Debéis decir a los soldados, a los demás soldados y campesinos: “Debemos hacer de nuestro país el país del pueblo. Cuando hayamos ganado a las masas, expulsaremos a la burguesía, tomaremos el poder y haremos la revolución social.”
FINERTY. - Asi pues, ¿para conceder cualquier tipo de ayuda eficaz, hubiera debido aliarse al partido marxista de España?
TROTSKY. - Naturalmente, ayudaría a Caballero con todos los medios materiales contra el fascismo, pero, al mismo tiempo, aconsejaría al Partido Comunista que no entrase en el gobierno, que permaneciese en una posición crítica respecto a Caballero y que preparase el segundo capítulo de la revolución obrera.
BEALS. -¿No es ésta una de las razones por las que el gobierno Azaña, que se encontraba primeramente en el poder, hizo volver a la reacción, precisamente a causa de una política semejante?
TROTSKY. - A causa de una política burguesa conservadora. Porque intentó hacer la mitad, la tercera parte de la revolución. En mi opinión, lo que hace falta es la revolución si no, ¡más vale no empezarla! Si se comienza, hay que acabarla, y su fin es la revolución social.
BEALS. - ¿La politica que usted preconiza significaría la victoria probable de Franco, no es cierto?
TROTSKY. - La Victoria de Franco está asegurada por la actual politica de la Komintern. La revolución española, el proletariado y el campesinado españoles, por su esfuerzo, su energía y sus sacrificios, habrían podido conseguir cinco o seis victorias durante los últimos seis años –una Por año. Pero la capa dirigente de la revolución ha hecho todo lo. posible para frenar, sabotear y traicionar la potencia revolucionaria de las masas. La revolución se basa en las fuerzas elementales del proletariado y en la dirección política de sus jefes. Esta es una cuestión fundamental, y la dirección en España ha sido siempre lamentable. El proletariado español ha demostrado que es el mejor material, la mejor fuerza que se haya visto en los diez últimos años. Y sin embargo, no ha conseguido la victoria. Acuso a la Internacional Comunista y a la IIª Internacional de impedir su victoria por su política pérfida, fundada en la cobardía frente a la burguesía, la burguesía y Franco. Siguen en un gobierno con la burguesía, que es el símbolo de la propiedad privada. Y el propio Caballero se inclina ante el símbolo de la propiedad privada. Las masas no ven las diferencias entre los dos regímenes.
GOLDMAN. - ¿Excluye usted la posibilidad de una victoria militar de Largo Caballero sobre Franco?
TROTSKY. - Es difícil decirlo, una victoria militar. Es posible que incluso con una victoria militar, el régimen victorioso se transforme en poco tiempo en régimen fascista, si las masas siguen estando descontentas e indiferentes y si la nueva organización militar creada por la victoria no es una organización socialista.
GOLDMAN.-Pero las masas españolas pueden conservar la ilusión de que realmente luchan contra Franco y los fascistas, de que realmente luchan por sus propios intereses proletarios.
TROTSKY. - Desgraciadamente, en su mayoría, las masas han perdido sus ilusiones. Ésta es la explicación de que la guerra civil dure aún: El gobierno del Frente Popular preparó un ejército a Franco. El nuevo gobierno es el resultado del Frente Popular, de su victoria, y ha seguido protegiendo al ejército de Franco, de tal forma que el ejército se ha preparado para la insurrección bajo el gobierno del Frente Popular. Entonces comenzó la guerra civil, y la burguesía dijo al pueblo: “Debéis esperar a la victoria. Seremos muy generosos, pero después de la victoria.”
GOLMAN. - Pero no ha respondido usted a la pregunta hecha hace media hora.
BEALS. - No había terminado aun. Todavía no veo, señor Trotsky como usted o Stalin van a salvar la situación en España. Me parece que tanto una como otra de las dos políticas que usted ha expuesto tendrán como resultado más inmediato asegurar la victoria de Franco. No le comprendo a usted muy bien. Creo que durante este tiempo, Franco habrá ganado la guerra.
TROTSKY. - No puedo sino repetir que he dado la llave, una pequeña llave a mis amigos y todos cuantos comparten la misma convicción, y es que mi primer consejo es que sean, en el momento actual, los mejores soldados en el bando de Caballero. Esto es lo primero. Usted sabe que hay un grupo de la IVª Internacional, una compañía de camaradas nuestros en las trincheras.[6] Es tan elemental que no me detendré sobre ello. Hay que batir-se. Pero, sabe usted, no es suficiente batirse con el fusil. Hay que tener ideas, y comunicarlas a los demás, preparar el futuro. Puedo combatir con el campesino, pero el comprende poco la situación. Debo explicarle las cosas. Debo decirle: “Tenéis razón para combatir a Franco. Debemos exterminar a los fascistas, pero para no tener la misma España que antes de la revolución, porque Franco ha salido de esa misma España. Debemos extirpar las bases de Franco, sus bases sociales, el sistema social del capitalismo. ¿Estáis de acuerdo?” Responderá: “Sí eso es lo que yo creo.” Entonces hay que explicar lo mismo a los obreros.
BEALS.- ¿Por qué enviaría usted a los soldados a combatir a Franco y sin embargo rechazaría entrar en el gobierno de Largo Caballero para ayudar desde él en el mismo sentido?
TROTSKY. - Ya lo he explicado. Rechazamos categóricamente entrar a formar parte del gobierno Kerensky, más los bolcheviques eran los mejores soldados contra Kornilov. Y esto no es todo: los mejores soldados y marinos eran bolcheviques. Cuando la insurrección de Kornilov, Kerensky se vio obligado a pedir ayuda a los marinos de la flota del Báltico, para defender el Palacio de Invierno. En esta época yo estaba en prisión. Le retuvieron bajo vigilancia y vinieron a preguntarme qué debían hacer: ¿detener a Kerensky o defenderlo? Esto es un hecho histórico. Yo les respondi: “Si, ahora debéis vigilarlo estrechamente; mañana lo detendremos.” (Risas).[7]
Notas
[1] Las preguntas de Carleton Beals, tendentes a implicar a Trotsky en los asuntos internos mexicanos (sobre todo la afirmación de que éste había enviado a Borodin a México para fundar el Partido Comunista) y de forma general, oponiendo a Trotsky las ideas estalinistas, sin hacer caso de las investigaciones, llevaron a Trotsky a acusarle de estar al servicio de la G.P.U.: la comisión de investigación le censuró por su actividad, lo que provocó su dimisión. (Ibidem, pp. 411-411)
[2] Después de la defección de Fersen, la marcha de Munis a México, la ruptura de hecho entre Nin y los veteranos de la Izquierda comunista y la expulsión de los militantes mexicanos de las J.S.U. de Madrid, ya no quedaban trotskystas organizados en España. Al principio de la Guerra Civil, el italiano Bartolomeo Fosco, ligado, como ya se ha visto, a Molinier, era militante del P.O.U.M. en Barcelona, y el joven Robert de Fauconnet, se había refugiado en España después de su deserción. Entre finales de junio y principios de agosto, entraron varias decenas de militantes trotskystas: la delegación del S.I. con Jean Rous (Claft), y los militantes del P.O.I., Benjamin Péret y Sebas, belgas, italianos, franceses, algunos refugiados alemanes, suizos. Estos últimos, el polaco Winter, estudiante en Suiza con el nombre de Freund, llegado a España bajo el de Moulin, Paul y Clara Thalmann, residían en Madrid, donde había trabajado sobre todo en la propaganda de Radio-P.O.U.M. La mayor parte de los demás hablan constituido uno de los elementos de base de la columna internacional Lenin, en el frente de Aragón. En Barcelona, después de la muerte de Faucconet, caído en el frente, no había sido posible poner en pie un grupo. Fosco haría responsable de esto al “sectarismo” de Rous, pero Erwin Wolf (Braun), miembro del S.I. acusa a Fosco de haber estado en contacto con los dirigentes del P.O.U.M., y de haberles denunciado a los trotskystas extranjeros que intentaron hacer fracción en él. En el primer núcleo trotskysta no había españoles. Esto se debe a que los militantes se habían marchado desde los primeros dias con las columnas de milicianos, y a que no existia ningún polo de reagrupamiento. En el moinento en que Trotsky hacía sus declaraciones, había un pequeño grupo -al parecer de mexicanos- en Madrid, y militantes de diversas nacionalidades en el “Grupo internacional de Quincena” en el frente, que eran militantes del P.O.U.M. o de la J.C.I. y una media docena de militantes en Barcelona, con Moulin y los Thalmann, el americano Milton, los italianos Carlini y Lionello Guido, sin contar a Esteban Bilbao. Este último, con algunos amigos personales, colaboraría con G. Munis desde la vuelta de éste a México. José Quesada, que entró en contacto con el “grupo B.-L.” poco después de las jornadas de mayo, nos ha cornunicado (22 de diciembre de 1972) que “Munis y Carlini constituían casi únicamente ellos dos el grupo”. Alrededor de noviembre de 936, fue proclamada la “sección Bolchevique-leninista española”. Landau, en un artículo firmado Spectator, en La Batalla del 20 de abril de 1937, evalúa sus efectivos en 25 miembros, en su mayoria extranjeros. Los militantes belgas que tomaron parte son más precisos, y hablan de unos efectivos totales de 33. La “corriente” B-L no se reconstituiria poco a poco más que con Eduardo Mauricio, un joven “veterano” del bastión de Llerena de la I.C.E., los ex J.C.I. madrileños Miguel Olmeda, Teodoro Sánz, Jaime Fernández, antiguos organizadores de la J.C.I. en la capital, los andaluces José Quesada y Julio Cid, que llegó atravesando las lineas franquistas. Es presumible que el grupo rival de la “sección oficial”, constituido por Fosco alrededor del periódico El Soviet, era menos numeroso todavía
[3] La J.C.I. (Juventud Comunista Ibérica) habla trabado lazos amistosos con la J.S.R. francesa, firmante de la “Carta abierta para la IVª. Internacional”. La mayoría de sus dirigentes, a pesar de proceder del Bloc maurinista, habían sido, si no hostiles, sí por lo menos reticentes a la entrada del P.O.U.M. en el gobierno de la Generalitat. En esta época, las juventudes del P.OU.M. intentaban crear con las Juventudes Libertarias, un “Frente revolucionario de la juventud”, cuyos inicios fueron prometedores en Cataluña, donde algunos creyeron ver realizada la primera etapa del “Frente revolucionario P.O.U.M.-C.N.T.-F.A.I.”, que constitula la principal consigna del P.O.U.M . después de algunos meses, la J.C.I. se convertiria, con la federación de Madrid, en el blanco de los ataques de la derecha del P.O.U.M., representada por la federación de Levante y su periódico, El Comunista. Su semanario Juventud Comunista hace público el debate por primera vez en un articulo en el que acusa a El Comunista de “minimizar el carácter revolucionario del Frente revolucionario de la juventud”, falsificando de hecho su politica al disimular sus objetivos de clase.
[4] Retengamos de pasada esta afirmación neta y pública, que reduce a nada la acusación ulterior de La Batalla clandestina del 5 de marzo de 1938, según la cual, Trotsky habría esperado a que Nin estuviera muerto para rendirle homenaje.
[5] Este programa había sido desarrollado personalmente por Stalin en una carta, inédita en la época, dirigida a Largo Caballero (facsímil del original en Guerra y revolución en España, t. II, Ed. de Moscú 100 y ss.) . En lo que concierne a la postura oficial de la I.C se puede consultar la resolución del Presidium del 28 de diciembre de 1936 (Rundschau, VI, I, p. 31; 7 de enero de 1936 –se trata en realidad de 1937) cuyo texto está reproducido en la inglesa en J. Degras, The Communist International, pp. 397-400).
[6] Los voluntarios bolcheviques-leninistas en España, en realidad se encontraban diseminados entre las diferentes columnas del P.O.U.M., en los frentes de Aragón y de Madrid, e incluso en las de la C.N.T.-F.A.I. A principios de agosto, una cincuentena de franceses, belgas, alemanes e italianos, en su mayoría exiliados, servían en el frente de Huesca bajo las órdenes de Manuel Grossi; la chispa, símbolo de la IV.ª Internacional, había sido grabada sobre el parapeto del manicomio de Huesca. Pero realmente no había unidad de “compañía” puramente bolchevique-leninista, ya que la dirección del P.O.U.M. no los aceptaba en sus filas más que a título personal. Quizá Trotsky hace alusión aquí a la “columna Lenin”, formada en Barcelona ep agosto y disuelta en octubre. A propósito de esto, La Lutte ouvriere del 15 de agosto de 1936 habla de 30 voluntarios enviados por el P.O.I. de Marsella, en su mayoria exiliados italianos. El informe de Rous da la cifra de 23 bolcheviques-leninistas en la columna Lenin. Su responsable, miembro del “Comité Central de la organización B.-L. en las milicias”, antiguo militante del P.O.I y de la J.S.R., Robert de Faucconet, moriría delante de Huesca a principios de septiembre. Según Fosco, la postura del Secretariado Internacional se podría resumir así: “Hay que ayudar a los camaradas del frente para demostrar a los estalinistas y a todos los contrarrevolucionarios que los bolcheviques-leninistas saben batirse en el frente con el fusil en la mano contra los fascistas.” (Emiliano Vigo, “Espagne, mai 36-janvier 38”, La Vérité, segunda serie, junio de 1938, n.º 2, p. 45.) Siguiendo esta linea, León Sedov había pedido al P.O.U.M. que le aceptase en sus milicias. Se encuentra escaso número de bolcheviques-leninistas en las filas de combatientes, pero en relación a los efectivos de su organización de origen, era, en realidad, particularmente elevado.
[7] Al lector no se le puede escapar la lucidez de Trotsky para desvelar intrigas, predecir acontecimientos, etc., y el hecho de que para responder a la última pregunta formulada aquí sobre una cuestión especifica de política militar e interior de la guerra civil española, se acoja a acontecimientos ocurridos en 1917 en la Rusia revolucionaria, lo que revela de alguna manera cierta dependencia teórica de Trotsky respecto a la Revolución bolchevique, “defecto” -o “cualidad” en todo caso- también presente en muchos miembros de la Oposición de Izquierda en general, y del marxismo militante.
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¿Es posible la victoria?
23 de abril de 1937
B. O. Nº 56-57, julio-agosto de 1937, pp. 10-16. Este artículo, fechado el 23 de abril de 1937, apareció en La Lutte Ouvrière del 14 y 21 de mayo de 1937, con la firma de Crux, y con un retraso considerable, ya que la insurrección obrera de Barcelona se había producido en el intervalo. Todo el articulo se extiende en una polémica contra el discurso de Nin aparecido en La Batalla el 21 de marzo, que Trotsky había hecho traducir al francés. De hecho, constituye la primera “intervención” de este último en el curso de la revolución desde el comienzo de la guerra civil. T. 4142.
Repasemos una vez más los hechos esenciales. El ejército de Franco fue creado bajo la tutela directa de Azaña, es decir, del Frente Popular, que incluía a los socialistas, los comunistas, y a la zaga, los dirigentes anarcosindicalistas.
El hecho de que la guerra se prolongue, es consecuencia del programa burgués conservador del Frente Popular, es decir, de la burocracia estalinista.
Cuanto más tiempo dure la influencia de la política del Frente Popular en el país y en la revolución, mayor será el peligro de que las masas acaben extenuándose y desmoralizándose y de que el fascismo consiga la victoria militar.
La responsabilidad de esta situación recae directamente sobre los estalinistas, los socialistas y los anarquistas, o más exactamente, sobre sus dirigentes, que han subordinado la revolución a los intereses de la burguesía, siguiendo el ejemplo de Kerensky, Tséretelli, Scheidemann, Ebert, Otto Bauer, etc.
¿Significa esto que si se mantiene la actual política será imposible la victoria militar de Caballero sobre Franco? No se puede pasar revista por adelantado a los recursos y las posibilidades materiales y morales de los campos beligerantes. Sólo el proceso de la lucha podrá verificar la verdadera situación de la correlación de fuerzas. Pero lo que nos interesa no es la victoria militar en sí misma, sino la victoria de la revolución, es decir, la victoria de una clase sobre otra. Hay que ayudar lo más posible a las tropas republicanas, pero la victoria del ejército de Largo Caballero sobre el de Franco no significa aún la victoria de la revolución.
“¿Qué revolución tiene usted en perspectiva?”, nos objetarán los filisteos del Frente Popular, “¿la revolución democrática o la revolución socialista?”. La victoria del ejército de Largo Caballero sobre el de Franco significaría la victoria del progreso sobre la reacción.
No se pueden escuchar estos argumentos sin esbozar una amarga sonrisa. Hasta 1934 nos esforzamos una y otra vez en explicar a los estalinistas que, incluso durante la etapa imperialista, la democracia burguesa conserva sus ventajas frente al fascismo, que siempre que uno y otra choquen violentamente, es necesario sostener a la democracia contra el fascismo.
Sin embargo, añadíamos: podemos y debemos defender a la democracia burguesa no con los métodos de ésta, sino con los de la lucha de clases, o sea, con métodos que preparan el derrocamiento de la democracia burguesa por medio de la dictadura del proletariado. Esto significa que en el proceso de defensa de la democracia burguesa, incluso con las armas en- la mano, el partido del proletariado no debe asumir ninguna responsabilidad respecto a la democracia burguesa, no debe entrar en su gobierno, sino que debe conservar plena libertad de crítica, de acción, frente a todos los partidos del Frente Popular, preparando así el paso de la democracia burguesa a la etapa siguiente.
Todo lo que no sea esta política es una tentativa traidora y desesperada de cimentar la democracia burguesa, que está inevitablemente abocada a la bancarrota, cualquiera que sea el desenlace militar inmediato a la guerra civil.
“Pero usted se olvida del campesinado”, gritará cualquier imbecil que haya leído las miserables compilaciones de la Komintern de los años 1923-29. los que más nos acusan de olvidar al campesinado son los señores que traicionan los intereses revolucionarios del campesinado en nombre del frente Único con los terratenientes.
El campesinado español ha demostrado suficientemente que intenta con todas sus fuerzas caminar junto al proletariado. Sólo hace falta que el proletariado comience a expropiar los latifundios. Pero son precisamente los estalinistas, y sus nuevos alumnos los “socialistas”“ y los “anarquistas”, los que están impidiendo al proletariado lanzar el programa agrario revolucionario.
El gobierno Stalin-Caballero intenta por todos los medios dar a su ejército el carácter de guardián democrático de defensa de la propiedad privada.[1] Esto es, en esencia, el Frente Popular. Todo lo demás son frases Precisamente porque el Frente Popular prepara el triunfo del fascismo. El que no haya comprendido esto, está sordo y ciego.
¿Es posible la victoria militar de la guardia democrática del capital sobre -su guardia fascista? Sin duda. Pero como en la actual situación la guardia fascista responde mejor a los intereses de los capitalistas, la victoria militar de Stalin-Caballero no puede ser ni estable ni duradera. Sin revolución proletaria, la victoria militar de la democracia significa únicamente un rodeo en el camino del fascismo.
Andrés Nin reconoce que el resultado de la heroica lucha del proletariado español es que “la revolución ha retrocedido”.[2] Nin olvida que esto se debe precisamente a la cooperación directa de la dirección del P.O.U.M. que, bajo la máscara de la “crítica”, se ha adaptado a los socialistas y a los estalinistas, es decir a la burguesía, en vez de oponer siempre su partido a todos los demás, preparando de esta forma la victoria de la revolución proletaria. Al comienzo de la revolución española, hace ya seis años, previnimos sobre las consecuencias de esta funesta política de dudas y adaptaciones. Aconsejamos a todos los obreros que lean atentamente nuestra polémica con Nin a través de ciertas cartas y artículos. Las actuales vacilaciones de Nin son la consecuencia directa de sus vacilaciones de ayer.
Nin afirma que: “la reacción se ha fortalecido desde el momento en que se nos expulsó del. gobierno catalán”[3]. Realmente debería decir: “Nuestra participación en el gobierno catalán ha permitido la consolidación de la burguesía, nuestra expulsión, y el hecho de que ésta se dirija abiertamente por el camino de la reacción.”
En el fondo el P.O.U.M. aún se encuentra a medias en el Frente Popular. Los dirigentes del P.O.U.M. exhortan lastimosamente al gobierno del Frente Popular para que entre en la vía de la revolución socialista. Los dirigentes del P.O.U.M. intentan hacer comprender respetuosamente las enseñanzas de Marx sobre el Estado a los dirigentes de la C.N.T.[4] Los dirigentes del P.O.U.M. se consideran los consejeros “ revolucionarios ” de los jefes del Frente Popular. Esta postura es estéril e indigna de un revolucionario. Es necesario movilizar abierta y audazmente a las masas contra el gobierno del Frente Popular. Hay que desvelar ante los obreros anarquistas y sindicalistas la traición de estos señores que se hacen pasar por anarquistas cuando en realidad no pasan de simples liberales.[5] Es preciso fustigar a Stalin como el peor agente de la burguesía. Es preciso sentirse los dirigentes de las masas revolucionarias y no los consejeros del gobierno burgués.
Así pues, es posible la victoria militar del ejército democrático del régimen burgués de Stalin-Caballero. ¿Pero qué consecuencias inmediatas tendrá?
Las actuales violencias contra las organizaciones obreras, en nombre de la “disciplina” y la “unidad” del ejército no representan otra cosa que la escuela del bonapartismo. No sólo se trata de la disciplina interna del ejército del proletariado, sino de la sumisión militar del proletariado a la burguesía. La victoria militar elevará al más alto grado la confianza en sí mismos de los círculos dirigentes del ejército “republicano”, impregnándolos definitivamente de tendencias bonapartistas.
Por otro lado, la victoria militar, pagada con la sangre de los obreros, acrecentará la seguridad y la firmeza de la vanguardia proletaria. En otras palabras, la victoria del ejército republicano del capital sobre el ejército fascista significará necesariamente la explosión de la guerra civil en el seno del campo republicano.
En esta nueva guerra civil, el proletariado no podrá vencer si a su cabeza no se encuentra un partido revolucionario que haya conseguido ganarse la confianza de la mayoría de los obreros y de los campesinos semiproletarios. Pero, si este partido no aparece en el momento crítico, la guerra civil en el campo republicano correrá el riesgo de conducir al bonapartismo, que por su naturaleza se diferencia bastante poco de la dictadura del general Franco. He aquí por que la política del Frente Popular es un camino indirecto que conduce hasta el propio fascismo
De la misma forma que Azaña ha preparado y armado el ejército del general Franco, Caballero, este segundo Azaña, bajo la máscara del socialismo, está preparando un segundo ejército de Franco, de algún Cavaignac o Galliffet español, bajo la máscara de general “republicano”.[6]
¡Quien no se dé cuenta de esto, es despreciable!
En La Batalla del 4 de abril encontramos “13 condiciones para la victoria”. Todas ellas tienen el carácter de consejos que el C.C. del P.O.U.M. da a las autoridades. El P.O.U.M. reclama “la convocatoria de un congreso de delegados de los sindicatos obreros, campesinos y de “soldados”. En apariencia parece que se trata de un congreso de soviets de diputados, obreros, soldados y campesinos. Pero desgraciadamente es al gobierno burgués a quien el P.O.U.M. propone respetuosamente convocar tal congreso que, en seguida deberá sustituir “pacíficamente” al gobierno burgués.[7] ¡La consigna revolucionaria ha sido transformada en una frase hueca!
El ejército burgués, ejército clasista y represivo
El cuarto punto dice: “Formación de un ejército controlado por la clase obrera.” La burguesía aliada con los republicanos debe ser la encargada de crear un ejercito para que lo controle Nin. La esterilidad de la postura del P.O.U.M. se manifiesta en su forma más nefasta, en la cuestión más aguda, la del ejército. El ejército es un instrumento de la clase dominante y no puede ser otra cosa. El ejército está controlado por el que lo manda, es decir, por el que tiene las riendas del poder del estado. El proletariado no puede controlar un ejército creado por la burguesía y sus lacayos reformistas. En un ejército de este tipo, el partido revolucionario puede y debe crear sus células, preparando el paso de sus fracciones más avanzadas del lado de los obreros. El C.C. del P.O.U.M. escamotea esta tarea revolucionaria fundamental bajo la dulce utopía del “control” del ejército burgués por parte de los obreros. La postura oficial del P.O.U.M. está completamente impregnada de ambigüedad. No podía ser de otra forma: la ambigüedad es el alma del centrismo.
¿Tomar el poder por la vía pacífica?
“La revolución retrocede”, anuncia sentenciosamente Nin, cuando de hecho, lo único que está haciendo es preparar su propio retroceso. ¿Es posible que Nin se prepare para detener la revolución descendente en la etapa democrática? ¿Cómo? Evidentemente con la ayuda de frenos oratorios. Si Nin fuese capaz de reflexionar en sus propias palabras, comprenderla que la revolución, si los señores dirigentes impiden que llegue hasta la dictadura del proletariado, debe descender inevitablemente hasta el fascismo. Así ocurrió en Alemania. Así ocurrió en Austria. Así ocurrirá en España, aunque en un plazo mucho más breve.
Es imprescindible profundizar en la situación sacando todas las conclusiones. Cuando Nin dice que hoy los obreros pueden apoderarse del poder por la vía pacífica[8] está diciendo algo flagrantemente contradictorio a la verdad. Ya hoy, el poder se encuentra en manos de los altos mandos militares y de la burocracia, aliados con los estalinistas y los anarcoreformistas. Estos señores, en su lucha contra los obreros, se apoyan en la burguesía extranjera y en la burocracia soviética. En estas condiciones, hablar de la conquista pacífica del poder, es abusar de uno mismo y abusar de la clase obrera.
En el mismo discurso del 21 de marzo, Nin dice que se quiere privar a los obreros de sus armas, recomendando no entregarlas. Ciertamente es un consejo juicioso. Pero cuando una clase intenta desarmar a otra, y cuando ésta, sobre todo si es el proletariado, se niega a entregar las armas, esto significa que la guerra civil está cerca.[9] La confiada y errónea perspectiva de Nin sobre la conquista pacífica del poder, reduce a nada los radicales argumentos sobre la dictadura del proletariado. La errónea política de sobre la dictadura del proletariado. La errónea política de Nin reside esencialmente en esta política confiada. Le permite dejar de sacar las conclusiones necesarias de sus radicales razonamientos, continuando su política de vacilaciones centristas. Precisamente de la necesidad de mantener esta política confiada, surgen las reaccionarias persecuciones de Nin contra los “trotskystas”, es decir, los verdaderos revolucionarios que impiden a Nin hacerse pasar por bolchevique
¡No entreguéis las armas!
Es sintomático que Nin no diga de forma clara y precisa quién es el que pretende privar a los obreros de sus armas. El deber de los verdaderos revolucionarios es nombrar a los autores de los proyectos contrarrevolucionarios, de llamarles por ¡su nombre, de desprestigiarlos, a ellos y a sus partidos, de hacerlos odiosos a las masas populares. No basta con decir a los obreros: “¡No entreguéis las armas!” Es necesario enseñarles como arrancar sus armas a los que se las quieren quitar La política del P.O.U.M., ni por su tono ni por su con tenido, responde a la gravedad de la situación. La dirección del P.O.U.M. se consuela pensando que es más “avanzada” que la de otros partidos. Pero esto es poco. No hay que establecer la política en relación a los demás, sino en relación a los acontecimientos, en relación a la lucha de partidos con sus intrigas y sus combinaciones, sino los millones de obreros y campesinos por una parte y la burguesía española e internacional, por otra[10]
Dime con quien andas y te diré quien eres
La política internacional de Nin es tan errónea como la nacional. Los dirigentes del P.O.U.M. están jurando continuamente, excusándose: “No estamos por la IVª Internacional ni somos trotskystas.” Y simultáneamente repiten que se mantienen en el terreno de las ideas de Marx y Lenin , ¡Mentira! Fuera de la línea de la IV.ª Internacional no hay más que la línea de Stalin-Caballero. La dirección del P.O.U.M. zigzaguea entre estas dos líneas. El arte - de Nin, Andrade y Gorkin -al contrario de las enseñanzas de Marx. y Lenin- consiste en evitar responder honesta mente a las criticas. Precisamente por esto, cada nueva etapa de la revolución les coge de improviso. ¡Y sin embargo, aún no han llegado las pruebas más terribles! -¡Dime con quien andas y te diré quién eres! La dirección del P.O.U.M. está ligada a la miserable “pandilla” oportunista del S.A.P. alemán, que son lacayos del estalinismo[11], a los dirigentes del Independent Labour Party de Inglaterra, que ha perdido todo derecho a la existencia, y a otros grupos semioportunistas sin el más mínimo porvenir. Dime con quien andas y te diré quien eres. La política internacional del P.O.U.M. no hace más que completar sus vacilaciones en el plano nacional
Los trabajadores no deben contar más que con ellos mismos
Es preciso cortar -neta, resuelta y audazmente- el cordón umbilical con la opinión pública burguesa; es preciso romper con los partidos pequeñoburgueses, incluidos los sindicalistas. Es preciso dirigirse hacia las masas, hacia sus capas más bajas y explotadas. Lo que no hay que hacer es esparcir ilusiones sobre una futura victoria que vendrá sola. Es preciso decir la verdad, por amarga que pueda -ser. Es preciso enseñarles a desconfiar de la agencia pequeñoburguesa del capital. Es preciso enseñarles a no fiarse más que de ellos mismos. Es preciso ligarlos indisolublemente a su propia suerte. Es preciso enseñarles a crear ellos mismos sus propios organismos de combate -los soviets- contra el estado burgués
¿Se puede esperar que la dirección del P.O.U.M. efectuará este giro? ¡Ay!, la experiencia de seis años de revolución no da lugar a esperanzas de este tipo. Los revolucionarios, tanto dentro de sus filas como fuera de ellas, revelarán su propia derrota si reducen su papel a exhortar a Nin, Andrade y Gorkin, de la misma forma que éstos exhortan a Caballero, Companys y los demás.[12] Los revolucionarios deben dirigirse a los obreros, a la base, dirigirlos contra las dudas y las vacilaciones de Nin. La unidad del frente revolucionario no significa la capitulación ante los centristas. Los intereses de la revolución están por encima de la unidad formal del partido[13].
Hace falta un estado mayor revolucionario
¿Cuántos militantes tiene ahora el P.O.U.M.? Unos dicen 25.000, otros 40.000.[14] Esto no es decisivo. Ni 25.000 ni 40.000 pueden asegurar la victoria por su cuenta. El problema se resuelve a través de las relaciones entre el partido por una parte, y la clase obrera y las masas oprimidas de la ciudad por otra. 40.000 militantes con una dirección que duda y vacila no puede más que adormecer al proletariado preparándolo para la catástrofe. Una decena de millares de militantes, con una dirección firme y perspicaz pueden encontrar el camino de las masas, arrancarlas de la influencia de los charlatanes estalinistas y socialdemócratas, y asegurar no sólo la victoria transitoria y precaria de los ejércitos republicanos sobre las tropas fascistas, sino también la victoria completa de los trabajadores sobre los explotadores. El proletariado español ha demostrado en tres ocasiones que es capaz de tal victoria. Todo el problema se reduce a su dirección.[15]
Notas
[1] Sobre esta cuestión, Winston Churchill, desde el punto de vista de la clase enemiga. lleva el agua al molino de Trotsky diciendo: “Se ha construido un ejército cohesionado, una organización firme, una jerarquía de mandos Cuando en cualquier país se destruye toda la estructura de la civilización y de la vida social, el estado no puede reconstruirse más que en un marco militar La República española posee en el nuevo ejército un instrumento cuyo significado no es sólo militar sino político” (Journal Politique. pp. 177-178).
[2] La Batalla. 21 de marzo de 1937.
[3] Ibidem, una traducción más exacta debería decir: “Se ha visto acentuar cada día el proceso contrarrevolucionario.”
[4] Ibidem, “La C.N.T. debe hacer su examen de conciencia, abandonar sus viejos prejuicios, cien veces rebasados.” En La Batalla del 14 de mayo, Nin interpelaba a los dirigentes anarcosindicalistas: “¿Os repugna la expresión dictadura del proletariado?. Abandonémosla pues y contribuyamos anarquistas y marxistas revolucionarios a fundar el poder unido del proletariado.”
[5] En su articulo del 21 de marzo. Nin habla de las “desviaciones cometidas por la dirección de la C.N.T.”.
[6] El general Miaja Menant, antiguo miembro de la ultrarreaccionaria y semiclandestina Unión Militar Española, núcleo de la conspiración de los oficiales, había sido recuperado por el Partido Comunista, al cual se afilió, y que hizo de él el héroe de la batalla de Madrid. En 1939 aceptará tomar la presidencia de la Junta insurreccional, creada por el coronel Casado con apoyo británico, con el fin de eliminar a los comunistas y preparar la capitulación.
[7] El gobierno al que el P.O.U.M., según los términos de la resolución del 30 de marzo de 1937, confiaba la tarea de convocar el congreso en cuestión, debería ser, según el texto “un gobierno constituido por representantes de todas las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera”. Los dirigentes del P.S.R. belga Vereecken y Renery, protestarían contra esta interpretación de Trotsky de la resolución del P.O.U.M. calificándola de “falsificación”. (La Lutte Ouvriere belga, 22 de mayo de 1937.) En realidad la resolución no mencionaba expresamente el hecho de si en ese gobierno. aparte de la presencia de los partidos y organizaciones sindicales de la clase obrera, podía preverse la participación de ministros pequeñoburgueses. El carácter equívoco de esta laguna -que justifica la interpretación de Trotsky- se concreta con ciertos comentarios de la prensa del P.O.U.M. Adelante, de Lérida, escribe el 17 de abril que “la única solución posible, lógica y revolucionaria, es un gobierno obrero y campesino, un gobierno con todas las organizaciones obreras y políticas, con el proletariado dirigiéndolo y los republicanos detrás”. En un texto polémico contra Vereecken y Renery, Rudolf Klement -bajo el seudónimo de Adolphe- retomaría y acentuaría aún más, sobre este punto, el argumento de Trotsky: “En un momento de crisis decisiva, el P.O.U.M. ha demostrado que es incapaz de situar la cuestión del gobierno en un terreno de clase, no lo ve más que bajo el ángulo de la distribución de las carteras de un gobierno burgués ( ). El P.O.U.M. encarga a un gobierno de colaboración de clase lo que ni él mismo es capaz de hacer; reconstruir el poder obrero, preparar la dictadura del proletariado, cavar su propia tumba” (Information Bulletin, julio de 1937, p. 10).
[8] La Batalla, 21 de marzo de 1937. “¿Significa esto que llamamos a una lucha violenta por el poder? No. Hoy en día, con las posiciones que aún conserva la clase obrera, puede atacar el poder sin recurrir a la violencia( ). Aún disponemos de la suficiente fuerza como para derrumbar el castillo de naipes de la democracia burguesa con un simple soplido.”
[9] Nueve dias después de la redacción de este documento. estallaban en Barcelona los “Hechos de mayo”, combate entre las fuerzas del orden y los obreros que se negaban a entregar las armas.
[10] Cuando escribía estas lineas, Trotsky no conocía el contenido del informe de Nin pronunciado ante el Comité Central ampliado de diciembre, en donde explica como la política del P.O.U.M descansaba sobre su “pacto secreto” con los dirigentes de la C.N.T. y que era preciso hacerlo público lo antes posible. (Boletin interior del P.0.U.M., nº 1, pp. 3-5.)
[11] Recordemos que el S.A.P. había firmado un manifiesto para un Frente Popular alemán (L’Humanité, 9 de enero de 1937), Vereecken señalaba en su respuesta, que la J.C.I. condenaba la política del S.A.P. Rudolf Klement precisaría: “El P.O.U.M. aún no ha roto con los sapistas. Ha dejado su órgano alemán en manos de éstos, que lo utilizan para su propia propaganda. Tanto el P.O.U.M. como el S.A.P. forman parte del Buró de Londres, y el P.O.U.M. ha convocado con él una conferencia internacional. Aunque parece que en las últimas semanas el S.A.P. y el I.L.P. se han retirado de los preparativos de esta conferencia internacional, el P.O.U.M. sigue manteniendo una posición ambigua (analizar las condiciones y estimular las fuerzas para una futura organización internacional verdaderamente revolucionaria) y acaba permitiendo participar al S.A.P. y a todos los demás, a pesar de que mantienen una política de fusión con los P.C. Aún más, ha retirado la cuestión rusa del orden del día a fin de no crear dificultades con el S.A.P. y los demás. Es cierto que el Comité Central del P.O.U.M. ha aprobado una resolución contra la política del S.A.P., pero lo ha hecho con extremada moderación. Sencillamente “invita a los dirigentes del S.A.P. a examinar y corregir su línea política. en interés del proletariado y de la revolución social”, en lugar de combatir resueltamente rompiendo con él.”
[12] Se puede relacionar muy provechosamente este texto con el de la carta dirigida -y jamás recibida- a Rous por Trotsky el16 de abril de 1936, en la que este último daba explícitamente consejos a la dirección del P.O.U.M. La posterior experiencia política las explicaciones de Nin, son las que le dictan estas aseveraciones, que constituyen un giro radical. Según su opinión, la fracción B.-L. del P.O.U.M. no debería preocuparse por la unidad del partido, en el que estaba “acorralada”. Las manifestaciones “Independentistas” del grupo B.-L. se multiplicaron, y sobre todo, empezó a publicar en abril La voz leninista. Sin embargo Trotsky, al escribir este articulo, continuaba dirigiéndose a los jefes del P.O.U.M., sobre todo a Nin y Andrade. Los militantes belgas Vereecken y Renery, pro testaron violentamente contra su conclusión escribiendo: “El Buró central por la IVª Internacional viene actuando desde hace va rios meses conforme a la respuesta (actual) de Crux. En enero decidió que los militantes de nuestra tendencia en Barcelona entraran en el P.O.U.M. sin pedir derecho a fracción, con el objetivo de trabajar honestamente, en el marco de la democracia interna del P.O.U.M. y en la elaboración de una línea realmente revolucionaria. Sin embargo el Buró ha creado en Barcelona un grupo in dependiente, sin fuerza ni influencia. Toda la actividad del Buró está orientada hacia la creación de un partido independiente fuera del P.O.U.M. Hoy día es incontestable que este grupo está formado casi exclusivamente por elementos llegados del extranjero. A pesar de que estos militantes pueden ser útiles al partido, están en desventaja, ya que ignoran el idioma y la tradición de las organizaciones obreras, no tienen ningún apoyo en las fábricas o las explotaciones rurales, permanecen aislados, apartados de la actividad revolucionaria de las masas. Un partido no es algo que pueda ser exportado e importado a voluntad. (La Lutte ouvriére de Bélgica, 22 de mayo de 1937.)-
[13] Casi seguramente Trotsky ignoraba en esta fecha la publicación de un manifiesto del Comité local de Barcelona del P.O.U.M.,. adoptado el 13 de abril, y procedente de una propuesta de José Rebull, que en relación con la crisis de la Generalitat declaraba: “En el marco de las instituciones burguesas no pueden darse más que soluciones burguesas. Una situación revolucionaria jamás ha terminado en revolución victoriosa si no ha sabido oponer un nuevo poder al antiguo. El Frente obrero revolucionario deberá comenzar inmediatamente la creación de consejos de obreros, soldados y campesinos, convocando lo más rápido posible el con greso de los consejos, restableciendo así la dualidad de poder, indispensable para la toma del poder político por la clase obrera, e instaurando un verdadero gobierno obrero y campesino.” Este manifiesto, publicado en La Batalla el 15 de abril, colocaba en primer plano las divergencias políticas en el seno del P.O.U.M., sobre las cuestiones cruciales del gobierno y el poder. El Comité Central había reclamado la formación, en la Generalitat, de un gobierno constituido por todas las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera. (La Batalla, 30 de mayo). Juventud Comunista, ór gano de la J.C.I., decía en su edición del 1º de abril: “Ante la crisis del Consejo catalán, nosotros queremos un gobierno obrero y campesino en la Generalitat.”
[14] Ver pág. 77
[15] Vercecken y Renery responderían: “Nosotros consideramos este articulo, así como la actitud general de nuestro Buró y de la sección francesa sobre el P.O.U.M., como sectarias y nefastas, y si nos entrara la tentación de emplear palabras grandilocuentes, diríamos criminales.” (La Lutte ouvriére de Bélgica, 22 de mayo de1937.)
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Observaciones sobre la Insurrección de mayo
12 de mayo de 1937
Este artículo dictado en francés el 12 de mayo de 1937, aparecerá por primera vez en La Lutte ouvriére del 10 de junio, con la firma de “Lund”. Las informaciones de las que disponía Trotsky eran muy escasas. En el mismo número del periódico del P.O.I. aparecen dos cartas que ofrecen detallada información de los acontecimientos de Barcelona, fechadas el 8 y el 12 de mayo, y, según todo parece indicar, hablan sido escritas por Cellini. Otro informe, redactado por el inglés Lois Orr, que aparecería en el Information Bulletin del julio del 37 con el titulo de “Los acontecimientos de mayo: una revolución traicionada”, estaba igualmente fechado el 12 de mayo. T. 4147.
Las noticias que tenemos aquí sobre los últimos acontecimientos,[1] no sólo son incompletas, sino conscientemente deformadas. En estas condiciones, las conclusiones que formulamos no pueden tener más que un carácter hipotético y provisional.
Al parecer la insurrección ha tenido un carácter “espontáneo”, es decir, que ha estallado inesperadamente para los dirigentes, incluyendo a los del P.O.U.M. Este hecho demuestra el abismo que se ha abierto entre los anarquistas y los poumistas por un lado, y las masas obreras por el otro. La concepción propagada por Nin de que “el proletariado puede tomar el poder por la vía pacífica”[2] ha demostrado ser radicalmente falsa. No sabemos nada o casi nada de la verdadera actitud del P.O.U.M. en el momento de la insurrección, pero no creemos en los milagros. La actitud de los dirigentes del P.O.U.M. en los momentos decisivos ha sido simplemente la continuación de su actitud en el periodo precedente[3]. Más exactamente: es precisamente en un momento decisivo, cuando la inconsistencia del centrismo de izquierda se ha revelado de la manera más ruidosa y más trágica.[4] Ése fue, por ejemplo, el destino de Martov en los acontecimientos de 1905 y 1917. Incluso en nuestras propias filas se ha tenido frecuentemente una falsa idea de Martov, como representante del centrismo de izquierda. En su crítica del régimen de Kerensky-Tseretelli-Dan, Martov se acercaba a los bolcheviques. Por el radicalismo de la critica, por la amplitud de sus perspectivas, Martov sobrepasaba con mucho a los redactores de La Batalla. Pero, en las profundidades de su conciencia, aspiraba siempre convencer a sus adversarios, no oponiendo el proletariado a su enemigo de clase. Aterrorizado por la esperanza de la lucha, saltaba a un lado, no para jugar el papel de dirigente de la acción revolucionaria, sino el de abogado de la masa vencida. Felizmente, a la izquierda de Martov, se encontraba un partido revolucionario que sabia lo que quería.
La situación en España es muy diferente. La dirección del P.O.U.M. aparecía hasta ayer ante las masas como la expresión de la tendencia más resuelta. La vanguardia obrera, por lo menos en Cataluña, tomaba muy en serio los textos del P.O.U.M. Pero justamente en el momento en que la masa se disponía a materializar esta crítica por medio de la acción, se encontró prácticamente decapitada.
¿Sucedió de otra forma durante la última insurrección? Me temo que no. ¿O quizá se ha producido el milagro a pesar de todo, y el empuje de las masas ha impuesto a Nin una actitud bolchevique? Sería verdaderamente magnifico y nos alegraríamos de la posibilidad de un trabajo en común con Nín sobre la base de nuevas experiencias históricas. Pero hasta nueva orden, no tenemos la más mínima razón para cambiar nuestra apreciación sobre la política oficial del P.O.U.M.
¿Qué significa el armisticio de Barcelona del que hablan los telegramas? ¿La derrota de los insurrectos, se debe a la inconsistencia de la dirección, o la capitulación directa de los dirigentes, atemorizados por la presión de las masas? Aún no lo sabemos. Por el momento, la lucha Parece continuar fuera de Barcelona. ¿Es posible una nueva ofensiva en Barcelona? ¿La represión por parte de los canallas estalino-reformistas dará un nuevo empuje a la acción de masas? Aún no lo sabemos. A falta de informaciones exactas, nos abstenemos de hacer predicciones. En todo caso, la critica de la dirección conserva su importancia decisiva, cualquiera que sea el desarrollo inmediato de los acontecimientos. A pesar de los errores y de las debilidades de la insurrección de cara al exterior, permaneceremos indisolublemente solidarios a los obreros vencidos. Pero eso no significa disculpar a la dirección, disimular su inconsistencia y silenciar sus errores, bajo el pretexto de una solidaridad puramente sentimental.
Parece muy probable que esta grandiosa experiencia provocará una escisión en las filas del P.O.U.M. Los elementos que excluían a los trotskystas y fraternizaban con los dirigentes brandlerianos y sapistas,[5] esos residuos del estalinismo, van a traicionar definitivamente a la revolución, para ganar la gracia, y posteriormente el favor de la burocracia de Moscú.[6] Por otra parte, los elementos revolucionarios deberán comprender que no existe nada intermedio entre la IVª Internacional y la traición. Para facilitar y acelerar esta diferenciación política, nuestra crítica debe ser franca, abierta, e incluso implacable. En primer lugar, es imprescindible que todos nuestros camaradas comprendan la inconsistencia de la política de indulgencia pasiva, preconizada por nuestros amigos Víctor Serge,[7] Sneevriet, Vereecken y los demás. Hay que saber sacar todas, las conclusiones necesarias de los grandes acontecimientos, con el fin de preparar el futuro.
La analogía con los acontecimientos de julio es demasiado evidente como para insistir sobre ella. Lo que hay que subrayar sobre todo, son las diferencias. El P.O.U.M. sigue siendo una organización catalana.[8] Sus dirigentes impidieron su entrada a tiempo en el Partido Socialista, cubriendo su oportunismo innato con una intransigencia estéril. Sin embargo es de esperar que los acontecimientos de Cataluña producirán escisiones y fisuras en las filas del Partido Socialista y de la U.G.T.[9] En este caso sería fatal confinarse en el marco del P.O.U.M., que por otra parte, será muy reducido en las próximas semanas. Hay que dirigirse hacia las masas socialistas y comunistas. Hay que recobrar el tiempo perdido. Una célula de cinco revolucionarios en el partido socialista es mucho más importante que un grupo de diez o veinte obreros alejados de las masas. No se trata de conservar las antiguas formas exteriores, sino de crear nuevos puntos de apoyo para el futuro.[10]
Aunque la derrota sea grave -nosotros no podemos medir su gravedad- está lejos de ser definitiva. En la propia España, o en Francia, nuevos acontecimientos pueden producir una nueva oleada revolucionaria.
Es muy difícil predecir, sobre todo desde lejos, cuando y como llegará el octubre español. En todo caso, nadie puede afirmar por adelantado que -se haya agotado la fuerza revolucionaria de ese admirable proletariado ibérico. Pero para preparar el octubre, hay que curar a toda la vanguardia revolucionaria de todo lo que hay de ambiguo, confuso, equívoco, en la capa superior del proletariado, nacional e internacionalmente. Quien no tenga el valor de oponer la IVª Internacional a la IIª y a la IIIª, no tendrá nunca el valor de conducir a los obreros hacia los combates decisivos. Quien permanece ligado a los Brandler, la gente del S.A.P., los Maxton, los Fenner Brockway, no puede sino traicionar al proletariado la víspera del combate o durante el propio combate. Ahora es cuando los obreros ibéricos deben comprender que la IVª Internacional -significa el programa científico de la revolución social, la confianza en la masa, la desconfianza en centristas de todo calibre, la voluntad de llevar la lucha hasta el final.
LUND.
Notas
[1] Después de algunas semanas de creciente tensión entre la policía y las milicias de retaguardia, el lunes 3 de mayo se produciría la explosión en Barcelona, después de que algunos camiones con guardias de asalto, bajo la dirección general del jefe de policía -un militante del P.S.U.C. que había passado por el Bloque Obrero y Campesino- Eusebio Rodríguez Salas, con un mandato del ministro de orden público, miembro de la Esquerra del presidente Companys, bajaron sus tropas delante de la Telefónica. Los Guardias de asalto penetraron inmediatamente en el inmueble comenzando a desarmar a los milicianos de la C.N.T., que reforzaron la guardia al retumbar los primeros disparos. A causa de este tiroteo, en algunas horas, estalló la huelga general en Barcelona, y la ciudad se llenó de barricadas defendidas por obreros armados; por todas partes, se produjeron esporádicos enfrentamientos. En los días siguientes, los trabajadores inurrectos eran los dueños de la ciudad, pero no se despegaba de sus filas ninguna dirección, mientras que las directrices nacionales de la C.N.T. y de la F.A.I., sobre todo sus ministros Federica Montseny y Garcia Oliver, llamaban a poner fin a las luchas “fratricidas” y a abandonar las barricadas. Los dirigentes del P.OU.M. intentaban convencer a los de la C.N.T. que era necesario continuar; posteriormente, debido a que no consiguieron convencerles, se plegaron, lanzando después que la C.N.T., la orden de retirada, sin haber tomado directamente ninguna iniciativa. Relacionado con la “sección B.-L.”, y sobre todo con Moulin, el grupo de Los Amigos de Durruti había llamado el 4 de mayo a la formación de una “junta revolucionaria”. Serían desautorizados y posteriormente expulsados por la dirección de la C.N.T. y la F.A.I. La calma volverá finalmente a Barcelona el 8 de mayo, ocupada por importantes contingentes armados
[2] Ver el discurso en cuestión en La Batalla del 21 de marzo. Igual que el articulo precedente contra Nin, Trotsky lo había hecho traducir integralmente al francés.
[3] Poco más o menos en estos momentos, la célula 72 de Barcelona votaba un complemento a sus “contratesis políticas” para el congreso, que trataba sobre la actitud de la dirección del P.O.U.M. durante las jornadas de mayo: “Fiel a su conducta desde el 19 de julio, la dirección del P.O.U.M. ha ido a la zaga de los acontecimientos ( ). Durante los primeros días, la dirección del P.O.U.M. no publicó ni un solo manifiesto, ni siquiera un simple panfleto.”
[4] José Rebull, que había sido el portavoz de las tesis de la célula 72 resumiría en estos términos, en una resolución presentada al Comité Central del P.O.U.M. en octubre de 1937, la política del P.O.U.M. durante las jornadas de mayo: “La capitulación de mayo: a) La dirección no tenía una política independiente ni clara; b) ninguna iniciativa propia; c) encubrió la traición de la dirección anarcosindicalista; no se ha hecho ningún tipo de balance honesto.”
[5] La K.P.O. de Brandler y Thalheimer, dirigentes del K.P.O. hasta 1924, había firmado un manifiesto para la defensa del P.O.U.M., pero también se negó a condenar los procesos de Moscú. Los militantes trotskystas habían sido expulsados del P.O.U.M. y de la J.C.I. (Lenz) o no admitidos en sus filas (Grupo de Barcelona), sin embargo, militantes alemanes, brandlerianos y sapistas, ocupaban puestos de responsabilidad, como Landsman en Levante, manteniendo posiciones abiertamente favorables al Frente Popular y a la coalición con la burguesía. (Ver actas del 2.0 congreso de la Federación de Levante en El Comunista del 23 de enero de 1937.) Incluso parece que el principal agente de la G.P.U. en el seno del P.O.U.M. -la alemana conocida como “Patila”- cuyo papel sería decisivo durante los arrestos de los dirigentes del P.O.U.M., había sido presentada a los dirigentes del P.O.U.M. por un militante del S.A.P. Es cierto que fue desenmascarada en la emigración debido a las precauciones de Brandler y de su organización. ¿Se trataría de Pauline Dobler, mencionada por Gorkin?
[6] Debido a que los elementos proestalinistas abandonaron el Bloque Obrero y Campesino antes de la creación del P.O.U.M. (evidentemente el caso más conocido es el de Eusebio Rodríguez Salas), el ala derechista de este partido jamás había disimulado su deseo de acercarse al Frente Popular. Ésta era la política de Portela en Valencia, y de la Federación de Levante, que hacía especial hincapié en “la unidad de los marxistas”, buscando un entendimiento con el P.C. Nin hace mención a la fuerza de esta tendencia en su intervención en Valencia (El Comunista, 23 de enero de 1937). La derecha del P.O.U.M. juzgó severamente como aventurada, la actitud de la dirección en mayo. Con el titulo de “No se puede ir impunemente contra la corriente”, el editorial de El Comunista del 15 de mayo “condenaba las provocaciones”, pero “igualmente la falta de serenidad de los que han hecho el juego a los provocadores y les han allanado el terreno”. El Boletín del Comité de Defensa del Congreso, n.º 1, 1º de julio de 1939, órgano de la “izquierda”, que publicó este texto, subraya que por estas fechas, “la Federación de Valencia del P.O.U.M. estaba bajo el control personal de un miembro del C.E.” Recordaba igualmente que, en el momento de insurrección de Barcelona, se publicó en Sabadell un manifiesto (inspirado por otro miembro del C.E.) en el que se condenaba la actuación de los trabajadores en Barcelona. Portela votará contra el informe de la actuación del C.E. los días posteriores a las jornadas de mayo ya que juzgaba aventurada la dirección del P.O.U.M. La J.C.I. pediría su exclusión por actividades fraccionales, la víspera de la disolución del P.O.U.M. Por estas fechas el P.O.U.M. ya había sufrido la defección, en condiciones menos que onerosas (por el paso al campo estalinista) del oficial de carrera que mandaba sus milicias en Cataluña, el comandante Francisco Piquer. En diciembre de 1937, según un informe que nos ha sido imposible de verificar, pero que proviene de fuentes dignas de crédito, el jefe militar del P.O.U.M., José Rovira, había propuesto la adhesión del Partido al Frente Popular, reuniendo sobre este punto a la mayoría del Comité Central. (Ver el manifiesto “Ante la crisis del Partido” de Andrés Solano, Archivos Pierre Broué.) De hecho, sólo un elemento verdaderamente significativo del P.O.U.M. se uniría- a las filas estalinistas, el veterano dirigente de Lérida, del comité militar y miembro del 2.9 ejecutivo, Pellegri, que precisamente se había hecho amigo intimo de “Paula” (ver más arriba, n.º 6). Los dirigentes del P.O.U.M. que posteriormente se alejarían del comunismo, del que durante tanto tiempo se habían reclamado, evolucionarían, bien hacia la socialdemocracia (Gorkin, Gironella) o bien hacia un “socialismo catalán” (Rovira, Arquer). Por el contrario, la mayoría de los supervivientes, incluido Bonet, veterano del Bloc, Andrade, de la ex Izquierda comunista, Solano, de la J.C.I., y otros menos conocidos, permanecen fieles al P.O.U.M. y a su historia.
[7] Victor Serge, al que Trotsky no había logrado convencer, había salido decepcionado de la reunión de Amsterdam de enero de 1937, llamada del Buró ampliado del Comité por la IVª Internacional, ya que había encontrado allí una atmósfera “irrespirable”, y la que consideraba como catastrófica, una política que, según él, conducía de nuevo a la escisión en el seno del P.O.U.M. (Carnets, pp. 4-45, y Anexo, p. 422.) Algunas semanas después, prestó su adhesión al P.O.U.M. y comenzó a colaborar en su prensa, sobre todo en La Batalla, defendiendo su política en los folletos de Spartakus y de la Révolution Prolétarienne.
[8] En el momento de la fusión de la Izquierda comunista con el Bloque Obrero y Campesino, el grueso de las fuerzas del P.O.U.M. -unos 5000 militantes- se encontraban en Cataluña, bastión del Bloc. Fuera de Cataluña, los núcleos del nuevo partido se apoyaban en algunos cientos de militantes, procedentes de la Izquierda comunista. “Fuera de Cataluña -había dicho Nin a Rous- el partido es nuestro.” Ahora bien, excepto en Madrid y Valencia, los núcleos de militantes que no procedían de Cataluña, se encontraban en las regiones en las que el levantamiento militar venció desde las primeras horas: Extremadura, Andalucía, provincias de Santander, La Coruña, etc. Un centenar de militantes del P.O.U.M. defendió Badajoz hasta el último hombre. (Rolf Reventlow, Spanien in diesem Jahrhundert, p. 114.) Entre los militantes del P.O.U.M., muertos con las armas en la mano o fusilados en las primeras horas por los franquistas, figuran, Luis Rastrollo, miembro del C.C. del P.O.U.M. y secretario regional del partido en Galicia, Manuel Fernández Sendón, hermano de Fersen, miembro del C.C., fusilado en La Coruña, Felipe Aútiz del C.C., fusilado en Pamplona, Luis Fernández Vigo, fusilado en Sevilla, etc Por otra parte, a lo largo de las primeras semanas de la guerra civil, las víctimas fueron numerosas en sus filas: Así, cayeron en la defensa de Oviedo, Luis Grossi, secretario de la J.C.I. asturiana y poco más tarde Emilio García, veterano de la Izquierda comunista. José Luis Arenillas y Luis Cortezón, detenidos en Santander, fueron fusilados. Incluso en Madrid, en mayo de 1937, no se contaba ya más que con.150 supervivientes, de los 900 militantes que el P.O.U.M. había reunido a principios de agosto en la capital. El curso de las luchas a lo largo de los primeros combates, había hecho al P.O.U.M. un partido más “catalán” todavía, y habla visto reforzarse la influencia de los veteranos del Bloc, ya que los veteranos de la Izquierda comunista no serían más allá de una decena en toda Cataluña.
[9] De hecho, en la U.G.T., el antiguo dirigente de las J.S., Carlos Hernández Zancajo, levantaba la bandera de la resistencia frente al estalinismo. En el seno de las Juventudes socialistas, federaciones enteras rehusaban seguir la línea estalinista de Santiago Carrillo, especialmente la importante Federación de Asturias, con Rafael Fernández, y la de Levante, con José Gregorí Martínez. Su rebeldía se apoyaba en veteranos dirigentes, como Leoncio Pérez Martín, Salvador Martinez Dasí, José Tundidor López, y se alimentaban de la simpatía por el Frente revolucionario de la juventud. Un fenómeno similar se estaba produciendo en el seno de la C.N.T.-F.A.I., donde el grupo Los Amigos de Durruti, animado por Jaime Balius, Pablo Ruiz y Francisco Carreño, faistas reconocidos, revisaban las posiciones anarquistas tradicionales, y planteaban el problema del poder, llamando a la formación de “juntas revolucionarias”, y que durante las jornadas de mayo, continuaron mostrando independencia y resolución en su periódico Amigo del pueblo. En el seno del propio P.O0.U.M., se insinuaba una oposición de izquierda, la de la célula 72, con José Rebull, que ocasionalmente rebasaba el propio Comité Local de Barcelona: condenaba firmemente las vacilaciones de la dirección del P.O.U.M., as¡ como su decisión de llamar a la retirada en mayo.
[10] En definitiva, no iba a ser posible establecer ningún apoyo de este tipo. La rendición sin combate de Largo Caballero (Desde diciembre del 36 existía un plan franco-inglés, bien visto por los soviéticos (la U.R.S.S. siempre estuvo pendiente de no perder las simpatías de las “democracias” occidentales, para no quedarse aislada frente a Hitler), para mediar en la guerra civil española y ponerle fin. Franco siempre desechó una “conciliación”, pero Largo Caballero hizo saber públicamente que no aceptaría ningún abrazo de Vergara. Si en los hechos de mayo se trasluce un problema de poder –de definición y organización del mismo- sus consecuencias hacen pensar también en una maniobra para envolver a Largo Caballero en una crisis irreversible, para dar paso a una situación más manejable por el P.C. El 15 de mayo se reunió el gobierno, y a Largo Caballero se le exigió disolver al P.O.U.M., al negarse tuvo que dimitir, sustituyéndole el gobierno Negrín-Prieto.), cortaba las alas a la minoría de la U.G.T. y de las J.S.U., privadas además, a causa de la derrota militar, de su bastión asturiano. El asesinato político -el del anarquista Camillo Berneri y del secretario del Frente de la juventud revolucionaria, el dirigente de las juventudes libertarias, Alfredo Martínez, abatidos en Barcelona a consecuencia de las jornadas de mayo- así como la represión gubernamental, acabarían de la misma forma que las medidas de exclusión tomadas por los dirigentes de la C.N.T. y de la F.A.I., partidarios de la colaboración, con la corriente “neobolchevique” y con los anarquistas “duros”, que constituían, en muchos aspectos, el grupo de los Amigos de Durruti. Fuertemente golpeados por la represión y por el asesinato político, los militantes trotskystas de La Voz Leninista y El Soviet, sobrevivirán un año más a duras penas en la clandestinidad, aislados tanto del P.O.U.M. como de su izquierda.
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El ejemplo de España
22 de mayo de 1937
Sacado de una carta -al III Congreso de la juventud socialista revolucionaria de Francia
T. 4152. Révolution, junio de 1937. La juventud socialista revolucionaria, creada en junio de 1935 a partir de la Alianza de las juventudes socialistas del Sena y de sus militantes excluidos en junio de 1935 de las juventudes de la S.F.i.O., había firmado la “Carta abierta por la IVª Internacional”, tomando parte importante en la fundación del P.O.I. Sus dirigentes Fred Zeller, Marcel Hic, Yvan Craipeau, eran miembros de este partido.
El ejemplo de España muestra la inagotable reserva de heroísmo y de devoción que ha puesto en práctica el proletariado. A lo largo de seis años de revolución, los obreros españoles habrían podido vencer, no una vez, sino diez. Les faltaba un partido que hubiera podido utilizar su heroísmo y satisfacer las necesidades objetivas de la historia. De derrota en derrota Pero hay que saber sacar las lecciones de estas derrotas. En España se ve como los dirigentes anarquistas, que no comprenden el concepto de dictadura del proletariado, capitulan en el momento crítico. No son sino liberales exaltados. Se ve, por otra parte, en la práctica, como el P.O.U.M. no es sino el centrismo de izquierda. El centrismo en una tendencia intermedia entre el reformismo y la Revolución. Pero una situación revolucionaria no admite posturas intermedias. De ahí el trágico y lamentable fin del P.O.U.M[1]. Abrazó la pasión revolucionaria de las masas en sus discursos, en sus fórmulas y en sus artículos, pero, por su indecisión, sus equívocos, sus vacilaciones, su falta de programa claro, se privo él mismo de dar a las masas esa firme dirección revolucionaria sin la cual la victoria es imposible.
En nuestras propias filas se puede encontrar cierto número de revolucionarios vacilantes o sentimentales que, por simpatía hacia la revolución española, estaban dispuestos a cerrar los ojos ante los errores trágicos y criminales de la dirección[2]. Camaradas, hay que recordar claramente: nuestra política no es esta. Debemos decir abiertamente lo que pasa, debemos llamar a las cosas por su nombre. La clase obrera tiene necesidad de toda la verdad, por dolorosa que esta pueda ser.
Notas
[1] Trotsky se anticipa: No sólo este partido no había sido prohibido, sino que incluso su prensa continuaba apareciendo. Un Militante B.-L. presente en Barcelona en esta época, nos ha revelado la visita a los dirigentes del P.O.U.M.: Juan Andrade consideraba la situación como muy inquietante y esperaba un violento ataque a corto plazo, pero Julián Gorkín era más optimista, consideraba probable a corto plazo ¡la vuelta del P.O.U.M. al gobierno de la Generalitat! En realidad, el 16 de junio los dirigentes del P.O.U.M. serán arrestados, y el propio partido colocado en la ilegalidad. Sin embargo, a pesar de su incontestable falta de preparación para pruebas de este tipo, el P.O.U.M. no desaparecerá. Su órgano, La Batalla y Juventud Obrera, órgano de la J.C.I., aparecerán regularmente en la clandestinidad durante largos meses.
[2] La apreciación del P.O.U.M., en opinión de Trotsky, constituye un criterio revelador. No desaprovecha ninguna ocasión para volver a colocar esta cuestión sobre el tapete. De hecho, en el seno del P.O.I., se habían revelado ciertas simpatías por las tesis de Vereecken y de Sneevliet, a los que se uniría Serge durante la conferencia de Amsterdam del Buró ampliado de Movimiento por la IVª Internacional; el portavoz de estas simpatías en la conferencia de enero de 1937, había sido un veterano de la Oposición de izquierda, el antiguo animador del “grupo judío” Rosansky, llamado Emile. La misma confusión reinaba en las filas de la J.S.R
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La IVª Internacional en España
10 de junio de 1937, Associated Press.
Extracto de una entrevista concedida el 10 de junio a la Associated Press, publicada in extenso en La Lutte ouvriere del 28 de junio siguiente. T. 4150.
-¿Cuál ha sido la política y la actividad de la IVª Internacional en el actual conflicto español?
-La sección española de la IVª Internacional ha sido fundada hace escasamente dos o tres meses.[1] Por consiguiente, de momento, es muy pequeña. Desgraciadamente no tengo ningún tipo de contacto con ella. El movimiento insurreccional -el del 3 y 4 de mayo- en la medida en que yo pueda juzgarlo desde aquí, fue un movimiento espontáneo de las masas anarcosindicalistas y, en parte, los obreros del P.O.U.M.[2]. Este último no sólo no es trotskysta sino que expulsa a los trotskystas de sus filas:[3] La Komintern llama “trotskystas” a todos los que no se arrodillan ante sus órdenes. En mis declaraciones precedentes no he cesado de repetir que la política radicalmente falsa de la Internacional comunista en España, no puede sino provocar el descontento de las masas, así como levantamientos espontáneos, claramente ventajosos para los fascistas[4]. Los acontecimientos más recientes no constituyen sino una trágica confirmación de esta predicción
Notas
[1] En una entrevista a La Lutte ouvriere (9 de marzo de 1939), G. Munis afirmará: “Después de la formación del P.O.U.M., el movimiento no se reconstruyó hasta varios meses después del comienzo de la guerra civil”. En una carta del 30 de octubre de 1936, los bolcheviques-leninistas Carlini, Guido y Fernández habían pedido entrar como fracción a las filas del P.O.U.M. La Voz Leninista, órgano impreso de la sección B.-L., apareció por vez primera en abril, sucediendo a un boletin xerocopiado. Según José Quesada (carta del 29 de diciembre de 1972) era obra de G. Munis, Esteban Bilbao y algunos otros amigos personales del primero.
[2] En esta época Trotsky debía haber recibido el informe sobre las. jornadas redactado por Carlini. El papel de los trotskystas no había sido despreciable. Moulin se había ganado la confianza del núcleo de Los Amigos de Durruti, y había redactado con ellos un célebre panfleto distribuido en las barricadas. José Quesada se acuerda de una entrevista entre él y Carlini por una parte, y Jaime Balius y otros dirigentes de Los Amigos de Durruti de la otra, para intentar impulsar la insurrección de los trabajadores de Barcelona, objetivo sobre el que habla llegado a un acuerdo. Un militante trotskysta, Julio Cid Gaitán, veterano de las Juventudes Socialistas y de la Izquierda comunista en Andalucía, murió durante los combates de Barcelona. Sorprendido por la insurrección franquista en Sevilla, se habla unido a las filas republicanas y militaba en Barcelona. A pesar de que La Voz Leninista de abril de 1937 afirmaba que murió por equivocación a causa de una bala salida de una barricada de la C.N.T., José Quesada piensa que fue asesinado por elementos relacionados con el P.S.U.C.
[3] Durante el verano de 1936, numerosos trotskystas extranjeros, habían sido, no excluidos, sino no admitidos en el P.O.U.M., después del fracaso de la misión de Rous. Unas actas del C.C., publicadas en La Batalla, demuestran que el problema aún estaba en el orden del día (19 de diciembre de 1936). “Arquer explica que ha combatido en el frente a los trotskystas que hacían trabajo fraccional.” Sin embargo, tuvieron lugar algunas expulsiones. La Lutte ouvriere del 16 de abril publica la carta de un trotskysta alemán, K. H Lenz (Kempinsky) que se queja de haber sido expulsado de la J.C.I. bajo su verdadero nombre, encontrándose en el frente, mientras su familia residía en Alemania. Este militante subraya que los trotskystas son expulsados, mientras los brandlerianos –cuya organización aceptaba las tesis de la acusación de los procesos de Moscú- ocupaban puestos de responsabilidad.
[4] Estas advertencias indican ciertas dudas de Trotsky en cuanto a la interpretación de las jornadas de mayo. Sin embargo, dos meses más tarde, desarrollará, contra Vereecken, la línea esbozada en sus “Remarques sur L’insurrection”.
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El asesinato de Andrés Nin por los agentes de la G.P.U.
8 de agosto de 1937
B.O. nº 58-59, septiembre-octubre de 1937, p. 24. Este texto fue dictado por Trotsky el 8 de agosto de 1937, y publicado en La Lutte ouvriére del 15 de agosto de 1937. Nin había sido detenido el 16 de junio en su oficina. Pero su nombre no figuraría en la lista de acusados presentados al tribunal de espionaje el 29 de julio. El 21, la ex ministro Federica Montseny, dirigente de la C.N.T., se había hecho eco, durante un mitin en el Olimpia, de los rumores que corrían de que el cadáver de Nin había sido encontrado en Madrid, junto con el de otras dos personas. Sin embargo, no sería hasta el 4 de agosto, cuando un comunicado procedente del Ministerio de Justicia anunciaría que el antiguo dirigente del P.O.U.M. había “desaparecido”, después de su arresto por la policía oficial, del “preventorium habilitado” -sinónimo de “prisión Privada”- donde había sido detenido. El mismo día que Trotsky dictaba esta carta, el corresponsal en Madrid del New York Times comunicaba por cable: “A pesar de todos los intentos realizados para tapar el asunto, todo el mundo sabe ahora que ha sido encontrado en un suburbio de Madrid, asesinado”. T. 4184.
Cuando Nin, el dirigente del P.O.U.M., fue detenido en Barcelona, no podía existir la menor duda: Los agentes de la G.P.U. no le dejarían vivo. Las intenciones de Stalin se han evidenciado con un cinismo excepcional cuando la G.P.U., que tiene en sus garras a la policía española,[1] lanzó una declaración en la que acusaba a Nin y a toda la dirección del P.O.U.M. de ser “agentes” de Franco.[2]
El carácter absurdo de esta afirmación es evidente para todos los que conocen los datos elementales de la revolución española. El fundador y dirigente del P.O.U.M., J. Maurín fue hecho prisionero y fusilado por el general Franco, al principio de la guerra civil.[3] Los militantes del P.O.U.M. se han batido heroicamente contra los fascistas en todos los frentes de España. Nin es un veterano e incorruptible revolucionario.[4] Defendía los intereses del pueblo español y combatía a los agentes de la burocracia soviética. Precisamente por esto, los agentes de la G.P.U. se han desembarazado de él, gracias a una operación bien calculada en la prisión de Barcelona.[5] En lo que concierne al papel desempeñado en este asunto por las autoridades españolas oficiales, no podemos emitir sino suposiciones.[6]
La información dada en el despacho, e inspirada por la G.P.U., califica a Nin de “trotskysta”. El revolucionario desaparecido protestó frecuentemente contra esta calificación. Y con razón. El P.O.U.M. tuvo siempre una actitud hostil a la IVª Internacional, tanto bajo la dirección de Maurin como bajo la de Nín.[7] Es cierto que durante los años 1.931-33, Nin, que en esta época estaba fuera del P.O.U.M.[8] mantenía una amistosa correspondencia conmigo. Pero desde el comienzo de 1933 ciertas divergencias sobre cuestiones esenciales provocaron la ruptura total entre nosotros. A lo largo de estos últimos cuatro años no hemos intercambiado más que artículos polémicos. El P.O.U.M. ha excluido a los “trotskystas” de sus filas. Pero para facilitar su tarea, la G.P.U. llama “trotskystas” a todos los que se oponen. a la burocracia soviética. Esto facilita su sangrante represión.
A pesar de las divergencias que me separan del P.O.U.M., debo reconocer que, en la lucha que Nin llevaba contra la burocracia soviética, la justicia estaba enteramente de su lado.[9] Se esforzaba por defender la independencia del proletariado español, contra las maquinaciones burocráticas de la pandilla en el-poder en Moscú. Rehusó colaborar con la G.P.U. para arruinar los intereses del proletariado español. Éste es su único crimen. Y lo pagó con su vida.
León Trotsky
Notas
[1] Los representantes de la N.K.V.D. -ex G.P.U.- y sus agentes, trabajaban bajo la protección de la policía republicana oficial, así como bajo la forma de “policía paralela”: antes de mayo el comisario de orden público en Barcelona, el militante del P.S.U.C., Eusebio Rodriguez Salas, y el director de la Seguridad de Madrid, el teniente coronel Ortega, miembro del P.C.E., habían facilitado su instalación desde el punto de vista técnico. “Revelaciones” sucesivas han permitido identificar a algunos de sus responsables. En Barcelona, uno de los más importantes, era el húngaro Singer, conocido con el nombre de Pedro; más tarde se convertiría en el primer secretario del Partido de los trabajadores húngaros con el nombre de Ernó Geroe. En Madrid, bajo el nombre de Carlos Contreras, o comandante Carlos, del 5º Regimiento, operaba el italiano Vittorio Vidali, responsable del P.C. en Trieste después de la guerra. El primer responsable ruso de “información” y de la “policía política” en España, fue Sloytsky, que se hacía llamar Marcos: reclamado en la U.R.S.S., fue fusilado en 1937. Entre sus colaboradores y sucesores mencionaremos a Nikolski, llamado “el capitán” Alexandre Orlov, que planeó el asesinato de Nin junto con Vidali, Velaiev, que planificó el proceso de otros dirigentes del P.O.U.M., Michel Spiegelglass, igualmente fusilado en Moscú en 1938, y por fin, el célebre general de la N.K.V.D., Eitingon, conocido en España bajo el nombre de general Kotov -“ni diplomático ni militar”, escribió púdicamente Ilya Ehrenbourg, quien asegura en “La Nuit tombe”, p. 302, que desconfiaba de él. Sería el principal organizador del asesinato de Trotsky, y fue condecorado con la orden de Lenin por este gran servicio
[2] La noticia del arresto de Nin, llevado a cabo el 16, fue anunciada en la prensa el 17 sin más detalles. El día 18, los diarios de Barcelona reproducían un comunicado de la dirección superior de policía de Cataluña, que anunciaba el descubrimiento de una importante red de espionaje, precisando que los nombres de los detenidos aún no podían ser divulgados. El 22 de junio, los diarios ligados al P.S.U.C., anunciarían triunfalmente que los dirigentes del P.O.U.M. se encontraban entre los “espías detenidos” y que lo habían sido por este motivo. Evidentemente, sobre todo este asunto, Trotsky no poseía más que informaciones de segunda mano -prensa y despachos de agencia
[3] En realidad, Maurín no fue ejecutado. Incluso sería liberado después de varios años de durísima detención, bastante después de acabada la segunda guerra mundial. Sus camaradas creyeron la noticia de su ejecución y celebraron ceremonias y manifestaciones públicas en su memoria (ver, por ejemplo, el articulo consagrado a Maurin por Marceau Pivert en La Gauche révolutionnaire del 10 de octubre de 1936). Hasta septiembre de 1937, no se sabría que vivía. Esta noticia fue conocida debido a una carta que envió a Francia a su mujer, hermana de Souvarine.
[4] La Batalla clandestina, que reproducía un artículo del periódico americano de Jay Lovestone (“¿Cuál es el punto de vista trotskysta en España?”), acusaría a Trotsky de haber esperado a la muerte de Nin para rendirle homenaje, llegando incluso a afirmar: “Hasta el día de su muerte, Trotsky no ha cesado de acusar a Nin de traidor y colaboracionista de clase”. Acusación inexacta, como lo prueba sobre todo la declaración de Trotsky ante la comisión Dewey.
[5] La mediocridad de las informaciones de las que disponía Trotsky se evidencia por este hecho, no desprovisto de importancia, ya que Nin fue sacado antes de ser asesinado de una prisión privada en Alcalá de Henares, a donde había sido trasladado después de algunos días de detención en Barcelona y posteriormente en Madrid. Por otra parte, esto era lo mismo que indicaba la nota del Ministerio de Justicia el día 4 de agosto.
[6] Las autoridades gubernamentales de Barcelona habían sido colocadas ante el hecho consumado, incluyendo -si se da crédito- al antiguo ministro Jesús Hernández, al propio secretario general del Partido comunista, José Díaz. En el consejo de ministros, el presidente Negrín declaró que estaba dispuesto a cubrir todo el asunto a condición de ser informado exactamente de todo lo que había pasado. Murió con su secreto, suponiendo que se hubiera enterado; sin embargo, lo escondió bien.
[7] Desde la fundación del P.O.U.M. en septiembre de 1935, hasta el principio de la guerra, Maurin fue secretario general del P.O.U.M. Después de su desaparición, le sucedió Nin, aunque con el cargo de secretario político, y con mucha menor autoridad.
[8] Este error -el P.O.U.M. no fue fundado hasta 1935- es revelador de hecho de que a los ojos de Trotsky, el P.O.U.M. no era más que la prolongación, bajo una etiqueta nueva, del Bloque Obrero y Campesino, del que evidentemente Trotsky no era partidario en la época en la que Nin mantenía correspondencia con él, y dirigía la Oposición de izquierda y, posteriormente, la Izquierda Comunista española. La constitución del P.O.U.M. fue más una absorción que una fusión. De los 40 miembros del Comité central del P.O.U.M., más de la mitad eran ya en 1933 miembros del Comité central de la “Federación Comunista Ibérica”, núcleo del Bloque. Únicamente cinco eran originarios de la Izquierda comunista, si es de fiar la lista publicada en La Batalla del 17 de enero de 1936
[9] Los torturadores de Nin intentaban sacarle confesiones que les hubieran permitido la organización de un proceso espectacular del tipo de los “Procesos de Moscú” en España. El antiguo dirigente del Partido comunista, Jesús Hernández, escribirá mucho más tarde: “Nin hubo de soportar la tortura y el dolor de los tormentos más refinados. Al cabo de algunos días, su cara no era más que una masa de carne tumefacta. Orlov, frenético, aterrorizado por el escándalo que podía significar su propia liquidación, rugía de rabia ante este hombre enfermo que agonizaba sin “confesar” y sin denunciar a sus camaradas de partido” (La Grande trahison, p. 105). Siempre según Hernández, en esta situación, el ruso Orlov y su ayudante Vittorio Vidali —conocido en España con los nombres de Carlos Contreras y Comandante Carlos- decidieron asesinar a Nin para hacer desaparecer las huellas de su actuación. En un pasaje de sus Memorias, inéditas, Largo Caballero escribió que la resistencia de Nin, así como la emoción causada por el asunto, habían salvado la vida de muchos militantes. Esto es indudable. En la época en que dictó este artículo, Trotsky no poseía ninguna de estas informaciones, pero conocía suficientemente a Stalin y a la G.P.U. como para saber de qué se trataba.
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La condición de la victoria: un programa revolucionario
Declaración al periódico México al día, 16 de agosto de 1937
Dictado en francés y publicado en La Lutte ouvriére, 10 de septiembre de 1937. T. 4193.
En una guerra civil no se puede vencer si no es con un programa audaz que dé satisfacción a las necesidades del pueblo. Los éxitos militares de Franco están determinados por la política que Stalin impone al gobierno de Negrín: una política social conservadora dirigida contra las masas obreras y campesinas.
Después de una serie de derrotas, Stalin intenta echar la responsabilidad a la izquierda, al presentar a sus dirigentes como agentes de Franco. De ahí los asesinatos ignominiosos de Nin y de otros dirigentes del P.O.U.M., llevados a cabo por la G.P.U. Si esta política continúa todavía uno o dos meses, la derrota de la revolución será un hecho consumado. Hay que librar al pueblo español de la dominación de la burocracía de Moscú. Hay que darle un gobierno y un programa revolucionario. En ese caso la victoria completa de la revolución está asegurada.
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La verificación de las ideas y de los individuos a través de la experiencia de la Revolución española
24 de agosto de 1937
Este texto apareció por primera vez en el Boletín interior del partido socialista revolucionario belga, nº 9, noviembre de 1937, con las advertencias, “no publicar”, y “exclusivamente para los militantes”, “A todas las organizaciones adheridas a la IVª Internacional”. En este boletín, el texto firmado por Crux está precedido por una declaración del Comité central del P.S.R., señalando que el retraso en su publicación se debe al hecho de que los editores han esperado la respuesta de Vereecken –mencionado en forma abreviada “Ver.”, igual que en el texto- que no había podido redactar más que la primera parte. Ésta se encuentra reproducida en el boletín con el titulo: “La verificación de los individuos, las ideas, los medios y los métodos para hacer triunfar las ideas a través de la experiencia de la revolución española”. Lo hemos utilizado ampliamente en estas notas. Hay que señalar que Vereecken no llegaría a acabar la redacción de su respuesta. T. 4200.
Para los obreros avanzados, la revolución española reviste un enorme significado, no sólo como acontecimiento histórico de importancia capital, sino como escuela superior de estrategia revolucionaria. Las ideas y los individuos han sido sometidos a una verificación excepcionalmente importante, infalible. Para todo marxista serio, es una obligación estudiar, no sólo los acontecimientos de la revolución, sino también las posiciones políticas que, nuestro propio seno, toman, diversos agrupamientos e individuos aislados frente a los acontecimientos españoles.
El camarada Vereecken y el camarada Sneevliet[1],
En esta carta quisiera detenerme en un ejemplo particular, pero altamente instructivo, la posición del camarada Vereecken, uno de los dirigentes de nuestra sección belga. Vereecken fue el ponente sobre la cuestión española en la sesión del Comité Central del Partido Socialista Revolucionario a finales de junio de este año.[2] El acta de su informe, reproducido en el boletín interno de la sección belga de junio-julio, es muy breve, a lo más unas veinticinco líneas, pero da, sin embargo, un cuadro suficientemente claro de los errores del camarada Vereecken, errores muy peligrosos, tanto para nuestra sección belga como para toda la Internacional.[3]
El camarada Sneevliet, como se sabe dirigente del R.S.A.P. holandés, se ha solidarizado completamente con la política del P.OU.M., revelando así claramente cuanto se ha alejado del marxismo revolucionario. En lo que respecta al camarada Vereecken, las cosas son algo diferentes, Vereecken es algo más prudente. Sus razonamientos, tanto los pasados como los actuales, están llenos de reservas: “de una parte”, “de otra parte”. Ante el P.O.U.M. toma una posición “crítica”, tomando numerosos argumentos de nuestro arsenal común. Pero en el fondo, su posición centrista, es mucho más susceptible de sembrar la confusión en nuestras propias filas[4] que la del camarada Sneevliet. Por ello es necesario someter las concepciones de Vereecken a una atenta crítica.
El fatalismo optimista, característica del centrismo Vereecken ha presentado su informe antes del aplastamiento del P.O.U.M. y antes del infame asesinato de su dirigente por los agentes de Stalin en España, Antonov-Ovseenko y otros. Defenderemos implacablemente la memoria de Nin contra las calumnias de los canallas de Moscú y de otros lugares. Pero su trágica muerte no puede modificar nuestras apreciaciones políticas, dictadas por los intereses históricos del proletariado, y no por consideraciones sentimentales. Desde hace mucho, el camarada Vereecken ha caracterizado al P.O.U.M. de forma totalmente errónea, pensando que, bajo la presión de los acontecimientos, este partido, por así decirlo, evolucionaría “automáticamente” hacia la izquierda, y que nuestra política en España debería limitarse a un “apoyo critico” al P.O.U.M. Los acontecimientos no han confirmado en absoluto este pronóstico fatalista y optimista, extraordinariamente característico del pensamiento centrista, pero en manera alguna del pensamiento marxista.[5]
Basta recordar aquí que de este mismo fatalismo optimista estaba impregnada toda la política del P.O.U.M., cuya dirección se habla adaptado a los dirigentes anarquistas, con la esperanza de que entrarían automáticamente en el camino de la revolución proletaria,’ de la misma forma que Vereecken se ha adaptado a los dirigentes del P.O.U.M.
En lugar de reconocer abiertamente el carácter erróneo de su política, Vereecken intenta pasar subrepticiamente a una nueva posición, que no se distingue de la antigua mas que por una confusión todavía mayor.
Caracterización del P.O.U.M.
A diferencia de la C.N.T. y de la FA.I., que existen hace mucho -así comienza Vereecken su informe-, “el P.O.U.M. es reciente, heterogéneo, su izquierda es débil”.Esta caracterización constituye una condena radical, no sólo de la política del camarada Sneevliet, sino de la anterior postura del propio Vereecken. ¿Dónde está la evolución hacia la izquierda que nos había prometido? Al mismo tiempo, esta caracterización del P.O.U.M. se distingue por una consciente imprecisión. “¿El ala izquierda?” La palabra “izquierda” no significa aquí nada. ¿Se trata de la fracción marxista del P.O.U.M., o de su fracción centrista de la izquierda?.[6] Vereecken se niega conscientemente a contestar a esta pregunta. Así pues, tendremos que responder por él: después de la expulsión de los trotskystas, no existe ninguna fracción marxista en el P.O.U.M. Incluso la fracción centrista de izquierda es débil, sobre este punto Vereecken tiene razón. De todas formas, esto significa que después de seis años de experiencia en la revolución, la política del P.O.U.M. está determinada por los centristas de derecha.[7] Ésta es la verdad sin disfraces.
El camarada Vereecken “critica” al P.O.U.M. Escuchemos ahora como Vereecken critica al P.O.U.M.: “Errores del P.O.U.M.: adhesión al Frente Popular en el momento de las elecciones. Repara este error el 19 de julio por medio de la lucha armada. Otro error: La participación en el gobierno y la disolución de los comités. Pero, después de su salida del gobierno, se operó una clarificación en el P.O.U.M.” A primera vista, todo esto parece una crítica marxista. De hecho, Vereecken utiliza fragmentos esterilizados de crítica marxista, no para desvelar, sino al contrario, para enmascarar la política oportunista del P.O.U.M., y la suya propia. Ante todo salta a la vista que para nuestro crítico se trata de “errores” aislados del P.O.U.M., no de una caracterización marxista del conjunto de su política. Toda organización puede cometer “errores”; Marx cometió errores, Lenin cometió errores, el partido bolchevique, en su conjunto, también cometió errores. Pero fueron corregidos a tiempo, gracias a una línea fundamentalmente correcta.
En el caso del P.O.U.M., no se trata de “errores” aislados, sino de una línea fundamentalmente no revolucionaria, centrista, es decir, en el fondo, oportunista. Dicho de otra forma: para un partido revolucionario, los errores son la excepción, para el P.O.U.M., la excepción son las posiciones correctas.
El 19 de julio de 1936
Vereecken nos recuerda que el P.O.U.M. el 19 de julio de 1936, participó en la lucha armada. ¡Evidentemente! Sólo una organización contrarrevolucionaria podía dejar de participar en esta lucha que inflamaba a todo el proletariado; ¡y ninguno de nosotros ha tratado al P.O.U.M. de “organización contrarrevolucionaria”! ¿Pero, de qué manera su participación en la lucha de las masas que impusieron su política a los anarquistas, a los socialistas y a los poumistas, podía “reparar” el “error” de haber participado en el Frente Popular? ¿Ha codificado el P.O.U.M. su línea política fundamental? De ninguna forma. La lucha del 19 de julio, a pesar de la victoria real de los obreros, terminó con un equívoco de dualidad de poderes, sólo porque no existía una organización con las ideas suficientemente claras y el coraje necesario para llevar la lucha hasta el final. La participación del P.O.U.M. en el Frente Popular no fue un “error” fortuito, sino la señal infalible de su oportunismo. Durante las jornadas de julio, sólo había cambiado la situación exterior, no el carácter centrista del partido. El P.O.U.M. se adaptó a la insurrección obrera de la misma forma que algunos meses antes se había adaptado a la mecánica electoral del Frente Popular. El giro a la izquierda completa, pero de ninguna forma repara el giro a la derecha. Durante su giro a la derecha, el P.O.U.M. conservó totalmente su posición híbrida, preparando de esta forma la futura catástrofe.
La participación en el gobierno “El otro error -escribe Vereecken-, fue la participación en el gobierno y la disolución de los comités.” ¿De dónde pudo venir este “nuevo error”, si la participación en la insurrección de julio había “reparado” la política errónea del periodo precedente? De hecho, la participación en el gobierno constituyó un nuevo zigzag que derivaba de la naturaleza centrista del partido. El camarada Sneevliet ha escrito que él “comprendía” esa participación. Esta fórmula ambigua muestra únicamente que SneevIiet no comprende las leyes de la lucha de clases en la época de la revolución. Las jornadas de julio de 1936, cuando el proletariado catalán, con una dirección justa, podía haberse apoderado, sin esfuerzos ni sacrificios suplementarios, de todo el poder, abriendo en toda España la era de la dictadura del proletariado, han concluido, en gran medida por culpa del P.O.U.M., en un régimen de dualidad de poder, es decir en un reparto provisional del poder entre el proletariado -los comités- y la burguesía, representada por sus lacayos, los dirigentes estalinistas, anarquistas y socialistas. El interés de los obreros estaba en acabar lo antes posible con este peligroso equivoco, haciendo pasar todo el poder a los comités, es decir, a los soviets españoles. Por el contrario, la tarea de la burguesía era aniquilar los comités en nombre del “poder único”. La participación de Nin en el gobierno constituyó una parte del plan de la burguesía contra el proletariado. Si Sneevliet “comprende” algo semejante, tanto peor para él. Por su parte, Vereecken es más prudente, ha escrito que la participación en el gobierno fue “otro error”. ¡No está mal este “error”, que consiste en sostener directamente el gobierno de la la burguesía contra el de los comités obreros!
”Pero -se apresura a añadir Vereecken para acortar la punta de su propia crítica- después de su salida del gobierno, se operó una clarificación en el P.O.U.M.”
Esto constituye una inexactitud manifiesta, ya refutada por el propio Vereecken, en su caracterización del P.O.U.M. Esto constituye una inexactitud manifiesta, ya refutada por el propio Vereecken, en su caracterización del P.O.U.M. citada anteriormente, como un partido “heterogéneo”, en el que la izquierda era débil. ¿Cuál es pues esta clarificación después de la cual el centrismo de izquierda constituye en el partido una débil minoría? ¿O quizá hay que entender que la “clarificación” ha tomado la forma de expulsión de los bolcheviques-leninistas?
La crítica del Secretariado Internacional
Pero Vereecken va aún más lejos en su camino de abogadillo del centrismo. Enumerando los “errores” del P.O.U.M., se apresura a enumerar a continuación, sin duda para conservar la simetría, los errores del Secretariado Internacional. Citémosle una vez más literalmente:
“Errores del S.I.: diez días después del 19 de julio, en París no se había adoptado posición. No se vio la importancia de los acontecimientos. No se ha asistido a la conferencia de Bruselas; se ha aplicado la resolución de París al pie de la letra. Se debería haber aprovechado esta ocasión para empujar al P.O.U.M. hacia una política revolucionaria. Se ha roto con Nin al publicar la carta de Trotsky.”
Duda uno de sus propios ojos leyendo esta acumulación de acusaciones: evidentemente el S.I. ha podido cometer tal o cual negligencia práctica, incluso tal o cual error político. Pero ponerlo al mismo nivel que la política del P.O.U.M., no puede ser posible más que para un hombre con postura de árbitro entre un partido que nos combate y nuestra propia organización internacional. El camarada Vereecken demuestra aquí -y no es la primera vez- una desesperante falta del sentido de la proporción. No obstante, examinemos más detalladamente sus acusaciones.
“Diez dias” después del 19 de julio, el S.I. no había adoptado una posición. Admitamos que sea cierto. ¿A qué se debe esto? ¿A la falta de información? ¿A una excesiva prudencia? Vereecken no dice nada. Por supuesto, es mejor tener “inmediatamente” una posición justa. El S.I. es la institución administrativa suprema. Debía ser muy prudente al tomar una posición política, y mucho más cuando no dirigía directamente -ni podía hacerlo- la lucha en España. Pero si el S.I. “diez días más tarde” aún no tenía posición, el camarada Vereecken, por su parte, un año más tarde, tiene una posición errónea, lo que es peor.
La conferencia de Bruselas
Observen que era necesario participar una vez más en la lamentable e insignificante conferencia de los centristas en Bruselas, para “empujar” al P.O.U.M. “hacia una política revolucionaria”. Era necesario actuar en el P.O.U.M., no en Barcelona, sino en Bruselas. No delante de las masas revolucionarias sino en la sala cerrada de una conferencia. ¡Como si fuese la primera vez que veíamos a los dirigentes del P.O.U.M.! ¡Como si durante seis años no hubiéramos intentado “empujarlos” en el camino de la política revolucionaria! Hemos utilizado todos los métodos, todos los caminos posibles: abundante correspondencia, numerosos artículos y folletos enteros, contactos organizativos, envío de delegados, y por último, la crítica pública. Sin embargo, en lugar de entrar en la vía de la política marxista, los dirigentes del P.O.U.M., se aterrorizan ante las inexorables exigencias de la revolución, han entrado definitivamente en la vía del centrismo. Evidentemente, para Vereecken, todo esto no es mas que una casualidad carente de importancia, por el contrario, debía tener una enorme importancia la conferencia centrista de Bruselas., en la que Vereecken, en presencia de uno o dos dirigentes del P.O.U.M., pronunciase un discurso que, en el mejor de los casos, no hubiera podido hacer nada más que repetir lo que ya estaba escrito centenares de veces antes de la conferencia. También esta vez, en el caso del camarada Vereecken, el centrista se transforma en sectario. ¡Para el sectario, el momento supremo de la existencia es aquel en el que se exhibe en su conferencia número 1001!
La carta de Trotsky
Para acabar, la última acusación, la publicación de la carta de Trotsky[8]. Por lo que yo sé, ésta no estaba destinada a la publicación. Pero, verdaderamente hace falta haber perdido los últimos restos de sentido político para ver en su publicación un importante factor en la determinación de nuestras relaciones con el P.O.U.M. La carta calificaba la participación en la alianza con la burguesía como “traición” al proletariado.[9] ¿Es correcto o no? Nunca hemos sospechado de la honestidad de las intenciones de Nin. Pero la apreciación política de su participación en el Frente Popular como un acto de traición era perfectamente justa. En estas condiciones, ¿de qué forma podía “cortarnos” con Nin la publicación de esta carta? Incluso antes de la publicación de la carta, estábamos bastante cortados con él, y no por casualidad: toda su política iba en sentido contrario a la nuestra. No fue por capricho el hecho de que Nin rompiera con nosotros tres años antes de la publicación de la carta de Trotsky. ¿A menos que Vereecken quiera decir que después de las elecciones Nin evolucionaba hacia nosotros y que la publicación de esa carta, cortó esta evolución?
Las palabras de Vereecken no pueden tener otro sentido, admitiendo que tengan alguno. De hecho, nosotros sabemos que Nin y sus amigos han seguido pensando que tenían razón al participar en el Frente Popular y posteriormente en el gobierno, y que ellos mismos reclamaron 1a renovación de esta participación. Y esto, no es un error, sino toda una línea política. En fin, incluso si se admite que el P.O.U.M. haya comprendido el “error” que constituyó su participación en el Frente Popular, ¿ de qué manera la publicación de esta carta, que contenía una caracterización tan viva de ese error, podía impedir la evolución del P.O.U.M.? ¿Quiere decir Vereecken -suponiendo que realmente quiera decir algo- que Nin se sintió tan ofendido por la carta que decidió volver a su errónea posición anterior? Ésta es una consideración demasiado injuriosa para Nin, que estaba guiado por ideas políticas, y no por estrechas consideraciones de amor propio.[10]
Éstos son los “errores del S.I.” que Vereecken coloca al mismo nivel que la política centrista del P.O.U.M. Al hacer esto, no hace más que demostrar que él mismo se sitúa en una postura de “árbitro” entre el centrismo y el marxismo.
La preparación de las jornadas de mayo de 1937
Vereecken pasa inmediatamente a los acontecimientos de mayo de este año:
“Se constata -dice- que el P.O.U.M. los esperaba y se armaba. La amplitud de los acontecimientos sorprendía al partido. Pero cualquier partido se hubiera visto sorprendido.”
Aquí no hay una sola frase que no sea un error -y no un error fortuito, sino el producto de una línea política incorrecta. “Prever” los Acontecimientos de mayo y prepararse para ellos, sólo podía hacerse de una manera, declarando una guerra implacable a los gobiernos de Cataluña y España, negándoles toda colaboración política, oponiendo su partido a todos los demás, es decir, a sus direcciones, en particular y ante todo a la dirección de la C.N.T. ¡No permitir ni un solo instante que las masas puedan confundir a los dirigentes revolucionarios con los lacayos de la burguesía! Una política intransigente de este tipo, evidentemente con la participación activa en la lucha militar y en los movimientos revolucionarios de las masas, hubiera asegurado al P.O.U.M. una inquebrantable autoridad entre los obreros anarquistas, que constituyen la gran mayoría del proletariado catalán. En vez de esto, el P.O.U.M. reclama la vuelta de sus dirigentes al gobierno contrarrevolucionario, mientras aseguraba en cada número de La Batalla que los obreros podían apoderarse del poder sin combate.[11] Con este mismo fin, el P.O.U.M. lanzó el proyecto de un congreso específico convocado por obreros y campesinos.[12] Precisamente ésta es la razón porla que el P.O.U.M. participó en el gobierno burgués a fin de transmitir el poder a los obreros y campesinos.” Precisamente ésta es la razón por la que el P.O.U.M. se ha visto sorprendido y por la que los acontecimientos de mayo no han constituido para él mas que una nueva etapa en el camino de la catástrofe. “¡Pero, exclama Vereecken, cualquier partido se hubiera visto sorprendido!” Esta frase increíble demuestra una vez mas que Vereecken ignora la diferencia entre un partido centrista y un partido marxista. Ciertamente se puede admitir que una insurrección que nace directamente de las masas puede desbordar, en mayor o menor medida, a cualquier partido revolucionario. Pero toda la diferencia reside precisamente en esta medida. Aquí también la cantidad se transforma en calidad. Un partido centrista se ve arrastrado por los acontecimientos, se ahoga en ellos, mientras que un partido revolucionario, al final, los domina, asegurando la victoria.
“Defensiva, no ofensiva”
“El 4 y el 5 de mayo, continúa Vereecken, su política (la del P.O.U.M.) fue justa: defensiva, no ofensiva. En aquellas circunstancias, ir hacia la toma del poder era una aventura. El gran error del P.O.U.M. fue sembrar ilusiones durante la retirada, haciendo pasar la derrota por una victoria.”
Se puede ver con qué precisión de boticario Vercecken pesa y equilibra las acciones “correctas” e “incorrectas” del P.O.U.M. Sin embargo, el conjunto de su razonamiento es falso. ¿Quién ha dicho -y dónde- que marchar hacia la toma del poder en mayo era una aventura? Para empezar, ésta no es la opinión del propio P.O.U.M. La víspera, aún aseguraba a los obreros que, si querían, se podían apoderar del poder sin combate. Los obreros “quisieron”. ¿Dónde está aquí la aventura? El elemento de provocación traidora de los estalinistas, no tiene, desde el punto de vista que nos interesa, más que una importancia secundaria. Todos los informes publicados después de los acontecimientos demuestran que con una dirección mínimamente sería y con confianza en ella misma, la victoria de la insurrección de mayo estaba asegurada. En este sentido, el P.O.U.M. tenía razón cuando decía que los obreros podían tomar el poder si lo “querían”. Solamente olvidaba añadir: “ Desgraciadamente no tenemos una dirección revolucionaria.” El P.O.U.M. no podía llevar al proletariado catalán a la ofensiva revolucionaria porque –y únicamente por eso- toda su política anterior le había hecho incapaz de una iniciativa semejante.
Las “jornadas de julio” de 1917 y las “jornadas de mayo” de 1937
Aquí, sin embargo, el camarada Vereecken puede respondernos:
. “Pero si incluso los bolcheviques no se decidieron a apoderarse del poder, en julio de 1917, se limitaron a la ofensiva, haciendo salir a las masas del fuego con el menor numero de víctimas posible. ¿Por qué una política semejante no podía ser conveniente para el P.O.U.M.?”. Examinemos el argumento. A los camaradas Sneevliet y Vereecken les gusta mucho repetir que “España no es Rusia”, etc. Homilías abstractas de este tipo no dan una impresión seria. Bien o mal, durante los seis años pasados, nos hemos esforzado en analizar las condiciones concretas de la revolución española. Desde el principio advertimos que no había que esperar un desarrollo rápido de los acontecimientos, como ocurrió en Rusia. Por el contrario, utilizamos la analogía con la Gran Revolución francesa que comenzó en 1789, y tuvo que atravesar una serie de etapas hasta llegar a su punto culminante en 1791. Precisamente debido a que no somos dados a esquematizar los acontecimientos histó’ricos,, no creemos que sea posible aplicar la táctica de los bolcheviques en julio de 1917 en Petersburgo a los acontecimientos de mayo de 1937 en Cataluña. “España no es Rusia.” Las diferencias son demasiado evidentes.
La manifestación armada del proletariado petersburgués estalló cuatro meses después del inicio de la revolución, tres meses después que el partido bolchevique hubiera lanzado un programa verdaderamente bolchevique, la Tesis de Abril de Lenin. La inmensa mayoría de la población de este gigantesco país, apenas comenzaba a desligarse de las ilusiones de febrero. En el frente se encontraba un ejército de doce millones de hombres, que justo ahora, comenzaban a oír hablar de los bolcheviques. En estas condiciones, la insurrección del proletariado de Petersburgo, aislada, hubiera conducido irremediablemente al aplastamiento. Había que ganar tiempo. Ésta fue la circunstancia que determinó la táctica de los bolcheviques.
En España, los acontecimientos de mayo tuvieron lugar, no después de cuatro meses, sino después de seis años de revolución. Las masas de todo el país habían hecho una gigantesca experiencia. Hacía mucho que habían perdido las ilusiones de 1931, así como las ilusiones recalentadas del Frente Popular. Han podido demostrar en numerosas ocasiones, en todas las regiones del país, que estaban dispuestas a llegar hasta el fin. Si el proletariado de Cataluña se hubiera apoderado del poder en mayo de 1937, hubiera encontrado el apoyo de toda España. La reacción burguesaestalinista no hubiera encontrado ni siquiera dos regimientos para aplastar a los obreros catalanes.
En el territorio ocupado por Franco, no sólo los obreros, sino incluso, los campesinos, se hubieran colocado del lado de los obreros de la Cataluña proletaria, hubieran aislado al ejército fascista, introduciendo en é1 una irresistible disgregación. En tales condiciones, es dudoso que algún gobierno extranjero se hubiera arriesgado a lanzar sus regimientos sobre el ardiente suelo de España. La intervención hubiera sido materialmente imposible, o por lo menos peligrosa.
Evidentemente en toda insurrección existe un elemento imprevisto y arriesgado, pero todo el curso ulterior de los acontecimientos ha demostrado que, incluso en caso de derrota, la situación del proletariado español hubiera sido incomparablemente más favorable que la actual, sin tener en cuenta que el partido revolucionario habría asegurado su porvenir para siempre.
¿Pero, en qué funda Vereecken su categórica afirmación, según la cual, en aquellas circunstancias, la toma del poder en Cataluña hubiera sido una “aventura”? Absolutamente en nada, excepto en el deseo de justificar la impotencia del centrismo y de su propia política, que ha sido y sigue siendo solamente la sombra del centrismo.
Vereecken defiende la expulsión de los bolcheviques-leninistas
La conclusión de todo el informe está al mismo nivel que el resto del mismo:
“No existe democracia en el P.O.U.M., se dice, y sin embargo, si los bordiguistas[13] quisieran entrar en nuestra organización,” contesta Vereecken, sin duda les aceptaríamos, pero sin derecho de fracción.” ¿Quién dice eso? ¿Un abogado del centrismo o un revolucionario que se encuentra en las filas de los bolcheviques-leninistas? No hay nada más fácil de entender La democracia del P.O.U.M. satisface plenamente a Vereecken. Los oportunistas excluyen de su partido a los revolucionarios: Vereecken dice: los oportunistas tienen razón, ya que los malvados revolucionarios construían fracciones. Recordemos una vez más que Vereecken ha dicho del P.O.U.M. que es un partido “reciente”, “heterogéneo”, “la Izquierda es débil en él”. De este partido heterogéneo, en el fondo constituido enteramente a base de fracciones y de subfracciones, el P.O.U.M. excluye, no a los reformistas demostrados, ni a los nacionalistas pequeñoburgueses catalanes, ni, evidentemente, a los centristas, sino únicamente a los bolcheviques-leninistas.[14] Sin embargo parece que está claro. Pero el “bolchevique-leninista” Vereecken aprueba los actos de represión reaccionaria de los centristas. Podéis observar como se preocupa por el aspecto jurídico del derecho a las fracciones y no por la cuestión política de su programa y de su táctica. Desde el punto de vista de un marxista, la existencia de una fracción revolucionaria en el interior de un partido centrista es un hecho positivo; la de la fracción sectaria u oportunista en un partido revolucionario es un hecho negativo. El hecho de que Vereecken reduzca la cuestión de las fracciones al simple hecho de su existencia, demuestra únicamente que ha borrado la línea de demarcación entre el centrismo y el marxismo. Un verdadero marxista diría: “Se dice que en-el P.O.U.M. no existe democracia. Falso. Allí existe la democracia, para los derechistas, para los centristas, para los confusionistas. Pero no para los bolcheviques-leninistas.” En otras palabras, la extensión real de la democracia en el P.O.U.M. queda limitada por el contenido real de la política centrista, radicalmente hostil al marxismo revolucionario.
Salida imperdonable
Pero Vereecken no se detiene ahí. En su interés por la defensa del P.O.U.M., recurre a una calumnia directa -imposible de calificarla de otra manera- contra nuestros camaradas de Cataluña. “La sección B.-L. de Barcelona, dice, está formada por carreristas y aventureros.”.[15] ¡No puede uno creer lo que ven sus ojos cuando lee esta frase! ¿Quién ha escrito esto? ¿Un socialdemócrata? ¿Un estalinista? ¿Un enemigo burgués? No, esta frase ha sido escrita por un responsable de nuestra sección belga.
¡Aquí se ve lo que cuesta conservar los errores que han sido desvelados por todo el curso de los acontecimientos! Mañana, si el boletín belga cae entre sus manos, los agentes de la G.P.U. en Barcelona dirán: “Según confesión del propio Vereecken, los bolcheviques-leninistas son carreristas y aventureristas. ¡Hay que acabar con ellos por los medios apropiados! Creo que todas las secciones tienen el deber de declarar que rechazamos con indignación la inadmisible calumnia del camarada Vereecken, y que sostenemos con toda nuestra autoridad internacional a nuestra joven sección española. Yo añado: como queda demostrado por el llamamiento programático del 19 de julio último, nuestros camaradas de Barcelona han comprendido las tareas de la revolución con una profundidad y una seriedad infinitamente más grandes que Vereecken. El verdadero “error” del Secretario Internacional consiste en no haber condenado hasta ahora la declaración de Vereecken y no haber exigido a la sección belga que la condene ella misma.
Una vez más, hay que ayudar al camarada Vereecken a volver al camino correcto
No tenemos la más mínima intención de exacerbar .las diferencias. Hemos visto al camarada Vereecken en diversas circunstancias y en diversas etapas del desarrollo de la sección belga y de la organización internacional. Hemos sabido apreciar la abnegación del camarada Vereecken por la causa de la clase obrera, su energía, su interés en dar, desinteresadamente, todas sus fuerzas a esta causa. Los jóvenes obreros deben aprender todo esto del camarada Vereecken. Pero en lo que concierne a sus posiciones políticas, desgraciadamente se encuentran muy a menudo muchos metros a la derecha o muchos metros a la izquierda de la línea marxista, lo que no impide al camarada Vereecken atacar a los que se mantienen en esta línea. En el pasado, fue preciso combatir profundamente las tendencias sectarias del camarada Vereecken, que han causado bastante daño a la sección belga. Pero, incluso entonces, no era un secreto que el sectarismo no es más que la yema en la que puede abrirse la flor del oportunismo. Ante nosotros tenemos ahora una confirmación excepcional clara de esta ley de la botánica política. El camarada Vereecken ha demostrado su sectarismo en cuestiones de segundo orden, o en cuestiones formales de organización, para caer en el oportunismo en una cuestión política de trascendencia histórica.
La vida interna de la IVª Internacional descansa sobre los principios de la democracia. El camarada Vereecken emplea ampliamente esta democracia, incluso a veces de forma anárquica. Sin embargo, la superioridad del régimen democrático consiste en que la aplastante mayoría, apoyada sobre la experiencia y la discusión fraternal, puede formular libremente su opinión autorizada y llamar oportunamente al orden a una minoría que se lanza por una vía peligrosa. Éste es el mejor servicio que puede hacerse actualmente a nuestra sección belga, y al mismo tiempo a la sección holandesa.[16].
CRUX
Notas
[1] Vereecken protestaría en el texto mencionado en la nota precedente, contra la asociación establecida por Trotsky, entre Sneevliet y él. El R.S.A.P., partido de Sneevliet, había tomado parte en la conferencia de Bruselas, organizada por el Buró de Londres. A propósito de esto Gorkin habla escrito en La Batalla del 22 de noviembre de 1937, que él había “decidido mantenerse apartado del centro por la IVª Internacional, así como colaborar con el P.O.U.M., del que aprobaba sus posiciones políticas”, sin provocar el desmentido de Sneevliet ni del R.S.A.P., La Lutte ouvriére del 5 de julio había publicado una declaración del Buró del Centro por la IVª Internacional, que hacía un balance pesimista de sus relaciones con el R.S.A.P., haciéndolas públicas. Vereecken estaba en minoría en su partido, y, sin embargo, no había transgredido la disciplina. Consideraba la entrada del P.O.U.M. en el Gobierno de la Generalitat como un error político grave, al contrario de Sneevliet, que lo aprobaba. Sin embargo, los dos hombres estaban muy próximos, como lo demostró la lucha obstinada del fiel Vereecken para que Sneevliet fuese “rehabilitado” por la IVª Internacional, después de la guerra, y retiradas las acusaciones que le había lanzado Trotsky
[2] El P.S.R., fundado en octubre de 1936,por la fusión de Action Socialiste Révolutionnaire, de Walter Dauge, tendencia excluida del Partido Socialista, en la que se encontraban los trotskystas “entristas” de León Lesoil- y del grupo Spartakus, de Vereecken, que se había escindido en el momento de la adopción de la política entrista, estaba adherido al Centro por la IVª Internacional
[3]No nos ha sido posible encontrar el texto de estas actas, de las que Trotsky ofrece abundantes citas en las líneas siguientes, sin que Vereecken discuta la autenticidad, incluso cuando discute la interpretación y sobre todo la brevedad. En su opinión se trataba de un resumen que rozaba la caricatura, redactadas por un secretario que no era imparcial.
[4] Desde el mes de septiembre de 1936, La Batalla publicó extractos de Nieuwe Fakkel, órgano del R.S.A.P., asi como un artículo de Sneevliet (21 de septiembre de 1936).
[5] Trotsky revela aquí su verdadera preocupación. Su postura -a pesar del precio que tenga que pagar en el plano de la amistad personal- no fue comprendida en las filas de la IVª Internacional, provocando algunas reticencias, cuando no verdadera resistencia. Desde este punto de vista, la matizada política de Vereecken frente al P.O.U.M. es más peligrosa que la incondicionalidad de Sneevliet.
[6] Por “fracción marxista”, Trotsky no puede sino entender “fracción trotskysta”; por “fracción centrista”, entiende lo que corrientemente se llamaba “la izquierda” del P.O.U.M., o sea, Juan Andrade y los dirigentes de la J.C.I. alrededor de Wilebaldo Solano.
[7] Vereecken responde que el error de Trotsky consistía en haber creído que el P.O.U.M. “no podía desembarazarse de su derecha”, y que la política sectaria del S.I. y del Movimiento por la IVª Internacional había reforzado considerablemente la derecha del P.O.U.M. Explica más detalladamente su punto de vista cuando escribe: “El P.O.U.M., por la política de sus dirigentes, era centrista, pero por su composición social y por la presión de los acontecimientos, era capaz de convertirse en un partido susceptible de conducir a las masas al poder”. Aparentemente, ésta era la idea de Trotsky en julio-agosto de 1936, sin embargo, éste no se atrevió a seguir esperando desde abril de 1937
[8] Según el texto de Trotsky, se trataría de la carta del S.I. publicada en La Lutte ouvriere del 15 de agosto de 1936. Pero, Vereecken, en su respuesta, habla de “la carta que Trotsky envió no hace mucho a la sección de Madrid”. De hecho, todas estas cartas vuelven sobre el tema de lo que Trotsky llamaba la “traición” del P.O.U.M., expresada por vez primera en un artículo publicado en el New Militant, del 15 de febrero de 1936
[9] Aun admitiendo que “objetivamente” la participación electoral del P.O.U.M. en el Frente Popular era una traición, al término de la prolongada discusión sobre la “traición objetiva” y la “traición subjetiva”, Vereecken concluyó en su respuesta, que esta calificación de “traición” era “falsa en el fondo y poco diplomática en la forma”.
[10] Vereecken niega la interpretación de su pensamiento dada aquí por Trotsky: “Lo que nosotros pretendemos es que los calificativos empleados en esta carta han sido sacados a relucir de todas las formas posibles, y que en este sentido, no han hecho sino daño a nuestro movimiento” Dos años más tarde, en un folleto titulado La Revolución española asesinada, Jean Rous, que había sido el enviado por el S.I. a España en 1936, escribirá, “rememorando los hechos”: “No estamos seguros que, frente al P.O.U.M., una determinada forma de exponer las condiciones formales, de exigir garantías por adelantado, no hubiera producido más daño que beneficio a las ideas bolcheviques leninistas”. Juicio más señalable, ya que algunas líneas antes evoca la salida “de los grupos sectarios típicos, al estilo de Vereecken”.
[11] . Efectivamente, ya hemos visto cómo este era el tema central de los discursos de Nin en el período precedente a las jornadas de mayo: “En las actuales circunstancias, el proletariado puede tomar el poder sin recurrir a la insurrección armada” (14 de marzo). “La clase obrera, con las posiciones que conserva, puede tomar el poder sin recurrir a la violencia” (21 de marzo).
[12] Hemos visto antes que el Comité Central del P.O.U.M. del 30 de marzo de 1937 había reclamado la convocatoria de este “congreso” por un “gobierno constituido por representantes de todas las organizaciones políticas y sindicales de la clase obrera”. El 10 de abril, Nin reclamaba un “gobierno obrero y campesino” que convocaría este congreso y elegiría “el gobierno con plena autoridad que se ha hecho necesario para la guerra y la revolución”. A esta confusión se añadían las que introducían los órganos de prensa del P.O.U.M., al interpretar a su aire este texto. La Lutte ouvriere del 9 de abril de 1937 oponía de esta forma el programa del P.O.U.M., a los comentarios del semanario de este mismo partido en Barcelona. “Al mismo tiempo, en La Hora se hablaba de la participación en un gobierno en el que había menos burgueses La Hora publicó a finales de febrero una editorial pidiendo la reintegración en el gobierno “con mejor representación que la primera vez, y con menor representación de la Esquerra”.Ésta es su idea del gobierno obrero y campesino. ¿Es necesario añadir que la campaña por un congreso de los comités no podía concebirse sin una campaña paralela, incluso previa, para la creación de los comités, y que en nuestra opinión, no se hizo nada en este sentido, particularmente donde el P.O.U.M. era mayoritario? Por otra parte puede resultar extraño que Trotsky no haya experimentado la necesidad de llevar una polémica con la fórmula empleada otras veces por Nin (por ejemplo, en Los problemas , pp. 179, 198) de “cortes Constituyentes de los Comités”, etc. En su carta dirigida en 1930 a los “tres” dirigentes italianos (Tresso-Blasco, Leonetti-Feroci, Ravazzoli-Santini) que acababan de ser excluidos del partido comunista italiano escribía: “Usted me recuerda que critiqué en su época la consigna de “Asamblea republicana basada en los comités obreros y campesinos”, consigna lanzada antiguamente por el partido comunista italiano. Quisiera deciros por qué creo que esta fórmula es errónea, o por lo menos equívoca. La “Asamblea republicana”, evidentemente forma parte del aparato de estado burgués. Entonces, ¿qué son los comités obreros y campesinos? Es evidente que en alguna medida equivalen a los soviets obreros y campesinos. Entonces lo que hay que hacer es decirlo. Estos organismos de clase de los obreros y los campesinos pobres, que usted llama soviets o comités, constituyen siempre organizaciones de lucha contra el estado burgués, posteriormente se transforman en organismos insurreccionales, para transformarse, después de la victoria, en organismos de la dictadura de proletariado. ¿Cómo es posible, en estas condiciones, que una Asamblea republicana -órgano supremo del estado burgués- tenga como “base” las organizaciones del estado proletario?” (León Trotsky; “Respuesta a los camaradas de la nueva oposición del P.C.I.”, 14 de mayo de 1930. La Lutte de classes, no 23, julio de 1930 pp. 520-529-
[13] Este término, derivado del nombre de Amadeo Bordiga, uno de los fundadores del P.C.I., dirigente, desde 1921, de su “izquierda antiparlamentaria” y hostil al frente único, se había convertido, bajo la pluma de Trotsky, en sinónimo de “ultraizquierdista”.
[14] Julián Gorkin escribió en La Batalla del 24 de abril de 1937 que si los trotskystas se negaban a entrar por la puerta grande del P.O.U.M., que estaba abierta para ellos, serían “arrojados por la ventana”.
[15] Vereecken no era el único que mantenía una posición severa respecto a los miembros del grupo bolchevique leninista de Barcelona; se, pueden encontrar otras semejantes en los escritos de los dirigentes del P.C.I., francés o del grupo de Fosco. La personalidad y el carácter de Munis, principal dirigente de los B-L.españoles, era muy discutida; sin embargo, ni las críticas más severas, aunque llegaron a tratarle de “aventurerista”, jamás hablaron de “carrerismo” en un hombre cuyo coraje, cuya devoción, se cuentan por años de cárcel. Nadie ha rechazado la personalidad de Winter, llamado Moulin, asesinado por la G.P.U. durante el mismo verano de 1937; Katia Landau escribió de él que: “los camaradas del P.O.U.M. siempre le estimaron como un revolucionario puro y devoto” (Katia Landau, El Estalinismo en España, P. 47). Aquí, más que en otras partes, hay que culpar a la violencia verbal de las polémicas y al abuso probablemente inevitable de los epítetos. Los últimos dirigentes B.-L. en España, Moulin y Carlini, fueron arrestados a comienzos de 1938, y culpados del asesinato de un agente de la G.P.U., León Narwitch, que probablemente habría sido liquidado por los militantes del P.O.U.M. Munis, evadido de la prisión durante el desastre republicano en Cataluña, llegaría a Francia a comienzos de 1938, mientras que Carlini, evadido en las mismas circunstancias, no llegó a Francia hasta 1940. Posteriormente Munis se refugió en México, Carlini moriría deportado en un campo de concentración alemán
[16] La ruptura entre el Centro por la IVª Internacional y el R.S.A.P. se consumará en enero de 1938. La polémica se envenenaría a partir del asesinato de Ignace Reiss y de León Sedov. Trotsky habla reprochado a Sneevliet y a Víctor Serge los errores y las imprudencias en sus contactos con Reiss, y se había indignado por las acusaciones lanzadas contra los allegados de León Sedoy por Sneevliet. En un texto ya mencionado Vereecken posteriormente subrayó el papel exacto jugado por el agente estalinista Zborowsky, colaborador de León Sedov. La viuda de Ignace Reiss, Elsa Poretsky, en su libro de memorias (Les Nótres, pp. 268-279) da por supuesta la responsabilidad de Etienne-Zborowsky, y acusa de hecho a Victor Serge de haber cometido imprudencias en indiscreciones que habrían facilitado la tarea del agente de la G.P.U. En cuanto a Vereecken -su dimisión del partido socialista revolucionario belga, que le había elegido para el comité central desde su fundación en octubre de 1936- fue aceptada por el segundo congreso en julio de 1938.
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¿Comisión de investigación o arreglo de cuentas?
4 de septiembre de 1937
Sacado de “Encore une fois contre Fenner Brockway”, publicado en La Lutte ouvriére, el 9 de diciembre de 1937. Fenner Brockway secretario del Buró de Londres -al que estaba adherido el P.O.U.M.- había expresado el rechazo de esta organización a colaborar en los trabajos de la comisión de investigación sobre los Procesos de Moscú -a la que reprochaba haber sido constituida a iniciativa de un comité de defensa de Trotsky- anunciando la intención de llevar su propia investigación, cuyas conclusiones aún no habían sido dadas a conocer. Se sabe que las organizaciones adheridas al Buró de Londres consideraban en general válidas las conclusiones estalinistas de los Procesos de Moscú, a pesar de que el P.O.U.M. había apreciado correctamente la relación que existía entre la represión contra los viejos bolcheviques en Moscú y la represión contra los revolucionarios en España. Trotsky subraya aquí las contradicciones de sus adversarios “centristas”. T. 4206.
( )Los gángsters de la G.P.U. han asesinado en España al dirigente del P.O.U.M. Andrés Nin. Nin era mi adversario. Por el contrario Fenner Brockway le consideraba como un camarada. Si el Buró de Londres y los demás Poncios Pilatos “imparciales” hubieran organizado una investigación sobre las falsificaciones de Moscú inmediatamente después del proceso de Zinoviev y Kamenev, la G.P.U. no se hubiera atrevido a lanzar contra los dirigentes del P.O.U.M., la falsa acusación, según la cual colaboraban con el general Franco. Sin embargo, no lo hicieron.
Esta gente “imparcial” ha protegido a la G.P.U. Resultado: Nin ha sido asesinado, igual que decenas y centenas de sus camaradas. El P.O.U.M. ha sido aplastado. No es necesario volver sobre los errores cometidos en el pasado, pero, ¿no creen que ha sonado la hora para una investigación internacional sobre los crímenes cometidos en España por la G.P.U?
( ) Para terminar, creo necesario evocar otro hecho no desprovisto de importancia Fenner Brockway ha propuesto la constitución de una comisión internacional de investigación sobre mi actividad política, pretendiendo incluir, con una curiosa precipitación, a Norman Thomas, Otto Bauer y otros de mis enemigos políticos jurados.[1]
La propia idea de un juicio “oficial” sobre la actividad política de una persona o un partido, constituye un absurdo de tal calibre que no podría evocarse más que en un periódico humorístico de provincias. Esto es algo que Fenner Brockway no puede entender. Sin embargo ha intentado explotar las sangrientas confusiones de Moscú para golpear al bolchevismo -al trotskysmo- al cual odia, intentando disimular su lucha fraccional bajo la cobertura de una “investigación” imparcial: ya es sabido que a los especialistas en moral les gusta pescar en agua turbia.
Nosotros, “inmorales bolcheviques”, actuamos de otra forma. Criticamos abiertamente a Nin cuando vivía, y no cambiaremos nuestra apreciación sobre él, después de su muerte. Sin embargo, como no hemos dudado ni un minuto en la incorruptibilidad de este militante proletario, estamos dispuestos a hacer todo lo posible para rehabilitar su nombre y para atacar implacablemente a sus verdugos.
Declaramos por adelantado a Fenner Brockway y a los demás especialistas en moral, que ninguno de nuestros camaradas ni simpatizantes intentará explotar la investigación sobre el asesinato de Nin, para hacer un arreglo de cuentas con él.
Para luchar contra el centrismo y el oportunismo, no tenemos ninguna necesidad de escondernos tras una comisión creada para otros fines. Dejamos estos métodos a los Tartufos de la moral idealista. Somos mucho más materialistas y preferimos llamar a las cosas por su nombre y a la estupidez, algo propio de gente estúpida.
Los golpes contra nuestros adversarios los damos abiertamente y sin otra responsabilidad que la nuestra propia.[2]
Notas
[1] Norman Thomas era el dirigente del Partido socialista americano, Otto Bauer el dirigente -en la emigración- del Partido socialdemócrata austríaco. Trotsky escribe del primero (Su moral y la nuestra, p. 54): “Al llegar de España, Norman Thomas ha declarado que los trotskystas ayudaban “objetivamente a Franco”, y gracias a este absurdo el propio Norman Thomas ha otorgado un apoyo objetivo a los verdugos de la G.P.U. Este apóstol excluía a los trotskystas de su partido al mismo tiempo que los verdugos de la G.P.U. asesinaban a sus camaradas en la U.R.S.S. y en España”. Sobre Otto Bauer escribió (Ibidem, p. 56) “Otto Bauer no se burla con moderación de la justicia de Vychinski más que para apoyar “imparcialmente” la política de Stalin: “El destino de la U.R.S.S. es el propio del estalinismo mientras el desarrollo interno de la U.R.S.S. no sobrepase la fase estalinista””.
[2] Trotsky expone aquí los temas que desarrollará más ampliamente en Su moral y la nuestra, a principios de 1938.
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Contra el “derrotismo” en España
Respuesta a preguntas relativas a la situación española 14 de septiembre de 1937
Este documento constituye la respuesta taquigráfica de Trotsky en inglés a las preguntas de un militante de Los Ángeles, Dick Lorre, miembro de la Appeal Association, ala izquierda del partido socialista americano, constituida en torno a los militantes trotskystas. No tenemos el texto de estas preguntas, pero parece que todas se refieren al mismo problema, la actitud de los revolucionarios frente al gobierno Negrín que, bajo el patronazgo de Stalin, y la mirada complaciente de los gobiernos de Londres y París, acababa de reprimir duramente a la extrema izquierda y estaba a punto de crear las condiciones para la derrota en la guerra contra Franco y sus aliados. Sin llegar hasta las posturas de ciertos grupos bordiguistas que no veían en la guerra civil más que una lucha entre clanes burgueses rivales -algo semejante a una “guerra imperialista”- y estaban por el “derrotismo revolucionario”, un grupo de militantes americanos mantenían una postura en contra de todo apoyo “político o material” al gobierno burgués leal. Estos militantes, miembros de la Appeal Association, constituían el grupo “Joerger-Salemme”. Attilio Salemme era de New York y Joerger de Chicago: los dos simpatizaban con la Revolutionary Workers League, de Hugo Oehler. Lo que Trotsky llama aquí “la resolución Salemme”, era uno de los textos de discusión interna de la Appeal Association anterior a la “salida” del partido socialista americano y la fundación del Socialist Workers Party. Titulado Shall the international Proletariat give Material Aid to the Spanish Loyalist Government?”, debía aparecer en el Internal Bulletin, Organising Commitee for the socialist Party Convention, 1 de octubre de 1937, al mismo tiempo que el texto de Trotsky titulado “Answer to Questions Concerning the Spanish Situation”. T. 4208.
1) La diferencia entre Negrin y Franco es la diferencia entre la putrefacta democracia burguesa y el fascismo.
2) Siempre y en todas partes, ahí donde los obreros revolucionarios no son lo suficientemente fuertes como para acabar con el régimen burgués, han de defender incluso la propia democracia burguesa, contra el fascismo, pero, sobre todo, han de defender sus propias posiciones en el seno de la democracia burguesa.
3) Sin embargo, los obreros no defienden la democracia burguesa con los métodos de la democracia burguesa (Frente Popular, bloques electorales, coaliciones gubernamentales, etc.), sino con sus propios métodos: es decir, con los métodos de la lucha revolucionaria de clases. Así es como participan en la lucha militar contra el fascismo, mientras continúan defendiendo sus propias organizaciones, sus derechos y sus intereses contra el gobierno democrático burgués.
4) La democracia burguesa se descompone al mismo tiempo que el que la ha engendrado. El simple hecho de que pueda darse una insurrección fascista contra la democracia burguesa, es un síntoma de que sus días están contados. Ni siquiera la “regeneración” de la democracia burguesa puede figurar en el programa del proletariado. La defensa de la democracia burguesa contra el fascismo es únicamente un episodio táctico subordinado a nuestra línea, que consiste en acabar con la democracia burguesa e instaurar la dictadura del proletariado.
5) La coalición con la burguesía bajo la etiqueta del Frente Popular, la participación en el gobierno del Frente Popular, el apoyo político a un gobierno de este tipo, la renuncia a la agitación independiente y a la organización de cara al derrocamiento revolucionario del gobierno burgués, no pueden, en el mejor de los casos, sino alargar la agonía de la democracia burguesa y facilitar el triunfo del fascismo. No sólo la política de los estalinistas, y de los socialistas, agentes directos de la contrarrevolución, sino incluso la de los dirigentes de la C.N.T. y del P.O.U.M., ha sido y sigue siendo nociva para los intereses del proletariado.
6) Pero si es cierto -y lo es- que tanto el gobierno Negrín-Stalin como el de Franco son los guardianes del capital, si es cierto que la politica de Negrin-Stalin conduce inevitablemente a la victoria del fascismo, no es menos erróneo concluir que en la lucha entre los dos ejércitos, el proletariado podría adoptar una posición neutral. El proletariado español, como el internacional, está interesado en: a), la derrota militar de Franco; y b), a que en la guerra civil se ponga en práctica una política capaz de provocar en el plazo más corto posible el derrocamiento del gobierno Negrín-Stalin.
7) Se nos puede objetar que durante una guerra entre dos estados burgueses el proletariado, cualquiera que sea el régimen político de su país, debe adoptar la postura según la cual “la derrota de nuestro propio gobierno es un mal menor”. ¿Esta regla no es igualmente aplicable a la guerra civil en la que se enfrentan dos gobiernos burgueses? De ninguna forma. En una guerra entre dos Estados burgueses, el objetivo es una conquista imperialista, no la lucha entre la democracia y el fascismo. En la guerra civil española, la cuestión es: democracia o fascismo.
Para la clase capitalista, la diferencia entre democracia y fascismo no es decisiva. Según las circunstancias utiliza una u otro para sus propios fines. Pero, para los agentes pequeño burgueses del capital -los dirigentes de la socialdemocracia, los estalinistas y los anarquistas- la democracia es la propia fuente de su existencia y de su influencia. El fascismo significa para ellos desastre y exterminio. El proletariado revolucionario no puede colocar los dos campos en lucha en un mismo saco: debe utilizar este combate para sus propios intereses. No puede alcanzar el éxito con una política neutral, sino por el contrario, golpeando militarmente a su enemigo número uno: el fascismo.
8) Evidentemente, Franco es un enemigo directo de las masas obreras y campesinas. Negrín. Caballero, Stalin y Companys, son enemigos menos evidentes, camuflados, que aún dirigen a millones de obreros y campesinos. Con Franco, el único combate posible es un combate físico, con Negrín, un combate físico actualmente es imposible, porque los elementos revolucionarios están en minoría y porque el combate físico -que es inevitable- debe ser preparado políticamente. Los medios más eficaces para esta preparación política, consisten en desenmascarar y denunciar la desastrosa política militar del gobierno, explicando a las masas que la causa de esto es su servilismo ante los intereses del capital.
9) Se puede objetar que los dos campos imperialistas (Italia y Alemania por una parte, Inglaterra, Francia y la U.R.S.S. por otra) luchan en la península Ibérica y que la guerra de España no es más que un episodio de esta lucha. En el sentido de la posibilidad histórica, es cierto. Pero no es lícito identificar la posibilidad hístórica, con el curso real, concreto, de la guerra civil hoy día. Los intereses de los países imperialistas indudablemente tienen influencia sobre el desarrollo de los acontecimientos en España. Pero, hasta ahora, no se ha conseguido modificar su carácter fundamental, en tanto que lucha entre el campo de la democracia burguesa española y el campo del fascismo.
10) Si la guerra debe continuar sobre las mismas bases, las diferencias políticas entre los dos campos pueden reducirse a cero. Esto no es más que una posibilidad. Hasta el presente no es un hecho. Es preciso utilizar la situación tal como es. La situación puede modificarse en cualquier otro sentido: bajo el peso de los golpes que le está dando Franco en los campos de batalla, el gobierno Negrín puede verse obligado a hacer más concesiones a los obreros que Kerensky en agosto de 1917 bajo los golpes de Kornilov. Debemos utilizar estas concesiones para preparar mejor la derrota de Negrín.
11) Si, por ejemplo, Caballero fuese capaz de empezar la lucha contra Negrín -como muchos esperaron-,[1] tomaríamos parte en esta lucha, sin aceptar ninguna responsabilidad por parte de Caballero. Por el contrario, le acusaríamos de carecer de un programa revolucionario y de la resolución necesaria en un combate de este tipo. Pero Caballero ha abandonado su propia arma, la U.G.T. y los obreros anarquistas, la C.N.T., que le habían empujado al camino de la lucha.[2] La huida de este héroe de comedia disipa bastantes ilusiones, otorga un claro lugar a los verdaderos revolucionarios, y da la posibilidad, sin dejar de luchar militarmente contra Franco, de movilizar políticamente a las masas contra Negrin.
12) Tomemos un ejemplo: Dos barcos con armas y municiones salen de Francia o de los Estados Unidos, uno para Franco y otro para Negrin. ¿Qué actitud deberían tomar los trabajadores? ¿Sabotear el transporte de los dos o sólo el de Franco? No somos neutrales. Dejaríamos pasar el barco con municiones para Negrín. Sin ilusiones, sabemos que de estas balas, nueve de cada diez serán dirigidas contra los fascistas, pero al menos una contra nuestros camaradas. Pero de las municiones destinadas a Franco, diez de diez serán dirigidas contra nuestros camaradas. No somos neutrales. No dejaríamos pasar el barco con municiones para Franco. Entiéndase bien, si se produjese en España una insurrección obrera armada, intentaríamos hacer llegar las armas y las municiones hasta las masas de obreros insurrectos. Pero mientras no tengan suficiente fuerza para esto, escogeríamos el mal menor.
13) En tanto que partido revolucionario, ¿movilizamos hoy en día voluntarios para Negrin? Esto significaría enviarlos a las garras de la G.P.U. ¿Colectar dinero para el gobierno Negrin? ¡Absurdo! colectaremos dinero para nuestros propios camaradas en España, y si enviamos camaradas, será clandestinamente, para nuestro propio movimiento.
14) ¿Nuestra actitud frente a comités como el Comité americano para la democracia en España, frente, a los mítines, acciones sindicales., etc? Defenderemos la idea de que los sindicatos deben colectar dinero, no para el gobierno, sino para los sindicatos españoles, para las organizaciones obreras. Si se nos objeta que los sindicatos españoles están ligados al gobierno, y que por lo tanto sería inadmisible mandarles dinero, responderemos mencionando un único ejemplo: durante la huelga de los mineros de Gran Bretaña en 1926, enviamos dinero a los sindicatos de mineros, cuyos dirigentes estaban estrechamente ligados al gobierno británico.[3] Los comités de huelga pueden ser reformistas, pueden ser traidores, pueden tener relaciones con los patronos. Pero no podemos dejar de tener en cuenta que mientras los mineros no sean capaces de cambiarlos, les enviaremos dinero, corriendo el riesgo de que traicionen a los obreros. Advertimos a los obreros, y si esto se llega a dar, les diremos: “ ¡Ya veis, vuestros dirigentes os han traicionado!”
15) La resolución Salemme afirma: “La línea Cannon. Shachtman-Goldman,[4] que consiste en preferir una “victoria gubernamental”, es idéntica a la de los estalinistas. Esta degeneración abierta en una política de Frente Popular del “mal menor” demuestra la falsedad de la afirmación según la cual la ayuda material no implica apoyo político. Los obreros que se niegan a entregar las armas, es decir, que se niegan a dar al gobierno apoyo material o político, son abatidos por la checa estalinista gubernamental.
Sí, ya sabemos que nuestros camaradas son abatidos por la cheka estalinista gubernamental. ¿Pero, qué consecuencia saca de esto el grupo Salemme? ¿Propone la deserción del ejército leal o la insurrección militar? Si el gobierno moviliza a los obreros y campesinos, ¿qué significado tiene negarse a otorgarle ayuda militar? No puede significar más que dos cosas: deserción o insurrección. ¿O es que proponen una huelga general? Sin embargo, una huelga general, sobre todo durante una guerra no puede tener otro objetivo que el derrocamiento del gobierno, no puede ser más que el prefacio de una insurrección. Estoy absolutamente de acuerdo en que si hay condiciones para llamar a la insurrección, habría que hacerlo. Pero, ¿es posible? Me gustaría saber cuántos regimientos Salemme hay en España, si es que esta resolución ha sido escrita para España y no para satisfacción personal de su autor. Si pedimos al soldado que deje de luchar, entonces es necesario pedir al obrero (que, trabajando en las fábricas de municiones está dando ayuda material al gobierno leal) que deje de trabajar. Pero si, como en el caso, no somos lo suficientemente fuertes como para tomar el poder, debemos combatir militarmente en las condiciones materiales determinadas por la correlación de fuerzas, sin dejar de prepararnos políticamente para la insurrección contra Negrín.
16) La-resolución afirma algo después: “Los obreros revolucionarios no deben convertirse en los defensores de un gobierno burgués, no deben defender más que un gobierno obrero. Por otra parte, no deben adoptar la postura del derrotismo revolucionario, como en el caso de una guerra imperialista. Los intereses del proletariado en la guerra civil española exigen que los revolucionarios, no sólo se abstengan de agitar, sino combatan todo programa que llame al derrotismo revolucionario o al defensismo.”
Pero la guerra contra el fascismo no es solamente una defensa del gobierno Negrin. Tenemos nuestras organizaciones obreras. En España, sobre todo en Cataluña, hay propiedad socializada, granjas colectivas. El gobierno Negrín está en contra, aunque hasta ahora se ha visto obligado a tolerarlas. Debemos defender estas conquistas contra Franco.
17) La resolución Salemme dice: “En ningún caso los revolucionarios deben lanzar consignas llamando al sabotaje de la lucha militar contra Franco, lo que constituiría un desliz hacia la postura del derrotismo revolucionario. ”
Esta declaración habla por sí misma. Est